Princesas Rojas

“Familia ya no es un lugar seguro para crecer”

Se conoce como “Revolución Popular Sandinista” o “Revolución Nicaragüense”, al proceso abierto en Nicaragua, de julio de 1979, hasta febrero de 1990, protagonizado por El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llamado así en memoria de Augusto César Sandino, que puso fin a la dictadura de la familia Somoza, derrocando al tercero de los Somoza, Anastasio Somoza Debayle, sustituyéndola por un gobierno democrático, de perfil progresista de izquierda.
La lucha contra la dictadura de los Somoza, que ya había comenzado a finales de los años 50, del siglo XX, se intensifica significativamente en 1978.
En marzo de 1979, se firma el acuerdo de unidad, por parte de los representantes de las 3 fracciones sandinistas, y se decide impulsar la lucha.
En junio, se hace el llamamiento a “La Ofensiva Final” y a la huelga general; y el 19 de julio de 1979, las columnas guerrilleras del FSLN, entran en Managua, con un amplio respaldo popular, consumando la derrota de Anastasio Somoza Debayle.
Cuando los Sandinistas entraron en Managua, en 1979, se encontraron con un país que tenía enormes problemas:
La guerra contra Somoza, había producido más de 50,000 muertos, había centenares de miles de familias, que carecían de hogar, o que estaban refugiados en países vecinos, y muchas áreas del país, tenían sus escasas infraestructuras en ruinas.
Había una deuda exterior de $1,600 millones.
Muchos profesionales, cualificados y expertos hombres de negocios, huyeron del país, y se produjo una escasez de alimentos y combustible, encontrándose también, con altas tasas de analfabetismo, pobreza extrema, y una muy deficiente salud pública.
El nuevo gobierno, formado por un amplio espectro ideológico con presencia socialdemócrata, socialista, Marxista-leninista, y con una influencia muy grande de La Teología de La Liberación, trató de introducir reformas en los aspectos socioeconómicos y políticos del Estado nicaragüense, tratando además, los problemas relativos a la sanidad, la educación, y reparto de la tierra, que el país sufría.
Dichas reformas, lograron avances significativos, y reconocidos internacionalmente.
El nuevo gobierno de reconstrucción nacional, emprendió la labor de reconstrucción del país, creando una nueva infraestructura política y económica, con el objetivo de mejorar las condiciones de la población, en especial, la más pobre.
Por lo que nacionalizo las pertenencias de La Familia Somoza, y la oligarquía que la rodeaba, a la vez que garantizaba la propiedad privada, y el respeto a los derechos humanos, y programaba a Nicaragua, como “país no alineado”
Inicialmente, el gobierno revolucionario, recibió ayuda de países extranjeros, incluso de los EEUU.
La economía se organizó, como una economía mixta, con predominio del sector público, controlado desde el gobierno, nacionalizó la banca, y se hizo con el control del comercio exterior, que era crítico al ser, la exportación de productos agrícolas, la base de la obtención de recursos para la importación de alimentos, y otros bienes de consumo.
En la coyuntura de La Guerra Fría, Nicaragua no pudo mantenerse realmente como un “país no alineado”
Y Cuba participó activamente en la consecución de algunos de los objetivos marcados por La Revolución:
Mandó maestros, médicos, y personal sanitario, así como asesores militares.
Los países del bloque soviético, con La URSS a la cabeza, mandaron ayuda al gobierno revolucionario.
Mientras en la acera de enfrente, Los Contras, acortamiento de contrarrevolucionarios, o contrarrevolución, o también como Resistencia Nicaragüense, fue el nombre dado a los diferentes grupos insurgentes opuestos al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en el poder en Nicaragua, desde el derrocamiento, en julio de 1979, del gobierno del presidente Anastasio Somoza.
Y Estados Unidos, fue el impulsor del movimiento, y contribuyo materialmente a su formación.
Los grupos contrarrevolucionarios, se fueron alimentando de los descontentos con las reformas revolucionarias.
Incluso, algún relevante sandinista, como Edén Pastora, creó su propio grupo armado de oposición, en este caso, con base en Costa Rica.
También, algunos grupos étnicos, como los miskitos, se sumaron a estos movimientos antisandinistas.
Y es que desde la llegada al poder de la administración Reagan, el apoyo a los contras, se generaliza e incrementa, mientras que se bloquea y presiona al gobierno nicaragüense, impidiendo la ayuda de otros países, y diversos organismos e instituciones internacionales.
Se estima que entre 1982 y 1990, los EEUU gastaron en el apoyo a La Contra, más de $300 millones.
El bloqueo de EEUU, y la agresión armada, debilitaron sustancialmente, la ya débil economía nicaragüense.
Las acciones armadas, incluso directas de los EEUU, dañaron infraestructuras, impidieron la explotación agrícola, y el comercio, causando muchas bajas entre la población civil, forzando a mucha población, a refugiarse en otras áreas del país, o en el extranjero, y obligando a destinar enormes partidas presupuestarias, a la defensa y reconstrucción, así como a tomar decisiones de gobierno antipopulares, como puesta en marcha de un Servicio Militar Obligatorio.
Porque para hacer frente a la agresión, el gobierno revolucionario se vio obligado a aumentar las fuerzas militares, y en 1983, tuvo que instituir El Servicio Militar Obligatorio, y a realizar compras de armas a Cuba y URSS.
La generalización de la guerra, supuso la imposición del “estado de emergencia” que conllevó la suspensión de algunas libertades civiles, con encarcelamientos de algunos dirigentes opositores, y algún episodio de censura de la prensa.
La oposición armada, organizada por los Estados Unidos, formó la llamada Contra, que hundió al país en una guerra civil, y produjo una presión en todos los campos posibles.
La Contra, en la que militaban muchos ex guardias somocistas, estaba dirigida por agente ligados a los Somoza, los cuales cometieron grandes atrocidades entre la población civil nicaragüense, llegando a ser acusada de no respetar los derechos humanos.
En esta coyuntura, se comenzó a cuestionar dentro de los EEUU, el apoyo que se prestaba a estos grupos armados, que habían llegado a ser denominado por Ronald Reagan, como “defensores de la libertad”
Y El Congreso de los EEUU, comienza a restringir el apoyo a La Contra, llegando a prohibirlo totalmente, en 1985.
Pero el financiamiento de la intromisión armada por parte de los EEUU, se mantuvo incluso en contra de la decisión del Congreso de ese país en 1985, aunque no se ejecutó hasta octubre de 1986, mediante los fondos obtenidos por la venta ilegal de armas a Irán, en plena Guerra Irán/Iraq, donde Irak era el aliado oficial de los EEUU, conocido como El Caso Irangate.
La operación de venta de armas a Irán, produjo más de $47 millones, dinero que fue gestionado por Oliver North, mediante un entramado de cuentas bancarias en Suiza, y fue utilizado, principalmente, para la financiación de la agresión al gobierno de Nicaragua, y apoyo a La Contra.
La intromisión de los Estados Unidos, llegó a ser tan intensa y evidente, que La Corte Internacional de Justicia, condenó la misma, en sentencia del 27 de junio de1986, por el apoyo a La Contra, y el minado de las aguas nicaragüenses, revelando que el gobierno de los Estados Unidos, durante la administración de Ronald Reagan, entrenaba, armaba, financiaba, y abastecía a La Contra, principalmente a través de La CIA.
Precisamente, el escándalo Irán-Contra, se desató debido a que EEUU vendía armas a Irán, para financiar La Contra; produciéndose pérdidas por $17,000 millones, en concepto de destrucción de infraestructura, como puentes, torres de transmisión de electricidad, represas, centros de salud, educación, y producción agrícola, etc., y sus consecuencias económicas; como 38,000 víctimas de este terrorismo de estado, durante la administraciones de Reagan y Bush.
En 1989, los costos de los daños causados, económicamente, se calculaba en más de $17 mil millones.
Por el momento, Estados Unidos sigue sin pagar la multa en cuestión...
Esto, junto con diversos errores de gobierno, achacables a la inexperiencia de los sandinistas, llevó a Nicaragua a una posición económica crítica y social inasumible, lo que causó que el FSLN perdiera las elecciones de febrero de 1990, frente a La Unión Nacional Opositora (UNO), una coalición que agrupaba a la mayoría de las fuerzas opositoras al FSLN, presidida por Violeta Barrios de Chamorro, y apoyada por EEUU, poniendo así, fin al periodo revolucionario.
En septiembre de 1992, durante el gobierno de Barrios de Chamorro, Nicaragua retiró sus reclamaciones ante La Corte, y así perdonó la deuda del Gobierno de los Estados Unidos de América para con el país centroamericano, a cambio de promesas de préstamos, y ayuda económica por $200 millones, para “reconstruir” el país...
Fue así, que el primer gobierno del periodo liberal que se abrió, puso fin al periodo revolucionario; hasta que en el año 2006, El Frente Sandinista de Liberación Nacional, vuelve a ganar unas elecciones, de la mano de Daniel Ortega, y tras más de 15 años, los sandinistas vuelven al poder, dentro de un nuevo contexto para Latinoamérica, y para el mundo.
“Es prohibido huir”
Princesas Rojas es un drama del año 2013, escrito y dirigido por Laura Astorga.
Protagonizada por Fernando Bolaños, María José Callejas, Valeria Conejo, Aura Dinarte, Ivette Guier, María Marta López, Álvaro Marenco, Carol Sanabria, Patricia Velásquez, entre otros.
Cabe señalar de entrada, que la infancia de Laura Astorga fue clandestina, guerrillera, costarricense, cubana, nicaragüense, rusa, religiosa, atea, poética, musical, castrista, che guevarista, y maiamesca.
Impredecible, tortuosa, secreta, y restringida, fue una niñez que le arrojó valiosas imágenes ochenteras, con las que ella siempre soñó para idealizar, escribir, producir, filmar, construir, y lograr Princesas Rojas, la producción costarricense-venezolana, que ella describe como “íntima y autobiográfica”
Según cuenta:
“Un antecedente que enhebró este relato, fue la dedicatoria de un libro cubano, donde mi padre escribía amorosamente a una misteriosa mujer:
Magda.
Había pasado tanto tiempo desde la separación familiar, que me avergonzaba preguntar por la tal Magda.
Días después, en casa de mi madre, Ruth, encontré esa dedicatoria en otro libro, y me angustió que ella supiera de ese amor.
Me aclaró riendo, que Magda era uno de sus nombres clandestinos.
Entonces vino la avalancha de recuerdos:
Huidas, cateos, viajes, interrogatorios que a punta de ser cotidianos, dejaban de ser amenazantes.
Mis padres desaparecían y reaparecían, se ocultaban, se disfrazaban, o se entrenaban.
A pesar del sentimiento de pérdida constante, salíamos invictos de casi todo.
Sin embargo, éste es el relato de lo que nos escindió”
Y Princesas Rojas, es su primer largometraje, adquirido por la empresa española Latido Films, para la venta, y su distribución internacional.
Princesas Rojas, fue coproducido por la empresa venezolana Sue Cinema, productora encabezada por Aldrina Valenzuela.
Los equipos de arte, sonido, imagen, y musicalización, también son venezolanos, al igual que algunas de las actuaciones que se ven en ella.
Laura Astorga detalla, que el proceso más largo y complicado, fue encontrar los socios, y la financiación para hacer Princesas rojas, mucho más que la creación o la labor artística, incluso que el rodaje:
“Encontrar el dinero, fue el proceso más extenuante.
El resto, que fue desde concebir la historia, y tratarla como una ficción, porque está basada en la historia de mi familia, todo eso fue muy bonito y emotivo, pero lo duro resultó lo otro, lograr el dinero, porque hay muy pocos países dispuestos a hacer una coproducción, cuando se da la circunstancia de que tu país no puede aportar dinero, sólo el talento, y las ideas...
Eso es duro.
Al final, lo hicimos con quien aceptó esto, que fue Venezuela” dijo.
Princesas Rojas conto con un presupuesto de $400,000 aproximadamente.
“Es una película íntima, porque habla de una cosa muy familiar, que no se conoce, y porque los temas políticos, suelen ser abordados desde la grandilocuencia, y casi nunca desde la intimidad”, subraya.
“Yo me salgo de la línea, y hago lo íntimo de lo político, o lo trivial de lo ético, de una época durísima para Centroamérica, y para mi familia.
Pero estaban en el momento, conectados con una realidad, y más que fuera una época dura para ellos, era para todos, y ellos estaban muy conectados en eso”, recalca.
Princesas Rojas fue seleccionada por El Centro Costarricense de Producción Cinematográfica (Centro de Cine), para una nominación en la categoría de mejor película extranjera, en la 87° Edición de Los Premios Oscar de La Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood.
“Sólo postular Princesas Rojas no sirve de nada:
El Oscar no sólo es calidad, sino las relaciones públicas que haga un país”, ha declarado Laura Astorga, al diario La Nación de Costa Rica.
En su momento se le preguntó a la realizadora, a la hora de comercializar Princesas Rojas:
¿Cuál es el mercado más complicado?
Ella respondió
“El interno, porque no tiene reglas, son casos individuales, y vemos que las películas taquilleras, igual tienen las salas vacías, pero aun así, se mantienen en cartelera.
No hay un contrato que establezca, cuánto tiempo debe estar en cartelera.
Estrenar por cada cine, cuesta un promedio de $750 por sala.
El 70% de la entrada, aproximadamente, se reparte entre distribuir, y exhibidores; y el 30%, es para pagar esos $750.
Todo lo que se gane sobre esto, ya sean rebajas, más tiempo en cartelera, lo que sea, es siempre ganancia, pero nunca líquida.
Al menos no es mi caso”, sentenció.
Princesas Rojas fue filmada en locaciones de Sabanilla, San Pedro, Curridabat, La Uruca, Rohrmoser, Guadalupe en exteriores; y San Ramón de Tres Ríos en interiores; en San José de Costa Rica.
Princesas Rojas se ambienta a finales de los años 80, donde la lucha entre el gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua y La Contra, apoyada por Estados Unidos, alcanza su punto álgido.
El Ataque del Sapoá, que fue un bombardeo que hizo La Contra en el puesto fronterizo de migración en Nicaragua, fue el detonante de esta huida, en que destruyeron todo, y mataron a todo el mundo...
Allí, una familia costarricense, comprometida con los sandinistas, regresa a su país, continuando ahora sus labores desde Costa Rica.
La niña Claudia (Valeria Conejo), sufre ese drama político-familiar, junto a Antonia (Aura Dinarte), su hermana menor, en el empeño de su padre, Felipe (Fernando Bolaños), de defender a La Revolución Sandinista, que gobernó Nicaragua de 1979 a 1990, mientras crecían las molestias de la madre, Magda (Carol Sanabria)
Claudia, es una niña de 11 años, que siempre ha jugado a ser revolucionaria.
La niña fantasea con conformar un movimiento pionero secreto, en la conservadora Costa Rica.
Cuando su familia se muda de Nicaragua a Costa Rica, durante La Revolución Sandinista, la política resulta ser un juego, no del todo divertido.
Los pequeños, pero ambiciosos planes de Claudia, se ven interrumpidos cuando su madre desaparece, para más tarde reaparecer en Miami, revelando que les ha traicionado.
Por lo que Claudia y su hermana, se van a vivir donde sus primas, pues al padre le toca limpiar su nombre de la traición, aceptando una arriesgada misión.
Allí es emboscado, y no se sabe, si está vivo o muerto.
Y la madre regresa, para llevarse a las niñas, usando artilugios que antes servían a La Revolución; por lo que Claudia es obligada a dejar su misión, su escuela, y a su padre, que agoniza, junto con “El Sueño Revolucionario”; puesto que en Miami les espera el temido “Sueño Americano”
A pesar de ser político, Princesas Rojas es narrado desde la perspectiva de la niña Claudia; su comprensión ilimitada de los acontecimientos históricos, no es un impedimento para mostrar su frustración y dolor.
Princesas Rojas, también puede verse como el conflicto entre 2 mundos, tanto el generacional, torbellino adulto que arrastra a las niñas; y el otro es la escuela, con un ambiente de seguridad, certidumbre, y arte.
“Libia está al lado de Cuba”
Princesas Rojas toca desde la intimidad, los traumas de la época de las revueltas centroamericanas.
Astorga, educada en Costa Rica, Cuba, y Nicaragua, convirtió Princesas Rojas, en su expresión de joven cineasta, para exponer, con crudeza, la controversia familiar, social, e ideológica de Centroamérica, en el bélico decenio de 1980, con escasos momentos de felicidad, y en una peligrosa y agitada vida de niña inocente, enfrentada a una severa militancia revolucionaria paterna, que transcurrió entre La Habana, Managua, y San José; y a una traición política materna, que en un momento clave, emigró a Miami, al amparo del gobierno de Estados Unidos.
Señalar que Princesas Rojas tiene muchos elementos rusos, desde las canciones que canta Claudia, hasta “matrioskas” muñecas típicas; y broches de Lenin.
Cuenta Astorga:
“Son signos de anti colonización gringa que había en Nicaragua.
Yo nunca estuve ni en Rusia, ni en la URSS, para mí el ruso tiene una reminiscencia nicaragüense.
Aprendía ruso en la escuela, un ruso en un país tropical”, finaliza Astorga.
A manera de controversia, Cuba ha permitido la exhibición de Princesas Rojas, aunque con reservas.
La controversia, que pudo jugarle una mala pasada, reside en que Princesas Rojas revela, la intensa tarea de inteligencia y contrainteligencia, con falsificación de pasaportes, misiones clandestinas, e infiltración, desplegada en la década de 1980, por un agente cubano estacionado en la capital costarricense, para espiar las operaciones militares de La Contra Nicaragüense que, bajo el mando de Estados Unidos, y desde su base sur en Costa Rica, con la complicidad del gobierno del entonces presidente costarricense, Luis Alberto Monge Álvarez, combatió a la revolución sandinista.
Al respecto, la directora se defiende diciendo:
“Mi tema con Cuba es afectivo”, relata.
“Hay muchísimos códigos, y muchísimos chistes en Princesas Rojas, que Cuba y la gente de Cuba de cierta generación, lo va a entender mejor que muchos costarricenses, y entonces, habría sido una pena que un público cubano no disfrute de eso, porque son cosas que son muy románticas, acerca de la cultura socialista, que están muy desarrolladas en Cuba, o yo las aprendí en Cuba.
Entonces, realmente habría sido una pena, que ese lenguaje tan codificado, cubano, no pueda ser visto por público cubano”, describe.
Por su parte, La Fundación Arias, que ayudó en su momento a las negociaciones de Paz en Centroamérica, y que le valió a Oscar Arias Sánchez, y a otros, El Premio Nobel de La Paz, se unió al grupo de admiradores de Princesas Rojas.
“Por un esfuerzo realmente valiente, en mostrar las consecuencias del conflicto violento en los años 80s en Centroamérica, Princesas Rojas nos recuerda, la importancia de fortalecer la paz en nuestras sociedades, como actividad cotidiana”, señaló el comunicado.
Por su parte, la actual Vicepresidente de Costa Rica, Ana Helena Chacón Echeverría, dijo:
“Lo que Princesas Rojas muestra, es cómo toda la familia se involucra en la lucha revolucionaria.
Es muy difícil extraer a los niños, cuando los padres están en una lucha como ésa, en donde la mayoría de costarricenses, estábamos involucrados de una forma u otra.
Sin embargo, esa participación hace que se pierda la inocencia de la infancia, que se vivan momentos de violencia, como los que sufrió esta familia, donde la madre se ausentaba por vivir en la clandestinidad, produciendo pasaportes, y al tener que cambiarse continuamente de casa”
No cabe duda que Princesas Rojas está muy bien ambientada en la época que se concierne, realmente se muestra un trabajo muy detallista de utilería, sets, y vestuario.
En este sentido, veremos en pantalla, reminiscencias aproximadas de los años 60s en la arquitectura del país, unos años 70s en transporte, y los 80s en indumentaria y objetos.
No obstante, si la intención es mostrar una película ambientada en “X” tiempo, implica llamar la atención en los detalles, eso hace caer en fallos en el atrezzo, como un Mercedes-Benz 300E, que vino saliendo hasta entrados los años 90.
Resaltar por otro lado, el aspecto religioso, en una película de temática política socialista/atea:
En Princesas Rojas vemos una fauna religiosa variada:
Una niña atea, con esperanza; una niña evangélica, con una fe conciliadora; y una niña católica.
Curioso resulta este tema, porque no parece importarles el tema, puesto que comparten juntas, cantar juntas, tienen esperanzas juntas, y hasta elevan plegarias juntas, sin juzgarse, ni imponerse.
No se imponen los credos, ni las ideologías; la aceptación total, y el respeto absoluto a las diferencias, son un tesoro que hacen querer regresar a la niñez, ante la inocencia perdida de la adultez injustificada.
Sobre la narración, el dispositivo vinculante de Princesas Rojas, es más cercano al documental, sin embargo, los actores profesionales adultos, le dan contención en la interpretación.
Del reparto, todos costarricenses; sobresalen como era de esperar, Valeria Conejo, Aura Dinarte, y las demás niñas protagonistas, que son la verdadera magia del relato, todas naturales y carismáticas, donde el avance y el buen momento de la historia, viene precisamente de ellas.
Respecto al elenco adulto:
Fernando Bolaños que interpreta al padre, su trabajo en pantalla es poco, y no está bien trabajado, pero no es su culpa, pues la cámara le quiere, sino que es un problema del guión, pero también señalar que los adultos acá, no son el foco de atención, aparentemente, aunque debería, puesto son el detonante de las situaciones, sobre todo el personaje masculino, Felipe, pero no es un detalle achacable al actor, que cumple según el guión.
Con Carol Sanabria, que encarna a la madre, su trabajo es regular, sin embargo, no es tanto culpa suya, al igual que sucede con Bolaños, sino que el guión la “saca” de la historia a cada momento, y muy pronto en las escenas clave que dejan en interrogantes al espectador; y cuando el guión la trae de regreso, afecta al ritmo, y descoloca a quien quiera seguir la trama coherentemente.
Por ejemplo, todo lo referente a María Marta López, sobra totalmente, con un recorte editorial, no se hubiera extrañado.
Vamos, si se va a hablar de “Princesas Rojas” en alusión a las Romanov, al menos hubiera tocado más el tema político.
Y es que el más grande problema, puede tener su raíz en el trabajo de edición, el cual fue hecho por tres personas, lo cual genera interrogantes...
Primeramente, hubo 12 versiones del guión, en un periodo  de 7 años, en que la escritora y directora lo armó.
Según cuenta Astorga:
“Esas 3 ediciones, corrieron a cargo de Ariel Escalante, que fue el primero, con él hicimos una revisión de Princesas Rojas para generar un guión que diera un primer corte.
Los siguientes fueron César Custodio en Argentina, y luego él no pudo venir a continuar el trabajo, pero nos mandó a un asistente, que resultó muy bien, una mirada muy fresca, Daniel Princk.
La suya, fue la última versión” aseguró finalmente.
Ese detalle, sin embargo, produjo un guión, bajo mi prisma, algo inconexo, que no funcionó en pantalla, pues no termina de amarrar bien a los personajes durante el desarrollo de la trama, sobre todo al final.
La historia, que parecía interesante, el director no la pudo mantener, pues se le notan las costuras, de manera desordenada en estructura, desorganizada temáticamente, y llega a aburrir por los constantes entradas y salidas injustificadas de los personajes, que obligan mucho a la atención del espectador y a conocer bien el marco histórico en que se desarrolla.
Siento que Princesas Rojas no va en la dirección fácil de entender, o interesante por la temática, pues el suspenso está más en el parlamento, que en el ambiente, y eso debilita la trama.
No puede ser que la repetición incansable de la palabra “chiquitas” en boca de Felipe, el padre de las niñas, llegue a causar salpullido, y empaña sus escasas intromisiones, que pudieron ser interesantes, y los pocos diálogos, ya carentes de intensidad empática por motivo del mismo guión.
Lástima, que a ese final, se le haya agregado un epílogo, que ya está fuera de lugar, con imágenes del conflicto bélico…
Es que está mal colocado, puesto que llega el final, y nadie se queda esperando a que te rematen con imágenes que pudieron ayudar si hubieran sido colocadas al principio, ayudando a entender el marco histórico en que se desarrolla, ayudando de esta manera, al espectador menos entendido del conflicto.
Al respecto, la directora dijo:
“Yo no tengo muchas de las respuestas, y no quise hacer una película histórica, porque es muy costoso”
Astorga dijo, que pretendió aportar sus “experiencia” y sus “recuerdos”
En su momento, se le preguntó, de poder rehacer Princesas Rojas:
¿Qué le cambiaría?
A lo que contestó:
“En una nueva película, dedicaría más tiempo a los actores adultos, el hecho de que no sean todos de una sola escuela, o línea de actuación, hace que se requiera dedicarles mucho más tiempo, para nivelar esos estilos.
También, buscaría esos 10 días que nos faltaron, para lograr una fotografía más conmovedora”, finalizó.
“No, por otro país”
En torno a la selección que hizo El Centro Costarricense de Producción Cinematográfica (Centro de Cine), para que Princesas Rojas optara a una nominación en la categoría de mejor película extranjera, en la 87° Edición de Los Premios Oscar de La Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood; La Ministra de Cultura y Juventud de Costa Rica, Elizabeth Fonseca Corrales dijo:
“Para El Ministerio de Cultura, es de fundamental importancia, darle el impulso que el cine y las artes audiovisuales necesitan.
No solamente porque queremos cine con contenido nacional, que nos refleje en nuestros problemas, en nuestra identidad, sino que también, mostrarnos al mundo como somos, mostrar los problemas que hemos vivido en El Istmo Centroamericano…
En el programa de gobierno, está indicado como meta, dar un impulso muy importante, para que el país cuente con una Ley de Cine.
Y el hecho de que Princesas Rojas, nos esté representando como candidata, ayudará a la industria cinematográfica nacional, que es incipiente, pero que desde el año 2000, se ha impulsado mucho”, dijo la funcionaria.
“La sociedad que no está consciente de su pasado, no sabe de dónde viene, ni hacia dónde va.
Y eso es realmente muy peligroso.
La gente a veces piensa, que la democracia está hecha, pero la democracia hay que construirla todos los días.
Es como una planta que hay que regar, con amor diariamente, para que esté bien y florezca” finalizó.
En lo personal, y respecto al tema Oscar, confieso que no he visto “Del Amor y Otros Demonios” (2010); pero si puedo asegurar que Princesas Rojas es superior a “Caribe” (2004), pero “El Regreso” (2011), sigue siendo la mejor película costarricense, hasta el momento.

“Un cielo azul y un redondel
es el dibujo de un niño
y en una esquina del papel
escribe el niño después:
Quiero que haya sol siempre
que también haya cielo
que mamá siempre viva
que también viva yo.
Tú sabes bien, amigo fiel
que paz el mundo desea
y en toda edad el corazón
canta la misma canción”



Comentarios

Entradas populares