Mr. Turner

“The sun is God!”

La popular confusión, entre genialidad y locura, es más patente que nunca en Joseph Mallord William Turner, un pintor inglés, especializado en paisajes.
Su prematura inclinación hacia la pintura, se concretó desde el primer momento, en una vocación de paisajista, hasta el punto de que fue el paisaje, el único tema que cultivó, y del cual llegó a ser un maestro indiscutible.
Turner fue considerado, una figura controvertida en su tiempo, pero hoy en día, es visto como el artista que elevó el arte de paisajes, a la altura de la pintura de historia.
Aunque es renombrado por sus pinturas al óleo, Turner también es uno de los grandes maestros de la pintura paisajista británica, en acuarela; y es considerado comúnmente como “el pintor de la luz”, y su trabajo, es considerado como un prefacio romántico al impresionismo.
Turner entró en The Royal Academy Of Art, con tan sólo 14 años; y fue aceptado a los 15, pues a diferencia de sus contemporáneos, estaba interesado en formar parte de ésta.
Pero nunca se contentó con las técnicas tradicionales que había aprendido en La Academia, y siempre estuvo anuente a la experimentación, pues lo que deseaba representar, eran las luces y las atmósferas que captaban sus ojos.
Poco a poco, dejó de pintar al mundo esquematizado en la figuración naturalista, y se concentró casi totalmente, en la atmósfera matizada por la luz, haciendo que las formas se diluyeran, alcanzando un alto grado de abstracción.
El talento de Turner, fue reconocido muy pronto, convirtiéndole en un académico a los 23 años.
Tal independencia económica, le permitió innovar de manera sorprendente para muchos.
De acuerdo con “La Historia Ilustrada del Arte”, de David Piper, sus últimas pinturas fueron denominadas “fantastic puzles”
No obstante, Turner es reconocido como un genio.
El crítico inglés, John Ruskin, describió a Turner como el artista “que más conmovedoramente, y acertadamente puede medir el temperamento de la naturaleza”
Su primer óleo, “Fishermen at Sea”, fue exhibido en 1796; y durante el resto de su vida, expuso regularmente en La Academia.
En su juventud, aprendió las técnicas de la acuarela, en compañía del pintor Thomas Girtin, con quien coloreó varias láminas para ilustrar libros de viaje.
Sus primeros trabajos, como “Tintern Abbey” (1795) o “Venecia: S. Giorgio Maggiore” (1819), conservan las tradiciones del paisajismo inglés.
Sin embargo, en “Snow Storm: Hannibal and His Army Crossing The Alps” (1812), su énfasis en el poder destructor de la naturaleza, ya empieza a surgir.
Su peculiar estilo de pintura, el cual se caracterizaba por el uso de técnicas exclusivas de la acuarela, en la ejecución de sus obras pictóricas al óleo, generaba luminosidad, fluidez, y efectos atmosféricos efímeros.
En sus últimos años, empleó cada vez menos óleos, y se centró en la luz pura, en los colores del reflejo.
Ejemplos de este estilo tardío, son visibles en “Rain, Steam and Speed - The Great Western Railway” pintado en 1844, donde los objetos son vagamente reconocibles.
En efecto, en las pinturas de Turner, los seres humanos son siempre minúsculos monigotes, sometidos a los embates de los elementos, y hasta sus más importantes creaciones, como la arquitectura, las naves, o las máquinas que los acompañan, están sometidas a las mismas fuerzas.
Parece como si el desastre, fuese a acontecer en cualquier momento, o bien está aconteciendo.
Es que Turner se burlaba de la vanidad humana, y sin ser un moralista, manifestaba que los afanes de los hombres, por convertirse en dioses, terminaban bruscamente ahí, donde la verdadera grandeza residía:
En el portento de las fuerzas imponentes de la naturaleza.
Los impresionistas, estudiaron cuidadosamente sus técnicas, para dilucidar el poder de sus lienzos.
En La Era del Arte Moderno, hasta el arte abstracto, se ha visto influenciado por él.
Se ha sugerido, que los altos niveles de ceniza en la atmósfera durante 1816, que condujeron a unas inusuales puestas de sol durante dicho periodo, pudieron inspirar el trabajo de Turner.
Uno de sus cuadros más famosos es “The Fighting Temeraire Tugged to Her Last Berth to Be Broken Up” pintado en 1839.
Se trata de un óleo sobre tela, que mide 91 centímetros de alto, por 122 centímetros de ancho; y que actualmente se conserva en The National Gallery de Londres, Inglaterra.
La pintura, representa una escena de la que el propio Turner fue testigo en 1838:
El destino final del HMS Temeraire, en el momento en el que fue remolcado desde la base de la flota, Sheerness, en la desembocadura del Támesis, hasta su destino final:
El desguace.
Es una obra extraña, fascinantemente romántica, y repleta de significado.
Bajo la superficie, se encuentra una nostálgica reflexión sobre ese buque tan antiguo y chatarrero, de cómo los días de gloria ya han pasado, y el que fuera uno de los mayores símbolos del poder de La Marina Real Británica, navega rumbo a su muerte:
Los astilleros de la flota, donde será desarmado.
El ocaso del sol, coincidiendo con el ocaso del navío...
El cuadro también sugiere, una reflexión sobre la suplantación de la vejez por la juventud, así como el enfrentamiento de valores, entre la modernidad de la máquina de vapor:
Rápida, técnica, eficaz... pero sin gloria; y la tradición ya pasada de la navegación a vela:
Grande, gloriosa, hermosa, noble; que representada en el cuadro por el Temeraire, se ve humillantemente halada por la máquina de vapor que la lleva a la muerte.
Este cuadro, era uno de los preferidos de Turner; y ha sido interpretado también, como una reflexión del pintor, sobre su propia vejez.
Aunque su obra completa fue muy discutida, contó con admiradores y mecenas incondicionales, como El Tercer Conde de Egremont, y Ruskin.
Gozó, por ello, de un gran desahogo económico, que le permitió realizar constantes viajes por diversos países, como Francia, Suiza, Italia; de los que constituyen un recuerdo memorable, por ejemplo, sus series de vistas de Venecia.
Turner viajó alrededor de Europa, iniciando su travesía en Francia y Suiza, en 1802, estudiando en el Louvre de París, en el mismo año.
Durante una visita a Lyme Regis, en Dorset, Inglaterra, pintó una escena de tormenta, ahora en el museo de Cincinnati, Ohio, EEUU.
En lo personal, Turner siempre quiso saber muy poco de los seres humanos, y no le gustaban la ciudad, y la política.
Tuvo siempre muy pocos amigos, y a pesar de ser considerado un artista de primera importancia, en la Inglaterra de su tiempo, siempre estuvo alejado de los salones, y las tertulias, y apenas se aparecía en público alguna vez.
Terminó recluyéndose en su casa, viviendo una vida casi de misántropo, haciéndose pasar por un almirante retirado.
Como era natural, se le empezó a considerar un loco, y poco a poco, su aislamiento se fue intensificando, hasta que murió solo y abandonado por todos.
Eso sí, dejó una considerable fortuna, que legó a una fundación para patrocinar a artistas jóvenes con talento.
Así pues, conforme envejecía, Turner se volvió más excéntrico...
Tuvo pocos amigos, excepto su padre, que convivió con él 30 años, asistiéndole eventualmente en su estudio.
Su padre murió en 1829, lo cual le produjo una honda impresión, por la que entró en depresión.
A partir de 1845, Turner abandona su contacto con la naturaleza, por lo que será duramente criticado, siendo sus cuadros, cada vez más caóticos, llegando incluso a tener que clavar un clavo en el marco, para que se supiese cuál era la parte de arriba, al enviarlos a las exposiciones.
Compró una casa en Chelsea, en la que vivió una larga temporada con Sophia Booth, haciéndose pasar por su esposo; pues en ocasiones, se llamaba a sí mismo Mr. Booth, adoptando el nombre de su amante Sophia.
En 1850, expuso por última vez en The Royal Academy.
A los 60 años, el siempre misterioso, asocial, y secretista J.M.W. Turner, era realmente un poema:
Cataratas, diabetes, se expandía con la botella, y acusaba los efectos tóxicos de tantos años respirando los vapores de sus pinturas.
El aparente caos que llenaba las últimas obras de Turner, fue atacado por considerarse la obra de un demente.
Se dice que la mismísima Reina Victoria, se negó a concederle La Orden de Caballero, honor otorgado a muchos pintores de menor categoría, porque consideraba que Turner estaba sencillamente loco.
En su testamento, J.M.W. Turner, legaba a la nación inglesa sus cuadros finalizados, con la condición de que se construyese un museo Turner, para albergar esta colección, en el plazo de 10 años tras su fallecimiento.
De lo contrario, los cuadros deberían ser vendidos.
No se construyó el museo, ni se vendieron los cuadros, y tras más de un siglo de indecisiones, el legado Turner, constituido por lo que había en su estudio, tras su muerte:
320 óleos, y más de 19,000 acuarelas y esbozos, se han recopilado en un edificio anexo a Tate Gallery, la llamada Clore Gallery, que fue inaugurado por La Reina Elizabeth II, en abril de 1987.
Turner murió en su casa, en Cheyne Walk, en Chelsea, Londres, Inglaterra, el 19 de diciembre de 1851, a la edad de 76 años.
El misterio que rodeaba su vida privada, se incrementó cuando después de su muerte, John Ruskin, defensor de Turner, destruyó numerosos dibujos eróticos, que encontró entre sus obras, diciendo:
“Una gloria nacional.
El más grande de su era”, en palabras de su respetado apologista, el santón de la crítica victoriana.
Según sus deseos, Turner fue enterrado en St. Paul's Cathedral, donde descansa al lado de Sir Joshua Reynolds.
“The universe is chaotic and you make us see it.
You are a man of great vision, Mr. Turner”
Mr. Turner es una película de drama británico-francés-alemán, del año 2014, escrita y dirigida por Mike Leigh.
Protagonizada por Timothy Spall, Jamie Thomas King, Roger Ashton-Griffiths, Robert Portal, Lasco Atkins, John Warman, entre otros.
Mr. Turner, hace referencia a la vida y la carrera del artista británico, Joseph Mallord William Turner, su intensa y subversiva vida, marcada por sus depresiones, y la gran influencia de su padre; y cubre el último cuarto de su vida; cuando, entre otras cosas, pintó “The Fighting Temeraire Tugged to Her Last Berth to Be Broken Up” (1839), para muchos, su obra maestra.
Al director Mike Leigh, se le ocurrió contar la historia de Turner, “un gigante entre artistas, decidido y prolífico, revolucionario en su punto de vista, y clarividente”, explicó.
Sus lecturas iniciales, le confirmaron que el pintor fascinado con la luz, tenía una personalidad digna de ser examinada, con el reto de contraponer su carácter anárquico, errático, y vulnerable, egoísta y a veces insincero, con la belleza épica y sublime de su obra.
Mr. Turner se estrenó en la competición por La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, donde el actor Timothy Spall, ganó el premio a Mejor Actor; y el fotógrafo Dick Pope, recibió un premio especial del jurado, por su fotografía en Mr. Turner.
Obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Mejor cinematografía, diseño de producción, vestuario y banda sonora.
Así pues, considerado como uno de los mejores paisajistas de todos los tiempos; Mr. Turner es una mirada en el último cuarto de siglo del genial y excéntrico pintor británico, J.M.W. Turner (Timothy Spall)
Profundamente afectado por la muerte de su padre querido (Paul Jesson), amado por una ama de casa, y que ocasionalmente explota sexualmente; forma una relación estrecha con una casera junto al mar, con quien eventualmente vive de incógnito en Chelsea, donde muere.
A lo largo de todo esto, Turner viaja, pinta, se queda con la aristocracia del país, visitas a burdeles, es un popular y anárquico miembro de The Royal Academy Of Art, que atado al mástil de un barco, puede pintar una tormenta de nieve; y es celebrado y denostado por la opinión pública, y por la realeza misma de su país.
Pese a su temática y apariencia, Mr. Turner no queda destinado únicamente a los amantes de las artes plásticas, sino a todo espectador, dispuesto a disfrutar de una interesante, y agridulce historia de manera relajada.
“I believe you to be a man of great spirit and fine feeling”
El director británico Mike Leigh, captura lo sublime y anárquico de J.M.W. Turner, en Mr. Turner, un filme que expone el lado humano del pintor.
Con Mr. Turner, el británico abandona el anonimato conceptual, que imperaba en sus trabajos previos, para centrarse en un personaje público, de dilatada repercusión histórica.
El resultado, como no podía ser de otra manera, ha quedado constituido por una humanización de la leyenda, un ejercicio introspectivo, que desmitifica la imagen extraterrenal que teníamos de las grandes figuras artísticas, al tiempo que satiriza la fastuosidad excesiva, de la que presumían los burgueses en la Inglaterra de finales de la regencia de George IV, y comienzos de La Era Victoriana.
Y, como en sus otras películas, Leigh experimentó al filmar Mr. Turner un viaje de descubrimiento, que concluyó con la sensación que puede compartir el espectador, de haber aprendido mucho.
“Lógicamente, no es un documental, es una dramatización”, precisó, y aseguró que el guión, que también escribió, se basa en las rigurosas investigaciones de la historiadora del arte, Jacqueline Riding, contratada expresamente para supervisar Mr. Turner.
Para lograr su propósito, el director lleva a cabo, una transposición, una traducción de los modelos pictóricos, al registro cinematográfico.
Algo que ha originado una maravillosa presentación visual, con la esencia de las propias pinturas del protagonista, J.M.W Turner.
Conseguir tan resplandeciente efecto, dar vida y movimiento a las obras del considerado “pintor de la luz”, no parece tarea fácil, sin embargo, gracias a la labor tras las cámaras de Dick Pope, lo que podría haber resultado una simple viñeta del “biopic” al uso, ha quedado definido por unos trazos artísticos impecables y minuciosos al detalle, vinculando el concepto de marco o encuadre fotográfico, al de composición creativa, y punto de fuga.
Así se establece un nuevo sistema de visionado, pasando del “mirar”, propio de la ficción fílmica, al “observar”, concepto mucho más cercano a la interpretación/análisis pictórico.
De hecho, hay en Mr. Turner, una curiosa escena verídica, con su rival John Constable, cuando desprecia a su examante Sarah Danby, y a sus 2 hijas comunes, y se convierte en un artista tan loado como vilipendiado por el público y la realeza.
Una escena en The Royal Academy, en que La Reina Victoria describe una de sus obras como “caos sucio y amarillo”, está basada en hechos reales, al igual que el resto de Mr. Turner, que Leigh define como “una evocación responsable pero imaginativa” de la vida del artista, y de su época.
Así las cosas, mientras el director de fotografía consigue aportar todo el romanticismo sensorial, Leigh aplica el realismo descarnado, el que apuesta por desvelar los conflictos internos de un genio, en sus últimos 25 años de vida.
Unos problemas existenciales, que definieron su legado, su carácter, y se vieron intensificados tras la muerte de su padre, el único apoyo moral que tenía hasta ese funesto momento.
Con el irónico humor inglés, característico de la nobleza, tan incisivo como hiriente, el guión nos introduce en un mundo de excesos ornamentales, a través de una figura absolutamente discordante.
Un hombre huraño, cuya única preocupación, residió en el perfeccionamiento de su trabajo, mediante la búsqueda del realismo, la experimentación, y el movimiento, tanto el de los cuerpos, como el del propio ambiente.
Sobre los actores:
Timothy Spall, el eterno secundario, por fin consigue un buen papel protagonista; siendo uno de los actores preferidos de Leigh, en Mr. Turner ofrece una encarnación magistral del pintor, que refleja con sutileza, esa mezcla de sensibilidad y egoísmo, y al que presenta a menudo inmerso en su mundo, y con una marcada tendencia a los gruñidos.
Pese a versar sobre una figura histórica, el galardonado director de 71 años, considera que Mr. Turner, “es completamente consistente” con su trabajo anterior:
“Comparte las mismas inquietudes sobre la vida y la muerte, las relaciones entre hombres y mujeres, y entre padres e hijos, o el paso del tiempo”, señaló.
“Por lo que sabemos, Turner podía ser taciturno y parco en palabras, pero también elocuente, con un lenguaje adornado con referencias clásicas, divertido, y poético, y sí, nos consta que emitía ruidos extraños”, afirmó el director.
Junto a Spall, completan el reparto, otros actores habituales en las producciones de Leigh, como:
Dorothy Atkinson, en el papel de la sufrida Hannah Danby; Marion Bailey, como la Sra. Booth; Paul Jesson, como el padre de Turner; o Ruth Sheen, como Sarah Danby.
Y la pintura, evidente protagonista de Mr. Turner, se plantea inicialmente, como un objeto inmóvil, pero se representa con una idea de secuencialidad desde tiempos prehistóricos, gracias a las pinturas rupestres, que mostraban la cotidianidad de las primeras acciones documentadas.
El impresionismo, retomaría posteriormente, el concepto de movimiento naturalista, dejar que las condiciones climáticas afecten a la concepción de la obra, siendo variable, a partir de un dibujo inicial sólido.
Así, pintores impresionistas como Auguste Renoir, tomaron el romántico testigo que dejó Turner, para destacar la importancia de la naturaleza, y el agua en el arte.
De este modo, al igual que Jean Renoir, dejó patente la filiación impresionista heredada de su padre, el mencionado Auguste Renoir; los autores de Mr. Turner, ponen el drama biográfico, como pretexto para la experimentación con los colores, la luz, y el reflejo de ésta en el agua, principal obsesión de Turner, en su empeño de captar la realidad romántica de antaño y, al mismo tiempo, despoetizarla mediante “el otro lado del cuadro”
Esa perspectiva exegética imperceptible en las pinceladas de lienzos, como el sensacional “Fishermen at Sea” (1796), es ahora mostrada por medio de un artista animalizado, cuyas emociones quedan exteriorizadas, mediante la emisión de similares gruñidos, tanto si ríe como si llora, o llevando a cabo una especie de fornicación salvaje, desprovista de cualquier pasión, o sentimiento.
Como se puede intuir por la duración del metraje, 2 horas y media, existen ciertas partes de Mr. Turner, que han sido intencionadamente prolongadas, con propósitos asimilativos, tanto argumentales como sensoriales.
Dicho recurso, puede resultar tedioso para una parte del público, cuyas preferencias vayan más enfocadas al contenido que a las formas, por lo que se sentirá decepcionado, ante un desenlace que se retrasa más de lo habitual.
Sin embargo, este hecho en sí, no puede asumirse como un error, ya que responde al planteamiento escénico pictórico del que hablábamos anteriormente, y que busca, mediante la iconografía impresionista y romántica, otorgar a la naturaleza, y a su relación con los seres humanos, la importancia que tuvo en ese período.
“My little lad could draw before he could read and write”
J.M.W. Turner, dejó una generosa fortuna, que deseó que fuera invertida en ayudar a lo que él llamaba “artistas desmoronados”
El legado de la colección, permaneció en la nación británica, que construyó en la que fuera su casa, una galería especial.
Tras problemas gubernamentales, 22 años después de su muerte, su colección fue enviada a museos fuera de Londres, debido a lo cual, empezó a disgregarse en contra de los deseos de Turner.
En 1987, la mayor parte de la colección, estaba en Clore Gallery, en Tate Gallery, pero su diseño fue fuertemente criticado.
Existe un prestigioso premio anual, El Premio Turner de 40,000 libras, creado en su honor en 1984, para artistas británicos, menores de 50 años, que se ha vuelto controvertido, puesto que promociona un arte no conectado con la técnica de Turner.
Una exhibición amplia, “Turner's Britain”, ha viajado alrededor del mundo, y fue colgada en El Museo de Birmingham, del 7 de noviembre de 2003, al 8 de febrero de 2004.
En 2005, “The Fighting Temeraire Tugged to Her Last Berth to Be Broken Up” (1839), fue escogido como El Mejor Cuadro Inglés, en una votación pública organizada por la BBC.
En abril de 2006, Christie's sacó a subasta, un cuadro con una vista de Venecia, el cual se vendió por $35,8 millones, marcando un nuevo récord para Turner.
El comprador, fue un magnate de casinos de Las Vegas, llamado Stephen Wynn.
En 2010, El Museo J. Paul Getty de California, pagó $35,7 millones por “Modern Rome – Campo Vaccino” (1839), rozando por tanto, el récord antes citado.
Así las cosas, Turner, pintor romántico interesado en la filosofía sublime; retrata el asombroso poder de la naturaleza sobre el ser humano:
Fuegos, catástrofes, hundimientos, fenómenos naturales, son descritos por el pintor.
En sus lienzos, constata que la humanidad no es más que un conjunto de peones de la naturaleza.
Como otros románticos, considera el paisaje natural, como un reflejo de su humor.
J.M.W. Turner, mostró el poder violento del mar, como en “Dawn After The Wreck” (1840), o “Slave Ship (Slavers Throwing Overboard The Dead and Dying, Typhoon Coming On)” (1840)

“It’s exceedingly beautiful.
Thank you”



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