Crónica de un Niño Solo

“Usted es la manzana podrida”

Los niños están solos...
Su entrada en el mundo, es una dura aprehensión del lenguaje, de los objetos, de la extraña esfera, para ellos, de los adultos.
El puente entre la subjetividad del niño y la del adulto, es difícil de transitar, sin una sensibilidad consciente y a la vez afectiva, capaz de comprender el asombro, la piel indefensa de una personalidad en formación.
Esta comunicación tan difícil, aun en quienes poseen el amor, se hace dramática cuando el niño se abre a la experiencia en un medio hostil, hostigado por la miseria y la sordidez.
Se conoce como “Década Infame”, al período de la historia de la Argentina, que comienza el 6 de septiembre de 1930, con El Golpe de Estado Cívico-Militar que derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen, y finaliza el 4 de junio de 1943, con El Golpe de Estado Militar que derrocó al Presidente Ramón Castillo.
Durante este período, también comenzó la migración masiva del campo a la ciudad y de las provincias del norte hacia Buenos Aires, y el desarrollo del sector industrial que en 1943, superaría al sector agropecuario, por primera vez en la historia Argentina.
La villa miseria, villa de emergencia o simplemente “villa”, es el nombre que se le da en Argentina a los asentamientos informales, caracterizados por una densa proliferación de viviendas precarias.
Toman su nombre de la novela de Bernardo Verbitsky, “Villa Miseria también es América” (1957), donde se describen las condiciones de vida de los migrantes internos durante La Década Infame; y se generan cuando la administración actual y las autoridades de desarrollo urbano, no pueden tratar las necesidades de la comunidad entera, o cuando un grupo de personas requiere de un lugar donde vivir, pero no disponen de los recursos económicos necesarios para poder adquirir una vivienda regular.
Sin embargo, los determinantes de la formación de “villas” en Argentina y asentamientos similares en otros países, no son claros, y existen varias hipótesis al respecto, algunas son:
Las villas miseria surgieron en la Argentina, como consecuencia de la crisis del 30.
Las masas de migrantes del interior del país, y países limítrofes de la Argentina, son atraídas por las ventajas de empleo en El Área Metropolitana, estas constituyeron y constituyen las causas de formación de las mismas.
Si bien no existe acuerdo sobre la primera villa miseria formada, la mayoría de los estudios señala a Villa Esperanza, en 1932, aunque existen casos anteriores como antecedentes.
Esas villas son tan famosas, que en algunas ciudades, se han organizado “tours” de pago de visitantes extranjeros; siendo similares a las favelas brasileñas, las chabolas de España, los cantegriles uruguayos, las poblaciones callampas chilenas, los ranchos venezolanos, los tugurios costarricenses y colombianos, los pueblos jóvenes peruanos, las chacaritas paraguayas, y los suburbios o guasmos ecuatorianos.
Por su parte, el cine Argentino de los años 60, vivió una etapa importante de renovación generacional; y diversas figuras comenzaron a aparecer en el panorama, como Leonardo Favio, fallecido en 2012, a los 74 años.
En general, lo que se vivió en esos años, fue una unión de todas las clases sociales en Argentina, lo que permitió que la clase trabajadora se uniera a una clase media, y a una clase intelectual, compartiendo las mismas preocupaciones sociales y políticas.
De esta forma, todo un panorama de investigación y de búsqueda, se vivió en el país, un panorama que en el cine buscó tocar temas sociales con un tratamiento más bien “europeizado”, si se quiere, pero de clara denuncia.
“¡Es increíble lo duro que Polín golpea!”
Crónica de un Niño Solo es un drama argentino del año 1965, dirigido por Leonardo Favio.
Protagonizado por Diego Puente, Tino Pascali, Cacho Espíndola, Victoriano Moreira, Beto Gianola, Leonardo Favio, María Vaner, Elcira Olivera Garcés, María Luisa Robledo, Hugo Arana, Carlos Lucero, Mario Pena, Juan Valunes, Amadeo Sáenz Valiente, Juan Castro, Juan Delicio, Carlos Medrano, Miguel Medrano, Jorge Puente, Óscar Saraceni, Jorge Cabello, Néstor Tricarico, Roberto Domínguez, Carlos González, entre otros.
El guión es de Leonardo Favio y Jorge Zuhair Jury.
Este clásico del cine argentino, nos describe la infancia marginal, a través de un niño solitario, y su vida a medio camino entre su barrio pobre y el reformatorio.
La imagen como cantante del director Leonardo Favio, junto con la historia de su infancia en la pobreza, terminaron por crearle una fama de artista intuitivo, guiado por los sentimientos, y Crónica de un Niño Solo, podría parecer incluso un filme autobiográfico; de hecho, está inspirada en sus vivencias personales, pues él nació en un hogar muy pobre, y luego de sufrir el abandono de su padre, debió vivir en orfelinatos, viéndose involucrado en robos de poca monta, que lo llevaron al reformatorio.
Pero Favio demostró en su ópera prima, ser un cineasta capaz de asimilar las influencias de Robert Bresson, Luis Buñuel, y el neorrealismo italiano, en una obra indudablemente personal, y dueña de una sugestión lírica inédita hasta entonces en el cine argentino.
Dedicada a Leopoldo Torre Nilsson, un director y productor argentino de vasta filmografía, fue uno de los realizadores más importantes y representativos del cine argentino, y mentor de Leonardo Favio en su carrera cinematográfica; esta producción, profundiza sobre la marginalidad, la pobreza, y la violencia que padecen los niños pobres.
Hace hincapié en la forma en que las instituciones Estatales, los reformatorios, es decir, cárceles para menores; de cómo tratan a estos niños, y cómo los “amansan” mediante violencia física y simbólica.
Es un testimonio sincero, acerca de la soledad impuesta por la incomprensión, y por el abandono; un cine social, que aún puede hablar de los errores de una sociedad desalmada.
Esa es la historia de un niño encerrado en su soledad, y de sus esfuerzos desesperados por escapar de un mundo adulto indiferente, socialmente nocivo, hasta en sus intentos de corrección.
Crónica de un Niño Solo es considerada como la primera parte de una trilogía sin nombre, de películas dirigidas por Favio, que continúa con:
“Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más...” (1966) y termina con “El dependiente” (1969)
Como dato, en el año 2000, El Museo Nacional de Cine Argentino, realizó una encuesta entre 100 críticos, historiadores e investigadores de cine de todo el país.
La consigna era:
¿Cuáles son los 100 mejores films del cine sonoro argentino?, dando como resultado, Crónica de un Niño Solo, el mejor film, con más del 75 % de los votos.
Es la historia de Polín (Diego Puente), un niño pobre y conflictivo, cuya vida transcurre entre la villa miseria, nombre que se le da en Argentina a los asentamientos informales, caracterizados por una densa proliferación de viviendas precarias, y el reformatorio.
Un día, Polín inventa que tiene fiebre, pero en la enfermería del lugar le descubren papel de diario en los zapatos.
Es castigado, teniendo que correr con un cartel en su pecho.
Cansado, decide sentarse; pero el director del reformatorio lo ve, y comienza a retarlo; pero Polín le pega.
Lo encierran en una celda, y el niño, con un cinturón, logra abrir la puerta y escapar.
Le roba plata a un señor en un bus, y vuelve a su antiguo barrio, pero no puede regresar a su casa.
Por tanto, compra comida, y se la da a un amigo para que se la lleve a su madre.
Posteriormente se va al río con su amigo, y unos niños violan a éste…
Luego, Polín se encuentra con un conocido llamado Fabián (Leonardo Favio) que anda a caballo.
Esa noche, ve al caballo, y comienza a jugar hasta que un policía (Tino Pascali) llega, y se lo lleva de regreso al reformatorio.
Crónica de un Niño Solo, nos cuenta la historia de un niño que vive en un orfanato; los constantes abusos que sufre en allí, hacen que intente desesperadamente huir, cosa que finalmente consigue.
Su escape, lo llevará a conocer las difíciles condiciones de la vida.
Las influencias de la película, tienen que ver bastante con el neorrealismo italiano:
El estilo más bien realista, evitando cualquier tipo de sentimentalismo, y más bien manteniendo una cierta sequedad en el tratamiento del tema, resultan importantes aciertos por parte de Favio.
Justamente de ahí viene la idea de “crónica”:
Lo que vemos es una entrada hacia un mundo bastante difícil, donde todo parece destinado a salir mal.
Es por eso que el ritmo es lento y reposado, como si las cosas terribles que le ocurren al protagonista, ocurrieran porque tienen que ocurrir.
Y así es como Crónica de un Niño Solo, es la crónica de muchos niños.
Niños que no conocen la infancia, niños a los que le roban la infancia, que deambulan de la miseria al reformatorio, niños alejados de una familia…
Niños solos y poesía de la soledad.
Y en esta soledad de la infancia, Favio parece preguntarnos:
¿Qué es la infancia, cómo se construye la infancia, cómo se define la condición de infancia?
Crónica de un Niño Solo es una película demoledora, devastadora, bella, poética, única por sus imágenes subyugantes que quedan grabadas a fuego en los hilos cognitivos del espectador, y no es únicamente quizás, la mejor película de la historia del cine argentino, sino que es una experiencia vital de gran carga filosófica, que nos recordará que la pérdida de la inocencia supone el desprendimiento de nuestras ensoñaciones, para darnos de bruces con esa realidad que todo arrolla.
Lo dijo Leonardo Favio:
“Una diferencia fundamental, es que en mi película no hay padres fallidos, hay una sociedad fallida”
“¡Dejá de verte como una víctima!”
El director Leonardo Favio, perteneció a ese reducido grupo de artistas del renacimiento:
Actor, cantante, escritor, y director de cine; sus películas son auténticas joyas de cine de autor, que revolucionaron el cine latinoamericano en los años 60 y 70.
Con sus películas, ganó premios nacionales e internacionales, considerándosele un director de culto, exitoso y respetado.
El cine de Favio, se caracteriza por el predominio de la imagen sobre la palabra, y una sensibilidad más próxima a la poesía romántica de los grandes autores literarios, que al propio lenguaje cinematográfico.
Los silencios y las sensaciones, imperan sobre la propia historia, lo que otorga a su cine, un halo de espiritualidad y simbolismo, interesado en provocar en el espectador, sensaciones visuales a través de historias de marcado carácter pesimista, con personajes invadidos por la tristeza, que despiertan a la vida a través de amores imposibles, y sueños inalcanzables; personajes que acaban devastados por la realidad que dinamita ese espejismo de felicidad.
Crónica de un Niño Solo, fue su primer largometraje; donde Favio materializó en la pantalla, sus vivencias infantiles en las que el abandono familiar y la soledad de sus estancias en orfelinatos, marcaron su carácter sensible y reflexivo.
De gran crudeza y belleza, cuenta con una espectacular fotografía en blanco y negro, acompañada de planos técnicamente perfectos, de gran realismo.
En el fondo, tiene 3 partes diferenciadas:
En la primera parte, seremos testigos de las experiencias y vejaciones que sufren un grupo de niños que se encuentran prisioneros, sujetos a una férrea disciplina que les impide actuar con la libertad e inocencia, propias de su edad.
Su principal diversión, consiste en pelearse a puñetazos, y besar la fotografía de la actriz de moda, la “Antonioniana” Monica Vitti.
Son niños con cicatrices, no solo físicas sino afectivas, que son obligados a fregar los fantasmales y amplios pasillos del correccional, y a practicar gimnasia con métodos más propios de un Régimen Fascista, que de una escuela infantil.
Uno de los niños, llamado Polín, cansado de la humillación a la que es sometido públicamente, se rebela contra su “educador”, propinándole un puñetazo que provoca su traslado a una celda de castigo.
Con la ayuda de un cinturón, conseguirá abrir la puerta de su celda, y huir hacia la libertad…
Maravillosa escena la de la fuga, filmada con planos largos y pausados, y con mínimos cortes, que nos explica lo difícil que es ganar la tan ansiada libertad.
La segunda parte, comienza con Polín corriendo por las calles en plena libertad.
Tras subir al autobús, y robar una cartera, Polín regresa al barrio donde habitaba, un arrabal deprimido con familias desestructuradas, y extremadamente pobre, que es el hogar de los perdedores.
Prisionero de su soledad, Polín sólo encuentra compañía en un amigo de la infancia, que le acompaña a bañarse en el río de los alrededores.
Allí, seremos testigos de la escena icónica de la película:
La del baño al desnudo.
Con una clara influencia del realismo poético francés de cintas de Renoir, con escenas nudistas de un naturalismo pocas veces visto en el cine, Favio utilizará la poesía para narrar la violación que sufre el amigo de Polín, a manos de una jauría de niños desnudos, que se encontraban nadando en el mismo río.
Escena en la que los gritos de la presa cazada, comparten plano con el maravilloso “travelling” que acompaña a Polín mientras va al encuentro de su amigo ultrajado.
La historia finaliza con la tercera parte, en la que Polín retorna al barrio de chabolas, para encontrarse con Fabián, interpretado por el mismo Leonardo Favio, un conductor de carruaje, solitario y triste como Polín.
Tras seguirle los pasos por la noche, Polín descubre que los habitantes masculinos de la barriada, hacen cola en una chabola, donde habita una prostituta.
Polín, intrigado por el goce que escucha en el interior de la casa, busca dinero para perder su virginidad, pero el encuentro con el caballo de Fabián, le hace retroceder a la infancia, para elegir jugar con el caballo, en lugar de con la meretriz…
Maravillosa escena ésta, y única secuencia de la película, en la que los protagonistas infantiles se comportan como lo que son, niños, y en la que observamos la cara ilusionada de Polín al juguetear con el caballo.
Por fin, el niño no se encuentra solo en su inocencia, sino que la niñez acaba con la soledad que le ha acompañado, y con la tristeza que supone ser tratado como un adulto.
Al final, Polín, hundiéndose en la oscuridad de la noche, se aleja junto al policía que lo ha reconocido y capturado, y lo lleva detenido hacia el reformatorio en dónde adivinamos, volverá a crecer en él, la única esperanza que cobijó en su corta vida, y que no es otra que la de volver a escaparse.
Y con ello, Favio nos recuerda, recordando a la vez su infancia, que los momentos de felicidad e inocencia, son cortos en la vida, instantes que, con el paso del tiempo, nunca volverán.
Crónica de un Niño Solo es un film que ha encontrado un estilo propio, nacido de la misma sinceridad:
La narración es económica, concentrada y lacónica, sin las caídas sentimentales y los desvíos literarios a que el tema se prestaba.
Esta economía, da mayor fuerza a escenas capitales, como lo descripción del albergue, de su dormitorio, de su gimnasio, en imágenes que abundan en detalles visuales, pero que sólo están comentadas por diálogos brevísimos, y por los silbatos autoritarios de los celadores.
En otros sentidos, la economía es también un énfasis para la mayor sugestión del material, al exhortar lo imaginación del espectador con su apunte de unos pocos datos esenciales.
“Daría 10 años de vida, por filmar un plano como los de Leonardo Favio”, es la frase atribuida a Pier Paolo Pasolini, luego de ver uno de sus films en El Festival de Mar del Plata.
La ofrenda parece justificada desde el rigor y la pasión de Pasolini.
Es que Favio compone sus encuadres, y narra sus historias de una forma compleja, y a la vez aparentemente “simple”
Técnicamente, en Crónica de un Niño Solo, Favio pone de relieve las formas geométricas en el reformatorio, y las que trazan los internos al ser obligados a hacer filas.
Las sombras multiplican esas figuras, que son el correlato visual de la rigidez de la disciplina.
Esta operación de “geometrización del espacio”, se ve reforzada por un uso particular de la profundidad de campo, y se percibe a través de puertas, rejas, ventanas, etc.
Así, en lugar de ampliar la visión, la profundidad de campo tiende a encerrarla.
Las sombras, por tanto juegan un rol importante, así como también la música que está en un volumen bastante fuerte, comparándola con el volumen de los diálogos que se hacen casi imperceptibles, inaudibles.
Mientras la iluminación, tiene rasgos expresionistas:
Sombras bien marcadas y recortadas.
De la misma manera, las simetrías y las sombras que las reproducen, acentuando la presencia de personas y objetos arquitectónicos, también resaltan la huella del espacio institucional.
Y describe con exactitud, una experiencia infantil, desde el deformante reformatorio, severo y traumatizante en su régimen carcelario, hasta la fuga del protagonista hacia una villa miseria, donde la libertad se neutraliza en medio de un ambiente igualmente nocivo para su desarrollo.
Una virtud notable y rara de Leonardo Favio, ha sido documentar no sólo las realidades negativas de un medio social y las de instituciones correccionales, más que inoperantes, destructivas; sino revelar, desde adentro, el sentimiento infantil frente a un abandono que es también un acosamiento.
Además, ha encontrado para este documental cruel, el estilo justo que requería su sinceridad; su narración es sobria, concentrada y sin desviaciones discursivas, moralistas o sentimentales.
La acentuación en lo esencial, da relieve a la minuciosa descripción del reformatorio, a las confidencias de los asilados en el dormitorio, a la obsesionante escena del gimnasio, y el castigo del protagonista.
Son secuencias predominantemente visuales, en un tiempo lento hasta la exasperación, cortado por breves confidencias, y el silbato ominoso de los celadores.
Aquí se crean metáforas, a través de la utilización de diferentes objetos:
Tanto el reloj como el silbato, sirven como metáfora del tiempo.
El director del reformatorio, tiene siempre un reloj en su mano, y lo mira muchas veces.
Éste siempre se muestra en un ángulo contrapicado.
Al reloj, se lo denomina como un instrumento capaz de medir el tiempo natural en unidades convencionales, por tanto, da alusión a que tanto el director con el reloj, tiene el control total del tiempo.
Pero sobretodo, el tiempo natural de los niños.
Él decide en que momento los niños duermen, trabajan, estudian o hacen gimnasia.
El reloj, además de su función práctica, se ha convertido en un objeto de joyería, símbolo de distinción y valoración.
Esto crea una distancia aún más larga entre el director del reformatorio y los niños, dándole al primero, más autoridad.
El otro objeto que sirve como metáfora de tiempo, es el silbato.
Con éste, el personaje tiene la posibilidad de detener o hacer que el tiempo prosiga.
Si los niños juegan, el director toca el silbato, y éstos deben parar.
Otro símbolo es el cinturón y las rejas, que sirven como metáfora, las rejas son metáfora de encierro; y se utilizan a la naturaleza y a los animales, como metáfora también.
En la escena de la violación, además de la elipsis, aparecerá una apelación al simbolismo:
La violación no se ve, pero sí un plano de una paloma y de un cobayo.
La sensación física de la escena, debido al reposo de la cámara y a la compenetración entre el cuerpo, el ambiente y los sonidos de la naturaleza, resulta bastante envolvente.
Y justamente, en esa naturaleza, donde el orden de las cosas parece tan perfecto, el protagonista al fin tiene un momento de libertad; donde por el otro lado, un muchacho es abusado por otros muchachos…
La cámara se mantiene distante a este hecho, observando la violencia desde lejos, casi a escondidas, sin enfatizarla nunca, como si formara parte del paisaje mismo.
El trabajo con el montaje paralelo, que permite pasar de un lado a otro, tiene la gran virtud de nunca romper con la acción, sino por el contrario de enlazarlas, como si formaran parte de la misma realidad.
La escena del pantano, destila una cierta sensualidad basada en el ritmo de la naturaleza que la película pareciera captar, pero que en realidad, va creando a partir de los elementos mencionados.
Es esa naturalidad y ese ritmo, el que consiguen transmitir la “fisicidad” de la libertad, pero también de la violencia.
Nuevamente, un elemento que permanecerá film tras film de Favio, los animales como acompañantes fieles.
Y por último, el cigarrillo, que tiene un significado de suma importancia, pues se utiliza como metáfora para la película completa.
Utilizan el cigarrillo como forma de escape, para “adormecer el cuerpo” y olvidarse del lugar en donde viven.
Le dan poder al cigarrillo, para que los mate.
Pero así, sacándole el poder al director del reformatorio y a todos los adultos que los humillan y maltratan; el cigarrillo se utiliza como metáfora de la rebeldía que los niños conservan.
Los chicos, siempre están solos; interiormente solos, aunque su soledad esté apaciguada por la madre, el padre o los otros, los que de alguna manera los quieren.
Pero cuando hay poco amor, la soledad se transforma en un estilo de vida que transcurre en medio de otros chicos, y de los adultos.
La desnudez de los niños, en la secuencia del río, en cambio, es una manera de transmitir la sensación de libertad, del que sabe que allí nadie lo vigila.
Integra, además, los cuerpos con la naturaleza que los rodea.
En el río, Polín y los demás niños, parecen dueños de un tiempo que fluye como la corriente de agua.
Disponen de él como quieren, hasta para no hacer nada...
Cuando un grupo persigue a un niño, la situación es diferente del reformatorio.
No se trata de encontrar una brecha en el tiempo de los otros para escapar.
Para no ser atrapado, hay que mantener la distancia corriendo, en un tiempo que en todo caso, es el de la naturaleza, igual para perseguidores y perseguidos.
Leonardo Favio, está cerca de la sensibilidad de “Los Olvidados” (1950) de Luis Buñuel, por las cosas que son capaces de hacer los niños marginales, como cometer robos, y la violación que tiene lugar en el río.
La confrontación que hay en la película, por tanto, es entre una libertad natural y una disciplina que pueden ser igualmente crueles.
Incluso, es dudosa la libertad que alcanza Polín al fugarse, a pesar de la manera como el estilo la hace contrastar con el encierro del reformatorio.
Pretendiendo escaparse, en realidad, Polín no avanza, no va a ninguna parte.
Algo parecido ocurre después de la huida:
Un plano muestra al niño “libre” como un fantasma reflejado en la vitrina de una joyería, a la que se acerca como si estuviera planeando un robo.
Uno que cometerá poco después, en un autobús.
Al volver al barrio, Polín no hace otra cosa que vagar, como si tampoco perteneciera ya a ese lugar.
Así es la condición de un niño como él en el filme:
Alguien que no es propiamente parte de la sociedad, y de ningún lugar.
Un plano subraya, además, su soledad:
La cámara, puesta en el coche, cuyo caballo robará Polín, lo muestra como abandonado, en medio de la calle, a medida que lo va dejando atrás.
Polín, deambula libre y solo.
Más solo que libre en la calle donde la vida pasa entre pares peligrosos, y en una historia sin nombres; es decir, otra crónica que no es crónica en el sentido de una narración filiada con la historia.
Polín, no hace nada frente a la tragedia de su compañero ocasional, no hay espacio para la solidaridad, ni entre el niño/los adultos, ni entre los adultos entre sí, ni entre los niños.
El extramuros, es el correlato del intramuros.
El espectador, es testigo otra vez, junto con Polín, del abuso, de la violencia o del silencio.
El Reformatorio y la calle, se corresponden el uno al otro.
Mientras que en la superficie, Crónica de un Niño Solo es una película sobre los niños, que en el momento de su lanzamiento, en 1965, fue vista por muchos, como una crítica sobre El Régimen Fascista de la Argentina.
Además de esto, la representación brutal y realista de la película de los orfanatos estatales de Argentina en el momento, causó mucha controversia.
Además de la escena polémica, que contiene la desnudez frontal, extensa y explícita, que implica a varios niños argentinos.
Esta controversia, llevó al gobierno argentino a prohibir la película poco después de su lanzamiento; y permaneció prohibida durante más de 30 años.
No fue hasta 1996, que fue finalmente lanzada en VHS por Award Films International, y más tarde en DVD.
Es probable que Crónica de un Niño Solo, sea otra piedra de escándalo para el cine argentino, en parte por su callada denuncia sobre el descuido en que se tiene a los niños de más baja extracción social, en parte por su connotación de datos sórdidos, y hasta por su insistencia en desnudos masculinos infantiles.
Pero esa es la clase de film valiente y talentoso que merece el apoyo de la crítica, y que puede aspirar legítimamente a representar al país en festivales cinematográficos extranjeros futuros.
Lo único malo achacable a Crónica de un Niño Solo, es el sonido de los diálogos, nada más.
“¿Oíste lo que le pasó a Jacinto?”
En un reportaje, el escritor Guillermo Saccomano fustigaba:
“Hoy, muchos niños no pasan de la cuna a la explotación.
Pasan directamente de la cuna, si es que tienen cuna, en la intemperie de la miseria; a la calle, al delito y la droga, como antídotos contra el hambre, y después al fusilamiento policial”
¿Qué es la infancia, cómo se construye la infancia, cómo se define la condición de infancia?
Y si bien, estas preguntas fueron intentadas de ser respondidas desde la sociología, desde la psicología, desde la pedagogía, y que sin duda ayudaron y ayudan a develar ése insondable misterio no develado que es la infancia, creo que al ver Crónica de un Niño Solo, su director, Leonardo Favio, nos propone internamos en ella, no para ansiar comprenderla, sino para hacernos sentir la enorme soledad de un ser humano al que le robaron la infancia, como a tantos, y que nunca tuvo la posibilidad de ser un niño, porque nunca tuvo infancia.
Porque si admitimos que la infancia es una construcción social:
¿Cómo deberíamos definir ésa condición, cuando nos encontramos frente a un niño como Polín, que es un ser humano que no tiene recuerdos infantiles de caricias hogareñas, de juegos, de deseos y de alegrías?
Polín, es un niño que crece, y que en ése devenir, deambula sin esperanzas, salvo aquella de carácter inmediato y desesperado, como es la de pasear con un caballo blanco.
Porque la otra esperanza, la que nos insta a vivir, solo existe cuando nos ayuda a sostenernos en medio de la adversidad.
Cuando antes de que sintamos el dolor de la desdicha, hemos vivido alegrías que permanecen en nuestra memoria.
Para quien no las conoce, como Polín, la esperanza no tiene valor, y si no tiene valor, no existe.
Y al no existir en él, Polín deambula perdido, sin saber cómo protegerse ni tampoco pedir ayuda, como bien lo expresa Favio en la última imagen de su película, cuando Polín, hundiéndose en la oscuridad de la noche, nos ve directamente a la cara, y se aleja junto al policía que lo lleva detenido hacia el reformatorio, en dónde adivinamos, volverá a crecer en él, la única esperanza que cobijó en su cortita vida, que no es otra que la de volver a escaparse.
Para mejorar esa situación social, desde mediados del Siglo XX, varios programas gubernamentales, han apuntado a urbanizar o trasladar los asentamientos a barrios de viviendas sociales, siendo el mayor, El Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE), fue un proyecto gubernamental de la República Argentina, destinado a solucionar el problema de la vivienda para las clases humildes y marginadas; ejecutado en las décadas de 1960 y 1970.
Hasta la década de 1990, se trató casi exclusivamente de programas de construcción de nuevas viviendas, conocidos como Barrio FONAVI, del Fondo Nacional de la Vivienda.
En 1997, se inició El Programa Mejoramiento de Barrios, el cual apunta a la mejora de las condiciones dentro de las mismas villas miseria, y que puedan tener servicios públicos como gas, agua potable y electricidad.
Hasta septiembre del año 2012, este programa ha beneficiado a 132.457 familias, según el sitio web del programa.
En un nivel más profundo de análisis, respecto a Crónica de un Niño Solo, se puede llegar a exponer la idea de que los episodios que este niño debe sufrir, influirá psicológicamente en el hombre del futuro en que se convertirá.

“Sólo estaba jugando”



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