Fantastic Voyage
Fantastic Voyage
Desde que en 1957 la extinta Unión Soviética pusiese en órbita el Sputnik, primer satélite lanzado al espacio, la tensión entre los bloques se dobló hacia otro cauce: la carrera espacial.
Enlazado a ello, en 1966, solo tres años antes de que Neil Armstrong y Estados Unidos devolviesen la jugada a su rival pisando por primera vez la Luna, Richard Fleischer lanza su propia conquista personal:
Fantastic Voyage.
En aquella década, la Humanidad dirigía sus miradas al cielo, temiendo el amenazador relámpago de la bomba H, o fascinados ante la inminente llegada del hombre al satélite terrestre, era sólo cuestión de tiempo que ocurriese una de las dos cosas.
Afortunadamente, la Humanidad asistió al primer alunizaje del hombre y no al apocalipsis nuclear.
Así, mientras la mayoría quedaba absorta ante la magnificencia y plenitud del espacio, Fleischer se dejó maravillar por la perfección e imprevisibilidad del propio hombre.
Fantastic Voyage cuenta la travesía de unos científicos a través de un lugar jamás explorado antes: el cuerpo humano.
La misión de estos consiste en eliminar el tumor que pone en peligro la vida de un importante científico, para lo cual deben reducir su tamaño al de una partícula e introducirse en el interior del cuerpo.
El planteamiento de Fantastic Voyage se encuadra dentro de la ciencia ficción, incluso yendo más allá cabría subsumirla en su faceta hard, dado el gran asesoramiento científico con el que contó la película, aunque esto último resultaría más peliagudo de discutir.
Sumado a ello, tenemos un desarrollo más propio del cine de aventuras, en el que los protagonistas irán superando diversos obstáculos hasta alcanzar su meta final.
La convivencia entre ambos géneros es total, algo que recuerda mucho a las narraciones de Jules Verne, donde la ciencia es la llave que abre la puerta a la más inverosímil de las aventuras, llena de sorpresas y adversidades.
Adversidades a las que no se debe buscar una justificación externa. Malacostumbrados a ver cómo el enemigo viene de fuera, aquí ocurre al revés.
En esta ocasión, los peligros a los que se enfrentan los protagonistas vienen ocasionados por las propias defensas naturales del sistema inmunológico.
Éste, al detectar la intromisión de extraños, pone en marcha sus mecanismos de defensa, atacando a los supuestos intrusos.
Pero aparte de estos problemas, el grupo deberá hacer frente a los continuos sabotajes llevados a cabo por un miembro de la tripulación.
Estos apuntes no hacen más que recalcar una realidad: el mayor enemigo del hombre es el hombre mismo, criticando de paso la paranoia estadounidense a todo lo foráneo, principalmente de color rojo…
La recreación del tejido neuronal, el torrente sanguíneo, la pared coronaria... es fantástica, así como la capacidad de un magnífico Fleischer para hacer que el viaje sea un tour de force de sensaciones: Claustrofobia, asfixia, alergia... hasta ataques inmunológicos!
A su vez, en Fantastic Voyage asistimos al choque entre dos universos o concepciones.
Por un lado, se encuentra el mundo artificial creado por el hombre, representado por ese subterráneo centro de operaciones, y en el cual se mantiene el orden gracias a la regia organización burocrática.
Como contraposición a éste se encuentra el mundo natural, un universo totalmente nuevo en el que no ha intervenido la mano del hombre.
Mientras que en el primero todo se rige por una cuadriculada planificación y en que los individuos quedan sometidos a las reglas de funcionamiento, en este último hay una mayor cabida a la improvisación dada la espontaneidad del cuerpo humano.
De este modo, todo el viaje que habían planeado meticulosamente va poco a poco modificándose ante las inesperadas alteraciones del organismo.
Y nada mejor para mostrar este conflicto que la alternancia narrativa entre ambos mundos: el exterior o artificial, y el interior o natural, haciendo con ello más evidentes las contradicciones entre uno y otro.
Con el paso de los años, los horizontes del hombre se expanden sin límites hacia el exterior, cuando lo más adecuado sería iniciar una búsqueda interior.
Quizás ahí se encuentre el secreto del universo y la armonía de cada uno.
Del lento pero indetenible revival que comenzaría a experimentar la sci fi en los años 60, éste es posiblemente uno de los títulos más destacados.
La premisa es bastante simple pero a la vez impresionante.
El concepto es sencillamente fascinante.
Como suele pasar con los mejores filmes de sci fi, la premisa es tan absorbente que no resulta necesario dar rodeos en perfiles dramáticos o tridimensionalidad de los personajes.
Fantastic Voyage es una fabulosa lección de anatomía narrada en clave de ciencia ficción, donde el propósito es simplemente maravillar al espectador.
Eso sí, se centra tanto en el viaje y en sus detalles que se olvida un poco del resto de la película.
La trama que inicia la película (el accidente y demás) se medio explica rápidamente, pareciendo más una excusa que una trama un poquito más elaborada.
Esto se culmina con un final en el que aparecen los títulos de crédito una vez acaba el viaje, sin explicar ni contar nada más.
Hubo un tiempo en el que los guionistas de Hollywood vieron en la ciencia un aliciente magnífico para crear thrillers trepidantes o aventuras inimaginables.
De aquí salieron joyas tan ingeniosas y entretenidas.
Si bien había mucha más ficción que ciencia, una cosa hacía únicas a estas películas: El encanto.
La posibilidad de plasmar universos que existen dentro de nuestra cabeza (imaginaria o real) era un campo inagotable de ideas, unas más brillantemente plasmadas y otros menos.
A pesar de que los FX sean bastantes desparejos - los planos generales de la navegación del submarino están ok, pero las peripecias en los pulmones, el oído o el cerebro se ven algo toscas, sin mencionar que la corriente sanguínea parece una gigantesca lámpara de lava - cumplen con su propósito de manera efectiva, el espectador siente una enorme curiosidad de cómo se verá la siguiente escala de la misión en alguno de los órganos del cuerpo humano).
Es precisamente en esa fascinación por descubrir los secretos del cuerpo humano, en que el filme basa su éxito frente a la gigantesca cantidad de agujeros de lógica que plantea el libreto.
Es satisfactoria la experiencia como espectador, midiendo el film con su propia vara, y desde el punto de vista de la platea, el film cumple el propósito planteado en el título: fascinar al espectador.
Desde el punto de vista crítico, es un colador plagado de incoherencias: comenzando por la discusión acerca de la probable utilidad de miniaturizar fuerzas militares; prosiguiendo por la escena de la molécula atómica miniaturizada que potencia al submarino que recupera su tamaño cuando equipo y nave son reducidos a tamaños microscópicos; continuando con las andanzas submarinas de los miembros de la misión, que no utilizan guantes (con lo cual agarran a mano desnuda todo tipo de elementos que flotan en la sangre), ni gorras para el pelo (¿qué pasaría si el pelo de uno de los integrantes del equipo quedara flotando en la sangre?); siguiendo con la inconsistencia de los niveles de presión de aire; el tema de recuperar el tamaño en cuestión de 60 minutos, considerando que al final el traidor y el submarino (así como todo el suero miniaturizado insertado inicialmente con la jeringa) debería recobrar el tamaño original y hacer explotar al cuerpo de Benes desde dentro...
Sin duda es una película que demanda poner el switch del cerebro en off para poder disfrutarla en todo su esplendor visual.
Fantastic Voyage es una película de 1966 dirigida por Richard Fleischer, con un guión a cargo de Harry Kleiner sobre la adaptación de David Duncan, a su vez de una historia de Jerome Bixby y Otto Klement.
Isaac Asimov fue contratado para escribir la novelización de la película, a partir del guión de Harry Kleiner, quien aceptó si podía corregir todos los errores científicos que había en él.
La novela apareció antes que la película, lo cual ha inducido a algunos a pensar que el film es una adaptación de la novela de Asimov.
Está protagonizada por Stephen Boyd (Charles Grant), Raquel Welch (Cora Peterson), Donald Pleasence (Dr Maxwell Michaels), Arthur Kennedy (Dr Peter Duval), William Redfield (William Owens), Edmond O’Brien (General Carter) y Arthur O’Connell (Coronel Reid).
Fantastic Voyage fue ganadora de 2 Oscar a mejor dirección artística y decorados (Jack Martin Smith, Dale Hennesy, Walter M. Scott, Stuart A. Reiss), y efectos visuales; y estuvo nominada también a la mejor fotografía en color, efectos sonoros (Walter Rossi) y montaje.
La fotografía se beneficia de unos decorados deudores de la estética informalista de la pintura expresionista americana.
A pesar de la caducidad de algunos efectos especiales (recordemos que estamos en la era pre-Star Wars y 2001, A Space Odyssey), los decorados y la ambientación son fantásticos, hechos con mimo, muy buen gusto y una gozada para la visión.
Se perdona, por tanto, pecadillos veniales de poner burbujitas rojas representando la sangre de las arterias y las azules, representando la de las venas, ¡como en los libros del colegio!
Destacables resultan los tintes ético- religiosos de los que está bañado el relato, con dos científicos en el submarino debatiendo sobre quien ha creado el milagro de la vida humana, si un ser superior o la evolución, una eterna lucha entre la mística y la ciencia.
Desde que en 1957 la extinta Unión Soviética pusiese en órbita el Sputnik, primer satélite lanzado al espacio, la tensión entre los bloques se dobló hacia otro cauce: la carrera espacial.
Enlazado a ello, en 1966, solo tres años antes de que Neil Armstrong y Estados Unidos devolviesen la jugada a su rival pisando por primera vez la Luna, Richard Fleischer lanza su propia conquista personal:
Fantastic Voyage.
En aquella década, la Humanidad dirigía sus miradas al cielo, temiendo el amenazador relámpago de la bomba H, o fascinados ante la inminente llegada del hombre al satélite terrestre, era sólo cuestión de tiempo que ocurriese una de las dos cosas.
Afortunadamente, la Humanidad asistió al primer alunizaje del hombre y no al apocalipsis nuclear.
Así, mientras la mayoría quedaba absorta ante la magnificencia y plenitud del espacio, Fleischer se dejó maravillar por la perfección e imprevisibilidad del propio hombre.
Fantastic Voyage cuenta la travesía de unos científicos a través de un lugar jamás explorado antes: el cuerpo humano.
La misión de estos consiste en eliminar el tumor que pone en peligro la vida de un importante científico, para lo cual deben reducir su tamaño al de una partícula e introducirse en el interior del cuerpo.
El planteamiento de Fantastic Voyage se encuadra dentro de la ciencia ficción, incluso yendo más allá cabría subsumirla en su faceta hard, dado el gran asesoramiento científico con el que contó la película, aunque esto último resultaría más peliagudo de discutir.
Sumado a ello, tenemos un desarrollo más propio del cine de aventuras, en el que los protagonistas irán superando diversos obstáculos hasta alcanzar su meta final.
La convivencia entre ambos géneros es total, algo que recuerda mucho a las narraciones de Jules Verne, donde la ciencia es la llave que abre la puerta a la más inverosímil de las aventuras, llena de sorpresas y adversidades.
Adversidades a las que no se debe buscar una justificación externa. Malacostumbrados a ver cómo el enemigo viene de fuera, aquí ocurre al revés.
En esta ocasión, los peligros a los que se enfrentan los protagonistas vienen ocasionados por las propias defensas naturales del sistema inmunológico.
Éste, al detectar la intromisión de extraños, pone en marcha sus mecanismos de defensa, atacando a los supuestos intrusos.
Pero aparte de estos problemas, el grupo deberá hacer frente a los continuos sabotajes llevados a cabo por un miembro de la tripulación.
Estos apuntes no hacen más que recalcar una realidad: el mayor enemigo del hombre es el hombre mismo, criticando de paso la paranoia estadounidense a todo lo foráneo, principalmente de color rojo…
La recreación del tejido neuronal, el torrente sanguíneo, la pared coronaria... es fantástica, así como la capacidad de un magnífico Fleischer para hacer que el viaje sea un tour de force de sensaciones: Claustrofobia, asfixia, alergia... hasta ataques inmunológicos!
A su vez, en Fantastic Voyage asistimos al choque entre dos universos o concepciones.
Por un lado, se encuentra el mundo artificial creado por el hombre, representado por ese subterráneo centro de operaciones, y en el cual se mantiene el orden gracias a la regia organización burocrática.
Como contraposición a éste se encuentra el mundo natural, un universo totalmente nuevo en el que no ha intervenido la mano del hombre.
Mientras que en el primero todo se rige por una cuadriculada planificación y en que los individuos quedan sometidos a las reglas de funcionamiento, en este último hay una mayor cabida a la improvisación dada la espontaneidad del cuerpo humano.
De este modo, todo el viaje que habían planeado meticulosamente va poco a poco modificándose ante las inesperadas alteraciones del organismo.
Y nada mejor para mostrar este conflicto que la alternancia narrativa entre ambos mundos: el exterior o artificial, y el interior o natural, haciendo con ello más evidentes las contradicciones entre uno y otro.
Con el paso de los años, los horizontes del hombre se expanden sin límites hacia el exterior, cuando lo más adecuado sería iniciar una búsqueda interior.
Quizás ahí se encuentre el secreto del universo y la armonía de cada uno.
Del lento pero indetenible revival que comenzaría a experimentar la sci fi en los años 60, éste es posiblemente uno de los títulos más destacados.
La premisa es bastante simple pero a la vez impresionante.
El concepto es sencillamente fascinante.
Como suele pasar con los mejores filmes de sci fi, la premisa es tan absorbente que no resulta necesario dar rodeos en perfiles dramáticos o tridimensionalidad de los personajes.
Fantastic Voyage es una fabulosa lección de anatomía narrada en clave de ciencia ficción, donde el propósito es simplemente maravillar al espectador.
Eso sí, se centra tanto en el viaje y en sus detalles que se olvida un poco del resto de la película.
La trama que inicia la película (el accidente y demás) se medio explica rápidamente, pareciendo más una excusa que una trama un poquito más elaborada.
Esto se culmina con un final en el que aparecen los títulos de crédito una vez acaba el viaje, sin explicar ni contar nada más.
Hubo un tiempo en el que los guionistas de Hollywood vieron en la ciencia un aliciente magnífico para crear thrillers trepidantes o aventuras inimaginables.
De aquí salieron joyas tan ingeniosas y entretenidas.
Si bien había mucha más ficción que ciencia, una cosa hacía únicas a estas películas: El encanto.
La posibilidad de plasmar universos que existen dentro de nuestra cabeza (imaginaria o real) era un campo inagotable de ideas, unas más brillantemente plasmadas y otros menos.
A pesar de que los FX sean bastantes desparejos - los planos generales de la navegación del submarino están ok, pero las peripecias en los pulmones, el oído o el cerebro se ven algo toscas, sin mencionar que la corriente sanguínea parece una gigantesca lámpara de lava - cumplen con su propósito de manera efectiva, el espectador siente una enorme curiosidad de cómo se verá la siguiente escala de la misión en alguno de los órganos del cuerpo humano).
Es precisamente en esa fascinación por descubrir los secretos del cuerpo humano, en que el filme basa su éxito frente a la gigantesca cantidad de agujeros de lógica que plantea el libreto.
Es satisfactoria la experiencia como espectador, midiendo el film con su propia vara, y desde el punto de vista de la platea, el film cumple el propósito planteado en el título: fascinar al espectador.
Desde el punto de vista crítico, es un colador plagado de incoherencias: comenzando por la discusión acerca de la probable utilidad de miniaturizar fuerzas militares; prosiguiendo por la escena de la molécula atómica miniaturizada que potencia al submarino que recupera su tamaño cuando equipo y nave son reducidos a tamaños microscópicos; continuando con las andanzas submarinas de los miembros de la misión, que no utilizan guantes (con lo cual agarran a mano desnuda todo tipo de elementos que flotan en la sangre), ni gorras para el pelo (¿qué pasaría si el pelo de uno de los integrantes del equipo quedara flotando en la sangre?); siguiendo con la inconsistencia de los niveles de presión de aire; el tema de recuperar el tamaño en cuestión de 60 minutos, considerando que al final el traidor y el submarino (así como todo el suero miniaturizado insertado inicialmente con la jeringa) debería recobrar el tamaño original y hacer explotar al cuerpo de Benes desde dentro...
Sin duda es una película que demanda poner el switch del cerebro en off para poder disfrutarla en todo su esplendor visual.
Fantastic Voyage es una película de 1966 dirigida por Richard Fleischer, con un guión a cargo de Harry Kleiner sobre la adaptación de David Duncan, a su vez de una historia de Jerome Bixby y Otto Klement.
Isaac Asimov fue contratado para escribir la novelización de la película, a partir del guión de Harry Kleiner, quien aceptó si podía corregir todos los errores científicos que había en él.
La novela apareció antes que la película, lo cual ha inducido a algunos a pensar que el film es una adaptación de la novela de Asimov.
Está protagonizada por Stephen Boyd (Charles Grant), Raquel Welch (Cora Peterson), Donald Pleasence (Dr Maxwell Michaels), Arthur Kennedy (Dr Peter Duval), William Redfield (William Owens), Edmond O’Brien (General Carter) y Arthur O’Connell (Coronel Reid).
Fantastic Voyage fue ganadora de 2 Oscar a mejor dirección artística y decorados (Jack Martin Smith, Dale Hennesy, Walter M. Scott, Stuart A. Reiss), y efectos visuales; y estuvo nominada también a la mejor fotografía en color, efectos sonoros (Walter Rossi) y montaje.
La fotografía se beneficia de unos decorados deudores de la estética informalista de la pintura expresionista americana.
A pesar de la caducidad de algunos efectos especiales (recordemos que estamos en la era pre-Star Wars y 2001, A Space Odyssey), los decorados y la ambientación son fantásticos, hechos con mimo, muy buen gusto y una gozada para la visión.
Se perdona, por tanto, pecadillos veniales de poner burbujitas rojas representando la sangre de las arterias y las azules, representando la de las venas, ¡como en los libros del colegio!
Destacables resultan los tintes ético- religiosos de los que está bañado el relato, con dos científicos en el submarino debatiendo sobre quien ha creado el milagro de la vida humana, si un ser superior o la evolución, una eterna lucha entre la mística y la ciencia.
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