Se7en

“Seven deadly sins.
Seven ways to die.”

¿Hay esperanza de cambio para las pervertidas y egoístas acciones de la especie humana?
Parece que no, nuestros males se cronifican desde tiempos eternos.
¿Quién es inocente aquí?
¿Quiénes son los buenos y quienes los malos?.
En su visión existencial, el ser humano representa uno de los mayores males que existe.
Sin él, el mundo iría mucho mejor.
Cometemos actos capitales a cada segundo, pero nadie le da importancia.
El sistema es regido por una serie de normas de las que no escapamos, y en ellas éste tipo de pecados se eximen de cualquier escándalo.
Los Siete Pecados Capitales son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas del cristianismo para educar a sus seguidores acerca de la moral cristiana.
La Iglesia católica romana divide los pecados en dos categorías principales:
Pecado Venial: aquellos que son relativamente menores y pueden ser perdonados a través del sacramento.
Pecado Mortal: los cuales, al ser cometidos, destruyen la vida de gracia y crean la amenaza de condenación eterna a menos que sean absueltos mediante el sacramento de la penitencia, o siendo perdonados después de una perfecta contrición por parte del penitente.
Comenzando a principios del siglo XIV, la popularidad de Los Siete Pecados Capitales como tema entre los artistas europeos de la época finalmente ayudó a integrarlos en muchas áreas de la cultura y conciencia cristiana a través del mundo.
El listado de los siete pecados capitales lo confeccionó el papa romano san Gregorio Magno (circa 540-604) en el siglo VI.
Más tarde, el poeta Dante Alighieri utilizó el mismo listado en su obra La Divina Comedia (c. 1308-1321).
La teología de «El Purgatorio», la segunda parte del poema La Divina Comedia, casi ha sido la mejor fuente conocida desde el Renacimiento (siglos XV y XVI), y muchas interpretaciones y versiones posteriores, especialmente derivaciones conservadoras del protestantismo y del movimiento cristiano pentecostal han postulado temibles consecuencias para aquellos que cometan estos pecados como un tormento eterno en el Infierno, en vez de la posible absolución a través de la penitencia en el Purgatorio.
Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno.
Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios.
Ellos son: la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza.
Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal.
Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está principalmente inclinada.
The Silence Of The Lambs (1991) fue el primer film policial que trató seriamente de incursionar en la mente de un asesino serial, en lo que se llama psicología forense.
Pero en realidad el film Se7en o Seven de David Fincher no es un policial o un film de horror.
Uno no ve sangrientas muertes o hay un proceso investigativo que juegue con las expectativas de culpabilidad de una lista de sospechosos.
En realidad Se7en es un film de debate sobre la paranoia del horror urbano.
Nos sumerge en un laberinto de intriga muy denso, sórdido, patógeno, donde la cordura se va perdiendo para dar lugar las situaciones más aberrantes y truculentas.
En el thriller el objetivo es provocar la tensión máxima en el espectador, ya que “to thrill” significa emocionar, entusiasmar, y el nombre thrill significa estremecimiento.
No hay duda de que Se7en cumple con ésta definición en grado superlativo, pues es el thriller más espeluznante de la década de los 90, y no sólo eso, además un discurso apocalíptico que desmenuza sin compasión los clichés del cine policiaco y a una sociedad moribunda, desquiciada, estéril.
No sólo el cine policiaco, sino las películas de las parejas imposibles de policías, cuya moda empezó en los 90s, la investigación hiperbólica de asesinatos, que alcanzó el cénit con la serie de televisión CSI, el cine negro oriental estilizado y sonámbulo, incluso el cómic noir de vena más salvajista, se dan de la mano en Se7en.
En aquel momento no se podía ir más lejos, y hasta los títulos de crédito finales, que pasan en dirección contraria a los habituales, significan una voluntad de reinvención.
Se7en va lo más lejos posible sin caer en la parodia, con un psicópata que es más un ángel exterminador cumpliendo una misión divina, que un loco de morbosas compulsiones insatisfechas.
“Gluttony • Greed • Sloth • Envy • Wrath • Pride • Lust”
Se7en es una película estadounidense de suspense estrenada en 1995.
La cinta está protagonizada por Brad Pitt, Morgan Freeman, Gwyneth Paltrow, ENORME Kevin Spacey, John C. McGinley, Richard Roundtree, R. Lee Ermey, Leland Orser y Richard Schiff.
Narra la historia de dos detectives de la policía que van en busca de un asesino en serie.
La película fue dirigida por David Fincher (esta es su segunda película) y escrita por Andrew Kevin Walker.
Estuvo nominada al Oscar como Mejor montaje.
La trama nos habla de los detectives Somerset (Freeman) y Mills (Pitt) no hacen más que recoger los pedazos, tal como reflexiona Freeman en un determinado momento.
Asistimos al horror del rastro que deja el asesino, pero nunca lo vemos en acción. En realidad Se7en se divide en dos temas: la incursión a la mente del asesino y el debate sobre la decadencia de la sociedad urbana.
Mientras que el primer punto está bien construido pero aún así tiene algo de estándar - con algo de tiempo cualquier escritor puede elaborar a un asesino exótico -, lo que le da verdadero peso a Se7en es su segunda línea temática.
La ciudad donde se cometen los asesinos es verdaderamente deprimente, y todos los exteriores respiran polución.
Es una megapolis deteriorada moralmente, en donde los individuos viven en sus mundos particulares y reina la apatía.
El cuerpo social está enfermo y los asesinos seriales vienen a ser los tumores de dicha enfermedad; entre millones de individuos enajenados, castrados moral y emocionalmente, suele surgir alguno que decide ir un paso más allá y se transforma en asesino serial.
El perfil que adopta Morgan Freeman es de una especie de detective “zen”, un individuo que ha creado una filosofía propia para poder mantenerse ajeno al horror que debe presenciar todos los días.
No es difícil imaginar a Freeman y Pitt como cazadores de monstruos reales viviendo en un mundo de pesadilla.
Es un film de debate tanto en términos morales como intelectuales.
Es también el triunfo de la postura del detective Somerset, quien piensa que un grupo de individuos no puede forzar el cambio de toda una sociedad.
Hay un duelo de ingenio impecable entre los policías y el asesino, pero el mal termina por vencer simplemente porque es el símbolo de toda una sociedad corrupta: es la fuerza de la mayoría.
Se7en comparte trozos de cine negro, de «psycho thriller», de thriller de asesinos en serie y de las «buddy movies».
A raíz del estreno de Se7en se hicieron una serie de películas sobre psicópatas metódicos con un fin «intelectual» en su discurso, pero ninguno de estos filmes logró el impacto que causó Se7en.
De hecho esta película junto con “Cube” inspiró la saga de películas de terror, misterio y gore SAW.
En una entrevista con la revista Cine fantastique, el guionista Andrew Kevin Walker dijo que la mayor influencia que tiene el guion proviene de su estancia en la ciudad de Nueva York, tiempo que dedicó a escribir.
Curiosamente, en toda la película no se nombra la ciudad en la que se desarrolla la acción.
Los actores se limitan a decir: esta maldita ciudad, aquí... etc.
Se7en nos sumerge en una gran urbe sin nombre pero reconocible: con sus vías multicarril colapsadas por el tráfico, sus grandes y suntuosos edificios conviviendo con los callejones de mala muerte, habitada por gentes del más diverso pelaje y cuyas entrañas nos imaginamos recorridas por túneles de metro y tugurios donde malgastar las noches.
Una ciudad palpitante que es un personaje más.
Sentimos, desde las primeras imágenes, su afán opresor sobre los que la habitan.
Incluso parece que la climatología, con esa lluvia constante y pegajosa que aparece durante buena parte del metraje, se alía en contra de sus habitantes.
Una ciudad en la que no nos extraña que comiencen a escalonarse una serie de crímenes espeluznantes.
Las calles llenas de gente, habitantes ruidosos y una opresiva lluvia que parece interminable fueron parte fundamental de Se7en.
Fincher quería mostrar una ciudad que fuese sucia, violenta, contaminada y a menudo deprimente.
Visualmente y estilísticamente esa fue la forma en que retrató este mundo.
Todo lo necesario para ser tan auténtica y cruda como fuese posible.
La idea de Fincher era la de crear, a través de un criterio minimalista, un lugar que pudiera ser cualquier gran ciudad americana, con aspecto hundido y decadente, donde nada funcionara y la sociedad estuviera desmoronándose.
Un mundo corroído que reflejara la decadencia moral y social alrededor de los personajes, para hacer una película de cine negro moderno.
A este fin, Fincher trabajó con Arthur Max para crear un mundo sombrío.
Creó un escenario que refleja el decaimiento moral de sus habitantes.
Todo se está cayendo a pedazos y nada está funcionando adecuadamente.
La melancolía de Se7en, oscura, fue creada mediante un proceso llamado “bleach bypass”, a través del cual la cantidad de brillo en la película se vincula dependiendo de la oscuridad, imágenes sombrías en la película e incremento global de calidad tonal.
El extensivo uso del “bleach bypass” realizado en la película por el director de fotografía Darius Khondji ha sido destacado como una gran influencia para las técnicas fotográficas del cine contemporáneo, especialmente a finales de la década de los 90.
Además, Se7en propone una revolucionaria y no siempre valorada en su mérito, forma de entender la postproducción.
De ahí la importancia de la transformación de la imagen, ese final en un terreno ocre, que fue filmado en un ambiente verde y lleno de vida, en algo que adquiere rango estético por la integración absoluta de las decisiones de la fotografía y el diseño de producción en el estado anímico y el viaje emocional de sus personajes.
En esto gran parte de la responsabilidad recae en el genial operador Khondji, que encuentra una complicidad total con el director a la hora de estilizar hasta la abstracción esta historia en los límites de la sordidez y lo siniestro.
Los objetivos Primos de su cámara proporcionan una textura muy realista y urbana a este largometraje, además de otorgar a sus secuencias de acción un aspecto muy inmediato y vibrante.
Así mismo fue muy inteligente el uso, por parte del operador y el director, del formato Super35 mm, con una cámara Aaton para los planos cámara en mano tremendamente expresiva, con un ancho de negativo mucho mayor que permite reinterpretar en postproducción la planificación.
Khondji llevó aquí al máximo, en el trabajo que le hizo estrella, el empleo de impresión technicolor conocido como ENR, que retiene las partículas de plata del negativo, proporcionando una imagen de gran contraste con negros muy intensos.
Ahí están esos negros, en los planos cortos de la película, como quizá nunca se habían visto hasta entonces en una pantalla de cine.
Fueron programadas 12 ó 13 semanas de rodaje, con jornadas de 18 a 20 horas…
Entornos de trabajo de filmación siempre lluviosos que hacían que L.A. pareciese New York o Filadelfia, convirtiéndose en una ciudad sin nombre, interiores con humos eternos que provocaron una tos crónica en los miembros del rodaje…
Todo eso se palpa en la pantalla.
Este guión demencial de Andrew Kevin Walker exigía quizá una experiencia en rodaje tan agotadora y claustrofóbica como los sentimientos que desean provocarse en el espectador.
Muchos se quedarán con la lógica retorcida y finalmente incoherente de esta trama enrevesada y apasionante que nos conduce sin pausa y sin piedad por un pesadillesco túnel dentro de siete asesinatos basados en los pecados capitales.
Otros podemos relativizar el alcance de su historia y adentrarnos más en la riqueza de sus personajes y en la insuperable puesta en escena que los acompaña.
Dentro de los múltiples ejemplos del ajado film de pareja de detectives con características contrapuestas, ya sea ideológicas, raciales, generacionales o de temperamentos distantes, alejándose del típico detective solitario con aura de perdedor que establecía el cine negro de los años 30 y 40, Se7en es una de las propuestas más ingeniosas jamás presentadas en este subgénero de thriller criminal.
Es gratificante observar el mimo de Fincher en cuidar a David Mills (Brad Pitt) su interpretación es muy irregular, por momentos bueno, en otros no te lo crees y en el resto del metraje se limita a cumplir, el problema es que uno de los momentos en que no te lo crees es la escena final, el colofón a la película y donde termina completamente eclipsado por el gran Kevin, y William Somerset (espléndido, como acostumbra Morgan Freeman), dos personajes elaborados que resultan antagónicos, como dos caras de una misma moneda.
Baste observar sus primeras secuencias por separado:
Comenzamos con Somerset, que es un detective hastiado y casi sin energía vital, en su pulcritud, poniéndose su chaqueta de la que recoge un pelo…, respetando el escenario de un crimen pasional.
Al quedarse dormido, empleando para ello un metrónomo, comienzan los famosos títulos de crédito, una soberbia pieza de video arte que anticipa el tono, el aspecto visual y la oscuridad del relato, que bien podrían ser una pesadilla premonitoria del propio Somerset… o una pesadilla del propio Mills, pues al terminar los créditos, se despierta el personaje de Pitt.
David Mills se despierta, toma café, no como Somerset, que lo tiró al fregadero en su secuencia inicial y luego lo desdeña cuando se lo lleva al escenario del primer crimen que comparten, elige su corbata de entre varias arrugadas, al contrario que la de Somerset.
Una vez se conocen, comienzan a hablar en la calle.
Somerset camina tranquilo entre la riada de gente que anda en dirección contraria a ellos, mientras que Mills tiene que ir esquivándolos y termina chocando con alguno.
Somerset mantiene la calma, pero a Mills se le ve tenso.
¿Qué expresa Fincher con esta puesta en escena?
La comodidad de Somerset en ese ambiente opresivo y el hecho de que Mills no está preparado aún para soportarlo.
Esto es una puesta en escena brillante, y la presentación y confrontación previa de ambos personajes en su intimidad es una presentación excelente de personajes.
Este dúo protagonista, y las motivaciones derivadas de su personalidad, son el motor verdadero de una historia que podría haber resultado mucho más predecible y monótona con unos actores menos entregados, y un director no tan pendiente de sus rostros.
La aparición final de Kevin Speacy como ese ángel de la muerte indestructible, es una creación escalofriante de un intérprete singularísimo, guiado con astucia por Fincher, que le empuja a un gran esfuerzo en el clímax final.
Spacey confecciona, en poquísimos minutos, uno de los villanos más interesantes que recuerdo junto con el gran Hannibal Lecter, un personaje tan brillante como trastornado, con un peculiar sentido de la justicia e incluso de la victoria, un personaje tan hábil y manipulador como cruel y, a su modo, coherente, un personaje que además va acompañado de una interpretación excelente y que nos brinda un discurso en el tramo final impagable, pero es sobre todo la corta actuación de Spacey lo que más valor le da al film desde mi punto de vista.
Ese momento cuando éste llega a la estación principal de policía y grita en diversas ocasiones "Detective" y éste está lleno de sangre, es sin lugar a dudas un momento vibrante en el que cualquiera se podría echar las manos a la cabeza.
¿De quién era esa sangre?
Bueno, es algo que ya todos sabemos...
En él la sorpresa tiene el valor de la catarsis, la transformación del policía en asesino y del psicópata en mártir, un iluminado, casi, dispuesto a limpiar con su talento creativo y carnicero, a la Tierra de los ‘impuros’, los inmerecedores, arrancando del espectador las últimas gotas de seguridad que podían quedarle.
Por otro lado, y resumiendo la parte de la producción, el montaje magistral de Richard Francis-Bruce; la música vanguardista y fuera de parámetros, de Howard Shore se han encargado de despojarnos de toda esperanza, nos han sometido a la prueba más dura.
Su intensidad, su expresividad netamente cinematográfica queda ahí, como uno de los ejemplos de género más auténticos y sorprendentes en muchos años de cine. Fincher se había hecho autor a base de detallismo y pasión.
Y mucho mérito tiene su director, quien logra captar la atención del público desde los primeros fotogramas, con el primer caso, en donde vemos por anticipado el estilo crudo y salvaje del filme.
Y claro que hay mucho de arriesgado en un guión así, y mucho más con tamaño desenlace, el cual según mi criterio, debería estar enmarcado como uno de los mejores finales de todos los tiempos.
Fincher no busca el facilismo, al contrario, se juega con una narración "shockeante" de principio a fin, la cual va aumentando en intensidad hasta el clímax más morboso que uno pueda imaginarse.
Desde mi punto de vista, un modelo a tener en cuenta cuando hablamos de thrillers sobre serial-killers.
Queda catalogada como una obra muy importante del género, de la cual hay muchos elementos que debemos tener en cuenta para saberla valorar en su justa medida:
Un sólido guión que estremece por su dureza y el inteligente planteo del conflicto principal, de la mano de actuaciones convincentes, soberbias que dan el marco perfecto para que las circunstancias sean absolutamente creíbles y lleguen a compenetrar al espectador en la narración.
De la mano del siempre bien ponderado Morgan Freeman, el filme gana en experiencia y solvencia histriónica, mientras que en Brad Pitt uno encuentra el correcto complemento en los protagónicos.
“La Biblia es para los psicópatas”
(John Lennon)
¿Quién habría sospechado que una truculenta y perturbadora investigación policíaca para descubrir a un asesino en serie tendrían un parecido tan asombroso con una obra de arte?
El asesinato es la forma de arte que sugiere el guión, magistrales muertes perfectamente diseñadas y estilizadas, el crimen se justifica según el asesino que solo mata a altos pecadores que toman a los pecados capitales como formas de vida.
Qué tanto puede resistir la conciencia humana ante el azote de siete demonios que jalan el carruaje cual caballos desbocados.
No luchen contra ellos… solo contrólenlos y mantengamos ocultos como la caja de Pandora y solo alguien supremo les dará la llave para que estos demonios nunca sean liberados.
Fue el film de los pecados capitales sacados de varios cuentos, historias y relatos pero sobretodo de la Divina Comedia de Dante.
Cada asesinato tenía su pecado, en algunos momentos más explicados claramente que otros, pero que investigando todo cuadra a la perfección.
Es sin duda un film muy trabajado.
Durante la película, se da cuenta de que “John Doe” utiliza la guía de pecados que Dante Alighieri hizo en su famosa obra La Divina Comedia, empezando por la gula, hasta la envidia e ira.
“proepropere laute nimis ardenter”
La gula es un vicio del deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida.
Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas (siempre siguiendo los conceptos de la religión):
Comer o beber en exceso de lo que el cuerpo necesita.
Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en detrimento de la salud.
Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico.
Comer o beber vorazmente dándole más atención a la comida que a los que nos acompañan.
Desperdiciar la comida estando en la misma categoría que la de comer más de lo que necesita el cuerpo.
Actualmente la gula se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida.
En cambio en el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado.
Marcado por el consumo excesivo de manera irracional o innecesaria, la gula también incluye ciertas formas de comportamiento destructivo.
De esta manera el abuso de substancias o las borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula.
En la Divina Comedia de Alighieri, los penitentes en el Purgatorio eran obligados a pararse entre dos árboles, incapaces de alcanzar y comer las frutas que colgaban de las ramas de estos y por consecuencia se les describía como personas hambrientas.
La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo.
El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida.
Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo.
Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo.
En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo.
De esta manera el “glotón” se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo.
El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro.
En Se7en, el hombre obeso que encuentran asesinado fue obligado a comer y seguir comiendo, ya que John le apuntaba con una pistola y una vez lo golpeó con esta.
También paró la tortura dos veces para ir a comprar más comida.
Tenía un balde para el vómito.
La garganta se inflamó y hubo hemorragia interna, lo que causó su muerte.
Su demonio es Belcebú o Beelzebub deriva etimológicamente de "Ba'al Zvuv" que significa "El Señor de las Moscas".
La virtud para vencerla es la Templanza, moderación en el comer y en el beber
“Radix omnium malorum avaritia”
La avaricia es una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas.
La codicia (o a veces la avaricia) se considera un pecado capital, y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un vicio.
En efecto, al tratarse de un deseo que sobrepasa los límites de lo ordinario o lícito, se califica con este sustantivo actitudes peyorativas en lo referente a las riquezas.
La codicia es un término que describe muchos otros ejemplos de pecados.
Estos incluyen deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar.
Búsqueda y acumulación de objetos, estafa, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por la avaricia.
Tales actos pueden incluir la simonía (la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales).
La avaricia (en latín, avaritia) es como la lujuria y la gula, un pecado de exceso.
Sin embargo, la avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular.
Tomás de Aquino escribió que la avaricia es:
«Un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales».
En el Purgatorio de Dante, los penitentes eran obligados a arrodillarse en una piedra y recitar los ejemplos de avaricia y sus virtudes opuestas.
El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.
La avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.
En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados.
Por un lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas.
Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia, la caridad que todos le debemos al menesteroso.
La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un “no dar”, más aun en privar a otros de sus bienes para tener más que retener.
Por otro lado, el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí.
Se utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo.
Son “hijos” o faltas menores de la avaricia: el fraude, el dolo, el perjurio, el robo y el hurto, la tacañería, la usura, etc.
Su demonio es Mammon, que fue personificado comúnmente como el demonio de la avaricia, de la riqueza y de la injusticia.
La virtud para vencerla es la Generosidad, dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.
En Se7en, un abogado que en palabras de John Doe era «un sinvergüenza que se pasó la vida liberando asesinos, violadores y secuestradores».
Basándose en la obra de Shakespeare “El Mercader De Venecia”, que en un texto decía: «un kilo de carne, sin huesos ni nervios», refiriéndose a un kilo de carne que había de arrancarse, decidió que la carne sobraba de su vientre, las bien conocidas «llantitas», y provocó un desangramiento hasta la muerte.
“acedia accidia pigritia”
La pereza es el más «metafísico» de los pecados capitales, en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo.
Es también el que más problemas causa en su denominación.
La simple «pereza», más aún el «ocio», no parecen constituir una falta.
Hemos preferido, por esto, el concepto de «acidia» o «acedía».
Tomado en sentido propio es una «tristeza de ánimo» que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran.
Pereza es la negligencia, tedio o descuido en realizar acciones, movimientos o trabajos.
Se le conoce también como gandulería, flojera, haraganería, holgazanería; entre otros términos que pueden incluso llegar a ser peyorativos.
La religión cristiana, clasifica la pereza como un vicio capital ya que generan otros pecados, si bien antiguamente se la denominaba acedía o acidia, concepto más amplio que tenía que ver con la tristeza o la depresión.
Son efectos de la pereza:
La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con notable defecto.
La inconsistencia en el bien, la continúa inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada.
Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a poner manos a la obra y se abandona a la inacción.
La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno a sus propias pasiones.
La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres.
La curiosidad o desordenado prurito de saber, ver, oír, que constituye la actividad casi exclusiva del perezoso.
En el caso de los seres humanos (y otros animales), tenemos un cerebro muy grande y que consume mucha energía (20% del total que necesita el cuerpo), tanto si se usa, como si no.
No utilizarlo supone un desperdicio de energía.
Para evitarlo, una sensación desagradable, el aburrimiento, evita dejar inactivo el cerebro y otra agradable, la curiosidad, mueve al individuo a buscar algún tipo de actividad interesante, aunque no haya una necesidad inmediata.
Las actividades no tienen por qué ser puramente mentales; sirve cualquier actividad en la que intervenga el cerebro, desde leer hasta hacer deporte.
A las personas que evitan realizar cualquier actividad se les llama vagos.
Las causas para tener dicha tendencia pueden ser variadas, desde mala alimentación o enfermedades o simplemente que las actividades que realizan no les resultan beneficiosas.
En el fondo, la acidia se identifica con el “aburrimiento”.
Pero no con ese aburrimiento objetivo que nos hace escapar de una cosa, de una situación o de una persona en particular.
Más bien se refiere al “aburrimiento” que sentimos frente a la existencia toda, frente al hecho de existir y de todo lo que esto implica.
La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil.
Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos aquello que debemos “hacer” en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que me causa “horror”; se transforma en un vacío que me angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta.
De hecho ‘aburrimiento’ significa originariamente “ab horreo” (horror al vacío).
Decíamos que la acidia es el más metafísico de los pecados capitales porque implica no asumir los costos de la existencia, de escapar constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe.
Su demonio es Belfegor, un demonio que ayuda a la gente a hacer descubrimientos.
Los seduce a través de inventos ingeniosos que supuestamente les proporcionará riquezas.
La virtud para vencerla es la Diligencia, prontitud de ánimo para obrar el bien.
En Se7en, un tipo que se hacía llamar Victor; encuentran sus huellas en la escena del crimen de «la avaricia», por lo que van a investigar.
En su apartamento descubren su cuerpo, amarrado a una cama y con fotos, la primera de un año antes exactamente.
Le falta una mano que había sido usada en la escena del crimen para inculparlo. Un policía, al acercársele mucho, se lleva un susto, pues Victor no está muerto sino en coma.
El médico dice que no puede hablar, pues la capacidad cerebral se ha visto dañada por culpa de la tortura; además, se ha arrancado la lengua a mordiscos y sus músculos están atrofiados.
Muere en el hospital.
“appetitus inorditatus delectationis venerae”
Se le llama lujuria (del latin luxus: abundancia, exuberancia) a un deseo sexual desordenado e incontrolable.
Para la Iglesia católica romana es un pecado capital, para el hinduismo es a su vez uno de los cinco males.
La lujuria son los pensamientos posesivos sobre otra persona.
Debido a su intrínseca relación con la naturaleza sexual, la lujuria en su máximo grado puede llevar a compulsiones sexuales o psicológicas y/o transgresiones, incluyendo la adicción al sexo, el adulterio y la violación.
El concepto que Dante tenía de la lujuria era el amor hacia otras personas, lo que pondría a Dios en segundo lugar.
El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos.
El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual.
Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.
Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara:
La reproducción y la perpetuación de la especie.
La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción vacía, sin sentido, que de alguna manera nadifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios.
Su demonio es Asmodeus o "El Veneno de Dios" es uno de los nombres que se le da a Lucifer tras tentar a Eva con el fruto de uno de los árboles prohibidos (el del conocimiento del bien y del mal), tras su caída se emparejó con Lilith, la primera mujer de Adán y con ella engendró miles de demonios.
La virtud para vencerla es la Castidad, lograr el dominio de los apetitos sensuales.
En Se7en, John Doe había mandado fabricar un cinturón con una cuchilla por delante.
Un hombre y una prostituta son obligados a copular usando la cuchilla, lo que provoca heridas fatales en la vagina y órganos internos.
El cuerpo de la prostituta no se muestra, pero el hombre que fue obligado a tener sexo con ella está seriamente perturbado y no puede hablar, además de que la policía tiene bien cuidada la escena del crimen.
“vanitas vanitatum omnia vanitas”
Soberbia (del latín superbia) y orgullo (del francés orgueil), son propiamente sinónimos aún cuando coloquialmente se les atribuye connotaciones particulares cuyos matices las diferencian.
Otros sinónimos son: altivez, arrogancia, vanidad, etc.
El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego.
Por ejemplo, una persona orgullosa o soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón o ayuda.
En casi todas las listas de pecados, la soberbia es considerada el original y más serio de los pecados capitales, y de hecho, es también la principal fuente de la que derivan los otros.
Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros.
Genéricamente se define como la sobrevaloración del Yo respecto de otros por superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo, situación o bien en alcanzar un estatus elevado y subvalorizar al contexto.
También se puede definir la soberbia como la creencia de que todo lo que uno hace o dice es superior, y que se es capaz de superar todo lo que digan o hagan los demás.
También se puede tomar la soberbia en cosas vanas y vacías (vanidad) y en la opinión de uno mismo exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).
De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores:
La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás.
Así mismo, consiste en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás.
La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras.
Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros.
El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas.
La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso.
La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento.
La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen.
La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades.
Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes.
La desobediencia: es la infracción del precepto del superior.
Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios.
Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.
La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión.
Según la Biblia, este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual que Dios. La soberbia fue lo que caracterizó todo el proceso de rebeldía, Satanás y los suyos pretendían asemejarse a Dios.
Lucifer era un ángel muy hermoso que por soberbia se rebeló contra Dios, queriendo ser como él, y fue denigrado como castigo, junto con el ejército de ángeles rebeldes que arrastró consigo, siendo desde ese momento reconocido como un Ángel caído.
Desde su rebelión es denominado "adversario" (en hebreo Satán -Satanás-).
La virtud para vencerla es la Humildad, reconocer que de nosotros mismos solo tenemos la nada y el pecado.
En Se7en, el asesino le corta la cara a una mujer que era reconocida por su rostro y tenía dos opciones: llamar a emergencias y vivir pero sin su rostro, o tomar unas pastillas que tiene en la otra mano y morir.
La mujer toma las pastillas.
“tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae”
La envidia es definida como desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria.
De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el prójimo.
La envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.
La envidia se puede encuadrar dentro de la emulación o deseo de poseer algo que otro posee.
Siendo en este caso que lo envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual.
La envidia sería el sentimiento de desagrado por no tener algo y además de eso el afán de poseer ese algo.
Esto puede llegar a implicar el deseo de privar de ese algo al otro en el caso de que el objeto en disputa sea el único disponible.
Dante Alighieri en el poema de El Purgatorio, define la envidia como:
"Amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos."
El castigo para los envidiosos es el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.
En la edad media el famoso cazador de brujas, el cardenal Peter Beasbal le atribuyó a la envidia el demonio llamado Leviatán, un demonio marino y que era sólo controlado por Dios.
La virtud para vencerla es la Caridad, desear y hacer siempre el bien al prójimo
En Se7en, John Doe es el penúltimo pecado y la esposa de Mills la última víctima.
Luego de que una camioneta de servicios postales se acerca al lugar donde suponen que encontrarán los cuerpos Mills se queda con John.
Cuando Somerset se da cuenta de lo que tiene la caja, corre hacia Mills.
John, a base de indirectas, le hace saber a Mills que fue a visitar a su esposa, pues envidiaba su vida.
Aquí podemos intuir que se trata del hombre al que Mills, en tiempo atrás, no recordaba el nombre…
Quiso jugar a ser un esposo ejemplar, pero no lo consiguió, y se llevó de recuerdo su cabeza, matándola y también matando al bebé que hubiera llegado a nacer.
“appetitus inordinatus vindictae”
La ira es una emoción que se expresa con enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.
Los efectos físicos de la ira incluyen aumento del ritmo cardíaco, presión sanguínea y niveles de adrenalina y noradrenalina.
La ira puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado.
Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial, llevando a hacer justicia por sus propias manos, fanatismo en creencias políticas y religiosas que generalmente deseando hacer mal a otros.
Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación.
Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.
La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal, aunque uno puede tener ira por egoísmo, por ejemplo, por celos.
Hay también pecado en la aplicación de la venganza, aunque esta sea legítima, cuando uno se deja dominar por ciertos movimientos inmoderados de la pasión. De esta manera la ira se convierte en pecado gravísimo porque vulnera la caridad y la justicia.
Son hijos de la Ira: el maquiavelismo, el clamor, la indignación, la contumelia, la blasfemia y la riña.
La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo.
Dante describe a la ira como:
«Amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».
Su demonio es Amon en demonología es un marqués del infierno el cual comanda cuarenta legiones de demonios.
Él cuenta las cosas del pasado y del futuro.
La virtud para vencerla es la Paciencia, sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.
En Se7en, David Mills es el último pecado tras hacer de John Doe la víctima.
Después de comunicarle a Mills el asesinato de su mujer, éste comienza a balbucear, mientras Somerset, que está regresando de la furgoneta donde acaba de ver la cabeza de la esposa de Mills en una caja recibida por mensajero (el espectador no ve la cabeza), no para de gritarle que tire la pistola con la que apunta a Doe.
Somerset trata de convencerlo de que, si dispara a John, éste habrá ganado.
Mills, cegado por «la ira», le dispara varias veces.
Es arrestado y conducido en un coche de policía, seriamente perjudicado mentalmente, a la cárcel.
El 10 de marzo de 2008, el regente del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano, cardenal Gianfranco Girotti, presentó la siguiente lista, que ha sido divulgada ampliamente por los medios de comunicación, con la denominación de pecado social o nuevos pecados capitales:
Realizarás manipulaciones genéticas.
Llevarás a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones.
Contaminarás el medio ambiente.
Provocarás injusticia social.
Causarás pobreza.
Te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común.
Consumirás alcohol.
Por tanto la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia, los tradicionales siete pecados capitales enumerados por el papa Gregorio I hace 1500 años y recogidos después por Dante Alighieri en La Divina Comedia, se habían quedado obsoletos para el mundo globalizado de hoy.
Así que el Vaticano ha decidido modernizar la lista exhibiendo una atención especial hacia los llamados «pecados sociales», aquellos cuya comisión va en contra de la justicia en las relaciones entre persona y persona, entre la persona y la comunidad, y entre la comunidad y la persona.
El resultado son siete nuevos pecados capitales, que condenan como ofensas a Dios acciones tales como enriquecerse a costa de los demás o algunas investigaciones científicas con implicaciones bioéticas.
Volviendo a Se7en…
¿Quién podía imaginarse que el mismo asesino, la misma persona que condena con dolor y sufrimiento los pecados de la gente, acaba siendo pecador?
¿Y quién podía imaginarse que la persona que debe acabar con el asesino y atraparlo, sea víctima del asesino y sea pecador, y justo por eso asesino?
Yo seguro que no, y creo que nadie.
Al final de Se7en, Brad Pitt tendrá la llave para controlar al demonio de la ira y será su decisión… contenerlo o liberarlo… desencadenando el infierno que caerá sobre él.
El verdugo esta cerca… la bestia acéfala.
El final de Se7en….
Curiosamente, durante toda la película el número 7 está muy presente.
El director David Fincher en el principio de la película hace caminar a los protagonistas por una calle donde el número de todos los portales comienzan por 7 (753, 748, 757...).
Por otro lado, al exponer su amargo final - defendido a muerte por David Fincher y Brad Pitt -, la película se transforma en un auténtico clásico, porque el clímax sólo representa la conclusión lógica de lo que está trazado como tragedia desde el principio.
Sin dudas es un film fascinante.
La conclusión deja un sabor amargo en el paladar, como una cumbre emocional que no es la esperada pero que aún así se agradece por el descanso ante tanto horror.
El cine recobra su capacidad para convertir los terrores de la sociedad del presente en una ficción, que es una parábola de la inseguridad ciudadana, de la imposibilidad de las fuerzas del orden para sofocar el lado siniestro de la humanidad.
El bien y el mal se funden en un instante, indisociables.
Ya no hay luz ni tinieblas, sino todo lo contrario.

“Wanting people to listen, you can't just tap them on the shoulder anymore.
You have to hit them with a sledgehammer, and then you'll notice you've got their strict attention”



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