The Hustler

“Only the angel who falls knows the depths of hell”

¿Por qué nos gustan las películas de perdedores?
En el cine, y también en la vida real, los fracasados y perdedores, han tenido desde siempre, una atracción especial por ciertos deportes y juegos de azar, como el boxeo, las carreras de caballos, los rodeos o, en el caso que nos ocupa, la práctica del billar.
Todas estas actividades, tienen algunas características comunes, como la cercanía a los bajos fondos, y los ambientes sórdidos, las apuestas, y la presencia de mafias, que controlan buena parte de su estructura interna.
Del éxito al fracaso, solo hay un paso, y eso es algo que la historia del cine ha retratado en incontables ocasiones.
Las mejores estampas del cine social de finales de los 50, y principios de los 60; en el que el cine de Hollywood descubrió, gracias a la sangría llamada McCarthy, que el sueño de su país, distaba mucho de ser lo que aparentaba.
Sin duda, muchas figuras salieron mal paradas de aquellos fatídicos días, pero los guiones, la temática, y la visión del cine, comenzaron a cambiar…
“Maybe I'm not such a high-class piece of property right now.
And a 25% slice of something big is better than a 100% slice of nothing”
The Hustler es un drama de 1961, dirigido por Robert Rossen.
Protagonizado por Paul Newman, Jackie Gleason, George C. Scott, Piper Laurie, Myron McCormick, Murray Hamilton, Vincent Gardenia, Michael Constantine, entre otros.
El guión es de Robert Rossen y Sidney Carroll, sobre la novela homónima de Walter Tevis, publicada en 1959.
La premisa principal, y el origen de la idea de Rossen, en llevarla al cine, parecen partir de, cómo retratar a un antihéroe, y el microcosmos que rodea a esta particular forma de vida, con la que algunas personalidades de este mundo, se enfrentan como parte de su existencia.
Por su propia biografía, exboxeador, buscavidas, jugador no muy honrado de billar; y en parte, inspirada en un famoso jugador de billar “Eddie Felson” como protagonista, Rossen frecuentaba los colores de la nocturnidad, el alcoholismo, y la vida de clubs mafiosos, lo cual le sirve en bandeja, la experiencia clave para la particular mirada de dirección en The Hustler.
Como dato, el jugador de billar en la vida real, Rudolf Wanderone, conocido en su momento como “New York Fats” y “Chicago Fats”, afirmó ser la inspiración de la vida real para el personaje de Jackie Gleason, Minnesota Fats, y adoptó el nombre como el suyo.
Mientras el campeón de billar, Willie Mosconi, tiene un cameo como Willie, quien hace las apuestas para juegos de Eddie y Fats; y el campeón de boxeo, Jake LaMotta, también tiene un cameo como camarero.
The Hustler, es un gran drama psicológico, con una emotiva plasmación del fracaso, retratado con un melancólico tono, cercano a la lírica en la existencia de 2 inestables personajes, enlazados a causa de un azaroso destino.
El triunfo y la frustración, las arduas maniobras del poder, el sentido existencial de la felicidad, o el alcoholismo liberador.
The Hustler, es una fórmula melancólica, quizás irrepetible, que exalta fantasmas de soledad, cercanos a creaciones literarias del crepúsculo decimonónico, con Charles Pierre Baudelaire al frente.
The Hustler, fue un gran éxito de crítica y público, ganando reputación como un clásico moderno.
Su exploración de la victoria, la derrota, y el carácter humano, ayudó a producir un resurgimiento de la popularidad del juego del billar.
Años después, Martin Scorsese dirigió en 1986, “The Color Of Money”, una especie de continuación de The Hustler, de nuevo con Paul Newman, que lo hizo acreedor de un premio Oscar como Mejor Actor.
De hecho, The Hustler obtuvo 2 Oscar:
Mejor Fotografía B/N, y Mejor Dirección Artística B/N; y 7 nominaciones:
Mejor película, director, actores (Paul Newman), actores secundarios (Jackie Gleason y George C. Scott), actriz secundaria (Piper Laurie), y guión adaptado.
Como curiosidad, George C. Scott, rechazó la candidatura al premio.
The Hustler fue filmada en locaciones de la ciudad de New York; siendo una de las pocas películas de Hollywood, en las que el héroe gana por rendirse, al aceptar la realidad, en lugar de sus sueños.
“Fast Eddie” Felson (Paul Newman), es un joven arrogante y amoral, que frecuenta con éxito, las salas de billar.
Decidido a ser proclamado “el mejor”, busca a Minnesota Fats (Jackie Gleason), un legendario campeón de billar.
Cuando por fin consigue enfrentarse con él, su falta de seguridad, le hace fracasar.
Arruinado, física y monetariamente, sólo el afecto de la dulce Sarah Packard (Piper Laurie), parece restañar las heridas de Eddie.
Sarah es coja, hija de millonario, y alcohólica, que encontró en Felson, su tabla de náufrago, reconociendo a ratas del calibre de Bert Gordon (George C. Scott)
El amor de esta solitaria mujer, podría ayudar a Felson, a abandonar esa clase de vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al campeón, sin importarle el precio que tenga que pagar por ello.
Pero el juego puede con la relación, y los acontecimientos se enfilarán hacia la tragedia.
Lamentablemente, Eddie jamás pudo disfrutar de su victoria, pues su viaje del héroe, le hizo perder lo que más le importaba:
Su amada Sarah.
Todos los personajes, de un modo u otro son perdedores, viven del juego en bares, y su único objetivo, es batirse a duelo.
Podrían ser cowboys, pero no lo son por 2 motivos:
No están en el oeste, y su arma es un taco, en vez de un revolver…
The Hustler es también, un film de aprendizaje moral:
El joven Eddie Felson, se nos presenta como un extraordinario jugador de billar, habilidoso, expansivo, y jactancioso, aunque por desgracia, todavía inmaduro.
Se recalca repetidas veces, su falta de carácter, motivo por lo que nunca consigue finalmente, el triunfo deseado, a lo que también contribuye su afición al whisky JST Brown.
Eddie, se contrapone al resto de intérpretes de The Hustler:
Su manager, su novia, sus contrincantes… que aparecen como más seguros, sólidos, y con la experiencia que les han proporcionado los golpes de la vida.
En este sentido, resulta paradigmático el personaje del Minnesota Fats, presentado como un jugador excepcional, de gran experiencia y temple, al que Felson aspira vencer, aunque lo que de verdad anhela, es a parecérsele mínimamente.
A través del billar, y por ende del submundo del juego, las apuestas, y el vicio, The Hustler nos habla de la vida, y los riesgos inherentes a la misma:
Ganar, perder, creer, caer, levantarse…
Demostrarse a uno mismo que vales, que puedes lograr las metas que te propongas, y del precio que a veces se ha de pagar por conseguirlas.
Aunque el billar no sea una de tus pasiones, la historia que cuenta The Hustler, y la manera en que lo hace, va más allá de la mesa de billar.
“You're not a loser, Eddie, you're a winner.
Some men never get to feel that way about anything”
El director Robert Rossen, muestra un pequeño mundo en los márgenes de la sociedad, que es un reflejo del mundo en su totalidad.
La competencia, se puede encontrar allá donde se mire, especialmente en el trabajo.
Sin embargo, en una competición, aparece en su forma más cruda, el efecto devastador de la derrota, y la autoafirmación del triunfo.
Y es que Robert Rossen, tenía un talento especial, para exponer las luces y sombras, sobre todo las sombras de la naturaleza humana.
E hizo a The Hustler, uno de los retratos más amargos, que sobre la figura del perdedor, se han hecho en Hollywood.
Aquí no hay lugar para las concesiones, ni para “El Sueño Americano”
La realidad se presenta de un modo crudo, y desalentador.
Tal vez por eso nos parezca real; ya que un halo de insondable pesimismo, impregna cada uno de sus fotogramas.
La cámara, se sumerge en los tugurios mugrientos y llenos de humo, de una gran ciudad de Estados Unidos, en los que se juega al billar, baila sobre el tapete verde, y atrapa a jugadores y a mirones, bolas, miradas, y movimientos en un tórrido torbellino; donde esta violencia fija de los ojos, puede ser a veces, más hiriente que una violencia explícita.
The Hustler es una película de espacios cerrados, casi claustrofóbicos, como las oscuras salas de billar, donde transcurren las partidas, o el interior de un humilde apartamento, y aquí con una impresionante fotografía en blanco y negro, de Eugene Shuftan, su fotografía es espectacular, como lo es su ambientación, y su música.
Es evidente que The Hustler está montada de manera brillante; véanse si no, las 2 partidas con Minnesota Fats, o las transiciones durante todo el metraje.
La perfecta planificación del cineasta judío, su meticulosa dirección de actores, y un tempo narrativo pluscuamperfecto, envuelven el conjunto de un realismo y autenticidad, difícilmente superables.
El tema que se trata, no es únicamente de billar, trata del carácter.
Bert Gordon, piensa que Eddie es un gran jugador, pero le falta carácter para ganar.
Se supone que si alguien tiene un gran talento para algo, debería obtener éxito en ello.
Y en The Hustler, esto se cuestiona.
Eddie es de los mejores, pero es autodestructivo, y carece de fortaleza psicológica.
Puede ganar fácilmente, pero sólo logrará un éxito constante, cuando esté dispuesto a cambiar su actitud, y autodominarse.
Un perdedor como Eddie, es más perdedor que otro cualquiera, aunque solo sea por todas las cualidades que atesora:
Aspecto de ganador, atractivo irresistible, el talento necesario para derrotar a cualquier adversario, la juventud para mantenerse en la cresta de la ola durante mucho tiempo… pero hay algo que Eddie no posee; algo intangible, que no se puede comprar, que distingue a un triunfador de un fracasado; algo a lo que podríamos llamar “carácter”
Paul Newman como Eddie Felson está magnífico, es sin duda, uno de sus personajes legendarios:
Atormentado, Newman dota al protagonista de cinismo, arrogancia y, sin embargo, de humanidad, la de un derrotado, la de un fracasado, que quiere sobrevivir, sea como sea, y demostrarse a sí mismo, que no es la escoria que se mueve por los tugurios de las casas de billar, engañando a pobres jugadores que nada pueden hacer con él.
Ni siquiera se atisba un mínimo de romanticismo en la relación que Eddie mantiene con Sarah, una soberbia Piper Laurie, en su encarnación de alcohólica lisiada, una de las historias de amor, más patéticas y destructivas jamás contadas; tan sólo hay necesidad, lástima, y algo de culpa.
Poco más se puede esperar de una historia de amor, que se inicia en la cafetería de una estación de autobuses, inevitable metáfora de lo que está de paso…
Eddie posee un enorme talento, pero como le dice el malévolo Bert, a quien en The Hustler se llega a comparar acertadamente, con la imagen de un “diablo”, le falta carácter.
El carácter, la madurez, y la decisión; las adquirirá el protagonista a lo largo del metraje, entre sus 2 enfrentamientos con Minnesota Fats.
A base de palos, por supuesto, y no me refiero a los de billar.
“Nunca les pido”, dice Paul Newman, “que moldeen un personaje según mis cualidades.
Es un desastre, cuando tratan de ajustar un papel para un actor.
Si quieres aparecer en una vitrina, vete a Las Vegas.
Pero algunas veces les pido, que monten una escena según una intención determinada, como en The Hustler, en la escena de la colina, cuando Eddie habla sobre lo que ocurriría, si fuera jugador de billar...
Yo sabía, que de alguna forma, había que relacionar aquello, con el deseo de todo el mundo:
Albañil o jugador de fútbol, de ser alguien” dijo.
Cuando Eddie conoce a Sarah, una mujer marcada por una cojera, que la hace refugiarse en el alcohol, parece que puede llegar a rehabilitarse como un ser honesto, sin embargo, como siempre, su displicente e insensata actitud, le llevará de nuevo a comportarse como ese hombre sin escrúpulos, en el que se ha convertido, un hombre obsesionado con ser el mejor.
Y, por supuesto, para conseguir sus objetivos, será capaz de destruir a los demás.
Pero para Sarah, el verdadero éxito, no consistiría sólo en ganar dinero, sino en hacer algo muy bien, en ser el mejor.
El suicidio de Sarah, supone la redención moral de Eddie, su resurgir como ser humano.
Al final, ha logrado madurar, sabe distinguir, y tomar partido.
La partida final, de nuevo contra Minnesota Fats, demuestra que Eddie es el verdadero Nº 1 en el billar, desbancando de este puesto al Fats, aunque esto suponga el final de su carrera profesional, acuciado por los gánsteres y, sobre todo, por el remordimiento del amor perdido.
Pero esto ya es otra historia...
“A menudo, se ha descrito a The Hustler, como una tragedia griega, en una sala de billar.
Admiro mucho la tentativa de Rossen:
The Hustler es magnífica visualmente, pero los largos discursos de los personajes, los juicios morales que continuamente hacen sobre sus actos, me parecen desfasados.
Ese no es realmente el estilo de los jugadores de billar, por lo menos en nuestra época.
Todo estaba dicho, cuando Piper Laurie se suicidaba después de escribir:
“¡Pervertidos, depravados, enfermos!” sobre el espejo.
Lo que seguía, era una redundancia, o demasiado solemne” dijo el director Martin Scorsese.
Legendaria también, es la interpretación de Jackie Gleason como Minnesota Fats:
Un enorme cuerpo, grueso y pesado, que sin embargo, cuando se pone a jugar al billar, parece transformarse en el de un bailarín, ágil, e incansable.
Gleason construye un personaje curioso, quizás el único que, pese al ambiente, y pese a los que le rodean, tiene aún la dignidad, y la frialdad suficiente para saber cuál es su lugar, y cómo actuar frente a los demás.
Y magnífico también, George C. Scott como Bert Gordon, un manipulador sin escrúpulos, aún más arrogante, y despiadado, que se da cuenta que tiene un filón de oro en Eddie Felson.
Scott, no necesita derrochar expresividad ni ademanes, para componer el prototipo de cínico sin escrúpulos, que con una media sonrisa torcida, o una mirada clavada a las pupilas, logra disimular intenciones, o encontrar puntos débiles en sus presas.
Uno llega a despreciarlo de verdad, y eso en un actor, se le llama talento.
Bert Gordon, es uno de esos personajes despreciables, que personifican la maldad como nadie, y nunca se olvidan.
Lo de los sobre-entendidos del trio Felson/Sarah/ Gordon, va más allá:
El triángulo amoroso, turbio que se plantea entre el manager, Eddie, y la muchacha, es increíblemente escabroso, sin quedar claro, qué es lo acontecido en esas habitaciones.
Es de una sutileza increíble en la dirección, que no sepamos lo que el personaje de Scott, le susurra a la muchacha, en esa fría fiesta, como para que esta reaccione de esa manera.
Es una partida a 3 bandas, que chocan y se destruyen entre sí, y a sí mismas:
A Eddie le vence su propio carácter impaciente, y su ego.
A Bert su maldad y ambición apáticas.
A Sarah su autodestructivo odio a sí misma, y el miedo a ser abandonada.
Todos, aparentemente ganadores o perdedores en el juego, o en la vida, acabarán por descubrir la sombría realidad:
Cada uno a su manera, han nacido para perder.
Ya al final de cuentas, lo que termina separando a Eddie del resto del grupo, es que su único objetivo en la vida, es demostrar que no es un perdedor.
Así pues, y como todas las obras maestras, The Hustler es una película, en la que las miradas son tan protagonistas, como los propios personajes; son esas miradas, las que hacen inolvidables los encuentros entre Eddie y Sarah, 2 almas perdidas, que buscan cobijo y comprensión, en alguien de su propia calaña, y que no hacen más que prolongar su caída libre a los infiernos del alcohol, y la desesperación; miradas que impiden que borres de tu memoria, la forma en que Bert distingue un perdedor de un ganador.
Porque como dice el personaje de George C. Scott, “todos tenemos talento para algo en la vida, solo hay que descubrir para qué”; y Robert Rossen, entre otros muchos, sabía cómo obtener esas miradas de sus actores, y utilizarlas en sus películas.
Como curiosidad, todas las jugadas de billar que se ven en The Hustler, fueron realizadas por los propios actores, Paul Newman y Jackie Gleason, excepto el espectacular “massé” que es el ataque de la bola con el taco, en posición vertical; que fue ejecutado por el ex campeón del mundo de billar estadounidense, Willie Mosconi.
Por último, la banda sonora de Kenyon Hopkins, también refuerza una época con estilo propio, la búsqueda de evasión, de alcohol y fiestas, del jazz, con la tímida e inicial liberalización de la mujer asistiendo a ellas, los extravagantes años 60, esta subcultura tiene una propia banda sonora, la del jazz, y que en The Hustler, acompaña muchas de sus escenas, donde suenan clásicos de Duke Ellington y Kenya Hopkings.
“You know, this is my table, man.
I own it”
The Hustler, está elaborada en una época de cambios, en el cine estadounidense, donde la creciente importancia de la televisión, había llevado a los estudios de Hollywood, a experimentar con diversas modalidades de pantalla ancha, como el Cinemascope, casi estrenado por la 20th Century Fox, productora de The Hustler, para combatir el nuevo medio.
Pero la naturaleza de las películas, no había cambiado significativamente, aparecen cineastas inquietos por hacer un nuevo cine, narrativamente más independiente que el producido tradicionalmente por Hollywood; y aquí entra The Hustler, como la primera gran película rodada en Hollywood, que tiene como temática principal, el fracaso con mayúsculas, más allá de otras magníficas reflexiones sobre la soledad de los triunfadores.
Y Robert Rossen, es sinónimo de cine de perdedores, por muy en la cumbre que éstos se sientan, un género en sí mismo, que nace tras la orgía de felicidad y consumismo con que se cierran los 50.
No es casualidad, que este cine con genuina voluntad independiente, Rossen trataba en lo posible, de producir sus filmes, amén de responsabilizarse del guión, venga firmado por unos directores que el propio Estado se encargará de tachar de sediciosos o subversivos, durante la horripilante “Caza de Brujas”
Y Tampoco debe de ser casual, el que coincida, cronológicamente, con el ocaso de los grandes estudios.
Queda evidente, que una de las tesis de The Hustler, es que en cualquier actividad de la vida, y el billar es una más; quizá no sea lo más importante, lo habilidoso o brillante que uno consiga ser, sino la solidez, el carácter, y la tenacidad que pueda adquirir.
The Hustler, está dedicada a todos aquellos perdedores, que tuvieron la posibilidad alguna vez, de pasar por encima de sus competidores, pero prefirieron regocijarse en su propia autocompasión, tras perdonarles la vida, disfrutando de las mieles del fracaso, con una botella en una mano, y un cigarro en la otra.
Todo ello hace de The Hustler, una película obligatoria, no sólo para comprender la historia del cine, sino para maravillarse con su soberbia reflexión, sobre el concepto de triunfo, y la necesidad de fracasar en una sociedad hambrienta de héroes, que no da segundas oportunidades.

“You know, someday, Sarah, you're gonna settle down... you're gonna marry a college professor and you're gonna write a great book.
Maybe about me.
Huh?
Fast Eddie Felson... hustler”



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