Hacksaw Ridge
“When the order came to retreat, one man stayed”
La objeción de conciencia, es la negativa a acatar órdenes, leyes, o a realizar actos o servicios invocando motivos éticos o religiosos.
Desde una ética racional que considera que el individuo debe responder en primer lugar al tribunal de la propia conciencia, la objeción de conciencia se define como un derecho subjetivo a resistir los mandatos de la autoridad, cuando contradicen los propios principios morales.
De alguna manera, entronca con otras figuras de desobediencia al derecho, especialmente con la desobediencia civil y, de manera aún más alta, con el denominado derecho de resistencia a la opresión, proclamado en La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, al inicio de La Revolución Francesa.
En principio, puede plantearse ante cualquier tipo de mandato que se derive del ordenamiento jurídico, como normas médicas u obligaciones tributarias.
El supuesto más destacado, no obstante, es la objeción de conciencia al servicio militar.
La objeción, por tanto, entra en juego cuando se da un choque, a veces dramático entre la norma legal que obliga un hacer, y la norma ética o moral que se opone a esa actuación.
En caso así, el objetor de conciencia, se decanta por el no a la ley, atendiendo a lo que considera “un deber de conciencia”
Muchos Estados recogen esta posibilidad en sus ordenamientos.
El trámite para declararse “objetor de conciencia”, suele consistir en escribir una carta con las razones que llevan al individuo a negarse a hacer el servicio militar, y entregarla a alguna autoridad pertinente, como El Ministerio de Defensa.
Es ejercido principalmente por antimilitaristas, personas que se oponen a cualquier tipo de fuerzas armadas, además de Testigos de Jehová, menonitas y unitaristas, entre otros.
La Batalla de Okinawa, cuyo nombre clave era “Operación Iceberg”, se libró en la isla de Okinawa, en las Ryukyu, y fue el mayor asalto anfibio en La Guerra del Pacífico.
Se combatió durante 82 días, desde principios de abril, hasta mediados de junio de 1945; y se ha denominado “Typhoon of Steel”, y “Lluvia de Acero” en japonés.
Estas denominaciones, se refieren a la ferocidad de los combates, la intensidad de los disparos, y la enorme cantidad de buques aliados y vehículos blindados que asaltaron la isla.
La batalla resultó ser una de las que tuvo más víctimas, civiles y militares, en toda La Segunda Guerra Mundial:
La totalidad de los fallecidos, supera el ¼ de millón; donde 5 divisiones del XXIV Cuerpo de los Estados Unidos:
La 7ª, 27ª, 77ª, 81ª y 96ª; y 2 divisiones de Marines, la 1ª y 6ª, combatieron en la isla, mientras que la 2ª División de Marines se mantuvo en reserva, y no se planteó que desembarcara.
La invasión, fue respaldada por fuerzas aéreas navales, anfibias y tácticas.
El objetivo principal de la operación, era apoderarse de la gran isla de Okinawa a sólo 550km de distancia del Japón.
Después de una larga campaña de saltar entre islas, los estadounidenses la denominaban “Island Hopping”, los Aliados se acercaron a Japón, y planearon usar Okinawa como base para las operaciones aéreas, bajo el plan de invadir territorio japonés, cuyo nombre en clave era “Operación Downfall”
En especial, La 77ª División, fue parte de la fuerza aliada que ocupó Japón después de que cesaron las hostilidades; específicamente con la toma de una enorme colina apodada “Hacksaw Ridge”
Y es que entre tanto horror, siempre se buscan héroes, y aquí se destacó un joven con aspecto de poca cosa, y que prestaba ayuda médica.
Desmond Thomas Doss, era un miembro de La 77ª División de Infantería del ejército, conocida como “La División de La Libertad” por sus insignias distintivas de una Estatua de La Libertad de oro, sobre un fondo azul.
La 77ª, también luchó en Guam, Leyte, Filipinas; y Okinawa.
Una de sus unidades, La Compañía C del 306º Regimiento de Infantería, salió de Estados Unidos en 1944, con 203 oficiales y hombres.
Al final de la guerra, en agosto de 1945, sólo quedaron 13 de los miembros originales; uno de ellos era Desmond Thomas Doss, quien fue el primer objetor de conciencia en recibir La Medalla de Honor, y uno de los 3 únicos hombres que recibieron tal honor, pues los otros 2 fueron:
Thomas W. Bennett y Joseph G. LaPointe Jr., pero durante La Guerra de Vietnam.
Pero Doss no fue el primero que pudo reclamar el estatuto de “objetor de conciencia”
Alvin York, reclamó ese estatus cuando se alistó en 1917, pero su demanda fue rechazada.
Gary Cooper lo retrató en “Sargent York” (1941)
La diferencia importante era que York llevaba un arma, y Doss no.
Desmond fue un cabo, soldado de primera clase, cuando recibió su Medalla de Honor por actos heroicos del ejército de los Estados Unidos asignado al destacamento médico, 307ª de Infantería, 77ª División de Infantería.
Y recibió su estrella de bronce, medalla recibida por logros heroicos, servicio heroico, logros meritorios, o servicio meritorio en una zona de combate.
Como hijo de William Thomas Doss, un carpintero, y Bertha E. Oliver Doss; Desmond nació en Lynchburg, Virginia; y desde muy temprana edad, estuvo muy influenciado por La Biblia y sus enseñanzas, particularmente por el mandamiento de “no matar”
En abril de 1942, Desmond fue reclutado por El Ejército de los Estados Unidos, el problema era que él seguía negándose a llevar un arma, así que fue alistado como objetor de conciencia, y de esta forma podía servir a Dios y a su país.
Desmond se negaba a matar o llevar un arma en combate, debido a sus creencias personales como Adventista del Séptimo día.
Adscrito al Cuerpo Médico de La 77ª División de Infantería, el estricto seguimiento de sus enseñanzas religiosas, incluso respecto al sábado como día de reposo, le acarrearon continuas burlas de sus compañeros, y actos de indisciplina ante sus mandos.
En consecuencia, se convirtió en médico, y mientras servía en El Pacífico durante La Segunda Guerra Mundial, ayudó a su país a salvar las vidas de sus compañeros, al mismo tiempo que cumplía con sus convicciones religiosas.
El día 5 de mayo de 1945, en el curso de La Batalla de Okinawa, los soldados japoneses salieron de sus madrigueras, y se esparcieron en todas direcciones.
Casi de inmediato, unos 75 hombres fueron heridos, y los hombres que quedaban, se vieron obligados a retirarse a la base del acantilado Hacksaw.
Los únicos soldados que quedaron en la parte superior, fueron los heridos, los japoneses, y Desmond Doss.
Este día tan señalado de la batalla, precisamente cayó en sábado, el día de reposo para Desmond; por lo que este se dedicó a bajar uno a uno, a los soldados heridos, ayudado de una cuerda que consiguió atar a un árbol.
Mientras lo hacía, oraba a Dios diciendo:
“Señor, ayúdame a bajar uno más, sólo uno más”
Desmond Doss, siguió con su tarea de médico, hasta que el 21 de mayo, cerca de Shuri, fue alcanzado en las piernas por la metralla de una granada.
Cuando estaba a punto de ser rescatado en una camilla, Doss vio a otro soldado que estaba peor que él, y dejó la camilla para que evacuasen a su compañero.
Entonces recibió un disparo en un brazo que le fracturó un hueso.
Sin poder ponerse de pie, herido en un brazo y sin que nadie pudiera ayudarle, rompió su juramento…
Cogió un fusil, y lo utilizó para entablillarse el brazo, y arrastrarse hasta llegar al hospital de campaña.
Hasta para los soldados que antes se burlaban de él, Doss se había convertido en un símbolo de coraje y determinación.
Hecho que le valió La Medalla de Honor.
Cuando estaba convaleciente en el buque hospital, frente a la costa de Okinawa, su mente comenzó a aclararse, y recordó La Biblia que el día de su boda le regaló su esposa, y que había llevado consigo, y le había sustentado en momentos de burla de sus compañeros de armas.
Desmond perdió su Biblia en aquel lugar escarpado, y sus compañeros volvieron al lugar, con la misión de agradecimiento de encontrar La Biblia.
La hallaron, y se la enviaron a su casa por correo…
Doss, fue herido 3 veces durante La Segunda Guerra Mundial, y poco antes de abandonar el ejército, fue diagnosticado con tuberculosis, lo que le costó un pulmón.
Dado de baja del ejército en 1946, Doss pasó 5 años en tratamiento médico por sus lesiones y enfermedades.
Cuando se le preguntó, cuántas vidas salvó, Desmond T. Doss dijo aproximadamente 50.
Sin embargo, los testigos dijeron que era más cercano a 100…
Un acuerdo mutuo, se alcanzó en aproximadamente 75.
Pero de poco sirvió la toma de la isla de Okinawa que duró 82 sangrientos días en junio de 1945, cuando un par de meses después, se lanzaría el ataque atómico sobre Hiroshima; así como la entrada soviética en la guerra, provocarían la rendición de Japón.
“While everybody is taking life I’m going to be saving it”
Hacksaw Ridge es una película bélica, del año 2016, dirigido por Mel Gibson.
Protagonizado por Andrew Garfield, Vince Vaughn, Hugo Weaving, Teresa Palmer, Sam Worthington, Luke Bracey, Rachel Griffiths, Richard Roxburgh, Matt Nable, Nathaniel Buzolic, Ryan Corr, Goran D. Kleut, Firass Dirani, Milo Gibson, Ben O'Toole, entre otros.
El guión es de Gregory Crosby, Robert Schenkkan y Randall Wallace; basados en la historia real del Sargento del Ejército de EEUU, Desmond Doss, un cristiano Adventista del Séptimo Día concienciado, que se negó a portar armas en el frente y que, sin embargo, fue condecorado con La Medalla de Honor por El Presidente Harry S. Truman, por haber salvado la vida a más de 75 hombres bajo el constante fuego enemigo, durante la brutal Batalla de Okinawa, en La Segunda Guerra Mundial.
Su historia es una intrigante paradoja, un drama contundente acerca de la fe, las convicciones y el conflicto, temas que Mel Gibson conoce muy bien; siendo un aspecto que lo atrajo en la realización, pues contenía un superhéroe real sin “spandex”
El productor, Hal B. Wallis, había tratado previamente de comprar esta historia de Desmond T. Doss en los años 50, pero Doss no tenía interés en películas, y no quería que su historia se convirtiera en una típica película de Hollywood.
Por lo que el interés renació hace más de 13 años, pasando de estudio en estudio.
Al principio, fue desarrollado para Disney, y la iba a dirigir Randall Wallace, el mismo que escribió el guión de “Braveheart” (1995)
Stan Jensen, miembro de La Iglesia Adventista del Séptimo Día, llevó esta historia al guionista y productor Gregory Crosby, a finales de los años 90.
El título se traduce en “cresta de la sierra” y se describe como una película contra la guerra, con un tema pacifista.
También incorpora temas religiosos recurrentes, e imágenes como la paz eterna, el bautismo y la ascensión.
El productor, David Permut, dijo que era muy importante que el equipo mantuviera la integridad de la historia de Doss, ya que él era un hombre muy espiritual, y muy religioso.
El rodaje tuvo lugar en Sydney y Nueva Gales del Sur, Australia.
La acción se concentra durante La Segunda Guerra Mundial.
Desmond Doss (Andrew Garfield), es un joven contrario a la violencia, que se alista en el ejército de los EEUU, con el objetivo de servir como médico.
Tras enfrentarse a las autoridades militares, y a un juicio por su negativa a empuñar un arma, consigue su objetivo, y es enviado a servir como médico al frente japonés.
A pesar de ser recibido con recelo por todo el batallón durante la salvaje toma de Okinawa, Desmond decide jugarse la vida en la peor de las condiciones, demostrando su valor, salvando a 75 hombres heridos, consiguiendo el respeto de los soldados.
Su conciencia religiosa y sus convicciones como objetor de conciencia, no le impidieron embarcarse en ayudar a su país como médico; por lo que el director Mel Gibson recrea su infancia, adolescencia, enamoramiento juvenil, y el pasado oscuro y problemático que vivió Doss, a causa de un padre alcohólico, hundido por recuerdos del conflicto bélico mundial anterior.
“I don't know how I'm going to live with myself if I don't stay true to what I believe”
El contundente regreso de Mel Gibson, es un violento drama sobre pacifismo que acierta combinando el horror con la honra.
Gibson llevaba 10 años sin dirigir una película, desde 2006, año en que dirigió “Apocalypto”, y con Hacksaw Ridge, vuelve a demostrar que es un potente contador de historias, que sabe exactamente, cuándo excitar el ritmo cardiaco; y nos sumerge en la locura violenta que es la guerra, pero al mismo tiempo, su drama profundiza en el impecable valor de un hombre que, por su propio deseo, rechaza tener nada que ver con esa guerra.
La historia de un soldado poco común, que participó en La Segunda Guerra Mundial, sin utilizar o llevar consigo un arma de fuego:
Desmond T. Doss, un médico de guerra, se rehusó a quitarle la vida a otro ser humano, debido a su convicción como creyente de La Iglesia Adventista del Séptimo Día.
A pesar del rechazo que recibió en al ámbito militares y de sus compañeros de guerra, Doss rescató a 75 compañeros caídos durante La Batalla de Okinawa, sin disparar una sola bala.
Sus acciones, le galardonaron con La Medalla de Honor.
Así seguimos la historia de Doss, desde su infancia, marcada por Tom (Hugo Weaving) un padre traumatizado por su participación en La Gran Guerra; hasta su juventud, cuando se enamora de una enfermera llamada Dorothy Schutte (Teresa Palmer), y finalmente, hasta el campo de batalla.
Cuando La Segunda Guerra Mundial estalla, Desmond se enfrentará a un dilema como cualquiera de sus compatriotas que quería servir a su país:
Ir, o no a la guerra.
Su duda es más fuerte, ya que la violencia no es compatible con sus creencias y principios morales; decide ir a la guerra, pero se opuso a sostener un arma, y se negó aún más a matar, así que para poder ayudar en la batalla, decide alistarse en el equipo médico del ejército.
Su negativa a cambiar sus creencias, lo llevó a ser tratado groseramente por sus compañeros y superiores, pero armado sólo con su fe, entró en el infierno de la guerra, para convertirse en uno de los más grandes héroes de EEUU.
En La Batalla de Okinawa, en el impresionante acantilado, se las arregló para salvar decenas de vidas solo, bajo fuego enemigo, salvando así uno por uno a los soldados heridos.
Su hazaña, le convirtió en el primer objetor de conciencia en recibir La Medalla de Honor de manos del Presidente Harry S. Truman; y Hacksaw Ridge, como casi todas las películas de guerra, se divide en 2 actos:
El primero, dulce y televisivo; y el segundo, salvaje y atroz.
Sin ninguna contemplación, Mel Gibson demuestra el horror de una guerra cuerpo a cuerpo, contra un ejército japonés motivado, y que prefería el suicidio antes que la rendición.
Con Hacksaw Ridge, Gibson ha ido completando una compacta colección de figuras crísticas:
Hombres que alcanzan una verdad elevada, gracias a una inquebrantable fidelidad a sus principios; criaturas tocadas por una capacidad sobrehumana para sobrellevar el sufrimiento; el dolor como camino a la iluminación; la crueldad como esencia de la experiencia humana.
En este sentido, la primera mitad de Hacksaw Ridge, parece apuntar un discurso alternativo:
Una visión más amable de los valores cristianos, sostenida por un romanticismo de colores pastel.
La apuesta de Gibson por una nostalgia naif, conduce la historia hacia un imaginario de otro tiempo, casi de clásico de Frank Capra; y así el realizador apura al máximo la idea de mostrar detalles, de cómo Doss llegó a ser quién fue; y sobre el segundo tramo, es cuando explota sin miedos, y se transforma en un bloque brutal de cine bélico puro, sin fisuras ni contemplaciones.
Hasta el último hombre, va escalando, y va de menos a más, desembocando en el homenaje de rigor con secuencias intercaladas en los créditos para que el verdadero Doss, también deje su impronta con imágenes de años antes de fallecer, en 2006.
Sin embargo, este blanco periplo inicial por la nobleza de un objetor de conciencia, será solo la antesala del verdadero tema central:
El cruento viaje al corazón de la guerra.
Durante prácticamente una hora, Hacksaw Ridge nos sumerge en el fragor de La Batalla de Okinawa, acumulando a su paso, cuerpos en llamas, miembros cercenados, vísceras desparramadas, hombres devorados por las ratas... y sigue algunos elementos de los filmes del director, notables en el desarrollo, como por ejemplo:
El momento “Braveheart” (1995) en la cima de la montaña, con vista panorámica, y “The Passion Of The Christ” (2004) en el vía crucis del recluta, etc., pero también vemos un elemento bastante “kubrickiano” de “Full Metal Jacket” (1987) en la primera mitad de la historia, con un entrenador muy similar…
Todo ello da soporte al relato de un héroe en un entorno totalmente antagónico para la defensa de sus principios cristianos y antibélicos.
Después viene la esencia, la sustancia ideológica, allí donde Gibson propone un discurso tan pantanoso como las trincheras en las que agonizan sus reclutas.
En un primer momento, el espectador puede tener la impresión de que estamos ante una crítica al horror bélico, casi un manifiesto pacifista, o una lectura humanista de los principios cristianos.
Sin embargo, la recta final, con su atronadora celebración del heroísmo, el maximalismo musical, una planificación que persigue la épica a toda costa, la imagen triunfal de un hombre bañado en la sangre del triunfo, convierte esta espinosa película, en un retrato de la guerra como escenario privilegiado para el triunfo de la voluntad humana.
Del reparto, aunque la mayoría de los personajes son estadounidenses, sólo un actor estadounidense fue elegido:
Vince Vaughn, en el papel del entrenador Sargento Howell.
Excepto él, y Andrew Garfield, que es británico, el reparto entero está compuesto de actores australianos, que hablan con acento estadounidense.
Pero aquí falla Andrew Garfield como protagonista, pues no me generó empatía, debido a que lo considero un actor simple y unidimensional; y su personaje es además esperpéntico, ya que no solo se niega a matar, lo cual puede ser comprensible, sino a tocar ni siquiera un arma, ni por supuesto, hacer las prácticas de tiro, tampoco come carne, por lo que se pasa la batalla sin probar bocado; tampoco puede luchar en sábado, y no se separa de su biblia…
Mientras la trama romántica, que es poca, y con Teresa Palmer, está mucho mejor; y los demás secundarios, solo sirven como elementos que giran alrededor del personaje principal, como activadores de los hechos que se desarrollan, donde el único antagonista real, es la guerra misma.
La dirección de Mel Gibson, técnicamente continúa recreándose en la violencia gráfica y extremadamente explícita, la cual es perfecta.
La escena de la batalla/masacre, durante la segunda mitad del metraje, de más de 30 minutos, es para no parpadear, está muy bien montada, en una combinación entre efectos de sonido, con los efectos especiales visuales, muy pero muy buenos; así como el uso de los planos.
Gibson, es un hábil manipulador de emociones:
Por un lado, frustra un romance elegante, el entrenamiento, y las novatadas del campo militar; y por otro, en la representación pictórica del campo de batalla, convertida en una gigantesca secuencia de producción de terror, donde la imagen es impresionante.
Todas las escenas de combate son alucinantes:
Cámaras lentas, montaje visceral, y planos secuencia de sangre, sudor y lágrimas que, por un momento, meten al espectador en la primera línea de fuego.
Vemos escombros, intestinos, extremidades y cuerpos decaídos, sirviendo de cena para ratas y gusanos.
Y presentándonos esto, sin timidez, es que Gibson hace brillar aún más la postura de Doss, sobre la preservación de toda vida, sin el uso de violencia.
El mensaje de la historia no es efectivo, sin una funcionando como antítesis de la otra.
Y Gibson logra esto genialmente:
“Es necesario contar historias como la de Desmond Doss para inspirar a la gente.
Hay que hacerles recordar de lo que es capaz el espíritu humano y, tal vez, aprender de ello”, apuntó el cineasta, que vuelve a plasmar sus obsesiones religiosas a lo largo del metraje.
“Doss fue alguien con fe y convicciones, en un contexto que reduce a la mayoría de hombres al nivel de animales.
Y allí, en esa oscuridad, algo florece”, sostuvo Gibson.
“Eso es el espíritu humano, capaz de trascender el horror de la guerra.
Para apreciar realmente el bien, hay que estar familiarizado con el mal, y yuxtaponer ambos conceptos.
No existe el uno sin el otro.
No hay fe, ni inspiración, ni esperanza sin haber pasado por la oscuridad”, acotó.
Por lo que le podría achacar, además del actor protagonista, la historia es bastante predecible.
Hacksaw Ridge, está impregnada de humor negro, que se siente totalmente gratuito al drama, y le quitan peso.
Y muy a pesar de basarse en una historia real, Gibson exagera todos los matices hasta la extenuación, llegando a causar la risa floja en algunos momentos de exaltación patriótica o divina; y convierte a La Segunda Guerra Mundial, en una especie de Cruzada o Guerra Santa donde los EEUU luchan con el favor de Dios, en contra de los infieles, en este caso, los japoneses...
De hecho, éstos no tienen ni una sola línea de dialogo en la película, y son retratados como unos animales que salen en tromba de agujeros, para acabar achicharrados por los lanzallamas, en demasiadas escenas para mi gusto.
Aquí, el japonés digno, es aquel que se suicida; mientras que el indigno, es el que se rinde, pues no dudan en matar después de rendirse; por lo que el japonés bueno, es el japonés muerto, incluso el objetor Doss, aquel que no quería ni tocar un arma, no duda en pegar patadas, como si de un futbolista se tratase, a granadas para que le exploten al japonés que las ha lanzado.
Un detalle bastante polémico, al celebrarse este 7 de diciembre, el 75 aniversario del ataque japonés a Pearl Harbor…
Por último, convierte a Doss en un ángel viviente.
No es lo que cuenta, es como lo cuenta, estos últimos minutos mandan al traste todo el relato antibélico, el “no matarás” ya no importa; es la fe lo importante, cuando Doss ha convencido a sus compañeros de creer en ella, y han ganado la guerra.
Los japoneses ya no son iguales, pues son muy inferiores.
En definitiva, no es el “no matar” lo importante, es tener fe, creer en Dios, en su mensaje.
Eso es lo que al final, Mel Gibson parece empeñado en vender, y es por ello que su relato se resquebraja, pues se contradice así mismo.
El final, es sencillamente demencial, ya que el protagonista se adentra solo en las cuevas enemigas, y sus suministros médicos son ilimitados, pues reparte morfina a diestro y siniestro, incluso a japoneses heridos; esquiva balas, e incluso da patadas a las granadas, convirtiéndose en una mesías para sus compañeros.
Por último, todos los soldados se ponen a rezar, y entonces ya pueden masacrar a los japoneses con unas escenas de una ametralladora vista casi en primera persona, que me puso los pelos de punta.
¡Horrible!
Históricamente, Hacksaw Ridge deja por fuera toda La Batalla de Okinawa, respecto a las bajas civiles y militares, las violaciones, los suicidios, las consecuencias y controversias posteriores.
Como dato curioso, Dorothy Schutte no obtuvo su grado de enfermera, hasta años más tarde después de conocer a Desmond; y cuando ella le da La Biblia, antes de partir para el entrenamiento básico, está marcado en Samuel 1-17.
Este es el relato del Antiguo Testamento de David y Goliat.
Muchos paralelos se pueden encontrar en estas 2 historias.
Más allá de ser una película biográfica, presentando el lado astuto de una figura heroica que marcó su singularidad pacífica en La Segunda Guerra Mundial, Hacksaw Ridge confirmó la autenticidad del punto de vista artístico de un hombre que no ha cambiado un ápice, a pesar de las críticas acumuladas en los últimos años.
Es una historia real, sobre hechos que realmente sucedieron, que la hace una película digna de ser conocida; con un final que es lo se espera, muy emotivo.
Sin embargo, los realizadores cambiaron algunos de los detalles, sobre todo la historia del padre de Desmond, el incidente con el arma que Doss sacó de las manos de su padre alcohólico, y las circunstancias de su primer matrimonio.
Tampoco se menciona su servicio de combate previo en La Batalla de Guam, y La Batalla de Leyte; y deja la impresión de que la acción de Doss en Okinawa, tuvo lugar durante un período de unos días, pero La Medalla de Honor cubre sus acciones durante un período de aproximadamente 3 semanas.
Un error de hecho en Hacksaw Ridge, es que Harold Doss (Nathaniel Buzolic), el hermano de Desmond, llevaba un uniforme del ejército en la mesa, cuando en realidad se alistó en La Marina, y sirvió a bordo del USS Lindsey.
Mel Gibson afirmó, que había aspectos de su vida que eran verdad, pero que no podía incluirlos en la película, porque sentía que la gente no creería que eran verdaderos, por ejemplo:
Doss pisó una granada para salvar a sus amigos, y fue golpeado por metralla, pero mientras que él era llevado por los médicos, vio que otro soldado herido; ya que Doss era un médico, saltó de su camilla, y ayudó a ese soldado, y les dijo a los médicos que cuidaran a otros soldados heridos.
Luego, se arrastró de nuevo, más allá de la zona de seguridad, y recibió un disparo de francotiradores enemigos.
Esto fue intencionalmente dejado por fuera de la película, porque sentía que las audiencias encontrarían las circunstancias heroicas bajo las cuales sucedió, demasiado difícil de creer; además Mel Gibson declaró, que si Desmond T. Doss estuviera vivo hoy, querría que fuera Presidente de los Estados Unidos…
Otro dato incorrecto, es que el padre de Desmond, Tom Doss, nunca le pidió a su ex comandante que escribiera una carta que impedía que Desmond fuera castigado por un tribunal.
Sin embargo, contactó al Presidente de La Comisión de Servicio de Guerra de La Iglesia en Washington, Carlyle B. Haynes, que a su vez se puso en contacto con El Comandante del Regimiento, Coronel Stephen S. Hamilton, quien cambió las cosas, y dio a Desmond un pase de 3 días para ir casa, y ver a su hermano Harold, antes de regresar a La Armada para ir al extranjero.
Hacksaw Ridge cierra, incluso con imágenes de archivo y entrevistas de la gente real de esta historia.
Por último, James Horner fue contratado originalmente para componer la partitura; pues había colaborado previamente con Mel Gibson en 3 filmes.
Después de la muerte repentina de Horner, John Debney, fue elegido como el compositor; sin embargo, su partitura fue rechazada, y fue reemplazado por Rupert Gregson-Williams para el corte final.
“Please Lord, help me get one more.
Help me get one more”
La objeción de conciencia, en cuanto dimensión externa de la libertad ideológica y de conciencia, es un pilar esencial en toda sociedad democrática.
Además, posee especial relevancia en el debate bioético, al tratarse de una vía muy adecuada para solucionar los conflictos ético-legales.
A lo largo de la historia, han sido relativamente frecuentes las tensiones entre los preceptos legales y los dictados de la conciencia.
Ello ha generado situaciones de incumplimiento de alguna disposición estatal por parte de individuos o grupos de una determinada sociedad.
Así, por ejemplo, en El Antiguo Testamento se pueden encontrar varios ejemplos próximos, a lo que hoy se considera “objeción de conciencia”
Uno de ellos, tiene relación con los profesionales de la salud.
Se trata del pasaje que relata cómo El Faraón de Egipto, ordenó a las comadronas, que asistían en el parto a las mujeres hebreas, que dieran muerte a los hijos varones.
Las comadronas, que temían a Dios, no obedecieron al Faraón de Egipto, y dejaron con vida a los niños.
En la evolución histórica de la objeción de conciencia, se pueden observar 2 etapas diferenciadas:
En la primera, la libertad de conciencia vendrá apoyada en argumentos exclusivamente religiosos.
En la segunda, cualquier fundamento ético, se considera suficiente para avalar la libertad de conciencia.
Por ello, en las últimas décadas, se aprecia en la legislación de los diversos países, una clara tendencia a vincular la objeción de conciencia, con la libertad ideológica y de conciencia en general, sin exigir la adhesión a un cierto credo religioso o ideológico.
En el nuevo planteamiento de la objeción de conciencia, también hay que destacar su transformación, desde una situación de carácter estrictamente privado, como un drama personal; hasta el reconocimiento de una dimensión pública.
La objeción de conciencia se caracteriza por las siguientes notas:
Presupone la existencia de una obligación legal de actuar en un determinado sentido; por ello, el objetor puede manifestar su oposición a tal precepto legal incompatible con sus convicciones morales, pero solo en la medida en que esa norma se traduzca en deberes dirigidos directamente a él.
Implica un comportamiento omisivo; al estar referido a exigencias consideradas menores, no encuentra, en general, obstáculo a la obtención de la exención; por ello, El Derecho no suele activar mecanismos represivos contra él; no obstante, también puede existir la amenaza de una sanción.
Se apoya en razones religiosas, éticas, morales o axiológicas; este es el núcleo de la cuestión, teniendo un carácter secundario, el hecho de que se incumpla la norma.
Se considera que la objeción de conciencia, es un derecho fundamental subjetivo, por lo que solo puede ser limitada constitucionalmente por razones de orden público, seguridad jurídica e igualdad; se requiere, en cada caso, una labor de ponderación de los distintos valores en juego; la objeción de conciencia puede ser legal o ilegal, según el ordenamiento jurídico la reconozca como derecho o no lo haga; en aquellos casos en los que el incumplimiento de un deber general por motivos de conciencia esté permitido, la objeción de conciencia deja de consistir en una desobediencia a la ley, y pasa a convertirse en el legítimo ejercicio de un derecho.
La objeción de conciencia, puede estar reconocida condicional o incondicionalmente por El Estado; se produce un reconocimiento incondicionado, cuando la ley atribuye eficacia jurídica a la simple declaración objetora, con independencia de las razones en que se funde, y en base, exclusivamente, a la convicción individual expresada en la manifestación externa de la objeción; por su parte, el reconocimiento será condicionado, cuando legalmente se articule un proceso para comprobar la admisibilidad y sinceridad de las razones alegadas por el objetor.
Con la objeción de conciencia, no se aspira en principio, a modificar ninguna norma; no se pretende obligar a la mayoría a revisar su decisión, obtener publicidad, ni anular una norma; por tanto, hay una ausencia de fin político; sin embargo, es posible que en un determinado momento, la actitud de un objetor, trascienda a la opinión pública; el reconocimiento social de esta postura, no cambia la naturaleza de la objeción, al tratarse de un hecho no buscado por el sujeto, ni dependiente de su voluntad.
Y por último, la objeción de conciencia, es un mecanismo que permite resolver, por vía de excepción, los conflictos entre mayorías y minorías existentes en toda sociedad contemporánea.
En La Segunda Guerra Mundial, Corea y Vietnam, los militares clasificaron a varios Adventistas del Séptimo Día, con el estatus de objetores de conciencia, bajo el término, 1A-O; esto significaba, que estaban dispuestos a servir, pero no llevaban un arma en combate.
También, hubo voluntarios de La Sociedad de Amigos, “Quaker”, en La Primera Guerra Mundial.
Para 1970, Desmond Doss, y debido a una sobredosis accidental de antibióticos, se quedó sordo.
Vivió el resto de su vida como un hombre humilde, y murió a la edad de 87 años, el 23 de marzo de 2006; en su casa en Piamonte, Alabama, después de ser hospitalizado por problemas de respiración, el mismo día que otro militar fuera galardonado con La Medalla de Honor, David B. Bleak.
Doss fue enterrado en Chattanooga, en El Cementerio Nacional de Tennessee.
Se cuenta que después de la guerra, Doss rechazó muchas solicitudes de libros y películas, porque era cauteloso en cómo retratarían su vida, sus experiencias de guerra, y sus creencias como Adventista del Séptimo Día, fueran de manera imprecisa o sensacional.
El único hijo de Doss, Desmond Doss Jr., declaró:
“La razón por la que lo rechazó, es que ninguno de ellos cumplió su único requisito:
Que sea exacto.
Y me parece notable el nivel de precisión en ese deseo, en la historia de Hacksaw Ridge”
Pero Desmond fue además protagonista del libro “El Hombre Más Improbable” (1967), y del documental “The Conscientious Objector” (2004)
En definitiva, Desmond T. Doss fue un héroe de guerra, mucho más allá de lo que pensábamos, porque nos enseñó que para ir a una guerra, no hay que tener a gente dispuesta para matar, si no para saber estar en los momentos de pánico y angustia, cuando muchos otros se van o abandonan.
“With the world so set on tearing itself apart, it don't seem like such a bad thing to me to want to put a little bit of it back together”
La objeción de conciencia, es la negativa a acatar órdenes, leyes, o a realizar actos o servicios invocando motivos éticos o religiosos.
Desde una ética racional que considera que el individuo debe responder en primer lugar al tribunal de la propia conciencia, la objeción de conciencia se define como un derecho subjetivo a resistir los mandatos de la autoridad, cuando contradicen los propios principios morales.
De alguna manera, entronca con otras figuras de desobediencia al derecho, especialmente con la desobediencia civil y, de manera aún más alta, con el denominado derecho de resistencia a la opresión, proclamado en La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, al inicio de La Revolución Francesa.
En principio, puede plantearse ante cualquier tipo de mandato que se derive del ordenamiento jurídico, como normas médicas u obligaciones tributarias.
El supuesto más destacado, no obstante, es la objeción de conciencia al servicio militar.
La objeción, por tanto, entra en juego cuando se da un choque, a veces dramático entre la norma legal que obliga un hacer, y la norma ética o moral que se opone a esa actuación.
En caso así, el objetor de conciencia, se decanta por el no a la ley, atendiendo a lo que considera “un deber de conciencia”
Muchos Estados recogen esta posibilidad en sus ordenamientos.
El trámite para declararse “objetor de conciencia”, suele consistir en escribir una carta con las razones que llevan al individuo a negarse a hacer el servicio militar, y entregarla a alguna autoridad pertinente, como El Ministerio de Defensa.
Es ejercido principalmente por antimilitaristas, personas que se oponen a cualquier tipo de fuerzas armadas, además de Testigos de Jehová, menonitas y unitaristas, entre otros.
La Batalla de Okinawa, cuyo nombre clave era “Operación Iceberg”, se libró en la isla de Okinawa, en las Ryukyu, y fue el mayor asalto anfibio en La Guerra del Pacífico.
Se combatió durante 82 días, desde principios de abril, hasta mediados de junio de 1945; y se ha denominado “Typhoon of Steel”, y “Lluvia de Acero” en japonés.
Estas denominaciones, se refieren a la ferocidad de los combates, la intensidad de los disparos, y la enorme cantidad de buques aliados y vehículos blindados que asaltaron la isla.
La batalla resultó ser una de las que tuvo más víctimas, civiles y militares, en toda La Segunda Guerra Mundial:
La totalidad de los fallecidos, supera el ¼ de millón; donde 5 divisiones del XXIV Cuerpo de los Estados Unidos:
La 7ª, 27ª, 77ª, 81ª y 96ª; y 2 divisiones de Marines, la 1ª y 6ª, combatieron en la isla, mientras que la 2ª División de Marines se mantuvo en reserva, y no se planteó que desembarcara.
La invasión, fue respaldada por fuerzas aéreas navales, anfibias y tácticas.
El objetivo principal de la operación, era apoderarse de la gran isla de Okinawa a sólo 550km de distancia del Japón.
Después de una larga campaña de saltar entre islas, los estadounidenses la denominaban “Island Hopping”, los Aliados se acercaron a Japón, y planearon usar Okinawa como base para las operaciones aéreas, bajo el plan de invadir territorio japonés, cuyo nombre en clave era “Operación Downfall”
En especial, La 77ª División, fue parte de la fuerza aliada que ocupó Japón después de que cesaron las hostilidades; específicamente con la toma de una enorme colina apodada “Hacksaw Ridge”
Y es que entre tanto horror, siempre se buscan héroes, y aquí se destacó un joven con aspecto de poca cosa, y que prestaba ayuda médica.
Desmond Thomas Doss, era un miembro de La 77ª División de Infantería del ejército, conocida como “La División de La Libertad” por sus insignias distintivas de una Estatua de La Libertad de oro, sobre un fondo azul.
La 77ª, también luchó en Guam, Leyte, Filipinas; y Okinawa.
Una de sus unidades, La Compañía C del 306º Regimiento de Infantería, salió de Estados Unidos en 1944, con 203 oficiales y hombres.
Al final de la guerra, en agosto de 1945, sólo quedaron 13 de los miembros originales; uno de ellos era Desmond Thomas Doss, quien fue el primer objetor de conciencia en recibir La Medalla de Honor, y uno de los 3 únicos hombres que recibieron tal honor, pues los otros 2 fueron:
Thomas W. Bennett y Joseph G. LaPointe Jr., pero durante La Guerra de Vietnam.
Pero Doss no fue el primero que pudo reclamar el estatuto de “objetor de conciencia”
Alvin York, reclamó ese estatus cuando se alistó en 1917, pero su demanda fue rechazada.
Gary Cooper lo retrató en “Sargent York” (1941)
La diferencia importante era que York llevaba un arma, y Doss no.
Desmond fue un cabo, soldado de primera clase, cuando recibió su Medalla de Honor por actos heroicos del ejército de los Estados Unidos asignado al destacamento médico, 307ª de Infantería, 77ª División de Infantería.
Y recibió su estrella de bronce, medalla recibida por logros heroicos, servicio heroico, logros meritorios, o servicio meritorio en una zona de combate.
Como hijo de William Thomas Doss, un carpintero, y Bertha E. Oliver Doss; Desmond nació en Lynchburg, Virginia; y desde muy temprana edad, estuvo muy influenciado por La Biblia y sus enseñanzas, particularmente por el mandamiento de “no matar”
En abril de 1942, Desmond fue reclutado por El Ejército de los Estados Unidos, el problema era que él seguía negándose a llevar un arma, así que fue alistado como objetor de conciencia, y de esta forma podía servir a Dios y a su país.
Desmond se negaba a matar o llevar un arma en combate, debido a sus creencias personales como Adventista del Séptimo día.
Adscrito al Cuerpo Médico de La 77ª División de Infantería, el estricto seguimiento de sus enseñanzas religiosas, incluso respecto al sábado como día de reposo, le acarrearon continuas burlas de sus compañeros, y actos de indisciplina ante sus mandos.
En consecuencia, se convirtió en médico, y mientras servía en El Pacífico durante La Segunda Guerra Mundial, ayudó a su país a salvar las vidas de sus compañeros, al mismo tiempo que cumplía con sus convicciones religiosas.
El día 5 de mayo de 1945, en el curso de La Batalla de Okinawa, los soldados japoneses salieron de sus madrigueras, y se esparcieron en todas direcciones.
Casi de inmediato, unos 75 hombres fueron heridos, y los hombres que quedaban, se vieron obligados a retirarse a la base del acantilado Hacksaw.
Los únicos soldados que quedaron en la parte superior, fueron los heridos, los japoneses, y Desmond Doss.
Este día tan señalado de la batalla, precisamente cayó en sábado, el día de reposo para Desmond; por lo que este se dedicó a bajar uno a uno, a los soldados heridos, ayudado de una cuerda que consiguió atar a un árbol.
Mientras lo hacía, oraba a Dios diciendo:
“Señor, ayúdame a bajar uno más, sólo uno más”
Desmond Doss, siguió con su tarea de médico, hasta que el 21 de mayo, cerca de Shuri, fue alcanzado en las piernas por la metralla de una granada.
Cuando estaba a punto de ser rescatado en una camilla, Doss vio a otro soldado que estaba peor que él, y dejó la camilla para que evacuasen a su compañero.
Entonces recibió un disparo en un brazo que le fracturó un hueso.
Sin poder ponerse de pie, herido en un brazo y sin que nadie pudiera ayudarle, rompió su juramento…
Cogió un fusil, y lo utilizó para entablillarse el brazo, y arrastrarse hasta llegar al hospital de campaña.
Hasta para los soldados que antes se burlaban de él, Doss se había convertido en un símbolo de coraje y determinación.
Hecho que le valió La Medalla de Honor.
Cuando estaba convaleciente en el buque hospital, frente a la costa de Okinawa, su mente comenzó a aclararse, y recordó La Biblia que el día de su boda le regaló su esposa, y que había llevado consigo, y le había sustentado en momentos de burla de sus compañeros de armas.
Desmond perdió su Biblia en aquel lugar escarpado, y sus compañeros volvieron al lugar, con la misión de agradecimiento de encontrar La Biblia.
La hallaron, y se la enviaron a su casa por correo…
Doss, fue herido 3 veces durante La Segunda Guerra Mundial, y poco antes de abandonar el ejército, fue diagnosticado con tuberculosis, lo que le costó un pulmón.
Dado de baja del ejército en 1946, Doss pasó 5 años en tratamiento médico por sus lesiones y enfermedades.
Cuando se le preguntó, cuántas vidas salvó, Desmond T. Doss dijo aproximadamente 50.
Sin embargo, los testigos dijeron que era más cercano a 100…
Un acuerdo mutuo, se alcanzó en aproximadamente 75.
Pero de poco sirvió la toma de la isla de Okinawa que duró 82 sangrientos días en junio de 1945, cuando un par de meses después, se lanzaría el ataque atómico sobre Hiroshima; así como la entrada soviética en la guerra, provocarían la rendición de Japón.
“While everybody is taking life I’m going to be saving it”
Hacksaw Ridge es una película bélica, del año 2016, dirigido por Mel Gibson.
Protagonizado por Andrew Garfield, Vince Vaughn, Hugo Weaving, Teresa Palmer, Sam Worthington, Luke Bracey, Rachel Griffiths, Richard Roxburgh, Matt Nable, Nathaniel Buzolic, Ryan Corr, Goran D. Kleut, Firass Dirani, Milo Gibson, Ben O'Toole, entre otros.
El guión es de Gregory Crosby, Robert Schenkkan y Randall Wallace; basados en la historia real del Sargento del Ejército de EEUU, Desmond Doss, un cristiano Adventista del Séptimo Día concienciado, que se negó a portar armas en el frente y que, sin embargo, fue condecorado con La Medalla de Honor por El Presidente Harry S. Truman, por haber salvado la vida a más de 75 hombres bajo el constante fuego enemigo, durante la brutal Batalla de Okinawa, en La Segunda Guerra Mundial.
Su historia es una intrigante paradoja, un drama contundente acerca de la fe, las convicciones y el conflicto, temas que Mel Gibson conoce muy bien; siendo un aspecto que lo atrajo en la realización, pues contenía un superhéroe real sin “spandex”
El productor, Hal B. Wallis, había tratado previamente de comprar esta historia de Desmond T. Doss en los años 50, pero Doss no tenía interés en películas, y no quería que su historia se convirtiera en una típica película de Hollywood.
Por lo que el interés renació hace más de 13 años, pasando de estudio en estudio.
Al principio, fue desarrollado para Disney, y la iba a dirigir Randall Wallace, el mismo que escribió el guión de “Braveheart” (1995)
Stan Jensen, miembro de La Iglesia Adventista del Séptimo Día, llevó esta historia al guionista y productor Gregory Crosby, a finales de los años 90.
El título se traduce en “cresta de la sierra” y se describe como una película contra la guerra, con un tema pacifista.
También incorpora temas religiosos recurrentes, e imágenes como la paz eterna, el bautismo y la ascensión.
El productor, David Permut, dijo que era muy importante que el equipo mantuviera la integridad de la historia de Doss, ya que él era un hombre muy espiritual, y muy religioso.
El rodaje tuvo lugar en Sydney y Nueva Gales del Sur, Australia.
La acción se concentra durante La Segunda Guerra Mundial.
Desmond Doss (Andrew Garfield), es un joven contrario a la violencia, que se alista en el ejército de los EEUU, con el objetivo de servir como médico.
Tras enfrentarse a las autoridades militares, y a un juicio por su negativa a empuñar un arma, consigue su objetivo, y es enviado a servir como médico al frente japonés.
A pesar de ser recibido con recelo por todo el batallón durante la salvaje toma de Okinawa, Desmond decide jugarse la vida en la peor de las condiciones, demostrando su valor, salvando a 75 hombres heridos, consiguiendo el respeto de los soldados.
Su conciencia religiosa y sus convicciones como objetor de conciencia, no le impidieron embarcarse en ayudar a su país como médico; por lo que el director Mel Gibson recrea su infancia, adolescencia, enamoramiento juvenil, y el pasado oscuro y problemático que vivió Doss, a causa de un padre alcohólico, hundido por recuerdos del conflicto bélico mundial anterior.
“I don't know how I'm going to live with myself if I don't stay true to what I believe”
El contundente regreso de Mel Gibson, es un violento drama sobre pacifismo que acierta combinando el horror con la honra.
Gibson llevaba 10 años sin dirigir una película, desde 2006, año en que dirigió “Apocalypto”, y con Hacksaw Ridge, vuelve a demostrar que es un potente contador de historias, que sabe exactamente, cuándo excitar el ritmo cardiaco; y nos sumerge en la locura violenta que es la guerra, pero al mismo tiempo, su drama profundiza en el impecable valor de un hombre que, por su propio deseo, rechaza tener nada que ver con esa guerra.
La historia de un soldado poco común, que participó en La Segunda Guerra Mundial, sin utilizar o llevar consigo un arma de fuego:
Desmond T. Doss, un médico de guerra, se rehusó a quitarle la vida a otro ser humano, debido a su convicción como creyente de La Iglesia Adventista del Séptimo Día.
A pesar del rechazo que recibió en al ámbito militares y de sus compañeros de guerra, Doss rescató a 75 compañeros caídos durante La Batalla de Okinawa, sin disparar una sola bala.
Sus acciones, le galardonaron con La Medalla de Honor.
Así seguimos la historia de Doss, desde su infancia, marcada por Tom (Hugo Weaving) un padre traumatizado por su participación en La Gran Guerra; hasta su juventud, cuando se enamora de una enfermera llamada Dorothy Schutte (Teresa Palmer), y finalmente, hasta el campo de batalla.
Cuando La Segunda Guerra Mundial estalla, Desmond se enfrentará a un dilema como cualquiera de sus compatriotas que quería servir a su país:
Ir, o no a la guerra.
Su duda es más fuerte, ya que la violencia no es compatible con sus creencias y principios morales; decide ir a la guerra, pero se opuso a sostener un arma, y se negó aún más a matar, así que para poder ayudar en la batalla, decide alistarse en el equipo médico del ejército.
Su negativa a cambiar sus creencias, lo llevó a ser tratado groseramente por sus compañeros y superiores, pero armado sólo con su fe, entró en el infierno de la guerra, para convertirse en uno de los más grandes héroes de EEUU.
En La Batalla de Okinawa, en el impresionante acantilado, se las arregló para salvar decenas de vidas solo, bajo fuego enemigo, salvando así uno por uno a los soldados heridos.
Su hazaña, le convirtió en el primer objetor de conciencia en recibir La Medalla de Honor de manos del Presidente Harry S. Truman; y Hacksaw Ridge, como casi todas las películas de guerra, se divide en 2 actos:
El primero, dulce y televisivo; y el segundo, salvaje y atroz.
Sin ninguna contemplación, Mel Gibson demuestra el horror de una guerra cuerpo a cuerpo, contra un ejército japonés motivado, y que prefería el suicidio antes que la rendición.
Con Hacksaw Ridge, Gibson ha ido completando una compacta colección de figuras crísticas:
Hombres que alcanzan una verdad elevada, gracias a una inquebrantable fidelidad a sus principios; criaturas tocadas por una capacidad sobrehumana para sobrellevar el sufrimiento; el dolor como camino a la iluminación; la crueldad como esencia de la experiencia humana.
En este sentido, la primera mitad de Hacksaw Ridge, parece apuntar un discurso alternativo:
Una visión más amable de los valores cristianos, sostenida por un romanticismo de colores pastel.
La apuesta de Gibson por una nostalgia naif, conduce la historia hacia un imaginario de otro tiempo, casi de clásico de Frank Capra; y así el realizador apura al máximo la idea de mostrar detalles, de cómo Doss llegó a ser quién fue; y sobre el segundo tramo, es cuando explota sin miedos, y se transforma en un bloque brutal de cine bélico puro, sin fisuras ni contemplaciones.
Hasta el último hombre, va escalando, y va de menos a más, desembocando en el homenaje de rigor con secuencias intercaladas en los créditos para que el verdadero Doss, también deje su impronta con imágenes de años antes de fallecer, en 2006.
Sin embargo, este blanco periplo inicial por la nobleza de un objetor de conciencia, será solo la antesala del verdadero tema central:
El cruento viaje al corazón de la guerra.
Durante prácticamente una hora, Hacksaw Ridge nos sumerge en el fragor de La Batalla de Okinawa, acumulando a su paso, cuerpos en llamas, miembros cercenados, vísceras desparramadas, hombres devorados por las ratas... y sigue algunos elementos de los filmes del director, notables en el desarrollo, como por ejemplo:
El momento “Braveheart” (1995) en la cima de la montaña, con vista panorámica, y “The Passion Of The Christ” (2004) en el vía crucis del recluta, etc., pero también vemos un elemento bastante “kubrickiano” de “Full Metal Jacket” (1987) en la primera mitad de la historia, con un entrenador muy similar…
Todo ello da soporte al relato de un héroe en un entorno totalmente antagónico para la defensa de sus principios cristianos y antibélicos.
Después viene la esencia, la sustancia ideológica, allí donde Gibson propone un discurso tan pantanoso como las trincheras en las que agonizan sus reclutas.
En un primer momento, el espectador puede tener la impresión de que estamos ante una crítica al horror bélico, casi un manifiesto pacifista, o una lectura humanista de los principios cristianos.
Sin embargo, la recta final, con su atronadora celebración del heroísmo, el maximalismo musical, una planificación que persigue la épica a toda costa, la imagen triunfal de un hombre bañado en la sangre del triunfo, convierte esta espinosa película, en un retrato de la guerra como escenario privilegiado para el triunfo de la voluntad humana.
Del reparto, aunque la mayoría de los personajes son estadounidenses, sólo un actor estadounidense fue elegido:
Vince Vaughn, en el papel del entrenador Sargento Howell.
Excepto él, y Andrew Garfield, que es británico, el reparto entero está compuesto de actores australianos, que hablan con acento estadounidense.
Pero aquí falla Andrew Garfield como protagonista, pues no me generó empatía, debido a que lo considero un actor simple y unidimensional; y su personaje es además esperpéntico, ya que no solo se niega a matar, lo cual puede ser comprensible, sino a tocar ni siquiera un arma, ni por supuesto, hacer las prácticas de tiro, tampoco come carne, por lo que se pasa la batalla sin probar bocado; tampoco puede luchar en sábado, y no se separa de su biblia…
Mientras la trama romántica, que es poca, y con Teresa Palmer, está mucho mejor; y los demás secundarios, solo sirven como elementos que giran alrededor del personaje principal, como activadores de los hechos que se desarrollan, donde el único antagonista real, es la guerra misma.
La dirección de Mel Gibson, técnicamente continúa recreándose en la violencia gráfica y extremadamente explícita, la cual es perfecta.
La escena de la batalla/masacre, durante la segunda mitad del metraje, de más de 30 minutos, es para no parpadear, está muy bien montada, en una combinación entre efectos de sonido, con los efectos especiales visuales, muy pero muy buenos; así como el uso de los planos.
Gibson, es un hábil manipulador de emociones:
Por un lado, frustra un romance elegante, el entrenamiento, y las novatadas del campo militar; y por otro, en la representación pictórica del campo de batalla, convertida en una gigantesca secuencia de producción de terror, donde la imagen es impresionante.
Todas las escenas de combate son alucinantes:
Cámaras lentas, montaje visceral, y planos secuencia de sangre, sudor y lágrimas que, por un momento, meten al espectador en la primera línea de fuego.
Vemos escombros, intestinos, extremidades y cuerpos decaídos, sirviendo de cena para ratas y gusanos.
Y presentándonos esto, sin timidez, es que Gibson hace brillar aún más la postura de Doss, sobre la preservación de toda vida, sin el uso de violencia.
El mensaje de la historia no es efectivo, sin una funcionando como antítesis de la otra.
Y Gibson logra esto genialmente:
“Es necesario contar historias como la de Desmond Doss para inspirar a la gente.
Hay que hacerles recordar de lo que es capaz el espíritu humano y, tal vez, aprender de ello”, apuntó el cineasta, que vuelve a plasmar sus obsesiones religiosas a lo largo del metraje.
“Doss fue alguien con fe y convicciones, en un contexto que reduce a la mayoría de hombres al nivel de animales.
Y allí, en esa oscuridad, algo florece”, sostuvo Gibson.
“Eso es el espíritu humano, capaz de trascender el horror de la guerra.
Para apreciar realmente el bien, hay que estar familiarizado con el mal, y yuxtaponer ambos conceptos.
No existe el uno sin el otro.
No hay fe, ni inspiración, ni esperanza sin haber pasado por la oscuridad”, acotó.
Por lo que le podría achacar, además del actor protagonista, la historia es bastante predecible.
Hacksaw Ridge, está impregnada de humor negro, que se siente totalmente gratuito al drama, y le quitan peso.
Y muy a pesar de basarse en una historia real, Gibson exagera todos los matices hasta la extenuación, llegando a causar la risa floja en algunos momentos de exaltación patriótica o divina; y convierte a La Segunda Guerra Mundial, en una especie de Cruzada o Guerra Santa donde los EEUU luchan con el favor de Dios, en contra de los infieles, en este caso, los japoneses...
De hecho, éstos no tienen ni una sola línea de dialogo en la película, y son retratados como unos animales que salen en tromba de agujeros, para acabar achicharrados por los lanzallamas, en demasiadas escenas para mi gusto.
Aquí, el japonés digno, es aquel que se suicida; mientras que el indigno, es el que se rinde, pues no dudan en matar después de rendirse; por lo que el japonés bueno, es el japonés muerto, incluso el objetor Doss, aquel que no quería ni tocar un arma, no duda en pegar patadas, como si de un futbolista se tratase, a granadas para que le exploten al japonés que las ha lanzado.
Un detalle bastante polémico, al celebrarse este 7 de diciembre, el 75 aniversario del ataque japonés a Pearl Harbor…
Por último, convierte a Doss en un ángel viviente.
No es lo que cuenta, es como lo cuenta, estos últimos minutos mandan al traste todo el relato antibélico, el “no matarás” ya no importa; es la fe lo importante, cuando Doss ha convencido a sus compañeros de creer en ella, y han ganado la guerra.
Los japoneses ya no son iguales, pues son muy inferiores.
En definitiva, no es el “no matar” lo importante, es tener fe, creer en Dios, en su mensaje.
Eso es lo que al final, Mel Gibson parece empeñado en vender, y es por ello que su relato se resquebraja, pues se contradice así mismo.
El final, es sencillamente demencial, ya que el protagonista se adentra solo en las cuevas enemigas, y sus suministros médicos son ilimitados, pues reparte morfina a diestro y siniestro, incluso a japoneses heridos; esquiva balas, e incluso da patadas a las granadas, convirtiéndose en una mesías para sus compañeros.
Por último, todos los soldados se ponen a rezar, y entonces ya pueden masacrar a los japoneses con unas escenas de una ametralladora vista casi en primera persona, que me puso los pelos de punta.
¡Horrible!
Históricamente, Hacksaw Ridge deja por fuera toda La Batalla de Okinawa, respecto a las bajas civiles y militares, las violaciones, los suicidios, las consecuencias y controversias posteriores.
Como dato curioso, Dorothy Schutte no obtuvo su grado de enfermera, hasta años más tarde después de conocer a Desmond; y cuando ella le da La Biblia, antes de partir para el entrenamiento básico, está marcado en Samuel 1-17.
Este es el relato del Antiguo Testamento de David y Goliat.
Muchos paralelos se pueden encontrar en estas 2 historias.
Más allá de ser una película biográfica, presentando el lado astuto de una figura heroica que marcó su singularidad pacífica en La Segunda Guerra Mundial, Hacksaw Ridge confirmó la autenticidad del punto de vista artístico de un hombre que no ha cambiado un ápice, a pesar de las críticas acumuladas en los últimos años.
Es una historia real, sobre hechos que realmente sucedieron, que la hace una película digna de ser conocida; con un final que es lo se espera, muy emotivo.
Sin embargo, los realizadores cambiaron algunos de los detalles, sobre todo la historia del padre de Desmond, el incidente con el arma que Doss sacó de las manos de su padre alcohólico, y las circunstancias de su primer matrimonio.
Tampoco se menciona su servicio de combate previo en La Batalla de Guam, y La Batalla de Leyte; y deja la impresión de que la acción de Doss en Okinawa, tuvo lugar durante un período de unos días, pero La Medalla de Honor cubre sus acciones durante un período de aproximadamente 3 semanas.
Un error de hecho en Hacksaw Ridge, es que Harold Doss (Nathaniel Buzolic), el hermano de Desmond, llevaba un uniforme del ejército en la mesa, cuando en realidad se alistó en La Marina, y sirvió a bordo del USS Lindsey.
Mel Gibson afirmó, que había aspectos de su vida que eran verdad, pero que no podía incluirlos en la película, porque sentía que la gente no creería que eran verdaderos, por ejemplo:
Doss pisó una granada para salvar a sus amigos, y fue golpeado por metralla, pero mientras que él era llevado por los médicos, vio que otro soldado herido; ya que Doss era un médico, saltó de su camilla, y ayudó a ese soldado, y les dijo a los médicos que cuidaran a otros soldados heridos.
Luego, se arrastró de nuevo, más allá de la zona de seguridad, y recibió un disparo de francotiradores enemigos.
Esto fue intencionalmente dejado por fuera de la película, porque sentía que las audiencias encontrarían las circunstancias heroicas bajo las cuales sucedió, demasiado difícil de creer; además Mel Gibson declaró, que si Desmond T. Doss estuviera vivo hoy, querría que fuera Presidente de los Estados Unidos…
Otro dato incorrecto, es que el padre de Desmond, Tom Doss, nunca le pidió a su ex comandante que escribiera una carta que impedía que Desmond fuera castigado por un tribunal.
Sin embargo, contactó al Presidente de La Comisión de Servicio de Guerra de La Iglesia en Washington, Carlyle B. Haynes, que a su vez se puso en contacto con El Comandante del Regimiento, Coronel Stephen S. Hamilton, quien cambió las cosas, y dio a Desmond un pase de 3 días para ir casa, y ver a su hermano Harold, antes de regresar a La Armada para ir al extranjero.
Hacksaw Ridge cierra, incluso con imágenes de archivo y entrevistas de la gente real de esta historia.
Por último, James Horner fue contratado originalmente para componer la partitura; pues había colaborado previamente con Mel Gibson en 3 filmes.
Después de la muerte repentina de Horner, John Debney, fue elegido como el compositor; sin embargo, su partitura fue rechazada, y fue reemplazado por Rupert Gregson-Williams para el corte final.
“Please Lord, help me get one more.
Help me get one more”
La objeción de conciencia, en cuanto dimensión externa de la libertad ideológica y de conciencia, es un pilar esencial en toda sociedad democrática.
Además, posee especial relevancia en el debate bioético, al tratarse de una vía muy adecuada para solucionar los conflictos ético-legales.
A lo largo de la historia, han sido relativamente frecuentes las tensiones entre los preceptos legales y los dictados de la conciencia.
Ello ha generado situaciones de incumplimiento de alguna disposición estatal por parte de individuos o grupos de una determinada sociedad.
Así, por ejemplo, en El Antiguo Testamento se pueden encontrar varios ejemplos próximos, a lo que hoy se considera “objeción de conciencia”
Uno de ellos, tiene relación con los profesionales de la salud.
Se trata del pasaje que relata cómo El Faraón de Egipto, ordenó a las comadronas, que asistían en el parto a las mujeres hebreas, que dieran muerte a los hijos varones.
Las comadronas, que temían a Dios, no obedecieron al Faraón de Egipto, y dejaron con vida a los niños.
En la evolución histórica de la objeción de conciencia, se pueden observar 2 etapas diferenciadas:
En la primera, la libertad de conciencia vendrá apoyada en argumentos exclusivamente religiosos.
En la segunda, cualquier fundamento ético, se considera suficiente para avalar la libertad de conciencia.
Por ello, en las últimas décadas, se aprecia en la legislación de los diversos países, una clara tendencia a vincular la objeción de conciencia, con la libertad ideológica y de conciencia en general, sin exigir la adhesión a un cierto credo religioso o ideológico.
En el nuevo planteamiento de la objeción de conciencia, también hay que destacar su transformación, desde una situación de carácter estrictamente privado, como un drama personal; hasta el reconocimiento de una dimensión pública.
La objeción de conciencia se caracteriza por las siguientes notas:
Presupone la existencia de una obligación legal de actuar en un determinado sentido; por ello, el objetor puede manifestar su oposición a tal precepto legal incompatible con sus convicciones morales, pero solo en la medida en que esa norma se traduzca en deberes dirigidos directamente a él.
Implica un comportamiento omisivo; al estar referido a exigencias consideradas menores, no encuentra, en general, obstáculo a la obtención de la exención; por ello, El Derecho no suele activar mecanismos represivos contra él; no obstante, también puede existir la amenaza de una sanción.
Se apoya en razones religiosas, éticas, morales o axiológicas; este es el núcleo de la cuestión, teniendo un carácter secundario, el hecho de que se incumpla la norma.
Se considera que la objeción de conciencia, es un derecho fundamental subjetivo, por lo que solo puede ser limitada constitucionalmente por razones de orden público, seguridad jurídica e igualdad; se requiere, en cada caso, una labor de ponderación de los distintos valores en juego; la objeción de conciencia puede ser legal o ilegal, según el ordenamiento jurídico la reconozca como derecho o no lo haga; en aquellos casos en los que el incumplimiento de un deber general por motivos de conciencia esté permitido, la objeción de conciencia deja de consistir en una desobediencia a la ley, y pasa a convertirse en el legítimo ejercicio de un derecho.
La objeción de conciencia, puede estar reconocida condicional o incondicionalmente por El Estado; se produce un reconocimiento incondicionado, cuando la ley atribuye eficacia jurídica a la simple declaración objetora, con independencia de las razones en que se funde, y en base, exclusivamente, a la convicción individual expresada en la manifestación externa de la objeción; por su parte, el reconocimiento será condicionado, cuando legalmente se articule un proceso para comprobar la admisibilidad y sinceridad de las razones alegadas por el objetor.
Con la objeción de conciencia, no se aspira en principio, a modificar ninguna norma; no se pretende obligar a la mayoría a revisar su decisión, obtener publicidad, ni anular una norma; por tanto, hay una ausencia de fin político; sin embargo, es posible que en un determinado momento, la actitud de un objetor, trascienda a la opinión pública; el reconocimiento social de esta postura, no cambia la naturaleza de la objeción, al tratarse de un hecho no buscado por el sujeto, ni dependiente de su voluntad.
Y por último, la objeción de conciencia, es un mecanismo que permite resolver, por vía de excepción, los conflictos entre mayorías y minorías existentes en toda sociedad contemporánea.
En La Segunda Guerra Mundial, Corea y Vietnam, los militares clasificaron a varios Adventistas del Séptimo Día, con el estatus de objetores de conciencia, bajo el término, 1A-O; esto significaba, que estaban dispuestos a servir, pero no llevaban un arma en combate.
También, hubo voluntarios de La Sociedad de Amigos, “Quaker”, en La Primera Guerra Mundial.
Para 1970, Desmond Doss, y debido a una sobredosis accidental de antibióticos, se quedó sordo.
Vivió el resto de su vida como un hombre humilde, y murió a la edad de 87 años, el 23 de marzo de 2006; en su casa en Piamonte, Alabama, después de ser hospitalizado por problemas de respiración, el mismo día que otro militar fuera galardonado con La Medalla de Honor, David B. Bleak.
Doss fue enterrado en Chattanooga, en El Cementerio Nacional de Tennessee.
Se cuenta que después de la guerra, Doss rechazó muchas solicitudes de libros y películas, porque era cauteloso en cómo retratarían su vida, sus experiencias de guerra, y sus creencias como Adventista del Séptimo Día, fueran de manera imprecisa o sensacional.
El único hijo de Doss, Desmond Doss Jr., declaró:
“La razón por la que lo rechazó, es que ninguno de ellos cumplió su único requisito:
Que sea exacto.
Y me parece notable el nivel de precisión en ese deseo, en la historia de Hacksaw Ridge”
Pero Desmond fue además protagonista del libro “El Hombre Más Improbable” (1967), y del documental “The Conscientious Objector” (2004)
En definitiva, Desmond T. Doss fue un héroe de guerra, mucho más allá de lo que pensábamos, porque nos enseñó que para ir a una guerra, no hay que tener a gente dispuesta para matar, si no para saber estar en los momentos de pánico y angustia, cuando muchos otros se van o abandonan.
“With the world so set on tearing itself apart, it don't seem like such a bad thing to me to want to put a little bit of it back together”
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