Hello, My Name Is Doris
“I met a woman in the elevator this morning…”
Hoy en día, en Estados Unidos, 1 de cada 4 habitantes tiene tendencias de acumulación compulsiva, siendo una condición a la que las mujeres son más propensas, y es el 6% de la población mundial que lo padece.
Es posible que esta sea una enfermedad estimulada por los desmedidos hábitos de consumo del mundo contemporáneo, pero este no es el único factor que la provoca.
El Síndrome de Acaparador Compulsivo, también conocido como Síndrome de Acumulación Compulsiva, Trastorno por Acumulación o Disposofobia, es un trastorno psicológico, caracterizado por la tendencia a la acumulación de artículos u objetos, implicando la incapacidad para deshacerse de ellos, en forma excesiva, en referencia a cantidades socialmente aceptadas, incluso, si los objetos no tiene valor, son peligrosos o insalubres.
Este acaparamiento compulsivo, puede afectar la movilidad en la vivienda, su seguridad, e interfiere con las actividades básicas, como cocinar, limpiar, reposo, dormir y el uso de instalaciones sanitarias.
No está del todo claro, si El Síndrome de Acaparador Compulsivo es un trastorno aislado, o se combina con otros problemas, como El Trastorno Obsesivo-Compulsivo, o El Síndrome de Diógenes.
La presencia de este trastorno, se estima del orden del 2% al 5% en adultos, aunque es probable que se eleve con los reportes de paranoicos, esquizofrénicos, obsesivo-compulsivos.
La mayoría de ellos presentan una renuencia o imposibilidad para regresar cosas prestadas; al sobrepasar barreras sociales, el impulso de posesión, puede llevar a robar objetos, y caer en la cleptomanía.
El acaparador compulsivo, puede creer que los objetos acaparados son muy valiosos, ser consciente de que son inútiles, pero aun así quiere conservarlos, o bien atribuirles un gran valor emocional para su vida, aunque son objetos que la mayoría consideraría como basura.
Por ejemplo, un acaparador compulsivo podría mostrar unos cubiertos ordinarios, afirmando que son de plata y nácar, sin importarle el hecho de que el empaque claramente indica que son hechos de acero y plástico; o puede tener un refrigerador lleno con comida, cuya fecha de caducidad fue superada hace varios meses, pero el paciente se resiste a cualquier intento de sus familiares a tirarla a la basura.
En otros casos, el paciente podría reconocer la necesidad de limpiar el refrigerador, pero debido a su trastorno, el hacerlo le llevaría a experimentar un agobio intolerable, lo mismo que con el resto de los objetos en su vivienda.
Así, fuera de su territorio, invadido por cosas, esta persona no siente control ni posesión, y su ansiedad o sensación de inseguridad, se dispara.
Así se genera un círculo vicioso, donde el acumulador compra, siente satisfacción, se vincula con el objeto, no puede dejarlo ir, experimenta un vacío emocional, producto de relacionarse con objetos, y no con personas; y suple este vacío, comprando nuevamente.
¿Podemos hacer una relación de este trastorno con la experiencia de enamorarse?
“She's not ready to act her age”
Hello, My Name Is Doris es una comedia del año 2015, dirigida por Michael Showalter.
Protagonizada por Sally Field, Max Greenfield, Beth Behrs, Wendi McLendon-Covey, Stephen Root, Elizabeth Reaser, Isabella Acres, Kyle Mooney, Natasha Lyonne, Kumail Nanjiani, Caroline Aaron, Tyne Daly, Peter Gallagher, Rebecca Wisocky, Amy Okuda, entre otros.
El guión es de Michael Showalter y Laura Terruso, basados en el cortometraje llamado “Doris & The Intern (2011)” de Laura Terruso, llevado a la pantalla como cine independiente/indie.
El cambio de título, está justificado porque el foco del relato, es el que relaciona a la protagonista Doris, en una comedia absurdamente romántica, que evitando desbordar en la caricatura, logrando conmover y conquistar a una audiencia.
Entre la comedia y el drama, siempre con sutilidad y buen gusto, Hello, My Name Is Doris, habla sobre una sociedad que no trata bien a sus mayores, a la par que plantea un romance pocas veces tratado en pantalla.
Fue rodada durante 3 semanas en Los Angeles y 3 días en New York.
Después de toda una vida pasando desapercibida, y siendo ignorada, la vida de Doris Miller (Sally Field), una mujer de 60 y tantos años, da un vuelco cuando se enamora de John Fremont (Max Greenfield), un guapo compañero de trabajo, de unos 35 años, que es el nuevo director artístico de la compañía.
Con la ayuda de un seminario de autoayuda, impartido por Willy Williams (Peter Gallagher), y los consejos de Vivian (Isabella Acres), la nieta de 13 años de su mejor amiga, Roz (Tyne Daly), decidirá ir tras el amor, y guiarse por su corazón, por primera vez en su vida.
A partir de esta premisa, asistimos por tanto a un típico desarrollo romántico de conquista, malentendidos, frustraciones, y pasiones, aunque esa tipicidad pronto se desvanece por una serie de cuestiones:
La primera afecta al protagonismo a cargo de Sally Field, desafiando las convenciones hollywoodienses que marginan a las actrices que han sobrepasado los 40 años, todavía más teniendo en cuenta la diferencia de edad con el compañero de trabajo que la tiene hechizada.
También, hay que destacar que esta Doris, es un personaje peculiar, ya que el metraje arranca con la muerte de su madre, a quien ha cuidado durante casi toda su vida, obstaculizando de esta manera sus relaciones sociales y su propio desarrollo emocional, aunque ello no convierta su extravagancia en vergüenza, sino en gracia.
En cualquier caso, su única cómplice, es su amiga Roz, y de paso su nieta Vivian, mientras que su hermano Todd (Stephen Root) y su mujer Cynthia (Wendi McLendon-Covey), la tratan con bastante desprecio:
En apariencia, a ellos solo les interesa que salga de la casa de la fallecida madre, para que puedan venderla.
Hello, My Name Is Doris es un hermosa y tierna película, que nos habla de la soledad, del compromiso, de la familia, del amor platónico, de la juventud divino tesoro, y de cómo podemos iniciar una nueva vida si nos lo proponemos.
La dirección es muy buena, condensando en solo 90 minutos, una historia divertida, “feel good”, y que nos recuerda que todos tenemos a/o somos alguien como Doris.
El principal aspecto por el que algunos la rechazarán, sería precisamente por su planteamiento base:
¿Realmente, una sexagenaria puede enamorarse tan apasionadamente de un hombre de 30 y tantos años?
Hello, My Name Is Doris mira con simpatía, algo que por ahora está fuera de los límites del amor, pero no es imposible…
“I'm a teacher at a gay preschool”
El cine independiente de Hollywood, surgió por definición para independizarse de las producciones que hasta entonces venían ofreciéndose, y para seguir un camino autónomo, sin pautas ni directrices, narrando con estilo cercano y libre historias más o menos cotidianas.
Sin embargo, en los últimos años ha pasado a formar una categoría propia, adquiriendo sus propias señas de identidad, que se repiten de una película a otra:
La consabida mezcla de drama y comedia; del estilo visual entre casero y profesional; o de determinados personajes como los padres buenrollistas, la novia inesperada, o el consejero ocasional.
A esta tendencia, han contribuido el mercado del Festival de Cine Sundance, donde casi por obligación, tiene que pasar todas las cintas que pretendan llamarse “indie”; y la propia cultura de remakes, referencias y modelos en la que vivimos actualmente.
El prestigio que rodea a este tipo de cine, sigue en gran parte intacto, pero cada vez es más difícil encontrar algún ejemplo que se salga de la norma, aun respetando esa voluntad original por contarnos algo familiar y sincero.
Michael Showalter, dirige su 2º largometraje, una película “indie”, alejada de las comedias modernas, y que cuenta una historia con situaciones divertidas, que plantean diferentes temas de debate.
Cuando Doris Miller conoce a John Fremont, el nuevo director de arte de su compañía, saltan chispas, al menos para ella...
Su primer encuentro con el amor verdadero, fuera de las páginas de las novelas que tanto devora, convence a Doris de que ella y su joven compañero de trabajo, están hechos el uno para el otro.
En la abarrotada casa que compartía con su recientemente fallecida madre, Doris indaga en internet, para obtener información sobre su único y verdadero amor, guiada por Vivian, la nieta de 13 años de su mejor amiga, Roz.
Cuando Doris empieza a aparecer en los lugares que frecuenta John, eclipsa a todos sus amigos de Williamsburg, con su ecléctico vestuario “vintage”, y su inocente e ingenuo entusiasmo por su club de tejer.
Su nueva vida, aporta a Doris una perspectiva emocionante, pero también le crea un distanciamiento con sus amigas de toda la vida y su familia, quienes piensan que está haciendo el ridículo, yendo tras un hombre al que dobla la edad.
Por todo lo que se ha perdido en su vida, Doris deja las precauciones a un lado, y decide seguir a su corazón por primera vez en su vida.
Y es que Doris es una sexagenaria, con corazón adolescente y mente revuelta, que con ardientes delirios románticos, endulza la tristeza rutinaria de su existencia, esas pasionales ensoñaciones que permiten elaborar su propia historia de amor imposible, al estilo de las novelas que lee, donde es ella la bella damisela conquistada por su apuesto príncipe; herida y desilusionada vida, en resquemor pasado que nunca fue como esperaba, todo ello le sitúan en un presente enfermo de soledad, y relleno de fantasías noveladas, que recrea con desmadrada insistencia.
Al igual que su progenitora, Doris padece de una personalidad extravagante, que tiene su máxima expresión en El Síndrome de Diógenes y de ser acumuladora compulsiva, que le lleva a tener tantos trastos inútiles en la casa, mostrando una escasa capacidad para hacer migas con sus compañeros de trabajo.
A pesar de que el planteo descripto, pueda en principio considerarse un tanto absurdo, el guión de Terruso y Showalter, otorga completa legitimidad a esta historia, evitando que las situaciones graciosas puedan ridiculizarse.
En gran parte, eso se debe a la excelente descripción de los 2 personajes centrales:
La excéntrica e inquieta Doris, cree que nunca es tarde para soñar, sobre todo cuando supone haber encontrado a su Príncipe Azul, sin tener en cuenta la diferencia de edad que media entre los 2, y el conocimiento recíproco de los sentimientos.
Por su parte, John, no percatándose de las reales intenciones de Doris, se acerca a ella sin ninguna otra razón, que la de mantener una buena relación amistosa, donde no está incluido el vínculo sentimental.
La odisea de todas las cosas que tiene que pasar y aprender Doris, para siquiera hablar con John, es el hilo principal de la historia; además, la 2 veces ganadora del Premio Oscar como Mejor Actriz, Sally Field, hace un gran trabajo, transmitiendo la jovial esperanza de ser correspondida y, a la vez, el miedo a quedarse en el banquillo por su edad y soledad, lo que ella piensa que es un obstáculo insalvable en muchas ocasiones.
Los actores, todos son carismáticos, pero Sally Field aquí está inmensa, en un personaje tan esperpéntico, como lleno de cariño.
No estamos ante un papel de leyenda, pero desde luego que tampoco se puede minusvalorar lo difícil que es para cualquier cómico, alcanzar un cierto grado de credibilidad, sin abandonar la senda humorística.
De hecho, la propia y experimentada Field, tontea a menudo con la sobreactuación, aunque sus muecas se justifican en su pasado aislado y traumático, y siempre están al servicio de los encendidos sentimientos que alberga.
Un buen ejemplo, es la escena en la que Doris decide vengarse de cierta humillación que ha sufrido por parte de John, escribiendo un mensaje comprometedor en su Facebook, mientras suena la canción “Smoke Gets In Your Eyes” de The Platters.
Asistimos entonces, a una afortunada combinación entre fondo y forma, apuntando ambos hacia la ligereza nostálgica; y muy curiosamente, todas las actrices que la rodean, brillan, en especial los personajes de Roz y su hija.
Roz será la que toma el rol de madre para Doris, y Vivian, el de mejor amiga.
Y es que el enamoramiento platónico provoca en Doris, una regresión a la adolescencia, y su rebelión a lo establecido; incluso cuando la película falla, Sally Field nunca pierde su enfoque.
A través de todo el agridulce relato, se destaca ampliamente que Sally Field dota a su Doris de un gran ímpetu, a la vez que ofrece un conmovedor patetismo en su última oportunidad de encontrar el amor de una persona con quien convivir el resto de su vida.
Field transmite una magia única al rol que interpreta, permitiendo que uno pueda empatizar plenamente con el mismo.
A ello se agrega la simpatía, expresividad y espontaneidad demostrada por Max Greenfield, totalmente creíble en su personaje; y cuya relación con Field, es genial, con gran química, consiguiendo la chispa necesaria para que la historia funcione.
Como dato, en el momento del estreno, Sally Field era exactamente, 2 veces mayor a la edad de Max Greenfield.
Greenfield está perfecto en su papel de joven amable, sexy y rico riquísimo, tanto, que hace derretirse a las y los compañeros de trabajo y espectadores.
Creo que Hello, My Name Is Doris funciona bien, porque da la sensación de que los interpretes saben bien cuál es su sitio, y las motivaciones del personaje al que representan; es como ver representado un trozo de la vida, que podría ser de cualquier persona, y hace reflexionar sobre el sitio que ocupan las personas mayores en nuestras mentes y sociedad, y si todo va bien, hace cambiar dramáticamente nuestras visión sobre el tema.
En cuanto a escenografía, fotografía y banda sonora… resultan tan eclécticas como la propia Doris, convirtiéndose en el acompañamiento perfecto para el film en general, y para ella en particular.
Destacar el vestuario, el del concierto de música electrónica en particular, los colores fluorescentes sobre fondo el negro, esa brillantez, el rollo noventero, no sólo le da color, si no energía a esa escena; y es una extensión anímica del interior de la misma Doris.
Y tiene un final que parece abrir aún más las posibilidades...
Es un tipo de final, que abunda en otras películas de la temporada.
Es decir, dejar una puerta abierta, para que cada espectador saque sus propias conclusiones, acerca del futuro de la historia que propone.
Un desenlace algo apresurado, sobre todo porque el punto de guión que lo precede, resulta un tanto forzado.
Parecería como si Showalter, para no traicionar su espíritu de síntesis, se sintiera en el deber de resolver rápidamente las varias tramas pendientes, aun a costa de cierta brusquedad e irregularidad en su ritmo.
Un motivo de reflexión que ha provocado Hello, My Name Is Doris, gira en torno a la habilidad que tiene el cine para tomar un asunto serio, y transformarlo en algo casi risible.
Y parece que el tema afectivo, del enamoramiento en la tercera edad, con síntomas del obvio paso del tiempo, como lo es la muerte y el trastorno del Acumulador Compulsivo, es un tema que contiene mucho de drama.
Así pues, tras ese velo de comedia, hay una crítica dura al abandono en todos los sentidos posibles.
Doris es igual a miles de mujeres que se dejaron marchitar, en los mejores años de sus vidas, forzadas por una perversa interpretación del concepto de lealtad familiar.
Ella es una solterona ahora, y no es hasta que su madre fallece, que siente que le falta algo en su vida, por lo que decide, como si eso pudiese decidirse, fijarse en el primero que se aparezca:
El joven y atractivo fichaje de la empresa en la que trabaja...
Por lo que intentará patéticamente encajar en su mundo para conquistarle, pero no es hasta que lo considera un caso perdido, cuando se encuentra sí misma, frente al espejo que muestra la inexorable realidad.
Ella, que compartía su vida con millones de trastos recogidos de aquí y de allá, y un gato, no está lista para liberarse y limpiar su vida emocional, hasta que no se vea como una naranja completa, rodeada de su propio mundo, sin tener que encajar en el de nadie más.
Todas sus cosas acumuladas, es un reflejo de todo lo que ella ha sentido, y ha sido vetado por haber prestado su vida y energía, al cuido de su madre, en detrimento de su vida propia, reflejada en un estancamiento personal.
También, pareciera que Hello, My Name Is Doris se burla al observar a quien, entrada en años, se comporta como veinteañera recién inaugurada; sonríes, que no ríes, excepto escenas aisladas de situación humillante y mofa penosa, aunque, mayoritariamente, sufres de lástima bondadosa por esta desequilibrada novia a la espera, que aún piensa, “soy posible”, donde el problema no es la perspectiva del vaso medio lleno/medio vacío; es que ni siquiera existe esa copa que valorar, pues todas sus afecciones personales, familiares y laborales, de indagación más profunda, perspicaz y sugerente de lo exhibido, son un engranaje, de alboroto estado, que se debe arreglar con psicológica urgencia.
El director, Michael Showalter, con Hello, My Name Is Doris, denuncia la superficialidad egótica de una sociedad, en especial la neoyorquina, sustentada en la pose y el artificio, y devuelve lo virtual, al territorio de una realidad bifurcada de la red social Facebook, donde cualquier “troll” puede causar un problema personal, destrozando vidas con solo un “click”
No es que las redes sociales sean dañinas en sí, es el hecho de creernos lo que se publica en ellas, lo que resulta dañino, y nos hace, en muchas ocasiones, infelices por comparación.
Objetivamente, en Hello, My Name Is Doris, vemos cómo la sociedad maneja criterios contrapuestos para hombres y mujeres:
Mientras es común ver que un hombre mayor seduzca a una mujer joven, y frecuentemente logre el objetivo; pareciera algo utópico que una mujer mayor consiga un logro similar, con un hombre joven.
Con elegancia y sobriedad, todos estos temas son enfocados a través de la excentricidad de Doris, el acumulamiento compulsivo obsesivo, y su objeto del deseo:
Un hombre de ideas abiertas, y de valores firmes.
Además, refleja a la perfección, como los jóvenes llegan a ningunear a las personas mayores, subestimándolas, sin tener en cuenta que, en algún momento, ellos tendrán la misma edad.
Hello, My Name Is Doris nos deja un mensaje poderoso:
Conócete a ti mismo, quiérete tal como eres, y atraerás el amor de los demás, lo pretendas o no.
“One day we woke up, and was just gone... so that was interesting...”
En el fondo, Hello, My Name Is Doris plantea 2 preguntas:
¿Qué les dificulta deshacerse de las cosas, a los acumuladores compulsivos?
La dificultad para organizar las posesiones, los sentimientos positivos fuertes y poco comunes, como la alegría y el placer, al comprar nuevos objetos; sentimientos negativos fuertes como la culpa, el miedo, y el enojo, al considerar deshacerse de algún objeto.
Fuertes convicciones de que los objetos son “valiosos” o “útiles”, incluso cuando otras personas no los quieren; y sentirse responsables por los objetos, y a veces creer que los objetos inanimados, tienen sentimientos.
También muestran un rechazo a un problema, incluso cuando el desorden o la acumulación, interfiere claramente con la vida de la persona.
Los comportamientos de acumulación compulsiva, comienzan en la adolescencia, aunque la edad media de personas que buscan realizar tratamientos, es de 50 años.
Los acumuladores compulsivos, suelen lidiar con una lucha de toda la vida contra el síndrome; y tienden a vivir solos.
Y la otra pregunta será:
¿Puede solucionarse El Síndrome de Acumulación Compulsiva, solo con limpiar el hogar?
No, los intentos de “limpiar a fondo” los hogares de personas que acumulan sin tratar el problema subyacente, suelen fallar.
Las familias y agencias comunitarias, pueden pasar horas y gastar miles de dólares en limpiar un hogar, sólo para descubrir que el problema se repite, por lo general, a los pocos meses.
Los acumuladores, cuyos hogares se limpian sin su consentimiento, suelen experimentar una angustia extrema, y pueden apegarse aún más a sus posesiones.
Esto puede conducir a un rechazo de ayuda en el futuro.
Hay 2 cosas más, que los acumuladores deben hacer para comenzar a salir del círculo vicioso en el que viven:
La primera es, desapegarse emocionalmente de los objetos, nuevos o acumulados; y la segunda es, comenzar a clasificarlos, y deshacerse paulatinamente de ellos.
Este puede ser un proceso largo y difícil; y quienes acompañen al acumulador, tendrán que armarse de paciencia, y comprender que para él, las cosas no significan lo mismo que para todo el mundo; porque representan su refugio del mundo exterior, su barrera de seguridad, y el lugar en donde han depositado votos de amor y confianza, que deberían haber depositado en seres humanos; y puede por ello, que el acumulador recaiga en la acaparación de objetos, ya que este es el mecanismo que ha desarrollado para suplir carencias emocionales, y si ve su casa vacía, sentirá estas carencias con mucha fuerza.
En dichos casos, el acumulador podría llegar a recoger de la basura, aquello que ya botó, o comprar compulsivamente nuevas cosas.
En el fondo, Doris está muy trastornada, tanto que al irse de la oficina, nos dice que ella continuará en su mundo.
“Can we explore this?”
Hoy en día, en Estados Unidos, 1 de cada 4 habitantes tiene tendencias de acumulación compulsiva, siendo una condición a la que las mujeres son más propensas, y es el 6% de la población mundial que lo padece.
Es posible que esta sea una enfermedad estimulada por los desmedidos hábitos de consumo del mundo contemporáneo, pero este no es el único factor que la provoca.
El Síndrome de Acaparador Compulsivo, también conocido como Síndrome de Acumulación Compulsiva, Trastorno por Acumulación o Disposofobia, es un trastorno psicológico, caracterizado por la tendencia a la acumulación de artículos u objetos, implicando la incapacidad para deshacerse de ellos, en forma excesiva, en referencia a cantidades socialmente aceptadas, incluso, si los objetos no tiene valor, son peligrosos o insalubres.
Este acaparamiento compulsivo, puede afectar la movilidad en la vivienda, su seguridad, e interfiere con las actividades básicas, como cocinar, limpiar, reposo, dormir y el uso de instalaciones sanitarias.
No está del todo claro, si El Síndrome de Acaparador Compulsivo es un trastorno aislado, o se combina con otros problemas, como El Trastorno Obsesivo-Compulsivo, o El Síndrome de Diógenes.
La presencia de este trastorno, se estima del orden del 2% al 5% en adultos, aunque es probable que se eleve con los reportes de paranoicos, esquizofrénicos, obsesivo-compulsivos.
La mayoría de ellos presentan una renuencia o imposibilidad para regresar cosas prestadas; al sobrepasar barreras sociales, el impulso de posesión, puede llevar a robar objetos, y caer en la cleptomanía.
El acaparador compulsivo, puede creer que los objetos acaparados son muy valiosos, ser consciente de que son inútiles, pero aun así quiere conservarlos, o bien atribuirles un gran valor emocional para su vida, aunque son objetos que la mayoría consideraría como basura.
Por ejemplo, un acaparador compulsivo podría mostrar unos cubiertos ordinarios, afirmando que son de plata y nácar, sin importarle el hecho de que el empaque claramente indica que son hechos de acero y plástico; o puede tener un refrigerador lleno con comida, cuya fecha de caducidad fue superada hace varios meses, pero el paciente se resiste a cualquier intento de sus familiares a tirarla a la basura.
En otros casos, el paciente podría reconocer la necesidad de limpiar el refrigerador, pero debido a su trastorno, el hacerlo le llevaría a experimentar un agobio intolerable, lo mismo que con el resto de los objetos en su vivienda.
Así, fuera de su territorio, invadido por cosas, esta persona no siente control ni posesión, y su ansiedad o sensación de inseguridad, se dispara.
Así se genera un círculo vicioso, donde el acumulador compra, siente satisfacción, se vincula con el objeto, no puede dejarlo ir, experimenta un vacío emocional, producto de relacionarse con objetos, y no con personas; y suple este vacío, comprando nuevamente.
¿Podemos hacer una relación de este trastorno con la experiencia de enamorarse?
“She's not ready to act her age”
Hello, My Name Is Doris es una comedia del año 2015, dirigida por Michael Showalter.
Protagonizada por Sally Field, Max Greenfield, Beth Behrs, Wendi McLendon-Covey, Stephen Root, Elizabeth Reaser, Isabella Acres, Kyle Mooney, Natasha Lyonne, Kumail Nanjiani, Caroline Aaron, Tyne Daly, Peter Gallagher, Rebecca Wisocky, Amy Okuda, entre otros.
El guión es de Michael Showalter y Laura Terruso, basados en el cortometraje llamado “Doris & The Intern (2011)” de Laura Terruso, llevado a la pantalla como cine independiente/indie.
El cambio de título, está justificado porque el foco del relato, es el que relaciona a la protagonista Doris, en una comedia absurdamente romántica, que evitando desbordar en la caricatura, logrando conmover y conquistar a una audiencia.
Entre la comedia y el drama, siempre con sutilidad y buen gusto, Hello, My Name Is Doris, habla sobre una sociedad que no trata bien a sus mayores, a la par que plantea un romance pocas veces tratado en pantalla.
Fue rodada durante 3 semanas en Los Angeles y 3 días en New York.
Después de toda una vida pasando desapercibida, y siendo ignorada, la vida de Doris Miller (Sally Field), una mujer de 60 y tantos años, da un vuelco cuando se enamora de John Fremont (Max Greenfield), un guapo compañero de trabajo, de unos 35 años, que es el nuevo director artístico de la compañía.
Con la ayuda de un seminario de autoayuda, impartido por Willy Williams (Peter Gallagher), y los consejos de Vivian (Isabella Acres), la nieta de 13 años de su mejor amiga, Roz (Tyne Daly), decidirá ir tras el amor, y guiarse por su corazón, por primera vez en su vida.
A partir de esta premisa, asistimos por tanto a un típico desarrollo romántico de conquista, malentendidos, frustraciones, y pasiones, aunque esa tipicidad pronto se desvanece por una serie de cuestiones:
La primera afecta al protagonismo a cargo de Sally Field, desafiando las convenciones hollywoodienses que marginan a las actrices que han sobrepasado los 40 años, todavía más teniendo en cuenta la diferencia de edad con el compañero de trabajo que la tiene hechizada.
También, hay que destacar que esta Doris, es un personaje peculiar, ya que el metraje arranca con la muerte de su madre, a quien ha cuidado durante casi toda su vida, obstaculizando de esta manera sus relaciones sociales y su propio desarrollo emocional, aunque ello no convierta su extravagancia en vergüenza, sino en gracia.
En cualquier caso, su única cómplice, es su amiga Roz, y de paso su nieta Vivian, mientras que su hermano Todd (Stephen Root) y su mujer Cynthia (Wendi McLendon-Covey), la tratan con bastante desprecio:
En apariencia, a ellos solo les interesa que salga de la casa de la fallecida madre, para que puedan venderla.
Hello, My Name Is Doris es un hermosa y tierna película, que nos habla de la soledad, del compromiso, de la familia, del amor platónico, de la juventud divino tesoro, y de cómo podemos iniciar una nueva vida si nos lo proponemos.
La dirección es muy buena, condensando en solo 90 minutos, una historia divertida, “feel good”, y que nos recuerda que todos tenemos a/o somos alguien como Doris.
El principal aspecto por el que algunos la rechazarán, sería precisamente por su planteamiento base:
¿Realmente, una sexagenaria puede enamorarse tan apasionadamente de un hombre de 30 y tantos años?
Hello, My Name Is Doris mira con simpatía, algo que por ahora está fuera de los límites del amor, pero no es imposible…
“I'm a teacher at a gay preschool”
El cine independiente de Hollywood, surgió por definición para independizarse de las producciones que hasta entonces venían ofreciéndose, y para seguir un camino autónomo, sin pautas ni directrices, narrando con estilo cercano y libre historias más o menos cotidianas.
Sin embargo, en los últimos años ha pasado a formar una categoría propia, adquiriendo sus propias señas de identidad, que se repiten de una película a otra:
La consabida mezcla de drama y comedia; del estilo visual entre casero y profesional; o de determinados personajes como los padres buenrollistas, la novia inesperada, o el consejero ocasional.
A esta tendencia, han contribuido el mercado del Festival de Cine Sundance, donde casi por obligación, tiene que pasar todas las cintas que pretendan llamarse “indie”; y la propia cultura de remakes, referencias y modelos en la que vivimos actualmente.
El prestigio que rodea a este tipo de cine, sigue en gran parte intacto, pero cada vez es más difícil encontrar algún ejemplo que se salga de la norma, aun respetando esa voluntad original por contarnos algo familiar y sincero.
Michael Showalter, dirige su 2º largometraje, una película “indie”, alejada de las comedias modernas, y que cuenta una historia con situaciones divertidas, que plantean diferentes temas de debate.
Cuando Doris Miller conoce a John Fremont, el nuevo director de arte de su compañía, saltan chispas, al menos para ella...
Su primer encuentro con el amor verdadero, fuera de las páginas de las novelas que tanto devora, convence a Doris de que ella y su joven compañero de trabajo, están hechos el uno para el otro.
En la abarrotada casa que compartía con su recientemente fallecida madre, Doris indaga en internet, para obtener información sobre su único y verdadero amor, guiada por Vivian, la nieta de 13 años de su mejor amiga, Roz.
Cuando Doris empieza a aparecer en los lugares que frecuenta John, eclipsa a todos sus amigos de Williamsburg, con su ecléctico vestuario “vintage”, y su inocente e ingenuo entusiasmo por su club de tejer.
Su nueva vida, aporta a Doris una perspectiva emocionante, pero también le crea un distanciamiento con sus amigas de toda la vida y su familia, quienes piensan que está haciendo el ridículo, yendo tras un hombre al que dobla la edad.
Por todo lo que se ha perdido en su vida, Doris deja las precauciones a un lado, y decide seguir a su corazón por primera vez en su vida.
Y es que Doris es una sexagenaria, con corazón adolescente y mente revuelta, que con ardientes delirios románticos, endulza la tristeza rutinaria de su existencia, esas pasionales ensoñaciones que permiten elaborar su propia historia de amor imposible, al estilo de las novelas que lee, donde es ella la bella damisela conquistada por su apuesto príncipe; herida y desilusionada vida, en resquemor pasado que nunca fue como esperaba, todo ello le sitúan en un presente enfermo de soledad, y relleno de fantasías noveladas, que recrea con desmadrada insistencia.
Al igual que su progenitora, Doris padece de una personalidad extravagante, que tiene su máxima expresión en El Síndrome de Diógenes y de ser acumuladora compulsiva, que le lleva a tener tantos trastos inútiles en la casa, mostrando una escasa capacidad para hacer migas con sus compañeros de trabajo.
A pesar de que el planteo descripto, pueda en principio considerarse un tanto absurdo, el guión de Terruso y Showalter, otorga completa legitimidad a esta historia, evitando que las situaciones graciosas puedan ridiculizarse.
En gran parte, eso se debe a la excelente descripción de los 2 personajes centrales:
La excéntrica e inquieta Doris, cree que nunca es tarde para soñar, sobre todo cuando supone haber encontrado a su Príncipe Azul, sin tener en cuenta la diferencia de edad que media entre los 2, y el conocimiento recíproco de los sentimientos.
Por su parte, John, no percatándose de las reales intenciones de Doris, se acerca a ella sin ninguna otra razón, que la de mantener una buena relación amistosa, donde no está incluido el vínculo sentimental.
La odisea de todas las cosas que tiene que pasar y aprender Doris, para siquiera hablar con John, es el hilo principal de la historia; además, la 2 veces ganadora del Premio Oscar como Mejor Actriz, Sally Field, hace un gran trabajo, transmitiendo la jovial esperanza de ser correspondida y, a la vez, el miedo a quedarse en el banquillo por su edad y soledad, lo que ella piensa que es un obstáculo insalvable en muchas ocasiones.
Los actores, todos son carismáticos, pero Sally Field aquí está inmensa, en un personaje tan esperpéntico, como lleno de cariño.
No estamos ante un papel de leyenda, pero desde luego que tampoco se puede minusvalorar lo difícil que es para cualquier cómico, alcanzar un cierto grado de credibilidad, sin abandonar la senda humorística.
De hecho, la propia y experimentada Field, tontea a menudo con la sobreactuación, aunque sus muecas se justifican en su pasado aislado y traumático, y siempre están al servicio de los encendidos sentimientos que alberga.
Un buen ejemplo, es la escena en la que Doris decide vengarse de cierta humillación que ha sufrido por parte de John, escribiendo un mensaje comprometedor en su Facebook, mientras suena la canción “Smoke Gets In Your Eyes” de The Platters.
Asistimos entonces, a una afortunada combinación entre fondo y forma, apuntando ambos hacia la ligereza nostálgica; y muy curiosamente, todas las actrices que la rodean, brillan, en especial los personajes de Roz y su hija.
Roz será la que toma el rol de madre para Doris, y Vivian, el de mejor amiga.
Y es que el enamoramiento platónico provoca en Doris, una regresión a la adolescencia, y su rebelión a lo establecido; incluso cuando la película falla, Sally Field nunca pierde su enfoque.
A través de todo el agridulce relato, se destaca ampliamente que Sally Field dota a su Doris de un gran ímpetu, a la vez que ofrece un conmovedor patetismo en su última oportunidad de encontrar el amor de una persona con quien convivir el resto de su vida.
Field transmite una magia única al rol que interpreta, permitiendo que uno pueda empatizar plenamente con el mismo.
A ello se agrega la simpatía, expresividad y espontaneidad demostrada por Max Greenfield, totalmente creíble en su personaje; y cuya relación con Field, es genial, con gran química, consiguiendo la chispa necesaria para que la historia funcione.
Como dato, en el momento del estreno, Sally Field era exactamente, 2 veces mayor a la edad de Max Greenfield.
Greenfield está perfecto en su papel de joven amable, sexy y rico riquísimo, tanto, que hace derretirse a las y los compañeros de trabajo y espectadores.
Creo que Hello, My Name Is Doris funciona bien, porque da la sensación de que los interpretes saben bien cuál es su sitio, y las motivaciones del personaje al que representan; es como ver representado un trozo de la vida, que podría ser de cualquier persona, y hace reflexionar sobre el sitio que ocupan las personas mayores en nuestras mentes y sociedad, y si todo va bien, hace cambiar dramáticamente nuestras visión sobre el tema.
En cuanto a escenografía, fotografía y banda sonora… resultan tan eclécticas como la propia Doris, convirtiéndose en el acompañamiento perfecto para el film en general, y para ella en particular.
Destacar el vestuario, el del concierto de música electrónica en particular, los colores fluorescentes sobre fondo el negro, esa brillantez, el rollo noventero, no sólo le da color, si no energía a esa escena; y es una extensión anímica del interior de la misma Doris.
Y tiene un final que parece abrir aún más las posibilidades...
Es un tipo de final, que abunda en otras películas de la temporada.
Es decir, dejar una puerta abierta, para que cada espectador saque sus propias conclusiones, acerca del futuro de la historia que propone.
Un desenlace algo apresurado, sobre todo porque el punto de guión que lo precede, resulta un tanto forzado.
Parecería como si Showalter, para no traicionar su espíritu de síntesis, se sintiera en el deber de resolver rápidamente las varias tramas pendientes, aun a costa de cierta brusquedad e irregularidad en su ritmo.
Un motivo de reflexión que ha provocado Hello, My Name Is Doris, gira en torno a la habilidad que tiene el cine para tomar un asunto serio, y transformarlo en algo casi risible.
Y parece que el tema afectivo, del enamoramiento en la tercera edad, con síntomas del obvio paso del tiempo, como lo es la muerte y el trastorno del Acumulador Compulsivo, es un tema que contiene mucho de drama.
Así pues, tras ese velo de comedia, hay una crítica dura al abandono en todos los sentidos posibles.
Doris es igual a miles de mujeres que se dejaron marchitar, en los mejores años de sus vidas, forzadas por una perversa interpretación del concepto de lealtad familiar.
Ella es una solterona ahora, y no es hasta que su madre fallece, que siente que le falta algo en su vida, por lo que decide, como si eso pudiese decidirse, fijarse en el primero que se aparezca:
El joven y atractivo fichaje de la empresa en la que trabaja...
Por lo que intentará patéticamente encajar en su mundo para conquistarle, pero no es hasta que lo considera un caso perdido, cuando se encuentra sí misma, frente al espejo que muestra la inexorable realidad.
Ella, que compartía su vida con millones de trastos recogidos de aquí y de allá, y un gato, no está lista para liberarse y limpiar su vida emocional, hasta que no se vea como una naranja completa, rodeada de su propio mundo, sin tener que encajar en el de nadie más.
Todas sus cosas acumuladas, es un reflejo de todo lo que ella ha sentido, y ha sido vetado por haber prestado su vida y energía, al cuido de su madre, en detrimento de su vida propia, reflejada en un estancamiento personal.
También, pareciera que Hello, My Name Is Doris se burla al observar a quien, entrada en años, se comporta como veinteañera recién inaugurada; sonríes, que no ríes, excepto escenas aisladas de situación humillante y mofa penosa, aunque, mayoritariamente, sufres de lástima bondadosa por esta desequilibrada novia a la espera, que aún piensa, “soy posible”, donde el problema no es la perspectiva del vaso medio lleno/medio vacío; es que ni siquiera existe esa copa que valorar, pues todas sus afecciones personales, familiares y laborales, de indagación más profunda, perspicaz y sugerente de lo exhibido, son un engranaje, de alboroto estado, que se debe arreglar con psicológica urgencia.
El director, Michael Showalter, con Hello, My Name Is Doris, denuncia la superficialidad egótica de una sociedad, en especial la neoyorquina, sustentada en la pose y el artificio, y devuelve lo virtual, al territorio de una realidad bifurcada de la red social Facebook, donde cualquier “troll” puede causar un problema personal, destrozando vidas con solo un “click”
No es que las redes sociales sean dañinas en sí, es el hecho de creernos lo que se publica en ellas, lo que resulta dañino, y nos hace, en muchas ocasiones, infelices por comparación.
Objetivamente, en Hello, My Name Is Doris, vemos cómo la sociedad maneja criterios contrapuestos para hombres y mujeres:
Mientras es común ver que un hombre mayor seduzca a una mujer joven, y frecuentemente logre el objetivo; pareciera algo utópico que una mujer mayor consiga un logro similar, con un hombre joven.
Con elegancia y sobriedad, todos estos temas son enfocados a través de la excentricidad de Doris, el acumulamiento compulsivo obsesivo, y su objeto del deseo:
Un hombre de ideas abiertas, y de valores firmes.
Además, refleja a la perfección, como los jóvenes llegan a ningunear a las personas mayores, subestimándolas, sin tener en cuenta que, en algún momento, ellos tendrán la misma edad.
Hello, My Name Is Doris nos deja un mensaje poderoso:
Conócete a ti mismo, quiérete tal como eres, y atraerás el amor de los demás, lo pretendas o no.
“One day we woke up, and was just gone... so that was interesting...”
En el fondo, Hello, My Name Is Doris plantea 2 preguntas:
¿Qué les dificulta deshacerse de las cosas, a los acumuladores compulsivos?
La dificultad para organizar las posesiones, los sentimientos positivos fuertes y poco comunes, como la alegría y el placer, al comprar nuevos objetos; sentimientos negativos fuertes como la culpa, el miedo, y el enojo, al considerar deshacerse de algún objeto.
Fuertes convicciones de que los objetos son “valiosos” o “útiles”, incluso cuando otras personas no los quieren; y sentirse responsables por los objetos, y a veces creer que los objetos inanimados, tienen sentimientos.
También muestran un rechazo a un problema, incluso cuando el desorden o la acumulación, interfiere claramente con la vida de la persona.
Los comportamientos de acumulación compulsiva, comienzan en la adolescencia, aunque la edad media de personas que buscan realizar tratamientos, es de 50 años.
Los acumuladores compulsivos, suelen lidiar con una lucha de toda la vida contra el síndrome; y tienden a vivir solos.
Y la otra pregunta será:
¿Puede solucionarse El Síndrome de Acumulación Compulsiva, solo con limpiar el hogar?
No, los intentos de “limpiar a fondo” los hogares de personas que acumulan sin tratar el problema subyacente, suelen fallar.
Las familias y agencias comunitarias, pueden pasar horas y gastar miles de dólares en limpiar un hogar, sólo para descubrir que el problema se repite, por lo general, a los pocos meses.
Los acumuladores, cuyos hogares se limpian sin su consentimiento, suelen experimentar una angustia extrema, y pueden apegarse aún más a sus posesiones.
Esto puede conducir a un rechazo de ayuda en el futuro.
Hay 2 cosas más, que los acumuladores deben hacer para comenzar a salir del círculo vicioso en el que viven:
La primera es, desapegarse emocionalmente de los objetos, nuevos o acumulados; y la segunda es, comenzar a clasificarlos, y deshacerse paulatinamente de ellos.
Este puede ser un proceso largo y difícil; y quienes acompañen al acumulador, tendrán que armarse de paciencia, y comprender que para él, las cosas no significan lo mismo que para todo el mundo; porque representan su refugio del mundo exterior, su barrera de seguridad, y el lugar en donde han depositado votos de amor y confianza, que deberían haber depositado en seres humanos; y puede por ello, que el acumulador recaiga en la acaparación de objetos, ya que este es el mecanismo que ha desarrollado para suplir carencias emocionales, y si ve su casa vacía, sentirá estas carencias con mucha fuerza.
En dichos casos, el acumulador podría llegar a recoger de la basura, aquello que ya botó, o comprar compulsivamente nuevas cosas.
En el fondo, Doris está muy trastornada, tanto que al irse de la oficina, nos dice que ella continuará en su mundo.
“Can we explore this?”
Comentarios
Publicar un comentario