Mommy

“C’est ce que nous sommes au mieux, mon pote”
(En eso somos los mejores, amigo)

Las clases de ética en el colegio, habrán enseñado a más de uno, que el último resquicio de la voluntad, de la libertad de nuestros cuerpos, es poder decir no.
Decirlo cuando no baste el amor por terrible que éste sea, cuando ello signifique cargarse al presente, imaginando que el futuro será mejor.
Nadie nos previene contra ello, contra el delirio de pensar, que lo peor ha pasado.
¿Acaso merece una madre nuestro amor y apoyo incondicional, sólo por habernos dado la vida?
Va a ser que no...
“Vous avez été de retour 24 heures et cet endroit est un taudis!”
(¡Han sido solo 24 horas, y este lugar es un tugurio!)
Mommy es un drama canadiense, del año 2014, escrito y dirigido por Xavier Dolan.
Protagonizado por Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzanne Clément, Alexandre Goyette, Patrick Huard, entre otros.
Mommy fue seleccionada para La Palme d’Or, en la sección principal de competición en El Festival Internacional de Cine de Cannes de 2014, en donde ganó El Premio del Jurado.
Un genio canadiense del cine actual, con 25 años, ha dirigido, interpretado, escrito, seleccionado música y vestuario, de 5 maravillosas películas.
Entre ellas, esta inesperada y brillante joya, Mommy, una de las películas más importantes del año.
Xavier Dolan, no es el presente del cine, es sencillamente, su futuro.
Su ópera prima la realizó con tan solo 19 años, y guionizada desde los 16…
Al fin y al cabo, este “enfant terrible” del cine canadiense, no se cansa de batir récord.
A sus 25 años, acumula un currículo impresionante:
Con 5 películas, 4 de ellas, estrenadas en Cannes, y 1 en Venecia.
Mommy habla de victorias, al fin y al cabo, está llena la vida de Dolan, así como su filmografía.
La receta del cineasta, queda perfectamente clara en esta frase:
“No le veo el sentido a rodar películas sobre perdedores.
Tengo animadversión hacia todo documento artístico, que retrate un ser humano, a través de sus fracasos.
Quería hacer un filme sobre ganadores, por mucho que al final caigan”
El director quebequés, decide plantear en el fondo del relato algunas cuestiones:
¿Qué sucede en la sociedad con los diferentes?
¿Cómo gestionarán las instituciones gubernamentales, las anomalías del sistema?
¿Por qué debemos seguir creyendo en la naturaleza del ser humano?
Así, tan pretencioso en las preguntas, como acertado en las respuestas, Mommy nos muestra la vida, en toda su imperfección, y en sus contradicciones, para convertirse en una de las elegías más bellas, que hayamos visto sobre las personas.
Así pues, en una Canadá ficticia, se aprueba una ley que permite que los padres angustiados, abandonen a sus hijos enfermos en el hospital...
Diane “Die” Després (Anne Dorval) es una madre viuda, que se siente abrumada por la dificultad de criar a su hijo problemático, a veces violento, llamado Steve (Antoine-Olivier Pilon), que padece Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)
Así, madre e hijo, se esfuerzan para encajar, y llevar su obligada convivencia, lo mejor posible.
Pero las cosas no van demasiado bien, y la madre comienza a sentirse derrotada, casi a punto de rendirse; pues va a retirar a su hijo de un internado para jóvenes con problemas.
Lo han expulsado, porque junto a otros chicos del lugar, incendió una cafetería, y tuvo como consecuencia, que un niño se quemara gravemente.
Steve tiene unos 15 años, es hiperactivo y, de cada 10 palabras que dice, 9 son groserías…
Llevan tiempo sin vivir juntos, y adaptarse no es sencillo, porque él tiene crisis de agresividad, cuando algo provoca que se descontrole, no puede parar e, inclusive, en una ocasión, intenta asfixiar a su madre…
De antemano, ya sabemos que Diane es un personaje excéntrico, y poco centrado, una fantasía de madre moderna desfasada, que vive en un mundo poco real.
Del otro lado, Steve es desordenado, alocado, y desinhibido, que saca lo mejor y lo peor de ella.
Un dúo cómico-dramático, con los que Dolan juega, de nuevo, a hacer un retrato, creemos, casi autobiográfico.
Luego, la madre comienza a recibir asistencia y apoyo de su nueva vecina misteriosa, Kyla (Suzanne Clément)
La relación con esta generosa mujer, se hace cada vez más estrecha, y surgen preguntas sobre el misterio de su vida.
La recién llegada, se integra en la vida de ambos, madre e hijo, y se convierte en el apoyo que la primera necesita urgentemente.
Juntos, encontrarán un nuevo equilibrio, y recobrarán la esperanza.
Mommy, habla obviamente, de la responsabilidad de los padres con sus hijos, y al mismo tiempo, de problemas que no tienen solución, que superan a cualquiera.
Mommy habla de víctimas y de culpables, aunque también intercambia esos papeles, según avanza la historia.
Pero en mi opinión, lo más triste es constatar, que personas que han sido muy importantes en nuestras vidas, pueden dejar de serlo.
Que la vida sigue, y solo es cuestión de tiempo dejar atrás incluso, a nuestros seres más queridos.
Mommy es una película sencilla en su producción, pero compleja en su realización.
Dura en el planteamiento, pero sin excesos ni ventajismos, con unos diálogos jugosos en boca, de unos personajes muy bien trabajados y definidos, al servicio de una historia que, probablemente, se quedará ronroneando en la cabeza durante bastante tiempo.
“Je ai eu envie de pisser alors je ai attaché un nœud dans ma bite!”
(¡Tuve que mear, así que me hice un nudo en mi pene!)
La 5ª película de Xavier Dolan, es también “El Epidosio V” de esa saga que lleva por título:
“La Potencia sin Control...”
Meteórica, irreverente, autoconsciente, iconoclasta, barroca, inteligente, e insultantemente madura, podrían ser algunos adjetivos atribuidos a su filmografía.
Sus historias, hablan de conflictos familiares, de identidad, o sociales, pero siempre acompañadas de una reconocible autoría visual.
La pantalla en todas sus películas, se convierte en una explosión de colores y sonidos, que dialogan en lírica armonía, con el texto narrativo.
Esta historia de amor filial, y amistad, está llamada a convertirse en un clásico sobre un tema, que ha dado tanto juego a los psiquiatras, como a los cineastas:
La madre.
El lazo que se da entre esta familia y su vecina, y lo feliz que son estando juntos, a pesar de todo lo malo que les ha sucedido en el pasado, es el corazón de Mommy.
El guión, del mismo Xavier Dolan, no deja de ser una recopilación, y reescritura de las experiencias que pudo tener el director, o que pudieron tener conocidos suyos, o que todos, en mayor o menor medida tenemos, o hemos tenido en algunos momentos de nuestras vidas.
Muchos espectadores, entre los que me incluyo, nos sentimos reconocidos ante lo que vemos en Mommy, debido a que también lo hemos vivido, ciertos aspectos o momentos de la historia, se entiende, aunque no toda la historia en su conjunto...
Concienzudamente provocador, Dolan parece acomodarse en un género que maneja con la maestría de grandes veteranos.
El lenguaje de este subyugante análisis, a una educación cuestionada, a un sistema social desquiciante, a imposiciones afectivas, y también a la figura femenina dentro de una familia monoparental, es puro magnetismo, a pesar de encontrarnos ante un relato con una gran carga emocional, y a ratos asfixiante.
Mommy transita con pasmosa solvencia, del nudo en la garganta, hasta la sonrisa más férrea.
Una montaña rusa que conduce al espectador, a un estado constante de sentimientos de a flor de piel.
Una de esas contadas ocasiones, en las que los títulos de crédito, no cierran una película.
Y Dolan pone un especial cuidado en cada detalle, al ir creando nuevas historias dentro de los eventos sucedidos en Mommy.
Como por ejemplo, al inicio cuando Die choca su auto, y es interceptada por una llamada del centro correccional donde está su hijo, el choque se vuelve un preludio del sismo que está a punto de ocurrir en la vida del personaje...
También, es relevante la idea del director, por filmar en un formato reducido, muy parecido al de un celular, puede ser que la iniciativa sea un juego de dimensiones, representando esa nueva forma que tenemos de capturar la realidad, por medio de ese dispositivo, o también pudiera reflejar, cómo la realidad es corta, donde todo se ve pequeño, y sin esperanza, interesante es como el tamaño cambia, cuando los personajes se separan de la realidad, es entonces cuando el cuadro se transforma, y tal vez, la vida es diferente.
Al principio pensé, que era una mala idea utilizar una pantalla con formato 1:1,  de pantalla cuadrada, pero luego me di cuenta, que era el pretexto para que Steve pudiera ampliar la pantalla, mientras andaba en “longboard” y mostrarnos también a su madre y su amiga, que iban en bicicleta a sus costados, al ritmo de “Wonderwall” de Oasis.
Como si de un vídeo grabado con un teléfono móvil se tratara, Mommy nos obliga a convivir con un tipo de aspecto enfermizo que es, ya de por sí, uno de los grandes hallazgos de la propuesta.
Negro absoluto a ambos lados de la pantalla, y justo en el centro, una suerte de monolito, en el que va a darse toda la acción.
El recuadro que nos obliga a mirar dentro de la pantalla de cine, ahoga a los personajes, y también a nosotros, los espectadores.
La claustrofobia emocional que consigue, desemboca en un final que, por esperado, no resulta menos intenso.
Mommy fue rodada en 35 mm con una pantalla cuadrada, para demostrarlo; el director comenta:
“Lo decidí desde el principio.
Es cierto que por un lado es restrictivo, y te priva de muchas opciones, pero me servía para centrar el foco del público sobre los personajes”
El trío de actores protagonistas, cuyas interpretaciones resultan lo mejor:
Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, y Suzanne Clément, son capaces de sostener todo el peso de la historia por sí mismos, captando la atención, y el interés del espectador, cada vez que interactúan entre ellos.
Si Mommy no hubiese contado con un trío de actores protagonistas como estos, el resultado hubiese decaído enormemente.
Dice Dolan, que no le interesan personajes débiles, sino aquellos que en su intento por salir adelante, fracasan.
Y así acudimos, en el que quizá sea hasta el momento, su mejor largometraje, a una pasarela de horrores, que van de una macabra piedad por partida doble, a la felicidad que se instala en empujar un carro de supermercado, en medio de una vía, o contonearse con Céline Dion…
La maquinaria de Mommy es el pasado, que funciona como combustible ante un futuro negado, imaginando que fue mejor, menos terrible, como si se tratara de un viejo sitio, en el que todavía sonaba música con la cual cantar y bailar por este perro mundo.
“No cambiamos”, dice la cantante canadiense, “sólo nos disfrazamos de otras personas”
Todo el aparato de la puesta en escena, con tendencia al barroquismo y al derroche visual, es concentrado en su propia raíz narrativa, en cuanto caracteriza a su personaje principal, y que además, incorpora el gesto autoconsciente, en cuanto él es el foco de conflicto en su entorno, como también esa orientación fílmica del director, provoca resistencias en la recepción de parte de crítica y público.
Pero en esta situación de opresión y aislamiento, de la adolescencia en erupción, en este caudal aprisionado, hay siempre una pulsión, el contacto con el mundo, encarnado en el tercer elemento de este microcosmos cerrado en tres personajes, una sublime Suzanne Clément, la vecina Kyla, que ella misma en su tara de la tartamudez, simboliza la disfunción de lo reprimido, que justamente como ya anunciaba Freud, es aquello necesario para el funcionamiento social.
En ese defecto en el habla, en agudo contraste con el superávit de Steve, hay una subterránea ironía de Dolan, respecto aquello que regula el orden social, porque ella alegoriza la fricción de Steve con el exterior.
Un mundo que ya se encuentra defectuoso, desde su propia base.
La utilización del Complejo de Edipo es demasiado evidente, y está tan forzosamente metido con calzador, que se ve raro.
Dolan lo puso por ponerlo, porque le hacía gracia, y quería ponerlo, no porque fuera necesario y esencial.
Más vergonzoso, es la utilización de la teoría freudiana del “Ello, Yo y Súper Yo” a través de los personajes de Pilon, Clément y Dorval respectivamente.
Aparte de que la teoría es equivocada, muy a pesar de lo que afirmen desde la burguesía de la intelectualidad psicoanalítica, como en casi todas las películas en las que se pone en práctica dicha teoría, a la hora de representar los personajes, y que lamentablemente, son muchas; en Mommy también se utiliza de forma errónea, representando dicha teoría, a través de los personajes, en vez de las situaciones.
A pesar de que la premisa argumental de Mommy, se sustente en 2 pilares, más bien “macguffins”, que nos podrían hacer pensar en el cine de género:
El primero, El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad; el segundo, un futuro próximo, en el que una nueva y polémica ley, permite a los padres que lo deseen, ceder al Estado, toda la responsabilidad de la educación y cura de sus hijos.
Lo cierto es que seguimos analizando las implicaciones de una de las jugadas estilísticas más acertadas de los últimos tiempos.
Se trata pues de darle la máxima intensidad y, sí, concentración a un tema “100% dolanesco”, es decir, al amor de madre.
¿Hasta dónde puede llegar?
¿Cuántos obstáculos pueden ponérsele, sin que se venga todo abajo?
¿Cuánta tensión podrá aguantar la cuerda de “la santa paciencia” antes de ceder para siempre?
Recuerden el formato de Mommy, a izquierda y derecha, la sombra; en medio, un vórtice de emociones a flor de piel, nunca mejor dicho.
Llevando más allá, su habitualmente apabullante ambición formal, Dolan hace lo propio, con un plano emocional, siempre al borde de la fisión nuclear.
Las lágrimas brotan en muchos espectadores... los resoplidos en otros pocos, más pero de algún modo u otro, en cada butaca se piensa en los malditos 25 años de edad... y en lo miserablemente desaprovechada que están las vidas de todos aquellos que, en este mundo, no se llamen Xavier Dolan.
Envidia...
Ésta enorme película, nos permite disfrutar de una cantidad innumerable de escenas, absolutamente fantásticas, entre las que hay una especialmente conmovedora, llegando casi al final.
Mención especial a un final inmenso, con una canción que invita a alguna que otra lectura, muy interesante.
La ecléctica y acertada selección de la banda sonora, nos ofrece temas de Céline Dion, Oasis, Dido, Lana del Rey, Eiffel 65, o Vivaldi.
Pero dicha música no está pensada para satisfacer el gusto del espectador, sino que se ajusta con precisión, a la identidad de sus personajes.
De nuevo, lo formal armonizado con el discurso narrativo.
“Today is gonna be the day…”
¿Cuántas veces hemos oído, y experimentado, que el amor sólo no basta para salir adelante, para seguir en la brecha, para sobrevivir?
Y sin embargo, volvemos a intentarlo, reunimos fuerza de flaquezas, y volvemos a embestir la vida, como si todos los golpes no nos hubieran hecho mella, o zaherido o abatido jamás.
Donde hay vida, hay esperanza; aunque sea para equivocarse.
Mommy es una hermosa dedicatoria, a las madres que luchan con ese amor que tanto ha movido en la historia de la humanidad.
Una reflexión sobre el papel que cogen los padres, a la hora de criar una criatura, centrándose en los casos rebeldes, e inestables.
Que en estas edades, son una bomba de relojería, y una mujer que, a pesar de tener un carácter fuerte ante su hijo, se ve indefensa ante éstas reacciones que para la madre son comprensibles.

“Nous aimons toujours l'autre, non?”
(Todavía nos amamos unos a otros, ¿no?)



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