Amen.

“The whole world is in the trains”

La iglesia en general, protestantes, católicos etc., se ha pasado siglos previniendo, asustando, amenazando, y adoctrinando a la humanidad, diciéndoles:
“Si no hacían lo que ellos querían, acabarían todos en el infierno, donde el demonio se encargaría de sus almas”
Pero cuando fue el infierno, el que llegó a La Tierra, la primera en esconder su cabeza en el agujero, y temblar de miedo como un corderito asustado, fue la mismísima iglesia.
Sobre El Holocausto, deben haber cientos de películas, pero no sé yo cuántas habrán, que señalen con el dedo, a La Santa Iglesia Católica, como agente de conducta confusa, ante los peores hechos históricos que se dieron en el pasado siglo.
Un personaje, Kurt Gerstein, fue un militar e ingeniero de minas alemán, de religión protestante, que se afilió al Partido Nazi, y a las SS, donde alcanzó el rango de Oficial o “Obersturmführer” o Teniente; y fue destinado al Instituto de Higiene de las Waffen SS.
Es famoso, por aclamarse a sí mismo, como un anti-nazi, saboteador, y denunciante, que realizó una solitaria e infructuosa lucha al interior, y en contra de la maquinaria de exterminio de Los Campos de Concentración nazis, que provocó El Holocausto judío.
Su testimonio, quedó registrado en el llamado “Informe Gerstein”, que sirvió de prueba en Los Juicios de Nüremberg, en contra de altos dignatarios nazis, especialmente en el llamado “Juicio de Los Doctores”
Kurt, desarrolló una personalidad rebelde, compulsiva, e idealista, en permanente conflicto, contra todo lo que a él le pareciese fuera de su escala valórica propia.
Herr Gerstein padre, por su parte, era devoto del Káiser Wilhelm II de Alemania, y uno de los muchos alemanes, con afanes revanchistas, después de la “humillación” del Tratado de Versalles; y participaba también, de los prejuicios antisemitas corrientes en la época.
En su álbum genealógico familiar, se mostraba orgulloso de que sólo hubiese sangre aria en su familia, y al cerrarlo, exhortaba a las generaciones futuras, a “preservar la pureza de la raza”
Sin embargo, este antisemitismo no impidió al juez Gerstein, advertir a los abogados judíos de Hagen, de las primeras medidas raciales tomadas por los nazis en 1933, y manifestarles que las lamentaba.
Sin embargo, su hijo Kurt, a diferencia de sus hermanos, encontraba ya desde pequeño, dificultades para adaptarse a la mentalidad, y a las exigencias valóricas de su padre.
En palabras de un amigo de la infancia:
“Siempre había sido la oveja negra de la familia”
En febrero de 1941, la familia Gerstein, recibió inesperadamente, la urna cineraria de Berthe Ebeling, cuñada de Kurt; que era enferma mental, y según las autoridades, había fallecido espontáneamente durante su internamiento en la clínica psiquiátrica de Hadamar.
Gerstein, por el contrario, quedó inmediatamente convencido, de que Berthe había sido víctima del programa de Eugenesia nazi, conocido como “Aktion T4”, que ya había comenzado a ser denunciado por círculos eclesiales.
En el funeral, Kurt interpeló a su hermano, y a su cuñada:
“¿No se dan cuenta de lo que han hecho con Berthe?
Hadamar es un matadero.
Los nazis están vaciando los hospitales mentales de Alemania, exterminando sistemáticamente a los pacientes.
Berthe no murió de muerte natural.
¡Fue asesinada!”
Según todas las fuentes, este hecho determinó, o al menos reforzó, la decisión de Kurt, de adentrarse en las entrañas del monstruo nazi.
Por su preparación técnica, Gerstein fue incluido en la unidad secreta, encargada de llevar a cabo La Solución Final:
El exterminio de los judíos y otros “subhombres” en Los Campos de Concentración.
En esta condición, Kurt presenció en agosto de 1942, los primeros gaseamientos masivos de prisioneros, en los campos de Belzec y Treblinka, en Polonia.
Horrorizado, decidió dar testimonio al mundo, del Holocausto en curso.
Para ello, se entrevistó con diplomáticos de países neutrales, como Suecia y Suiza, con autoridades religiosas, e incluso, con personas vinculadas a la resistencia holandesa, sin conseguir que se diera crédito a su información, reputada inverosímil, por demasiado horripilante, y por provenir de fuente tan poco fiable como un miembro de las SS.
También, intentó hablar con El Nuncio de La Santa Sede en Berlín, a fin de que éste alertara al Papa Pío XII, pero sus solicitudes de audiencia, fueron reiteradamente rechazadas.
Mientras colaboraba objetivamente con La Solución Final, como uno de los encargados del aprovisionamiento del letal compuesto, Zyklon B, utilizado en las cámaras de gas, Gerstein llevaba a cabo, inocuos actos de sabotaje, como informar falsamente, que el producto se había deteriorado en el transporte, y era preciso enterrarlo por razones de seguridad; y sobre todo, tomaba minuciosa nota de cuantos crímenes presenciaba, o le relataban sus compañeros, y del funcionamiento general del sistema de exterminio.
Al final de la guerra, Kurt elaboró un relato sobre todo ello, base del conocido como “Informe Gerstein”, que pese a algunos errores, y notables exageraciones cuantitativas, constituye una prueba de primera mano, de los horrores en los campos de la muerte nazis.
El “Aktion T4” en función entre 1939 y 1941; fue un programa, llamado de “Eutanasia”, creado y ejecutado bajo la responsabilidad principal de médicos y enfermeras, durante el régimen nazi, para eliminar a personas señaladas como “enfermos incurables, niños con taras hereditarias, o adultos improductivos”
Se estima, que fueron asesinadas sistemáticamente, entre 200,000 y 275,000 personas, aunque fuentes más moderadas, la sitúan en 70,273 víctimas.
El nombre “T4”, viene de los cuarteles generales de la organización que ejecutaba estos planes, que estaban situados en Berlín, en la Tiergartenstraße 4, o “Calle del Jardín Zoológico, número 4”
Pero las acciones para llevar a cabo estos programas médicos, como por ejemplo, la intensa propaganda, comenzaron mucho antes del régimen nazi.
El programa nazi de Eutanasia, “Aktion T4”, tiene una relación íntima, tanto desde el punto de vista ideológico-político, como económico-financiero, con las organizaciones internacionales, y el movimiento médico internacional, a favor de la eugenesia, y con las respectivas legislaciones y programas llevados a cabo en varios países, como por ejemplo, la esterilización masiva de gente señalada como “enfermos hereditarios”, en países como:
Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Noruega, Francia, Finlandia, Dinamarca, Estonia, Islandia, y Suiza, durante la primera mitad del siglo XX.
El programa, se realizó en 6 centros situados en Alemania, y en la Austria anexionada:
Grafeneck, en Baden-Wurtemberg; Brandeburgo, Bernburg en Sajonia-Anhalt; Hartheim en Austria; Sonnenstein cerca de Pirna, Sajonia; y Hadamar, cerca de Limburgo, Hesse.
Entre las personas asesinadas, se encontraban hombres y mujeres de todas las edades, desde niños que fueron los primeros asesinados, hasta ancianos.
Había entre ellos, enfermos mentales, y portadores de enfermedades, o defectos hereditarios, según criterios médicos.
Por ejemplo, determinados grados de epilepsia, podían suponer el asesinato del enfermo, es decir, “su eutanasia”
Las víctimas de la Aktion T4, fueron personas que, según los criterios médicos vigentes, consecuentemente propagados por la ideología nazi, eran consideradas y presentadas, como “vidas indignas de ser vividas”, y cuyo asesinato, era una acción, tanto de compasión hacia el enfermo, como en beneficio de la comunidad en general, o “Volksgemeinschaft”
Así, se intentó conseguir también, el apoyo de la población para este tipo de programas médicos, tales como el de esterilización masiva de enfermos, y el de eutanasia.
La propaganda, hacía hincapié en que aquellas personas, además de llevar una “vida indigna de vivirse”, representarían una carga económica, y un impedimento para el futuro de Alemania y su “raza”
De hecho, el programa de eutanasia, también se extendió a determinados presos de Los Campos de Concentración nazi, que mostraban un deterioro físico, especialmente marcado, y no servían ni para los trabajos forzados del campo, ni para la experimentación médica, y eran seleccionados para la eutanasia, por el personal médico, y enviados en ocasiones, a las cámaras de gas, ya implementadas en hospitales y psiquiátricos.
Esta operación, fue denominada por los nazis como “Aktion 14f13”, la antesala de la implementación de los campos de exterminio masivo, como el de Auschwitz, donde fueron utilizados los métodos, ahora en escala ampliada, y en determinados casos, también el personal médico y sanitario de la Aktion-T4.
Solo en El Palacio de Hartheim, en Alkoven, Austria; cuando los nazis instalaron un Campo de Concentración, que funciono entre 1940 y 1944, se eliminaron a personas mediante gas letal.
El mayor número de víctimas que perdieron la vida, fueron personas con enfermedades físicas y/o psíquicas, asesinadas en el marco de La Operación T4, o “Aktion T4”, de un total de 18,269 exterminaciones en el lugar.
Una cantidad importante de presos del Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen, entre ellos, unos 500 españoles, y de Dachau, fueron conducidos allí para su exterminio.
Por su parte, durante el funcionamiento del programa, Kurt Gerstein fue conducido al Campo de Concentración de Belzec, donde presenció el proceso completo de gaseamiento de un tren de 45 vagones, atestado de prisioneros judíos, de toda edad, y condición.
Después de que los miles de judíos que sobrevivieron en el viaje, fueron sacados violentamente de los vagones, rapados, obligados a desnudarse, y a despojarse de sus objetos de valor, la procesión comenzó a dirigirse hacia las cámaras de gas.
Para que no vacilaran al entrar, un SS les aseguraba con voz “clerical”, que nada malo les ocurriría en su interior, y que sólo tenían que inhalar el gas, para prevenir enfermedades y epidemias.
Y posteriormente, Gerstein no entregaría el cargamento de Zyklon B, destinado a Belzec.
Durante el transporte, había tenido que vaciar uno de los 45 envases de acero que contenían el tóxico; y los 44 restantes, los escondió dispersos por las proximidades del campo, con la ayuda del conductor del camión, aprovechando el pavor de éste al cargamento que transportaba.
Justificó la falta de entrega al Comandante del Campo, también por el carácter excesivamente peligroso e inestable del cianuro.
Gerstein, quedó tan horrorizado por lo que había visto en Belzec y Treblinka, que decidió hacerlo saber al mundo, para que la opinión pública internacional, detuviera el genocidio.
La primera oportunidad, se le presentó por casualidad, y casi de inmediato.
En la noche del 20 de agosto de 1942, Gerstein coincidió en el tren que le llevaba de regreso de Varsovia a Berlín, con un completo desconocido:
El Barón Göran von Otter, a la sazón, Secretario de La Embajada sueca en Berlín.
No satisfecho con esa primera comunicación, Gerstein continuó dando testimonio del horror a otras personas, que pensaba, podían contribuir a detener el exterminio.
Así, solicitó audiencia a Monseñor Orsenigo, Nuncio Apostólico de La Santa Sede en Berlín; pero su solicitud fue reiteradamente rechazada, con la excusa de su condición militar, e incluso, fue invitado a abandonar La Nunciatura.
En su testimonio de 1945, escribiría con desesperación:
“¿Qué acción contra el nazismo puede exigirse a un ciudadano corriente, cuando el representante de Dios en La Tierra, se negó a recibirme?”
Pío XII, Papa de 1939 a 1958, fue un papa sin experiencia pastoral directa, ni en parroquias, ni en diócesis, puesto que toda su carrera, se había desarrollado en La Administración Vaticana.
Fue, en cambio, un perfecto conocedor de la curia romana, en la que se movió prácticamente toda su vida.
Antes de su “coronación”, y como medida preventiva, redactó ante notario, una carta de renuncia, en el caso de que fuera hecho prisionero por los nazis, de forma que no ocurriera lo mismo que había acontecido con el apresamiento de Pio VII, por Napoleón Bonaparte.
Y es que antes de 1933, los obispos católicos de Alemania, se habían opuesto a la ideología nazi.
Sin embargo, como consecuencia del Concordato Imperial, el entonces Cardenal Pacelli, conocido posteriormente como Pío XII, sugirió a los obispos que moderasen, o suprimiesen sus críticas hacia el nazismo.
Por ese entonces, se esperaba firmar El Concordato Imperial o “Reichskonkordat”, un concordato aún vigente, firmado el 20 de julio de 1933, entre Alemania y La Santa Sede, en el que se establecen condiciones de libertad religiosa para La Iglesia Católica; siendo firmado por El Presidente de Alemania por aquel entonces, Paul von Hindenburg, a través del Vicecanciller alemán, Franz von Papen, en el régimen nazi, que se destacó por atraer a las facciones católicas para que apoyaran al nuevo Reich; y El Cardenal Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli, futuro Pío XII, en nombre del Papa Pío XI.
El objetivo primordial católico, siempre se basó en salvaguardar su status, y la autonomía de sus iglesias.
Su liderazgo al frente de La Iglesia católica, durante La Segunda Guerra Mundial, sigue siendo motivo de análisis y controversia, principalmente en lo que respecta a la intensidad de su reacción, frente a los crímenes del régimen nazi en Europa.
Los principales acuerdos logrados en El Concordato, fueron:
El derecho a la libertad religiosa católica romana (Artículo 1)
Los concordatos con Los Estados de Baviera (1924), Prusia (1929), y Baden (1932), siguen siendo válidos (Artículo 2)
La religión católica, puede ser enseñada en determinadas escuelas (Artículo 21), y los profesores, destinados a enseñar religión, sólo pueden ser aprobados por el obispo de la diócesis correspondiente (Artículo 22)
Queda garantizada la protección a organizaciones católicas, y la libertad religiosa (Artículo 31)
Debido a la tensión vivida en Alemania, ningún clérigo, o miembro de una orden religiosa, podrá pertenecer a un partido político (Artículo 32)
El Concordato, hizo que las relaciones Vaticano-Tercer Reich, fueran tibias o se encontrasen suspendidas.
La Iglesia, no se opuso abiertamente al régimen, a excepción de miembros en casos aislados; y se evitó, absolutamente, decir una palabra contra persecuciones y exterminio de seres humanos en Los Campos de Concentración.
No obstante, Adolf Hitler, ordenó a Reinhard Heydrich, Jefe de La Gestapo, que incautara, y destruyera todas las copias del mismo Concordato; y las relaciones entre la Alemania Nazi y El Vaticano se enturbiaron, intensificándose la agresividad contra los católicos, y desencadenando campañas mediáticas de desprestigio.
Por otra parte, las acusaciones posteriores del Estado de Israel, contra Pío XII, se pueden resumir en las siguientes cuestiones:
Su intervención en la firma del Concordato Imperial; su participación en la redacción de La Encíclica Humani Generis Unitas; el no haber hecho una protesta pública del Holocausto; la falta de apoyo para proteger a los judíos romanos, durante la “razzia”, o ataque sorpresa de octubre de 1943; y la neutralidad del Vaticano, durante La Segunda Guerra Mundial.
Por tanto, las esperanzas de Kurt Gerstein, en suscitar por la vía vaticana, una reacción de la opinión pública alemana y mundial, se vieron defraudadas.
Por su parte, von Otter redactó para sus superiores, El Informe que Gerstein le había pedido; pero El Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia, no le concedió credibilidad, lo mantuvo archivado, y sólo lo publicó, después de concluir La Segunda Guerra Mundial.
Conviene precisar que, aunque la información de Gerstein era extraordinaria, por provenir de una fuente interna, y por su grado de detalle, no fue la única, ni siquiera la primera, que alertó fuera de Alemania, sobre la existencia de los campos de exterminio.
Como se deduce de la conversación con von Otter, los hechos esenciales, los propios campos, la deportación masiva de judíos, las cámaras de gas... eran ya conocidos por Los Aliados, por los países neutrales, y por El Vaticano, en la época en que recibieron las informaciones de Gerstein, en 1942.
Tampoco, sería exacto considerar, que el silencio de Los Aliados sobre Los Campos de Exterminio, fue absoluto durante La Segunda Guerra Mundial.
Algunas emisiones de propaganda de la BBC, hicieron referencia a ellos, e incluso aviones aliados, lanzaron sobre suelo alemán, octavillas, denunciando su existencia.
Pero fue concretamente la información de Gerstein, la que fue menospreciada, acaso, paradójicamente por lo que constituía su principal valor:
El proceder de un testigo ocular, situado en las propias entrañas del monstruo.
En los últimos días de La Segunda Guerra Mundial, Gerstein desertó, y se entregó a Los Aliados, siendo trasladado a la prisión militar parisina de Cherche-Midi, en París, donde fue interrogado por oficiales franceses, e imputado inicialmente, como precursor y culpable de genocidio.
En los días de su prisión atenuada en Rottweil, Gerstein escribió un informe relativamente extenso, en el que detallaba su biografía, y sus actividades de resistencia, y daba testimonio del gaseamiento que presenció en El Campo de Belzec.
El propio Gerstein, realizó 3 versiones de este mismo informe, con pequeñas variantes:
La primera, manuscrita en un “francés vacilante”, está datada el 26 de abril de 1945; las otras 2, en alemán, llevan respectivamente, fecha del 4 y el 6 de mayo de 1945.
Gerstein, entregó la versión en francés a 2 oficiales de inteligencia, uno británico y otro estadounidense, que se entrevistaron con él; un ejemplar de la versión alemana, llegó a poder de la esposa de Gerstein, y el otro, acabó por vías no aclaradas, en los archivos estadounidenses de inteligencia...
Si bien, su autenticidad histórica está demostrada, contiene algunas inexactitudes que, periódicamente, son utilizadas desde “el campo negacionista” para desinformar acerca del exterminio nazi.
Y es que Gerstein, fue testigo directo de todo el proceso de exterminio, desde la entrada al campo de los prisioneros, el expolio de sus objetos de valor, su clasificación y acondicionamiento, su exterminio, y su posterior enterramiento.
Presenció el asesinato de 6 mil personas, escena para la que no estaba preparado, ni profesionalmente, ni porque le hubieran informado previamente a su llegada.
Lamentablemente, mientras estaba en prisión, el 25 de julio de 1945, Kurt Gerstein, apareció ahorcado en su celda, supuestamente por su propia mano.
Las especulaciones recurrentes, acerca de un posible asesinato, a manos de sus custodios, o más frecuentemente, de otros oficiales de las SS prisioneros, parecen carecer de fundamento, desde el momento en que Gerstein habría dejado varias cartas, explicando las razones de su suicidio, si bien, las mismas se perdieron poco después de su muerte…
Gerstein, fue enterrado en el cementerio de Thiais, bajo el nombre de “Gastein”, por un error de transcripción; pero sus restos no encontraron allí descanso definitivo; su tumba, se encontraba en una sección del cementerio que fue demolida en 1956.
Como legado, El Informe Gerstein, fue presentado como prueba de cargo, con distinta importancia, en diversas causas penales seguidas contra dignatarios nazis, y colaboradores acusados de genocidio, crímenes de guerra, o crímenes contra La Humanidad.
El primero y más importante, fue el Juicio de Nüremberg, ante El Tribunal Militar Internacional.
Dada su importancia, por su carácter de testimonio ocular, y por provenir del ámbito de los verdugos, y no de las víctimas, El Informe Gerstein, ha sido objeto preferente, de la atención crítica de los autodenominados historiadores revisionistas, uno de cuyos rasgos comunes es precisamente, negar la existencia de las cámaras de gas, que el informe vendría a probar.
La incredulidad, y la incomodidad moral que provocaba la compleja y contradictoria trayectoria vital de Gerstein, dificultaron su rehabilitación póstuma, que se desarrolló a través de un tortuoso proceso judicial, y administrativo.
Su memoria y honra, no fue rehabilitada, hasta 1965.
“There is life as it is and life as it should be.
But unfortunately, we have to live life as it is”
Amen. es un drama bélico del año 2002, dirigido por Costa-Gavras,
Protagonizada por Ulrich Tukur, Mathieu Kassovitz, Ulrich Mühe, Marcel Iures, Ion Caramitru, Sebastian Koch, entre otros.
El guión es de Constantin Costa-Gavras y Jean-Claude Grumberg, basados en la obra de teatro “Der Stellvertreter: Ein Christliches Trauerspiel” o “El Vicario” de Rolf Hochhuth, publicado en 1963, en la que se narra la complicidad con que El Vaticano, y varios países del mundo, toleraron que el régimen de la Alemania nazi, avanzara en el exterminio de judíos, durante La Segunda Guerra Mundial.
La pieza, en su versión original, dura más de 5 horas, e incluye la historia real de Kurt Gerstein, un devoto protestante, y posterior miembro de las SS, que escribió un informe testimonial, acerca de las cámaras de gas, cuya muerte en julio de 1945, en París, mientras se encontraba detenido como prisionero de guerra, fue atribuida a un presunto suicidio.
No obstante, la obra aún es controversial, debido a las inexactitudes históricas, respecto a la posición del Papa Pio XII.
Libros como “A Question of Judgment” (1963) del Dr. Joseph Lichten, escritos como respuesta a la obra de Hochhuth, defienden la conducta de Pío XII durante la guerra.
Lichten afirma, que cualquier crítica a las acciones del Papa, durante La Segunda Guerra Mundial es una “sorprendente paradoja”, y que “nadie que conozca el historial de las acciones de Pío XII, a favor de los judíos, puede suscribir las acusaciones de Hochhuth”
Hannah Arendt, también comentó la obra, y la reacción pública ante ella, en su ensayo de 1964:
“The Deputy: Guilt by Silence?”
En 2007, el ex General rumano, Ion Mihai Pacepa, reveló que la obra “El Vicario”, fue el fruto de un plan de desacreditación, ordenado por Nikita Khrushchev, y pergeñado por La KGB en 1960, y al igual que 60 años antes, se publicaron “Los Protocolos de Los Sabios de Sion”, y que “El Vicario”, tuvo como objetivo, minar la autoridad moral del Vaticano, y su influencia en Occidente…
En esta ocasión, el griego Costa-Gavras, toca el tema de la diplomacia europea, en el caso del Holocausto Judío, por parte de los nazis.
Y si bien, se denuncia la desidia de Los Aliados europeos, con respecto a La Solución Final, destruir Los Campos de Concentración, nunca fue una prioridad; no olvidemos, que El Vaticano, también es otro estado europeo.
Y como tal, actúa en Amen., y no como “el centro de ética mundial”, que a sí mismo se atribuye.
Rodada en Alemania, Polonia, e Italia; La Santa Sede no permitió filmar en El Vaticano, por lo que las escenas de Los Palacios Papales, fueron hechos en El Palacio del Parlamento de Bucarest, en Rumania.
En Amen. vemos 2 sistemas:
Por una parte, la maquinaria nazi; y por otra, la diplomacia del Vaticano y de Los Aliados; pero serán 2 hombres los que lucharán desde dentro.
El primero es Kurt Gerstein (Ulrich Tukur), quien trabaja en la Wehrmacht, depurando agua en el frente.
Junto a otros protestantes, consiguen detener el programa de eutanasia, que las autoridades nazis llevan a cabo, eliminando a los enfermos psíquicos.
Poco tiempo después, Kurt empieza a trabajar, surtiendo de productos químicos, Los Campos de Concentración, que resultan ser de exterminio…
Cuando se da cuenta de que se está produciendo un exterminio masivo, y sistemático de los judíos, trata de frenarlo, recurriendo a los mismos dirigentes protestantes que habían frenado la campaña de eutanasia.
Pero éstos no desean enfrentarse al poder nazi, y menos para defender a los judíos.
Luego de ver las atrocidades en Treblinka, contacta por casualidad, en un tren, al diplomático sueco, El Barón Göran von Otter (Justus von Dohnányi), y le pide ayuda…
Tras sufrir varios rechazos, y el deseo de no enterarse por parte de muchos, Kurt llega a ir a la propia Nunciatura Apostólica de Berlín, para intentar que El Papa Pío XII (Marcel Iureş), denuncie públicamente esta matanza, y aunque allí, El Nuncio se niega a escucharlo, un joven jesuita, Riccardo Fontana (Mathieu Kassovitz), se interesa por su relato.
Ambos, tratarán de hacer saber al mundo, esta ignominia, sin éxito.
Riccardo, viajará a Roma, pero nadie, ni siquiera el propio Papa Pío XII, parece interesarse por la suerte de los judíos…
Riccardo, representa a todos los sacerdotes que supieron oponerse a la barbarie, pagando muchas veces con su propia vida.
Kurt Gerstein sabía lo que estaba ocurriendo, y quería que el mundo entero también lo supiera.
Por lo que von Otter redactó un informe al Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia, que fue desestimado, y dado a conocer recién terminada la guerra…
En mayo de 1945, desde Helsinkise, comunicó con El Barón estaba tratando de localizar a Gerstein; pero infructuosamente, pues Gerstein se suicidó en la cárcel de prisioneros de guerra.
Así las cosas, Riccardo se inmola en los hornos nazis, mientras Kurt se suicida en la cárcel.
Al menos se sabe, que 20 años después, su memoria fue rehabilitada.
Lamentablemente, como todos sabemos, El Vaticano reaccionó en esta ocasión, asegurando su propia supervivencia, más que la de los seres humanos.
No hay que olvidar, que Pío XII bendijo los cañones del eje...
Así, Amen. se inicia con un paralelismo excelente:
Cuando se inicia la política eutanásica nazi, consistente en eliminar toda aquella vida que no cumpliera con unos requisitos mínimos de dignidad “aria”, esto es, deficientes y enfermos psiquiátricos, siendo la oposición social, espoleada por las parroquias católicas y protestantes, la que consigue parar el asesinato selectivo.
Cuando el asesinato se dirige a los judíos, ninguna confesión, genera la misma resistencia.
Si El Vaticano, hubiera llamado a la acción a los católicos del mundo, quizás algo se hubiera podido evitar…
Y aquí se presenta una de las interrogantes de la historia:
¿Sabían, o no sabían los alemanes, lo que estaba pasando?
¿De haberlo sabido, hubieran intentado pararlo?
Porque parece bastante difícil ver, cómo todos los judíos de tu barrio desaparecen, y no sospechar nada…
Lo único cierto, es que eso sólo se detuvo, cuando por fin vinieron los EEUU a pararlo.
Pero eso no quita que también haya que rendir homenaje, a todos aquellos que individualmente se opusieron a la masacre, muchos de ellos alemanes.
Y esto es en cierta manera Amen., una denuncia a la indiferencia de todos aquellos que sabían lo que estaba pasando, y decidieron callarse; es una revisión de la indiferencia, e incluso la complicidad, con que El Vaticano, y varios países del mundo, toleraron que el régimen nazi avanzara en el exterminio de judíos, antes y durante La Segunda Guerra Mundial.
Todo ello hace de Amen., un filme muy recomendado, para gente equilibrada que gusta de poner las cosas en su sitio.
“My name is Stephan Lux.
I am Jewish.
The Jews are being persecuted in Germany and the world doesn't care”
Ver una película de Costa-Gavras, es adentrarse en la mirada crítica ante el poder establecido.
Amen. es una película sobre la conciencia; la conciencia que toman los 2 protagonistas sobre el silencio; o falta de conciencia de los ciudadanos alemanes, durante los años del nazismo; y el silencio, o falta de conciencia del Vaticano, al no condenar el régimen, y los crímenes nazis.
Costa-Gavras, dibuja las figura del Coronel nazi, Kurt Gerstein, y el sacerdote jesuita, Riccardo Fontana, de un modo que quizás se pueda tachar de estereotipado, ante una Europa que cerraba los ojos.
Gerstein, cristiano, descubre de repente, que su ejército, el nazi, está exterminando judíos, con un producto que él proporciona como médico militar.
Su condición de químico, será el pasaporte que le permitirá contemplar, en una secuencia magnífica, las atrocidades de Los Campos de Concentración, iniciando tras este doloroso episodio, una casi “kafkiana lucha”, encaminada a eliminar esas espeluznantes acciones.
Su conciencia, le lleva a intentar denunciar, lo que ellos mismos están haciendo.
Como cristiano, Kurt trata de que El Vaticano se involucre, pero sólo un jesuita, brillante interpretación de Mathieu Kassovitz, le cree.
Ambos, tratarán de que El Papa Pio XII, condene el exterminio, pero la iglesia sólo habla de paciencia y diplomacia, virtudes que parecen teologales.
Gerstein, también intenta que sus más allegados se enteren, de lo que su propio ejército está haciendo, pero sólo oye voces de mentira, imposibilidad, y un cerrar de ojos, ante lo que todos veían:
Los judíos estaban siendo asesinados.
A partir del reencuentro de ambos, y la comunión de uno u otro, en su deseo compartido de denunciar de forma rotunda estas terribles prácticas, se desarrollará una auténtica odisea de alcance nihilista.
Y es que no solo la lucha convencida de Gerstein y Fontana, no llegará a alcanzar sus objetivos...
La diplomacia vaticana, hará prácticamente, oídos sordos, ante las pruebas presentadas de esta atrocidad, prefiriendo sin embargo, mantener buenas relaciones con el régimen alemán, dado que este, combatirá contra el comunismo.
Un auténtico maremagno de situaciones, a cual más insospechado, en el que los representantes políticos y diplomáticos, preferirán mirar hacia otro lado, antes que enfrentarse a la demoníaca exterminación de los judíos, y en las que la línea marcada por El Vaticano, será la de una prudencia, envolviendo un auténtico miedo a ser atacados por los alemanes, contra la que se revelarán nuestros los 2 protagonistas.
Será una reacción baldía, pero que de alguna manera servirá, para que ambos puedan dejar este mundo, con la convicción de haber luchado en contra de una de las mayores monstruosidades del mundo contemporáneo.
Lamentablemente, en esta historia, hay un vencedor, que es El Doctor Nazi alemán, (Ulrich Mühe), que pide asilo en Argentina, ante El Vaticano, y que al final se le concede…
El vencedor es pues, un hombre sin conciencia, sin conciencia cristiana, por supuesto, porque ese el tema de Amen.:
Sirve de algo tener conciencia, entendida al modo cristiano, sino se llega hasta el fondo de la denuncia.
La característica más importante de la conciencia cristiana, es su matiz interior, su matiz personal, y ese es el gran error de la conciencia cristiana, y de los personajes que la representan en Amen.
Sólo desde una conciencia política, y de una lucha política, se pudo haber combatido el vergonzoso silencio de los alemanes, y del Vaticano, porque desde las posiciones cristianas individuales, sólo se consiguen respuestas de silencio, respuestas que son desgraciadamente, la última palabra, el último “Amén”, y ya después, no hay nada.
Además de los casos archiconocidos, es bueno traer a la memoria, al Pastor Martin Niemöller, autor del famoso “Poema sobre La Indiferencia” y a quien tanto recuerda el sacerdote de Riccardo Fontana.
Refiriéndose a Amen., dijo Costa-Gravas:
“El escándalo contra El Papa Pío XII, ya había tenido lugar; no valía la pena volver a empezar.
Me interesé por la gente que había resistido, y por la resistencia misma.
Porque el tema principal de Amen., es el silencio, la indiferencia de las autoridades constituidas, políticas, e intelectuales, y la resistencia de personajes más modestos.
Se dice que en esa época, El Papa no habló, eso es seguro.
Si se lo piensa bien, El Vaticano no es la iglesia; es un Estado, con todos los atributos de un Estado, la diplomacia, etc.
Lo que me interesó fue, la actitud de 2 personajes, cristianos verdaderos, un católico, y un protestante, quienes en condiciones prácticas, y difíciles, resistieron.
Tratan de avisar al mundo, de informar a sus jerarquías...
Hacen todo lo que pueden, pero nadie reacciona, y ellos llegan a sacrificarse por su filosofía cristiana.
Eso es lo que me interesaba, y para mí, Amen. es una metáfora sobre nuestros silencios, y nuestras indiferencias de hoy”
Más adelante recuerda, que cuando empezaron las “razzias” o “ataques sorpresas”, los conventos y monasterios de Roma, fueron abiertos con la orden de recibir a toda clase de fugitivos, fueran judíos, comunistas, o gitanos; y agrega:
“Al mismo tiempo, salía un tren con 1,200 judíos deportados; ahí El Vaticano calló.
Entonces, era el doble juego de, por un lado, proteger, y por otro, callar.
La Iglesia dijo, que había refugiado a 70,000, pero eso es imposible, porque no había tantos conventos, ni tantos judíos en Roma.
Después de ese primer tren, hubo otros, con 4 o 5 mil más, pero fue con el tiempo.
Pero quiero agregar algo:
Después de la guerra, los mismos conventos se abrieron también para nazis, merced a la intervención de varios Cardenales conocidos, notoriamente, El Cardenal Coudal, que en la última escena de Amen., ayuda a un jerarca SS, a partir hacia Argentina”
El realizador insiste, en que no ha hecho una película contra la iglesia…
No obstante, el cartel promocional de Amen., que combina una cruz gamada, con la cristiana, también fue objeto de críticas, y es obra del publicista de las campañas más polémicas de Benetton.
Del reparto, todos los personajes están magníficamente interpretados.
En sus papeles principales:
Mathieu Kassovitz, como Riccardo, protagoniza uno de los momentos más impactantes; aquel en el que ya consciente de que no podrá conseguir nada, se retirará ante El Papa, colocándose en el pecho, la cruz de judío, y siendo coherente con su profesión, se pone del lado del oprimido, algo que por cierto, muchos representantes de la secta en cuestión, no hacen ni de lejos, porque supone perder dinero; y acepta el mismo destino.
Quizás, el sacerdote tenga razón, cuando dice que la iglesia no actúa, porque por un lado, la represión de Hitler sería feroz; y por otro, Hitler fue el único que se enfrentó al comunismo, con la intención de destruirlo...
Pero es Ulrich Mühe como el endemoniado Doctor; en contraposición al sacerdote, y saliendo airoso de los delitos cometidos, es la ironía que cierra Amen., con el nazi encarnado por Mühe, siendo ocultado por La Santa Iglesia, y con el punto de vista en Argentina.
Es que son los nihilistas, aquellos que, como en el fondo, no creen en nada, se “apuntan” a la doctrina que mejor les conviene.
El Doctor, representa entonces, esta 2ª categoría; él mismo afirma, que no sabe el porqué de lo que hace; su vago pero afirmado desprecio a la humanidad, le permite moverse como una anguila por las redes del Partido, cumpliendo órdenes sin cuestionar.
Como se ve al final, no tiene ningún problema en cambiar de bando…
El mal sobrevive, y lo hará siempre.
Y el gran artífice de esta sobrecogedora, necesaria, interesante, y proteica película:
Ulrich Tukur como Kurt Gerstein, está memorable, como en el momento de mirar a través de la mirilla, para ver cómo mueren asfixiados los judíos, en una de las famosas cámaras de gas, instante que impacta por la reacción del personaje, y el contraste con sus acompañantes, que parecen disfrutar de la visión...
Y como conjunto, el papel de la iglesia, teniendo conocimiento del exterminio, fue vergonzoso, sólo preocupada por sus propios intereses, el apoyo a Hitler en su lucha contra el comunismo…
Su receta contra El Holocausto fue, moderación, paciencia, y fe, que ya pediremos perdón…
Pero también, Los Aliados, con EEUU a la cabeza, tampoco se libran de la quema.
Amen. juega con el temible dato de que muchos no creyeron, y algunos aún lo siguen haciendo, que tal horror se estuviese produciendo, y al respecto, desde lo técnico, el uso del fuera de campo en Amen., resulta ejemplar.
Porque Costa-Gavras no necesita recurrir a la abundante y escalofriante iconografía clásica, para retratar el genocidio.
Los horrores del Holocausto, son narrados “en off”, y raramente vemos a judíos presos en pantalla.
No hay cuerpos famélicos, ni tampoco montañas de cadáveres amontonados.
Tan sólo una metáfora, tan potente como bella en su horror:
En los numerosos trenes que cruzan constantemente, con sus puertas cerradas a la ida, y sus vagones vacíos a la vuelta.
Suficiente para imaginar, cuánta gente al día. era deportada a los campos de concentración, mientras los diplomáticos dejaban pasar el tiempo en sus fastuosos despachos.
El juego de escenas de los trenes, cada pocos minutos, indica que la maquinaria de muerte no cesa ni un momento, mientras la diplomacia, siempre es lenta.
Memorable es, en este sentido, la comida en la que altos cargos eclesiásticos, El Embajador, y otros allegados, se pegan una señora mariscada, chupando con gran deleite las cabezas de los crustáceos, cual mantis religiosas, mientras desestiman las súplicas del jesuita Fontana, hijo del anfitrión, con las excusas más obtusas.
Y un cínico final, en la previsible recuperación del terrible, y al mismo tiempo lúcido doctor, encarnado con enorme sutileza por Ulrich Mühe, en mi opinión, el personaje más interesante.
Él es un ferviente nazi, con cierta fijación homosexual hacia la figura de Gerstein, y que en sus palabras, manifiesta un alto grado de lucidez, lo que no evitará que de manera paralela destaque por su crueldad, aunque manifieste:
“Soy un poco católico”, llegando a detectar el fin de La Era Nazi.
Ese encuentro final, con una autoridad vaticana, que le sugerirá marcharse hasta Argentina, supone sin duda, una perversa nota irónica, reveladora de las extrañas conexiones y confluencias de poderes, que en aquel tremendo periodo para Europa, permitió la presencia de actitudes reprobables, sin que el paso de los años haya permitido su total esclarecimiento.
Es por ello, unido a la eficacia con la que Costa-Gavras sirve la historia, que propuestas como Amen., además de recordarnos la cercanía de un pasado, que marcó al conjunto de la civilización occidental, debe servirnos como punto de referencia para que, bajo cualquier circunstancia, jamás esta sea repetida…
¿O se ha repetido?
“I see no other way to reach people's hearts”
El Tribunal de Apelaciones, en el años de 1955, concluyó:
“Kurt Gerstein, representa el tipo de hombre que, en virtud de sus condiciones más profundas, desaprobaba, incluso odiaba interiormente, el régimen nazi, pero participó en él, a fin de combatirlo desde el interior, y evitar cosas aún peores”
Fue así como se “indultó” de sus cargos y se le limpió la imagen.
En lo referente al análisis historiográfico, acerca de la conducta del Papa Pío XII, durante La Segunda Guerra Mundial, y en lo concerniente al pueblo judío, y la Shoá, se pueden reconocer 3 períodos claramente distintos:
Una primera etapa, que va desde 1945 hasta 1963, en la cual, la comunidad internacional, tenía una imagen positiva del papel de Pacelli, respecto a su intervención en favor del pueblo judío.
Una segunda etapa, que se extiende desde 1963, hasta entrado el siglo XXI, en la que predomina una visión de Pacelli, como aliado de los nazis, una tesis abonada por Rolf Hochhuth, Daniel Goldhagen, John Cornwell, Sergio Minerbi, y otros.
Y una tercera etapa, en la que historiadores como, Martin Gilbert, Ronald J. Rychlak, y David Dalin, vuelven a presentar una imagen positiva del Pontífice.
Durante los años posteriores al final del conflicto, la opinión acerca del papel que jugó Pío XII, durante la guerra, era por demás favorable y laudatoria.
Se pueden citar las opiniones de Isaac Herzog, Giuseppe Nathan, Leo Kubowitzki, Golda Meir, Dwight D. Eisenhower, Eugenio Zolli, y Albert Einstein, entre otros.
El acontecimiento que dio origen a la imagen controvertida del Papa, respecto a su relación con el nazismo, fue la publicación de la obra de teatro, “El Vicario” del alemán, Rolf Hochhuth.
La obra, se basó en documentación fraguada, provista por la KGB, que se proponía minar la autoridad del Vaticano.
A esta teoría, adhiere el historiador británico, Sir Martin Gilbert, biógrafo oficial de Winston Churchill, y experto en historia del pueblo judío.
El filósofo, Bernard-Henri Lévy, recuerda que Hochhuth “es también un conocido negacionista, condenado varias veces como tal”, y recordó una entrevista suya, publicada en un semanario alemán de extrema derecha, “en la que defendía a David Irving, que niega la existencia de las cámaras de gas”
Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten, de B'nai B'rith, organización judía, dedicada a denunciar el antisemitismo, y mantener viva la memoria del genocidio nazi, han documentado los esfuerzos del Vaticano, en favor de los hebreos perseguidos.
Según el mismo Lichten, en septiembre de 1943, Pío XII, ofreció bienes del Vaticano, como rescate de judíos apresados por los nazis.
También recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano, y en Castelgandolfo, así como en templos y conventos.
Lichten, escribiendo en el boletín del Jewish Antidefamation League, dijo en 1958, que “la oposición de Pío XII al nazismo, y sus esfuerzos para ayudar a los judíos en Europa, eran bien conocidos al mundo que sufre”
Después de la guerra, organizaciones y personalidades judías, reconocieron varias veces, oficialmente, la sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.
El historiador judío, Richard Breitman, ha escrito un libro sobre El Holocausto.
Como consultor del grupo de trabajo, para la restitución de los bienes a los judíos, grupo que ha obtenido la desclasificación de los dossiers del OSS.
En una entrevista al Corriere della Sera, del 29 de junio del 2000, Breitman que es hasta ahora, el único autorizado a ver los documentos del OSS, el espionaje estadounidense en La Segunda Guerra Mundial, ha explicado que, lo que más le ha impresionado, ha sido la hostilidad alemana hacia El Papa, y el plan de germanización del país, de septiembre de 1943.
Breitman, ha encontrado también “sorprendente, el silencio aliado sobre El Holocausto”
El rabino, David Dalin, dice que el título de “Justos entre Las Naciones”, debería ser conferido a Pío XII, ya que salvó a más judíos que Oskar Schindler...
El rabino en Jefe de Dinamarca, Marcus Melchior dijo:
“Si El Papa hubiera hablado, Hitler habría masacrado a muchos más de los 6 millones de judíos, y quizá a 10 millones de católicos”
El miembro de la resistencia alemana, Josef Müller, le aconsejó a Pío XII, que se abstuviera de hacer declaraciones públicas contra el régimen nazi, que solo se refiriese de manera general, y que dejara que la jerarquía católica alemana, se encargase de realizar las condenas contra el régimen nazi; según Müller, cualquier condena pública hecha por El Papa, habría dificultado grandemente, el accionar de la resistencia alemana.
Martin Gilbert sostiene, que el análisis final acerca de la actitud de Pío XII, acerca de los judíos, sólo se podrá realizar, cuando se abran los archivos secretos del Vaticano, del período de su pontificado, al escrutinio de los investigadores…
No obstante, Gilbert hace algunas observaciones, en cuanto a las críticas que ciertos investigadores hacen a la actuación de Pío XII, con respecto al pueblo judío, y que se hallan plasmadas en el memorial de Yad Vashem:
“Pío XII, no firmó y nunca podría haber firmado, la declaración conjunta de Los Aliados de 1942, respecto a la persecución de los judíos europeos, precisamente porque era una declaración de Los Aliados, y El Vaticano no formaba parte de esa entente político-militar, y que la crítica la realizó, sólo 7 días después, en el mensaje de Navidad de 1942”
El mensaje radial de Navidad, nunca mencionó expresamente, que los judíos fueran perseguidos por los nazis, pero sus destinatarios comprendieron la crítica, que el mensaje contenía:
Los altos círculos de la diplomacia alemana, expresaron que “en una manera nunca vista antes, El Papa ha repudiado el nuevo orden nacional-socialista europeo.
Él, prácticamente ha acusado a todo el pueblo alemán, de injusticias contra los judíos, y se ha convertido en el vocero de los criminales de guerra judíos”
Gilbert señala, que es injusto que en el momento, se señale que los esfuerzos en favor de los judíos de Hungría y de Eslovaquia, solo se realizaran hacia fines de la guerra, como una manera que tuvo la iglesia, de congraciarse tardíamente con la comunidad internacional; los esfuerzos hechos por la iglesia, se realizaron en ese momento, porque fue precisamente en ese momento, y no con anterioridad, que los gobiernos de Eslovaquia y de Hungría, llevaron a cabo la deportación masiva de judíos hacia Los Campos de Concentración nazis.
Los críticos del Papa sostienen, que la decisión de abstenerse en condenar el asesinato de los judíos, por la Alemania nazi, constituye una falta moral:
La falta de una guía clara, dejó espacio para que muchos colaboraran con la Alemania nazi, reasegurados por la idea que, no contradecía a la enseñanza moral de la iglesia.
Esto también dejó la iniciativa del rescate de los judíos, a clérigos individuales y laicos.
Sus defensores sostienen, que ésta neutralidad previno medidas más duras contra El Vaticano, y las instituciones de la iglesia de toda Europa, permitiendo que una considerable actividad de rescate, tuviera lugar en diferentes niveles de la iglesia.
Por otra parte, señalan los casos en los que El Pontífice ofreció apoyo a las actividades, en los que judíos fueron rescatados.
Hasta que todo el material relevante, este a disposición de los eruditos, este asunto permanecerá abierto, a futuras investigaciones.
Dicen que el pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla…
Todo fuera tan fácil.
En cualquier caso, siempre es bueno que se nos refresque la memoria, ya sea sobre éste, u otros episodios de una historia, que no deja de ser común.

“I am a doctor, a simple doctor”



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