Blue Ruin

“Revenge comes home”

La venganza en el cine, siempre ha ido muy unida con un género como es el western.
La acción de matar a un ser humano, puede ser una tarea tan cotidiana, y carente ya de significado, que hasta se hace un oficio de ello:
Un hombre, más o menos desalmado y amoral, puede “producir” cadáveres como si fueran bolillos, y cobrar por ello.
Hasta puede conseguir armas en Wallmart…
Prácticamente, se ha convertido en una industria.
Ahora bien, cuando alguien que no pertenece a esa industria, toma un arma en sus manos, dispuesto a ejecutar a otro ser humano, en busca de restablecer la justicia primaria, a partir de la “lex talionis”, el trance de matar, adquiere un significado moral, difícil de condenar.
Así pues, las personas que no tienen nada que perder, son las más peligrosas.
Cuando nada te ata a la cordura, es cuando aflora la verdadera libertad, una libertad en su vertiente más autodestructiva; aquella que te permite lanzarte al vacío, sin miramientos.
El autocontrol, es un último resquicio de humanidad, que rechazamos cuando ya no hay seres queridos, ni bienes materiales a los que agarrarte; el rechazarlo nos convierte en libres, pero nos conduce a la perdición.
La venganza entonces, es irracional, un bucle de dolor y heridas sin cicatrizar que nunca son sanadas, la ansiada consecución, no supone más que un goce momentáneo, que da paso al mayor de los vacíos; pues a ese desgraciado hombre, solo le queda su vendetta.
El origen del dolor, es casi lo de menos, lo crucial es la brutalidad, la violencia adherida, como virus infeccioso, parte de la sangre, y pudre a la sangre misma, enferma, que reclama más sangre... y hace que del amor de 2 personas, acaben familias muertas.
“You know what's awful?”
Blue Ruin es una película de acción, del año 2014, escrita y dirigida por Jeremy Saulnier.
Protagonizado por Macon Blair, Eve Plumb, Devin Ratray, Amy Hargreaves, David W. Thompson, Bonnie Johnson, Stacy Rock, Kevin Kolack, entre otros.
El cine negro, es aquel en el que, después de la tragedia, llega más tragedia.
Y después del silencio, nada; el rumor sordo de la venganza.
Blue Ruin, es puro cine negro; aunque en su puesta en escena, tenga una retirada hacia la poesía azul y triste del blues, como las mismas palabras que apenas pronuncia su protagonista.
Un tipo que hace lo que no quiere, porque no puede evitarlo:
Es el destino que empuja; es la venganza.
La venganza, nos introduce en una espiral interminable de violencia, y ninguna retribución que nos cobremos, es realmente satisfactoria.
El título de Blue Ruin, hace referencia al coche azul y destartalado, con el que inicia su “road movie” el protagonista; pero el término “blue” también se refiere a “nostalgia” o “tristeza”, los sentimientos del personaje.
Además, muchos de los tonos de Blue Ruin, son de color azul, lo que incrementa el significado del título; es un reflejo de “La América Más Profunda”, alejada del “Sueño Americano”, y de esos bellos paisajes de sus ciudades, que nos muestran otras producciones de Hollywood.
El director, Jeremy Saulnier cuenta, que buscó localizaciones para Blue Ruin, en lugares de acceso gratuito, incluida la casa de sus padres en Virginia; pidió prestado el destartalado Pontiac Bonneville azul, al que hace referencia el título; y en una inteligentísima decisión de reparto, concedió el personaje central de Dwight, a su amigo de la infancia, Macon Blair, con el que ya había rodado un par de cortos, y su primer largometraje.
Aun así, Saulnier y su esposa, se arruinaron económicamente, y tuvieron que recurrir al dinero de amigos, y al micro mecenazgo, para completar la financiación de Blue Ruin.
Obrado el milagro de la producción, Saulnier presentó Blue Ruin a Sundance, plataforma natural de una película independiente de género, pero fue rechazada por los organizadores.
Al final, en un acto casi desesperado, Saulnier la envió al Festival Internacional de Cine de Cannes, donde encontró un hueco en La Quincena de Realizadores; y 2 horas después del pase, Blue Ruin se había vendido, y el destino de la película y el de todos los que habían participado en su realización, había cambiado para siempre, ganando El FIPRESCI Prize, de La Prensa Cinematográfica Internacional al Mejor Film de La Sección Quinzaine des Réalisateurs del Festival del año 2013, que es una de sus secciones paralelas.
Blue Ruin habla del cruce de caminos, y el atropello de salvajismos:
Flechas, balas, cuchillos, maleteros, casas; herramientas que hieren, y objetos que someten; espacios cerrados, todo ello, supurando destrucción.
De familias enfrentadas que son la misma; ya no se sabe dónde está el padre, el hijo, o el hermano, pues son la misma desgracia, la misma furia y mugre; endogámicos, malditos, y tortuosos.
Blue Ruin sigue a Dwight Evans (Macon Blair), que es un vagabundo de vida tranquila, un treintañero sin techo, que vive en su coche, un destartalado Pontiac azul.
Deambula por la ciudad, y sobrevive recogiendo botellas en la playa, hasta que un día, su rutina se trastorna, al enterarse de una terrible noticia.
La policía, le hace saber que Will Cleland, el hombre que asesinó a sus padres, ha salido de la cárcel, tras cumplir su condena.
Esto le lleva a tomar una decisión descabellada, y a volver a la casa de su infancia, para llevar a cabo una extraña venganza.
Sin embargo, su acción intempestiva, desata consecuencias que llevan su vida, a un constante estado de tensión.
Estamos en el terreno agreste del hombre vs el hombre, del enfrentamiento “tête à tête”, donde la supervivencia, es la única meta a alcanzar, y donde las sucesivas vidas tomadas del bando enemigo, afirman paulatinamente, el temple del justiciero amateur; incluso más que las propias apresuradas lecciones de tiro del amigo casualmente solidario, hasta ser capaz de imponer a sangre a fuego, la justicia última, sabedor de que la moral reivindicadora, está de su lado.
El crecimiento moral del héroe, acá se da, a partir de la sublimación, no de la violencia per se, sino de una legítima defensa.
Cuando “el hombre es el lobo del hombre”, solamente el hombre es capaz de volver a cazarlo.
Así las cosas, más que un thriller al uso, Blue Ruin es como un western contemporáneo:
Una historia de odios y venganzas, de gente corriente, que guarda armas en los cajones, y como en el salvaje oeste, la policía y la ley, apenas interviene.
El director, parece decirnos que, en realidad, su país no ha cambiado tanto; que sigue siendo el mismo, desde los tiempos en que las disputas entre familias, se dirimían a tiros en ciudades y pueblos “sin ley”
“The keys are in the car...”
Jeremy Saulnier, ha realizado una película consciente de sus reducidos medios, a los cuales saca el mayor rendimiento posible, con un trabajo de perfecta economía narrativa, jugando con pocos elementos, pero los justos para poder dar forma a una historia de familias enfrentadas, en las que no falta un toque de humor negro, que introduce un contrapunto al dramatismo de la narración pero, a la vez, sirve como comentario crítico hacia la sociedad.
El director, juega con la ventaja de no ofrecernos la historia que origina la venganza del protagonista, pues inicialmente, no sabemos qué le mueve.
Conforme la trama avanza, vamos obteniendo los datos paulatinamente, de este modo, se genera en el espectador, una intriga e interés que permanece latente durante todo el metraje.
Primero, por no saber qué causa la venganza y, una vez que lo sabemos, por ver si el protagonista, es capaz de llevarla a cabo.
Intensa en su guerra, perturbadora en su paz, horrible en su calma, ahogada en su rutina, apasionante en su credibilidad, sensual en su interior mezquino, Jeremy Saulnier completa un trabajo soberbio en su dirección, guión, y fotografía de negrura perpleja, y caminar asfixiante, que combina de forma magistral, la velocidad y firmeza de su disparo ejecutor, con el escalofrío, temor, y duda que le preceden, un tiovivo de crueldad y desespero, cuyo destino es el infierno, parada en el cementerio, como dispositivo de acción a la justicia tomada por cuenta propia, para rendir unas cuentas erróneamente calculadas, equivocación de daño atroz, y estela vomitiva que alienta todo el espíritu opaco, de un relato de eficacia vivida, y amargura sentida, que remata con contundencia, la fatalidad de ese paso dado, desahogo inercial de peligro inminente, y espanto estético, con un atractivo placer, atragantado de vigilia expectante que seduce, gusta, y horroriza por igual, y que se desplaza con soltura ignorante, memez aguda, y aprisionamiento eficaz.
En el mundo que describe Saulnier, las heridas no se las cura uno mismo, como si fuera un experto cirujano, los planes de venganza no se ejecutan al milímetro, como si no existieran los imprevistos, y la gente no maneja las armas, como si fueran francotiradores en Irak.
Las heridas duelen y se infectan, los planes se van al traste, y las balas impactan en sitios donde creías no haber apuntado.
Lo que en muchas películas supondrían, perseguir durante gran parte del metraje al asesino, y consumar finalmente su venganza, en Blue Ruin se solventa sorprendentemente, de manera muy rápida, en una primera media hora, con un ritmo frenético, en el que la acción no da tregua.
Un hecho bastante inesperado, que lo que consigue es que la trama cambie por completo, y lo que parecía que iba a ser la venganza de Dwight contra Will, se convierte en un enfrentamiento entre él, y todo el clan de la familia de los Cleland.
Las principales características de Blue Ruin, son muy pocos diálogos, las miradas mudas, y unas imágenes muy oscuras.
Queda demostrado, que no hace falta un gran ritmo, y unas conversaciones largas, para crear la tensión.
Con varios detalles visuales, entre ellos, la portada de un periódico, y fotografías de la infancia, se teje una trama de venganza, traición, y amistad; donde no nos podemos fiar de nadie, ni siquiera de la propia familia.
No se nota la inexperiencia del director y protagonista, y el resultado es una propuesta que gustará, solamente a los aficionados al cine de autor.
Una fotografía muy oscura, que es lo que necesita Blue Ruin, pero también hay mucha luz natural, en la parte inicial que empieza siendo un “road movie”
Sobre todo, esas imágenes desde arriba, de la parte de atrás del automóvil azul, allá por donde va, en los diferentes caminos y carreteras, en diferentes ambientes, son impagables, como los ocasos y amaneceres.
Esos pocos medios económicos, son los responsables de esas imágenes tan naturales, y sin caer en la artificialidad.
Sin perder su carácter de filme independiente, dentro del circuito estadounidense, Blue Ruin logra una capacidad de atracción interesante, sobre todo, en un primer tramo, plagado de silencios, y escasez premeditada de diálogos.
El grueso más destacado del metraje, queda amparado en manos de Macon Blair, en un hombre común, enfrentado a una situación límite, en un intento por reordenar un cauce, que se supone debe de ser lo justo, a partir de una revancha rupestre, casi animal, que debe de tomarse por propia mano, ante la ineficacia de las convenciones jurídicas de la sociedad.
Dwight desear venganza, es muy humano, pero a diferencia de las típicas historias de venganza, él no es un veterano de guerra, ni nada parecido a un tipo duro, es un asesino novato, y bastante adorable.
Sobre el actor, el director dijo:
“Mi misión durante los últimos 15 años, ha sido dar a Macon Blair, un papel protagonista en una película.
Es el actor más dedicado que conozco y, para ser sinceros, también es mi mejor amigo.
Diseñé todo el proyecto a su alrededor, y me apoyé no sólo en su subestimada y emocional entrega, si no en su naturaleza casi indestructible; atravesó cristales, saltó de ventanas, bebió sangre, y soportó un duro rodaje de 30 días.
Además, empezó a dejarse crecer su mugrienta barba para el papel, 8 meses antes de tener financiación.
Un estudiante de segundo de dirección, que contrata a su amigo para el papel principal, normalmente es una señal de alarma para los directores de casting, pero Brandon y Harley, de Powers/Kaplan, se fiaron de mí, y buscaron al resto del reparto en mi nombre.
Tuve mucha suerte.
Soy un veterano del cine independiente, como camarógrafo, y sé de buena tinta, que cuando estás en las trincheras, si tu reparto no está entregado al proyecto, te hundirás irremediablemente”, dijo.
Macon Blair, hace un trabajo extraordinario como Dwight, un personaje que, en una película de mayor presupuesto, podría haber interpretado Paul Giamatti.
Así pues, de gesto tranquilo y cercano, el actor afincado en New York, encarna a la perfección a Dwight, un hombre que lo ha perdido todo, y que vive en un coche.
Sin casa, sin familia, y sin historia aparente, todo cambia cuando un hombre sale de prisión.
En ese momento, el espectador comienza a descubrir el pasado del protagonista, y siente cierta compasión por él.
Sin nada que perder, Dwight decide asesinar a quien mató a sus padres, desatando una espiral de venganza, en la que se entremezclan líos familiares, un tanto enrevesados.
Pero Dwight es un hombre trastornado pero pacífico, apreciado incluso por la policía local, de quien recibe precisamente la información de que Wade Cleland, ha salido de prisión, y no precisamente como una persona cambiada.
Un vistazo, nos permite comprobar que sigue siendo un criminal, en una familia entera de criminales.
Y en un principio, descubre que no puede terminar con su plan vengativo, sin poner en peligro a la poca familia que le queda, su hermana Sam (Amy Hargreaves), quien ha conseguido reconstruir su vida, y hacer su propia familia; y después, descubre que ya no acierta a comprender, hasta qué punto es suficiente.
Resulta pues, que el padre de Dwight, tenía relaciones con la madre de Teddy (Kevin Kolack) y Wade Jr.
El padre de éstos, Wade Sr., al enterarse de la infidelidad, decidió matarlo, siendo la muerte de la madre del protagonista, un asesinato colateral.
Así los hechos, Dwight, una carcasa de ser humano, decide acabar con la vida del hombre que ejecutó a sus padres, y descubre por el camino 2 cosas:
La ausencia de herramientas para matar, no es un problema cuando tienes la disposición para hacerlo y, sobre todo, que en su mano está poner fin, a expensas de sus propios deseos de represalia, un conflicto cada vez más enrocado, que amenaza con saltar a la generación siguiente.
La venganza de Dwight, fue por la muerte de sus padres.
La familia Cleland son unos flipados de las armas, violentos, criminales y corruptos.
Dwight, no sabía nada de la infidelidad de su padre, y para colmo, cayó en una enorme depresión, por la muerte de ambos, asesinados por Wade Sr., y no por Jr., como lo pensó.
Blue Ruin es de esos casos, que se ven casi siempre en las noticias.
Una oscura y brillante reflexión, sobre la violencia en Estados Unidos, o en cualquier país del mundo, donde conseguir un arma, es cosa fácil, o donde la infidelidad, es motivo de grandes delitos.
Hablar del reparto, debemos destacar a Devin Ratray como Ben Gaffney, el cómplice perfecto de Dwight.
Ben tiene mucho que ver con su paso en Afganistán, las armas que tiene en casa, y la facilidad con la que mata.
Él es la visión brutal de unos EEUU, donde la violencia se ha asentado en la sociedad, o en algunas partes de ellas, tampoco se debe generalizar; y Saulnier lo hace con un toque de humor negro, muy negro en el personaje de Ben, que sirve para rebajar el tremendismo, y que resulta mucho más certero.
Y es que Blue Ruin, acaba siendo un relato sobre la violencia, sobre la facilidad para devenir asesino, cuando uno ha perdido todo, y ha ido alimentando, durante años, su venganza, y la necesidad de consumarla.
Pero también, sobre la defensa de la familia, hasta niveles irracionales.
A lo que se añade esa visión de una sociedad con heridas abiertas, que solo pueden, al parecer, cerrarse de manera violenta, a modo de círculo vicioso o bucle, cortando así, la brecha generacional de violencia.
Así mismo, acompañan al protagonista, un grupo de excelentes actores secundarios, entre los que destacan:
Amy Hargreaves, como Sam, la hermana con la que Dwight comparte una estupenda escena en una cafetería.
Sin caer en un discurso moral, Jeremy Saulnier habla abiertamente de la cultura de las armas en EEUU, y la necesidad de protegerse ante un peligro, no siempre determinado.
Esta incertidumbre, sin artificios propios de las grandes producciones, acompañada de una magnifica ambientación, generan una tensión constante, ante la expectación de, qué ocurrirá en cada escenario al que el protagonista se desplaza.
Y Saulnier ha conseguido con Blue Ruin, una película impoluta estilísticamente y, sin embargo, sucia, visceral, desagradable, e impactante, en la que acaba siendo muy importante, el trabajo visual por encima de la historia, porque es aquel el que da sentido a esta, la cual por desgracia muestra, como decíamos, algunos elementos de guión que no acaban de ser convincentes, aunque no estropean un resultando, en general, muy bueno.
Esos elementos son, cómo pudo recibir Dwight tantos golpes, incluida la flecha, y seguir con su venganza solo; como salir del hospital sin que nadie lo vea…
Aun así, realmente llegas a padecer, y a sufrir por la mala suerte, y lo desafortunado que es Dwight, como todo le va saliendo mal, como sus planes se van, una y otra vez al traste.
Hay que reconocerle a Jeremy Saulnier su capacidad de crear tensión.
Hay un par de escenas, en las que el espectador no puede despegar los ojos de la pantalla, se intercalan las escenas pausadas propias del cine independiente, con otras en las que la tensión va “in crescendo” hasta puntos asfixiantes.
Muchas de estas situaciones, son provocadas por la torpeza en momentos claves de Dwight.
Por ello, Blue Ruin está impregnada por un aire sucio, violento, y sórdido, que le otorga mucha personalidad.
La primera secuencia, es ya toda una declaración de principios de economía narrativa:
Tras un par de planos breves, que nos sitúan en el interior de un hogar, la cámara avanza por un pasillo, y nos muestra a un hombre tomando un baño.
El sonido de una llave en la cerradura, señal de la llegada inminente de alguien, provoca el pánico en el rostro del personaje.
En un primer momento, el espectador cree, que un extraño está invadiendo el espacio doméstico de ese hombre, pero cuando éste huye desnudo por la ventana del cuarto de baño, entendemos que él es el intruso.
Es una forma admirable de presentarnos a Dwight, un personaje que a lo largo de toda la historia, irá dando tumbos entre la transgresión y la cobardía, la determinación en la planificación de fechorías, justificadas o no, y la ineptitud a la hora de llevarlas a cabo.
En un momento, Dwight destruye una foto suya del pasado, pues se ve irreconocible.
No hay ni rastro de la persona que un día fue.
Sabe que ha sido consumido por el odio y la rabia, no es capaz de reconocerse en aquella foto, donde sonríe con amigos.
Esos tiempos nunca volverán, y prefiere no recordarlos, lo que hace muy significativa esa escena.
Y un buen final, a nivel visual, después de la matanza, en donde vemos unas imágenes del paisaje nocturno, con el cielo negro, y el inicio de una tormenta…
La banda sonora, compuesta por Brooke Blair y Will Blair, acentúa los momentos de angustia narrativa, y dan fuerza en los momentos justos.
“Just 'cause my dad loved your mom... we all end up dead”
Blue Ruin es una historia sobre la venganza, sobre el bien y el mal, y sobre cómo las cosas escapan a nuestro control.
Aquí, la tragedia shakesperiana, deja bien claro que el ser humano puede ser un cabrón vengativo de mucho cuidado, convirtiendo “el ojo por ojo” en una forma inconsciente de vida.
Blue Ruin es un interesante e intenso thriller dramático sobre la venganza, y sobre lo difícil que resulta salir de una espiral de destrucción, donde los vínculos familiares, se convierten irremediablemente, en vasos conductores del odio.
Es una reflexión interna sobre la violencia que engendra la violencia, y el círculo vicioso que la construye.
Y asusta ver, que en pleno siglo XXI, todavía existen en plena “civilización”, valores tan arcaicos y medievales, como los de estos protagonistas, donde el perdón es una palabra que no existe en su vocabulario.

“I'd forgive you if you were crazy, but you're not.
You're weak”



Comentarios

Entradas populares