La Forza del Destino

“Invano Alvaro ti celasti al mondo, e d'ipocrita veste scudo facesti alla viltà.
Del chiostro ove t'ascondi m'additar la via l'odio e la sete di vendetta; alcuno qui non sarà che ne divida.
Il sangue, solo il tuo sangue può lavar l'oltraggio che macchio l'onor mio, e tutto il verserò.
Lo giuro a Dio…”

Reade Charles, novelista y dramaturgo inglés de La Época Victoriana me recordó recientemente:
“Siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”
El destino, también llamado “fátum”, “hado” o “sino”, es el poder sobrenatural inevitable e ineludible que, según se cree, guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido, de forma necesaria y fatal, en forma opuesta a la del libre albedrío o libertad.
El destino se relacionaría con la teoría de la causalidad, que afirma que, si “toda acción conlleva una reacción, 2 acciones iguales tendrán la misma reacción”, a menos que se combinen varias causas entre sí, haciendo impredecible a nuestros ojos el resultado.
Nada existe por azar, al igual que nada se crea de la nada.
Todo tiene una causa, y si tiene una causa, estaba predestinado a existir desde el momento en que la causa surgió.
Debido a que la inmensa cantidad de causas es impensablemente inmensa, nos es imposible conocerlas todas, y enlazarlas entre sí.
El tema del destino en las artes y la literatura es muy amplio, porque afecta a la más íntima condición humana, y los más diversos aspectos de la experiencia.
En la literatura española, el destino es el tema principal del drama romántico; y en España, El Romanticismo fue un movimiento revolucionario en todos los ámbitos vitales que, en las artes, rompe con los esquemas establecidos en el Neoclasicismo, defendiendo la fantasía, la imaginación y las fuerzas irracionales del espíritu.
El Neoclasicismo aún perduró en algunos autores, pero muchos que se iniciaron en la postura neoclasicista, se convirtieron ávidamente al Romanticismo, como El Duque de Rivas, sin embargo, muchos fueron desde sus inicios románticos convencidos.
Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano, III Duque de Rivas y Grande de España, fue un dramaturgo, poeta, historiador, pintor y estadista español, protagonista del romanticismo español que hoy goza de notoriedad por su drama romántico “Don Álvaro o la fuerza del sino” (1835), que fue el primer éxito romántico del teatro español.
El teatro romántico español, lleva al escenario las tensiones de la sociedad y los conflictos existenciales del hombre, pero ambientadas en el pasado histórico o legendario de La Edad Media; es un teatro de intrigas complicadas, de fantasmas, de bosques encantados, de ruinas grandiosas y, por supuesto, de amor y de muerte.
El Duque de Rivas luchó contra La Invasión Francesa y, en política actuó como progresista exaltado; por ello fue condenado a muerte, aunque consiguió escapar.
En Malta conoció a un crítico inglés, que le hizo valorar el teatro clásico y lo convirtió al Romanticismo.
Vivió en Francia durante su destierro, y regresó a España 10 años más tarde, en 1834; y si cuando salió de España, él se consideraba como un neoclásico liberal, cuando regresó ya era romántico conservador.
Desempeñó importantes cargos públicos; y como la mayoría de los escritores de su época, comenzó adoptando la estética neoclásica en el género lírico y el género dramático.
Su incorporación al Romanticismo fue progresiva, y puede apreciarse en romances históricos donde hace plena su conversión.
Y es que la fama de Rivas se funda en leyendas, pero sobre todo en “Don Álvaro o la fuerza del sino”, una obra de teatro estrenada en El Teatro del Príncipe de Madrid, el 22 de marzo de 1835, ante unos 1300 asistentes, que presenciaron el primer drama romántico español, con tantas novedades como la combinación de la prosa y el verso.
Se trataba así de la obra que consolida y hace triunfar El Romanticismo en España, en términos similares a como lo hizo “Hernani, ou l'Honneur Castillan” (1830) de Victor Hugo dentro de la literatura francesa.
La obra aparece ambientada a principios del siglo XVIII, tras La Guerra de Sucesión Española, en Sevilla, donde reside el protagonista de la obra:
Don Alvaro.
Éste es un rico y misterioso indiano de orígenes desconocidos, que vive un apasionado romance con doña Leonor, una joven aristócrata; no obstante, su relación resulta prohibida por El Marqués de Calatrava, padre de doña Leonor, quien considera a don Alvaro como un vulgar aventurero y un arribista.
La pareja decide fugarse, pero son sorprendidos repentinamente por El Marqués de Calatrava.
Al verse descubierto, don Alvaro arroja su pistola al suelo como muestra de sumisión y respeto al Marqués, con tan mala fortuna que el arma se dispara y hiere mortalmente al Marqués.
Los 2 hermanos de doña Leonor, don Carlo y don Alfonso, persiguen a ambos amantes con el fin de matarlos.
Doña Leonor se siente consumida por la culpa, y decide hacerse eremita cerca del Convento de los Ángeles; y corta toda comunicación con don Alvaro, que cree muerta a su amada.
La acción salta entonces a Italia, donde 1 año después, don Alvaro ha acudido como soldado, y conoce accidentalmente a don Carlo, que también está acantonado en la localidad de Velletri.
Ambos traban amistad, hasta que al conversar sobre sus vidas se reconocen mutuamente; al enterarse de la verdadera identidad de don Alvaro, don Carlo le reta a duelo, y termina perdiendo la vida; don Alvaro, quien sufre a su vez el remordimiento de haber causado una 2ª muerte, decide refugiarse como fraile en El Convento de Los Ángeles, donde pasará 4 años.
La acción vuelve entonces a España, donde don Alfonso se informa de lo ocurrido con su hermano, y decide buscar a don Alvaro para cumplir su venganza.
Tras una larga pesquisa en la que descubre los orígenes de don Alvaro, que resulta ser hijo de un Noble español y una Princesa inca; don Alfonso descubre el escondite de su enemigo, y le desafía a un duelo.
En medio del lance, don Alvaro logra herir mortalmente a don Alfonso, pero aparece por sorpresa doña Leonor para intervenir en el duelo.
Don Alvaro se alegra al saber que su amada vive aún, y se halla cerca de él, pero cuando ella intenta socorrer a su hermano moribundo, éste extrae el puñal que se encontraba clavado en su pecho, y la mata por considerarla cómplice de don Alvaro, antes de morir allí mismo.
La muerte de doña Leonor, precipita la locura de don Alvaro, que ahora se siente culpable de todas las muertes ocurridas a su alrededor; y ante los monjes aterrorizados, don Alvaro se suicida arrojándose desde un precipicio gritando:
“Soy un enviado del Infierno, soy un demonio exterminador”
La obra es considerada por la crítica, como el drama inaugural del teatro romántico español; y no es casual, pues toca una gran variedad de temas:
El amor, el honor, la venganza, la religión, la muerte, el héroe romántico, y el sino; y de acuerdo a las reglas del Romanticismo, en esta obra se privilegia el rol del héroe romántico don Alvaro, que aparece solitario, misterioso, y consumido por la pasión amorosa.
No se aprecia que tenga familiares ni amigos, a excepción del hermano de su amada, don Carlo; que repentinamente se transforma en su enemigo.
En este extremo se aprecia como tema fundamental de la obra, al destino, entendido como “fuerza fatídica” que domina la vida del protagonista y de los demás personajes, que causa sus muertes, y que en el caso de don Alvaro, le hace perder incluso a su amada doña Leonor, representando que el amor es vencido por el destino.
El destino, es mostrado aquí como un poder nefasto, igual a la fatalidad, ante el cual no es posible sustraerse ni oponer resistencia.
Precisamente, las violentas muertes de los personajes principales, tienen como causante directo o indirecto a don Alvaro, que incluso se quita la vida al final de la trama, reconociendo el poder del destino fatal sobre él.
Este suicidio final, acentúa el carácter sombrío de la obra, caracterizada por el trágico fin de todos sus protagonistas, al igual que en la francesa “Hernani” de Hugo.
Esta obra del Duque de Rivas, fue la base de la ópera “La Forza del Destino” del compositor italiano Giuseppe Verdi, compuesta en IV actos, con música de Verdi, y libreto en italiano de Francesco Maria Piave; basado también en una escena adaptada de “Wallensteins Lager” de Friedrich Schiller.
Inspirada en “lo español”, al igual que otras óperas de Verdi, como:
“Ernani” (1844), “Il Trovatore” (1853) y “Don Carlo” (1867) que bebían de la literatura que triunfaba en la época y del exotismo, La Forza del Destino es una adaptación de un drama en 5 jornadas en prosa y verso del Duque de Rivas.
Inicialmente, Verdi y Piave se entusiasmaron con la obra de este curioso personaje, “Grande de España”, que incluso llegó a ser Presidente del gobierno durante 2 días en 1854; y para completar el libreto, se incorporó una escena de una obra de Schiller, uno de los autores de cabecera de Giuseppe Verdi.
4 años transcurrieron entre el estreno de “Un Ballo in Maschera” (1859) y “La Forza del Destino” que se trataba de un momento muy especial en la vida del compositor, quien en 1860, había anunciado a sus más íntimos, que “Un Ballo in Maschera” sería su última ópera, y que se retiraba de la vida del teatro.
La época era convulsa, durante la cual se desarrollaban diversos conflictos en Italia:
Austria resistía en el Piamonte, Napoleón III desembarcaba en Génova, y Verdi se consumía por su pueblo, ya entronado como héroe nacional y famoso en el mundo entero por sus óperas.
Hacia el verano de 1859, los austriacos solo resistían en el Véneto, y Verdi podía respirar aliviado, ya que los invasores habían llegado a pocos kilómetros de su villa de Sant’Agata, cerca de Piacenza, aunque el dominio por parte de los franceses de su región, continuaba torturándolo.
Fue en medio de ese caos, que Verdi, viudo desde 1840, decidió casarse con la que entonces era su compañera desde hacía 17 años, Giuseppina Strepponi, semanas antes de ser elegido por votación popular, representante de Busseto ante la delegación que en Parma debía votar la anexión al Piamonte, siendo diputado de la Asamblea de las Provincias de Parma.
Bajo ese escenario, la obra fue encargada por, y representada por vez primera en El Teatro Bolshoi Kamenny, luego Teatro Mariinski de San Petersburgo, capital del entonces Imperio Ruso, y estrenada con la presencia del compositor, el 10 de noviembre de 1862, 29 de octubre de 1862 según El Calendario Juliano todavía en vigor en El Imperio hasta 1918; pero el público no quedó muy satisfecho con la obra, dado que esperaba un libreto menos dramático y más ligero.
A pesar de todo, Verdi recibió las felicitaciones del Zar Aleksandr II Nikolayevich Romanov, que acudió a la 4ª representación.
Y es que Verdi sentía inclinación por los temas españoles; y le encomendó a Piave una revisión del libreto para el estreno italiano.
Al parecer, era demasiado violento, “debemos buscar la forma de evitar todos esos muertos”, le escribió al libretista Piave.
Pero éste enfermó, y el compromiso recayó en Antonio Ghislanzoni, quien alteró radicalmente el final, donde en la primera versión, Don Alvaro se suicida tirándose desde un acantilado; así como el III acto y algunas otras partes.
Verdi además, compuso una nueva obertura, reemplazando al breve preludio; que era una larga introducción con los motivos de la ópera; el añadido de una escena final en el acto III, después del duelo entre Carlo y Alvaro.
El estreno fue de esta 2ª versión, la más conocida y grabada actualmente, ocurrió el 27 de febrero de 1869, en El Teatro alla Scala de Milán; y es la que se ha convertido en “la versión estándar”, donde 7 son los personajes que pululan por esta trágica ópera, 4 de carácter, y los otros 3 de tipo popular, a los que hay que añadir el coro, con su importante participación, y El Marqués de Calatrava, padre; rol bastante breve pero intenso, cantado por un bajo.
Como papeles de carácter, tenemos:
Doña Leonora de Vargas, don Alvaro, don Carlo de Vargas, y El Padre Guardiano.
Los tipos populares son:
Preziosilla, Fray Melitone y Maese Trabuco.
Doña Leonora de Vargas sería un rol para soprano dramática de agilidad, pues requiere potencia y cambios dinámicos.
Desde el primer instante es una heroína trágica, con un dilema tan inevitable como imposible:
Elegir entre el amor de su amado y el de su padre; pero la muerte ocasional de su progenitor, traerá consecuencias terribles, hasta el punto de que debe buscar la paz interior en el destierro de su soledad extrema.
Su destino es lo trágico, y por eso Verdi dotó a su retrato musical de una especial fuerza y dramatismo expresivo.
Don Alvaro es un papel para tenor spinto con ribetes dramáticos.
Ya en la obra literaria es una figura romántica al más puro estilo:
Se le caracteriza como muy apasionado pero de un magnánimo y noble corazón.
Tiene todos los motivos para quejarse de su destino, pues ha nacido para la tragedia:
Su ascendencia inca/mestiza, le hace débil ante una sociedad que, por prejuicios, no le admite como igual, aunque tenga una sólida posición económica y excelentes dotes militares y heroicas.
Don Carlo de Vargas, para un barítono de voz potente, conforma un personaje decididamente negativo, porque busca la venganza de forma fanática, al estar poseído de un orgullo de casta extremo, que acaba llevándole a la perdición y arrastrando a los demás en su caída.
Se caracteriza como muy decidido, caballero, no sin tacha y sin miedo, e impresionante en su firmeza, por lo tozudo.
Es un rival terrible al que, en ciertos momentos, no le faltan rasgos de grandeza, contrastados con otros instantes en los que destila profundo odio e incluso villanía.
Desde luego, bien puede decirse que, por su tremenda negatividad, es uno de los más peculiares barítonos verdianos, sin que tenga mucho que ver con los que aparecen en sus otras óperas.
El Padre Guardiano, es un papel para bajo con voz robusta.
El prior del monasterio de Santa María de los Ángeles, ejerce una función de contraste frente a la tragedia, y su intervención es decisiva en el destino de Leonora y don Alvaro.
Él representa, obviamente, el pensamiento cristiano que, en muchas partes de la ópera, tiene gran importancia por lo que supone de ayuda moral en trances difíciles.
El peso y fuerza de la voz de bajo, da a este personaje una enorme dimensión.
Todas las figuras espirituales de Verdi como Zaccaria de “Nabucco”, El Gran Inquisidor de “Don Carlo” o Ramfis en “Aida”; dan la impresión de estar esculpidas en mármol, pues desprenden un aura de firmeza y autoridad.
La loca gitana Preziosilla, requiere ser cantada por una mezzosoprano.
Es un papel vocalmente difícil; porque el personaje está caracterizado a partir de diversos modelos:
Toma elementos de la obra literaria original, sumándole otras figuras de género francesas; y sus rasgos de echadora de cartas, provienen del modelo francés.
En la ópera, su ocupación principal es la de cantinera, pero actúa también reclutando por su cuenta soldados para el ejército.
Sería el símbolo de la mujer errante, que aprovecha la guerra para subsistir.
Fray Melitone, para bajo-barítono, supone un verdadero estudio de personaje cómico, y es muy inusual en Verdi, si exceptuamos “Falstaff”
Está definido como estrafalario, huraño, refunfuñón, y poco vocacional, aunque de buen corazón.
Se diría que es la sombra grotesca del venerable prior, algo así como un payaso con hábitos; y requiere un buen cantante-actor que sepa aprovechar todas sus posibilidades.
Maese Trabuco, es un papel breve para tenor, que aparece 2 veces en la obra:
Primero como arriero con la misión secreta de ayudar a Leonora en la taberna de Hornachuelos, y luego como buhonero y vendedor ambulante en la escena del campamento.
En este último caso, tiene semejanza con Isaac, el vendedor hebreo de “La Gazza Ladra” de Rossini; es un personaje con cierta carga humorística socarrona al estilo campesino.
Así las cosas, la trama transcurre en España e Italia, alrededor de 1750.
La obertura contiene en forma de popurrí, aunque con construcción dramática, varias de las más bellas e importantes melodías de la ópera.
Acto I:
Habitación del Castillo de Calatrava, cerca de Sevilla.
Don Alvaro es un joven noble de Sudamérica, presumiblemente Perú, que es en parte indio, y que se ha establecido en Sevilla, donde, sin embargo, no se piensa bien de él.
Se enamora de doña Leonora, la hija del Marqués de Calatrava, quien, a pesar de su amor por su hija, ha decidido que ella se case sólo con un hombre de la más alta cuna.
Leonora, conociendo la aversión de su padre, y profundamente enamorada de Alvaro, decide abandonar su casa y su país, para fugarse con él, ayudada por su sirvienta, Curra.
Su padre entra inesperadamente, y descubre a Alvaro; él lo amenaza de muerte, y para eliminar cualquier sospecha sobre la castidad de Leonora, Alvaro ofrece entregarse al Marqués; y tira su pistola con tan mala suerte que del golpe se dispara, y hiere mortalmente al padre de Leonora, quien muere maldiciendo a su hija.
Acto II:
Cuadro I, en La Taberna en las afueras de Hornachuelos.
El Alcalde, varios muleteros y don Carlo de Vargas, hermano de doña Leonora, están reunidos en la cocina de una posada.
Don Carlo, disfrazado como un estudiante de Salamanca, bajo el nombre ficticio de Pereda, busca vengarse de Alvaro y Leonora.
Durante la cena, Preziosilla, una joven gitana, narra las fortunas de los jóvenes y los exhorta a alistarse a la guerra por la libertad de Italia, algo con lo que todos se muestran de acuerdo.
Habiéndose separado de Alvaro, Leonora llega disfrazada de varón, pero se escapa sin ser descubierta por Carlo.
Cuadro II, en el atrio del monasterio.
Leonora se refugia en el monasterio donde ella cuenta al abad, Padre Guardián, su verdadero nombre, y que pretende pasar el resto de su vida como ermitaña.
El abad le relata los desafíos por los que va a pasar; y Leonora, el Padre Guardián, Fray Melitón y otros monjes, se unen en oración.
Acto III:
Cuadro I, en el bosque próximo al pueblo italiano de Velletri, en Italia.
Mientras tanto, don Alvaro se ha unido al ejército español bajo el nombre de don Federico Herreros; y una noche salva la vida de don Carlo, que sirve en el mismo ejército bajo el nombre de don Félix Bornos.
Ambos se hacen amigos, y van a la batalla, uno al lado del otro.
Cuadro II, en la habitación de los oficiales.
En una de esas escaramuzas, don Alvaro resulta, como él supone, mortalmente herido, y confía a don Carlo el cuidado de una valija que contiene un puñado de cartas que tiene que destruir en cuanto don Alvaro muera.
Don Carlo ha jurado no mirar el contenido de las cartas, pero empieza a sospechar de su amigo… por lo que abre la valija, y encuentra el retrato de su hermana, y se da cuenta de la verdadera identidad de Alvaro.
En ese momento, un cirujano dice que don Alvaro puede recuperarse; y Don Carlo se alegra de poder vengar la muerte de su padre.
Cuadro III, en el campamento militar cerca de Velletri.
Don Alvaro se ha recuperado, y se enfrenta a don Carlo.
Empiezan un duelo, pero los soldados los separan a la fuerza; mientras contienen a don Carlo, el angustiado don Alvaro jura entrar en un monasterio.
Los soldados se reúnen; y Trabuco, un vendedor ambulante, intenta venderles sus productos; fray Melitón los sermonea por sus comportamientos viciosos; y Preziosilla los lidera en un coro en alabanza de la vida militar.
Acto IV:
Cuadro I, en el monasterio.
Don Alvaro ha ingresado en el monasterio de Hornachuelos, cerca de donde está la cueva de Leonora, con el nombre de Padre Rafael.
Don Carlo llega, y le fuerza a luchar…
Cuadro II, en el exterior de la cueva donde vive Leonora.
Ella reza para encontrar la paz en la muerte, y Alvaro entra, pidiendo ayuda, después de haber herido mortalmente a don Carlo en su duelo.
Los 2 amantes se reconocen, y Leonora sale para ver a su hermano, quien, mientras ella se inclina hacia él, la apuñala en el corazón.
Leonora regresa con El Padre Guardián; él y don Alvaro rezan al cielo, mientras ella muere.
Como dato, más que curioso, esta ópera cambió el destino de Verdi:
Decimos esto porque los planes de Verdi, años antes de componer esta ópera eran otros muy distintos.
En 1859, y tras vivir muchos años sin ningún vínculo legal, Verdi se casó con La Strepponi; y los planes del matrimonio eran retirarse a su villa de Sant’Agata y descansar.
Verdi pensó incluso en dejar de componer, había compuesto 23 óperas, había tenido éxito, y sentía que ya poco más podía expresar y ofrecer.
Sin embargo, el descanso tendría que esperar:
En primer lugar, porque le convencieron para meterse en política; y después llega la propuesta para una nueva ópera que viene del Teatro de San Petersburgo.
Posiblemente, para un músico la tentación era difícil de resistir; además, hay otro hecho un poco más prosaico:
Sant’Agata costaba mucho dinero, y un ingreso extra no iría mal para los Verdi.
Así se puso manos a la obra:
El tema lo tenía elegido, porque tiempo atrás había leído la obra original del Duque de Rivas, “Don Álvaro o la fuerza del sino”; y en 2 meses aproximadamente, tenía la música, a excepción de detalles de la instrumentación que hacía siempre en los ensayos.
La obertura, es una larga y dramática introducción a la ópera, que constituye además una excelente pieza de concierto; con poderosos toques de trompeta que simbolizan el destino.
A continuación, se presentan diferentes temas que representan a los personajes principales de la obra; porque es una ópera que suscita controversia, pues muestra 2 tipos de escenas, buscadas expresamente por Verdi:
Las íntimas y las públicas.
Respecto a las primeras, la crítica es unánime en que alcanzan una altura colosal.
Ya hay más discrepancias en cuanto a las escenas de género:
Unos dicen que retardan la acción, y otros que no pueden sustraerse a un aire de vulgaridad, a menudo, agobiante.
Sí que es verdad que la continuidad de la acción trágica, se ve varias veces interrumpida por episodios ajenos a la narración principal; por un lado se muestra con un tinte sombrío:
La intolerancia, el odio y la violencia de los protagonistas; y por otro, como contraste, las escenas de masas de deslumbrante colorido.
Pero todos están rodeados y arrastrados por una atmósfera de guerra y de locura colectiva, aspectos dominadores de la obra, sin posibilidad de que nadie se salve de su efecto.
Es pues la guerra lo que la envuelve, sin esconder sus consecuencias, pero aprovechándola para intercalar algunos elementos grotescos y burlones.
Aunque denostados a menudo, estos episodios corresponden a estampas coloristas muy vivas, en las que se describe un singular y antiguo mundo rural, sorprendentemente atractivo, y con marcado ambiente popular:
Campesino, festivo, militar y religioso; pero muchas veces, han querido asociarse a algo folklorista y populachero, bien distinto de las intenciones iniciales del músico.
Así, por ejemplo, tenemos el caso de Preziosilla, figura escurridiza que, si cantase de veras como lo exige la partitura, “pianissimo, leggerissimo y brillantisimo”, debería personificar el símbolo de la vida aventurera, genuina y en estado puro.
De esa manera hay 2 acusaciones que se plantean con notable insistencia:
La falta de unidad orgánica, y la discrepancia entre elementos cómicos y serios.
Algunos consideran esta ópera como un paso atrás, después de la elegancia y el refinamiento de “Un Ballo in Maschera”, y otros la ven como un trabajo francamente popular, una mezcla anticuada pero agradable, entre lo sublime y lo trivial.
Pero en su intensa búsqueda del contraste a lo largo de toda la obra, Verdi sitúa la acción en 2 países y en una época de guerra, pero comienza la ópera en los aposentos de una muchacha.
Respecto a la historia principal, los personajes, bastante monolíticos en su psicología, bien puede decirse que se mueven por prejuicios raciales, siendo éstos los que desencadenan verdaderamente los acontecimientos, a pesar de que los protagonistas quieran culpar a “La Forza del Destino” como el origen de sus desgracias.
Para Verdi, esta ópera pertenecía, junto con “Don Carlo”, a la rara categoría de “drama musical serio”; y cuando se quiso estrenar en El Teatro San Carlo de Nápoles, el músico escribía:
“Como saben, hay óperas con mensaje, el mensaje a veces puede ser malo; y óperas con dúos, cavatinas, etc., para las cuales pueden estar muy bien las celebridades del momento que tanto gustan:
¡Dios me libre de las celebridades, sobre todo en La Forza del Destino!
Los coros de que disponéis no son suficientes para estas óperas.
La orquesta tiene elementos excelentes, pero los individuos no bastan para hacer valer el mensaje del que hablaba más arriba.
Para eso hace falta un director…
¿Lo han encontrado?
¿Y el resto?
¿Y el montaje de la obra?
Para estas óperas se necesita otra cosa.
Se necesita el conjunto, se necesita el todo”
En “La Forza del Destino”, como bien opinaba el compositor, no es suficiente con los roles principales; porque es una obra coral, que exige un gran esfuerzo de producción por parte de los teatros, y ahí se centra precisamente su dificultad a la hora de representarla, pues debe ser afrontada colectivamente, con el difícil reto de sacarla adelante procurando que todos estén al mismo nivel.
Siempre que Verdi trata temas ligados al destino, usa temas circulares; y al igual que ocurre con un anillo, parte de un punto, y vuelve allí, y eso se demuestra desde la misma obertura, donde los metales protagonizan la llamada del destino que se desarrollará en toda la trama; y este tema va unido al personaje de Leonora.
También escucharemos temas dedicados a los diversos personajes de la ópera o situaciones; así, la obertura nos avanza la entrada de Leonora al convento, o el duelo entre Don Carlo y Don Alvaro, por ejemplo.
Y contrasta el tema lírico del amor con el del destino mismo como “leitmotiv”, el amor fatídico e imposible.
Considerando lo expuesto, bien puede creerse que la ópera fuese un destino previsible para la pieza del Duque de Rivas; y en Verdi encuentra un exponente idóneo para desentrañar lo esencial de este mundo de sentimientos trágicos y arrebatados, no es de extrañar que “La Forza del Destino” sea una de las óperas verdianas favoritas de muchos teatros.
“Ti seguo.
Andiam, dividerci ah no, il fato, no non potrà”
La Forza del Destino es una musical del año 1950, dirigido por Carmine Gallone.
Protagonizado por Nelly Corradi, Gino Sinimberghi, Tito Gobbi, Giulio Neri, Vito De Taranto, Mira Vargas, John Kitzmiller, Fausto Tommei, Giuseppe Varni, Nerio Bernardi, Paola Dalgas, Pina Piovani, Giovanni Onorato, Silvana Pampanini, Galliano Masini, Caterina Mancini, Cloe Elmo, entre otros.
El guión es de Mario Corsi, Ottavio Poggi, Lionello De Felice, Francesco Maria Piave, y El Duque de Rivas y su obra "Don Álvaro o la fuerza del sino"; basados en la obra homónima de Verdi.
La historia sigue fielmente la trama de Verdi, pero está precedida por un comentario visual durante la obertura que describe el fondo y el inicio histórico de la trama; por lo que el director ha intentado capturar los momentos esenciales, logrando también efectos cinematográficos particulares, especialmente en las secuencias finales; y  destaca principalmente porque los sets de la película fueron diseñados por el director de arte, Gastone Medin; y el asistente del director de la segundad unidad, fue el gran Sergio Leone; y como curiosidad, Otto von Wächter, un criminal de La Segunda Guerra Mundial, fue un extra en esta película, un año antes de su muerte.
La película es una versión resumida de la ópera pero mantiene las escenas importantes, así como recorta muchas partes cantadas.
La trama transcurre en España e Italia, alrededor de 1750; y relata el amor de Don Alvaro (Gino Sinimberghi) por Leonora (Nelly Corradi) pero accidentalmente, Alvaro mata a su padre, El Marqués de Calatrava (Fausto Tommei), quien mientras muere, llama a su hijo, don Carlo De Vargas (Tito Gobbi) para que lo vengue. Finalmente, los 2 se encuentran con resultados dramáticos…
Aunque la película es de menos de 2 horas, mientras que la ópera completa es demasiado larga, con casi 3 horas; incluye, además de narración, la historia de cómo la pieza original vino a ser escrita, y la historia de los padres del Alvaro, El Gobernador español de Perú, y la hija de un cacique; contiene el dueto “Capitano... Chi mi chiama” que en la época, era generalmente cortado, tanto en discos como en los teatros.
En resumen, esta es una película súper interesante, asumiendo que es la película completa, con partes habladas, con narrador para adelantar la trama y partes cantadas por otros cantantes diferentes a los actores… es decir, doblada.
Con todo, es una hermosa película, muy bien filmada, donde los primero planos recuerdan al Cine de Oro Mexicano.
“Sono giunta! Grazie, o Dio!
Estremo asil questo è per me!
Son giunta!
Io tremo!
La mia orrenda storia è nota in quell'albergo, e mio fratel narrolla!
Se scoperta m'avesse!
Cielo!
Ei disse naviga vers' occaso.
Don Alvaro!
Nè morto cadde quella notte in cui io, io del sangue di mio padre intrisa, l'ho seguito e il perde! Ed or mi lascia, mi fugge!
Ohimè, non reggo a tanta ambascia”
Carmine Gallone fue un director importante en el cine italiano, un profesional sólido que sabía cómo construir una buena historia; siendo conocido fundamentalmente por sus películas históricas, cuya exaltación de la “romanidad” sirvió también de propaganda para El Régimen Fascista; pero sobre todo, su fama se debió a ser considerado como uno de los creadores del péplum, y por rodar muchas película de corte operístico para el gran público..
Un análisis comparativo rápido entre “Don Álvaro o la fuerza del sino” del Duque de Rivas y “La Forza del Destino” de Giuseppe Verdi demuestra, ya desde sus títulos, un viaje de ida y vuelta entre España e Italia, que tiene como fondo la literatura del Siglo de Oro.
Ambas obras plantean el viejo problema entre providencia y libertad, añadiendo nuevos relieves sociales y políticos sobre las diferencias de clase y raza que ponen en evidencia las estrecheces del Código del Honor.
Las diferencias entre ambas, más allá de la mezcla genérica, el tratamiento costumbrista y el nacionalismo; se acentúan en la 2ª versión de la ópera verdiana, que, al cambiar el desenlace, destruyó el sentido trágico del drama español.
Donde el drama del Duque de Rivas funcionó bien en escena, no podía funcionar como ópera, porque le faltaba algo importante:
Teatralidad.
Al público le encantó por la misma razón que sedujo a Verdi, por la fuerza de sus personajes, pero no por su desarrollo dramático.
Así que es perfectamente comprensible que Verdi errara en la elección, pero que ese error fuera precisamente su gran acierto:
Escribió una música subyugante, de un imponente poder sicológico, y la puso al servicio de unas partituras vocales absolutamente magistrales, y de un contenido estético sin igual.
Una maravilla sin discusión, ante la que cualquier consideración crítica sucumbe; de ahí se agarra el director, para montar de manera breve, precisamente lo que quiere señalar.   
Los personajes principales son El Marqués de Calatrava y su hijo Don Carlo; Doña Leonora, Don Alvaro, El Abad de los Frailes Franciscanos; pero también hay arrieros, campesinos, soldados, frailes, etc.
Las escenas transcurren en España e Italia durante el siglo XVIII de La Edad Media:
Se hace creer que el narrador encontró la historia de “Don Alvaro o La Forza del Sino”, e inicia el relato:
Don Alvaro se ha fugado con Doña Leonora, hija del Marqués, y a su regreso, éste último descubre a Leonora y Alvaro; por lo que El Marqués fallece asesinado accidentalmente por Don Alvaro.
El Marqués maldice a su hija por haberle causado la muerte, e invoca la venganza de su hijo, Don Carlo, sobre ella y su amante.
Leonora, temerosa de la situación, escapa vestida de hombre a un monasterio cercano, se confiesa con El Abad, quien la conduce a una cueva, donde éste le asegura que estará absolutamente segura…
En idas y venidas, por causa de la guerra, Don Alvaro y Don Carlo se hacen amigos y enemigos usando doble identidad, y se encuentran finalmente ante la cueva de Leonora.
Luchan en un duelo, en el cual, Don Alvaro hiere mortalmente a Don Carlo, y Doña Leonora, saliendo de la cueva, encuentra a su hermano muerto, corre hacia él; y haciendo un último esfuerzo, éste la apuñala en el corazón.
Don Alvaro abraza a su amada, junto al abad que reza por las almas muertas.
Verdi pondrá en primer plano en sus últimas obras el dramatismo y la veracidad de la expresión, que es una de las muchas exigencias del drama musical, pero en ésta sigue todavía ese principio de la belleza vocal que antaño había ganado para la ópera italiana el entusiasmo de los estetas de todo el mundo; y eso se hace notable en la película.
Eso no quiere decir que La Forza del Destino no sea dramática; todo lo contrario.
El contraste entre ambos hombres, y el odio de Carlo por Alvaro, tienen un poderoso efecto, al igual que las escenas de masas.
Aparecen algunas construcciones con forma de “leitmotiv”, una especie de “motivo fatal” que recorre toda la obra desde la obertura; y la música posee un gran aliento y llega cada vez a nuevas culminaciones.
Musicalmente, se encuentran sonidos particularmente conmovedores para la paz de los monjes y la vida en el convento; en contraste, se crean también escenas de gran comicidad como el sermón del capuchino de fray Melitone, que Piave desarrolló basándose en el Wallensteins de Schiller.
La escena es de increíble efecto; y hay que pensar que en Verdi se encuentran muy pocas cosas parecidas.
Como ópera, La Forza del Destino es una “Gran Opéra” disfrazada, salvo que no contiene el “balleto” y que no fue hecha para París, pero sí desde el punto de vista del canto, que es digno del esfuerzo de los buenos cantantes:
Del tenor lírico Alvaro, del barítono heroico Carlo, de la soprano Leonora; es exuberante, de un suave lirismo, y sin embargo con acentos dolorosos.
No se deben subestimar de ningún modo las voces de segunda fila, con las que los cantantes profesionales pueden lograr grandes cosas:
El bajo del padre guardián, de una bella sonoridad que irradia tranquilidad y seguridad; la parte de Preziosilla, efectiva y sensual; el barítono cómico e incluso grotesco de fray Melitone.
Y un espléndido trabajo aguarda a los coros en esta obra; así como el gran trabajo de dirección de escenas con extras y en exteriores reales, locaciones de Italia que se amoldan muy bien al drama.
Pero también La Forza del Destino es irregular:
Por un lado hay escenas excelsas junto con otras de menor calidad.
Entre las primeras hay que destacar los espléndidos dúos de tenor y barítono, el aria de Leonora, y la mejor de todas ellas, la plegaria “La vergine degli angeli”
Entre “las mediocres” están las escenas en las que aparecen Preziosilla y Melitone, porque cortan demasiado con el drama.
No obstante, atención a que los defectos de esta producción cinematográfica son los de todas las películas de ópera de ese período:
Es una reducción honesta del tema original y un poco más, pero realizado con excelente artesanía.
El sonido no es el mejor, pero aún se escuchan y se entiende el diálogo.
Sin embargo, la sincronización de labios está desactivada en algunos momentos, tanto que eso resulta cómico, y aunque está bien hecha con buenos decorados, vestuario, locaciones e iluminación, muchas escenas están muy bien montadas desde el punto de vista de la composición, la ejecución orquestal, la dirección y el coro, son excelentes.
Del reparto, Gino Sinimberghi es un Alvaro apuesto y oscuro, con la voz no de gran tamaño, sino bien expresada y agradable; pero eso obra de Galliano Masini, la voz de doblaje en el diálogo.
Al tiempo que es un buen actor, lo secunda la experimentada Nelly Corradi.
Ella es una Leonora conmovedora, con Caterina Mancini haciendo el doblaje en el diálogo, lo suficientemente expresiva.
También hay un simpático Padre Guardiano, cortesía de la rica voz de Giulio Neri; y una sexy Preziosilla en Mira Vargas, con la voz dialogada/doblada por Cloe Elmo.
Pero el intérprete que domina toda la película es Tito Gobbi.
Su voz, que siempre la he considerado poderosa y efectiva, ha estado sorprendente con el tono de color, y su inteligencia, intensidad, habilidades interpretativas y musicalidad, como siempre son impecables.
Curiosamente, él es el único que no es doblado en el diálogo de todos los cantantes.
Nelly Corradi como Leonora, es una verdadera soprano, pero la voz que se escucha es la de Caterina Mancini.
Para el papel de Preziosilla, la voz es Cloe Elmo, una mezzosoprano que tuvo una rica carrera en el escenario, pero la actriz y bailarina que vemos, se llama Mira Vargas.
Y Gino Sinimberghi era un buen tenor no del más alto nivel, pero en el cine lo hizo mejor que otros cantantes vocales más dotados.
Tito Gobbi se lleva todas las palmas, junto con el bajo Giulio Neri, que podemos ver y escuchar aquí.
Giulio Neri tenía una voz fuera de lo común, muy profunda y muy hermosa, desafortunadamente estaba destinada a tener una vida corta, y por tanto esta película se convierte en un documento importante para él.
John Kitzmiller, que interpreta al escudero moro, es un personaje que obviamente no existe en la obra de Verdi, fue un actor estadounidense que estuvo muy presente en el cine italiano de la posguerra, con importantes apariciones hasta la década de 1950.
Ni hablar de la música de Verdi, que ya se ha dicho y recalcado que es una obra maestra, excelentemente ejecutada por Gabriele Santini, admirado como un maestro sólido como una roca de la vieja escuela en el repertorio italiano estandarizado; y considerado uno de los grandes directores verdianos de su generación, lo que es evidentemente notable.
“Al suon del tamburo, al brio del corsiero, al nugolo azzurro  del bronzo guerrier; dei campi al sussurro s'esalta il pensiero!
È bella la guerra, è bella la guerra!
Evviva la guerra, evviva!”
Se dice que La Forza del Destino es “una ópera con mal fario”
Con esta palabra en caló o lenguaje de gitanos, que como todos sabemos significa “maleficio” o “desgracia”, no se pretende de ninguna manera demeritar la obra, sino recoger algunas circunstancias en las que se ha visto envuelta.
Esta ópera tiene fama de “gafe”, pues tanto su composición como su estreno, estuvieron plagados de desgracias y contratiempos que perduraron muchos años; y no es casual, se sabe además, que en el mundo del teatro se dan estas cosas, las supersticiones están muy presentes y la verdad es que esta ópera no puedo empezar peor.
Como hemos dicho, La Forza del Destino se estrenó en San Petersburgo en noviembre; pero se debía haber estrenado antes…
Ya desde los comienzos, su creación supuso para Verdi varios viajes a Rusia con todas las incomodidades que acarreaba para el viajero desplazarse desde Italia en aquellos tiempos.
El autor del libreto, Francesco Maria Piave, parece como si también resultara influido, tocado o marcado por la que sería su última colaboración con el maestro, pues algo más tarde, sufrió una apoplejía que le postró a un estado vegetativo, y de la que moriría en 1876.
No pudo realizar la revisión que se hizo de ella para El Teatro alla Scala en 1869, porque 2 años antes, tuvo ese ataque de parálisis.
Además, el retraso fue porque la soprano en la que se pensó en primer lugar fue Angelina Bosio.
Ésta murió poco antes de llegar a la ciudad para empezar los ensayos; y para sustituirla, se pensó en Emma La Grua, pero se puso enferma… y a la tercera va la vencida; al final cantó Caroline Barbot; pero todo se paralizó de enero a noviembre de 1862.
Y el mal fario se dio por confirmado, cuando la noche del 4 de mayo de 1960, sobre el escenario del Metropolitan Opera House de New York, el barítono estadounidense, Leonard Warren, de 48 años de edad, falleció mientras cantaba “É salvo! O gioia!”, poco después de cantar su aria “Morir! Tremenda cosa”...
¿Ironías?
Interpretando el papel de don Carlo de Vargas, junto a él tuvo de compañeros a Renata Tebaldi como Leonora, y a Richard Tucker como don Alvaro; y según informaron los periódicos Tribune y Times, el barítono pidió auxilio mientras se gritaba:
“¡Por amor de Dios, bajad el telón!”
Rudolf Bing, gerente del teatro, anunció su muerte al horrorizado público, diciendo:
“Esta es una de las noches más tristes en la historia del MET.
Les ruego que se pongan en pie en memoria de uno de nuestros artistas más brillantes, que ha muerto como estoy seguro que habría querido hacer:
En mitad de una de sus más brillantes actuaciones.
Todos estarán de acuerdo conmigo, en que no podemos seguir adelante con la representación”
Con estos antecedentes, unidos al argumento en sí del “destino” y al carácter de la gente de teatro, la ópera ha generado un cierto pánico, y puede decirse que la tradición indica que acarrea “mala suerte”
Sería un caso semejante al del “Macbeth” shakesperiano en el mundo teatral inglés.
Pero con Verdi, ciertos cantantes e incluso algunos críticos siguen prefiriendo referirse a “La Forza del Destino”, sin citarla expresamente, como “La Innombrable”, o “Potere del fato” o “Poder del Hado”; como “La 26ª ópera de Verdi” o simplemente “La obra escrita para San Petersburgo”
Supuestamente, “la maldición” impidió que Luciano Pavarotti realizara la ópera, y el tenor Franco Corelli seguía, como Pavarotti con otras óperas, pequeños rituales durante actuaciones para evitar la mala suerte.
Anécdotas aparte, la gran complejidad musical de La Forza del Destino exige intérpretes de absoluta excelencia, y su libreto rebuscado y lleno de personajes que se desdoblan en diversos alias, intentando huir de su destino; también han contribuido a La Leyenda Negra, pues ofrece innumerables problemas de producción, tanto a nivel musical como de puesta en escena.
Pero aquí está, sobreviviendo todavía hoy en el repertorio, y renaciendo de su mal fario, que celebró a Verdi en su bicentenario de nacimiento en 2013; por lo que todavía es representada con frecuencia, y hay una serie de grabaciones completas; además, la obertura de la versión revisada de la ópera, es parte del repertorio estándar para orquestas sinfónicas, a menudo interpretada como una pieza de apertura en conciertos.
Una versión interesante, es con Richard Tucker, Maria Callas y Carlo Tagliabue en los 3 papeles principales, y la dirección de Tullio Serafin.
¿Qué más destino trágico que con La Divina?

“Pace, pace, mio Dio!
Cruda sventura m'astringe, ahimè, a languir; come il di primo da tant'anni dura profondo il mio soffrir.
Pace, pace, mio Dio!
L'amai, gli è ver!
Ma di beltà e valore cotanto Iddio l'ornò.
Che l'amo ancor.
Nè togliermi dal core l'immagin sua saprò.
Fatalità!
Fatalità!
Fatalità!
Un delitto disgiunti n'ha quaggiù!
Alvaro, io t'amo.
E su nel cielo è scritto:
Non ti vedrò mai più!
Oh Dio, Dio, fa ch'io muoia; che la calma può darmi morte sol.invan la pace qui sperò quest'alma in preda a tanto duol”



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