El Lado Oscuro del Corazón

“Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias.
Pero eso sí, y en esto soy irreductible, no les perdono bajo ningún pretexto que no sepan volar, si no saben volar pierden el tiempo conmigo”

El Día de Navidad, murió a los 71 años, Eliseo Subiela de La Fuente, director de cine y guionista argentino; con más de 50 años de trayectoria, lo avalan como un exponente de la cinematografía de ese país; y para muchos críticos y especialistas, Subiela está entre los imprescindibles cineastas de Latinoamérica.
“El pecado capital que puede cometer un cineasta, es aburrir”, dijo en una entrevista, y esa frase lo pinta de cuerpo entero.
Subiela ha sido uno de los directores argentinos más reconocidos de su país, artífice de un lenguaje personal, cargado de realismo mágico y relaciones humanas atormentadas.
Sus personajes encuentran lo enigmático en esa cotidianeidad impenetrable por otros sentidos:
La mujer que vuela, el espíritu de otra vida, la vida buscada en el margen, la comunicación trascendental mirando al sudeste…
Subiela debutó con la película “La Conquista del Paraíso” (1980), pero saltó a la consideración, con el film “Hombre Mirando al Sudeste” (1986), que trascendió las fronteras; e irrumpió en el mundo del espectáculo, con un film cargado de poesía y escenas de ciencia ficción.
Ese filme, marcó a toda una generación de argentinos, en momentos en que la cultura se encontraba en plena efervescencia post militar.
Después, dirigió la película/consagración internacional, que llegó finalmente con “El Lado Oscuro del Corazón” (1992), una vuelta de tuerca a aquellos aires poéticos insinuados en sus éxitos anteriores, pero ahora sin reminiscencias políticas… aunque si se busca bien, las tiene.
La búsqueda vital del personaje, alter ego del poeta Oliverio Girondo, de una mujer que “pudiera volar” después de hacer el amor, convirtió a Subiela en un director de reconocimiento mundial.
La cama que tras apretar un botón, “tragaba” a las amantes que no estuviesen a la altura, fue pronto parte del acervo cultural argentino; y la actriz Sandra Ballesteros, aquella que finalmente hizo volar a Oliverio, se erigió en icono sexual de los 90.
La película, ganó El Premio FIPRESCI en El Festival de Cine de Toronto, y fue nominado al Goya, en la categoría de mejor película extranjera de habla hispana.
En general, Subiela introdujo en sus películas, la fantasía y la ciencia ficción como elementos, y a lo largo de su carrera, se adaptó a los distintos formatos del cine, lo que lo llevó a realizar películas en formato digital.
Reconocido, Subiela recibió El Diploma al Mérito de La Fundación Konex en el año 1991, por ser considerado, “uno de los cinco mejores directores argentinos de la década 1981-1990”, y también fue Miembro Honorario de La Academia de Las Artes y Las Ciencias Cinematográficas de España, en el año 1995.
Pero es desde su infancia, que estuvo marcada por oscuridades y tristezas, pues su padre sufría del corazón, y evitaba a toda costa demostrar cualquier emoción; mientras que su madre era atacada por constantes e intensos dolores de cabeza, que los obligaba a mantener la casa en tinieblas, para no perturbar la tranquilidad de ambos; lo que lo marcaría para siempre.
Además, su biografía autorizada menciona que, como una manera de oponerse a las imposiciones peronistas, sus padres lo hacían retirarse de las clases de religión de la educación primaria, aprovechando el retiro de sus compañeros judíos.
Subiela era hijo de padre gallego y madre argentina.
Su infancia la pasó en el barrio de Palermo, en Buenos Aires; y en su juventud fue miembro de La Juventud Peronista y de la guerrilla Montoneros.
De ahí su admiración por el director, actor y cantante argentino, Leonardo Favio, un reconocido peronista, a quien Subiela siempre consideró su maestro.
De hecho, Subiela fue asistente de dirección en la sublime “Crónica de un Niño Solo” (1964)
Y se inició en los años 60 en el documental, incursionó en la publicidad; y la dictadura militar que gobernó argentina, entre 1976 y 1983, lo sumió en un largo silencio.
Con el regreso a la democracia, su producción tuvo un verdadero estallido artístico.
“No hay hora ni lugar para inspirarse.
Yo siento que funciono como una antena que recepta cosas.
Escribo todo el tiempo, aunque no sepa para qué”, dijo.
Así mismo, el cineasta había sido muy crítico de, justamente, los críticos:
“A mí no me importan las malas críticas si son buenas críticas en cuanto al nivel técnico.
El problema es que en la Argentina, cualquiera hace crítica.
Me molesta la falta de respeto, de información y de cultura.
En principio, son soberbios.
Se creen dueños de la verdad.
Pero, ojo, que no hablo en general.
Yo respeto a la gente que tiene nivel, y en la Argentina ha habido profesionales excelentes, gente que, además, nos daba mucha información.
Federico Fellini decía, que es muy difícil hacer una película, pero que es muy fácil destruirla.
Yo coincido”
En febrero de 1995, Subiela fue sometido a una cirugía a corazón abierto, y se le implantó un bypass triple; y hace 3 meses sufrió un infarto, resultado de una larga enfermedad coronaria.
“El infarto fue una de las mejores cosas que me pasó en la vida.
Es un trabajo insalubre, el cine.
Yo entendí la señal, y cambié todo.
He perdido el miedo a la muerte”, dijo el director.
A su muerte, Subiela se encontraba trabajando en “Corte Final”, un proyecto cinematográfico que sería un homenaje a la pantalla grande; así como también en una obra teatral de su autoría, titulada “La Vida Real”, una historia sobre 2 actores de una película argentina de los años 40, que aparecen en un cine que se acaba de cerrar; y aparecen en el escenario sin saber por qué.
Finalmente se plantean de dónde vienen, adónde van, y para qué están ahí, que son las preguntas que nos hacemos todos.
“Parece un dramón, pero es divertida también”, contó en su momento.
“Nada de lo del otro parece ser tan importante como eso que sentimos”
El Lado Oscuro del Corazón es una película de fantasía argentino-canadiense, del año 1992, escrita y dirigida por Eliseo Subiela.
Protagonizada por Darío Grandinetti, Sandra Ballesteros, Nacha Guevara, Mario Benedetti, André Melançon, Jean-Pierre Reguerraz, Inés Vernengo, Mónica Galán, Marisa Aguilera, entre otros.
El Lado Oscuro del Corazón, muestra cómo Subiela construye un discurso surrealista, apropiándose de miradas existentes en el discurso poético.
La idea de una realidad diferente de la cotidiana, hace surgir a un personaje que se propone como el creador de imaginarios mediante la búsqueda de lo nuevo y lo original en su escritura.
A la vez, indaga aquellos discursos sobre el poeta y la poesía que posee la sociedad global izada de fines de milenio, encamados en el personaje “la muerte” y en las diferentes mujeres que se relacionan con el protagonista.
La trama, está basada mayormente en la poética de Oliverio Girondo, y en menor medida en poemas de Mario Benedetti y Juan Gelman.
El guión, incluye mucha poesía de ellos, lo cual lo hace distinto de muchos otros, ya que la poesía está presente en la escena, en el trasfondo, en la actuación, pero además, es recitada en tiempo y forma, y no incluida en frases poéticas dentro del guión.
Así lo apunta el propio Benedetti, que tuvo parte como actor, y que después de apreciarla como espectador, señala que “la poesía en El Lado Oscuro del Corazón no está forzada”
Al estrenarse en Argentina, tuvo mucho éxito, el cual no esperaban el director Eliseo Subiela, ni los actores, ya que no estaba concebida como cine comercial; sin embargo, tuvo el éxito equivalente a ese tipo de cine; como lo apunta el primer actor, Darío Grandinetti:
“Fue un encuentro mágico, del cual ninguno de nosotros tenemos conciencia”, a esto añade Subiela:
“Es inexplicable, cómo una película tan lejos del modelo del cine comercial, se pudo transformar en una película comercial…”
El Lado Oscuro del Corazón fue seleccionado como Entrada Oficial de Argentina para Los Premios Oscar de 1992, en la categoría de Mejor Película de Lengua Extranjera, pero cuando las nominaciones al Oscar salieron, fue pasado por alto en favor de “Un Lugar en El Mundo”, que fue más tarde, la única película en la historia de los premios de La Academia, en haber sido eliminada de la votación final; y se convirtió en la 2ª película en la historia del Oscar, en ser nominada para un premio Oscar, y luego retirada de la votación; siendo la primera, un documental:
“Young Americans” (1967)
El director de “Un Lugar en El Mundo”, Adolfo Aristarain, tenía la intención de que la película fuese la selección argentina para la competencia a La Mejor Película en Lengua Extranjera, pero ya se había decidido por otra película, de Eliseo Subiela, El Lado Oscuro del Corazón; por esto recurrió a la comisión uruguaya, y se la ofreció como entrada oficial de Uruguay.
Esto iba en contra de la regla de La Academia, que afirma que “el trabajo debe ser dirigido, escrito y producido con la gente del país de presentación de la película”
La junta presentó “Un Lugar en El Mundo”, como la entrada oficial de Uruguay, a pesar de que fue dirigida por un argentino, escrita por un argentino, y producida por argentinos.
Aristarain conocía las reglas, pero decidió presentar la película, porque su esposa, oriunda de Uruguay, había sido diseñadora de vestuario de la película, y coescritora del guión.
Cuando las nominaciones a Los Oscar de 1992 salieron, “Un Lugar en El Mundo” fue una de las nominadas a La Mejor Película en Lengua Extranjera.
El consejo de ejecutivos de La Academia, se enteró de que la película estaba en violación a la regla, después de que las candidaturas habían salido, y decidió sacarla de la boleta oficial.
Aristarain consideró, que la junta estaba fuera de sintonía, y después de no poder convencerlos de que cambiasen de opinión, trató de demandar por razones de “incumplimiento de contrato”
Él perdió el juicio, y la sentencia declaró que La Academia “tiene la capacidad completa, sin trabas a basar los premios en lo que quiera”
Debido al fallo, La Academia, en un esfuerzo por evitar este tipo de problemas de nuevo, reescribió sus normas oficiales, para hacer el proceso de presentación más matemático.
Así las cosas, El Lado Oscuro del Corazón es un cuento fantástico, una gran alegoría, lleno de metáforas y buen gusto, sobre un poeta inconformista, que deambula por Buenos Aires, perseguido por una representación alegórica de La Muerte, y en busca del amor.
Se llama, Oliverio (Darío Grandinetti), y dice que la condición imprescindible en una mujer, debe ser que sepa volar.
Oliverio lleva una existencia bohemia, en la que disfruta de la compañía de sus amigos, cambia versos por monedas, y se recrea en la obra poética de Mario Benedetti, Juan Gelman, y Oliverio Girondo.
Pero su búsqueda amorosa, resulta estéril, muchas son las mujeres que pasan por su vida, pero ninguna la elegida.
En su vagabundear, Oliverio llega hasta Montevideo; y en la capital uruguaya, conoce a Ana (Sandra Ballesteros), una prostituta que cambia su concepción de la vida.
Quizás en ella encuentre lo que tanto anhela…
La única exigencia que el poeta no está dispuesto a negociar, es que ella sepa volar.
Oliverio quiere levitar de éxtasis, no con el orgasmo, sino con la compenetración, y por qué no decirlo, penetración, casi mística que busca, y que no sabe que ha encontrado, hasta que se ve a sí mismo consiguiendo el fin de su búsqueda.
Oliverio es un tipo simple, bohemio, infantil y seductor a la vez, con miedos, esperanzas, con conflictos de su yo interno, con esa imperiosa necesidad de amar y ser amado, de encontrar en el sexo algo más que un buen momento de lujuria, de poder volar, no como un avión, sino como un Dios.
Necesita romper con su oscuridad, con la muerte que lo acecha, que lo ama porque él quiere ser amado por ella, en caso de no poder más con su terrible realidad.
Así como parte del realismo mágico, veremos otras cosas tan inverosímiles, como Oliverio conversando con La Muerte (Nacha Guevara), o con sus múltiples personalidades, ésas que le atormentan.
A la vez que la aparición de personajes entrañables, pintorescos:
Un escultor rebelde de obras sexuales que transgreden a su época; el hombre extranjero… el señor de los asados que da comida a Oliverio, y los 2 primeros a cambio de sus poemas.
La puta de ojos claros, la ciega, la del bigote… o el mismísimo Mario Benedetti, recitando poemas alemanes en aquella taberna Uruguaya; ensalzando así los confines del cameo.
Entramos en el mundo de la bohemia, el mundo perdido, perpetuamente añorado, mundo soñado y recreado, insolentemente real, en una República Argentina pos dictatorial, buscándose a sí misma, por siempre enganchada al tango, a la tristeza melancólica, y al amor eternamente irreal.
Entrelazada en ocasiones con la ficción/surrealismo, solamente para poder mostrar de mejor manera el pensar del personaje central, la historia se desarrolla en las idas y vueltas de Oliverio, a través de su mundo, en el cual, cambiar alimento por poesía, o pedir en verso monedas por las esquinas de la calle, ver esculturas genésicas, hablar con vacas, y conversar con la muerte, parecen ser parte de un día cualquiera en la vida de un poeta.
En el fondo, del transcurso del metraje, la poesía de Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo, se ve entremezclada con los lugares más espesos de la cotidianidad artística argentina y uruguaya; desde el asado, hasta los maltrechos bares de Buenos Aires y Montevideo.
Si bien, la relación con la biografía de Oliverio Girondo es muy cercana, en una escena cumbre, se recita el poema “Espantapájaros”, hay sintonía con la poesía de Mario Benedetti y Juan Gelman.
Con profundidad y surrealismo, tanto sus trabajos, como el mismo Lado Oscuro del Corazón, nos hablaran del amor en su más grande expresión, de los recovecos internos del ser humano, de la búsqueda del yo más interior y profundo que llevamos a cabo día a día, cada uno de nosotros, con un buen guión y unos magníficos diálogos.
“¿Cómo amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio?”
El cine de Eliseo Subiela, no es fácil de digerir ni de soportar.
Desde su debut en 1980, con mínimas variaciones, el cineasta argentino ha ido desarrollando un estilo muy personal e intransferible, que puede conducir hacia 2 posiciones muy encontradas a la hora de enfrentarse a su cine.
La irritación o la admiración.
Y El Lado Oscuro del Corazón, es quizá su obra más conocida, la que representa muy bien este doble posicionamiento:
Una obra interesante, bien rodada, mejor interpretada, con muy buenas ideas; pero que sin embargo, presenta una constante tendencia en busca de una poetización de la imagen forzada, relamida, en muchos casos, innecesaria.
El riesgo es admirable, también la personalidad de las imágenes, sin embargo, no son sus historias las más propicias para adoptar una estética poética, más bien lo contrario.
Y esto ocasiona que según avanza el metraje, uno pueda irritarse al encontrarse con una obra demasiado vendida de sí misma, demasiado enfocada a empatar con su genialidad; y aun así, merece la pena.
En general, El Lado Oscuro del Corazón está ambientada en atmósferas oscuras, muy “ad hoc”, con el título, muchas de las escenas son nocturnas, lógicamente porque las prostitutas trabajan de noche, además de qué otra forma podría ser, si la misma Ana, nos advierte:
“Nunca veas a una puta con luz de día, es como ver una película con la luz encendida”
Toda la historia transcurre entre Argentina y Uruguay, como la propia vida de Benedetti, en el camino resuenan los versos del poeta, y los de Juan Gelman y Oliverio Girando:
“Táctica y Estrategia”, “No te Salves”, “Rostro de voz”, “Corazón Coraza”, etc., son algunas de las estrofas que recitan los personajes.
Son poemas que conducen la trama, y la llevan de la mano para presentar la vida desordenada e irreal del protagonista, o para mostrar un final espectacular.
La historia, se desarrolla en Buenos Aires principalmente, y de manera alterna en Montevideo.
La situación expuesta es de índole amorosa, y plantea lo difícil que es mantener una relación más allá de lo profesional, entre un publicista con oficio de poeta, llamado Oliverio, y una prostituta con aspiraciones poéticas, Ana.
A los protagonistas, se suma un personaje antagónico, tan antagónico que ni siquiera es humano, no está vivo, ni está muerto, sino es La Muerte.
A primera instancia, uno puede creer que veremos la clásica historia sobre ese amor tan complicado, el amor fácil, el amor carnal, el amor de $100; pero no es así, el amor es presentado desde distintas perspectivas, a veces de forma irónica, otras de forma dramática, de repente burlesca, pasional, entrañable, intrínseca, poética, sórdida, mordaz, e incluso deprimente.
De Oliverio sabemos que es divorciado, trabaja como publicista, y es un bohemio enamorado de la poesía, un sujeto de aspecto desalineado, con el cabello largo, la barba subversiva, al estilo del intelectual que se conforma con su cigarro, su taza de café, y sus amados libros.
El protagonista, disfruta mucho de los vicios, vive para mantenerlos, mientras tanto tiene otro tipo de vicios más etéreos, buscar a “la que vuela”, es esto lo que le da sentido a todas las acciones que él lleva a cabo; y se relaciona con todo tipo de compañía femenina:
Desde mujeres ejecutivas, hasta prostitutas, pasando por curiosas amantes que presumen de bigote, o cariñosas y dulces invidentes.
De todas ellas, sólo espera una cosa:
“Que vuelen, que leviten cuando hacen el amor”
Su particular persecución, se extiende hasta Montevideo, donde encuentra a Ana, una profesional de la barra americana, que accede a pasar las noches con Oliverio por $100
El director, Eliseo Subiela, consigue crear una atmósfera fantástica, cómplice de la singular forma de vida que lleva el protagonista.
Un cine muy personal, que mezcla realidad con ilusión, en un entorno romántico.
Así, mientras Oliverio indaga sobre el amor, Subiela lo presenta tendiendo su ropa recién lavada, o sus poemas, indistintamente; hablando consigo mismo, o con su madre reencarnada en una vaca; o dialogando con La Muerte, en lo que pueden ser algunas de las mejores secuencias.
Y es que Oliverio ya está harto de escuchar que debe de crecer, que es un niño, que de poesía no puede vivirse, que debe de conseguir un trabajo, encajar en el título de abogado, médico, incluso contador.
¿Suena familiar a alguien?
Mientras que La Muerte, es ese constante recordatorio de su aparente fracaso, le muestra clasificados de periódico, se preocupa por él, podría inclusive a una primera vista confundirse con una madre, pero Oliverio busca seducirla, tentarla, retarla para vencerla después, lo cual es una ironía, por uno de los diálogos que encontramos en la película, haciéndola soltar una elegía de rendición al verlo volar, como si la poesía no pudiera morir, y por su misma fuerza, tampoco el poeta.
Por su parte, Ana se enamora Oliverio, con ella consigue volar, mientras hacen el amor.
Ella es ese elemento, esa persona que le da sentido a su vida, la mujer que gusta de la poesía, la que lo torea de vez en cuando, y lo hace experimentar nuevos sentimientos.
El sentimiento entre ambos, se vuelve más profundo al hacerse paradójico, ya que el espíritu libre de Oliverio, se ve mermado por la atadura de una mujer, pero que a la vez lo libera de las cadenas de la realidad, y le permite volar por la ciudad, mientras penetra a la mujer amada.
Y es que La Parca se empeña en llevar por el buen camino a Oliverio.
Intenta que siente la cabeza, que consiga un trabajo, y cese en su inútil búsqueda; que el amor no es tan importante.
Para Oliverio, lo que le propone la oscura dama, es la muerte en vida.
El rechazo a tales proposiciones, es seguir llevando una vida caótica, viendo a sus amigos bohemios, y continuando con sus visitas a Montevideo, donde sospecha que Ana y él pueden volar juntos.
Otro de los elementos que rompe con varios esquemas, es La Muerte misma, una muerte humanizada, encarnada en una pálida mujer, que está enamorada de Oliverio.
Ella funge como su consejera, como su pañuelo de lágrimas, y a veces como su trapo, al tiempo que ella lo acecha y lo acosa, trata de alejarlo de la vida que él quiere, pero a La Muerte no le importa, ella pretende alejarlo para poder llevárselo:
“Sólo puedo tenerte muerto, vivo vas a ser siempre de otra”
En este momento, llegamos al punto de quiebre:
Por un lado, ese amor que la pareja no puede lograr, debido al “modus vivendi” de Ana; y por el otro lado, el amor de Oliverio, el cual ella también anhela.
Ana se arriesga, lo invita a vivir su cuento de hadas, y que tiene como resulta el abandono del amor, no poder dejar el lado oscuro del corazón, por no poder mantener una pequeña falacia, y eso es terrible y tan sublime al mismo tiempo, ya que la psique de la mujer se ve y se vive a través de estos dilemas encarnados en la poesía.
Así, cada personaje está pensado con una razón de ser, que cada uno es único y más “absurdo” que el anterior.
Entre sus compañeros de correrías está el francés, el escultor controversial, la muerte protectora, la prostituta que no se deja conquistar con versos que ella misma sabe de memoria, y que esconde sus libros en vasijas y cajas, “porque a los clientes no les gustan las mujeres que leen”; el poeta que pasa por calles buscando “a la que vuela”, la ex esposa que solo busca que él sea feliz…
También la ciudad se vuelve otro personaje, el espacio toma fuerza, agarra al poema por el cuello, y lo aplasta en sus paredes para que quede grabado a ella por siempre.
La ciudad y el poeta, han estado siempre juntos, como si uno no existiera sin el otro, no importa si se está en la ciudad equivocada.
Este lado del corazón que nos pinta Subiela, es un exquisito cuadro de expresionismo abstracto, un caos semántico, un desorden poético, y con una fotografía no solo hermosa, sino ingeniosa y elocuente, que llegamos a conocer a la ciudad de los buenos y malos aires.
El gran parte del mérito de esta simbiosis, se debe a la extraordinaria interpretación de un enorme Grandinetti, auténtica revelación en su día, en un papel con el que era fácil caer en el ridículo, y con el que cautivó más de un corazón.
Respaldado soberbiamente por una sorprendente Nacha Guevara, y una Sandra Ballesteros desbordante de sensualidad.
El Lado Oscuro del Corazón, muestra el lado humano en contraposición con el literario ficcional de un personaje con las mismas características, y que funciona como una ventana al mundo bohemio del Buenos Aires de libro artesanal.
Muestra el otro lado del corazón del artista, el que se entrega ciegamente, el que es fácilmente destruido al rasgarlo en papel, el que se esconde en la oscuridad hasta que alguien con suficiente luz pueda encontrarlo.
En el fondo, Subiela crea mediante la visión de la realidad que hace un poeta, el personaje marginal de una sociedad satisfecha en los dominios materiales.
A partir de la poesía de Mario Benedetti, Oliverio Girando, y Juan Gelman, se describe a este poeta, como el portador de los discursos utópicos del imaginario, como así también una visión particular de la mujer y el amor, que la conjunción de imagen y palabra pueden fecundar en el texto cinematográfico.
Subiela propone la innovación creativa, manifestando una relación con la literatura y con los discursos sociales que están funcionando en la ciudad.
Crea una imagen fílmica que, de alguna manera, responde a algunos interrogantes existentes en la sociedad:
El amor, la libertad, la muerte, entre otros.
Mediante las estrategias y los recursos surrealistas, reformula una forma de hacer cine:
Retoma los ideales de las poéticas, teniendo como forma expresiva, una imagen de ruptura.
La propuesta surrealista de Subiela, concibe la creación de imágenes retóricas, acompañadas de discursos literarios y sociales que desarrollan las posibilidades de concebir “otra realidad”
Es la tensión manifiesta recurrente en sus filmes, que muestran una dualidad entre la realidad, lo concebido como real en el espacio ciudad, y la posibilidad.
Subiela, a partir de un discurso surrealista, genera en sus filmes una respuesta subjetiva contra la objetivación exterior de la realidad, centradas en el poder material y económico, y en el dominio ideológico.
En esa realidad social, la ciudad encuentra elementos que presuponen otra realidad posible.
Estos son discursos, expresiones, actos, y propuestas expresadas desde el lugar del otro, desde el margen:
La locura, la poesía, el invento, la escritura...
Las imágenes, que Oliverio concibe en su visión del mundo, simbolizan “el lado oscuro del corazón”, donde aparece la mirada del poeta como creador de imaginarios.
A través de su expresión original, este personaje interpreta la crisis y el caos de una “ciudad sin poesía”:
Reniega de lo establecido, de los desaciertos del sistema, y propone una escritura comprometida como resistencia.
El personaje, es una construcción que imita la figura de Oliverio Girondo.
Su nombre y sus actitudes ante la vida y la poesía, representan los ideales para la creación del mismo.
Por lo que Subiela concibe a este creador de imágenes y significados, en el espacio moderno, la ciudad, consciente del peligro y la postergación que significa perder la inspiración en un lugar que necesita el compromiso estético del poeta.
Su personalidad cambiante, y su evolución expresiva permanente, lo remiten a una búsqueda intransigente que evade las posturas conservadoras y académicas, tal como sucede con los poetas coetáneos de Girondo.
Subiela, introduce además, los ideales de una poética de la modernidad, que rompen contra todo lo establecido.
Oliverio, al igual que Girondo, utiliza la poesía como el espacio de experimentación mediante la palabra; muestra su espíritu absolutamente original y cargado con su personalidad.
Es allí donde se descubre a sí mismo, y encuentra las contradicciones del espacio moderno.
A través de la individualidad del “yo poético”, y con su pasión por la literatura, se expresa ante la arbitrariedad y estructuración de un mundo que lo margina.
No resulta extraño entonces, que Subiela construya la mirada de Oliverio, con poesías de escritores rioplatenses.
Oliverio Girando, muestra el trabajo estético de la escritura que se subleva contra el canon tradicional.
Revela “otra imagen” de la ciudad y de la mujer en su apropiación de lo cotidiano, y desarrolla las potencialidades de un lenguaje vanguardista.
La poesía de Mario Benedetti, es la voz del autor comprometido que impulsa las posibilidades de un cambio.
Su poesía comprometida, porta los ideales de utopías posibles.
Y Juan Gelman, expresa un compromiso frenético con la creación poética para vencer el desamor y la muerte.
Mediante estas poesías, se construye al personaje como poeta, en un lugar marginal, en el contexto institucional urbano, y una voz crítica que propone una utopía en ese presente infinito y monótono.
Escribir, es ser marginal, y rebelarse con la palabra en un mundo de desventajas.
El poeta, desde su alteridad, reacciona y enfrenta al “establishment”, teniendo a la literatura como discurso alternativo al oficial, económico, político, televisivo…
Así, el personaje central, además problematiza la institucionalización de la poesía; y existe en él, el afán de llevarla a otros espacios:
A la calle, al puerto, al cabaret; como al arte mismo, reflejado en las esculturas sexosas.
Es la necesidad de mirar con otros ojos, la realidad.
Por lo que Oliverio cambia poesías por dinero, criticando los modelos de una sociedad, ya no son la vestimenta rota y el hambre quienes incursionan mendigando, sino la palabra poética como víctima de ese sistema.
Además, la palabra poética sirve para mitigar el hambre en un puesto de la costanera, etc.
El Lado Oscuro del Corazón, construye un discurso objetivo, donde el poeta es visto por la sociedad modernizada como un ser inmaduro, que “nunca dejará de ser como un niño”
Mientras la mirada social sobre Oliverio, la construye, en El Lado Oscuro del Corazón, La Muerte, un personaje que describe detalladamente la insignificancia para el sistema del trabajo de poeta, que “no figura en ninguna lista”
Alegóricamente, como mujer vestida de negro, La Muerte, simboliza la falta de creatividad y de incentivación por el arte.
Es lo moderno y la anemia, un discurso que postula la subordinación, la falta de identificación, la pérdida de la inspiración.
El discurso de La Muerte, expresa los discursos de un sistema que maneja las formas de vida.
Estos discursos crean dilemas en Oliverio; en especial, en momentos en que pierde la inspiración, y cuando parece claudicar.
Su temor radica en la posibilidad de no encontrar la expresión poética, el amor ideal o la mujer “que vuela”
Sin embargo, para no subordinarse, escribe, y su escritura se transforma en único sostén:
La escritura como símbolo de lucha, como expresión de la diferencia y rebeldía.
De esta manera es auténtico, diciendo “algunas palabras” o poesías, que impiden que La Muerte pueda llevarlo.
Así, “la mujer que vuela” es el amor ideal, que invade los espacios que la realidad oculta.
En la mujer real, Oliverio encuentra aspectos de lo enigmático, de lo desconocido, sensaciones existentes en lo cotidiano, posibles de percibirse desde otro lugar.
Sobre lo femenino, propone otra mirada, matizada por el discurso surrealista.
Este discurso aparece como la libertad de una expresión individual, un cambio interior en el personaje, que aspira a una realidad posible:
El amor.
Las imágenes surrealistas, se construyen teniendo como centro esta relación con una prostituta, en un espacio particular:
El cabaret.
Y la poesía provee las imágenes que suponen el quiebre de lo real.
Aparecen definidos como mutuo entendimiento, y similar compromiso ideológico.
Entonces, al conocer a Ana, una prostituta de Montevideo, Oliverio pone como discurso preliminar, al discurso poético.
A partir de la poesía, delimita este campo que reacciona contra los discursos sentimentales.
En los filmes de Subiela, lo masculino expresa la subjetividad, la creación, lo intelectual, el sentir diferente la vida y la realidad; frente a la objetividad con que la mujer concibe la mismas situaciones.
Oliverio se ve en absoluta inferioridad frente a Ana, quien le propone pautas de compromiso ideológico, pero que no se desprende de la visión objetiva de la realidad.
En esta relación, Oliverio está interesado en el interior de la mujer, más que en el cuerpo, a diferencia de otras relaciones, con su ex esposa y sus amantes circunstanciales, en las cuales sólo encuentra el goce momentáneo del sexo.
Mediante la expresión del amor, de la palabra poética, y de la búsqueda de ideales, naufraga en lo masivo de un anonimato urbano, superando los rigores de una realidad.
Es difícil describir todos los instantes donde se produce una sustitución del diálogo por poesía, pero destacan especialmente 3 escenas:
La prueba que el poeta, Oliverio, realiza a las mujeres que conoce, a través del recitado de un poema de Oliverio Girondo:
Se trata de unos versos del sublime poema “Espantapájaros”, que impone una criba de toda persona que no sepa volar, en esa búsqueda de la intensidad en el contacto con el otro.
Estas escenas son filmadas siempre desde la cama, con una dilatación de la intriga, respecto de la respuesta del protagonista, que dispone de una trampilla para hacer desaparecer al otro, hecho que crea un patetismo en la escena, muy apropiado por la irrupción, en el poema, de palabras consideradas poco poéticas por la tradición, a la que no hay que hacer caso, como zanahorias o insecticida.
Y por supuesto, encaja a la perfección con la violencia íntima de este turbador poema.
Oliverio trata de conquistar a una mujer con el poema “Táctica y Estrategia” de Mario Benedetti, y al lanzarse a seducirla, comienza a recitarlo de memoria, tratando de fingir que es invención suya, hasta que ella toma la palabra, y finaliza el poema.
Y con el poema “No te salves, trata de ligar con otra mujer”, en esta ocasión, enviando un folio con los versos manuscritos, y la voz “en off” del protagonista lo lee, como si fuese un sonido mental inserto en la escena.
Pero esto son sólo 3 ejemplos de un guión hecho de versos.
En definitiva, todos llevamos dentro a un Oliverio, todos buscamos la felicidad y esa compañía que nos haga volar, y que nos haga ser felices en medio de un mundo decadente e indiferente.
Porque Oliverio es un personaje complejo, meditabundo, romántico, cínico con La Muerte, quien siempre se le aparece, y un donjuán con las mujeres, con su particular forma de entrarlas, y su particular forma de dejarlas, la cama de Oliverio, otra de las metáforas…
Y pese a esto, Oliverio está solo; quiere ser el mismo, a pesar del mundo en el que vive.
Incluso, su única compañera fiel, La Muerte, quiere buscarle trabajo.
Pero Oliverio quiere ser él mismo, evolucionar como el mismo, y no atarse a nadie.
Es un niño grande, al que el amor le hace hacerse mayor.
Descubre que el amor real, es sólo una excusa para atar a otra persona, o para ser atado.
Por eso, el amor verdadero es el que te destroza, y nunca podrás conseguir.
Y que vale la pena haber amado alguna vez y salir herido, que no haber amado nunca.
La banda sonora es, en su mayoría, de Osvaldo Montes, Mário Clavell y Chico Novarro, que se nos presenta una realidad inundada de tangos, boleros y jazz, como si verdaderamente, el ser artista aislara la facultad de amar en silencio, como si en realidad, la Argentina fuera como la pinta, su literatura, llena de música y caos.
“Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo ni sé con qué pretexto, por fin me necesites”
Entender la poesía, es un acto abstracto que requiere un entrenamiento y sensibilidad especial, y más aún, cuando esta es en movimiento, y ella te marca la pauta.
Aristóteles, quien en su obra titulada “La Retórica”, todo un referente clásico, apuntó:
“Cuando se acuña un término, éste debe denotar una especie real, y una diferencia específica; si no, lo que se consigue es pura palabrería vacía y frívola”
El texto poético de hoy, se construye con una sucesión de símbolos o imágenes, de alguna manera, como se construye una obra cinematográfica.
No podemos obviar la influencia que tuvo la aparición del cine sobre la poesía, y los poetas de la época.
En la actualidad, conocemos muchos ejemplos de “poema inspirado en una determinada película o personaje o escena”
La poesía, tal y como la entendemos en la actualidad, está más basada en la imagen, que en la forma, por tanto, podríamos citar cientos de películas con instantes poéticos, una fotografía concreta, la banda sonora, un toque surrealista o de estricta cotidianidad, una frase sobre un paisaje… todos somos capaces de recordar más de una.
Y es que los géneros, hace ya años que se mezclaron y dejaron de ser algo estricto y único.
Por eso, más allá de lo poético, de lo narrativo, de lo pictórico, de lo arquitectónico, de lo dramatúrgico, de lo artístico en general, tenemos versos que son recitados en una película, que funcionan como metáfora de la acción dramática.
En realidad, no son muchas las películas en las que aparece un poema, pero es cierto que en las que aparece, el poema adquiere una relevancia particular, al mismo tiempo que se le impone al autor de un gran prestigio y fama no adquiridos por la anterior edición impresa de su obra.
Quizás es que todos los poetas sueñan con que un director elija un poema para ilustrar una escena, o definir una emoción de uno de los personajes.
No habría que negarlo:
¿Qué novelista no ve en pantalla, alguna de las escenas de su obra mientras la está escribiendo?
Tal vez la poesía tiene de bueno, ser el único género literario que, de aparecer, aparece literalmente, y el poeta no puede quejarse de que no le guste la adaptación.
Pero no nos queda más remedio, que reconocer que el poema es un ente cerrado, una isla de la que no suele existir escapatoria, un objeto de palabras que no deja espacio para introducir en él mucho más.
Si un verso en sí, contiene una imagen, es difícil que si le incluimos dentro o sobre otra imagen visual, esta o aquella dejen de aportarse mutuamente, sino más bien, se eliminen una a la otra.
Es una labor de orfebrería, encontrar la fotografía perfecta a unas palabras sin que ninguna pese sobre la otra.
El poema, suele carecer de acción, su naturaleza es antinarrativa, y ocurriría como en ciertos videoclips, en los que lo que se está viendo no sabemos muy bien qué tiene que ver con la letra de la canción que, en la mayor parte de los casos, no suele decir nada...
Decía Rafael Azcona, que “la palabra poesía le asustaba, poesía referida a una película, pero evidentemente no le asustaba el poema, el buen poema.
El poema en el cine, es posible, el poema que defina o enmarque una escena.
La poesía es otra cosa...”
El poeta, es incombustible porque arde sin consumirse, y de las cenizas saca una metáfora más hermosa que el fuego de donde ardió.
El poeta no tiene miedo, porque se imagina a La Muerte como una mujer hermosa, y la lleva de paseo por la ciudad y toma café con ella, y la enamora, y ella le deja bajarse en otra parada que nunca es la suya.
El poeta nunca es pobre, porque cambia palabras de amor por chorizos, y eso le sugiere otra poesía nutritiva con la que desayunarse al día siguiente.
El poeta vive en una soledad muy concurrida, y reconoce a los suyos entre las multitudes de las avenidas, en los bares oscuros, en las plazas desiertas, y hasta en la cola del banco.
Y, por encima de todo, sabe, inexcusablemente, y en esto es irreductible, que la única forma decente, valiente y congruente, además de posible, digerible y factible de vivir, existir y resistir es ser, irrenunciablemente, un poeta.
Eso, y saber volar... por supuesto...
Acaso El Lado Oscuro del Corazón no nos habla de fantasmas, del pasado, de lo que sería y no fue…
Ahí está la poesía.

“Ana me rompió el corazón, pero al herirlo, lo creó.
Nunca lo entenderías.
Mi pobre Ana.
Mi querida Ana.
Nunca hubiera podido pagarte esto que hiciste por mí, iluminaste el lado oscuro de mi corazón.
¿Por qué decidiste permanecer pobre, dejándome a mí tan rico?”



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