Jamaica Inn

“The Age of Chivalry is gone”

Existen lugares cargados de leyendas, y de situaciones pasadas, que nos invitan a sentir ciertos escalofríos nada más adentrarnos en ellos, y que por determinadas razones, parecen albergar entre sus muros, este tipo de energías, que se hacen visibles en forma de fantasmas, o espectros; y la antigua posada “Jamaica Inn”, es uno de ellos.
“Jamaica Inn” se encuentra ubicada en la parte sur del Reino Unido, en el condado de Cornwall, y más concretamente, en Launceston, dentro de la pequeña población de Bolventor.
La posada, se considera hoy en día, por parte del mundo del misterio, uno de los lugares más encantados de todo El Reino Unido.
Pese a que muchos no conocen de su existencia, en su tiempo, hasta el propio Alfred Hitchcock, puso su atención sobre ella y sobre su historia, para elaborar una de sus famosas películas de suspense y crimen.
La posada “Jamaica Inn” fue construida en 1750, con el objeto de alojar a multitud de comerciantes, que viajaban desde Launceston hasta Bodmin, ya que a menudo, en sus travesías, les sorprendía la noche, y éste era uno de esos lugares que servía de reunión, tanto a contrabandistas, como a clérigos que hacían de la posada, una especie de centro de comercio, y de alojamiento.
Se cree, que el nombre de “Jamaica Inn”, fue adquirido por la gran cantidad de brandy y de ron, que los contrabandistas llegaron a pasar por la posada, ya que las costas de Cornwall, eran un punto estratégico para el contrabando entre piratas y comerciantes, que traficaban tanto con el té, como con las bebidas alcohólicas.
Del lugar, se cuentan muchas historias de fantasmas y apariciones, sobre todo, la relacionada con un extraño caso, ocurrido hace ya muchísimos años.
Cierto hombre, estaba tomándose una cerveza en la barra del bar de la posada, y repentinamente, salió dejando su bebida a medias.
Al día siguiente, lo encontraron muerto en extrañas circunstancias, y a pesar de que intentaron averiguar, tanto la causa de su muerte como el motivo, nunca nadie pudo explicar tan macabro acontecimiento.
Desde entonces, son muchos los testigos que afirman, que en el muro exterior de la posada, se aparece el fantasma de este personaje, que inmóvil y absorto del mundo que le rodea, parece mirar hacia el horizonte, sin prestar atención a su entorno.
También se cuenta, que en el bar de este lugar, a veces se ve a una figura espectral, que deambula por entre las mesas, y dice la leyenda, que se trata del fantasma de aquel hombre, que acude para terminar la bebida que dejó a medias.
Hay muchas personas que afirman, haber sido testigos de curiosas apariciones fantasmales en la posada, destacando las habitaciones 4 y 5, pese a que toda la parte antigua de la misma, está completamente repleta de casos, anécdotas, y narraciones de huéspedes, que no han podido pegar ojo, por extraños sonidos, pasos, y misteriosas apariciones, que según ellos, parecen surgir de la nada, y desvanecerse misteriosamente en el aire, tal y como se han presentado.
Y del mismo modo, muchos afirman que, durante el silencio nocturno, se pueden escuchar extraños sonidos de carruajes y cadenas, en diferentes lugares.
Una de las anécdotas más famosas, que llevaron a la popularidad a esta curiosa y bonita posada, fue que la escritora, Daphne Du Maurier, escribió una novela titulada “Jamaica Inn”, que inspiraría años después, la visión cinematográfica del famoso Alfred Hitchcock, que en 1939, realizó la película homónima, que dicho sea de paso, fue la última que el afamado cineasta dirigió en Inglaterra.
Y es que Alfred Hitchcock, no sólo es un cineasta capital para la historia del cine y del arte del siglo XX, por la inmensa calidad de su trabajo, sino también, por lo que su figura supuso para la industria, como creador capaz de cubrir todos los aspectos de la producción cinematográfica, desde la técnica a la escritura de guiones, desde la publicidad al control financiero, llegando a ser, uno de los primeros directores, capaces de convertirse en productor de sus propias obras, e incluso, cosa realmente insólita, en constituirse en propietario del negativo de sus propios films.
“That place, Jamaica Inn.
It's got a bad name.
It's not healthy, that's why.
There's queer things goes on there”
Jamaica Inn es un filme británico de 1939, de género de drama, dirigido por Alfred Hitchcock.
Protagonizado por Charles Laughton, Maureen O'Hara, Horace Hodges, Hay Petrie, Frederick Piper, Leslie Banks, Marie Ney, Herbert Lomas, Clare Greet, Wylie Watson, entre otros.
El guión es de Sidney Gilliatt y Joan Harrison, basados en el libro del mismo nombre, escrito por Daphne Du Maurier, sobre una casa vieja, cercana a la costa, conocida como “Jamaica Inn”, la cual será el refugio clandestino de una banda de desaprensivos delincuentes, dedicados al desvalijo de barcos atraídos hacia el litoral rocoso.
Allí, caerán como moscas en una tela de araña, y serán saqueados hasta no dejar ni las migajas…
Jamaica Inn fue la primera de las 3 adaptaciones de cuentos de Daphne du Maurier, llevadas al cine por Alfred Hitchcock, los otros fueron:
“Rebecca” (1940) y “The Birds” (1963)
Y es que Hitchcock rodó 23 películas, 10 mudas y 13 sonoras, antes de aceptar el contrato de David O. Selznick, y viajar a Hollywood, y Jamaica Inn, tiene mucho que ver en esa decisión.
Para comenzar, es bastante raro, que Hitchcock se decantara por hacer una película históricamente ambientada en tiempos pasados, ya que ése nunca ha sido su terreno.
Las otras 2 veces que recurriría a historias no contemporáneas, son:
“Waltzes From Vienna” (1933) y “Under Capricorn” (1949), y en ninguna de estas películas, Hitchcock quedó satisfecho con el resultado final.
Era 1939, un año que supondría, un punto de inflexión en la vida y carrera del director.
Ya había empezado a mantener contacto con varios estudios del otro lado del océano; y además, preparaba una colaboración con Charles Laughton, figura importante dentro del cine, donde este sería productor, y unos de los protagonistas de la obra.
Pero antes de empezar el rodaje, de la que sería su último film en Inglaterra, hizo un pequeño viaje a Estados Unidos, allí nada más llegar, le presentaron a Frank Capra, Ernst Lubitsh, y Carole Lombard.
En ese viaje, se estuvo negociando un contrato con el gran productor David O. Selznick, con el cual, se llego a un acuerdo de 20 semanas de trabajo para una película, a $2,500 por semana, que en total serían $50,000, lo que no se tenía claro, era qué película le iba a encargar a Hitchcock:
“Rebecca” o una adaptación sobre el transatlántico más famoso de la historia, Titanic.
Todos sabemos cuál fue elegida al final; siendo “Jamaica Inn”, entonces, el último trabajo como director, de Alfred Hitchcock en Inglaterra, antes de marcharse a los Estados Unidos, contratado por el productor David O. Selznick.
Jamaica Inn es una película de época, ambientada en Cornwall en 1819, la verdadera Jamaica Inn, todavía existe, y es un pub en el borde de Bodmin Moor.
La trama narra, cómo a principios del siglo XIX, una joven huérfana irlandesa, Mary Yellen (Maureen O'Hara), desembarca en Cornwall, para encontrarse con su tía Patience Merlyn (Marie Ney), cuyo marido, Joss Merlyn (Leslie Banks), tiene una taberna en la costa.
Suceden todo tipo de cosas en esa famosa taberna, que cobija a saqueadores y a náufragos, una gente que goza de total impunidad, e incluso, se les informa regularmente de los pasos de los navíos por la región, para asaltarlos.
El motivo no es otro que, a la cabeza de todo este bandidaje, se encuentra un hombre respetable, que maneja los hilos, y este hombre no es otro que, El Juez de Paz, Sir Humphrey Pengallan (Charles Laughton)
Así tenemos a una posada, Jamaica Inn, acantilados de Cornwall, naufragios asegurados.
Inapropiada para señoritas y gentes de buen vivir.
Interesados con relación de fechorías, saqueos, asesinatos, linchamientos, y otras actividades productivas de este jaez.
Era el siglo XIX, en una Inglaterra oscura, donde la opulencia cohabita con la miseria y la desesperación.
Una Inglaterra con el sabor de la miseria, en las gargantas, esperando que el mar, en su inhumana generosidad, arrastre hasta las agrestes costas, el fruto mutilado a las vidas humanas.
Y Hitchcock, el maestro, el mago, filmando el propio y genuino sabor de la aventura victoriana, redescubriendo la patente de corso, y la expoliación, perfilando caracteres con la habilidad de los elegidos para la gloria, el cochero, el pánico, la mujer, la sumisión, la sobrina, la esquiva justicia, el aristócrata, la doblez, el mayordomo, lo que queda del día, tras siglos de agachar la cabeza.
Una historia, destinada a un final feliz, en el que todas las piezas encajen, los villanos sean brutalmente castigados, o bien redimidos, mediante una muerte catártica, que se conduce entre el suspense, el romanticismo gótico, y la violencia.
Naturalmente, podemos consolarnos con la teoría platónica de que, si el mal vence con frecuencia al bien, es porque aquel usurpa los atributos de éste:
Orden, belleza, disciplina, equilibrio.
Siendo ésta, la mejor demostración de que el bien es un concepto superior al mal:
Caos, fealdad, indisciplina, desequilibrio.
“Chadwick, my figurine.
I need inspiration again.
There's beauty!”
En la ambientación de Jamaica Inn, se observan características muy románticas, aunque en conjunto, no se la pueda encasillar en tal tendencia.
El mar embravecido, los parajes montañosos, el misterio que inunda la narración, o el peligro por el que atraviesa la protagonista, tienen aspecto romántico.
Me atrevo a decir que se encuentran, además, elementos del cine negro, en lo que tiene que ver con lo delictivo, y del cine policíaco.
Recordemos que hay un agente del gobierno, James “Jem” Traherne (Robert Newton) investigando los naufragios.
Este personaje, será uno de esos infiltrados que tanto aparecen en ese tipo de films; pero ocurre que la época que recrea, es bastante anterior a la que suelen retratar esas películas de cine negro, a las que nos encontramos tan acostumbrados.
De inicio decir, que Jamaica Inn está considerado, como uno de los peores trabajos de Alfred Hitchcock; están divididas las opiniones que genera:
Por una parte, aquellos que la consideran una soberbia película; y por otro, el grupo mayoritario, los que salen decepcionados de una cinta, que no responde a la gran mayoría de nortes y aristas que rigieron normalmente, la filmografía del genial director británico.
Lo cierto es que, Jamaica Inn contiene algunos interesantes elementos, como la representación del indómito lugar, donde la impecable utilización del blanco y negro, por parte de Hitchcock, dota de mayor expresividad a sus imágenes, que potencia más, con una atractiva composición de la salvaje naturaleza de esa zona, resaltando las imágenes del bravo mar, y sus poderosas olas, remarcando la fuerza y lo indómito de esas tierras, una tierra de nadie, dominada por una variación de piratas.
Sin embargo con Jamaica Inn, se nota que el director inglés, no se sentía a gusto con esta historia de piratas, lo cual nos lleva a preguntarnos:
¿Por qué se decidió a rodarla, si no se veía obligado?
Pues intenta llevarla a su terreno, es decir, el suspense.
Sin embargo, las escenas de suspense que encontraremos aquí, son bastante vulgares, sin nada que ver con lo que nos aportaba en obras anteriores, y lo más “hitchcockiano” que encontraremos, será el hecho de dar a conocer al espectador, la identidad del jefe de la banda de piratas, Sir Humphrey Pengallan, para crear tensión cada vez que los protagonistas acuden a éste, para pedirle ayuda.
Acerca del tono que nos ofrece Hitchcock, un tono que, aunque en su fondo es dramático, no deja de tener su humor, y resultar ligero, nada abrupto en sus formas, y condescendiente con toda esa oscuridad que pudieran ofrecernos esos personajes, a los que no les costaría nada ponerle una soga al cuello a cualquiera que anduviese por allí molestando.
De hecho, Alfred Hitchcock, no tenía ningún interés en realizar Jamaica Inn, ya que tenía la cabeza puesta en Hollywood, pero tenía un acuerdo con Charles Laughton, que tuvo que cumplir.
Otra cosa de la cual se arrepentiría más tarde, ya que al final, acabó por no soportar al actor, al que creía era poco profesional; ya que Laughton interrumpía ensayos y tomas para descansar durante horas, y así buscar un gesto, o una forma de decir la frase, que él creía idónea.
En Jamaica Inn, se suponía que debía ser un “Whodunit”, es decir, la figura importante del pueblo, que protegía a los saqueadores, no se tenía que conocer hasta el final, así el público se mantendría ocupado, imaginándose quien podría ser, pero por la insistencia de Laughton de más protagonismo, esto se descubre de momento, en unas de las primeras escenas, que se ve al Juez de Paz, reuniéndose con el líder y tío de Mary.
Los resultados apuntan a que Jamaica Inn, no fue ningún éxito del director, pero esto no se le atribuyó a él, sino más bien al actor Charles Laughton, ya que se llegó a decir, que Jamaica Inn no era de Hitchcock, sino más bien, de Charles Laughton; tanto que la misma escritora, Daphne Du Maurier, quedó tan indignada, que pidió que su nombre no apareciera en los créditos, pese a que la historia original, era suya.
Es que no se puede negar, el buen trabajo de una leyenda de la actuación, el genial Charles Laughton, se muestra señorial e imperial, con su sello y distinción, como es usual, y acá entrega una buena actuación, aunque una de las anécdotas de Jamaica Inn, son los problemas que tuvo el director con él, cuyas excentricidades en el plató, los enemistaron.
Y es que Laughton (des)aparece bajo un maquillaje grotesco que le proporciona una nariz nueva, y le inmoviliza sus célebres cejas, escenario de momentos de interpretación únicos, en la historia del cine; y surge Sir Humphrey Pengallan, Juez de Paz ocasional, y canalla vocacional.
No estamos preparados, insisto, quizás porque la rigidez de Laughton no desciende del teatro griego, en el que primero el género, y luego la moralidad, fijaron rostros de piedra a los actores.
Habría que ir más atrás, al origen, a los ritos dionisiacos, y sus máscaras planas; antes de la existencia de la ironía, de los personajes dramáticos como tales.
Y Pengallan es una creación absoluta.
Allí está, en cada escena, recordándonos que la superioridad de los que pronuncian correctamente “hilarious” es demasiado natural para plasmarla siquiera en un discurso.
Asimismo, tenemos a la bella como pocas, Maureen O’Hara, debutando con su nuevo nombre artístico, es su primer filme serio, bella actriz que ya apuntaba maneras, siendo este reparto, lo que finalmente saca a flote a Jamaica Inn.
La presencia de O’Hara, especialmente cuando es “amorosamente” atada por Laughton, o cuando se presenta en su mansión con la ropa mojada, son escenas de un leve pero, para esa época, atrevido erotismo que podría justificar la visión de Jamaica Inn.
Como dato muy curioso, en Jamaica Inn, el director Alfred Hitchcock no realiza ninguna de sus famosas apariciones, o cameos; sin embargo, no abandona sus temas de siempre:
El inocente injustamente acusado de un crimen que no ha cometido, y el mundo de apariencias en el que nada es lo que parece, todo ello adornado con sus acostumbrados y sutiles toques de humor, y rematado con un villano entendido en los clásicos términos de sofisticación, y maquiavélica inteligencia, el personaje carismático que ha de actuar como polo de atracción, sobre el que gire el interés de la trama.
A destacar, su brillante puesta en escena, donde los decorados recuerdan al expresionismo alemán; siendo lo mejor, el contraste entre la putrefacción de la posada, y la elegante mansión del gobernador, y por supuesto, Charles Laughton, que se come la película, haciendo de Sir Humphrey Pengallan.
Su personaje, es un hombre loco y excesivo, papel que le permite acomodarse perfectamente, para hacer una interpretación que se nota que disfruta, porque le deja moverse a sus anchas, y lucirse.
De hecho, Jamaica Inn parece casi un producto para su lucimiento, y al parecer, él mismo se encargó de que fuera así, exigiendo que le dieran más protagonismo a su personaje.
Su momento culminante llega, cuando al final, totalmente fuera de sí, se sube al mástil del barco en que pensaba huir, y grita:
“What are you all waiting for?
A spectacle?
You shall have it and tell your children how the great age ended.
Make way for Pengallan!”
Para acto seguido, suicidarse.
Tan sólo añado, que se me hace simpático el último plano con que acaba:
Después de que Sir Pengallan se suicidara, vemos a su sufrido criado, Chadwick (Horace Hodges) que de repente, comienza a oír en su cabeza a su amo, llamándole a gritos, como ha estado haciendo a lo largo de toda del metraje, sin duda, consecuencia de tantos años conviviendo con él.
Así, Hitchcock aprovecha para hacer guiños al “Nosferatu, Eine Symphonie Des Grauens” (1922) de F.W. Murnau, “Dracula” (1931) de Tod Browning, a “Wuthering Heights” de Emily Brontë, en cualquier temprana versión, a un sutil tema de “King Kong”, y a un material gótico/romántico.
“Good clean shot, wasn't it?
I'm sorry.
Poor creature, she had suffered so much, but I was forced to do it!
You see, she was going to tell you about me.
I didn't like that.
I wanted to tell you myself”
“Nunca trabajes con niños, con animales, o con Charles Laughton”
Eso dijo Hitchcock; pero como los niños y los animales suelen estar bastante presentes en la vida cotidiana, tuvo que echar mano de ellos, en algunas ocasiones.
Curiosamente Hitchcock, si volvió a trabajar con Laughton, concretamente en “The Paradine Case” (1947), y tal parece que no hubo queja alguna de parte de Hitchcock, respecto a su trabajo, en esa película.
Y es que Laughton como actor, tendía a un estilo, en la acertada descripción de un “realismo realzado”, o, como diría el propio Laughton, que “si los actores del método ofrecían una fotografía, él prefería ofrecer un cuadro al óleo”
Digamos que su meta no era la simple verosimilitud o convicción, en el momento de actuar, sino que esa actuación fuera, además, una obra de arte.
Y el arte siempre tiende a alejarse de la realidad:
La estiliza, la deforma, la sublima, pero nunca es “tal cual”, siempre va más allá.
Laughton en Jamaica Inn era coproductor, lo cual, sí, inevitablemente supondría límites para el director, a la hora de “gobernar” su actuación, pero con quien Alfred Hitchcock tenía fuertes diferencias, no era con el bueno de Charles, sino con el otro coproductor, Erich Pommer.
Pommer era el responsable de La Era de Oro de la Universum Film AG (UFA), el estudio cinematográfico más importante de Alemania, durante el periodo de esplendor de La República de Weimar, y durante La Segunda Guerra Mundial, y de antes del nazismo, produciendo películas como “Das Cabinet des Dr. Caligari” (1920), “Faust -Eine Deutsche Volkssage” (1926), o “Metropolis” (1927), en resumen, muchas películas expresionistas, cuya estética influyó al joven Hitchcock, quien, por lo que fuera, no soportaba al responsable de aquellos filmes que le habían marcado tanto; y tuvo que ser Laughton, el pacificador entre ambos:
Laughton le tuvo que señalar a Hitchcock, que Pommer era un refugiado de la Alemania nazi, y que había perdido todos sus bienes y su trabajo, al frente de la UFA por ser judío.
Lo que está claro es que, Pommer sabía de producir, y Laughton de actuar…
Y ciertamente eso no le permitía a Hitchcock imponer libremente su criterio en el área actoral o de producción, tal vez sea por eso que mejor decidió irse a EEUU.

“More alive than half the people here”



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