Moulin Rouge

“The wise woman patterns her life on the theory and practice of modern banking.
She never gives her love, but only lends it on the best security and at the highest rate of interest”

A finales del siglo XIX, nació en París una época bautizada como “La Belle Époque”
Tal y como su nombre sugiere, se caracterizó por la prosperidad, la libertad empresarial, y sobre todo, social; y dio lugar a una nueva cultura que comprendía un estilo de vida definible como “moderno”
Así pues, con la intención de conmemorar El Centenario de La Revolución Francesa, una revolución contra el privilegio y la injusticia, París organizó La Exposición Universal de 1889.
De tal modo, se pusieron al servicio, tanto del trabajador como del burgués, una gran variedad de entretenimientos y nuevas tecnologías.
Esta igualdad a la hora de disfrutar de ciertos placeres, marcó una democratización del ocio, que ya anunciaba el nacimiento de la cultura de masas que culminaría en el siglo XX; y París se convirtió en un centro de atracción mundial, al cual, las clases sociales altas de los países europeos y EEUU acudían.
Se trataba de un momento histórico, fundamentalmente dominado por la riqueza y la belleza, que también tenía que convivir con la pobreza, pobreza que trajo consigo La Bohemia, y con ella, numerosos males sociales, al margen de las grandes obras artísticas.
Para los bohemios que residían en Montmartre, la promesa de “La Verdad, La Belleza, La Libertad y El Amor” en un mejor mundo, parecía germinar en ese momento histórico, precisamente con la aparición de esas nuevas tecnologías, por entonces sin precedentes.
Al margen del progreso y el optimismo, las ventajas de la época de la máquina, también trajeron consigo amargos dilemas sociales.
Hasta entonces, los habitantes de París, nunca habían consumido tanto alcohol, engendrando una nueva enfermedad social:
El alcoholismo.
La tuberculosis, la prostitución organizada, la extensión de la sífilis, y la promesa de ingresos regulares, llevaron a que muchos miembros pertenecientes a colectividades rurales, emigrasen a las ciudades.
Apareció entonces el nuevo concepto de “horas de ocio”, y con él, una mayor demanda de entretenimiento para las masas.
Así, la incipiente clase media, encontró más tiempo para la distracción, y puesto que había más dinero para gastarlo, con lo que se produjo una demanda creciente de la entretenimiento popular, de pistas de carreras, circos, ópera, burdeles, cabarets…
Culturalmente, se trata de una época y un lugar que empezaba a rebelarse contra el artificio del Romanticismo, para enfrentar el nuevo siglo XX, con el naturalismo de Zola, con Toulouse-Lautrec, y otras tendencias que por entonces eran calificadas como “revolucionarias”
En definitiva, este París de “La Belle Époque” dominado por la “high-life”, locución inventada por los visitantes ingleses de 1900, en París, fue deslizándose hacia una permisividad moral en todas las vertientes:
Las drogas aparecieron en sus formas antiguas de morfina y cocaína; el cuerpo fue haciéndose protagonista del vestido; el sexo y sus aditamentos, se convirtieron en fetiches eróticos de la moda.
Se hicieron presentes gigolós y “gigolettes”, y la exaltación del “maquereau” llenaba los escenarios del teatro de “varieté”
Poco a poco, fueron abriéndose camino las llamadas “revistas”, como género del espectáculo nocturno, como evolución de los antiguos cafés-cantantes y de los posteriores cafés-concierto.
Y finalmente, como tantas otras costumbres sociales, desde Londres llegó a París, la exitosa fórmula del “music-hall”, conocida popularmente como Cabaret. Literalmente, el cabaret es el espectáculo de variedades que combina diversos números independientes, con presencia importante del componente erótico, representado en un local de reducidas dimensiones, que permite un contacto muy directo y cercano entre el público y el artista.
Allí se encontraba un hombre llamado Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa, conocido simplemente como Toulouse Lautrec; un pintor y cartelista francés.
Además, por la representación de la vida nocturna parisina de finales del siglo XIX; se lo enmarca en la generación del postimpresionismo, pero hay debates sobre si la intención subversiva de su obra contra el “statu quo” de las relaciones extra-matrimoniales, debe hacer su obra única, creando su categorización propia e inconmensurable.
Lautrec nació en El Castillo de Albi, en el seno de una familia de la nobleza.
En su familia, como era habitual en muchas dinastías de la antigua aristocracia, muchos matrimonios se concertaban entre parientes, para evitar las divisiones territoriales, y la dispersión de la fortuna.
Este fue el caso de los padres de Henri, El Conde Alphonse de Toulouse-Lautrec-Monfa, y Adèle Tapié de Celeyran, que eran primos en primer grado. La endogamia, hubo de condicionar la salud del artista; y Henri que fue el primogénito, cuando tenía 4 años, nació su hermano Richard-Constantine, que falleció 1 año después.
Por desavenencias, sus padres se separaron en 1868, y Henri quedó bajo el cuidado de su madre.
Su infancia fue feliz, a pesar de que padeció una enfermedad que afectaba al desarrollo de los huesos, y que comenzó a manifestarse en él, en 1874.
Su constitución ósea era débil, y entre mayo de 1878, y agosto de 1879, sufrió 2 fracturas en los fémures de ambas piernas, que le impidieron crecer más, alcanzando una altura de 1,52m.
Toulouse-Lautrec, decidió ser pintor, y con el apoyo de su tío Charles, y unos pintores amigos de la familia, como Princetau, John Lewis Brown, y Jean-Louis Forain, fue a vivir a París, en 1881.
Allí, fue alumno de Léon Bonnat, que era un retratista de moda, y, cuando se cerró el taller de Bonnat, en septiembre de 1882, tuvo que buscar un nuevo maestro:
Fernand Cormon.
En el estudio de Cormon, se hizo amigo de Vincent van Gogh.
En 1884, Toulouse-Lautrec fue a vivir al barrio de Montmartre, donde tuvo vecinos como Degas.
La fascinación que sentía por los locales de diversión nocturnos, le llevó a frecuentarlos con asiduidad, y hacerse cliente habitual de algunos de ellos, como:
El Salón de La Rue des Moulins, el Moulin de La Galette, el Moulin Rouge, Le Chat Noir, o el Folies Bergère.
El Moulin Rouge, en particular, es un famoso cabaret parisino, construido en 1889, por el español Josep Oller, que también era propietario del Olympia.
Está situado en El Barrio Rojo de Pigalle, en el Boulevard de Clichy, al pie de Montmartre, en París, Francia.
Es famoso por su gran imitación de un molino rojo en la azotea del edificio; siendo el local, un símbolo emblemático de la noche parisina, cuyo edificio posee una rica historia, que aún continúa.
En el exterior, un molino rojo gigante de aspas móviles, daba la bienvenida; adentro, una pista de baile gigantesca, un pequeño escenario, espejos y cortinados por todas partes.
Al fondo, había un jardín para el período estival, donde se había instalado un enorme elefante de yeso, de La Exposición Universal de 1889, en cuyo interior se podía ver un espectáculo de danza del vientre.
El cabaret Moulin Rouge, fue fundado en 1889 por Joseph Oller y Charles Zidler.
La intención de los fundadores de este cabaret, inaugurado el 10 de octubre, al pie de la colina de Montmartre, era crear un lugar dedicado al entretenimiento para un público diverso.
Gracias a su ubicación en un barrio de moda, como el 18º distrito de París, todavía una zona rural en aquella época, el cabaret cobró fama rápidamente, sirviendo de inspiración a artistas conocidos internacionalmente, como Henri de Toulouse-Lautrec, o Auguste Renoir.
El baile del Moulin Rouge, frecuentado en sus comienzos por la gente del pueblo, poco a poco atrajo también a los aristócratas, quienes asistían igualmente, mezclándose con la clase popular.
Todo lo relacionado con este mundo, incluida la prostitución, para Henri de Toulouse-Lautrec, constituyó uno de los temas principales en su obra.
En sus obras de los bajos fondos de París, pintaba a los actores, bailarines, burgueses, y prostitutas.
A estas las pintaba mientras se cambiaban, cuando acababan cada servicio, o cuando esperaban una inspección médica.
Al contrario que los artistas impresionistas, Henri apenas se interesó por el género del paisaje, y prefirió ambientes cerrados, iluminados con luz artificial, que le permitían jugar con los colores y encuadres de forma subjetiva.
Muy observador, le atraían la gestualidad de los cantantes y comediantes, y le gustaba ridiculizar la hipocresía de los poderosos, que rechazaban en voz alta los mismos vicios y ambientes que degustaban en privado.
Los dueños de los cabarets, le pedían a Henri que dibujara carteles para promocionar sus espectáculos, algo que lo entusiasmó mucho, ya que en sus largas noches en estos locales, dibujaba todo lo que veía, y lo dejaba por las mesas.
Al contrario que el incomprendido Vincent van Gogh, Toulouse-Lautrec llegó a vender obras, y fue reconocido, si bien su popularidad radicó en sus ilustraciones para revistas y carteles publicitarios, más que en la pintura al óleo.
Así tuvo grandes amigas, como la bailarina Jane Avril, a la cual dedicó varios cuadros y carteles.
Conoció a bailarines reconocidos, como Valentín el Descoyuntado, payasos y demás personajes de las fiestas y espectáculos por los suburbios.
Este mundillo de vicio y extravagancia, fue un refugio para Lautrec, quien se sentía rechazado por la nobleza a la que pertenecía por origen.
Su minusvalía, causaba rechazo en los salones “chic”, y en Montmartre pudo pasar desapercibido, y dar rienda suelta a su bohemia.
Criticaba a todos aquellos que reflejaban paisajes en sus cuadros, ya que él opinaba que lo que verdaderamente valía la pena, eran las personas, el pueblo.
Se consideraba a sí mismo, un cronista social, y se mezcló, pintó, y fue como el pueblo.
Pero tenía problemas con el alcohol, lo que muchas veces derivaba en locura.
Además, contrajo la sífilis.
El alcoholismo, deterioró su salud, y a partir de 1897, padeció manías, depresiones y neurosis, además de ataques de parálisis en las piernas, y en un costado.
En 1897, tuvo que ser recogido de las calles a causa de una borrachera, y poco después en un “delírium trémens”, llegó a disparar a las paredes de su casa, creyendo que estaban llenas de arañas.
Sin embargo, seguía pintando de forma firme y rápida; pero lo volvieron a recoger alcoholizado en 1899, y lo internaron en un sanatorio mental, donde realizó una colección de pinturas sobre El Circo.
Le dejaron ir a casa de su madre, en las posesiones de ésta cerca de Burdeos, y el 9 de septiembre de 1901, Henri de Toulouse-Lautrec murió postrado en su cama, a la edad de 36 años.
En 1922, su madre y su tratante, abrieron El Museo Toulouse-Lautrec, en El Palacio de La Berbie, Albi, muy visitado y reconocido por su amplia colección.
En su carrera de menos de 20 años, Toulouse-Lautrec creó:
737 cuadros al lienzo, 275 acuarelas, 363 impresiones y posters, 5.084 dibujos, y algunas cerámicas y vitrales; y un número desconocido de obras perdidas.
Recientemente, en una subasta de 2005, en la casa de subastas Christie's; “La Blanchisseuse”, su pintura temprana de una joven lavandera, se vendió por $22,4 millones, y estableció un nuevo récord para el artista, por un precio en una subasta.
“Wild, wicked, wonderful Paris... all her loves, ladies and lusty legends!”
Moulin Rouge es un musical británico, del año 1952, dirigido por John Huston.
Protagonizado por José Ferrer, Zsa Zsa Gabor, Colette Marchand, Claude Nollier, Katerine Kath, Suzanne Flon, Christopher Lee, Peter Cushing, entre otros.
El guión es de Anthony Veiller y John Huston, basados en la novela del mismo nombre, publicada en 1950, de Pierre La Mure, sobre la vida del pintor, Henri de Toulouse-Lautrec.
El director de Hollywood, John Huston, decidió hacer una película sobre el pintor inválido, Henri de Toulouse-Lautrec; pero algunos factores personales y culturales bastante complejos, tuvieron que ver con su decisión.
La minusvalía de Toulouse-Lautrec, proporcionó a Huston la oportunidad de extender el tema del heroísmo masculino, liberándolo de su asociación con la superioridad del cuerpo masculino.
La afición por pintarse a sí mismo, implica una dominación masculina; como la dirección de largometrajes, tradicionalmente ha servido de reducto de la expresión masculina.
Y altera los hechos de la vida de Toulouse-Lautrec de forma significante.
Aunque no aprendemos casi nada sobre aspectos de la vida del pintor, tales como su papel en la comunidad artística, o sus asuntos financieros; se nos ofrecen elaboradas ficciones sobre sus contactos románticos.
Se dice que en el plató, el director aparecía normalmente con un chaleco burdeos, una camisa rosa, y un enorme gorra verde.
A Huston le gustaba repetir un rumor que decía que, Pablo Picasso le había observado furtivamente, mientras rodaba Moulin Rouge; la cual terminó de editar, horas antes del estreno, en diciembre, para calificar a la consideración del Premio de la Academia, ganando 2 Premios Oscar:
Mejor Dirección de Arte y Mejor Diseño de Vestuario, y nominada a 5 premios más:
Mejor película, director, actor (José Ferrer), actriz de reparto (Colette Marchand), y montaje.
Curiosamente, “Moulin Rouge!” (2001) de Baz Luhrmann, ganó los mismos Premios de La Academia:
Dirección de Arte y Diseño de Vestuario; y entre las 2 películas, hay que destacar que existen diferencias sustanciales en cuanto a contenido, puesto que la versión del 2001 se centra en la historia de amor entre Satine y Christian; la versión de 1952, se centra más en la vida del pintor impresionista, Henri Toulouse-Lautrec.
Esta producción de Moulin Rouge de 1952, simbolizó de muchas formas, la nueva relación de Hollywood con Europa, y el resto del mundo tras La Segunda Guerra Mundial.
Además, Moulin Rouge se financió con dinero británico, que le dio a Huston más poder sobre la producción, mientras permitía a los inversores británicos, conseguir el acceso al mercado de Hollywood que, de otra forma, sería inalcanzable.
Filmada en Shepperton Studios, Shepperton, Surrey, Inglaterra, y en locación en Londres y París; la acción tiene lugar en París, a finales del siglo XIX.
Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa (José Ferrer), es el hijo de un noble, El Conde Alphonse de Toulouse-Lautrec (José Ferrer), que debido a sus minusvalías físicas, sufre una frustración existencial que ahoga visitando el Moulin Rouge, manifestando con sus pinturas, el ambiente festivo que allí se vive.
Y al dejar el vistoso salón de baile, deambula por las calles del barrio de Montmartre, recordando el accidente de infancia que lo convirtió en un tullido, un hombre con piernas de niño…
Recuerda su primer amor, y sus crueles palabras:
“Ninguna chica se casará contigo nunca”
Cuando se encuentra con Marie Charlet (Colette Marchand), una joven chica desesperada, él busca su amistad; y Marie le convence para que la lleve a su casa, donde Toulouse tiene sexo por primera vez.
Pero su relación es turbulenta, y finalmente descubrirá que ella sólo vivía con él por su dinero, por lo que pretende acabar con su vida, hasta que se da cuenta de que todavía tiene su arte para seguir viviendo.
El director John Huston, nos muestra las 2 caras de un mismo personaje:
El fracaso como hombre, y el triunfo como artista, en la vida del artista francés Toulouse-Lautrec, y resulta muy interesante, por tratarse de un tema muy parisino y muy francés, y por poder estar, por estética y sensibilidad, muy lejos de un director de Hollywood.
“Love is a state of confusion in which the victim cannot distinguish between spiritual aspiration, carnal desire, and pride of ownership”
A principios de los años 50, el cine decidió volver a acercarse a la pintura, especialmente a la pintura impresionista de la que, tal como ha demostrado en múltiples ocasiones Jean-Luc Godard, el cine no era más que su heredero.
En Francia, Alain Resnais recordó en sus documentales sobre Van Gogh en 1948, y Gaugin en 1950, que la obra de un artista, podría convertirse, gracias a los efectos del montaje, en un único cuadro.
André Bazin, fundador de la revista “Cahiers du Cinéma” utilizó dichos ejemplos, junto al trabajo canónico de Henri-Georges Clouzot, en “Le Mystére Picasso” (1956), para hablar de un cine impuro.
Mientras, en Hollywood, Vincente Minnelli nos recordaría que el Tecnicolor podía convertirse en una paleta impresionista al servicio de la cita pictórica en “Lust for Life” (1956), sobre el genio romántico de Van Gogh.
En medio de ese curioso caldo de cultivo, nace esta obra fascinante de John Huston, producida por El Reino Unido, como una desgarrada reflexión sobre la vida y el arte.
En un tiempo, Huston aspiró a ser pintor, y poseía varias obras de Toulouse-Lautrec; y a lo largo de su vida, cultivó la imagen bohemia asociada con los artistas, más notablemente a través de su excéntrica forma de vestir, que muchos han comentado.
Huston, acepta el encargo de filmar una pseudo biografía del genial pintor impresionista, Henri Toulouse-Lautrec, seguramente, viendo en el personaje, el prototipo de su extenso repertorio de perdedores; y explora la historia de un individuo marginal, su lacerante cinismo, atormentado con su solitaria existencia, con graves problemas debido a su físico deforme, causado por un accidente de infancia en sus piernas, que intenta abrirse camino en una sociedad que le es adversa, mientras vive una decepción amorosa, y ahoga sus penas con unos cuantos litros de coñac, y absenta en sus venas.
Henri de Toulouse-Lautrec, aplicó a la pintura su poderosa personalidad, y su especial gusto por tratar a las personas y las cosas.
El juego de las líneas, la sencillez de las formas, la intensidad del color, la desenvoltura dramática de sus personajes, y su contacto con el placer y la alegría de vivir, hacen irrepetible la obra de este pintor impresionista, que no se avergonzaba de pintar carteles publicitarios.
Así, Huston recrea la historia de un artista que lucha amargamente, durante su breve y agitada existencia, contra la incomprensión, que plasma sus fantasías y frustraciones en sus lienzos.
Ilustre narrador de la bohemia parisina, la película no nos habla de la historia del Moulin Rouge, en el bullicioso barrio parisino de Pigalle, sino de un personaje nacido en Arlés, aristócrata de nacimiento, rechazado por su padre, y que también paseó por Pigalle, mientras como tantos artistas de la época, encontraba su escondite vital en la “butte de Montmartre”
Huston, vitalista, boxeador, periodista y hasta pintor, quiso rendir tributo a Lautrec, y el director de fotografía, Oswald Morris, adornó todo en color, de acuerdo a la pintura del francés.
Al igual que los personajes retratados, fueron buscados y representados dando la impresión de ser los mismos a los que Toulouse-Lautrec inmortalizó en sus cuadros, retratos o carteles.
Huston ha cuidado el aspecto visual, y por primera vez, ha investigado sobre el color, usando filtros especiales para armonizar con los cuadros del maestro; tanto que gran parte del metraje, pretendía parecerse al arte del cartel de Toulouse-Lautrec, y algunos de los trajes y el maquillaje de los personajes, también rindieron homenaje a su arte del cartel.
En relación con la escenificación, hay extraordinarias similitudes entre el aspecto visual de la película, y el arte de Toulouse-Lautrec, cuyas pinturas se parecen al mundo de la película, en lo que se refiere al color, la composición, la escala, y la iluminación.
La secuencia de créditos inicial, con el estilo tipográfico de un cartel de Toulouse-Lautrec, es una muestra de que éste será el estilo plástico que presidirá toda la estética; y magníficamente ambientada, nos muestra el París de la época, y el ambiente que se respiraba de una manera muy clara y sutil.
Tanto que hace que te puedas transportar y sentir lo que sentían ellos cuando estaban dentro del Moulin Rouge; por lo que John Huston alternó el rodaje entre escenarios naturales del auténtico París, así vemos sus calles, los puentes, el río Sena; y escenarios artificiales de interior.
Según afirmaba John Huston por entonces:
“Hoy en día, se trataba del año 1986, es prácticamente imposible rodar en París, pero en aquellos días, las autoridades fueron muy amables.
Colaboraron hasta el punto de cerrar el paso a una extensión de más de un kilómetro cuadrado delante del Deux Magots, en la orilla izquierda del Sena, durante toda la tarde de un sábado, para que pudiésemos reproducir de modo realista el ambiente de La Belle Époque”
Con el famoso cabaret parisino como excusa de fondo, Huston centra Moulin Rouge en la desoladora frustración del minusválido pintor francés, la cual, es contrastada en continuos “flashback”, con la realidad material del personaje de Toulouse-Lautrec:
Aristócrata, rico, pintor de éxito… pero inaceptado, principalmente, por sí mismo.
Y narra los últimos 10 años de vida de Toulouse-Lautrec, pero con “flashbacks”
Así que se diferencian 2 partes en el metraje:
La primera, en la que narra la infancia, el accidente, y la relación sentimental con Marie.
La segunda, y más interesante desde el punto de vista artístico, es en la que el director se centra en el trabajo artístico de Toulouse-Lautrec, y podemos verle pintar escenas de baile y burdel.
Escenas que se han hecho características de su obra, y que todos reconocemos.
Además, es en esta segunda parte, donde le oímos algunas reflexiones interesantes acerca del arte, su obra, y su manera de trabajar.
Quizás, por imposiciones de la producción, la verdadera posición del Conde de Toulouse-Lautrec, queda únicamente apuntada en las sutiles referencias a su acomodada familia, muy distante de los bohemios impresionistas de su época, lo que le convertirá en un privilegiado social frente a sus contemporáneos.
Solamente la obcecación, y la falta de aceptación de su situación física, no peor que la de tantos, su carácter frío, egocéntrico y amargado, lo llevarían al alcoholismo, y demás perversiones, inevitablemente censuradas en el film.
Esta ausencia de autoestima, su fijación en sus peculiaridades físicas, agudizadas por sus fracasos amorosos, como las de cualquier otro humano, no le permitirá reconocer la comprensión, admiración y cariño, que llega a recibir de quienes realmente le aman, le conocen, y le aceptan como tal.
Paralela a la decadencia del ambiente bohemio del Moulin Rouge, convertido ahora en peregrinaje de turistas, donde Toulouse-Lautrec inspiró su obra, se desarrolla la auto destrucción del pintor discapacitado, consecuencia de su fracaso como ser humano, y evidentemente, muy al margen de sus problemas físicos.
La imagen que Moulin Rouge quiere transmitir del artista, es la de un pobre tullido, enfrentando con su padre, considerándolo un fracaso y una vergüenza para la familia aristocrática a la que pertenecía.
El codearse con alcohólicos y prostitutas, tampoco ayudaba en esa relación.
Esa imagen de un Toulouse-Lautrec enano, amargado y enfermo, caló en el público, e hizo que se sintiese lástima por él, en vez de admirar al genio que era, y que a día de hoy sigue siendo.
Y así, entre agresivos colores y vanguardistas formas, claramente inspiradas en la obra del protagonista, John Huston, vuelve a describir despiadadamente la imposible comunicación de su amplia colección de solitarios.
A la hora de captar el París bohemio, uno de los aciertos de Huston, fue contar con ese excelente director de fotografía que fue Oswald Morris.
Contamos con 2 ejemplos de las clases sociales extremas de la época, representadas en las figuras de la prostituta Marie, y la aristócrata Myriamme.
Sus figuras representan contactos amorosos que marcarán de forma definitiva al protagonista, Toulouse-Lautrec, y no están inspirados en personajes que el pintor retratase en sus carteles:
Marie es prostituta que pertenece a una clase social mísera de la sociedad de la época; mientras Myriamme representa todo lo contrario que Marie, y aparece como una mujer aristócrata, independiente, inteligente y culta, cuya distinción choca frontalmente con la vulgaridad del anterior personaje.
Del reparto, soberbio, empezando por José Ferrer, que traslada a la pantalla de un modo exquisito, la andadura atormentada del pintor Toulouse-Lautrec, así como también interpreta a su padre, El Conde Alphonse de Toulouse-Lautrec.
Ferrer recibió muchos elogios, no sólo por su actuación, sino por su disposición a tener sus piernas atadas de tal manera, simplemente para desempeñar un papel.
Siguiendo con la recientemente fallecida a los 99 años:
Zsa Zsa Gabor, en uno de sus pocos papeles protagónicos, y seguramente su papel de mayor entidad, donde encarnó a la cantante Jane Avril, amiga y musa del pintor.
El mismo Huston llegaría a afirmar que Zsa Zsa, era “como actriz, digna de crédito”
O bien los cameos de los inmortales Christopher Lee y Peter Cushing.
Como dato de producción, para un actor tan alto como José Ferrer, fue transformado en el artista enano de Toulouse-Lautrec, por el uso de ángulos de cámara, maquillaje, traje, técnicas de ocultamiento y plataformas, y dobles de cuerpo.
Ferrer, también usó un conjunto de rodilleras especiales de su propio diseño, que le permitió caminar sobre sus rodillas, con sus piernas atadas a su parte superior del cuerpo.
Pero sufría un dolor extremo, y sólo podía usarlos durante cortos períodos de tiempo; por lo que el bastón que usaba en la mayoría de sus escenas, era de absoluta necesidad.
El artista, Marcel Vertès, cuya mano es vista haciendo dibujos de Lautrec, pagó parte de su matrícula en la escuela de arte, forjando y vendiendo dibujos de Lautrec.
Y el canto de Zsa Zsa Gabor, fue doblado por Muriel Smith.
Del vestuario, ideado para la versión de 1952, es más acorde con la época que el de la película de 2001.
Así, los caballeros visten como dandis; y las vedettes, como auténticas estrellas.
Toulouse-Lautrec, como protagonista, aparece la mayor parte de las ocasiones con traje oscuro, camisa y sombrero, excepto cuando se encuentra en su atelier, que viste una ropa apta para sus trabajos pictóricos.
Cuando la ocasión lo requiere, también lleva complementos tales como la chistera, bufanda y guantes blancos; así como un bastón.
El vestuario de Jane Avril, en su condición de estrella de cabaret, presenta una gran riqueza de tejidos de gran variedad, al igual que los vestidos de Myriam, acordes con su condición de miembro de la alta burguesía.
Todos los personajes presentan abundantes complementos, como sombreros con plumas, siempre caracterizados por un colorido muy vivo.
Todo ello, naturalmente digno de Oscar.
“It goes to prove what I have always maintained; that evil exists only in the eye of the beholder”
Desde 1889, célebre en el mundo por su French Cancán, inmortalizado por Henri de Toulouse-Lautrec, el Moulin Rouge ha ofrecido siempre a sus espectadores de todo el mundo, sus fastuosas revistas:
Desde la cuadrilla de la Goulue y de Valentin-le-Désossé; a las Redoutes y Operetas; de Colette a las grandes revistas de Mistinguett; un concepto siempre de actualidad en el escenario del Moulin Rouge:
Plumas, “strass & paillettes”, fabulosos decorados, músicas originales, y las más bellas bailarinas del mundo.
Desde hace más de 100 años, el Moulin Rouge es un lugar de visita obligada para muchos turistas, y continúa ofreciendo en la actualidad, gran variedad de espectáculos para todos aquellos que quieren evocar el ambiente bohemio de “La Belle Époque”, y que todavía está presente en el interior del local.
No obstante, el estilo y el nombre del Moulin Rouge de París, ha sido imitado por otros muchos cabarets en todo el mundo.
Algunos de los artistas que actuaron en el Moulin Rouge fueron:
Jane Avril, Charles Aznavour, Josephine Baker, artistas del cabaret Cotton Club de New York, en 1937, Bing Crosby, Dalida, Sacha Distel, Yvette Guilbert, La Goulue, Jerry Lewis, Dean Martin, Liza Minnelli, Mistinguett, Yves Montand, Le Pétomane, Edith Piaf, Ginger Rogers, Frank Sinatra, Charles Trenet, y Peter Ustinov, entre otros.
Y como es de esperar, el Moulin Rouge, fue también el tema central de inspiración de muchas de las pinturas post-impresionistas del pintor Toulouse-Lautrec.

“I will thank you to stop looking at my pictures”



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