Desde Allá

“Un pasado que no puede olvidar”

El rostro de un homosexual en Venezuela, revela historias repletas de discriminación, alejado de la palabra “derecho”, y ajeno al respeto del otro.
La homosexualidad en Venezuela, ha tenido distintos grados de aceptación a lo largo de su historia.
Las personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales en Venezuela, no gozan de los mismos derechos y protecciones que el resto de ciudadanos, enfrentando obstáculos y desafíos legales.
Tanto la actividad sexual entre personas del mismo sexo, ya sean parejas masculinas o femeninas, es legal, pero las parejas del mismo sexo, y las familias homoparentales, no disfrutan de las mismas protecciones legales disponibles para las parejas heterosexuales.
A pesar de la homofobia arraigada que impera en gran parte de la población, caracterizada por un fuerte estereotipo, reforzado por los medios de comunicación y las producciones audiovisuales, sumado a los patrones culturales típicos; actualmente, la homosexualidad, si bien no es totalmente aceptada, es tolerada por la mayoría de venezolanos.
Los actos homosexuales por mutua voluntad y no comerciales entre personas que han superado la edad de consentimiento sexual, nunca habían sido castigados desde la independencia de Venezuela, siendo junto con Bolivia, los 2 únicos países de Sudamérica, que no criminalizaron la homosexualidad desde su formación como Estado soberano.
Sin embargo, en el marco de “la ley de vagos y maleantes” leyes de comportamiento pre-delictivas como en Europa y América Latina durante el siglo XX, la situación cambió ligeramente.
“En Venezuela, esta ley no se refirió expresamente a los homosexuales, aunque ocasionalmente era aplicada a los homosexuales, transgénero y/o transexuales que ejercían la prostitución, así como a los profesionales del sexo en general”, según ha informado Amnistía Internacional.
Las personas sometidas a esta legislación, por “actos administrativos”, podían ser puestos bajo “programas de reeducación” en “lugares especiales de confinamiento” sin juicio alguno, como también ha sucedido en muchos otros países, entre ellos, España.
Esta ley, fue declarada inconstitucional por la antigua Corte Suprema de Justicia en 1997; siendo la edad universal de consentimiento, a los 16 años, tanto para heterosexuales como homosexuales.
Sin embargo, El Código Orgánico de Justicia Militar venezolano, vigente desde 1998, tipifica en su artículo 565 que el militar “que cometa actos sexuales contra natura”, será penado con prisión de 1 a 3 años, y separación de Las Fuerzas Armadas, pudiendo ser utilizada la orientación sexual de los oficiales como motivo de destitución.
En Venezuela, ser gay es un delito militar, y la pareja del oficial, también puede ser salpicada por las leyes castrenses.
Así, la promesa de igualdad del chavismo, sigue siendo una ilusión; y para los homosexuales, será ingenuidad que despierta ternura.
Ingenuidad que despierta tristeza.
Por ver cómo ese candor se traduce en padecimiento.
Una angustia que hará que la inocencia se vea siempre recompensada con trágicos dictámenes.
“Regresó, papá regresó”
Desde Allá es un drama venezolano, del año 2015, dirigido por Lorenzo Vigas.
Protagonizado por Alfredo Castro, Luis Silva, Jericó Montilla, Catherina Cardozo, Jorge Luis Bosque, Greymer Acosta, Auffer Camacho, Iván Peña, Joretsis Ibarra, Yeimar Peralta, Scarlett Jaimes, Ernesto Campos, entre otros.
El guión es de Guillermo Arriaga y Lorenzo Vigas; siendo el primer largometraje de Vigas, gracias a la producción de los mexicanos:
Michel Franco y Guillermo Arriaga.
Además de tocar la temática gay en Venezuela, al director se le preguntó:
¿Qué significa hacer una película hoy en día en ese país?
Y dijo:
“Es casi imposible.
Con una inflación del 200%, el problema es que el dinero que juntas hoy para rodar en 2 meses, ya no vale nada.
Y la delincuencia se ha disparado:
Después de las 8 en las calles de Caracas no hay nadie, es una ciudad muy insegura.
Para rodar, debes tomar mil precauciones, o podrías morir.
Y eso funciona como metáfora para una situación social en la que no hay comunicación entre la gente”
Como dato, Desde Allá, ha sido titulada también como “Los Amantes de Caracas” en algunos países.
Su director, Lorenzo Vigas, es un documentalista venezolano, que se ha convertido, gracias a este trabajo, en el único director latinoamericano que ha ganado un premio León de Oro, en una selección oficial en El Festival de Cine de Venecia; también, El Centro Nacional Autónomo de Cinematografía de Venezuela (CNAC), la anunció como candidata en la categoría de mejor película iberoamericana de los Premios Goya 2017, y también su postulación para participar en el apartado de mejor película extranjera, en los premios Oscar de 2017.
Es una película pequeña, intimista, un retrato vertical de la sociedad de su país, a través de la turbulenta relación de sus 2 protagonistas.
“La película es una ficción, una fantasía, pero sí tiene una relación muy directa con lo que está pasando en Venezuela, sobre todo con el tema de la comunicación.
En Venezuela, hay una crisis de diálogo.
La gente se grita, se pelea, pero no dialoga.
En Venezuela no hay comunicación entre las clases; la gente de clase baja, no habla con la gente de clase media, porque existe un gran rencor”, dijo el director.
La acción toma lugar en la convulsa Caracas:
Armando (Alfredo Castro), de 50 años de edad, es dueño de un laboratorio de prótesis dentales, que busca chicos jóvenes en paradas de autobús, y les ofrece dinero para que lo acompañen a su casa con el fin de observarlos mientras se masturba.
Tiene también la costumbre de espiar a un hombre de edad avanzada:
Sabe dónde vive, qué lugares frecuenta; y entre ellos, hay un vínculo que se remonta al pasado...
Un día, Armando se lleva a casa a un chico, Elder (Luis Alejandro Silva), líder de una banda de delincuentes juveniles.
De este encuentro, nacerá una relación que les cambiará para el resto de sus vidas; pero el inquietante pasado de Armando vuelve a la carga, y Elder comete un último acto de amor en nombre de Armando.
Ellos dan vida a estos personajes entre los cuales nace una intimidad compleja, aunque Lorenzo Vigas afirma no haber querido hacer una película sobre la homosexualidad:
“Mis protagonistas se sienten atraídos entre sí, porque los 2 tienen hondas carencias emocionales.
Son 2 personas que intentan comunicarse, y casualmente son hombres.
Más bien, tiene que ver con el encuentro entre 2 personas con carencias afectivas muy profundas.
Pero es verdad que también quería poner el dedo en el tema de la homosexualidad, en un país donde todavía hay mucho rechazo hacia las personas homosexuales”, afirmo Vigas.
Su valentía, su crudeza y su excelente puesta en escena, la hace una película inteligente, cargada de pequeños matices, a la par que desgarradora y dura, en la que la historia principal actúa de manera ambigua, entre un inmenso “mcguffin” y una crítica a una sociedad, la venezolana, con ciertos valores fundamentales en declive.
“Parece normal, que después de tanto tiempo dejemos eso así”
La ópera prima del venezolano Lorenzo Vigas, es un drama con elementos de suspense; y ha querido reflexionar sobre el milagro de hacer cine y sobre el contenido de su cine:
Los prejuicios, la complicada situación social y política de Venezuela, y la discriminación de la comunidad homosexual en gran parte del mundo.
Todo lo que el director ha querido amalgamar en su bautizo en la pila del cine autoral.
El filme de Lorenzo Vigas, se centra en la inocencia del niño, y del que también lo fue en el pasado; y una Caracas convulsionada, es el escenario escogido para presentarnos una historia de amor, sentimientos encontrados y agresividad contenida, poco convencional y rica en matices.
Desde Allá, se trata de una obra desgarradora, dotada de una inusitada fuerza y un prisma novedoso, que lejos de centrarse exclusivamente en la complejidad de una relación plagada de incongruencias, baches emocionales y presión social, nos revela la continuidad actual, de una amplia serie de estigmas sociales alusivos a la homosexualidad masculina en Latinoamérica, el poso de los traumas más arraigados en la personalidad, y la imprevisibilidad asociada a muchas de las reacciones humanas.
Las cuestiones que el guión aborda con sutileza, oscilan desde la negación de la propia sexualidad a la alexitimia, que es un desorden de tipo neurológico que genera en quienes la padecen una notoria incapacidad para poder controlar y reconocer sus propias emociones y, por lo tanto, los lleva a tener dificultades en materia de expresión verbal; a la sed de venganza, los estigmas sociales, y las fronteras que estos delimitan, o el descubrimiento personal y las trabas que este conlleva cuando la familia y la sociedad se erigen en contra.
Como espectadores, Desde Allá nos planteará un ángulo distinto, exigiéndonos un mayor esfuerzo que otras cintas realistas o sociales más directas y explícitas, dejando a juicio, algunas de las líneas temáticas abordadas y, sobre todo, captando nuestra atención ante la inmensa complejidad de los sentimientos humanos mostrados, pudiendo casi tocar bajo el subtexto la rabia contenida y el amor escondido, la pulsión incontenible y la ternura recóndita, la atracción y el rechazo, la empatía y el desprecio.
La bondad y la maldad absolutas, como en todas las buenas películas, no existen.
Todo esto es contado de forma pausada, con pocas palabras, sin música, y con planos que fragmentan los tormentos y confusiones psicológicas de los personajes.
Desde Allá, incrementa su ritmo y su vigor hasta el clímax, y nos ayuda a desaprender convencionalismos, y a entender sentimientos interiorizados como volcanes a punto de estallar:
Elder sueña con tener su propio coche, y vive entre chapuzas y triquiñuelas para ganarse la vida.
Armando, de vida tranquila y bienestar económico, frecuenta paradas de autobús para captar a hombres jóvenes, y ofrecerles un jugoso puñado de billetes si lo acompañan a casa.
El “modus operandi” de Armando, es siempre idéntico, ya que él sólo quiere observar cómo se desnudan, y masturbarse mirando, sin mantener ningún tipo de contacto físico, dando rienda suelta a un onanismo exacerbado.
Todo cambia, cuando el primer protagonista le ofrece dinero al segundo, y aunque éste reacciona propinándole una paliza a golpe de insultos, delatando un alto nivel de homofobia característico en su círculo social, pronto comienza una particular relación de amistad, acompañada de cierta tensión sexual contenida.
Por otro lado, Armando vigila de vez en cuando a un señor de edad avanzada, una costumbre que se nos antoja misteriosa y sorprendente...
Cada uno de los 2, busca obtener el beneficio que persigue:
Uno el placer sexual, aunque solo sea de voyerismo por mirar un cuerpo desnudo y autosatisfacerse; en cambio, el otro busca arrebatarle el dinero de las manos, y más adelante, de todos los rincones de su casa.
Se enfrentan 2 mundos opuestos que se repelen:
Por un lado, el adulto con buena posición, ostenta una empresa propia; por el otro, el chico salido de los barrios marginales, necesitado de dinero a toda costa.
Y el bullicio de la calle de Caracas, está siempre presente como un tercer personaje múltiple y lleno de vida.
Mientras avanza el metraje, parece que los 2 polos se van acercando uno al otro, pero este acercamiento, por parte del joven, que quiere darle todo lo que le pide su pretendiente, acabará con el sentido idílico de la relación.
Puesto que, justo en ese momento, cuando es tan sencillo obtener el objeto del deseo, es cuando ya deja de ser apetecible.
Ambos son personajes problemáticos, producto aparentemente de malos padres, uno pegador, en el caso del chico; y el otro no se dice, pero se presume que violó a su hija, y a su hijo.
O sea, que el odio de Alfredo a su padre, es producto de algo muy grande que le hizo.
Obviando el esquematismo críptico de la propuesta, ésta no carece de interés.
El protagonista, vive su pulsión homosexual desde la distancia, la discreción, el disimulo, y el dispendio apabullante de dinero para pajearse, sin tocarlos ni catarlos, con chicos arrabaleros o delincuentes caraqueños de los bajos fondos, que por dinero, parecieran estar dispuestos a participar de cualquier excentricidad que suponga un fajo de “lucas” con los que aliviar su situación.
Esta proposición es estimulante, y está bien resuelta.
Pero uno de esos delincuentes, que además le roba, patea y humilla, acaba por gustarle de forma inmoderada y, pese a ello, lo acosa y persigue hasta que consigue entablar una relación peculiar y tortuosa con él.
Este quiebro, que es el meollo intrincado de la trama, resulta una arbitrariedad de guión, o un artificio narrativo de difícil explicación que lastra el posterior desarrollo.
Luego, tenemos el tema de la obsesión por la figura paterna:
Un padre ausente, adinerado, prejuicioso, que he rechazado a su hijo, suponemos por sus inclinaciones sexuales.
Es otra obstinación que el protagonista vive desde la distancia, desde el retraimiento, la sumisión recalcitrante, incapaz de romper el cordón umbilical que lo une a su pasado tortuoso, y que llena de amargura y desolación su devenir cotidiano.
Todos, de alguna forma, tenemos que “matar al padre si queremos salir a la vida y hacernos adultos”, pero él se muestra incapaz de dar el paso emocional, y vive atormentado por un símbolo del cual no sabe o no quiere desprenderse.
La tragedia está servida.
Lorenzo Vigas, de manera sumamente inteligente, decide plasmar la propia falta de comunicación y aislamiento emocional que sufren los 2 personajes principales, ambos por causas muy diferentes, hay que subrayar, a través de la austeridad narrativa, con diálogos pausados, montaje lineal, y unos encuadres naturalistas y cercanos.
El punto de vista del director, es totalmente neutral, casi gélido a la hora de ahondar en el conflicto dramático y por ello, hace que tengamos que trabajar y buscar tras la elipsis de información, el germen de los problemas y de la soledad de ambos, así como de diversos giros argumentales que se suceden, dosificados con agudeza.
El tema de clases y la falta de comunicación social entre ellas, es muy importante, sobre todo al comienzo, donde vemos 2 mundos tan diferentes y separados que, sin embargo, habitan en el mismo país:
El mundo de silencios de Armando, y el mundo ruidoso y físico de Elder.
En general, los venezolanos, diría el director, “somos muy como Elder, y Armando es todo lo contrario, no se expresa, no habla, no deja que lo toquen, representa el otro lado del espejo de la sociedad venezolana”
Ambos individuos, aprenderán a comprenderse, o al menos a creer hacerlo, rodeados por una sociedad sumida en un perenne estado de inquietud.
Tan vitales como mortecinas, las calles que rodean el edificio donde acontece gran parte de la acción, parecen liar una tela de araña de la que resulta imposible escapar.
A través de los personajes, el director muestra las diferentes clases sociales, el ambiente convulso de la capital de Venezuela, y una sociedad intolerante sobre la homosexualidad, que hace que las pasiones de los personajes sean de puertas para dentro.
No obstante, la trama tiene giros que pueden ser un poco artificiales, como que Elder descubra su condición sexual, gracias a su relación con Armando.
Puede dar la sensación, de que todo está calculado para dar gravedad a los hechos.
Apoyándose en una excelente fotografía, jugando con la profundidad de campo, o con la difuminación de algunas imágenes clave a la hora de entender diferentes detalles de esas escenas, y que se mantendrá a lo largo del metraje, con un ritmo pausado, ideal para lo que nos quieren contar y con pocos diálogos, funcionando con gestos y miradas entre los distintos personajes; es una mirada fría y aséptica, que no juzga a sus personajes, para contarnos sus diferentes conflictos vitales.
Desde Allá, incide en lo argumental por una ambigüedad dramática perturbadora, donde pueden caber diferentes versiones, y el espectador debe tratar de desmigajar ese guión sutilmente milimetrado, para llegar al quid de la cuestión, a desentrañar el corazón de los 2 hombres que en ella participan, y se conocen el uno al otro.
Desde Allá, es una película desgarradora, dura, y que nos muestra la parte más árida de la vida, los duelos internos que los personajes esconden bajo la piel, tras una capa de exagerada virilidad en un caso, o de semblante imperturbable y rechazo del contacto físico en el otro.
Elder, como parte de una tribu callejera de delincuentes, se enfrenta a la radical homofobia que se respira en las calles o en el ámbito familiar; mientras que Armando envuelve el dolor de su pasado bajo esa capa de onanismo e impasibilidad, sin dar rienda suelta a los pálpitos de sus emociones.
Son 2 actuaciones altamente naturalistas, al servicio de una ópera prima que sugiere más que muestra, que engorda sus habilidades comunicativas con el paso del minutero, y que refleja una dimensión emocional entre 2 hombres, poco o nada explorada en el historial cinematográfico reciente.
Del reparto, destaca primeramente el actor chileno, Alfredo Castro.
Cuenta el director:
“Armando es un tipo que no se puede relacionar emocionalmente, es una especie de autista emocional.
Por eso de la imagen claustrofóbica.
En la película, hay muchas cosas que no están dichas.
Hay partes que tienes que completar con tu imaginación, también con la imagen.
Es una forma de meter más al espectador en la historia”
El enfoque de Armando, es el de un hombre que se desplaza por la ciudad sin esconderse, pero pasando desapercibido, tal y como él desea.
La postura y forma de hablar, son básicos para que en el fondo, no empaticemos en ningún momento con él.
La indumentaria seleccionada, apoya su interpretación:
Impersonal, fría, gris, monótona, y vulgar.
Y el joven actor venezolano, Luis Alejandro Silva, en su primer papel rol protagónico.
Con él, Castro pasa de la vulnerabilidad del deseo, a una opacidad cruel, mientras que la tensa fisicidad de Luis Silva, abre una inesperada ventana de luz en su rostro, en una escena que transcurre durante una celebración familiar.
Luis Silva, actúa desde la energía y la espontaneidad, tan natural que asombra a cualquiera, con una mirada que desea saber y conocer el mundo.
Cuenta el director:
“Siempre supe que el personaje de Edgar, tenía que ser no profesional.
Una amiga mía, que tiene una agencia de “casting”, me mostró unas fotos; así lo vi por primera vez.
Luego lo conocí, y estuvimos 6 meses haciéndonos amigos.
Desde el primer momento supe que iba a ser Elder, pero no quería hacerle pruebas, ni ensayos.
Lo que quería era ganarme su confianza, comiendo juntos, yendo al cine.
Luis Silva viene de un barrio muy pobre; no hizo siquiera el bachillerato.
Para él fue increíble descubrir el cine, descubrir muchas cosas.
Y yo descubrí a una persona maravillosa.
Somos realmente muy amigos ahorita.
Yo sabía que en la película iba a tener que hacer cosas muy fuertes para un chaval heterosexual de 18 años.
No le conté la historia.
Yo le entregaba el guión, 20 minutos antes de empezar a rodar, así que él la iba descubriendo día a día.
Porque yo no quería que intelectualizara su personaje; quería que fuera más visceral.
Me interesaba agarrar esa cosa instintiva y brutal que él tiene, maravillosa.
Un día le dije lo que iba a tener que hacer, escenas de sexo homosexual, y me dijo:
“No te preocupes que yo soy un profesional”
A pesar de que nunca antes había hecho nada.
Luis/Elder es muy venezolano:
Hablamos muy duro, somos muy físicos, nos gusta tocar, besarnos, hacer el amor…
Somos como muy de carne.
Armando es un poco el lado contrario.
Además no quise que los actores se conocieran antes del rodaje, porque sabía que iba a haber mucha tensión entre ellos.
Alfredo estaba muy asustado de conocer a Luis, y Luis obviamente también, porque era su primer día de rodaje.
Pero esa tensión fue muy buena después para aprovecharla en la película.
Más tarde, ambos se hicieron muy amigos a medida que avanzaba el rodaje.
Y Alfredo fue muy generoso, porque le enseñaba muchas cosas a Luis.
Hay actores que son todo lo contrario, porque no quieren que el que está enfrente se vea mejor que él, y más bien sabotean al que tienen delante.
Alfredo, sin embargo, lo ayudaba mucho, le daba consejos…
Y rápidamente Luis ya lo hacía todo solo”
El título “Desde Allá”, evoca a la distancia que hay hacia los protagonistas, y nos llama a explorar las lecturas.
Desde Allá destaca más por lo que se permite presentir, que por lo que se dice abiertamente, destacando un efectivo cierre que resuelve cualquier duda en cuanto a los sentimientos del protagonista.
La pregunta del millón es:
¿Qué busca Armando en realidad?
Sus imprevisibles actitudes, apenas permiten a veces intuir sus motivos.
Lo cual, lejos de ser un defecto, me parece un gran logro, pues hace aumentar la tensión hasta extremos inconcebibles.
Levemente enfundada en la tendencia social del cine venezolano, Desde Allá busca su centro, no en la relación de los protagonistas, sino en el icono de la paternidad.
Un asunto que obsesiona a Lorenzo Vigas, y que encuadra una trilogía que comenzó con el cortometraje “Los Elefantes Nunca Olvidan” (2004), continúa con esta que nos ocupa, y concluirá con la próxima “The Box”, aún pendiente de producción.
La ausencia del padre, tan común en la Latinoamérica por circunstancias diversas, es la cuestión que mueve y explica personajes y situaciones.
La reacción de los hijos ante el abandono, el desconocimiento, el recuerdo, o el trato dado, es el final inesperado que define la historia, y la inclina hacia un lado de la balanza, y que clava como una estaca, la importancia de la figura paterna en la vida del ser humano.
Mientras la homosexualidad, que abre la película, y se siente como el foco principal, acabará eclipsada por el tema obsesión de Vigas, a la vez, obsesión de los personajes.
Pero es la relación entre ellos, la que nos guía por la superficie en todo momento, el fondo es mucho más profundo, valga la redundancia.
Aunque algo forzada, quizás por la inexperiencia del joven Luis Silva, algo negativo y positivo a la vez; tiene momentos intensos de miradas, pasiones contenidas, cariño, respeto y explosión final.
El desenlace es duro, no es lo que el espectador quiere ver, pero es consecuente con la historia, ya que los personajes viven en una sociedad represora.
Desde el principio, Armando es un hombre oscuro, que no puede vivir su condición en libertad, y al ver que su relación con Elder puede ir más allá, prefiere terminarla.
O bien, es un círculo vicioso sin fin:
Armando fue víctima de una situación similar a la que está viviendo con Elder, y piensa pagarla de la misma manera.
“Una complicación que nunca esperó”
Pese a tratarse de un país donde la comunidad LGTB todavía padece discriminación directa e indirecta por los 4 costados, Venezuela nos ha ofrecido últimamente varios largometrajes de temática LGTB, de éxito internacional, auspiciados quizás por la valentía de “Azul y no tan rosa” en 2012.
Para el director de Desde Allá, Lorenzo Vigas:
“Uno a veces piensa que nos encontramos en un momento de humanidad, en el que la homofobia es algo que ya está superado.
Luego surgen este tipo de cosas horribles, como la masacre en Pulse, Orlando, EEUU.
Para mí, era importante que la película pusiera el dedo en esa llaga.
En Venezuela, y en muchos otros países latinoamericanos, sigue habiendo mucha homofobia, sobre todo según te vas acercando a los estratos más bajos.
En los estratos sociales donde la gente está más cultivada, más educada, se acepta la homosexualidad.
Sin embargo, como sucede en la película con Elder, en Venezuela hay muchas madres que prefieren que sus hijos sean malandros, traperos, delincuentes, asesinos… porque éstos tienen un puesto en la sociedad aceptable, aunque sea triste.
El malandro, es la figura alfa por excelencia, que a veces le da algo de dinero a la comunidad, y entonces genera una especie de respeto social.
Es triste, pero en ese tema, todavía seguimos en el pasado, aún más en Latinoamérica.
Existe una homofobia cancerígena, sucede en toda Suramérica.
Para ser respetado, un hombre debe ser un macho alfa.
Debemos abrir un debate acerca de ese problema.
En Venezuela, a los delincuentes los llamamos malandros, y esa palabra es sinónimo de virilidad, poder y machismo.
En mi película, el malandro conoce a un hombre que es gay pero, al mismo tiempo, mucho más macho y poderoso que él mismo”
En el proyecto “Hacia una construcción colectiva de políticas públicas en derechos y salud sexual y reproductiva en La República Bolivariana de Venezuela” publicado por La Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA), Acción Ciudadana Contra El SIDA (ACCSI), y Aliadas en Cadena, en enero del 2015, se dieron a conocer los resultados de un conjunto de encuestas relacionadas a la diversidad sexual, realizadas en Venezuela.
En cuanto al derecho a la igualdad y la no discriminación por razones de orientación sexual e identidad de género:
El 77% de los encuestados, asegura que no se sentiría avergonzado de tener un hijo gay.
Un 76% aseguró lo mismo con una hija lesbiana.
Un 77% de un hijo o hija transexual; y un 79% de un hijo o hija bisexual.
Un 83% condena acciones discriminatorias y de rechazo hacia las personas transexuales.
Esto contrasta con un 66% de rechazo al matrimonio igualitario, así como un 61%, y 57% de personas que opinaron que los transexuales y homosexuales no tienen derecho a tener hijos, respectivamente.
En cuanto al trabajo, una amplia mayoría del 88% de los encuestados, reconoce al derecho de las personas gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, a tener un empleo digno.
Aunque, 50% rechaza que El Estado reconozca legalmente el nombre elegido por una persona transexual.
En las elecciones parlamentarias de 2015, resultaron electos como suplentes por La Mesa de La Unidad Democrática, la primera diputada trans del país, Tamara Adrián, y el primer diputado abiertamente gay, Rosmit Mantilla, quién permanece detenido arbitrariamente por la policía de inteligencia.
¿Entonces, cómo estamos?

“Voltéate y quítate la camiseta”



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