Sideways

“In search of wine.
In search of women.
In search of themselves”

Así como los “hipsters” con su rebeldía y desenfado, son el movimiento cultural del momento; en el ámbito gourmet, también existen subculturas, con códigos propios.
Son conocidos como “foodies”, y a pesar que muchos los confunden como una rama “naif” entre los sibaritas, lo cierto es que son una comunidad que se destaca por escaparle al “mainstream”, y disfrutar de propuestas alternativas, innovadoras, y poco populares.
Entre sus intereses se incluyen los restaurantes de culto, los chef más audaces y transgresores, y todo lo referente a bebidas.
Con los vinos y la coctelería en la cresta de la ola, el movimiento “foodie” comenzó a generar ciertos desprendimientos entre sus militantes, y a los entusiastas del vino, terminaron por llamarlos “winelovers”, amantes del vino, en inglés.
Y es que los hay muy variados, desde aquel que solo habla de vinos; pasando por  los enólogos; hasta los coleccionistas.
“Why are you so in to Pinot?”
Sideways es una comedia de 2004, dirigida por Alexander Payne.
Protagonizada por Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen, Sandra Oh, Marylouise Burke, Jessica Hecht, Missy Doty, M.C. Gainey, Shaun Duke, Robert Covarrubias, Patrick Gallagher, Shake Tukhmanyan, entre otros.
El guión es de Alexander Payne y Jim Taylor, quienes adaptan la novela homónima de Rex Pickett, que cuenta la historia de 2 tipos cuarentones, de personalidades opuestas, quienes hacen un viaje de una semana, al pueblo de viñedos de Santa Bárbara, en EEUU.
Sideways obtuvo 5 nominaciones al Premio Oscar:
Mejor película, director, actor de reparto (Thomas Haden Church), y actriz de reparto (Virginia Madsen); siendo ganadora al Mejor Guión Adaptado.
Es un crimen, que tanto Madsen como Church, hayan recibido nominaciones al Oscar por sus actuaciones, y Paul Giamatti, quien se carga la película él solo, haya sido ignorado...
Sin embargo, Sideways es la primera película, que gana el premio al Mejor Guión, en las 5 principales asociaciones de críticos de Estados Unidos:
National Society of Film Crtitics, Los Globos de Oro, Independent Spirit, los Premios del Sindicato de Guionistas, y los Premios de La Academia.
Sideways fue la película “independiente” revelación del año 2005, nada extraño si nos percatamos de que, detrás del proyecto, se encuentra Fox Searchlight.
Esta filial de 20Th Century Fox, es la productora/distribuidora responsable de casi todos los últimos éxitos de ese sector de la industria del cine, que se estrena, real o pretendidamente, bajo la etiqueta de “indie”
Su director, Alexander Payne, es un interesante director de corte independiente, que tiene en su haber, películas con calidad dramática, y pocos efectos especiales.
Un creativo enfocado principalmente, en contar historias cercanas al espectador, que reflejan la condición humana, en su faceta más realista y cotidiana.
Y Sideways es en suma, la demostración de que el cine basado en los personajes, sin grandes despliegues técnicos, pero con absoluta dedicación a la historia, da a luz un cine que se acerca a la realidad, y por ende, a nuestras propias vivencias.
El título “Sideways” alude al carácter de los protagonistas, su fracaso profesional y personal, su deriva amorosa, el andar tocados del ala, al garete.
Sideways, que va discurriendo entre el tono de la comedia y el del drama intimista, tiene como escenario privilegiado, las regiones vitivinícolas, en el californiano condado de San Luis Obispo, a medio camino entre Los Angeles y San Francisco.
Miles Raymond (Paul Giamatti), es un divorciado deprimido, aspirante a escritor, y apasionado del vino; que propone a su viejo amigo, Jack Lopate (Thomas Haden Church), un actor fracasado que está a punto de casarse; hacer un viaje para visitar viñedos, y probar vinos antes de su boda.
Ellos forman una extraña pareja:
Jack es un seductor; Miles, un pesimista.
Jack pretende saborear sus últimos días de libertad, Miles sólo aspira a paladear un vino perfecto.
Jack se conforma con un Merlot barato, Miles se muere por el perfecto Pinot.
De hecho, lo único que tienen en común, son sus ambiciones fallidas, y la pérdida de la juventud:
Jack se enamora como un chiquillo de una experta catadora de vinos, y amenaza con cancelar su boda.
También, Miles tendrá su cita romántica…
Ambos se tambalean, peligrosa y cómicamente, en la crisis de la mediana edad.
Y lo cierto es que salen reflejados los 2 grandes miedos del hombre adulto:
Por un lado, el miedo al compromiso, a la pérdida de libertad; y por otro lado, el miedo al fracaso, al rechazo, y la soledad.
Miles necesita de Jack, para no perder el contacto con el mundo exterior, si no fuera por Jack, es seguro que ya se hubiese suicidado.
Mientras que Jack necesita de alguien con quien pode desahogarse, y con quien poder estar a gusto, con quien compartir sus aventuras, y a pesar de tener amigos seguramente más divertidos que Miles, él sabe que solo en él puede confiar.
En el camino, tropezarán con 2 mujeres:
Una mesera llamada Maya (Virginia Madsen), que se sentirá atraída por el introvertido Miles; y Stephanie (Sandra Oh), que iniciará un tórrido romance con Jack, ignorando que está comprometido.
El personaje central, interpretado magistralmente por Paul Giamatti, es el corazón de Sideways:
Este dulce y atormentado ser, que encuentra placer solo en la catación de vinos, tema en el cual es un experto, logra tocarnos la fibra más profunda con sus inseguridades, y su fragilidad emocional.
Aquí no hay una historia de amor idealizada, ni triunfadores que superan sus fobias personales, e irrumpen en bodas con un discurso que les haga llevarse a la chica…
Tenemos sin embargo, a un perdedor que acude a la boda de su amigo, y luego se marcha a casa, sin esperar nada del mundo exterior; que se bebe su preciada botella de vino, gran reserva, en un establecimiento de comida rápida.
Es, a fin de cuentas, un tipo con el que identificarse.
“No, I, I like to think about the life of wine”
Considerado por muchos como un director de culto, Alexander Payne ha logrado en Sideways, un film sólido, que sin grandes despliegues de celebridades de renombre, logra excelentes actuaciones de sus protagonistas, actores casi siempre relegados a roles secundarios, que demuestran su pasta, en base a un excelente guión, que tiene la virtud de ofrecer la poesía de la vida, entre diálogos que expresan con precisión, las vicisitudes y pensamientos de seres comunes y corrientes.
Sideways conduce a la construcción de un cine mucho más intimista, psicológico, humano, centrado en pocos personajes, y esencialmente emocional, aunque esta emoción parta del desarrollo de situaciones y problemáticas de extrema dureza, que nos induzca al rechazo, en este punto, existiría una escisión entre los que potencian un discurso amable, y los que aprovechan para verter toda su bilis satírica y cruel.
A Payne le interesan 2 cosas muy sencillas, a la hora de abordar un conflicto argumental:
Dibuja unos personajes, y plantea su evolución coherente, a lo largo de una serie de acontecimientos, dispuestos en el tejido narrativo, a modo de diferentes obstáculos, que van cruzándose en su camino, y que deben ir resolviendo.
Para ello, emplea una estructura a modo de diario viajero, señalando los días que transcurren, desde el momento en que 2 amigos deciden emprender un viaje, a modo de despedida de soltero, por la región vinícola de California, antes de que uno de ellos asuma la difícil decisión de contraer matrimonio; un viaje de ruta aventurera, cargado de peripecias, que nos irá abriendo en toda su profunda dimensión, el alma de los personajes, hasta que los lleguemos a conocer de tal manera, que seamos capaces incluso, de intuir sus movimientos y reacciones en el tramo final.
Lo mejor del guión, es que cada personaje está perfectamente definido, aún con ciertas ambigüedades:
Miles es un tipo neurótico e inseguro, con todo excepto su vino, y eso quizás le haya traído un ligero problema de bebida, acentuado por el hecho que no ha olvidado a su esposa.
Jack, sinceramente se preocupa por Miles, pero está guiado por el hombrecito que vive en su pene.
Maya es culta, clara en la vida, pero está mortalmente asustada, que la vuelvan a lastimar.
Y Stephanie, es una chica fuerte y apasionada de la vida, que está decidida a siempre enredarse con el tipo equivocado.
A partir de ellos, Payne razona en torno a las relaciones humanas, y elabora una pudorosa y sutil metáfora, acerca de la percepción del dolor y el fracaso existencial; una visión de la desesperanza, que crece en la vida herida por la inutilidad, la falta de horizonte, el derrumbe de las ilusiones, y la melancolía.
Pero también habla de la mentira:
Miles se excusa telefónicamente, encubriéndose tras ella, por llegar tarde a una cita.
Si para Miles, la mentira tiene una utilidad limitada o funcional, para mantener el tipo en lo social, a pesar de que se las dispensa a su propia madre, a la que además sisa, en el caso de su amigo Jack, es orgánico, fisiológico.
Jack es un verdadero profesional de la mentira, no olvidemos que es actor, si bien en horas bajas; con lo que su vida es pura farsa, resulta imposible saber, hasta qué punto, su discurso y la expresión de sus sentimientos, sobre todo cuando tiene público, y más cuando éste es femenino; son sinceros, o pura impostura.
Por tanto, a través de Jack, la mentira se hace carne de forma cuasi-perfecta.
Tal es así que, aunque se va a casar en menos de una semana, concibe el viaje vinícola, en realidad, como fachada para encubrir la última posibilidad de disfrutar de algún escarceo sexual, antes del matrimonio.
En consecuencia y, con el fin de alcanzar su objetivo, Jack se encargará de ocultar, y hacer ocultar este dato significativo.
Los personajes masculinos, no sólo están contrapuestos entre sí:
Miles es pequeño, feo, inseguro, y raro; y Jack es alto, atractivo, seguro, y desenvuelto; sino que también, se mienten entre sí, aunque sin consecuencias, tal vez porque en lo masculino, “la mentira se dé por hecho”, y esté institucionalizada.
A lo largo de Sideways, observamos, cómo la mentira se convierte en un muro, un obstáculo que separa a los seres humanos, y les impide establecer, sobre todo entre géneros, relaciones verdaderas, deviniendo únicamente, en puros simulacros.
Miles sólo habla sinceramente, cuando lo hace sobre el vino.
Resulta curioso, como la falsedad, la excusa, o la coartada, se construye hasta un punto de perfección técnica que exige, en pro de su verosimilitud, acomodar a ella la propia realidad, llevándola hasta sus últimas consecuencias; incluso, realizando sacrificios personales o materiales, como ocurre con el falso accidente del coche de Miles.
La antítesis de la mentira, en torno a la cual la pareja protagonista organiza su vida, está representada, si bien con un carácter secundario y subordinado, también intolerablemente reduccionista, y unívoco o paternalista; por los personajes femeninos, Maya y Stephanie, incluidos aquellos con menos peso, como la madre de Miles, su ex mujer, y Christine.
Por regla general, no olvidemos que Maya luce un falso anillo de casada, mientras trabaja; todas ellas establecen relaciones francas, directas, y sinceras; por ejemplo:
Stephanie reconoce la poca calidad del Cabernet franc, elaborado por la bodega en la que trabaja; en la primera cita, les invita a su casa, y no esconde que tiene una hija.
La ex mujer de Miles, la causa de su depresión, le confiesa en cuanto se ven, que está embarazada de su nuevo marido; incluso, la camarera que se ha acostado con Jack, le confiesa a su pareja esta circunstancia.
Tal es su compromiso con la palabra, que Stephanie, cuando se entera de que Jack se va a casar, Maya no le oculta este dato, a pesar del dolor que pueda causarle; le confronta con un “me dijiste que me querías”, mientras le golpea con un casco salvajemente, la escena tiene un aire cómico que, irónicamente, sería imposible si quiera, imaginar a la inversa.
Así pues, la institución de la falsedad, como instrumento social de uso común, lo impregna todo, desde el estado, los gobernantes, y la práctica pública, hasta los medios de comunicación, y la práctica privada, como una telaraña, o un cáncer crónico, tolerado, e imposible de curar.
En la sociedad actual, parece que los grandes discursos, las grandes ideas, ya no tienen cabida, carecen de atractivo alguno; así, en cierta escena, se escucha de fondo, una poderosa secuencia de “The Grapes Of Wrath” (1940), y la única reacción que genera en los protagonistas, es la indiferencia, y ganas de comer.
Significativamente, en otro momento, la televisión muestra imágenes de un documental, dónde aparece Hitler, paradigma histórico del mal, la mentira, y la manipulación de la palabra; y en otro, aparecen 2 de los más grandes y nefastos embusteros de la historia reciente:
George W. Bush y Donald Rumsfeld.
Sin embargo, en una solución pesimista y posmoderna, coherente con esa telaraña insoslayable, Sideways no condena la mentira pues, a pesar de todo, Jack, que en el fondo no deja de ser un personaje simpático, hijo de los tiempos, y esclavo de sus instintos; continúa viviendo en ella, su vida sin sobresaltos.
La única salida es, un cambio individual, como el de Miles, si bien resulta previsible y elemental, al fin y al cabo, sigue siendo un hombre de la palabra, casi un “pre moderno”, para los cánones estadounidenses, como profesor de literatura, escritor, cita a Bukowski, no tiene celular, y conduce un coche europeo; y excesivamente simplista, pues está provocado por factores exógenos, por un tercero, nada menos que por el amor; perenne “Deus ex machina” humano, pero no por ello, menos poderoso o auténtico.
Sideways adquiere el tono de una comedia ligera, en una sabia mezcla de humor, patetismo, y excentricidad.
En los resquicios de la narración, se cuela de forma imperceptible, un pozo de tristeza y melancolía, que congela la sonrisa, para convertirla en una mueca dolorosa.
Parece como si Payne, realizando una comparación con la cultura vinícola, a la que está rindiendo homenaje, sometiera a sus personajes, a distintos estadios de graduación; por eso encontramos momentos incómodos, junto a otros cotidianos o íntimos, momentos evocadores o reflexivos, junto a otros de lo más prosaico... por eso va construyendo un relato en apariencia intrascendente, como salido de la nada, a partir de detalles simples, livianos, anecdóticos, como si fuera una carrera de obstáculos, como en la vida, como en el vino, algunos de texturas más elaboradas, otros más agradecidos para el paladar, más fáciles de sortear, o definitivamente complicados, y por tanto amargos.
El tema del vino, merece un párrafo aparte:
A través de ricas metáforas, la catación de cada vino, y la descripción que hacen los personajes, de lo que sienten al probarlo, expresan significados profundos de la vida, estados de ánimo, actitudes ante cada día.
Cuando los protagonistas hablan del vino, podían estar haciéndolo de cualquier otro asunto, porque de lo que en el fondo hablan, es del paso del tiempo, de sus heridas, de la vida, de sus subidas y bajadas, y de la necesidad apremiante de encontrar un lugar en el mundo, para no sentir que nada ha merecido la pena.
Los comentarios sobre las uvas, que no sobre las bodegas, caen sin compasión, como mazos durante el metraje:
El pinot noir, es “la mejor uva del mundo”; el merlot, un desastre “si alguien pide merlot, me marcho”; el cabernet franc, lo peor; y la shyraz “muy satisfactoria, se disfruta mejor de ella con comida, amigos, y condones extra”
Me llama la atención, la valoración de la uva por sí misma, independientemente de su terruño, o de su tratamiento.
Curioso también, que la botella estrella de Sideways, sea el Cheval Blanc del 61, que Miles guarda como “oro en paño”, ya que lleva 42% Merlot, 58% Cabernet Franc...
Cuando Miles dice que guarda ese Cheval Blanc para una ocasión especial, Maya le dedica la siguiente frase al vino:
“El día que abres un Cheval Blanc del 61, ésa es la ocasión especial”
También me gustó mucho, la escena en que Maya describe muy delicadamente, el porqué de su amor por los vinos, que entiende casi, como si fueran seres vivos, y su paralelismo con, cómo le gustaría hacerse mayor, y cómo le influye la gente, de la misma manera que la lluvia influye en las uvas; quizá por eso, el director elige un vino del 61, un vino de 43 años a la fecha de estreno de Sideways, que según los protagonistas, está en su mejor momento para beber.
Finalmente, se toman la botella con una hamburguesa de pinta repugnante, y en vasos de plástico...
Triste muerte para ese vino.
Mucho se ha escrito sobre Sideways, y el significado de la botella de Cheval Blanc:
Miles, está todo el metraje criticando el Merlot, pues él lo asocia con su anterior esposa.
Por eso, cuando se da cuenta que la historia con su anterior esposa, finalmente ha terminado, decide bebérsela de la forma más degradante posible, en un McDonald’s, y con un vaso de poliuretano…
Y es ahí cuando vuelve a buscar a Maya, que en su mitología, está representada por el Pinot Noir.
No obstante, Sideways está sobrevalorado, con un asunto y un tono muy proclive al fácil aplauso, por la posible identificación, la fabulación gratuita con asuntos germinados en películas independientes, o la mímesis valorativa, sin criterio personal.
Si no se conecta con los avatares y personalidades de los personajes, Sideways puede llegar a convertirse en una insipidez, no exenta de clichés, y con baratas y falsas ínfulas pseudo intelectuales, ya que en realidad, remeda asuntos y personajes, eso sí, con distinta gradación y sutileza, sobre peripecias de comedias adolescentes, con personajes frustrados, haciendo añorar “buddy comedies” de mejor valía, con el protagonismo, en contraste de personajes maduros y deslucidos, desde un punto de vista humorístico.
Como dato, todos los lugares que aparecen en Sideways, existen en la realidad, y esto es lo que más llama la atención.
Los viñedos, se encuentran a unos 50 kilómetros hacia el interior de la ciudad costera de Santa Bárbara, en EEUU; en el valle de Santa Ynez, rodeado por pueblecitos pintorescos como Los Olivos y Solvang, de ambiente relajado, y con un puñado de edificios históricos, o pequeñas ciudades, típicamente estadounidenses, como Buellton o Lompoc.
Para Sideways, el mismo Alexander Payne, escogió la lista de vinos.
Durante una escena, Paul Giamatti habla con gran pasión del vino Pinot Noir; en otra anterior, desprecia el Merlot.
Después del estreno de Sideways, las ventas de Pinot Noir, subieron 20% en Estados Unidos y Gran Bretaña para Navidad, mientras que las de Merlot, bajaron un poco.
Como se citó, irónicamente, el premio de la colección de Miles, un Château Cheval Blanc de 1961, es una mezcla de Merlot y Cabernet Franc, otra uva que a Miles no le gusta.
Sandra Oh, la esposa entonces, del director, aprendió a montar moto para Sideways.
Y si algo les puede quedar de Sideways, es un deseo por conocer la cultura vinícola.
Por último, la banda sonora original, fue compuesta y producida por Rolfe Kent.
En momentos, la música simplemente reacciona, logrando así, anticiparse y crear el ambiente perfecto, preparándonos para las grandes revelaciones, que acontecen una tras otra, durante toda la historia.
“The Day After Yesterday”
Con más de 120 bodegas abiertas al público, Napa Valley convoca viajeros todo el año; con restaurantes de alta gama, paseos entre viñedos, y circuitos culturales.
Una de las mayores ventajas del Valle de Napa, es la proximidad con San Francisco, a sólo 90 km.
Es por eso que hay varias opciones para llegar desde la bella ciudad de los tranvías y Alcatraz, entre las que se destacan, el ferry que navega durante una hora hasta Vallejo, a 32 km de Yountville; y el pintoresco tren “Napa Valley Wine Train”, un restaurante en movimiento, dentro de un tren antiguo.
En Napa Valley, en general, el ritual se centra en torno a una degustación contemplativa del entorno, y la compra de botellas, libros, y “merchandising” variado, con recorridos opcionales por los viñedos y cavas, con explicaciones.
Una característica particular del destino, es que pase lo que pase, siempre nos sorprenderá con una copa en la mano.
No importa la hora, ni la situación:
Desde los tratamientos de “spa” y las bicicletas, hasta los conciertos de música clásica y las galerías de arte, aquí todo se disfruta con un chardonnay, o un cabernet sauvignon.
En la actualidad, unas 8 millones de personas, visitan cada año Napa Valley, concentrando unas 400 etiquetas de vino, y más de 120 bodegas abiertas al público, además de los numerosos y refinados establecimientos gastronómicos.
Como dato, Yountville ostenta un récord en la gastronomía, al contar con la mayor concentración de estrellas de La Guía Michellin Éditions du Voyage per cápita del planeta:
Con 3 estrellas, indican una cocina excepcional que justifica de por sí, el viaje.
Con 2 estrellas, señalan calidad de primera clase en su tipo de cocina.
Y con 1 estrella, designa un restaurante muy bueno en su categoría.
Así, en Yountville hay 3 para The French Laundry, y 1 para Bouchon, Redd y Domaine Chandon, respectivamente.
Pero también, se destacan Bottega Ristorante, Bistro Jeanty, y Hurley's, que cuentan con las mejores críticas de los expertos.
Tener 1 o más estrellas de La Guía Michellin, supone que un restaurante no sólo es uno de los mejores de su país, sino que también, es uno de los mejores en el mundo.
En la actualidad cerca de 2,000 restaurantes de todos los países que cubre la guía, tienen estrellas, lo que supone que hay un nivel muy competitivo en el mundo de la gastronomía.
Para finalizar, le dejo el pensamiento de Maya, que resume muy bien la intención de Sideways:
“Me gusta pensar en la vida del vino.
En cómo es una cosa viva.
Me gusta pensar, en lo qué estaba pasando durante el año que crecieron las uvas, en cómo brillaba el sol, si llovió…
Me gusta pensar, en toda la gente que atendió, y cosechó las uvas, y si es un vino viejo, en cuántas de esas personas deben estar muertas ahora.
Me gusta cómo el vino continúa evolucionando.
Si abro una botella de vino hoy, sabe diferente que si la abriera cualquier otro día, porque una botella de vino, está de hecho viva, y está evolucionando constantemente, y adquiriendo complejidad, hasta que llega a su mejor punto, y luego empieza su continuo e inevitable deterioro”
Como la vida misma.

“Tastes pretty good to me”



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