The Killer Inside Me

The Killer Inside Me
“Out here you say yes ma'am an no ma'am to anything with a skirt on.
Out here if you catch a man with his pants down you apologize, even if you have to arrest him afterwards.
Out here you're a man and a gentleman or you aren't anything at all.
And god help you if you're not”

Hay algo en la profesión de asesino, que tiende hacia el total y completo individualismo en el ser humano, y por qué no, aventuro a objetar que se toca en la aldaba de la anarquía; pues son los homicidios de semejantes “cobardes”, los que se hacen con un mero propósito personal.
Hay algo muy en el fondo del ser, en aquellos individuos que no puede ser explicado socialmente, por ser estos enfermos negadores absolutos de las normas sociales.
Negadores de cada una de ellas.
¿Una alusión a un vacío, quizás?
Esto sucede a tal extremo, que lo social se deja de lado, mientras las comunidades tachan de tabú al asesinato, por lo poco generoso que es para con la ciudadanía en general.
Esto no es ninguna apología al asesinato, simplemente  me remito a hacer una digresión amena, sobre las causas que desatan uno de los fenómenos sociales que más han hechizado al cine:
Los asesinos en serie.
Un asesino en serie, también conocido como asesino múltiple, es una persona que asesina a 3 o más personas, en un lapso de 30 días o más, con un período de “enfriamiento” entre cada asesinato, y cuya motivación se basa en la gratificación psicológica que le proporciona dicho crimen.
Los asesinos en serie, están específicamente motivados por una multitud de impulsos psicológicos, sobre todo, ansias de poder, y compulsión sexual.
Los crímenes, suelen ser llevados a cabo de una forma similar, y las víctimas, a menudo, comparten alguna característica, por ejemplo:
Ocupación, raza, apariencia, sexo, o edad.
Dicen que los mayores psicópatas, son los pilares de la sociedad, o la gente más educada y correcta que te puedas tirar a la cara, que sean incapaces de pedirle algo, y no decir por favor, o tener un leve tropezón contigo, y no pedirte disculpas, y de paso, preguntarte por los tuyos.
En ocasiones, sólo hace falta saber lo que decía John Steinbeck:
“A veces nacen monstruos”
“It's always lightest just before the dark”
The Killer Inside Me es una película de terror y suspenso, del año 2010, dirigida por Michael Winterbottom.
Protagonizada por Casey Affleck, Jessica Alba, Kate Hudson, Bill Pullman, Ned Beatty, Elias Koteas, Simon Baker, entre otros.
El es guión es de Michael Winterbottom, y Robert D. Weinbach, adaptado de la novela “The Killer Inside Me” de 1952, de James “Jim” Myers Thompson, un escritor y guionista estadounidense, conocido por sus historias de crimen de ficción, o “pulp fiction”
Thompson, escribió más de 30 novelas, la mayoría de las cuales, fueron originalmente publicadas por editoriales de historietas, “pulp fiction”, desde finales de la década de los 40, hasta mediados de la década de 50.
Sus obras, vieron 8 adaptaciones posteriores para la gran pantalla.
Como dato, entra las cenagosas aguas de la vida de Jim, se entiende porque escribía lo que escribía, y sobre todo, la manera en que lo escribía.
La inspiración para esos sheriffs, en apariencia, simples y bobalicones, verdaderos psicópatas, la tenía cerca, pues su padre, James Sherman Thompson, fue un adinerado sheriff corrupto del condado de Caddo en Oklahoma, jugador empedernido, y alcohólico sin remedio, que se suicidó en un sanatorio.
The Killer Inside Me es un remake del film homónimo, dirigido por Burt Kennedy en 1976, pero con elípticas escenas de violencia, respondiendo a los requisitos de su época.
The Killer Inside Me es una intriga policíaca, enmarcada en Texas, en la que no faltan traiciones, corrupción, sangre, sensualidad, y todos los elementos clásicos de la serie negra, con la peculiaridad de que, el protagonista es un psicópata, y que la historia está narrada, a través de su perturbada visión.
Winterbottom, al escoger a uno de los pocos escritores, que en plena década de los 50, criticaba con sus historias el famoso “American Way Of Life”, continúa mostrando el revés de la moneda, un sistema de orden, y de gobierno podrido, falso, y en manos de los peores dirigentes posibles, cuya única posible solución, es su destrucción antes de que nos afecte, o aniquile a todos sus integrantes.
Y es que Michael Winterbottom, es uno de los directores más eclécticos del actual panorama europeo; a ritmo de una película por año, y aventurándose cada vez más, en géneros distintos, cada una de sus propuestas, es una auténtica caja de sorpresas.
Su cine nunca deja indiferente, y es habitual entre la crítica, encontrar opiniones para todos los gustos.
The Killer Inside Me se presentó en El Festival de Berlín, como no podía ser de otro modo:
Denostada por muchos, alabada solo por algunos.
Idéntico resultado, ha obtenido allá donde se ha estrenado; tanto que en su lanzamiento, fue criticada por su representación gráfica de la violencia, dirigida especialmente hacia las mujeres, violencia que ha influido en la mayoría de los comentarios críticos desde entonces.
The Killer Inside Me es la clásica historia de “nada es lo que parece”
Empezando con que el protagonista cuenta su historia, pero no por ser el narrador, es necesariamente alguien en quien debamos confiar.
Hasta entonces, lo habitual era encontrar, que lo escrito era obligatoriamente verdad, pero aquí, se plantea la posibilidad de que la historia, esté matizada para la conveniencia de quien la cuenta.
Así nos encontramos en 1957, en una pequeña población petrolera, situada al oeste de Texas, donde Lou Ford (Casey Affleck), es el ayudante del sheriff, un hombre afable y sencillo, que empieza a sufrir los ataques de la enfermedad que le hizo cometer un crimen en su juventud.
Ford, es un hombre guapo, encantador, y sin pretensiones; pero tiene un montón de problemas:
Problemas con las mujeres, y problemas con la ley; ya que han aparecido un creciente número víctimas de asesinato en su jurisdicción; y el hecho es que, en realidad, Ford es un sádico, un psicópata, y un asesino.
“El problema de crecer en un pequeño pueblo, es que todo el mundo piensa que sabe quién eres”, dice Lou en un momento; y es que él lleva una doble vida.
La cortes reputación de caballero que tiene entre los habitantes del pueblo, donde ha vivido desde que nació, oculta la verdadera naturaleza de un hombre perturbado, y extremadamente violento, un sádico asesino, que un buen día tropieza con una prostituta local, Joyce Lakeland (Jessica Alba), que no hace ascos a su sadismo.
Pero el asunto se le va de las manos, y una cadena de asesinatos comienza a desencadenarse, mientras trata de ocultar cualquier huella que conduzca al fiscal del distrito, a sospechar de él.
Pero todas comienzan a caer sobre Lou, y es sólo cuestión de tiempo, antes de que se quede sin coartadas.
Pero en el universo salvaje, sombrío, oscuro, y más que “noir” de Thompson, nada es nunca lo que parece, y resulta que los investigadores que lo persiguen, podrían también tener sus propios secretos.
Allí en la ciudad petrolífera de Central City, situada en el Oklahoma de los años 50, es, como suele ser habitual en “el cine negro” elemento fundamental para entender la historia y los personajes que en ella se mueven, que no son sino, extensiones de la ciudad misma.
No es posible concebir a un personaje como el de Lou Ford, fuera del entorno en el que vive, y se mueve, del mismo modo en que no podría existir un Sheriff, como el estoico Bob Maples (Tom Bower) fuera de ese tranquilo, pero engañoso lugar.
Quizás por esto, el fiscal Howard Hendricks (Simon Baker), que en cierto modo es, un “pez fuera del agua” al ser el único “no-habitante” que deambula por la historia, sea el único capaz, desde su posición privilegiada, de mirar en donde otros ven “normalidad” y hacer las preguntas que a otros, no se les ocurrirían hasta descubrir la verdad.
Y es que se trata de una ciudad llena de dualidades, comenzando por el propio Ford, a veces frío asesino, a veces respetado ayudante del sheriff, a quién los habitantes piden consejo y ayuda, y llegando hasta el Sheriff Maples, dividido entre apoyar a Ford, a quien considera uno de sus mejores hombres, o hacer caso de esa intuición que lo aviene en su contra, o Amy Stanton (Kate Hudson), la novia de Ford, que cuando estamos convencidos de que se trata de esa chica decente, con el objetivo de casarse y formar una familia, descubrimos los moretones provocados por los azotes consentidos que recibe de Ford.
Incluso la música, mezcla perfecta de clásicos country y opera clásica, no hace sino, acentuar esas dualidades que enmarcan The Killer Inside Me, y enturbian la moral de sus personajes:
“Tengo un pie a cada lado de la valla.
Lo tengo desde hace tiempo, y no puedo hacer nada, salvo esperar, o partirme en dos” dice el protagonista.
Quizás por esto, los personajes más puros, más faltos de doblez, como la prostituta, o el no muy espabilado hijo del terrateniente, Elmer Conway (Jay R. Ferguson) sean los primeros en morir, incapaces de encajar en ese mundo de engaños e insinuaciones, para el que otros han nacido, como Joe Rothman (Elias Koteas) que sinuosamente, va moviendo los hilos, y empuja a Ford hacia su destructivo final.
The Killer Inside Me, está narrada en primera persona, la bifurcación del punto de vista de su narrador:
Un sheriff adjunto de una pequeña localidad del oeste de Texas, que camina por el filo del buen profesional, que cata religiosamente, los principios de la ley por la que trabaja, al mismo tiempo que empieza a experimentar ataques enfermizos, donde desata una violencia incontrolable; mostrando aquello que se oculta dentro del ser humano:
Sea pasión desenfrenada, violencia latente, amor, odio, mentira, traición, o melancolía, resulta ser el elemento que termina perturbando en primera instancia, las vidas de estos seres, y por transmisión, el conocimiento, y la visualización del espectador.
El territorio, “La América Profunda” marca y asfixia a sus protagonistas, provocando que los monstruos latentes, fluyan con más furia y con brutalidad extrema.
Como espectadores, vemos y vivimos esa violencia oculta que aparece repentinamente, y que tarda en ser vista por el resto de la sociedad.
Entre la visión de reconstrucción de “crímenes imperfectos”, pero en primera persona, y el ejercicio de estilo que huye del homenaje para recrearse en el meollo de la cuestión:
El fino muro que separa la luz, de la oscuridad.
A pesar de su brío, y de su brutal puesta en escena a la hora de mostrar diversos ataques de violencia, cierta vocación del realizador, hacia un ejercicio de estilo que retrate lugares comunes del género, provocan que The Killer Inside Me, no se aleje del todo, de estos elementos rígidos, y no se aventure por lo más atractivo de la propuesta:
El análisis quirúrgico, o incluso, periodístico en primera persona, hacia la mente esquizofrénica del protagonista.
Más que alguna otra cosa, The Killer Inside Me intenta mostrar la cara oculta de la sociedad estadounidense de los 50.
Y una vez que se conocen los pasillos pantanosos, y pasadizos secretos de esta sociedad, llega finalmente, la hora en que ésta sea quemada por un homicida.
De modo que el protagonista, es utilizado como recurso, más que cualquier otra cosa.
Así, estamos lidiando con una sátira, en donde la burla es para la sociedad estadounidense de los 50, con su anticomunismo, su gente de comunión diaria, sus policías, y ladrones.
El burlón vendría siendo, el que le pone fin a la farsa, y tumba el telón.
El hombre mata por aburrimiento, por amor a la transgresión.
La sociedad que lo crió, se encuentra tan descompuesta, que le ha dado el lujo de ponerse sus moños, y ponerse a matar.
Lo malo de ello es, que después del asesinato, como que ya no hay más emociones que la vida te pueda prestar, y uno tiende a querer ver lo que hay tras los bastidores sociales, o a preferir la muerte durante las prefiguraciones.
En definitiva, nueva invitación a la confrontación, y al sano debate, que a veces, el cine aún es capaz de generar.
“Nothing relieves tension like a good spanking!”
El director, Michael Winterbottom, sabe jugar con varios puntos inquietantes, repartidos a lo largo del metraje, que mantienen al espectador, esperando una vuelta de tuerca, entre el marasmo de mecanismos dramáticos de poder y corrupción, donde no falta el cacique del pueblo, Central City, que se alimenta del petróleo, y una oficina del sheriff de gatillo fácil y esencia “pulp”, como la misma obra.
Un “noir” duro, sí, pero interesante en cuanto el cineasta, que siempre ha querido rodar en libertad, ha hecho una versión turbia y sucia, si bien se le hubiera agradecido haber desnudado más a las actrices, o más osadía a éstas, para dar empaque y realismo a las numerosas escenas de cama, tan importantes, para entender la psicopatía del protagonista.
La atmósfera enfermiza la consigue.
Técnicamente, The Killer Inside Me es una película notable, la puesta en escena está conseguida, desde los créditos iniciales, y la ambientación cincuentera convence; con una música, interesante, que mezcla la música clásica, con la música estadounidense del momento.
La trama, aunque está narrada de manera lineal en el tiempo, hace uso ocasional del “flashback” y de una serie de saltos, que complican el formato al espectador, y muchas escenas comienzan a comprenderse del todo, cuando ya ha transcurrido algo de tiempo desde el inicio.
Este requerimiento de cierto esfuerzo, unido a algunas escenas eróticas de corte sado-masoquista explícito, son características que, con bastante probabilidad, han tenido como consecuencia, el rechazo de un sector de crítica y público.
Es cierto que son duras de ver, y algunas rozan un grado de violencia perturbador; sin embargo, la manera en que todo sucede, no es gratuita, ya que contribuye a que el lado oscuro de Lou Ford, sea creíble, y nos permite “comprender” los entresijos de su mente psicótica.
A este objetivo, se añaden los diálogos interiores de Lou, elaborados con un negrísimo sentido del humor, unas actuaciones espléndidas, y el buen hacer de Winterbottom, para mantener el pulso de una película que parte de un guión, que muestra casi todas sus cartas, en los primeros minutos.
Desde la segunda escena, sabemos que el protagonista es un asesino demente, y sobre sus preferencias sexuales, sin embargo, Winterbottom consigue llevarnos por el camino menos esperado:
Creemos que sabemos, qué sucederá, pero casi siempre estamos equivocados.
Nos adentramos en un universo lleno de sombras, pero a través de sus ojos y mente enferma, donde las relaciones se tornan muy peligrosas, y la violencia campa sin sentido alguno, y de manera totalmente explicita… y eso genera más incomodidad, hasta un final caótico.
El director, se encuentra también excesivamente preocupado, en mostrar la naturaleza quebrada y traumática de su protagonista, así se crean a veces, escenas innecesarias sobre el pasado, que crean más confusión todavía, que matices sobre personaje principal.
Desgraciadamente, The Killer Inside Me no deja de ser una película irregular.
Y digo “desgraciadamente” porque el tema de partida es interesante, y jugoso.
Partiendo de la novela homónima de Thompson, la adaptación prometía ser enfermiza, durísima.
Y es que, en palabras de ni más ni menos, Stanley Kubrick, la novela “The Killer Inside Me” de Jim Thompson era:
“La historia más escalofriante que haya leído jamás, sobre una mente deformada por el crimen”
Es normal, que cualquiera salivara más de la cuenta, al saber que Winterbottom iba a adaptarla al formato cinematográfico.
Haría falta, desde luego, leer la novela, ya que en la película no queda muy claro muchas cosas, para saber hasta qué punto, el comportamiento paterno influye, o es determinante en la conducta del personaje principal.
Sea o no determinante, no es válido justificar a los veintitantos, un determinado comportamiento, achacándolo a vicios, o desviaciones de los progenitores.
El protagonista, como mucha gente con este tipo de problemas, ejerce el daño en una búsqueda de sentir algo, pero Winterbottom, nunca intenta justificar sus actos, ni que sintamos piedad por él.
En alguna ocasión, se muestran las posibles causas de su conducta, al entrar en contacto en tierna edad, con desviados sexuales, pero nunca se le llega a mostrar como una víctima.
Envuelto en las volutas de humo de sus tabaquillos, Lou no parece planear sus crímenes, sino que estos son productos de una compulsión asesina, cuando en realidad, son calculadas soluciones a los conflictos que se le van presentando en la trama.
Una serie de escenas, pretenden esclarecer el comportamiento criminal del personaje:
Una de ellas, cuando descubre entre las páginas de una Biblia, unas fotos pornográficas escondidas allí, al parecer por su padre.
Otras dadas por retrospectivas, que muestran las relaciones sádicas de Lou en su infancia, y la violación de una niña de 5 años por un Lou adolescente.
En realidad, estos “flashbacks” resultan innecesarios, ya que el contraste entre su apacible personalidad, su voz cálida y atemperada que lo hace lucir tan vulnerable como sus víctimas, y sus violentas acciones, dicen del Síndrome Sicopático, sin necesidad de antecedentes.
Generalmente, en este género, el personaje sicópata mantiene una relación amorosa real y tierna, que ofrece otra cara a su personalidad desquiciada, siguiendo la regla, Lou tiene una prometida Amy, con quien aspira a casarse, pero ni tan siquiera, esas buenas intenciones, liberan a la prometida de un tormentoso final.
Este tipo de violencia gráfica, y en particular hacia la mujer, ha sido muy controvertida en el cine de EEUU.
Durante el auge del horripilante Código Hays, estaba prohibida cualquier demostración de violencia física contra los personajes femeninos.
Y resulta preguntarse:
¿Goza y ama el personaje de Jessica Alba, con el maltrato del sheriff, o es una especie de oscura damisela?
¿Es el sheriff tan astuto, o simplemente piensa que lo es?
¿La historia acaba realmente como acaba?
Si el narrador va contando todo:
¿Cómo puede contar su muerte?
¿Un policía puede entrar en una cárcel, ahorcar a un preso, y que luego, todo el mundo piense que el preso se ha suicidado?
Por lo visto, sí…
Pero si ese policía, es sospechoso de un asesinato en el que el preso asesinado ha sido involucrado, y ha sido la última persona que ha visto con vida al preso:
¿No es motivo suficiente para iniciar una investigación rigurosa sobre lo sucedido?
Por lo visto, no...
Algunas partes de la trama quedan en el aire, como la figura del hermanastro y el resto de su familia, esa poco creíble “visita” a la cárcel, y el poco desarrollo de algunos secundarios, claves en la historia, que se ven eclipsados por el personaje central y su paranoia, y un final rápido y ridículo, que en mi opinión, no está a la altura de todo lo visto y montado.
Según el director:
“Puedes psicoanalizar la historia desde muchos ángulos:
En la mitad de la novela, algunas páginas te explican el personaje, desde el punto de vista psicológico.
Lou es una víctima, porque su padre abusó de él, y Jim Thompson tiene una explicación que resulta, casi muy simple, de cómo fue castrado por su padre, y de cómo es el proceso mental de esta violencia sexual y el abuso del padre.
Yo creo que estas explicaciones médicas o psicológicas son buenas, pero para ser honesto, no es realmente lo que me interesa en el libro, que es casi como una tragedia de Shakespeare, realmente.
Las pasiones que narra, son realmente increíbles, y es una historia muy teatral.
En medio del libro, hay una historia dentro de la historia, donde Lou Ford te cuenta el libro entero.
Él cuenta una historia sobre un tío, que está felizmente casado y tiene hijos.
Luego, conoce a una mujer, tiene una relación con ella, y se enamora de su nueva novia.
Un día, deciden huir juntos, y la policía descubre que ha asesinado a toda la familia, y a su novia.
Lou Ford dice algo así como:
“¿Cómo entiende usted este tipo de cosas?
Las personas hacen estas cosas; las personas destruyen sus vidas.
¿Cómo se puede entender?”
Por eso, el aspecto interesante para mí, es más la idea de que Thompson está retratando este mundo, donde las personas destruyen las cosas, y no quieres explicarlo desde el punto de vista psicológico, porque esto es lo que sucede, es así.
Las personas meten la pata hasta el fondo; las personas destruyen sus vidas; las personas, por cualquier razón, son destructivas.
Él logra capturar algo cierto acerca del mundo.
No es necesario intentar explicarlo; basta demostrar que es cierto.
Lou es un antihéroe, pero logras sentir simpatía por su personaje.
¿Puedes explicar esto?
A menudo, la gente que hace cosas violentas puede resultar interesante.
Lou es una víctima, y al mismo tiempo un abusador.
Es el resultado de su infancia y de su padre.
Es lo que lo ha convertido en el hombre que es.
El resultado es muy crudo.
Una explicación sencilla, nunca es suficiente; es sólo una manera de formalizar las cosas.
Lo fascinante es que, se ve este personaje, Lou, que hace cosas perversas, que destruye a personas que parecen amarlo, y a quien él parece querer, y con quien podría ser feliz.
Este potencial para el amor, parece desencadenar en él, el deseo de matarlos, de destruirlos.
Supongo que mucha gente podría reconocer algo así, en ellos mismos.
Todo el mundo hace cosas que son autodestructivas, en mayor o menor grado.
Lou es una versión muy extrema, de lo que ves a tu alrededor en la vida real” concluye el director.
Ahora:
¿Por qué puede despertar tanta polémica The Killer Inside Me?
Porque la forma en la que está hecha, un despliegue de vestuario, utilería y maquillaje impresionantes, para este tipo de producciones, lo hace demasiado creíble, siendo esto, un recurso para desarrollar ciertas escenas, que muchos agradecerían no haber visto jamás.
Por esto, entiéndase las secuencias absolutamente brutales y repulsivas, que resultan las golpizas que le da el protagonista a las mujeres, siendo estas escenas, las que poseen el mayor grado de violencia y realismo visto en muchos años, quizás.
No obstante, así como eso puede ser un elemento en contra para muchos, también puede serlo a favor para otros, ya que no faltarán los fans de filmografías de realizadores como Quentin Tarantino, los Cohen, Robert Rodriguez, o Rob Zombie, por citar algunos con cierta tendencia a la violencia gráfica sin ningún mensaje, que estarán encantados con el realismo sádico con el que se plantea The Killer Inside Me, que además, adopta el aura de trama interesante, recién después del momento más shockeante.
Por ello, The Killer Inside Me se reivindica en la escena, donde Lou termina involucrándose con Joyce.
Se genera un vínculo bastante especial, y algo raro entre ambos, con mucha complicidad.
Ella termina enamorándose de él, y le pide que huyan juntos.
El tema es que él, tiene planes pendientes:
Vengar la muerte de su hermano.
Completamente acorralado, Lou tiene que actuar rápido:
O huir con Joyce, o callarla, y seguir con su plan de venganza.
Ante este dilema, se dispara en Lou, su famoso “dark side”
Nadie se la ve venir, porque en este preciso momento, el cambio psicológico no es notorio, no hay un antes y un después.
La transformación de Lou, no choca, ya que en ningún momento, él pierde la calma.
Siempre hay control, frialdad, tranquilidad.
En el género de terror, cuando tenemos a un “psycho killer” o a un “serial killer”, usualmente exageran el cambio en la personalidad, para que el impacto sea mayor... pero esto no es lo que ocurre en The Killer Inside Me, y a mi criterio, esto es lo que hace de la pieza, algo sorprendente e inquietante.
Cuando Lou Ford tiene este encuentro espantoso con Joyce, donde la caga a trompadas en una escena que creo, queda para la historia... se genera semejante incomodidad en el espectador, ya que es de no creer.
Este loco, muy tranquilo, sabiendo lo que tenía que hacer, como si fuera algo más, nada de otro mundo, y cada 2 o 3 golpes, tira el comentario:
“Perdón Joyce”, lo dice por ser educado, no porque lo sienta… sin siquiera inmutarse.
Y a veces nos perdemos en esa mirada… y parece que es el director, el que está observando.
Si hubiese habido una total confianza, tanto en “la voz en off” como en la mirada de Lou Ford, muchos todavía no habríamos despertado de la pesadilla.
Acá, no hay explicaciones de:
“Por qué él es, o actúa de esta manera”
No la hay; y eso enoja y frustra.
Hay que entender, que un tipo puede ser un maldito, y que todo lo que hace es por propia conveniencia.
Después de todo:
¿Qué no es él, hijo de su entorno?
Como el momento en el que el protagonista, descubre las fotos de su madre, sometida por el padre del que hereda genes y actitudes, es de los más fuertes que recuerdo.
Y no nos extrañemos, porque esta estética de la violencia, expuesta por el director Winterbottom, corresponde a una adaptación fiel del “pulp fiction” de Thompson, que al ser narrado en primera persona, se identifica con el personaje, como un caso de estudio psicológico, con cierto índice de justificación, al menos de simpatía, hacia sus actos violentos, al entenderlos como inevitables, dada una personalidad sicótica irrefrenable, pero la frialdad con que planea y comete sus crímenes, lo colocan en la escala inferior de un ser humano carente de remordimiento de sus actos, cuando promete:
“No hacer daño a los que ya están muertos”, mostrando una veta cínica, en medio de su sicopatía.
O en el uso maravilloso de la elipsis, tras su encuentro con el joven amigo suyo, Johnnie Pappas (Liam Aiken), al que han detenido con un billete que podría comprometer las coartadas del joven ayudante del sheriff.
Precisamente, en ese encuentro que Lou mantendrá con Pappas, se encuentra uno de los instantes más terribles, no visto explícitamente, de The Killer Inside Me:
Tras su conversación con el muchacho, veremos al protagonista salir de la celda.
No hará falta más que observar su expresión, para darnos cuenta, que ha logrado eliminar el que podía suponer un tropiezo, a la hora de emerger de una situación imposible.
Imposible por la constante presencia de elementos inesperados, e imposible ante todo, por el hecho no asumido por el psicópata protagonista, de poder sobresalir de un mundo corrupto, del cual, él es quizás, solo la punta de un iceberg.
Es por ello, que la catarsis con la que concluirá el relato, no supondrá más que la única salida posible, aunque ese extraordinario primerísimo plano sobre los ojos de Lou, al contemplar a esa mujer, que logró poco tiempo antes, despertar en su interior, esa bestia largo tiempo adormecida, no sirva más que para precipitar la despedida a un mundo, en el que sus actividades enfermas y criminales, envueltas en encantadoras maneras, ya no tiene posibilidad alguna de prolongarse.
Porque la historia es una apuesta fuerte, al retrato de un asesino con fuertes problemas de salud mental, en la figura de un posible personaje de cine negro, un ayudante del sheriff.
Lo que pasa que, lo tremendo es, cuando el espectador se da cuenta, que no hay ambigüedad posible en el personaje, que no tiene luces y sombras, sino una oscuridad temible.
Así, Winterbottom emplea todo el arsenal del “noir” pero en manos de un desequilibrado mental, y a veces logra agobiar en exceso.
Así, el pesimismo y el lado oscuro de la personalidad de Lou, se va adueñando de una turbia historia.
Casey Affleck, está sorprendentemente bien, y los fans de la novela, pueden  llegar a ver en él, al Lou Ford que conocen, con su acento pueblerino, y su cara dura, mal disimulada.
Y quién mejor para reflejar esa dualidad asesina, esa meridiana, amoral claridad sociópata, que disecciona todo lo que observa y toca, que un Casey Affleck, capaz de albergar en su franco rostro, un expansivo abanico de sensaciones y sentimientos contrapuestos, narrados en una delirante y bizarra primera persona, y que quedan como una invitación al palco, a parte de él, al menos, no es esta una fábula del gusto de todos, a dejar a un lado, prejuicios y valoraciones para sumergirse en un mundo confuso, caótico desde su bestial compostura; abrazando luz y oscuridad, Lou Ford arrastrará al observador, a una espiral de creciente, y abundantemente explícita violencia desgarrada, hipnótica, y episódicamente turbadora.
Las actuaciones son precisas, y presentan una economía de recursos expresivos.
Jessica Alba despliega una extraña belleza, vulgar y vulnerable; mientras que Kate Hudson logra un personaje cotidiano, de la amante decente y comprensiva, en una pequeña ciudad.
El resto de los personajes que rodean a Lou en la trama, son accidentales, y su relación con ellos, resulta oscura y solapada, como es el caso del funcionario sindical manipulador, interpretado por Elias Koteas, o el agente federal interpretado por Simon Baker, que en sus encuentros con Lou, parecen esperar tranquilamente, el desenlace de una trama en medio de mentiras, traiciones, y chantajes, en una atmósfera de descomposición social, que retrata el “boom” petroleros de los años 50 en Texas.
No obstante, debo decir, que odio que las películas en las que las escenas más fuertes, llevan como música de fondo, fragmentos de ópera.
El porqué de este extraño y repulsivo fenómeno, se me escapa por completo, tal vez sea para presentar la tranquilidad y “paz” del asesino cometiendo sus actos...
Pero me pregunto:
¿Qué tiene un aria para estos directores, que les parece ideal para arropar sus desvaríos cinematográficos?
¿Será cinismo?
“You said you didn't want anyone else to get hurt.
You meant it?”
Y es que, cada vez, es más difícil “asustar” al espectador, porque con tantos desastres que hemos vivido a lo largo de la historia, el ser humano cada vez es menos temeroso.
The Killer Inside Me es una película de una violencia extrema, pues tenemos un ganador, y es uno que ha escalado el nivel de violencia en Hollywood.
No quiero decir con esto, que The Killer Inside Me sea uno de violencia constante, sino de excesiva brutalidad a espasmos, usualmente, en los momentos más inesperados; haciendo de The Killer Inside Me, una historia que lees en los periódicos, y ves en la televisión todo el tiempo:
Con personas cuyas vidas son destruidas de alguna manera, a través de actos de violencia, provocados por sentimientos de insuficiencia, o de necesidad.
Las mencionadas escenas de violencia extrema, son viscerales, y deliberadamente largas y detalladas.
No es de extrañar, que el británico haya conseguido crear cierta controversia, sobre un film que retrata, para muchos con excesivo detalle, la cultura de la violencia hacia las mujeres, en la sociedad de los EEUU.
El impacto de estas secuencias, es innegable, pero ven diluida una gran parte de su eficacia, porque no percibimos bien el proceso que ha llevado a su ejecutor hasta ellas.
Por otra parte, no considero esta violencia extrema hacia las mujeres, un ejercicio de pornografía, o de misoginia por parte de Winterbottom, como se ha dicho.
Sencillamente, se trata de una esforzada adaptación de una novela compleja, que no ha logrado todos sus objetivos.
Así, The Killer Inside Me, es grande, en el sentido de que demuestra explícitamente, la hipocresía de la sociedad que no acepta sus propios crímenes, y que debe desquitarse con alguien que los encarne todos.
Me recuerda mucho esto, al mal parcial que somos todos, y al mal absoluto que pocos hombres pueden llegar a tener.
Como si nosotros fuéramos lo suficientemente débiles, para no cargar con los pecados colectivos.
Por ello, The Killer Inside Me llega a poner los pelos de punta, no ya por la invalidez de un burdo sistema legal para hacer frente a quien, pese a su escasa elaboración planificadora, no puede contener el animal que lleva dentro, sino por la adornada atemporalidad de lo que presenta.
Cuidado con eso.

“Can't hurt somebody who's already dead”



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