De Rouille et d'Os

“Est-ce bon?
Il fonctionne toujours?”
(¿Estuvo bien?
¿Todavía funciona?)

No existe herida que no pueda cicatrizar, ni lluvia que nunca pare, ni dolor que dure para siempre.
Es cada vez más frecuente en las ciudades de Europa, algunas de ellas muy pobladas, y con índices de marginalidad o delincuencia sensibles, que existan “clubes de lucha” o gimnasios, cuyo propósito es el de emplear para fines lúdicos o deportivos, la necesidad de combatir y pelearse de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, trasladándola de la calle al gimnasio, de lo ilegal a lo legal.
Los condicionantes de muchos de estos hombres, son determinados por la escasez de recursos, o las desigualdades sociales, por la exclusión, inadaptación, o marginación social, que originan violencia y modos de actuación, al margen de las leyes sociales.
Aunque en muchas ocasiones, la violencia o la lucha es por elección, y por afición a las artes marciales y de combate.
Cuando las fracturas del pasado reabren sus heridas, nos esfumamos dejando todo atrás.
“Qu'avez-vous fait avec mes jambes?”
(¿Qué has hecho con mis piernas?)
De Rouille et d'Os es una película dramática, escrita y dirigida, en el año 2012, por Jacques Audiard.
Protagonizada por Marion Cotillard, Matthias Schoenaerts, Céline Sallette, Bouli Lanners, Alex Martin, Corinne Masiero, Tibo Vandenborre, entre otros.
El guión es de Jacques Audiard y Thomas Bidegain, basados en la novela homónima del canadiense Craig Davidson; compuesta de una serie de relatos cortos, poblados de boxeadores, peleas de perros, adictos al sexo, apuestas, alcohólicos, y una colección de personajes y situaciones muy afines a la filmografía del cineasta galo.
La infancia, la juventud, la madurez, el trabajo, el paro, las triquiñuelas, el hambre, la droga, los accidentes, la impotencia, la angustia, la responsabilidad, las ganas de vivir, y su ausencia, un mundo paralelo que no sale en las novelas ni en las películas de Hollywood, que se abre paso desde la ventana de atrás con acento francés, la inocencia de un niño, y la mirada perdida del adulto, paralelismos de animales salvajes, encerrados, arrinconados, a punto de estallar.
Simbolismo estrambótico, sumisión, capacidades hastiadas, y evidencias dramáticas que quedan amilanadas por el calendario.
De Rouille et d'Os se vende internacionalmente como “Rust and Bone”
En un principio, la idea era adaptar esa obra, pero tal como ha revelado Audiard, el proyecto fue evolucionando, y finalmente narra la historia de 2 personajes que no aparecen en los textos de Davidson.
Lo que sí queda, al parecer, aparte del título, es el tono del material original, el crudo retrato de un mundo despiadado, donde solo los más fuertes, física y mentalmente, sobreviven.
Audiard y su colaborador Thomas Bidegain, partieron de ahí, y con la idea de crear un melodrama con un aspecto visual “expresionista”, crearon a los 2 protagonistas de una película intensa, poderosa, narrada con elegancia y maestría, interpretada de forma inmejorable.
De Rouille et d'Os compitió por la Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes de 2012, recibió críticas positivas y una ovación de 10 minutos al final de su proyección.
El tono de De Rouille et d'Os es serio y realista, llegando a ser trágico, que el de las llamadas “comedias románticas”
Los lugares de grabación fueron Antibes, Cannes, Bélgica, París, el norte de Francia, y Bruselas.
De Rouille et d'Os es una reflexión existencial, que devela una importante lección:
A veces tenemos que bajar a los infiernos, para darnos cuenta de que estamos vivos.
Jacques Audiard, con mano firme y gran habilidad, consigue mezclar sensibilidad y crudeza, saca lo mejor de sus actores, y toca las heridas que todos tenemos, esa intimidad, esos secretos, ese pasado, todo aquello que nos incomoda, y que deseamos evitar, pero que cuando menos lo esperas, sale a relucir nuestras tristezas, nuestros fracasos, y nos deja vulnerables, todo eso, junto a una bellísima fotografía, un contenido de imágenes portentosas, dolorosas, anímicas, y sumamente reflexivas, que plasman preguntas, pero no da las respuestas.
De Rouille et d'Os es una historia de 2 vidas paralelas, ligadas entre sí por lazos que van mucho más allá de las miserias personales que arrastran.
Es como la historia de “La Bella y La Bestia”
Una bestia con terror a sentir, y una bella herida que quiere sentir a toda costa.
Los 2 están en un momento de sus vidas, en que tienen que cambiar, y sólo tienen 2 opciones:
Caer al abismo o alcanzar la luz.
Y entonces, en ese instante se encuentran.
Dos cuerpos que se unen… y a través de la unión de esos cuerpos heridos, unen también sus almas heridas.
Todo comienza al norte de Francia, con Alain “Ali” van Versch (Matthias Schoenaerts) cuando debe hacerse cargo de su hijo Sam (Armand Verdure) de 5 años, al que apenas conoce, y justo ahora que se encuentra atravesando por uno de los peores momentos de su vida.
Sin vivienda propia, ni amigos, ni recursos económicos, pronto se verá obligado a solicitar la ayuda de su hermana, que sin dudarlo, acabará acondicionando el garaje de su casa para ellos.
El nuevo hogar, parece ser más que suficiente para sus pretensiones, pero los problemas de Ali no van a desaparecer de la noche a la mañana.
Su estilo de vida, siempre en el límite de la exclusión social; encontrando un trabajo temporario como guardaespaldas en una discoteca, lo llevará a involucrarse en una pelea.
Sin embargo, gracias a este incidente, conocerá a Stéphanie (Marion Cotillard), que trabaja como entrenadora de orcas en un parque acuático en Marineland.
Aunque sus mundos parecen muy distintos, él es una persona desarraigada y marginal, mientras que ella es una mujer hermosa, que goza de cierto reconocimiento social, Ali se muestra dispuesto a profundizar su relación, y le entregará su número telefónico.
En el transcurso de un espectáculo, Stéphanie sufre un aparatoso accidente, en el que perderá ambas piernas a la altura de las rodillas.
Obligada a aprender a caminar con prótesis, su vida se desmorona, y a duras penas conseguirá superar el caos y la depresión, que acarreará las duras limitaciones físicas de su nueva condición.
Cuando se produce el reencuentro entre Ali y Stéphanie tras una llamada nocturna, ella aparecerá confinada en una silla de ruedas y sin porvenir, mientras que él, se muestra mucho más seguro que cuando se conocieron, ahora que ha superado sus problemas de adaptación.
Será precisamente esta nueva fuerza interior, la que lleve Ali a capitanear el proceso de recuperación de Stéphanie, sin la menor sombra de compasión o lástima por su actual estado.
Seguimos su transformación, como si fuera la nuestra, y exigimos un final feliz.
A los protagonistas se les coge enseguida cariño, porque se encuentran, y nunca se exigen más el uno del otro, a pesar de las consecuencias que están sufriendo.
Al final de la trama, sale la imagen de los movimientos de la orca que van al ritmo de las manos de Stéphanie, que le dice como debe de moverse de una forma dulce y emotiva.
Enseguida, conforme la orca se va acercando, nos percatamos de su grandeza, de su tamaño 10 veces más grande y poderosa que Stéphanie.
Llegando al final de De Rouille et d'Os, presenciamos como Ali debe quebrar todo lo que conoce, para rescatar su propia vida.
La transformación que surge, gracias a la violencia que emplea para ello, y como los huesos de sus manos se hacen trizas, para curarse y volver a nacer.
Porque el director y Craig Davidson, nos enseñan que es el interior, lo que no se ve, lo que nos sostiene o corroe la subsistencia, y es ahí donde Ali y Stéphanie encuentran la libertad.
De Rouille et d'Os es ante todo, una película de metáforas y simbolismos, expuestos constantemente, y mostrados con atino durante todo el metraje.
De Rouille et d'Os abarca muchos temas, y todos logra tocarlos con extrema delicadeza, y una profundidad justa, para equiparar los detalles necesarios, sin desentonar, o hacer parecer que algo desencaja; entre otras cosas, estamos ante una película con un hermoso mensaje sobre la paternidad, como el cuidado repentino que Ali debe hacer sobre su hijo Sam; sobre la amistad, de como un extraño e interesante lazo de amistad que se forja entre el desempleado y revoltoso Ali, y la extravagante y altruista domadora de orcas, Stéphanie; sobre las diversas maneras de ganarse la vida, de Stéphanie que lo tiene todo asegurado, disfrutando de un trabajo que disfruta plenamente, mientras que Ali debe lidiar día a día con la miseria que lo rodea; y sobre el poder y la fortaleza humana.
El agua y su particular simbolismo, recorre toda la obra, es el lugar de la tragedia, el elemento que posibilita limpiar lo sucio, lo que ejerce como ente liberador, es también, el hielo frío y blanco del final; donde los 3 protagonistas reciben un “bautismo físico” o “inmersión en el agua”, que cambiará sus vidas, y finalmente, circulación y movimiento, como la sangre que aparece en varios momentos.
La primera hora de De Rouille et d'Os, versa en torno al sufrimiento, pero sobre todo, en torno a la esperanza, y prueba de ello es la capacidad de resistencia y sentido de la supervivencia de sus protagonistas.
Y la segunda hora, la hermosa reflexión que hace en torno al hueso y el metal, donde ambos personajes se transforman:
Stéphanie pasa de ser hueso a metal, cambia su imagen limpia a marcada o tatuada, con ortopedias de metal, y cambia también su identidad, la hace mucho más segura, fuerte, resistente, incluso a veces transgresora e intimidante; mientras que Ali pasa de ser metal duro, y tal vez desgastado a hueso, quizás más frágil, pero infinitamente más humano.
De Rouille et d'Os es una historia convencional de un padre joven, cuya insensibilidad apática, parece definirse en el comentario calificativo de “manos frías”, que le repite su hijo.
Su voluntad y deseo, consiste en pelear y boxear en la calle, o de modo clandestino, para ganar dinero rápido, y al final, es capaz de llorar después de una amenazante catarsis, provocada por el límite entre la vida, y la posible muerte de su hijo.
A pesar de ser unas “manos contradictorias”, que resultan ser comprobación de una manera de vivir, agresiva, o entregada, por momentos intermitentes, son capaces de ser transformadas:
Aquellas manos que sirven para herir, sirven para amar, o salvar.
Unas manos quebradas por el accidente de su hijo, que lograrán éxito profesional, mostrándonos la sensación, de que el protagonista pasa de la desorientación compulsiva a la comprobación de encajar en el puzle social.
La desatención y descuido psicológico o emocional, con el que Ali se relaciona con su hijo Sam, parece no ser nunca consciente, hasta que el niño desaparece bajo la gruesa capa blanca de un lago helado.
Así será como se transforma la fuerza física de Ali, en herramienta útil para la protección de su muchacho, y la primera ocasión para tener un sentimiento verbalizado de afectividad, de sensibilidad emocional.
De Rouille et d'Os parece ser una historia más, sobre un proceso de adquirir consciencia desde la masculinidad ingenua, ignorante también, de naturaleza básica e instintiva.
Aquella que tiene como elemento característico, el sentido de lucha y la protección.
Para Ali, pelear físicamente, es un entretenimiento e ilusión consciente, como impulso de vida, y el amparo, es a penas consciente o racionalizado.
Pero es también, la historia de un logro:
La trayectoria moral, hacia la ejecución práctica, provechosa, orientada, y satisfactoria, de una energía primaria.
De Rouille et d'Os no es una película fácil, ni pretende serlo, ni mucho menos la típica historia de amor, es una cinta muy dura, a la que si das la mínima oportunidad, te llegará hasta el hueso.
“Eh bien, quand vous en avez envie, appelez-moi.
Si je suis OP, je viendrai”
(Bueno, cuando te apetece, llámame.
Si estoy OP, iré)
Jacques Audiard nos arrastra a través de los sentidos, a una crudeza poética que nos rompe, pero a la vez, nos hace estremecer, porque asistimos a una belleza seca y dura.
La robustez y la rudeza en este retrato de Jacques Audiard, ayuda a no perder de vista, su sentido de la honestidad y la franqueza.
De Rouille et d'Os es una nueva representación sobre la masculinidad de baja clase social en Francia.
Audiard, en este film, trabaja la contundencia temática y técnica, junto con un lirismo contenido, en ocasiones silencioso, y melancólico, en este interesante drama amoroso, que destaca por su descarnada “fisicidad”
Y es que el cuerpo, herido y gozoso, e incluso mutilado, es el verdadero protagonista.
Por ello, Audiard lo filma de manera explícita y sin concesiones, ya sea en escenas violentas o sexuales. Cabe aclarar, que el cine de Audiard, se basa en las sensaciones, sensaciones que se vuelven palpables.
Podemos casi notar el aire, el agua, el calor, o experimentar el dolor o la tristeza.
Fiel a su tono realista, en De Rouille et d'Os nos presenta un trabajo en perfecto equilibrio, entre la dureza y la sensibilidad.
Poco rastro se detecta, del empleo de códigos más digeridos y reconocibles de los arquetipos de relato de redención o superación ante la adversidad.
La narración se vuelve expresiva y fluida, partiendo de una materia prima algo rugosa para esto mismo, a la vez que hace invisible su propia estructura, sus propias marcas de tiempo, que evoluciona a velocidades diferentes, sin que apenas nos percatemos, gracias sobre todo, a un magistral ejercicio de elipsis, y un atractivo uso de cadenas de fundidos en los avances más críticos.
Lo más destacable, es que la marca del dolor, esa cuya cura ha conducido a nuestros protagonistas a encontrarse, a entenderse, y a necesitarse, lejos de desaparecer, a medida que la empatía se fortalece, se vuelve incluso más intensa, encarnizada, y sobre todo, instrumental, ya que cristaliza en la violencia más desnuda, como método de supervivencia.
Este romance tan particular, no sigue tampoco, luego una trayectoria ortodoxa u ordinaria en absoluto, precediendo la compasión a la pasión, la lujuria a la ternura, y el sexo al beso.
Se trata de un director muy explícito en lo físico, no se corta en mostrar las cosas con crudeza, pero a la vez, muy sutil a la hora de mostrar sentimientos, los cuales se sugieren, a través de la expresividad de los planos, de la preciosa fotografía, con una significativa utilización de la luz del sol, o de la música, de nuevo contando con la colaboración de Alexandre Desplat.
Técnicamente, no podemos dejar de destacar, los asombrosos efectos digitales en las piernas de la protagonista, que precisamente por realistas, impresionan sobremanera.
De Rouille et d'Os trata donde la empatía hacia los personajes, está por encima del guión, seguramente sea algo realizado a propósito, por parte del director, que sus personajes en unas condiciones difíciles, transmitan emociones al espectador, y le hagan identificarse de una forma u otra con ellos, y lo ha conseguido a la perfección, nadie que vea la obra, puede evitar sentir angustia con la protagonista, o desesperación con las decisiones de su compañero, cuya vida parece poder solucionarse nunca.
A pesar de lo trágico de la historia, Audiard casi nunca se recrea, no fuerza las cosas para buscar la lágrima fácil.
Incluso, se podría decir, que tiende más hacia la frialdad, pero no por ello, deja de transmitir emociones.
Son destacables esos momentos de humor, muy conseguidos y eficaces.
Y es que en el fondo, se trata de una película positiva y esperanzadora.
El problema es, que está estupendamente conducida durante la mayor parte del metraje, pero llega un momento en que, una vez alcanzados sus objetivos, da la sensación de que el director quiere poner un punto final, al que no sabe cómo llegar, y por eso, resulta en exceso alargada, que no aburrida, pero sí algo dispersa y acaba, decantándose por lo decepcionantemente convencional en su resolución.
El contraste entre ambos personajes principales, que se extiende al apartado audiovisual, donde hay escenas violentas, que son observadas con deleite, mientras suena la música de Alexandre Desplat, hace interesante una relación salpicada de detalles poco convencionales, como el sexo sin compromiso, para evitar que el público se adelante al desenlace, y pierda la conexión.
Audiard es además, uno de esos directores que sabe sacar lo mejor de sus actores.
En De Rouille et d'Os, los protagonistas se entregan a sus perfectamente descritos personajes, sin reservas, y son 2 de los pilares fundamentales en los que se sustenta la obra.
Los protagonistas, son 2 seres desvalidos, personas tan perdidas, como el resto de la humanidad, cada uno con su drama, con su forma de instalarse en un mundo tan claustrofóbico, como las sombras de la vieja caverna.
Matthias Schoenaerts, es una fuerza de la naturaleza, que debería ser reconocida tarde o temprano, y resulta la verdadera estrella de De Rouille et d'Os.
Schoenaerts, encarna como nadie, con naturalidad, a un tipo brusco, sin demasiadas aspiraciones, que no sabe expresar sus sentimientos, pero que en su simpleza, es el único capaz de sacar al personaje de Marion Cotillard adelante.
Muchas veces, es difícil comprender a un personaje tan seco y brusco, tan agresivo, pero tras la dura corteza, acabas descubriendo al hombre perdido que hay detrás.
Especialmente, en la impecable escena en que casi pierde a su hijo, o después cuando ruega a Stéphanie, en lágrimas, que no le cuelgue.
Es tal la desesperación, la impotencia que sientes, también lo que siente el personaje.
Ali es tan introvertido, que parece autista; no sabemos si se trata únicamente de un hombre instintivo y primitivo, que se deja llevar solo por sus impulsos, o si ha tenido experiencias traumáticas, o una vida tan difícil, que ha desarrollado un instinto de autosuficiencia, que lo ha encerrado en sí mismo.
Como sea, resulta inaccesible y casi brutal.
Trabaja, pelea, cuida a su hijo, sobrevive, y satisface sus necesidades sin cuestionarse nada.
Con la misma naturalidad, conoce y ayuda a Stéphanie, cuando ésta se convierte en una mujer destruida, física y anímicamente.
Literalmente, se la carga a los hombros, preciosa e impactante la escena de la playa, para sacarla de su oscuridad intima, y llevarla hacia el sol, el mar, y la vida.
Y la trata como a una mujer sin amputaciones ni minusvalía, sin sentir lástima, ni consentir la autocompasión de ella.
Y es ella, la actriz francesa, quien se luce completamente, regalándonos otra vez, una magistral interpretación, en un papel extremadamente complicado, cargado de matices.
Inclusive, Marion Cotillard tuvo que tomar clases de natación, y pasó una semana en Marineland, para aprender a dirigir ballenas.
La actriz explicó, que el equipo estuvo apoyándola y ayudándola, cuando tuvo que trabajar a cerca de la discapacidad que interpretaba.
La relación entre Ali y Stéphanie, sustentada más en la necesidad que en el amor, está bastante conseguida, gracias a las espléndidas composiciones de Schoenaerts y Cotillard:
Fuerza y cerebro, tosquedad y refinamiento, unidos en búsqueda de la armonía vital.
Ali convierte una fuerza constante, intensa, recia, y desequilibrada a la vez, en un título de campeón de boxeo profesional.
Consigue dar un paso de la insensibilidad, a la emotividad; alcanza una visión más completa sobre su vida.
Lo comprobamos en la relación que establece con Stéphanie.
Ali, avanza.
Desde acompañar despreocupadamente a Stéphanie en su necesidad mental y emocional, ayudándole casi sin proponérselo, a superar psicológicamente el trauma, por haber perdido las piernas en un accidente, aportándole compañía, y cubriendo las necesidades sexuales de su cuerpo mutilado; hasta sentir aprecio por ella.
Desde tratar a su hijo con poco tino, sin razones ni afectos, hasta sacarlo de la muerte segura, tras caer y casi ahogarse en aguas congeladas, en una secuencia elocuente, por cómo se comprueba la robustez física modificada en bendición de la naturaleza.
El resto de secundarios, hacen bien sus papeles, pero quedan ensombrecidos por los 2 enormes protagonistas, aunque cabe destacar a Corinne Masiero como la hermana de Ali, y al niño que interpreta al pequeño Tom, Armand Verdure, absolutamente encantador.
La superación y las caídas, determinan la vida de todos los individuos que aparecen en De Rouille et d'Os, y que de una manera u otra, deben seguir adelante, buscando el dobladillo de las diferentes situaciones que se les presentan, sin prestar mucha atención filosófica a lo que les rodea, porque de hacerlo, no superarían sus problemas.
A De Rouille et d'Os, no le faltan las imágenes de violencia, como cuando Ali se aficiona a las peleas callejeras, en las que se apuesta para conseguir dinero, y el retrato social tan del gusto de su director, aunque sobre ellas prevalecen otras de corte más lírico, a menudo, filmadas a contraluz.
La escena del accidente en Marineland, está rodada con una genialidad enorme.
Audiard consigue mantener en tensión al espectador, justo en los instantes anteriores a la tragedia, pero al llegar al momento final, no muestra el accidente; el espectador tiene que recomponer esa escena, a partir de 2 o 3 imágenes que ofrece el director, el resto queda para su imaginación, y aquí cumple a la perfección, una de las máximas del buen cine:
No cuentes ni muestres, sólo sugiere.
Para el director, lo importante no es el accidente en sí, sino las consecuencias, y los gritos y lágrimas de Stéphanie en el hospital, al darse cuenta de su nueva situación, son verdaderamente sobrecogedoras.
Hay una escena, difícilmente olvidable, la del reencuentro de Stéphanie con la orca, a través de un cristal.
La escena es de una belleza impactante, un buen ejemplo de la sutileza de Audiard, de la que hablaba antes.
Me parece de lo más hermoso que he podido ver en cine, en mucho tiempo.
Además existen 3 momentos, secuencias, o planos, que nos trasmiten esa misma fuerza, de su protagonista masculino, atributo donde el director consigue adecuar el tratamiento de sus películas, o parte de su hacer estilístico.
La fuerza emotiva de De Rouille et d'Os, se puede observar, después de que Stéphanie haya sufrido el accidente en su trabajo, como bióloga o cuidadora de orcas, cuando en una demostración con público en la piscina, es arrollada por una de las ballenas.
Se despierta en la habitación del hospital, sola, pregunta si hay alguien, se despereza, se incorpora de tronco hacia arriba desde la cama, pero se da cuenta, que las piernas no le funcionan, y cae de la cama, ya mutilada, sin parte de sus piernas de rodilla hacia abajo.
Acude su compañera de trabajo, y le abraza.
En el suelo las 2, la cámara se fija en el llanto de Stéphanie.
Por mucho que se busque este modo de tratar estas secuencias fuertemente emotivas o dramáticas, en un telefilme, no es fácil encontrarlas a menudo, porque la evidencia en filmar el tono dramático de la situación, más naturalista, áspero y franco.
Otro motivo de aguda conmoción, es el accidente del niño.
Por oposición al accidente de Stéphanie, en elipsis que no podemos ver, éste se intuye, cuando Ali deja jugar a Sam, sin vigilancia, en un lago helado.
Corretea, se rompe el hielo, cae en el agua, y congelado, pierde el conocimiento.
Su padre es capaz de agrietar y destrozar la gruesa capa de hielo a puñetazos, rompiéndose los huesos de las manos que utilizaba para agredir y trabajar, para salvar a su hijo.
Tal y como ya se ha comentado, la fuerza descomunal aquí, se convierte en fuerza positiva, hacia su propia toma de contacto real con sus emociones, y por extensión, con sus errores.
A partir de ese hecho, traumático, es consciente que tiene sentimientos, antes nunca les puso nombre.
Y una secuencia que dignifica a una mujer, limitada físicamente, que sabe quién era, y que quiere seguir siéndolo.
Ese carácter que en primer lugar niega la nueva realidad de su cuerpo y su libertad, es capaz de encontrar un nuevo impulso vital.
Con Ali, ve recompensadas las fuerzas que no tiene, y a pesar de ser una relación poco estable, hay un vínculo que les hace apoyarse y acompañarse.
Tal vez, en las luchas clandestinas de Ali, Stéphanie sintió la tenaz energía por combatir en una nueva lucha, sin demasiadas normas convencionales, que ahora le toca vivir.
Entre tanto, una historia de sexo sin amor, y de amistad con muros, se abre paso entre el gris instaurado, y provoca momentos cómicos que relajan la tensión y juegan con esa humanidad que, al fin y al cabo, es la que les ayuda a sobrevivir.
En todo momento, están presentes el óxido y el hueso… “Rouille et Os” los cuerpos que chocan, caen, se rompen, y se fracturan.
Y es la manera en que inyecta al espectador las otras heridas, las emocionales, las que realmente quiebran del todo a los protagonistas.
Y es a través de los cuerpos, cómo empiezan a comunicarse Stéphanie y Ali.
A veces con dulzura, otras con frialdad, dureza y crudeza… y en ocasiones, como 2 robots con emociones oxidadas, pero que necesitan salvajemente, aferrarse el uno al otro, pero siempre en contacto.
De ahí surge el entendimiento, porque en ninguno de los 2, hay un atisbo de pena o compasión hacia el otro, sino una naturalidad desbordante.
Y a partir de ese contacto, se irán conociendo, e irán explorando las brechas y heridas del otro; y avanzarán en una relación inesperada; de la amistad a la confianza, de una relación de amigo con derecho a roce, a un roce con ganas de ser amado, aceptado, querido… y nunca abandonado.
Un detalle que me gusto mucho, y no lo quería dejar pasar, es el modo en que se emplea la tecnología hoy, el mejor ejemplo es el de OP.
Son 2 llamadas telefónicas, fundamentales en la transformación de ambos personajes.
Después de su terrible accidente, una Stéphanie devastada se pone en contacto telefónico con Ali, con el que tuvo un primer, intenso y breve encuentro, después de una pelea en la puerta de la discoteca donde él trabaja…
Ali acude a verla, y con naturalidad sin máscaras de pena y compasión, la hace salir a la calle; la lleva a la playa, y ella por primera vez en mucho tiempo accede, de nuevo, a sumergirse en el agua.
Ahí empieza de nuevo a despertar.
Ali la toma en sus brazos… como un mulo de carga, y con una lealtad que no se rompe.
La segunda llamada, también de Stéphanie, se produce tiempo después, cuando ambos han conectado cuerpos y almas.
Sin embargo Ali, “la bestia” con miedo a sentir, sufrir, y recibir golpes en su interior, decide huir, dejar todos sus problemas atrás, no sentir.
Seguir cayendo en soledad.
Rompe con todo, incluso con Stéphanie…
Lo único que le aferra al pasado, aparte de los recuerdos, es Sam, su hijo de 5 años, al que casi nunca sabe cómo tratar.
Y como todo melodrama, un nuevo dolor y accidente trágico hace despertar a Ali, que esta vez, cansado, se desmorona ante la llamada de Stéphanie…
“La bestia” llora desconsolada, y reconoce que tiene pánico a perder a los seres queridos…
Y le susurra a esa mujer bella, lo que no se ha atrevido nunca a pronunciar…
Ali, que se ha caracterizado, por esa musculatura continuamente tensionada, preparada para asestar un golpe, o follar como una bestia, encuentra la expresión de su drama.
Con las manos fracturadas tras partir el hielo de un lago, Ali derrama sus primeras lágrimas, mientras Audiard funde respetuosamente a negro.
De pronto, aquellas manos destinadas a la violencia, encuentran esas otras capaces de hallar el cariño entre los surcos de un cuerpo, los minúsculos cabellos de la cabeza de Sam, o la acogedora cintura de Steph.
Las primeras palabras del relato breve de Craig Davidson que adapta De Rouille et d'Os son, en este caso, las últimas que escucharemos por boca de Ali.
“Los huesos rotos de la mano, nos dirá, que nunca acaban de curar del todo sus fracturas”
La obligación del drama, es ayudarnos a aprender cómo convivir con estas.
Porque en sus cicatrices, se encuentra nuestro lugar, nuestra educación, quiénes fuimos, y quiénes somos.
La mano, cálida y cercana, que nos acompaña en nuestro destino.
Allí donde la vida ha olvidado los límites que encerraba.
Y nos hace preguntarnos:
¿Qué es más fuerte, el metal o el hueso?
Al parecer, el título viene de una expresión francesa, utilizada en boxeo, para describir la sensación que provoca la sangre en la boca tras un golpe.
Algo así como “comer óxido y triturar huesos”
Ciertamente, el hueso puede romperse con facilidad tras algún accidente, en ocasiones, es irrecuperable, mientras el metal, puede aguantar mucho más.
¿No te hace fuerte acaso?
¿No es una forma de evolucionar el hecho de pasar de ser un hueso raído, a un metal fuerte?
¿No es eso lo que nos quiere contar Audiard con el personaje de Stéphanie?
¿No es Stéphanie, un hueso raído que se torna fuerte tras su accidente, y Ali un metal gastado, que quizás se convierte en hueso al final, perdiendo las esperanzas?
Aunque el encuentro entre ambos personajes es bastante clásico, no es una historia de amor convencional.
Es una relación que tarda en consolidarse, y que necesita tiempo para instalarse definitivamente; ambos personajes son discapacitados en cierta manera, y la complejidad de sus vidas y de sus sentimientos, así lo requiere…
Y nosotros, nos dejamos llevar por el agua, las lágrimas, el sudor, los golpes… las miradas, los cuerpos desnudos, la luz, los músculos, el óxido, los huesos…
Y entendemos, cómo Stéphanie y Ali, a su modo, se ayudan el uno al otro, para no caer en el abismo.
Y es que el mérito de De Rouille et d'Os es precisamente ese:
La historia de los personajes y sus sufrimientos, los personajes son tan absorbentes, que te atrapan, y hacen de la experiencia cinematográfica, algo muy distinto a cualquier cosa que haya visto, desde hace mucho tiempo.
Es una sensación de conexión, y de estar en contacto con una marabunta de emociones, que te entra por los ojos, y te llena, perfectamente conectado y servido como un dulce, y a la vez áspero regalo para cualquier cinéfilo.
La banda sonora, está compuesta principalmente, por el compositor de cine francés, Alexandre Desplat, aunque también está compuesta por otras canciones de diferentes artistas, como por ejemplo:
Bon Iver, John Cooper Clark, The B-52's, etc.
La canción que se escucha de fondo, en el tráiler, también debe ser considerada como parte de la banda sonora, pues nos hace conmovernos.
Se trata de una canción, perteneciente al famoso grupo de música electrónica francés, M83, procedente de Antibes, lugar de grabación de De Rouille et d'Os, llamada “My Tears Are Becoming A Sea”
La canción nos habla del amor que existe entre 2 personas, comparándolas con planetas y estrellas, que necesitan acercarse por fuerza, de un poder sobrenatural.
“Pendant trois heures... il était dans le coma.
Pendant trois heures, il était mort.
J'avais peur de le perdre.
Ne me quitte pas!”
(Durante 3 horas... él estuvo en coma.
Durante 3 horas, estuvo muerto.
Yo tenía miedo de perderlo.
¡No me dejes!)
Y es que, si ya de por sí, la propuesta es lo suficientemente interesante en su proposición esencial, Audiard consigue bailar entre drama, romance, thriller, y retrato social, con una asombrosa y adictiva facilidad.
Porque dirige tan bien, de un modo tan consciente y coherente con su estructura y estilo artístico, que es imposible apartar la mirada de esta tragedia, acerca de los caminos de la felicidad, de las fracturas físicas y emocionales, de la madurez forzosa, y sus responsabilidades obligadas, e incluso, del desamparo de la clase media en la Europa más desarrollada.
Todo a la vez, y nada sobra, nada redunda.
De dolor y fragilidad, de amor y sexo, de necesidad y desapego, de naturalidad y de miedo...
Hay tantas palabras para poder caracterizar mediante una analogía con el título, que no acabaríamos nunca pues, De Rouille et d'Os es un film de muchas facturas, de variados contrastes, incluso, en su fuero interno, existen momentos de cine extasiantes, y momentos sencillos, auténticos, pero sin la embriaguez de los primeros momentos, que con las luces y las sombras, denotan el juego ambivalente y veraz de una historia melodramática, sin el apego total a sus categorías, a sus modos narrativos pueriles y manidos.
De ahí, el extraño drama, la rudeza y falta de pasión que tan acostumbrados nos tiene cierto cine, y que en De Rouille et d'Os recorre los momentos más fríos, y los más humanos con la sencillez de una mirada igualmente objetiva y sensual.
Todo cabe en De Rouille et d'Os, cualquier problema, y toda esperanza, toda la alegría, y toda la falta de amor, pues eso son cosas que nunca llenan por completo el ser de vivir, nunca describen en toda la amplitud, la infinita soledad y humanidad que brota de cada acto de vivir.

“J'ai faim.
J'ai faim”
(Tengo hambre.
Tengo hambre)



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