À Bout de Souffle
“Quelle est votre plus grande ambition dans la vie?”
(¿Cuál es tu mayor ambición en la vida?)
La Nouvelle Vague reinventó el cine francés de pies a cabeza, y le dio un nuevo molde a la forma de expresarse cinematográficamente, con pocos recursos y cámara en mano, e ingenio artesano.
Con la complicidad de un influyente crítico llamado Andre Bazin, que pedía a gritos una renovación de la cinematografía gala, no fueron pocos los jóvenes talentos de realizadores galos, que se entregaron a la arriesgada aventura que él y su Cahiers du Cinema emprendieron.
De este movimiento salió Jean-Luc Godard, un director de cine que llegó a afirmar que “para hacer una película, solo ocupaba de una chica y una pistola”
La Nouvelle Vague, trató romper el estilo tradicional con el que los grandes estudios realizaban sus películas:
Se buscaba una realización de cine que fuera barata en los costos de producción, con técnicas más experimentales, aprovechando ambientes y locaciones donde tenía lugar las notas resumidas que consistían de guión; libre en un lenguaje sin autocensura.
También, estaba el empleo de un elenco más reducido, de no necesariamente actores profesionales.
Con libertad creativa para improvisar sus diálogos y emociones en escenas considerablemente largas a tiempo real; con la impertinencia incluso de hablar a la cámara.
En 1960, a los 29 años, Jean-Luc Godard era un estudioso crítico de cine, pero sobre todo, un cinéfilo total, que gustaba de los “film noir” de serie B, realizados en los Estados Unidos durante los 40 y 50.
Decidió hacer uno, casi sin presupuesto, con un guión escrito horas antes del rodaje, y parlamentos compuestos sobre la marcha…
Y lo que hizo, además, su filme cambió la historia del cine.
Salió a las calles de París con una cámara al hombro, o montada en una silla de ruedas, a falta de un dolly, con varias referencias literarias y artísticas, una cada 3 líneas de diálogo, aproximadamente; buenas dosis de inconformismo, un puñado de posturas políticas, y una visión del cine como método de resistencia ante el orden y la moral tradicionales.
Con tan explosivos elementos, no es de extrañar que abriera, o más bien volara una nueva vía para hacer películas, misma que en 2010 cumplió 50 años sin perder su atractivo ni su vigencia.
“Je ne sais pas si je suis malheureux parce que je ne suis pas libre, ou si je ne suis pas libre parce que je suis malheureux”
(No sé si estoy triste porque no soy libre, o si no soy libre porque soy infeliz)
À Bout de Souffle es una película francesa de suspense, del año 1960, dirigida por Jean-Luc Godard.
Protagonizada por Jean-Paul Belmondo, Jean Seberg, Daniel Boulanger, Henri-Jacques Huet, Roger Hanin, Jean-Pierre Melville, Jean-Louis Richard, Claude Mansard, Jean-Luc Godard, entre otros.
El guión es de Jean-Luc Godard, con la colaboración de François Truffaut.
La inspiración para la historia, fue un artículo de periódico que François Truffaut leyó.
Se trataba de un pequeño criminal llamado Michel Portail, y su novia estadounidense.
En 1952, Portail robó un coche para visitar a su madre enferma en Le Havre, en el norte de Francia, pero terminó matando a un policía de motocicleta.
El tratamiento original de la escritura, vino de Truffaut y de Claude Chabrol, pero en última instancia, ninguno pudo acordar una estructura apropiada de la historia.
Por lo que Jean-Luc Godard seguía muy interesado en el tratamiento, que formaría la base de su debut.
Para entonces, Godard trabajaba como agente de prensa en 20th Century Fox, cuando conoció al productor Georges de Beauregard, y le dijo que su última película era una mierda…
Por lo que de Beauregard, impresionado convenientemente con su franqueza, empleó a Godard para trabajar en el guión para su película “Pecheur d'Islande” (1959)
Y después de 6 semanas, Godard se había cansado del guión, y le sugirió a de Beauregard, que hiciera À Bout de Souffle en su lugar.
Chabrol y Truffaut, acordaron dar a Godard su tratamiento de la película, que fue debidamente pasado por de Beauregard, bajo la condición de que Godard la dirija.
Así, Jean-Luc Godard escribiría el guión en la mañana de cada día de rodaje, sin la ayuda del supervisor de guiones.
Godard escribía sus notas en un libro de ejercicios, que sólo permitía ver a los actores; siendo À Bout de Souffle, su primer largometraje.
Con su estilo innovador y desafiante de montaje y fotografía, Godard fue uno de los creadores de La Nouvelle Vague, que revolucionaría el cine francés; e hizo del descuido, una virtud, con sus mezclas de planos abstrusos, sus empalmes alocados, sus cortes inoportunos, y eso creó una moda, por suerte refinada después.
Como la película se alargó en su metraje, en lugar de eliminar secuencias, las cortó y eliminó tiempos muertos.
Así el ritmo es alocado, Godard pretendía que fuera un reflejo del mundo del momento.
Aparte del título de la película, el número de visa de distribución, y la dedicación a Monogram Pictures, no hay otros créditos.
Tanto el elenco y el equipo de producción, no tienen créditos en pantalla.
Por otra parte, Monogram Pictures era un estudio estadounidense de películas baratas de diferentes géneros, en activo durante los años 30, 40 y comienzos de los 50; que se dedicada a films de bajo presupuesto, principalmente negros y westerns.
Con À Bout de Souffle, su objetivo es dar sensación de libertad, con luz natural, sin focos, desplazando la cámara por sitios comunes, mostrando todo lo que se ve, de lo más improvisado.
Godard, rodó en 21 días, pero el montaje tanto de imagen como de sonido fue largo; se rodó sin sonido, que se incorporó después; por lo que los cortes de “raccord”, los “travelling”, los hiatos, y las elipsis, son intencionadas.
À Bout de Souffle es pura Nouvelle Vague, uno de los filmes más influyentes de todos los tiempos, porque se arriesgó en todo; siendo hoy, película de culto, apreciada en su momento por la crítica especializada y avanzada; y denostada por la crítica tradicional.
À Bout de Souffle, fue estrenada alrededor del mismo tiempo que “Les Quatre Cents Coups” (1959) de François Truffaut; e “Hiroshima Mon Amour” (1959) de Alain Resnais; estableciendo así, lo que vino a ser conocido como La Nouvelle Vague.
Una versión totalmente restaurada de À Bout de Souffle, fue estrenada en EEUU para su 50º aniversario en mayo de 2010.
Cabe señalar que cuando À Bout de Souffle fue estrenada originalmente en Francia, atrajo a casi 2 millones de espectadores a verla.
La acción tiene lugar en Paris, Marsella y Orly, a lo largo de unos 6 días, en septiembre de 1959.
Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo), que se hace llamar László Kovács, es un ex figurante de cine, admirador de Humphrey Bogart; es un delincuente que, tras robar un coche en Marsella, emprende viaje a París, para cobrar un dinero que se le adeuda; y volver a ver a su amiga estadounidense:
Patricia Franchini (Jean Seberg), una joven burguesa que aspira a ser escritora, y vende el New York Herald Tribune por Los Campos Elíseos.
Ella sueña con matricularse en La Sorbona, y escribir algún día en ese periódico.
En el camino, perseguido por la policía de tráfico, Michel mata a un agente...
Llega a París, pero no tiene dinero, por lo que recurre a varios amigos.
Pasa su tiempo con Patricia, intentando convencerla de volver a acostarse con él, y de acompañarle a Roma; por lo que los 2 van de un lugar a otro, mientras Michel trata de recuperar su dinero, y se oculta de la policía.
Patricia duda acerca de sus sentimientos hacia él; pero cuando descubre que lo está buscando la policía, empieza por ayudarle.
Es una historia íntima que explora la situación del personaje masculino, que más allá de presentar una apariencia del tipo galán que se las pasa de patán, es un individuo que lo que quiere es estar a gusto con la chica, esto sensibiliza su personalidad, y modifica el accionar que está teniendo a lo largo del metraje, hasta el punto de llegar a terribles consecuencias.
Mientras Patricia, una estadounidense que se ha trasladado a París en busca de la libertad que no halló en su país natal; por un lado parece inocente, y tiene la aspiración de convertirse en periodista; pero en el fondo, es una mujer fatal y libertina.
Pero al final, para obligarse a alejarse de él, lo denuncia a la policía.
Michel, cansado y enamorado, se niega a huir, lo que provocará su fin.
À Bout de Souffle es una historia que engancha, es un relato abierto sobre un luchador antisistema, que encarna las actitudes de rebeldía que tiene una gran prepotencia con el resto de las personas, y en especial con las mujeres.
Su deseo de relaciones sexuales sin compromisos, contrastan con la debilidad ante él de Patricia, a pesar de que ella se encuentra en mayores convicciones de la vida.
Todo esto lo vemos en las conversaciones tan largas que mezclan cuestiones, tienen grandes silencios, y abundan en tópicos.
Obra necesaria de Godard para entender la existencia de los jóvenes urbanitas de las grandes ciudades europeas y estadounidenses de finales de los 50, y principio de los 60, que acabaría en París con El Mayo del 68.
Su “modus vivendi”, sus pensamientos, sus disquisiciones, sus amores líquidos, sus lecturas, y su falta de ellas, su moralidad o amoralidad, sus vidas desbocadas, la hiperventilación y la falta de oxígeno....
Y más, mucho más, contiene este romance cinematográfico, referente de La Nouvelle Vague:
Fotografías grises en La Ciudad de Luz, jazz que se cuela entre los viandantes, chicas que queman sostenes, sombras de Sartre que habitan las calles, sabuesos intimidadores y soplones que acaban convertidos en directores de cine.
À Bout de Souffle es película clave en el despertar de esa Nueva Ola del cine francés, renovador movimiento que tuvo en Godard uno de sus más estimulantes creadores.
Un film que rompió por completo los códigos narrativos tradicionales imperantes en el cine, hasta ese momento.
Sin este pequeño/inmenso filme, no se entendería nada del cine posterior.
Godard, que tenía 29 años, recién licenciado de periodismo; hace una obra provocadora, con personajes relajados, bromas continuas, improvisaciones; una película sincera, que no busca un realismo social, ni adaptar valores literarios.
Y desde luego, lo que no quieren es el pulido acabado del cine clásico; es un modesto debut de Godard, que parece un “thriller” de policías y ladrones, en que al final, el malo muere.
Esa era la época de la abundancia de la postguerra, de los antihéroes, del amor como juego, que se rechazan los valores más tradicionales.
En definitiva, À Bout de Souffle, es un título que merece ser visto, principalmente por la enorme influencia que tuvo en el cine que se realizó con posterioridad, tanto en Francia, como en Europa, y Estados Unidos.
“C'est triste de s'endormir.
Il sépare les gens.
Même lorsque vous dormez ensemble, vous êtes tout seul”
(Es triste cuando se duerme.
Uno se separa de las personas.
Incluso cuando estás durmiendo con alguien, estás solo)
Incluso después de 56 años de que se estrenó À Bout de Souffle de Jean-Luc Godard, no ha perdido vigencia alguna.
No tiene ninguna escena que parezca caduca o fuera de lugar.
La historia de amor y asesinato en las calles de París, se siente más viva que nunca.
Hay mucho que se volvió icónico de ese filme que marcó un hito en La Nueva Ola francesa, estelarizado por Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg.
La edición y el montaje, la evocación de parís, la amoralidad, la forma en la que se presenta la sexualidad…
En la película, inspirada en un guión de François Truffaut, no obstante, poco queda de la idea original de Truffaut, tras pasar por las manos de Godard, en el sentido de que encuentra hermoso sacrificarse sin sentido por una mujer con la que se ha obsesionado; sin embargo, no se trata del tipo de romanticismo idealizado y prácticamente iusnaturalista que consume al alter ego de Truffaut, sino de un romanticismo desengañado hasta la quemazón:
“Ya estoy harto, estoy cansado, quiero dormir…”, declarará Poiccard en su última confesión íntima al espectador.
Por lo que Godard adopta un tono estético profundamente antiacadémico, repleto de interrupciones innovadoras, pero muy bellas, que le permite mostrar la hostilidad de la sociedad moderna, y la cruel imposibilidad de la pasión amorosa.
Con el paso del tiempo, Godard renegó de À Bout de Souffle, que considera la más reaccionaria, y menos lograda de su impresionante filmografía pero, paradójicamente, fue su único éxito comercial, con más de 300.000 espectadores en 2 meses.
El público, aunque desconcertado por la narración, se dejó llevar por la vitalidad de la película, y por el encanto de la pareja protagonista:
Un inolvidable Belmondo, con su sombrero y su dedo en los labios; y una maravillosa, Jean Seberg, a la vez natural y sofisticada.
Ante su brutal contundencia, en ocasiones olvidamos que À Bout de Souffle es una ópera prima y, aunque en efecto es un homenaje al cine policial negro estadounidense, también es una maravillosa historia de “amor fou” entre Michel, arrogante antihéroe fugitivo de la justicia, y Patricia, inolvidable joven estadounidense, cuyo corte de cabello ha inspirado más de una fantasía erótica.
Y como todo “filme noir” que se respete, es también la historia de una traición.
À Bout de Souffle, es una historia de amor atrapada en un film de género negro:
Un delincuente de poca monta, de pocas luces, impetuoso, roba un coche en Marsella, en la Riviera; le persiguen 2 motoristas, mata a uno de ellos, y sin remordimiento alguno, huye a París.
Cree que por ser París, pasará desapercibido…
Y busca afanosamente a un hombre que dele debe dinero.
En la gran ciudad, vive de robar y de timar a las mujeres.
Roba dinero a una amiga, va a Los Campos Elíseos, y se encuentra a un antiguo ligue, Patricia.
Patricia le acoge en su apartamento, y Michel la convence de vivir un mundo de aventuras.
Ella le dice que está embarazada…
Mientras todo esto ocurre, el marco policial se estrecha, y él lo sabe.
Patricia duda, y llega un momento en que le delata; y la policía mata a Michel de un tiro.
En el fondo, À Bout de Souffle es un bello, apasionado y descorazonador retrato de una generación sin rumbo, que vivió la guerra en su infancia, y cuyos primeros recuerdos se ligan más a la posguerra que al propio conflicto bélico.
Están más próximos a la Francia liberada, que a la Francia ocupada, gobernada por los colaboracionistas.
Esto incide en su forma de ver la vida y afrontarla, no han asumido el concepto de resistencia, sólo el de ruptura, he aquí el germen de lo que sería 10 años después el movimiento “revolucionario” del Mayo del 68.
Estos 2 personajes que nos acompañan a lo largo de los 90 minutos que dura el filme, quieren vivir a toda velocidad en un mundo que no comprenden, como si así no fueran capaces de ver toda la podredumbre que los rodea.
Atacan desde la ironía y la indiferencia, a un “establishment” que aborrecen.
En su forma de ver el mundo, la rebeldía coge de la mano a la inocencia, y ambas se enzarzan en un lacónico vals, cuyo único final posible, es la muerte.
La narración gira en torno a Michel, del que casi se puede decir que la maneja en primera persona, porque es él el que elige los lugares y los tiempos, incluso el de su propia muerte.
Gracias a las palabras que le dirige antes de cometer su crimen, el espectador siente la ilusión de que viaja de copiloto en su coche, por lo que desde casi el primer momento, desarrolla hacia él una suerte de compañerismo.
Patricia, por su parte, permanece separada de esa complicidad, mostrándose atrayente en la lejanía, gracias a su combinación de naturalidad, elegancia y frivolidad.
Puede que ese talante frívolo, sea precisamente el rasgo que más pese dentro de su personalidad, y eso que no se trata de una frivolidad deliberada, sino innata.
Mientras Michel acaba de cargarse a un policía, casi por accidente, le persiguen de cerca, no tiene dónde caerse muerto y, no obstante, conserva la alegría por permanecer junto a la chica de la que está enamorado.
Patricia, que vive como le da la gana gracias al dinero que le envía su padre desde EEUU, se sume en tenebrosas angustias insuperables.
En la misma línea, y por poner otro ejemplo, lo que le escandaliza al leer sobre Michel en el periódico, no es que haya sido capaz de cometer el asesinato del que se le acusa, sino que esté casado…
El culmen de esa actitud, de la que ella no es consciente, llegará cuando delate a Michel a la policía, para ver si está enamorada de él; porque si puede ser cruel con él, es que no lo está.
Como el propio traicionado le contesta, como razonamiento, es lamentable.
Técnicamente, Godard decidió salir a las calles:
Muy pocas veces, París había sido fotografiada de manera tan magistral como en esta película, gracias al trabajo de Raoul Coutard.
Junto a él, Godard filmó a ras de banqueta, sin alterar los escenarios de La Ciudad Luz, sin iluminación artificial e incluso, sin evitar que los transeúntes miraran ocasionalmente a la cámara y a los actores.
Es más, tampoco le importó romper la ilusión visual:
En algunas escenas, Michel se dirige directamente al espectador, en un efecto de distanciamiento similar al aplicado en el teatro de Bertold Brecht.
Con total desparpajo, Godard desafió las reglas narrativas, al transgredir el eje de los 180°, y la línea de contacto visual entre los personajes; de esta manera, la clásica noción de continuidad, se fue al diablo; siendo una nueva narrativa para una nueva época.
Al término de su periplo voyerista por las avenidas de la capital francesa, Godard y Coutard, habían rodado suficiente material para 3 horas de metraje.
Era demasiado, pero a continuación vendría lo mejor:
Llegado el momento de la edición, lo natural hubiera sido suprimir escenas completas para reducir la duración de la película, pero Godard, en un arranque de genio, decidió no prescindir de ninguna, sino reducir su duración hasta dejarlas en la pura esencia, en los fotogramas indispensables para hacerlas comprensibles, pulverizando con esta salvaje economía visual, la fluidez tradicional de la narración.
Así, cortando a saltos, surgieron los “jump cuts” y los “quick cuts” que caracterizan a este gran filme, dándole los rasgos estéticos que lo han hecho obra de culto entre cinéfilos de toda clase:
Una apariencia de aficionada improvisación, y un ritmo frenético y caótico, que se hace aún más evidente en la medida en que esta notoria discontinuidad temporal no está coordinada con la excelente banda sonora, y no se prolonga en los atropellados, y en ocasiones, geniales diálogos, los cuales fueron doblados por los mismos actores, después de finalizar la película.
Para mayor mérito de sus creadores, este desbordado caos estilístico, está apenas acorde con el estado febril en que vive el indomable protagonista, quien se da el lujo de dispararle al sol, que lo deslumbra en su camino de Marsella a París.
En lo que se refiere a la técnica, À Bout de Souffle está rodado en toda parte con cámara al hombro y luz natural, y hay numerosos elementos de ruptura:
La ausencia de la casualidad y motivación de los personajes, conversaciones coloquiales, saltos de eje, transgresiones de “raccord”, rechazo del plano contraplano, secuencias de toma única, que hace que está película se salte muchas de las normas del cine clásico.
À Bout de Souffle, cuya traducción al español es “Sin Aliento”, tiene las cualidades de un gran primer trabajo:
El impacto se debe en buena parte a la forma en que Godard presenta su punto de vista, y dirige la historia, sin ocultar homenajes explícitos a cineastas que admira, como Preminger o Melville, multiplicando los guiños cinéfilos.
El propio cineasta declaró en 1962:
“Si me analizo hoy, veo que siempre he querido hacer una película documental con forma de entretenimiento.
El lado documental es un hombre en tal situación.
La parte de espectáculo viene cuando ese hombre es un gánster o un agente secreto...”
Estos son algunos de esos rasgos característicos:
El montaje parece con frecuencia brusco, al desaparecer, la preocupación por mantener el “raccord” entre 2 planos consecutivos.
Sin embargo, eso, en vez de penalizarla, le da una increíble ligereza.
Así puede apreciarse cuando Michel piropea a Patricia en su coche.
El montaje incluye un nuevo plano con cada nuevo piropo, sacrificando la continuidad visual en una especie de montaje que se muestra a sí mismo.
En uno de sus intentos de robar coches, Michel desaparece corriendo en un plano de derecha a izquierda, para entrar en el siguiente por la izquierda, justo al contrario de lo que recomiendan las normas clásicas.
Se sacrifica el tratamiento realista del sonido:
Los efectos de sonido, los disparos, por ejemplo, y las músicas empleadas, varían en volúmenes y verosimilitud entre unos planos y otros.
En algunas escenas, los personajes se dirigen a los espectadores, como al inicio de la película, cuando Michel se vuelve a cámara para interpelar al público:
“Si no les gusta la playa, si no les gusta la montaña...”
Y al final, cuando afirma:
“Estoy harto y cansado”, en una especie de confesión pública, que marcará el desenlace final, con su muerte.
Es habitual en À Bout de Souffle, la utilización de elementos narrativos que establecen llamadas sobre el propio argumento.
Generalmente, son títulos que aparecen en carteles de cine:
“Vivir peligrosamente hasta el final, más dura será la caída”, introducidos en primeros planos en clara alusión al desenlace de la película.
En otra ocasión, cuando Michel y Patricia entran al cine, sobre un primer plano de ambos besándose, se escucha “en off” el diálogo de la película proyectada, que contiene referencias explícitas a una de las claves del tema:
La imposibilidad del amor.
Estos elementos, conforman lo que llama “cine de autor”, que se contrapone al cine clásico o cine de argumento.
Esta última tendencia, está formada por películas en las que todos los elementos formales se ponen al servicio de la acción, protagonista de un guión en el que el personaje central/héroe, tiene que resolver una situación/conflicto para devolver la realidad a su estado natural/desenlace.
En el cine de autor, el personaje no tiene grandes misiones:
Se plantean conflictos internos, psicológicos, que el personaje va integrando y resolviendo con desigual suerte.
A raíz de estos planteamientos, el autor de la película, puede emplear recursos formales para subrayar esos conflictos, independientemente de que dicho empleo esté justificado por la acción.
En el cine clásico, si la cámara se mueve, es porque acompaña a un personaje.
En películas como À Bout de Souffle, la cámara puede abandonar al personaje para dirigirse a un cartel de la pared, sin justificación dramática alguna, donde la mayor parte del filme fue rodado con cámara al hombro.
La importancia de las películas “de autor”, radica precisamente en el “cómo” se cuentan las cosas.
En À Bout de Souffle, el montaje a saltos, es el reflejo de la huida del protagonista; los movimientos circulares de la cámara, de la imposibilidad de la huida; las largas secuencias dialogadas, del intento por comprender la naturaleza de las relaciones.
Así, À Bout de Souffle, parte de una historia muy simple, una especie de “film noir” de serie B:
Un gánster mata a un policía, e intenta huir con su chica de la persecución de la autoridad.
Sobre este sencillo argumento, Godard estructura todo un ensayo personal sobre el devenir de ciertos valores personales y sociales.
Por ello, la ruptura visual es espejo de la ruptura personal y social; y podemos encontrar secuencias de diálogo, como la de Michel y Patricia en la habitación del hotel, que sin aportar nada a la trama de acción principal, la huida, adquieren un protagonismo sustancial, a tomar en cuenta que esa secuencia dura 13 minutos.
Naturalmente, vienen a demostrar que esa línea argumental, no es más que una simple estructura sobre la que cimentar un discurso basado en el universo personal del autor.
El director, Claude Chabrol, aquí ofició como supervisor técnico; mientras que los directores, Philippe de Broca y el mismo Jean-Luc Godard, aparecen como cameos.
A Godard se le puede ver hacia el final, como un espectador, llevando gafas de sol y leyendo el periódico, que reconoce a Michel, y corre a informarle a la policía.
Cabe destacar que a Godard no se concedió ningún permiso para rodar en ninguna de las escenas externas; de ahí que durante esas tomas callejeras, innumerables transeúntes miran a la cámara con curiosidad.
À Bout de Souffle, es decididamente una película dual, centrada en 2 claros protagonistas que se elevan sobre el resto del reparto.
Para el principal papel masculino, Godard recurrió a su amigo Jean¬-Paul Belmondo.
La interpretación de Belmondo es desconcertante y encantadora al mismo tiempo:
Michel Poiccard, es un joven sin ningún tipo de dilema moral, que avanza por la vida por el impulso que va cogiendo, apoyándose en los demás, a los que usa a su antojo de forma cruel.
Es un tipo para el que sólo existe el hoy, el mañana es un tiempo indeterminado, por lo que únicamente busca la satisfacción inmediata, sin pensar en las consecuencias que puedan tener sus actos.
Por otro lado, sólo le interesa lo que no puede tener:
El amor de Patricia, bellísima Jean Seberg con el pelo corto.
Junto a ella, o mejor dicho, detrás de ella, vivirá un amor imposible, que lógicamente llevará a la tragedia, con lo que Godard riza el rizo, filmando una “anti-love story”, con un “anti-happy end”
Belmondo, que en ese momento tenía 27 años, se convertirá en un actor de culto, a partir de este momento.
El contrapunto femenino, viene dado por el personaje de Patricia Franchini, una estudiante de EEUU, con pretensiones de gran escritora, que parece haberse creído el mito, tan propio en su tierra, de que el que comienza vendiendo periódicos, está llamado a hacerse con las riendas del poder mundial.
Para darle vida, Godard eligió a Jean Seberg, que ya era una actriz consagrada para la crítica.
Seberg, de 22 años, y que ya había tenido un notable éxito en la versión cinematográfica de la novela de Françoise Sagan, “Bonjour Tristesse” (1958), dirigida por Otto Preminger, iba a desarrollar su carrera en Europa, como consecuencia de la notoriedad que con esta película llegó a alcanzar.
Patricia Franchini, es una joven llena de inocencia y multitud de sueños, que duda de todo, y de todos, no pareciendo tener claro casi nada en esta vida.
Su presencia ante la cámara, es poco menos que hipnotizante, ya que posee una belleza embriagadora.
Ella representa la mujer incomprensible e indescifrable, aquella que semeja un semáforo a los actos del hombre.
Él no tiene ánimos de cambiar, pero todo lo que hace, es por ella:
Adapta la forma de una estrella de cine/Humphrey Bogart, viste de gala, hurta y actúa como el hombre místico para ella.
Hay una química perfecta en la pareja protagonista, tanto que se da el lujo de presentar una conversación de 25 minutos, donde sólo los 2 interactúan en la habitación.
Como muchas personalidades envueltas en La Nouvelle Vague, Jean Seberg mostró simpatías a las corrientes revolucionarias y anti sistema propias de su época.
En su caso, dando su adhesión al grupo de Las Panteras Negras, unión que le privó de una carrera como actriz en los EEUU.
La cuestión es que enseguida, El FBI preparó un maquiavélico plan para dinamitar para siempre la carrera de la actriz, que “traicionó a su patria”, ya que era colega de los negros…
Pues bien, la inteligencia difundió el falso rumor, de que el hijo que esperaba Jean, era de uno de los líderes del movimiento afroamericano.
Al final, la madre sufrió un aborto, y para impedir que la gente hablase por los codos, decidió comparecer en una rueda de prensa, exhibiendo el cadáver del bebé, que era blanco.
Y es que su personaje ha quedado para la posteridad, como la imagen de portada de La Nouvelle Vague, y como uno de los iconos más influyentes que haya regalado El Séptimo Arte.
Paradójicamente, se trata del último papel de importancia que encarnó Jean Seberg.
En un momento del diálogo, Patricia menciona que tiene miedo de envejecer…
Con retrospectiva, este comentario es profundamente irónico, cuando Jean Seberg se suicidó a la edad de 40 años, días después que muriera su hijo recién nacido, luego de un parto prematuro.
Hoy en día, las causas de su muerte no están del todo claras; pues su cadáver tardó una semana en ser hallado en el interior de su coche, con lo cual le había dado tiempo a hacer todas esas asquerosidades a las que acostumbran a abandonarse los muertos, en cuanto se les deja solos.
Otro dato de interés, es que el metraje está repleto de guiños al cine, a la literatura, a la música, sobre todo a Mozart y Bach; a las artes plásticas en Picasso, y Renoir; y a la cultura en general; a la revista Cahiers du Cinemá, dedicatoria a la Monogram, el estudio estadounidense de películas baratas de diferentes géneros durante los años 30, 40 y comienzos de los 50; a los gestos de Bogart, llevándose los dedos a los labios que Michel repite; al jazz, los coches de EEUU, etcétera.
No es de extrañar, la referencia a William Faulkner, el escritor estadounidense del siglo XX, ganador en 1949, del Premio Nobel de Literatura; y en 1955, del Premio Pulitzer, famoso en literatura por su uso de técnicas literarias innovadoras.
Como documento histórico, À Bout de Souffle muestra un mundo en trance de grandes cambios:
La sustitución de La IV, por La V República, nuevos líderes, racionalización de costumbres, liberación de la mujer, desacralización del sexo, nueva generación de actores y realizadores de cine...
Por tanto, Jean-Luc Godard, nos deja un ejercicio de estilo y originalidad, donde la dirección de los personajes, el guión rítmico y acertado, y un Jean-Paul Belmondo fantástico, hacen de está revolucionaria cinta, una obra imprescindible, que hay que tener en nuestra colección de películas.
Igualmente importante para la imagen global del largometraje, es la banda sonora, que se le encargo a Martial Solal, un virtuoso pianista de jazz, que no volvió a codearse mucho más con el cine.
Su ritmo cambiante, cercano ya al propio del “avant garde”, casa a la perfección con la personalidad de À Bout de Souffle, y ayuda mucho a potenciarla, incluso en su vertiente cómica o paródica del cine negro.
“Il n'est pas nécessaire de mentir.
C'est comme le poker.
La vérité est la meilleure.
Les autres pensent toujours que vous bluffez, alors vous gagnez”
(No hay necesidad de mentir.
Es como el póquer.
La verdad es lo mejor.
Los otros todavía piensan que usted está engañando, así que usted gana)
El cine tiene más de 100 años de historia, y han surgido muchos directores con el afán de reinventarse y explorar nuevos campos.
Jean-Luc Godard fue uno de ellos.
Y À Bout de Souffle, puede considerarse el ejemplo perfecto de lo que supuso La Nouvelle Vague, un movimiento de realizadores que compartieron una forma peculiar de entender el cine.
Estos jóvenes, muchos de ellos críticos de la revista Cahiers de Cinema, se sumaron a un movimiento de rebeldía frente al cine realista psicológico.
Para ellos, el cine francés, y gran parte del cine de Hollywood, había quedado inmerso en un farragoso estilo literario, que decía muy poco del valor propio de la imagen como elemento narrativo.
Frente a eso, estos autores proponían un lenguaje visual atrevido, incluso insolente, fruto de la reacción frente a lo que consideraban académico.
Siguiendo el ejemplo de los grandes maestros como Hawks, Ford o Hitchcock, a los que admiraban, plantearon historias visuales, que devolvían al cine su natural estado de arte audiovisual.
Así, al renunciar a los condicionamientos comerciales, aumentaba su libertad creativa.
El Festival Internacional de Cine de Cannes de 1959, supuso la puesta de largo oficial, del nuevo grupo que, además de ser visualmente atrevido, retrataba en sus imágenes, a gente corriente en lugares corrientes.
Un cine que recuperó la libertad de movimiento, con ese “travelling” final, siguiendo al agonizante Michel; los exteriores e interiores naturales de París, incorporando el sonido directo, y el tono documental.
Godard, junto a Rivette, Chabrol, Truffaut, Resnais, Rohmer; redescubrieron al mundo “el cine de autor”, aquél que sirve para vehicular los universos poéticos de sus creadores.
Visto desde la actualidad, nos cuesta imaginar por qué caminos seguirá el cine de Godard, pero no cabe duda de que su obra seguirá marcando el futuro como un faro luminoso; al fin y al cabo, el cine no es sino una sucesión de luces y sombras, o mejor, como una estrella que parece resuelta a no extinguirse.
À Bout de Souffle es una de las películas más importantes en la historia del cine.
Paradójicamente, constituye una ruptura con las formas tradicionales de contar una historia creadas por Hollywood, y al mismo tiempo, instala los cánones que aún hoy continúan influyendo en los realizadores del mundo entero.
Incluidos los cineasta de Hollywood.
“C'est idiot, mais je t'aime.
Je voulais te voir, pour voir si je voudrais te voir”
(Es tonto, pero te amo.
Quería verte, para ver si quería verte)
(¿Cuál es tu mayor ambición en la vida?)
La Nouvelle Vague reinventó el cine francés de pies a cabeza, y le dio un nuevo molde a la forma de expresarse cinematográficamente, con pocos recursos y cámara en mano, e ingenio artesano.
Con la complicidad de un influyente crítico llamado Andre Bazin, que pedía a gritos una renovación de la cinematografía gala, no fueron pocos los jóvenes talentos de realizadores galos, que se entregaron a la arriesgada aventura que él y su Cahiers du Cinema emprendieron.
De este movimiento salió Jean-Luc Godard, un director de cine que llegó a afirmar que “para hacer una película, solo ocupaba de una chica y una pistola”
La Nouvelle Vague, trató romper el estilo tradicional con el que los grandes estudios realizaban sus películas:
Se buscaba una realización de cine que fuera barata en los costos de producción, con técnicas más experimentales, aprovechando ambientes y locaciones donde tenía lugar las notas resumidas que consistían de guión; libre en un lenguaje sin autocensura.
También, estaba el empleo de un elenco más reducido, de no necesariamente actores profesionales.
Con libertad creativa para improvisar sus diálogos y emociones en escenas considerablemente largas a tiempo real; con la impertinencia incluso de hablar a la cámara.
En 1960, a los 29 años, Jean-Luc Godard era un estudioso crítico de cine, pero sobre todo, un cinéfilo total, que gustaba de los “film noir” de serie B, realizados en los Estados Unidos durante los 40 y 50.
Decidió hacer uno, casi sin presupuesto, con un guión escrito horas antes del rodaje, y parlamentos compuestos sobre la marcha…
Y lo que hizo, además, su filme cambió la historia del cine.
Salió a las calles de París con una cámara al hombro, o montada en una silla de ruedas, a falta de un dolly, con varias referencias literarias y artísticas, una cada 3 líneas de diálogo, aproximadamente; buenas dosis de inconformismo, un puñado de posturas políticas, y una visión del cine como método de resistencia ante el orden y la moral tradicionales.
Con tan explosivos elementos, no es de extrañar que abriera, o más bien volara una nueva vía para hacer películas, misma que en 2010 cumplió 50 años sin perder su atractivo ni su vigencia.
“Je ne sais pas si je suis malheureux parce que je ne suis pas libre, ou si je ne suis pas libre parce que je suis malheureux”
(No sé si estoy triste porque no soy libre, o si no soy libre porque soy infeliz)
À Bout de Souffle es una película francesa de suspense, del año 1960, dirigida por Jean-Luc Godard.
Protagonizada por Jean-Paul Belmondo, Jean Seberg, Daniel Boulanger, Henri-Jacques Huet, Roger Hanin, Jean-Pierre Melville, Jean-Louis Richard, Claude Mansard, Jean-Luc Godard, entre otros.
El guión es de Jean-Luc Godard, con la colaboración de François Truffaut.
La inspiración para la historia, fue un artículo de periódico que François Truffaut leyó.
Se trataba de un pequeño criminal llamado Michel Portail, y su novia estadounidense.
En 1952, Portail robó un coche para visitar a su madre enferma en Le Havre, en el norte de Francia, pero terminó matando a un policía de motocicleta.
El tratamiento original de la escritura, vino de Truffaut y de Claude Chabrol, pero en última instancia, ninguno pudo acordar una estructura apropiada de la historia.
Por lo que Jean-Luc Godard seguía muy interesado en el tratamiento, que formaría la base de su debut.
Para entonces, Godard trabajaba como agente de prensa en 20th Century Fox, cuando conoció al productor Georges de Beauregard, y le dijo que su última película era una mierda…
Por lo que de Beauregard, impresionado convenientemente con su franqueza, empleó a Godard para trabajar en el guión para su película “Pecheur d'Islande” (1959)
Y después de 6 semanas, Godard se había cansado del guión, y le sugirió a de Beauregard, que hiciera À Bout de Souffle en su lugar.
Chabrol y Truffaut, acordaron dar a Godard su tratamiento de la película, que fue debidamente pasado por de Beauregard, bajo la condición de que Godard la dirija.
Así, Jean-Luc Godard escribiría el guión en la mañana de cada día de rodaje, sin la ayuda del supervisor de guiones.
Godard escribía sus notas en un libro de ejercicios, que sólo permitía ver a los actores; siendo À Bout de Souffle, su primer largometraje.
Con su estilo innovador y desafiante de montaje y fotografía, Godard fue uno de los creadores de La Nouvelle Vague, que revolucionaría el cine francés; e hizo del descuido, una virtud, con sus mezclas de planos abstrusos, sus empalmes alocados, sus cortes inoportunos, y eso creó una moda, por suerte refinada después.
Como la película se alargó en su metraje, en lugar de eliminar secuencias, las cortó y eliminó tiempos muertos.
Así el ritmo es alocado, Godard pretendía que fuera un reflejo del mundo del momento.
Aparte del título de la película, el número de visa de distribución, y la dedicación a Monogram Pictures, no hay otros créditos.
Tanto el elenco y el equipo de producción, no tienen créditos en pantalla.
Por otra parte, Monogram Pictures era un estudio estadounidense de películas baratas de diferentes géneros, en activo durante los años 30, 40 y comienzos de los 50; que se dedicada a films de bajo presupuesto, principalmente negros y westerns.
Con À Bout de Souffle, su objetivo es dar sensación de libertad, con luz natural, sin focos, desplazando la cámara por sitios comunes, mostrando todo lo que se ve, de lo más improvisado.
Godard, rodó en 21 días, pero el montaje tanto de imagen como de sonido fue largo; se rodó sin sonido, que se incorporó después; por lo que los cortes de “raccord”, los “travelling”, los hiatos, y las elipsis, son intencionadas.
À Bout de Souffle es pura Nouvelle Vague, uno de los filmes más influyentes de todos los tiempos, porque se arriesgó en todo; siendo hoy, película de culto, apreciada en su momento por la crítica especializada y avanzada; y denostada por la crítica tradicional.
À Bout de Souffle, fue estrenada alrededor del mismo tiempo que “Les Quatre Cents Coups” (1959) de François Truffaut; e “Hiroshima Mon Amour” (1959) de Alain Resnais; estableciendo así, lo que vino a ser conocido como La Nouvelle Vague.
Una versión totalmente restaurada de À Bout de Souffle, fue estrenada en EEUU para su 50º aniversario en mayo de 2010.
Cabe señalar que cuando À Bout de Souffle fue estrenada originalmente en Francia, atrajo a casi 2 millones de espectadores a verla.
La acción tiene lugar en Paris, Marsella y Orly, a lo largo de unos 6 días, en septiembre de 1959.
Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo), que se hace llamar László Kovács, es un ex figurante de cine, admirador de Humphrey Bogart; es un delincuente que, tras robar un coche en Marsella, emprende viaje a París, para cobrar un dinero que se le adeuda; y volver a ver a su amiga estadounidense:
Patricia Franchini (Jean Seberg), una joven burguesa que aspira a ser escritora, y vende el New York Herald Tribune por Los Campos Elíseos.
Ella sueña con matricularse en La Sorbona, y escribir algún día en ese periódico.
En el camino, perseguido por la policía de tráfico, Michel mata a un agente...
Llega a París, pero no tiene dinero, por lo que recurre a varios amigos.
Pasa su tiempo con Patricia, intentando convencerla de volver a acostarse con él, y de acompañarle a Roma; por lo que los 2 van de un lugar a otro, mientras Michel trata de recuperar su dinero, y se oculta de la policía.
Patricia duda acerca de sus sentimientos hacia él; pero cuando descubre que lo está buscando la policía, empieza por ayudarle.
Es una historia íntima que explora la situación del personaje masculino, que más allá de presentar una apariencia del tipo galán que se las pasa de patán, es un individuo que lo que quiere es estar a gusto con la chica, esto sensibiliza su personalidad, y modifica el accionar que está teniendo a lo largo del metraje, hasta el punto de llegar a terribles consecuencias.
Mientras Patricia, una estadounidense que se ha trasladado a París en busca de la libertad que no halló en su país natal; por un lado parece inocente, y tiene la aspiración de convertirse en periodista; pero en el fondo, es una mujer fatal y libertina.
Pero al final, para obligarse a alejarse de él, lo denuncia a la policía.
Michel, cansado y enamorado, se niega a huir, lo que provocará su fin.
À Bout de Souffle es una historia que engancha, es un relato abierto sobre un luchador antisistema, que encarna las actitudes de rebeldía que tiene una gran prepotencia con el resto de las personas, y en especial con las mujeres.
Su deseo de relaciones sexuales sin compromisos, contrastan con la debilidad ante él de Patricia, a pesar de que ella se encuentra en mayores convicciones de la vida.
Todo esto lo vemos en las conversaciones tan largas que mezclan cuestiones, tienen grandes silencios, y abundan en tópicos.
Obra necesaria de Godard para entender la existencia de los jóvenes urbanitas de las grandes ciudades europeas y estadounidenses de finales de los 50, y principio de los 60, que acabaría en París con El Mayo del 68.
Su “modus vivendi”, sus pensamientos, sus disquisiciones, sus amores líquidos, sus lecturas, y su falta de ellas, su moralidad o amoralidad, sus vidas desbocadas, la hiperventilación y la falta de oxígeno....
Y más, mucho más, contiene este romance cinematográfico, referente de La Nouvelle Vague:
Fotografías grises en La Ciudad de Luz, jazz que se cuela entre los viandantes, chicas que queman sostenes, sombras de Sartre que habitan las calles, sabuesos intimidadores y soplones que acaban convertidos en directores de cine.
À Bout de Souffle es película clave en el despertar de esa Nueva Ola del cine francés, renovador movimiento que tuvo en Godard uno de sus más estimulantes creadores.
Un film que rompió por completo los códigos narrativos tradicionales imperantes en el cine, hasta ese momento.
Sin este pequeño/inmenso filme, no se entendería nada del cine posterior.
Godard, que tenía 29 años, recién licenciado de periodismo; hace una obra provocadora, con personajes relajados, bromas continuas, improvisaciones; una película sincera, que no busca un realismo social, ni adaptar valores literarios.
Y desde luego, lo que no quieren es el pulido acabado del cine clásico; es un modesto debut de Godard, que parece un “thriller” de policías y ladrones, en que al final, el malo muere.
Esa era la época de la abundancia de la postguerra, de los antihéroes, del amor como juego, que se rechazan los valores más tradicionales.
En definitiva, À Bout de Souffle, es un título que merece ser visto, principalmente por la enorme influencia que tuvo en el cine que se realizó con posterioridad, tanto en Francia, como en Europa, y Estados Unidos.
“C'est triste de s'endormir.
Il sépare les gens.
Même lorsque vous dormez ensemble, vous êtes tout seul”
(Es triste cuando se duerme.
Uno se separa de las personas.
Incluso cuando estás durmiendo con alguien, estás solo)
Incluso después de 56 años de que se estrenó À Bout de Souffle de Jean-Luc Godard, no ha perdido vigencia alguna.
No tiene ninguna escena que parezca caduca o fuera de lugar.
La historia de amor y asesinato en las calles de París, se siente más viva que nunca.
Hay mucho que se volvió icónico de ese filme que marcó un hito en La Nueva Ola francesa, estelarizado por Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg.
La edición y el montaje, la evocación de parís, la amoralidad, la forma en la que se presenta la sexualidad…
En la película, inspirada en un guión de François Truffaut, no obstante, poco queda de la idea original de Truffaut, tras pasar por las manos de Godard, en el sentido de que encuentra hermoso sacrificarse sin sentido por una mujer con la que se ha obsesionado; sin embargo, no se trata del tipo de romanticismo idealizado y prácticamente iusnaturalista que consume al alter ego de Truffaut, sino de un romanticismo desengañado hasta la quemazón:
“Ya estoy harto, estoy cansado, quiero dormir…”, declarará Poiccard en su última confesión íntima al espectador.
Por lo que Godard adopta un tono estético profundamente antiacadémico, repleto de interrupciones innovadoras, pero muy bellas, que le permite mostrar la hostilidad de la sociedad moderna, y la cruel imposibilidad de la pasión amorosa.
Con el paso del tiempo, Godard renegó de À Bout de Souffle, que considera la más reaccionaria, y menos lograda de su impresionante filmografía pero, paradójicamente, fue su único éxito comercial, con más de 300.000 espectadores en 2 meses.
El público, aunque desconcertado por la narración, se dejó llevar por la vitalidad de la película, y por el encanto de la pareja protagonista:
Un inolvidable Belmondo, con su sombrero y su dedo en los labios; y una maravillosa, Jean Seberg, a la vez natural y sofisticada.
Ante su brutal contundencia, en ocasiones olvidamos que À Bout de Souffle es una ópera prima y, aunque en efecto es un homenaje al cine policial negro estadounidense, también es una maravillosa historia de “amor fou” entre Michel, arrogante antihéroe fugitivo de la justicia, y Patricia, inolvidable joven estadounidense, cuyo corte de cabello ha inspirado más de una fantasía erótica.
Y como todo “filme noir” que se respete, es también la historia de una traición.
À Bout de Souffle, es una historia de amor atrapada en un film de género negro:
Un delincuente de poca monta, de pocas luces, impetuoso, roba un coche en Marsella, en la Riviera; le persiguen 2 motoristas, mata a uno de ellos, y sin remordimiento alguno, huye a París.
Cree que por ser París, pasará desapercibido…
Y busca afanosamente a un hombre que dele debe dinero.
En la gran ciudad, vive de robar y de timar a las mujeres.
Roba dinero a una amiga, va a Los Campos Elíseos, y se encuentra a un antiguo ligue, Patricia.
Patricia le acoge en su apartamento, y Michel la convence de vivir un mundo de aventuras.
Ella le dice que está embarazada…
Mientras todo esto ocurre, el marco policial se estrecha, y él lo sabe.
Patricia duda, y llega un momento en que le delata; y la policía mata a Michel de un tiro.
En el fondo, À Bout de Souffle es un bello, apasionado y descorazonador retrato de una generación sin rumbo, que vivió la guerra en su infancia, y cuyos primeros recuerdos se ligan más a la posguerra que al propio conflicto bélico.
Están más próximos a la Francia liberada, que a la Francia ocupada, gobernada por los colaboracionistas.
Esto incide en su forma de ver la vida y afrontarla, no han asumido el concepto de resistencia, sólo el de ruptura, he aquí el germen de lo que sería 10 años después el movimiento “revolucionario” del Mayo del 68.
Estos 2 personajes que nos acompañan a lo largo de los 90 minutos que dura el filme, quieren vivir a toda velocidad en un mundo que no comprenden, como si así no fueran capaces de ver toda la podredumbre que los rodea.
Atacan desde la ironía y la indiferencia, a un “establishment” que aborrecen.
En su forma de ver el mundo, la rebeldía coge de la mano a la inocencia, y ambas se enzarzan en un lacónico vals, cuyo único final posible, es la muerte.
La narración gira en torno a Michel, del que casi se puede decir que la maneja en primera persona, porque es él el que elige los lugares y los tiempos, incluso el de su propia muerte.
Gracias a las palabras que le dirige antes de cometer su crimen, el espectador siente la ilusión de que viaja de copiloto en su coche, por lo que desde casi el primer momento, desarrolla hacia él una suerte de compañerismo.
Patricia, por su parte, permanece separada de esa complicidad, mostrándose atrayente en la lejanía, gracias a su combinación de naturalidad, elegancia y frivolidad.
Puede que ese talante frívolo, sea precisamente el rasgo que más pese dentro de su personalidad, y eso que no se trata de una frivolidad deliberada, sino innata.
Mientras Michel acaba de cargarse a un policía, casi por accidente, le persiguen de cerca, no tiene dónde caerse muerto y, no obstante, conserva la alegría por permanecer junto a la chica de la que está enamorado.
Patricia, que vive como le da la gana gracias al dinero que le envía su padre desde EEUU, se sume en tenebrosas angustias insuperables.
En la misma línea, y por poner otro ejemplo, lo que le escandaliza al leer sobre Michel en el periódico, no es que haya sido capaz de cometer el asesinato del que se le acusa, sino que esté casado…
El culmen de esa actitud, de la que ella no es consciente, llegará cuando delate a Michel a la policía, para ver si está enamorada de él; porque si puede ser cruel con él, es que no lo está.
Como el propio traicionado le contesta, como razonamiento, es lamentable.
Técnicamente, Godard decidió salir a las calles:
Muy pocas veces, París había sido fotografiada de manera tan magistral como en esta película, gracias al trabajo de Raoul Coutard.
Junto a él, Godard filmó a ras de banqueta, sin alterar los escenarios de La Ciudad Luz, sin iluminación artificial e incluso, sin evitar que los transeúntes miraran ocasionalmente a la cámara y a los actores.
Es más, tampoco le importó romper la ilusión visual:
En algunas escenas, Michel se dirige directamente al espectador, en un efecto de distanciamiento similar al aplicado en el teatro de Bertold Brecht.
Con total desparpajo, Godard desafió las reglas narrativas, al transgredir el eje de los 180°, y la línea de contacto visual entre los personajes; de esta manera, la clásica noción de continuidad, se fue al diablo; siendo una nueva narrativa para una nueva época.
Al término de su periplo voyerista por las avenidas de la capital francesa, Godard y Coutard, habían rodado suficiente material para 3 horas de metraje.
Era demasiado, pero a continuación vendría lo mejor:
Llegado el momento de la edición, lo natural hubiera sido suprimir escenas completas para reducir la duración de la película, pero Godard, en un arranque de genio, decidió no prescindir de ninguna, sino reducir su duración hasta dejarlas en la pura esencia, en los fotogramas indispensables para hacerlas comprensibles, pulverizando con esta salvaje economía visual, la fluidez tradicional de la narración.
Así, cortando a saltos, surgieron los “jump cuts” y los “quick cuts” que caracterizan a este gran filme, dándole los rasgos estéticos que lo han hecho obra de culto entre cinéfilos de toda clase:
Una apariencia de aficionada improvisación, y un ritmo frenético y caótico, que se hace aún más evidente en la medida en que esta notoria discontinuidad temporal no está coordinada con la excelente banda sonora, y no se prolonga en los atropellados, y en ocasiones, geniales diálogos, los cuales fueron doblados por los mismos actores, después de finalizar la película.
Para mayor mérito de sus creadores, este desbordado caos estilístico, está apenas acorde con el estado febril en que vive el indomable protagonista, quien se da el lujo de dispararle al sol, que lo deslumbra en su camino de Marsella a París.
En lo que se refiere a la técnica, À Bout de Souffle está rodado en toda parte con cámara al hombro y luz natural, y hay numerosos elementos de ruptura:
La ausencia de la casualidad y motivación de los personajes, conversaciones coloquiales, saltos de eje, transgresiones de “raccord”, rechazo del plano contraplano, secuencias de toma única, que hace que está película se salte muchas de las normas del cine clásico.
À Bout de Souffle, cuya traducción al español es “Sin Aliento”, tiene las cualidades de un gran primer trabajo:
El impacto se debe en buena parte a la forma en que Godard presenta su punto de vista, y dirige la historia, sin ocultar homenajes explícitos a cineastas que admira, como Preminger o Melville, multiplicando los guiños cinéfilos.
El propio cineasta declaró en 1962:
“Si me analizo hoy, veo que siempre he querido hacer una película documental con forma de entretenimiento.
El lado documental es un hombre en tal situación.
La parte de espectáculo viene cuando ese hombre es un gánster o un agente secreto...”
Estos son algunos de esos rasgos característicos:
El montaje parece con frecuencia brusco, al desaparecer, la preocupación por mantener el “raccord” entre 2 planos consecutivos.
Sin embargo, eso, en vez de penalizarla, le da una increíble ligereza.
Así puede apreciarse cuando Michel piropea a Patricia en su coche.
El montaje incluye un nuevo plano con cada nuevo piropo, sacrificando la continuidad visual en una especie de montaje que se muestra a sí mismo.
En uno de sus intentos de robar coches, Michel desaparece corriendo en un plano de derecha a izquierda, para entrar en el siguiente por la izquierda, justo al contrario de lo que recomiendan las normas clásicas.
Se sacrifica el tratamiento realista del sonido:
Los efectos de sonido, los disparos, por ejemplo, y las músicas empleadas, varían en volúmenes y verosimilitud entre unos planos y otros.
En algunas escenas, los personajes se dirigen a los espectadores, como al inicio de la película, cuando Michel se vuelve a cámara para interpelar al público:
“Si no les gusta la playa, si no les gusta la montaña...”
Y al final, cuando afirma:
“Estoy harto y cansado”, en una especie de confesión pública, que marcará el desenlace final, con su muerte.
Es habitual en À Bout de Souffle, la utilización de elementos narrativos que establecen llamadas sobre el propio argumento.
Generalmente, son títulos que aparecen en carteles de cine:
“Vivir peligrosamente hasta el final, más dura será la caída”, introducidos en primeros planos en clara alusión al desenlace de la película.
En otra ocasión, cuando Michel y Patricia entran al cine, sobre un primer plano de ambos besándose, se escucha “en off” el diálogo de la película proyectada, que contiene referencias explícitas a una de las claves del tema:
La imposibilidad del amor.
Estos elementos, conforman lo que llama “cine de autor”, que se contrapone al cine clásico o cine de argumento.
Esta última tendencia, está formada por películas en las que todos los elementos formales se ponen al servicio de la acción, protagonista de un guión en el que el personaje central/héroe, tiene que resolver una situación/conflicto para devolver la realidad a su estado natural/desenlace.
En el cine de autor, el personaje no tiene grandes misiones:
Se plantean conflictos internos, psicológicos, que el personaje va integrando y resolviendo con desigual suerte.
A raíz de estos planteamientos, el autor de la película, puede emplear recursos formales para subrayar esos conflictos, independientemente de que dicho empleo esté justificado por la acción.
En el cine clásico, si la cámara se mueve, es porque acompaña a un personaje.
En películas como À Bout de Souffle, la cámara puede abandonar al personaje para dirigirse a un cartel de la pared, sin justificación dramática alguna, donde la mayor parte del filme fue rodado con cámara al hombro.
La importancia de las películas “de autor”, radica precisamente en el “cómo” se cuentan las cosas.
En À Bout de Souffle, el montaje a saltos, es el reflejo de la huida del protagonista; los movimientos circulares de la cámara, de la imposibilidad de la huida; las largas secuencias dialogadas, del intento por comprender la naturaleza de las relaciones.
Así, À Bout de Souffle, parte de una historia muy simple, una especie de “film noir” de serie B:
Un gánster mata a un policía, e intenta huir con su chica de la persecución de la autoridad.
Sobre este sencillo argumento, Godard estructura todo un ensayo personal sobre el devenir de ciertos valores personales y sociales.
Por ello, la ruptura visual es espejo de la ruptura personal y social; y podemos encontrar secuencias de diálogo, como la de Michel y Patricia en la habitación del hotel, que sin aportar nada a la trama de acción principal, la huida, adquieren un protagonismo sustancial, a tomar en cuenta que esa secuencia dura 13 minutos.
Naturalmente, vienen a demostrar que esa línea argumental, no es más que una simple estructura sobre la que cimentar un discurso basado en el universo personal del autor.
El director, Claude Chabrol, aquí ofició como supervisor técnico; mientras que los directores, Philippe de Broca y el mismo Jean-Luc Godard, aparecen como cameos.
A Godard se le puede ver hacia el final, como un espectador, llevando gafas de sol y leyendo el periódico, que reconoce a Michel, y corre a informarle a la policía.
Cabe destacar que a Godard no se concedió ningún permiso para rodar en ninguna de las escenas externas; de ahí que durante esas tomas callejeras, innumerables transeúntes miran a la cámara con curiosidad.
À Bout de Souffle, es decididamente una película dual, centrada en 2 claros protagonistas que se elevan sobre el resto del reparto.
Para el principal papel masculino, Godard recurrió a su amigo Jean¬-Paul Belmondo.
La interpretación de Belmondo es desconcertante y encantadora al mismo tiempo:
Michel Poiccard, es un joven sin ningún tipo de dilema moral, que avanza por la vida por el impulso que va cogiendo, apoyándose en los demás, a los que usa a su antojo de forma cruel.
Es un tipo para el que sólo existe el hoy, el mañana es un tiempo indeterminado, por lo que únicamente busca la satisfacción inmediata, sin pensar en las consecuencias que puedan tener sus actos.
Por otro lado, sólo le interesa lo que no puede tener:
El amor de Patricia, bellísima Jean Seberg con el pelo corto.
Junto a ella, o mejor dicho, detrás de ella, vivirá un amor imposible, que lógicamente llevará a la tragedia, con lo que Godard riza el rizo, filmando una “anti-love story”, con un “anti-happy end”
Belmondo, que en ese momento tenía 27 años, se convertirá en un actor de culto, a partir de este momento.
El contrapunto femenino, viene dado por el personaje de Patricia Franchini, una estudiante de EEUU, con pretensiones de gran escritora, que parece haberse creído el mito, tan propio en su tierra, de que el que comienza vendiendo periódicos, está llamado a hacerse con las riendas del poder mundial.
Para darle vida, Godard eligió a Jean Seberg, que ya era una actriz consagrada para la crítica.
Seberg, de 22 años, y que ya había tenido un notable éxito en la versión cinematográfica de la novela de Françoise Sagan, “Bonjour Tristesse” (1958), dirigida por Otto Preminger, iba a desarrollar su carrera en Europa, como consecuencia de la notoriedad que con esta película llegó a alcanzar.
Patricia Franchini, es una joven llena de inocencia y multitud de sueños, que duda de todo, y de todos, no pareciendo tener claro casi nada en esta vida.
Su presencia ante la cámara, es poco menos que hipnotizante, ya que posee una belleza embriagadora.
Ella representa la mujer incomprensible e indescifrable, aquella que semeja un semáforo a los actos del hombre.
Él no tiene ánimos de cambiar, pero todo lo que hace, es por ella:
Adapta la forma de una estrella de cine/Humphrey Bogart, viste de gala, hurta y actúa como el hombre místico para ella.
Hay una química perfecta en la pareja protagonista, tanto que se da el lujo de presentar una conversación de 25 minutos, donde sólo los 2 interactúan en la habitación.
Como muchas personalidades envueltas en La Nouvelle Vague, Jean Seberg mostró simpatías a las corrientes revolucionarias y anti sistema propias de su época.
En su caso, dando su adhesión al grupo de Las Panteras Negras, unión que le privó de una carrera como actriz en los EEUU.
La cuestión es que enseguida, El FBI preparó un maquiavélico plan para dinamitar para siempre la carrera de la actriz, que “traicionó a su patria”, ya que era colega de los negros…
Pues bien, la inteligencia difundió el falso rumor, de que el hijo que esperaba Jean, era de uno de los líderes del movimiento afroamericano.
Al final, la madre sufrió un aborto, y para impedir que la gente hablase por los codos, decidió comparecer en una rueda de prensa, exhibiendo el cadáver del bebé, que era blanco.
Y es que su personaje ha quedado para la posteridad, como la imagen de portada de La Nouvelle Vague, y como uno de los iconos más influyentes que haya regalado El Séptimo Arte.
Paradójicamente, se trata del último papel de importancia que encarnó Jean Seberg.
En un momento del diálogo, Patricia menciona que tiene miedo de envejecer…
Con retrospectiva, este comentario es profundamente irónico, cuando Jean Seberg se suicidó a la edad de 40 años, días después que muriera su hijo recién nacido, luego de un parto prematuro.
Hoy en día, las causas de su muerte no están del todo claras; pues su cadáver tardó una semana en ser hallado en el interior de su coche, con lo cual le había dado tiempo a hacer todas esas asquerosidades a las que acostumbran a abandonarse los muertos, en cuanto se les deja solos.
Otro dato de interés, es que el metraje está repleto de guiños al cine, a la literatura, a la música, sobre todo a Mozart y Bach; a las artes plásticas en Picasso, y Renoir; y a la cultura en general; a la revista Cahiers du Cinemá, dedicatoria a la Monogram, el estudio estadounidense de películas baratas de diferentes géneros durante los años 30, 40 y comienzos de los 50; a los gestos de Bogart, llevándose los dedos a los labios que Michel repite; al jazz, los coches de EEUU, etcétera.
No es de extrañar, la referencia a William Faulkner, el escritor estadounidense del siglo XX, ganador en 1949, del Premio Nobel de Literatura; y en 1955, del Premio Pulitzer, famoso en literatura por su uso de técnicas literarias innovadoras.
Como documento histórico, À Bout de Souffle muestra un mundo en trance de grandes cambios:
La sustitución de La IV, por La V República, nuevos líderes, racionalización de costumbres, liberación de la mujer, desacralización del sexo, nueva generación de actores y realizadores de cine...
Por tanto, Jean-Luc Godard, nos deja un ejercicio de estilo y originalidad, donde la dirección de los personajes, el guión rítmico y acertado, y un Jean-Paul Belmondo fantástico, hacen de está revolucionaria cinta, una obra imprescindible, que hay que tener en nuestra colección de películas.
Igualmente importante para la imagen global del largometraje, es la banda sonora, que se le encargo a Martial Solal, un virtuoso pianista de jazz, que no volvió a codearse mucho más con el cine.
Su ritmo cambiante, cercano ya al propio del “avant garde”, casa a la perfección con la personalidad de À Bout de Souffle, y ayuda mucho a potenciarla, incluso en su vertiente cómica o paródica del cine negro.
“Il n'est pas nécessaire de mentir.
C'est comme le poker.
La vérité est la meilleure.
Les autres pensent toujours que vous bluffez, alors vous gagnez”
(No hay necesidad de mentir.
Es como el póquer.
La verdad es lo mejor.
Los otros todavía piensan que usted está engañando, así que usted gana)
El cine tiene más de 100 años de historia, y han surgido muchos directores con el afán de reinventarse y explorar nuevos campos.
Jean-Luc Godard fue uno de ellos.
Y À Bout de Souffle, puede considerarse el ejemplo perfecto de lo que supuso La Nouvelle Vague, un movimiento de realizadores que compartieron una forma peculiar de entender el cine.
Estos jóvenes, muchos de ellos críticos de la revista Cahiers de Cinema, se sumaron a un movimiento de rebeldía frente al cine realista psicológico.
Para ellos, el cine francés, y gran parte del cine de Hollywood, había quedado inmerso en un farragoso estilo literario, que decía muy poco del valor propio de la imagen como elemento narrativo.
Frente a eso, estos autores proponían un lenguaje visual atrevido, incluso insolente, fruto de la reacción frente a lo que consideraban académico.
Siguiendo el ejemplo de los grandes maestros como Hawks, Ford o Hitchcock, a los que admiraban, plantearon historias visuales, que devolvían al cine su natural estado de arte audiovisual.
Así, al renunciar a los condicionamientos comerciales, aumentaba su libertad creativa.
El Festival Internacional de Cine de Cannes de 1959, supuso la puesta de largo oficial, del nuevo grupo que, además de ser visualmente atrevido, retrataba en sus imágenes, a gente corriente en lugares corrientes.
Un cine que recuperó la libertad de movimiento, con ese “travelling” final, siguiendo al agonizante Michel; los exteriores e interiores naturales de París, incorporando el sonido directo, y el tono documental.
Godard, junto a Rivette, Chabrol, Truffaut, Resnais, Rohmer; redescubrieron al mundo “el cine de autor”, aquél que sirve para vehicular los universos poéticos de sus creadores.
Visto desde la actualidad, nos cuesta imaginar por qué caminos seguirá el cine de Godard, pero no cabe duda de que su obra seguirá marcando el futuro como un faro luminoso; al fin y al cabo, el cine no es sino una sucesión de luces y sombras, o mejor, como una estrella que parece resuelta a no extinguirse.
À Bout de Souffle es una de las películas más importantes en la historia del cine.
Paradójicamente, constituye una ruptura con las formas tradicionales de contar una historia creadas por Hollywood, y al mismo tiempo, instala los cánones que aún hoy continúan influyendo en los realizadores del mundo entero.
Incluidos los cineasta de Hollywood.
“C'est idiot, mais je t'aime.
Je voulais te voir, pour voir si je voudrais te voir”
(Es tonto, pero te amo.
Quería verte, para ver si quería verte)
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