Blackmail

“Knife... Knife... Knife... Knife...”

Con una trayectoria que abarca más de 50 películas, y un estilo único que revolucionó el cine de suspenso, Alfred Hitchcock es uno de los más grandes referentes de la historia cinematográfica.
Sus filmes, son ampliamente recordados en el mundo entero, sin embargo, sus primeros largometrajes, filmados aún en el periodo del cine silente, y realizados en Gran Bretaña, no son tan conocidos por los seguidores del nombrado “Maestro del Suspense”
En Gran Bretaña, el cine sonoro entró de la mano de los estadounidenses.
Aunque allí no se comercializaran inventos propios, como sí se hizo en Alemania, debido a la política de alianzas con los EEUU, Inglaterra será el primer país de Europa, gracias a la afinidad idiomática, al que llegan los “talkies” y las patentes de sonorización estadounidenses.
La complejidad de la industria cinematográfica en esos momentos, llegará acompañada de consecuencias decisivas.
La necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias, hace que las productoras busquen rápidas soluciones para poder continuar en el mercado, y evitar la bancarrota.
De esta manera, el sonido entra en los filmes, aún cuando estos ya hubieran comenzado su rodaje.
Lo importante era sonorizarse cuanto antes, y para ello, lo que se hacía era rodar de nuevo algunas escenas, introduciéndoles el sonido, o bien, se sonorizaban por sincronización, otras que ya estuviesen rodadas, dando lugar a híbridos, desconocidos hasta el momento.
En los cines de entonces, nos podíamos encontrar filmes mudos sonorizados, pero también, películas sonoras que, bien por falta de una sonorización del propio cine, o por el miedo a la negativa del público, se presentaron como mudas.
Las esperanzas del público, y lo que percibían como realista, irá cambiando en poco tiempo, durante este período.
Y si para los espectadores de 1929, las huellas tecnológicas apenas se perciben, para los espectadores contemporáneos, esta escritura se hace extraordinariamente legible, saltando a la vista sus diferencias esenciales.
Conversando con Françoise Truffaut, Alfred Hitchcock reconoció que, para él, el cine mudo era una forma de cine más pura.
En un momento dado, incluso llega a atacar el cine sonoro de los inicios, por dejar a un lado las técnicas del cine mudo, ya que el sonido podría haber sido manipulado de la misma manera que la imagen.
Hitchcock vio, que podía emplear la estética muda en una película sonora y, desde ese punto de vista, creó:
Blackmail.
“They're bound to get all the details wrong”
Blackmail es una película de suspense, dirigida en 1929, por Alfred Hitchcock.
Protagonizada por Anny Ondra, John Longden, Sara Allgood, Charles Paton, Donald Calthrop, Cyril Ritchard, Harvey Braban, Hannah Jones, Phyllis Monkman, entre otros.
El guión es de Charles Bennett, Alfred Hitchcock, y Benn W. Levy; y están basados en una obra de teatro de Charles Bennet.
Blackmail tiene una doble temática:
El encubrimiento de un crimen, y la presencia de un falso culpable.
La trama, gira alrededor de un asesinato, cometido en defensa propia, por una chica que sale con un policía de Scotland Yard, a quien encargan el caso.
El sentimiento de culpa, el secretismo, y el miedo, dominan la historia, alcanzando el clímax, cuando aparece un testigo inesperado.
Aquí no hay secreto de quien es el asesino, si no es la novedad, de saber desde el principio todo, y a ver como acaba.
Como en futuras películas de Hitchcock, la protagonista es una mujer quien precipita los hechos, anunciando el tema del falso culpable, así como la idea de la policía como ente amenazador, tan presente en muchos de los filmes de Hitchcock, Blackmail es una pequeña joya, casi desconocida de un artista que se estaba construyendo a sí mismo.
Hitchcock, nos presenta también, un tema clásico de sus películas:
Una mujer que mata a un hombre en defensa propia, y huye asustada, olvidando un objeto en el lugar del crimen, pero es descubierta por un testigo, que intentará chantajearla, mientras que su novio, detective de Scotland Yard, la ayudará a librarse del chantajista.
Blackmail, no es sólo la primera película sonora del director, sino también, la primera película sonora, de la historia del cine británico; la cual fue producida por British International Pictures Ltd., después llamada, Associated British Picture Corporation.
Hitchcock rodó Blackmail originalmente como silente; y durante el rodaje, la tecnología para el sonido sincronizado, ya estrenada con éxito en Estados Unidos por Warner Brothers en “The Jazz Singer” (1927), llegó al Reino Unido.
Los productores, entonces, pidieron a Hitchcock que la última parte de Blackmail, la rodara con sonido, pero él decidió, sin avisarles, que toda Blackmail sería sonora.
Esto podría servir para considerar a este trabajo, simultáneamente, como la última cinta muda, y la primera con sonido de Hitchcock.
La versión muda, también se estrenaría, y de hecho, gozó de mayor popularidad en Reino Unido, pero con el paso de los años, ha sido olvidada en favor de la versión sonora, que es la que se distribuye hoy en día, aunque existen digitalizaciones parciales de la versión silente.
Blackmail se muestra decidida, desde el primer momento, a emplear el sonido como un elemento más, dentro de los recursos fílmicos de los que el cineasta dispone para crear su obra.
Su director, un joven Alfred Hitchcock, el cual ya había cosechado algunos éxitos cinematográficos en su Inglaterra natal, estaba a punto de ser conocido internacionalmente, por ser el creador de la primera película sonora británica.
Luego de ello, su carrera en el cine mudo, claramente influenciada por los filmes de Murnau o Lang, fue eclipsada por la etapa sonora hollywoodiense.
Hitchcock se convirtió en el cineasta, más conocido de los años 30, quien luego de dirigir la primera película sonora, Blackmail, afianzó su reputación con 6 thrillers de suspense, muy elogiados:
“The Man Who Knew Too Much” (1934), “The Thirty-Nine Steps” (1935), “The Secret Agent” (1936), “Sabotage” (1936), “Young And Innocent” (1937) y “The Lady Vanishes” (1938); siendo en 1939, llamado por la Selznik Internacional, para dirigir “Rebecca”
Blackmail inicia con Frank Webber (John Longden), detective de Scotland Yard, y Alice White (Anny Ondra), una joven pareja que vive en Londres.
Alice, despechada por tener una discusión con su novio, porque ha llegado tarde a la cita que tenía con ella por su trabajo, decide salir esa noche con otro hombre, Mr. Crewe (Cyril Ritchard), un pintor que le invita a subir a su apartamento, esa misma noche.
Ella en un principio, rechaza la invitación, pero acaba aceptando subir.
Allí, el pintor intenta violarla, y ella, en defensa propia, le mata a puñaladas.
Después, saldrá borrando todas sus huellas en el apartamento, pero se deja olvidados sus guantes.
Uno de esos guantes, lo encontrará su novio Frank, al investigar el caso al día siguiente, y lo reconoce como perteneciente a Alice.
Decide ocultarlo, y hablar directamente con ella.
Cuando le enseña a Alice el guante, y esta va a explicarse; un desconocido llamado Tracy (Donald Calthrop) les aborda, con el otro guante en su poder, y chantajea a Alice con contarlo todo a Scotland Yard, si no le da todo lo que él le pida.
Frank acusará entonces al chantajista del crimen, pero da la casualidad, de que ese testigo, también es un criminal, y que de hecho, hubo quien le vio a él merodeando por la escena del crimen, en el momento de producirse éste, así que su posición para chantajear no es tan buena después de todo.
Es la palabra de un vulgar ratero con antecedentes, contra la de la novia del agente que lleva el caso.
Dándose cuenta de que tiene todas las de perder, todo se precipitará, siendo el British Museum, escenario del macabro suceso.
Vemos en Blackmail, una triste historia, donde el delito y los crímenes, no son castigados.
Al menos hasta cierto punto, porque después de todo, Tracy tampoco estaba obrando correctamente, al chantajear a Alice y Frank.
Aún así, Alice siempre será culpable del crimen que ha cometido, lo que vendrá reforzado, y simbolizado, por el dedo acusador del cuadro del pintor, que parece decir:
“Tú me mataste, y lo sabes”
Posiblemente la mejor cualidad de Blackmail, es que se trata de una película que puede valorarse, y apreciarse, desde muchos puntos de vista:
Analizando cómo Hitchcock hizo el paso del mudo al sonoro, y en qué aspectos, aún arrastraba tics del mudo, y en qué otros, ya se adaptó a la perfección al sonido, comparando la puesta en escena, o la interpretación en ambas versiones, o simplemente, disfrutándola como la magnífica película de suspense que Blackmail es.
“You and your Scotland Yard.
If it weren't for Edgar Wallace, nobody'd ever heard of it”
Blackmail es una historia del chantaje en general, sumergida en un ambiente de tensión, que sólo el genial Alfred Hitchcock es capaz de recrear.
Analizar Blackmail, nos enseña cómo Hitchcock intentaba perpetuar las técnicas del cine mudo, asociadas con el montaje, y el expresionismo alemán, en la nueva era sonora.
La mayoría del material de la versión silente, se reutilizó en la versión sonora.
Esto hace que la velocidad de filmación cambie, de unas escenas a otras, con personajes andando deprisa en una escena, y andando a velocidad normal en la escena siguiente, por ejemplo; y que algunas escenas, tengan breves diálogos mudos, sobre todo, en las escenas iniciales, donde sólo se oye la música.
De la versión muda, además de las escenas de diálogos, y de los intertítulos, se desecharon las escenas especiales, que Hitchcock realizaba en sus films mudos, en los que “dibujaba” sonidos con imágenes.
En Blackmail, el cineasta se mueve desde las escenas sonoras a las mudas de manera totalmente fluida.
De hecho, incluso se crean puentes de transición, entre unas y otras, a través, por ejemplo, de rimas visuales en el montaje; como en el caso en el que se usa el corte de montaje de cine mudo, que termina con un plano de la protagonista durmiendo con la mano extendida, enlazándolo con el del violador, en una posición similar, a través del grito de la ama de llaves de éste al verlo.
O, de la misma forma, en que se incluye una secuencia en la que unos cigarrillos giran en un cenicero, para denotar el paso del tiempo transcurrido en un interrogatorio.
Para Hitchcock, los 2 estilos, se presentan con limitaciones; pero en su caso, él emplea estas limitaciones, para aportar información sobre los personajes.
En los primeros años de la transición, las cámaras se confinaban en una cabina insonorizada, para evitar sonidos no deseados, este hecho es empleado por el cineasta, para desarrollar una sensación de claustrofobia, manifestándose en la escena del “secuestro” en la sala de Alice, a través de las panorámicas con las que se articulan las líneas de tensión, que conectan a los 3 personajes.
Se crea pues, una maraña de sentimientos, que los hace sentirse a todos culpables, o por lo menos, implicados en el crimen.
La filmación, refleja las limitaciones tecnológicas, el hecho de ser rodada por una cámara recluida en una cabina de vidrio, que tan sólo le permitía girar 30° a la derecha, y otros 30° a la izquierda, pero esas limitaciones son ocultadas, transformándolas en indicadores de la psicología de los personajes.
Del mismo modo, en la secuencia en la que Alice y su novio, Frank, conversan en el interior de una cabina telefónica, sin que los otros personajes puedan escucharlos, Hitchcock juega con lo que se puede, o no se puede oír, dejando que el espectador sea partícipe, pero quitándoles esa posibilidad a los otros personajes.
Más tarde en la historia, se vuelve a usar esa cabina telefónica, cuando Frank habla con Scotland Yard, pero en esta ocasión, somos nosotros, al igual que ellos, a los que se nos quita la opción de escuchar.
El mayor problema de Hitchcock en Blackmail, fue el de la protagonista, Anny Ondra, con quien ya había trabajado en películas anteriores.
Para la versión muda, encajaba en el papel por sus características físicas, pero tenía un marcado acento, correspondiente a su origen checo-polaco, que en la versión sonora, no encajaba con una muchacha londinense.
Ondra había sido contratada por su gesticularidad y su físico, ya que Blackmail no se había planteado como sonoro en sus principios.
De hecho, se conserva en la actualidad, una de las pruebas para la versión sonora de Blackmail, que es un diálogo sostenido entre Hitchcock y Ondra, en el cual, ella expone que no habla bien el idioma inglés.
Para solventar el problema, Hitchcock contrató a la actriz Joan Barry, que junto a un micrófono colocado junto a la cámara, leería las líneas del personaje de Anny, mientras esta movía a la vez los labios.
Esta técnica, resultaba especialmente compleja, porque implicaba una coordinación perfecta entre las 2 actrices.
El resultado final, sin embargo, fue impecable, aún hoy en día, no se nota el efecto cuando uno ve Blackmail.
Y no deja de ser remarcable, que mientras otros directores intentaban adaptarse con dificultad a esa innovación, Hitchcock no sólo realizó un buen film, sino que se entretuvo con una complicada solución técnica.
No existiendo todavía la tecnología del doblaje como tal, Blackmail se considera como uno de los primeros precedentes de este sistema.
Si bien, Joan Barry no apareció acreditada en Blackmail, volvería a trabajar con Hitchcock, esta vez delante de la cámara, en la película “Rich and Strange” (1931)
En realidad, el director supo combinar lo sonoro y lo mudo, en vez de reemplazar todo el original... y lo hizo tan bien, que en muchas ocasiones nos olvidamos que estamos viendo una escena muda, porque el sonido en ese momento, no es necesario.
Ello se percibe claramente, en el momento inmediatamente posterior al asesinato, cuando Alice, cual zombie, y patéticamente con la mirada tenebrosamente perdida, camina lentamente por las calles a la medianoche, relacionando diversos símbolos con el acto que acaba de cometer.
Por ejemplo, el brazo quiero del policía de tránsito, se convierte en la mano muerta del artista, mientras que una propaganda de neón, invitando a tomarse un coctel, se transforma en una mano blandiendo una daga.
Por otro lado, Hitchcock utilizó un interesante efecto de sonido dentro de Blackmail.
Cuando la protagonista está desayunando con sus padres al día siguiente del crimen que cometió, que ya es conocido por la gente, una amiga charla con ellos, y comenta la inconveniencia de usar un cuchillo para cometer un crimen.
A medida que avanza el discurso de la vecina, se oye lo que pasa por la mente de la protagonista:
Las palabras se van confundiendo, hasta que sólo se oye:
“Knife... knife... knife”
En el último “knife” se oye un grito, y Alice sobresaltada, lanza al aire un cuchillo que había cogido para untar mantequilla.
Su padre la reprende diciendo:
“Ten cuidado con ese cuchillo, podrías herir a alguien”, una frase bien irónica, teniendo en cuenta el contexto en el que está empleada.
De hecho, los diálogos en Blackmail, podrían desaparecer sin que se produjera merma alguna en la construcción del suspense.
Lo maravilloso de todo ello, es cuán diferentes, y al mismo tiempo similares, son las 2 versiones de Blackmail:
La silente y hablada.
En la primera, el ritmo y la tensión interna, están marcados por la estupenda relación entre la imagen y la música, en el depurado estilo visual que Hitchcock había ido elaborando en todos sus títulos anteriores.
En la segunda, que mantiene buena parte de las secuencias silentes, pero con música y efectos sonoros sincronizados, las escenas dialogadas son completamente nuevas, e incluyen no sólo algunos actores secundarios diferentes, sino puestas en escena distintas.
Para ello, nada mejor que comparar los diferentes recursos utilizados por Hitchcock para la secuencia del desayuno de Alice, la protagonista, con sus padres, y su reacción ante el cuchillo de cortar el pan.
En la versión muda, con Ondra a la izquierda del plano, la obsesión de Alice quedaba remarcada por el brillo de la hoja del cuchillo, y unos significativos intertítulos
En la dialogada, Hitchcock optó por ubicar a su actriz principal a la derecha del encuadre, cambiando a la que interpretaba a la cotilla que discursea acerca de lo poco británico que es matar a alguien con un “cuchillo”, utilizando ésta palabra, como la única que se pronuncia claramente, y de forma repetida, como motor de tensión de la escena.
Ambas soluciones son espléndidas, y lo más importante, profundamente cinematográficas.
Ambas demuestran, qué avanzado estaba Hitchcock en entender lo distinto que iba a resultar el cine sonoro.
Así, Blackmail está llena de efectos sonoros subjetivos, en los que se ocultan algunos sonidos, por ejemplo:
Los chistes entre los componentes de Scotland Yard, y se refuerzan otros, como es el caso del canto del canario de Alice.
No se reflejan todos los sonidos que componen el ambiente, simplemente se jerarquizan, seleccionando aquellos que puedan aportar algo más que el simple hecho de ser escuchados.
Es importante ver, como las secuencias de contar chistes, establecen unas pautas de silencio y risas que aparecen como temas predominantes en Blackmail.
Un aspecto importante de estos chistes, es que se crean como secretos compartidos entre unos personajes, excluyendo a otros.
La entrada de Tracy en el establecimiento del padre de Alice, solicitando usar el teléfono para comunicarse con Scotland Yard, se usa simplemente, para decirle a la pareja protagonista, cuáles son sus verdaderas intenciones.
Luego, mientras desayuna, Tracy silba “The Best Things In Life Are Free”, haciendo referencia a todo lo que ha podido conseguir en los últimos minutos, sin apenas molestar en ganárselo.
Y sobre todo, la relación entre los protagonistas, se construye sobre un secreto.
Ambos, con su silencio, se convierten en cómplices de un homicidio, y Blackmail asocia repetidas veces el silencio con la culpabilidad.
El homicidio se produce en una secuencia muda, Alice intenta salvarse gritando, pero la muerte la enmudece.
Queda en silencio en un momento en el que la gente no para de hablar.
Frank, simplemente calla para protegerla a ella, sin pensar en las consecuencias que ello pudiera tener.
Y es en el desenlace, cuando el silencio tiene un papel destacado, pues Alice va a la comisaría, con intención de decir lo que sucedió, pero ahora que Tracy está muerto, ya no tiene sentido hablar, y Frank la detiene.
Blackmail termina con un chiste, sobre las mujeres detectives que amenazan con robarles el puesto a los hombres.
Este chiste sella el silencio de Alice, obligándola no sólo a aceptar lo sucedido, sino también, a reírse de su propio silencio.
En este momento, la primera película sonora del cine británico, se revela como una obra sobre la relación entre el silencio y el sonido, en la que se utiliza el sonido, como mecanismo para resaltar el hecho de que los personajes centrales, no son capaces de hablar.
“Detectives in glass houses shouldn't wave clues”
Para filmar Blackmail, Hitchcock se tomó la molestia de documentarse exhaustivamente, visitando Scotland Yard, y charlando con algunos detectives.
Esto es algo que queda patente, sobre todo en la escena inicial, en que se nos muestra con detalle, el proceso que se sigue cuando se detiene a un criminal, dedicando más metraje a la burocracia de comisaría, que a la detención en sí misma.
Hoy en día, esa escena puede parecer algo lenta, especialmente porque es totalmente muda, incluso en su versión sonora, pero por aquel entonces, debió de ser muy innovador, que una película policíaca, mostrara ese proceso de una forma más realista, en la versión sonora, se añadió un diálogo en que Frank se burla de lo mal que están hechas las películas policíacas, una pequeña broma de Hitchcock a su profesión, que resulta especialmente ocurrente, al mencionarse en un film que buscaba expresamente, evitar eso.
Esta larga escena, cobraba más sentido aún, con el final que Hitchcock tenía en mente, pero desgraciadamente, el director volvió a toparse con el mismo problema que tuvo en “The Lodger: A Story Of The London Fog” (1927):
Le obligaron a cambiar su final, por un desenlace más convencional.
Hitchcock lo explica así, en el libro de entrevistas de Françoise Truffaut:
“El final que deseaba rodar era diferente:
La chica habría sido detenida, y el muchacho se habría visto obligado a repetir con ella, todos los gestos de la primera escena:
Esposas, identificación judicial, etc.
Habría encontrado de nuevo a su colega mayor en el lavabo, y éste, ignorando la historia, le habría dicho:
“¿Sale con su amiga esta noche?”
Él habría respondido:
“No, no, vuelvo a casa”
Y esto hubiese sido el final de Blackmail.
Y a los productores les pareció demasiado deprimente”
De haber podido llevarlo a cabo, no solo habría sido un magnífico final lleno de cinismo, sino que haría que la estructura de Blackmail fuera circular:
Acaba con los mismos planos que se ven al inicio, cuando detienen a un criminal, y que el tema del deber versus sentimientos, fuera aún más patente.
A cambio, el final que se rodó, mantiene algo de ese cinismo, cuando Alice y Frank ríen ante la ocurrencia del conserje de Scotland Yard, y la sonrisa de ella se congela al ver el cuadro del hombre que mató, señalándola acusadoramente, dando a entender, que tendrá que vivir toda su vida con ese crimen.
En cuanto al contenido psicológico de la obra, el chantaje está presente en todo momento.
Lo vemos cuando Alice finge fastidiarse por la demora de su pareja en Scotland Yard, a fin de preparar el terreno para su encuentro con el pintor.
Éste también la chantajea, escondiéndole la ropa... y posteriormente, vienen las escenas de chantaje entre Frank y el criminal Tracy.
Otro elemento interesante, que se repetirá a lo largo de la filmografía de Hitchcock, es el voyerismo; él sabe muy bien, que todos somos voyeristas al momento de ir al cine, y juega magistralmente con ese deseo, al momento del asesinato, que ocurre detrás de bambalinas, incluso muchos espectadores habrían esperado una escena erótica prohibida debido al desnudo anticipado, que no llega a darse.
Otra cuestión es la tensión, que el director provoca en la audiencia:
Ella se percibe claramente, en la escena dentro del negocio, cuando aparece Tracy dispuesto a chantajear a la pareja.
Una secuencia que avanza con una lentitud estresante, y que precisamente por ese motivo, estimula el suspenso, conforme vemos a Alice, cada vez más temerosa, y a un criminal que se aprovecha de los sentimientos encontrados de Frank, entre el deber y el amor por su pareja, así como al padre de la joven, totalmente ignorante de lo que ocurre entre sus interlocutores.
Esta tensión, la veremos acrecentarse cuando el chantajista manipula a Frank y Alice, para ser invitado a desayunar, ocupando altaneramente, el asiento del anfitrión, y provocando esta vez, las suspicacias de los padres de la muchacha; momento crítico en que nadie sabe qué ocurrirá.
Por último, la acción también está presente, junto a un toque clásico, en los interiores del Museo Británico.
Como dato, como era de esperar, no se les permitió rodar en el Museo Británico, y Hitchcock se sirvió de una técnica llamada “Procedimiento Schüfftan” que permitía filmar a los personajes sobre fotos tomadas en el interior museo.
El efecto quedó tan bien, que aún hoy en día, no se nota el trucaje.
Resulta bastante interesante, en cambio, que no haya elementos freudianos, o charlas sobre sostenes.
La única concesión al erotismo en Blackmail, son los 3 cambios de ropa que hace la protagonista.
Eso sí, tenemos a una joven hermosa, que lejos de ser modélica, no sólo acepta las galanterías de otro hombre, supuestamente desconocido, estando comprometida, sino que se presta a acompañarlo de noche a su casa, recordar que estamos en 1929, para una velada romántica, señal que él, bien hubiera podido interpretar, como una concesión implícita a la realización de su deseo sexual, luego retirada, y por tanto, necesitada de la fuerza para imponerse.
Por otra parte, nos encontramos con una protagonista, sólo parcialmente inocente, que ha cometido un asesinato con sus propias manos, aunque en defensa propia, pero que es culpable de una conducta, algo casquivana, que facilitó la desgracia.
Por último, está el chantajista, que culpable de seguramente muchos delitos menores, y otras extorsiones anteriores, es sin embargo, inocente del asesinato del que finalmente pretenderán acusarle, y que con todo, termina pagando por él.
Esta inversión de la carga moral, redunda en el interés del espectador, cuyos cambios de punto de vista, cuyas mutaciones en cuanto a la simpatía que siente por los protagonistas, cambian constantemente.
En cambio, el personaje de Frank, cuya ambivalencia moral debió quedar sin embargo, mejor trazada, y que hubiera debido servir para otro plano muy diferente del drama, pero igualmente enriquecedor, la lucha entre deber y amor, aspecto que Hitchcock trabajará posteriormente con más ahínco, por ejemplo en “Notorious” (1946), queda inconcluso, y deslavazado, reduciendo al personaje, a un enamorado ciego, que no vacila en manipular la ley, y en someterse a la negligencia por su amada, sin lucha interior, sin atormentarse.
Con todo, ello no resta ni un ápice de excelencia al tratamiento visual, cuyas composiciones de planos, tanto en interiores como en exteriores recreados en decorado, incluyen la persecución a toda velocidad por la ciudad, un final majestuoso en El Museo Británico, con carrera por las salas, y sobre su enorme cúpula incluida, o la excepcional secuencia de la violación, y asesinato, magníficamente sugerida sin ser mostrada, con esa mano que, saliendo tras una cortina, cuelga del dosel de la cama, busca el cuchillo que se clavará en el cuerpo del asesino, único momento en que el sonido, sí adquiere protagonismo por sí mismo, y da muestras de su enorme potencial, como depositario de información para el público, y de enriquecimiento de las formas de contar historias en el cine.
A pesar de lo bien que aprovechó Hitchcock las posibilidades del sonido, las mejores secuencias de la película son mudas.
No obstante, la mano de Hitchcock se notaba también, en escenas menos complejas de filmar, como el asesinato, y el trauma posterior que sufre Alice.
La escena del asesinato, tiene lugar en el apartamento del artista, donde Alice y éste, coquetean inocentemente, hasta que el pintor decide violarla.
Para ese momento, Hitchcock tuvo una ocurrente idea, que serviría como pequeño guiño de despedida a la era del mudo:
En el instante en que el pintor decide violar a la joven, Hitchcock le filmó con una pequeña sombra, que dibuja en su cara, un bigote parecido al que solían tener en los films mudos, los clásicos villanos, más adelante introdujo otro pequeño guiño, pero esta vez al sonoro, al hacer que uno de los personajes silbe la melodía de “The Jazz Singer” (1927)
El asesinato, por otro lado, no se nos muestra, únicamente vemos a los personajes forcejeando tras una cortina, la mano de Alice buscando algo a lo que agarrarse, y cogiendo un cuchillo, y a continuación, el ruido del apuñalamiento.
De este modo, se consigue cierta tensión al mostrar al espectador, solo la mitad de lo que está sucediendo, dejando que intuya el resto, curiosamente, la escena funciona igual de bien en la versión muda, sin los ruidos del forcejeo y apuñalamiento.
Lo que sí tiene mucha importancia en Blackmail son los objetos:
En primer lugar, está el grotesco cuadro de la habitación del artista.
El cuadro, representa a un bufón, riéndose del observador, y da mucho juego en todas las escenas de tensión.
Por otro lado, tenemos los guantes de la chica, que aparecen y desaparecen, acompañados siempre de un gran significado implícito.
En fin, una producción con gran variedad de ingredientes característicos del maestro del suspenso, que no tiene nada que envidiar a sus sucesoras:
Tensión, voyerismo, culpa transferida... y la famosa hermosa rubia en peligro, pero siempre culpable.
Tampoco está ausente, el típico cameo del director, en este caso, el más largo de todos, con 20 segundos, y en Blackmail puede ser visto en una escena en el metro de Londres, sentado, siendo importunado por un niño que le tira del sombrero.
Al ser esta una de las escenas reutilizadas de la versión muda, aparece tanto en la versión muda, como en la sonora.
Una escena cómica ciertamente, como si nos estuviera mandando un mensaje subliminal, respecto a la auténtica naturaleza de la historia.
Al final, muerto el falso asesino, y asegurada la libertad de Alice, todo terminará en una broma... y el telón de fondo, será la grotesca pintura, realizada por la víctima, que se burla tanto de Alice, como de nosotros, mudos cómplices de todo lo ocurrido.
Hitchcock apunta ya, maneras de lo que será una constante en su obra:
Nada, ni nadie, es lo que parece a simple vista; todo el mundo lleva un criminal dentro.
La cuestión es saber, qué es lo que puede hacer que salga a la luz.
Y para finalizar, una anécdota que por motivo de ser Blackmail el primer film sonoro, durante el rodaje, el equipo de filmación tuvo una visita muy especial, y es que se acercó a ver como se hacía Blackmail, Elizabeth Angela Marguerite Bowes-Lyon, Duquesa de York, quien más tarde sería Reina de Inglaterra, y mujer del Rey George VI.
“Well, we finished earlier tonight than I expected”
La actitud del director, respecto al cine sonoro, fue curiosamente ambivalente.
Por un lado, Hitchcock siempre proclamaría en entrevistas, que la forma de cine más pura y auténtica, era el mudo, y que cuando desapareció, se fue con él una forma de arte única y genuina, es decir, sus preferencias personales tiraban más hacia el cine mudo.
Pero por otro lado, sus films de aquella época, demostraban que era un cineasta inquieto, al que le encantaba servirse de la técnica cinematográfica para conseguir efectos difíciles y llamativos.
Desde ese punto de vista, el sonido iba a ser a sus ojos, otro medio más con el que experimentar, y del que podría sacar mucho partido, con la ventaja de que aún era una innovación.
Es por eso que, pese a que sus raíces siempre estuvieron más vinculadas hacia lo visual, Hitchcock aceptó con los brazos abiertos el cine sonoro; y que lo convirtió en uno de los directores más conocidos de la historia del cine.
El Maestro del Suspense, como también se le conoce, tuvo unas impresionantes 67 películas en su haber, y tuvo su consagración haciendo la primera película “hablada” de Inglaterra, en 1929, titulada Blackmail.
Después de unas pocas películas en Gran Bretaña, Hitchcock llegó a Hollywood, donde comenzó a hacer películas en los años 40; dándole al mundo, con el paso del tiempo, algunos de los mejores thrillers, como:
“Psycho” (1960), “Rear Window” (1954) y “Vertigo” (1958)
Si bien Hitchcock nunca consiguió un Oscar, recibió un Premio Honorífico en 1968.
Por su parte, la UNESCO salvaguarda las películas mudas de Alfred Hitchcock, 9 de las películas menos conocidas del Maestro del Suspense, que han entrado a formar parte del archivo.
Se trata pues, de algunos de sus trabajos más tempranos, películas mudas, entre las que se encuentran:
“Blackmail” (1929) y “The Lodger: A Story Of The London Fog” (1927)
Aquellos primeros trabajos, se encuentran ahora, a buen recaudo.
Concretamente en el registro “UNESCO Memory Of The World”, donde han pasado a engrosar la lista de tesoros que conservar, para preservar “la memoria del mundo”, películas todas ellas, rodadas entre los años 1925 y 1929, en blanco y negro, y sin sonido; y que fueron restauradas por el British Film Institute, durante 3 años de trabajo.
Los argumentos para incluirlas, son la importancia que tienen estas películas, para entender la historia del cine mudo en el Reino Unido, y que son la base de lo que sería después, el cine más comercial del Maestro del Suspense:
Sir Alfred Hitchcock.

“And as I was saying and always will say:
Knives is not right!!



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