Das Experiment

“Probanden gesucht.
Verdienen Sie 4000 Mark für einen 14-Tage-Experiment in einem simulierten Gefängnis”
(Se requieren sujetos para prueba.
Gane 4 mil marcos en un experimento de 14 días en una prisión simulada)

¿Por qué el ser humano es capaz de obedecer sin objetar?
Esta es una pregunta, que varias personas se han planteando, incluyéndome.
Socialmente, necesitamos sentirnos integrados, eso es indudable.
Es por ello, que nos adaptamos a todo tipo de situaciones, actuando muchas veces como método de integración.
Para interiorizarnos más en el tema, señalaré los 2 tipos de conformidad:
Sumisión y aceptación.
Imaginemos un juego superrealista:
Tomemos una veintena de candidatos, todos varones, jóvenes, y entusiasmados por la promesa de una fuerte suma de dinero al terminar.
Elijamos el decorado, una prisión moderna, automatizada, equipada con cámaras en cada pasillo, y totalmente cerrada al mundo exterior.
Dividamos a los candidatos en 2 grupos:
Los que tienen y los que no tienen nada.
Los primeros serán los guardianes:
Uniformes, porras, esposas, poder, autoridad, y la posibilidad de volver a casa cada noche después del “trabajo”
Los segundos, al contrario, no tienen derechos cívicos, no tienen libertad, no tienen nombre, sólo un número, únicamente tienen un vestido parecido a una pijama.
Ahora, intentemos imaginar, en función del papel adjudicado:
¿Cuáles sería nuestras reacciones, nuestros estados anímicos, frente a estas situaciones?
¿Seríamos líderes o simplemente “seguidores”?
¿Aplicaríamos las reglas sin más, o intentaríamos ser flexibles?
¿Utilizaríamos los poderes que nos han concedido, o nos rebelaríamos contra las reglas arbitrarias del juego?
¿Y si a nosotros nos tocara ser los guardias?
Es decir:
¿Y si fuéramos nosotros, los que pudiéramos “putear”, humillar, e incluso, apalear a quien nos diera la gana?
¿Lo haríamos o no?
¿Es el poder el que nos corrompe, o es el ser humano malo por naturaleza?
¿Aguantaríamos siquiera, 15 minutos?...
¿Qué sucede cuando se pone a personas buenas en un sitio malo?
¿La humanidad gana al mal, o el mal triunfa?
Éstas son algunas de las preguntas, que nos planteamos en esta dramática simulación de la vida en la cárcel, realizada durante el verano de 1971, en la Universidad de Stanford.
El profesor Philip Zimbardo, cuenta que intentó llevar a cabo un experimento controlado, en donde se pudiera obtener alguna explicación racional, a la conducta dentro de los campos de concentración nazis.
La Armada de los Estados Unidos, quería una respuesta a los conflictos que se producían en su sistema de prisiones, y en el cuerpo de Marines, por lo que decidió subvencionar dicho experimento.
Tras seleccionar a los individuos que iban a participar en el mismo, mediante un anuncio en prensa, y una serie de pruebas y entrevistas, se procedió a dividirlos entre presos y carceleros, al azar.
Los 24 escogidos, eran jóvenes sanos, psicológicamente estables, caucásicos, de clase media, y estudiantes universitarios.
Dentro de los seleccionados, los “prisioneros” afirmaron que “guardias” eran de complexión más robusta, aspecto que puede ser meramente subjetivo, y que podía mostrar cierta predisposición al victimismo, por parte de los primeros.
Con la participación de un grupo de alumnos, y dentro de las instalaciones de la universidad, se pretendió recrear las condiciones de una cárcel real.
Para su inmersión en el papel, los participantes considerados “prisioneros” fueron detenidos por la violación de los artículos del Código Penal 211 y 459, correspondientes a atraco a mano armada y robo.
Se les leyeron sus derechos, se les dijeron los cargos por los que eran supuestamente detenidos, se les registró y esposó de la manera habitual como trabaja la policía.
Una vez en comisaría, se les fichó, se les leyeron nuevamente sus derechos, y se les tomaron las huellas dactilares, y se les encerró en una celda con una venda que les privaba de poder ver.
Esta situación trataba de provocar un shock en los participantes, que fueron llevados uno a uno ante el “alcaide” de la prisión.
En dichas reuniones, se les informaba de lo terrible de la “falta cometida” y su nueva convicción de reclusos, con la pérdida de libertades y derechos que ello conlleva.
La prisión fue construida en el sótano del departamento de psicología de Stanford.
El “alcaide” era un investigador asistente, y Philip Zimbardo se reservó para sí, el papel de “superintendente”
Tras la charla, los “reclusos” fueron registrados, desnudados, y despiojados mediante un lavado a presión.
Los “reclusos” vestían una bata, sin ropa interior, sandalias de goma, medias de nylon en la cabeza, simulando tenerla rapada, una pequeña cadena simbólica en el tobillo, y eran llamados por números, en lugar de por sus nombres.
Dichos números, estaban cosidos a su bata.
Los “guardias” recibieron uniformes, escogidos por ellos mismos, una porra, y gafas de espejo para evitar el contacto visual.
La idea era provocar desorientación, despersonalización, y desindividualización, 3 objetivos que sin duda lograron.
Los “guardias” podían regresar a casa, una vez transcurrida su jornada laboral, pero parecían disfrutar tanto de su trabajo, que hicieron horas extra sin recibir dinero por ello.
Una vez dentro de las celdas, los estudiantes que llevaban adelante el rol de presidiarios, comenzaron a mostrar conductas propias de quienes realmente están confinados a presidio:
Genuino terror, acatamiento a normas sin rebelarse a ellas, falta de resistencia al abuso, etc.
Mientras que los guardias, acentuaron la dominación, la arbitrariedad, las acciones con sentido denigratorio, el ánimo vejatorio verbal y físico, llegando incluso, a la simulación de abuso sexual homo erótico.
Pensemos en las consecuencias psicológicas de desnudar, espulgar, y afeitar las cabezas de los reclusos, o miembros de un ejército.
¿Qué transformaciones sufren las personas que viven una experiencia de este tipo?
Debe quedar claro, que se intentaba crear una simulación funcional de una cárcel, no una cárcel en sentido literal.
Los reclusos masculinos reales, no llevan vestidos, pero sí se sienten humillados y afeminados.
El objetivo era producir efectos similares, de una forma rápida, haciéndoles llevar un vestido, sin ropa interior.
De hecho, tan pronto como algunos de los reclusos vistieron este uniforme, empezaron a caminar, sentarse, y comportarse de manera diferente, más como una mujer, que como un hombre.
La cadena del pie, que tampoco es habitual en la mayoría de las cárceles, se usó para recordar a los reclusos, la opresión de su entorno.
Incluso cuando dormían, no podían escapar de la atmósfera de opresión.
Cuando un recluso se movía, la cadena golpeaba el otro pie, y lo despertaba, recordándole que aún estaba en la cárcel, y que incluso en sus sueños, era incapaz de escapar.
Los números de identificación, se utilizaron para que los reclusos se sintiesen anónimos.
Sólo se les podía llamar por su número de identificación, y sólo podían referirse a sí mismos, y a los demás reclusos, por el número correspondiente.
El gorro hecho de media, que llevaban, sustituía el afeitado de la cabeza.
El proceso de afeitar la cabeza, que se da en la mayoría de las cárceles, e instituciones militares, está pensado en parte, para minimizar la personalidad del individuo, ya que algunas personas, expresan su individualidad, mediante el peinado, o la longitud del cabello.
También, es una manera de conseguir que la gente empiece a cumplir con las normas arbitrarias y coercitivas de la institución.
Los guardas no recibieron ninguna formación específica, sobre cómo ser guardas.
Eran libres, dentro de unos límites, para hacer lo que considerasen necesario, para mantener la ley y el orden en el interior de la cárcel, y obligar a los reclusos a que mostrasen respeto.
Los guardas crearon su propio código de normas, que después, hicieron cumplir bajo la supervisión del alcaide David Jaffe, un estudiante de la Universidad de Stanford.
No obstante, se les advirtió de la seriedad potencial de su misión, y de los peligros que corrían en la situación en que estaban a punto de entrar, como pasa con los guardas auténticos, que voluntariamente deciden realizar un trabajo tan peligroso.
Y es que, evidentemente, no sólo se estudiaron a los reclusos, sino también a los guardas, que asumieron un nuevo papel cargado de poder.
Había 3 tipos de guardas:
En primer lugar, estaban los guardas duros pero justos, que seguían las normas de la cárcel.
En segundo lugar, estaban los “buenos”, que hacían pequeños favores a los reclusos, y nunca los castigaban.
Y por último, casi una tercera parte de los guardas eran hostiles, arbitrarios, e imaginativos en sus formas de humillar a los reclusos.
Estos guardas, aparentemente, disfrutaban completamente del poder que ejercían, a pesar de que ninguno de los test de personalidad previos, había podido predecir este comportamiento.
La única conexión entre personalidad y comportamiento en la cárcel, fue el descubrimiento de que los reclusos, con un alto grado de autoritarismo, aguantaron más tiempo que otros reclusos, el autoritario entorno de la cárcel simulada.
Se autorizó a los “guardias” a provocar en los “reclusos” aburrimiento, cierto grado de miedo, arbitrariedad en sus órdenes y decisiones, y provocar sensación de impotencia.
Y aquí fue donde comenzó el caos…
Las flexiones, eran una forma habitual de correctivo físico, impuesto por los guardas para castigar las infracciones de las normas, o las muestras de actitudes inadecuadas hacia los guardas, o la institución.
Cuando vimos que los guardas obligaban a hacer flexiones a los reclusos, inicialmente pensamos, que era un tipo de castigo inapropiado para una cárcel, una forma de castigo suave y un poco juvenil.
Sin embargo, más tarde descubrimos, que las flexiones se usaban a menudo, como forma de castigo en los campos de concentración nazi.
Hay que señalar, que uno de los guardas, incluso se subía de pie sobre la espalda de los reclusos, mientras hacían las flexiones, u obligaba a otros reclusos, a sentarse, o subirse de pie, sobre la espalda de sus compañeros.
Debido a que el primer día transcurrió sin incidentes, la rebelión que estalló durante la mañana del segundo día, nos sorprendió y nos pilló totalmente desprevenidos.
Los reclusos se quitaron los gorros de media, se arrancaron los números, e hicieron barricadas dentro de las celdas, poniendo las camas contra la puerta.
El problema era:
¿Qué hacer con esta rebelión?
El experimento se descontroló a pasos agigantados.
Los “reclusos” fueron tratados de forma sádica, humillante, y vejatoria.
Los “guardias” usaron extintores para sofocar un motín, castigaron físicamente a los prisioneros, cuando las normas eran incumplidas, la higiene, y la hospitalidad fueron olvidadas, hasta el punto de tener que pedir permiso, y esperar durante mucho tiempo, para obtener permiso para ir al lavabo; permiso que podía denegarse.
Se quitaron los colchones de algunas celdas, forzando a los “reclusos” a dormir en el suelo.
Pero lo más curioso es que, tras escuchar la idea de un supuesto plan de fuga, los “guardias” quisieron trasladar a los prisioneros a una cárcel real.
Pensando que no estaban siendo observados, durante la noche, recrudecían sus acciones.
Uno de los guardas, encontró una solución:
Usemos las tácticas psicológicas, en lugar de las físicas.
Las tácticas psicológicas consistían en establecer una celda de privilegio.
Una de las 3 celdas se convirtió en “celda de privilegio”
Los 3 reclusos menos involucrados en la rebelión, recibieron privilegios especiales.
Les devolvieron los uniformes y las camas, y se les permitió lavarse y cepillarse los dientes.
A los otros no.
A los reclusos privilegiados, se les sirvió, además, una comida especial ante la presencia de los otros reclusos, que habían perdido, temporalmente, el privilegio de comer.
El resultado fue, que se rompió la solidaridad entre los reclusos.
Después de medio día, bajo este nuevo tratamiento, los guardas tomaron a algunos de los reclusos “buenos” y los pusieron en las celdas “malas”, y a algunos de los reclusos “malos” los pusieron en la celda “buena”, desconcertando completamente a todos los reclusos.
Algunos de los que habían sido cabecillas, pensaron que los reclusos de la celda privilegiada, debían de ser confidentes y, de repente, empezaron a desconfiar los unos de los otros.
Los consultores ex presidiarios, informaron después, de que guardas auténticos, utilizaban una táctica similar en cárceles reales, para romper alianzas entre reclusos.
Por ejemplo, el racismo se usa para enfrentar entre sí, a negros, chicanos y blancos.
De hecho, en una cárcel real, la mayor amenaza para la vida de cualquier recluso, proviene de los otros reclusos.
Con este “divide y vencerás” los guardas fomentan la agresión entre los internos y, por tanto, la desvían de sí mismos.
La rebelión de los reclusos, también tuvo un papel importante, en el aumento de solidaridad entre los guardas.
De repente, ya no era sólo un experimento, ni una simple simulación.
Al contrario, los guardas vieron a los reclusos como alborotadores, que iban por ellos, y que les podían hacer daño.
En respuesta a este peligro, los guardas empezaron a aumentar su control, vigilancia, y agresión.
Todos los aspectos del comportamiento de los reclusos, quedaron bajo el control total y arbitrario de los guardas.
Incluso, ir a los servicios se convirtió en un privilegio que un guarda podía otorgar o negar a su antojo.
Después del cierre y apagado de luces diario, a las 10 de la noche, a menudo se obligaba a los reclusos, a orinar o defecar en un cubo que habían dejado en su celda.
A veces, los guardas no permitían a los reclusos vaciar los cubos, y pronto, la cárcel empezó a apestar a orines y excrementos, aumentando así el ambiente degradante del entorno.
Los guardas fueron especialmente duros con el cabecilla de la rebelión, el recluso #5401, un fumador empedernido, al que controlaron regulando, cuando podía o no fumar.
Después se supo, mientras se censuró el correo de los reclusos, que era un supuesto activista radical.
Se había presentado voluntario para “desenmascarar” el estudio que, por error, pensaba que era una herramienta del sistema, para encontrar formas de controlar a los estudiantes radicales.
De hecho, había planeado vender la historia a un periódico clandestino, cuando acabase el experimento.
A pesar de ello, incluso él entró tan completamente en su papel de recluso, que estaba orgulloso de haber sido elegido, Líder del Comité de Quejas de la cárcel del condado de Stanford, tal como revelaba en una carta a su novia.
Varios de los “reclusos” sufrieron desórdenes emocionales agudos, hubo un caso de sarpullido psicosomático, llantos, pensamiento desorganizado, traumas agudos, que llevaron a retirar a 2 participantes del experimento, e incluso, hubo una huelga de hambre, por parte de uno de los “reclusos” de reemplazo, que fue humillado y castigado de forma ejemplar.
Cuando aún no hacía 36 horas que duraba el experimento, el recluso #8612 empezó a sufrir un trastorno emocional agudo, razonamiento ilógico, llanto incontrolable, y ataques de ira.
Pese a todo, como ya habíamos llegado a pensar, casi como autoridades penitenciarias, creímos que intentaba engañarnos, para que lo liberásemos.
Cuando el consultor presidiario principal, entrevistó al recluso #8612, lo reprendió por ser tan débil, y le explicó qué tipo de abusos podía esperar de guardas y reclusos, si estuviese en la cárcel de San Quintín.
Luego se le ofreció convertirse en confidente, a cambio de no sufrir más humillaciones de los guardas.
Se le dijo que lo pensara…
Durante el siguiente recuento, el recluso #8612 dijo a los demás reclusos:
“No pueden irse.
No pueden dejarlo”
Este mensaje fue realmente estremecedor, y les hizo aumentar la sensación de que estaban encarcelados de verdad.
El recluso #8612, empezó entonces a actuar como un “loco”, a gritar, maldecir, y a enfurecerse, de tal manera, que parecía que estuviese fuera de control.
Aún, se necesitó un poco más de tiempo, antes de convencernos, de lo que realmente sufría, y de que había que liberarlo.
Al día siguiente, se dispuso una hora de visita, para los padres y amigos.
Preocupaba que cuando los padres viesen el estado de la cárcel, insistieran en llevarse a sus hijos a casa.
Para contrarrestar este efecto, se manipuló la situación, y a los visitantes, para que el ambiente de la cárcel pareciese agradable y saludable:
Se lavó, afeitó, y arregló a los reclusos, se les hizo limpiar y pulir las celdas, les hartaron de comida, se les puso música por el intercomunicador e, incluso, se utilizó a una antigua animadora deportiva de Stanford, la atractiva Susie Phillips, para dar la bienvenida a los visitantes en recepción.
Cuando los visitantes llegaron, aproximadamente una docena, entusiasmados ante lo que parecía una experiencia novedosa y divertida, recondujimos sistemáticamente su comportamiento, para controlar totalmente la situación.
Tuvieron que registrarse, y esperar media hora, se les dijo que sólo 2 visitantes podían ver a cada recluso, y se limitó la visita a 10 minutos, bajo la vigilancia de un guarda.
Antes de que los padres pudiesen entrar en el área de visita, tuvieron que discutir el caso de su hijo con el alcaide.
Naturalmente, los padres se quejaron de estas normas arbitrarias, pero hay que decir que las cumplieron.
Y, de esta forma, participaron también en el drama carcelario, haciendo de buenos adultos de clase media.
Se vivió un último acto de rebelión.
El recluso #416, era un recién llegado, uno de los sustitutos que se tenía en reserva.
A diferencia de los demás reclusos, que habían experimentado un aumento progresivo de las vejaciones, este recluso se enfrentó al horror de golpe.
Los reclusos veteranos, le dijeron que era imposible abandonar, que era una cárcel auténtica.
El recluso #416, se declaró en huelga de hambre para forzar su liberación.
Después de varios intentos fracasados para conseguir que comiese, los guardas lo dejaron incomunicado durante 3 horas, aun cuando sus propias normas establecían una hora como límite.
No obstante, el recluso #416 siguió rechazando la comida.
A estas alturas, el recluso #416 hubiera debido convertirse en un héroe para los demás reclusos.
En cambio, lo consideraron como un alborotador.
El jefe de los guardas explotó este sentimiento, dando a elegir a los prisioneros entre 2 opciones:
Dejarían salir al recluso incomunicado, si a cambio renunciaban a sus mantas, o lo dejarían incomunicado toda la noche.
¿Qué creéis que eligieron?
La mayoría prefirió quedarse con su manta, y dejar que el recluso sufriera en solitario toda la noche.
Sin embargo, se intervino más tarde, y se devolvió al recluso #416 a su celda.
Como puede verse, el experimento había perdido el rumbo o, cuando menos, estaba más allá de toda ética y moral.
Llegados a este punto, se vio claro, que debíamos acabar con el estudio.
Habíamos creado una situación abrumadoramente poderosa, a la que los reclusos se iban abandonando, comportándose de manera patológica, y en la que algunos de los guardas se comportaban sádicamente.
Incluso los guardas “buenos” se sentían impotentes para intervenir, y ninguno de los guardas dimitió, mientras el estudio se llevaba a cabo.
En realidad, hay que destacar, que ningún guarda llegó nunca tarde a su turno, ni se ausentó por enfermedad, salió antes de hora, o exigió una paga extra por trabajar más horas.
“Die Projektleitung wird wahrscheinlich zu einem Gericht verantworten.
Nach Aussagen einer der Wissenschaftler, könnte die Eskalation durch den Abbruch des Experiments früher hätte verhindert werden können”
(La dirección del proyecto, probablemente tendrá que responder ante un tribunal.
Según declaraciones de uno de los científicos, la escalada podría haberse evitado por abortar el experimento anterior)
Decidí terminar el estudio, prematuramente, por 2 razones, cuenta Zimbardo:
En primer lugar, en las cintas de vídeo, habíamos descubierto que los guardas habían intensificado las vejaciones a los reclusos durante la noche, cuando pensaban que los investigadores no miraban, y que el experimento estaba “parado”
El aburrimiento los había llevado, a un abuso más pornográfico y denigrante de los reclusos.
En segundo lugar, Christina Maslach, una doctorada de Stanford, traída para entrevistar a los guardas y reclusos, protestó enérgicamente, cuando vio que a los reclusos se les hacía marchar en fila hacia el lavabo, con la cabeza dentro de bolsas, las piernas encadenadas, y las manos los unos sobre los hombros de los otros.
Escandalizada, exclamó:
“¡Es terrible lo que les están haciendo a estos chicos!”
De las 50 personas o más, que habían visitado nuestra cárcel, ella fue la única que cuestionó su moralidad.
No obstante, una vez se opuso a la situación, se hizo patente, que se debía acabar con el estudio.
Y en consecuencia, después de sólo 6 días, la simulación de encarcelamiento prevista para 2 semanas, fue cancelada.
Debiendo haber durado 14 días, el experimento quedó cancelado de forma definitiva al 6° día.
Curiosamente, muchos de los “guardias” se enfadaron al conocer la noticia.
En un estudio experimental como éste, uno de los problemas, es definir cuáles son los “datos”, la información que se debe recoger.
Asimismo:
¿Qué hubiéramos debido hacer, para minimizar los efectos de la parcialidad del experimentador, en el resultado del estudio?
¿Cuáles fueron los riesgos, de que el investigador principal, asumiera el papel de superintendente de la prisión?
Al final del estudio, los reclusos quedaron desintegrados, como grupo y como individuos.
Ya no existía una unidad de grupo; solo un puñado de individuos aislados resistiendo, casi como prisioneros de guerra, o pacientes de un hospital psiquiátrico.
Los guardas lograron el control total de la prisión, e impusieron la obediencia ciega de todo recluso.
Las conclusiones parecen demostrar, la impresionabilidad y la obediencia de un individuo cualquiera, si se le proporciona una ideología, y apoyo institucional, así como el poder de la autoridad.
Sin embargo, se incumplió una norma básica en todo experimento:
Philip Zimbardo, no fue un mero observador, sino que intervino directamente en él, lo que lo hace muy subjetivo en sus apreciaciones.
Un odioso experimento que, cuando menos, dio como fruto, una interesante película:
“Das Experiment” (2001)
Mientras que algunos críticos, consideraron que la respuesta de los involucrados en el experimento, fue más, en el orden de los estereotipos, otros arguyen que inevitablemente, la condición humana puesta a prueba, en ciertas condiciones límite, genera ese tipo de comportamientos.
Otros señalarían, que la muestra no fue representativa, ni por el número de involucrados, y mucho menos, por su duración en el tiempo.
La primera de las críticas, se hizo desde la psicología, distinguiendo entre “situación” y “disposición”, perspectiva que apunta a la relación entre sujeto y condiciones para la agencia.
El dilema clave sería, si las conductas o la acción son previas, o están por encima de la personalidad, o por el contrario, es la personalidad la que afecta cada momento decisorio.
Tales reflexiones, terminan generando nuevos problemas, en especial, en aquellas arenas que se tocan con la ética:
La solución racional a problemas prácticos, como la democracia deliberativa, la responsabilidad moral del combatiente, como la polemología, praxis bélica: “ius in bellum, ius ad bellum”, la toma de decisiones en estructuras piramidales, como la transacción y consenso, el papel del liderazgo y la necesidad de reconocimiento del otro, como la cratología y libertad, al interior de proyectos políticos integradores o desmembradores.
Cabe destacar, que uno de los principales críticos del experimento, en términos de su diseño y ejecución, fue el famoso analista Erich Fromm, quien consideraba, que la personalidad era la que determinaba las decisiones en cada contexto, y no de forma contraria.
A la luz que da el tiempo, sobre un pasaje académico tan resbaladizo, no hay duda de que el profesor Zimbardo, no sólo actuó como un observador participante, sino que su presencia cohonestó, o condicionó ciertas respuestas agresivas, o disciplinadas, de los internos, convertidos en verdaderas cobayas de laboratorio.
El tema de la despersonalización, toca una ristra de puntos críticos, en términos de la desestructuración de la personalidad, bajo entornos autoritarios, de la desagregación agonal, del atomismo social, o del camuflaje de la Doxa política.
No es casual, que tanto en los penales de la antigua Unión Soviética, de la actual Cuba, en las cárceles de la derecha militarista en Suramérica de los años 70, en las prisiones políticas integristas, o en cualquiera de las al día, dirigidas por la CIA, se truequen los nombres reales de los reclusos, por números.
Esto pareciera responder a un cálculo táctico de minado de la voluntad, y a una clara voluntad de disociación consciente.
Una que se deslice de un “Self” autónomo, a otro, y que si no logra ser domado, al menos pueda ser amaestrado, de manera que no rebose la ortopedia del Estado.
En el campo de la teoría política, no sólo emergen para la discusión, la idea de un Estado de Naturaleza, y una antropología indivisible, que dé cuenta sobre ciertas fronteras humanas, sino que la propia dinámica de los experimentos mentales, se toca con el experimento de Stanford.
“Der Staatsanwalt untersucht zwei mögliche Totschlag Gebühren und mehrere Ladungen von Missbrauch und Fahrlässigkeit”
(El fiscal está investigando 2 posibles cargos de homicidio, y varios cargos de abuso y negligencia)
Das Experiment es una película alemana de 2001, de drama y suspense, dirigida por Oliver Hirschbiegel.
Protagonizada por Moritz Bleibtreu, Maren Eggert, Christian Berkel, Justus von Dohnanyi, Oliver Stokowski, Timo Dierkes, Nicki von Tempelhoff, Antoine Monot Jr., Wotan Wilke Möhring, Andrea Sawatzki, Edgar Selge, entre otros.
El guión es de Mario Giordano, Christoph Darnstädt, y Don Bohlinger; y se basa en el libro “The Black Box” de Mario Giordano, que a su vez, toma como inspiración, el famoso experimento de la cárcel de Stanford, llevado a cabo en 1971.
Das Experiment interroga sobre el nivel de crueldad y violencia, que un hombre puede infligir sobre otro, y las conclusiones no son muy halagüeñas; y te hace reflexionar, sobre el abuso de poder del ser humano, y su avaricia, al igual que la falta de piedad, en una sociedad donde cada uno mira por él mismo.
Es probable, que tanto el director de Das Experiment, Oliver Hirschbiegel, como el autor de la novela, Mario Giordano, se apartasen en sus respectivos trabajos del Experimento de Stanford, para conseguir de la historia, un mayor grado de intriga, dramatismo, o incluso, sensacionalismo.
También, cabe pensar, que la tendencia al exceso que caracterizan tanto en Das Experiment, como en la novela, también pretende cumplir una función de advertencia, sobre las terribles consecuencias a que podrían conducir fenómenos como el totalitarismo o la experimentación psicosocial, con personas sin límites
ético-valorativos.
Las preocupaciones éticas, que envuelven a los experimentos famosos, a menudo establecen comparaciones con el experimento de Milgram, que fue llevado a cabo en 1963, en la Universidad de Yale, por Stanley Milgram, un antiguo amigo de Zimbardo.
Hirschbiegel tomó en parte ese suceso real, y nos brindó este tremendo film, mezcla de drama, thriller, y suspenso.
Das Experiment dibuja perfectamente, el abuso de poder por parte de las instituciones, la sumisión, y el miedo al poder establecido, así como explora los límites racionales o sicológicos del ser humano.
¿Hasta dónde podemos llegar en situaciones extremas?
¿Cómo influyen el liderazgo, la propaganda, y las normas en el comportamiento humano?
¿Somos carne de cañón de la sociedad, o el grupo en el que crecemos o vivimos, o todavía hay hueco para el individualismo, y la iniciativa propias?
¿Están los derechos fundamentales, supeditados al contexto en que vivimos?
Estos y otros muchos interrogantes, son los que se plantean en Das Experiment.
Aquí se recrea una situación concreta, de laboratorio, a pequeña escala, pero que se hace perfectamente extrapolable, a situaciones macro, de pueblos, ciudades, o naciones enteras.
Por desgracia, la historia de la humanidad así lo avala.
Das Experiment inicia, mediante un anuncio en el periódico, donde se busca a 20 voluntarios varones, para realizar un experimento.
Tarek Fahd (Moritz Bleibtreu) es un taxista, que decide empezar una investigación sobre este extraño experimento, para retomar su trabajo como periodista.
Una vez elegidos los 20 individuos que participarán en la prueba, se divide a este grupo en:
12 presos y 8 carceleros, obligándoles a comportarse como tales, en un recinto cerrado, que recrea una prisión, durante un período de 2 semanas, y con una serie de reglas que habrán de cumplir.
Las reglas del experimento serán las siguientes:
Cada individuo deberá cumplir con su rol, sea guardia o prisionero.
Si es prisionero, deberá obedecer, y seguir las reglas.
Si es guardia, deberá mantener el orden de la prisión.
Cada voluntario recibirá los $2,000, si completan la estadía de 2 semanas, tiempo estipulado de duración del experimento.
El objetivo del experimento, es observar el comportamiento humano, frente a esta situación extrema.
Sin embargo, el experimento pronto empieza a escaparse de las previsiones, y se torna fuera de control, cuando ambos grupos asimilan su rol demasiado en serio, y los directores de la simulación, no logran hacer nada para evitar lo peor.
¿Qué personajes tenemos?
Los Policías:
Eckert (Timo Dierkes):
Es el imitador de Elvis, típico tipo repugnante, con el que nadie simpatiza.
Berus (Justus von Dohnanyi):
Tipo callado con problemas de higiene, que resulta ser un tipo malo malo, con mucha rabia acumulada, que descarga ferozmente con los presos.
Kamps (Nicki von Tempelhoff):
El que quiere hacer las cosas bien, que acaba corrompiéndose igual.
Bosch (Antoine Monot Jr.):
El bonachón que ve la injusticia de los guardias, y trata de ayudar como puede, pero siempre le cogen…
El tipo es más fuerte de lo que parece.
Y bueno, típicos segundones, que apoyan el tema, unos más, otros menos...
Los Presos:
Tarek Fahd - Prisionero #77 (Moritz Bleibtreu):
Periodista que quiere no solo entrar en el juego, sino boicotearlo, y poder así, hacer un mejor reportaje, y salir de la mediocridad.
Schütte - Prisionero #82 (Oliver Stokowski):
El que no tiene amigos, y que casualidad, muere al final.
Nadie quiere que muera un padre con hijos…
Steinhoff - Prisionero #38º (Christian Berkel):
El callado que resulta ser un militar, y que al final, decide luchar por la justicia.
Y bueno, seguidores, el tímido, el miedoso, el sereno...
Aunque durante el transcurso de Das Experiment, vemos la evolución de casi todos los voluntarios, la historia se centra en Tarek Fahd.
No obstante, los 2 únicos personajes que participan en el juego de rol, por razones distintas a las económicas, son el periodista y el militar, ambos “reclusos” y bastante más inteligentes que el resto, incluidos los científicos.
Tampoco el acomplejado y maloliente carcelero, necesita el dinero, pues trabaja en una compañía aérea, por lo que hay que deducir, que acepta hacer de cobaya, una vez conocido su papel represor, que le permitirá satisfacer durante 2 semanas sus bajos instintos.
Y es que no solo el experimento ocurre dentro del metraje, también actúa el espectador, ya que se crea un ambiente asfixiante y durísimo, donde veremos la evolución de todos los personajes, y como cada uno va sufriendo en el transcurso de esta.
Das Experiment es el primer largometraje, dirigido por Oliver Hirschbiegel, resulta ser una experiencia, que difícilmente puede olvidarse.
La fuerza expresiva del cine, y la crudeza de una inquietante realidad, se unen y complementan, para ofrecer con inaudita precisión, la sucesión de unos sobrecogedores acontecimientos, que cada espectador recibirá de una forma muy diferente, pues uno de los grandes méritos de Das Experiment, es su absoluta falta de juicio, a favor o en contra de lo que va sucediendo, huyendo, con excelente criterio, de cualquier intención de moralizar a los personajes y/o a sus actos.
Das Experiment sólo muestra un alarmante proceso de alienación, que mucha gente probablemente, le será difícil de asimilar, aceptar, o incluso creer.
Pero incluso esto, que pudiera parecer un defecto, ya que Das Experiment busca cierta impresión de realidad, que en esos casos, no conseguiría transmitir, a mi modo de ver, no lo es, debido al tratamiento que el director da, y a que la experiencia nos ha enseñado, que la realidad muchas veces, se revela de lo más increíble.
Das Experiment logra mostrar, en qué situaciones aparece la enfermedad psíquica, como único modo de responder, a las presiones del medio.
Por supuesto, es mucho más florida en los reclusos:
Depresión, alto grado de estrés, patologías somáticas.
Los que ejercen el poder, presentan mayor resistencia a la situación, gozan del beneficio de volver a sus casas, no faltan por motivo alguno, no reclaman pago de horas extras.
Las patologías observadas son:
Conducta sádica, aburrimiento, tendencia a la pornografía...
En tanto espectador, ofrece la posibilidad de identificarse, e identificar inmediatamente los personajes.
A mi modo de ver, el experimento de Zimbardo, demostró tanto los alcances como las limitaciones de la psicología social de la época.
Sí excluimos a la Neurociencia actual, la política social es la más osada de las ciencias sociales, porque propone en su marco metodológico, la experimentación con sujetos, mediante la creación de situaciones, aún con las reservas que la antropología, y la propia epistemología, han hecho a tal metodología.
Quizás, la mayor limitación de un experimento de ese tipo, es la exclusión de la cultura, entendida en la antropología contemporánea, como modo simbólico de representación de la realidad, en la conformación de las actitudes de los sujetos.
La configuración de la cultura, determina elementos que se ha mencionado como
la ética, la responsabilidad moral del combatiente, la praxis bélica, la toma de decisiones en estructuras piramidales, e incluso, la forma de las instituciones, la función del liderazgo, y la necesidad de reconocimiento del otro, una parte muy importante de la cultura, diseñada en su vertiente identitaria.
Si la configuración de la cultura es diferente, van a variar todos esos elementos.
Un experimento de ese tipo realizado en la India, por ejemplo, habría dado un resultado muy distinto.
Por otro lado, otro ejemplo:
La nazificación extrema de los sujetos con poder, los que hacían de “policías”, “carceleros”; y la “heroica” reacción de los “prisioneros”, se puede explicar en el conjunto de significados del sistema cultural occidental, en el que el policía, represor y más si es “nazi” es el mal absoluto, con potestad para ir más allá del bien y del mal, y en cierta idea común en la cultura política de occidente de la legitimidad de la reacción frente a la opresión.
En Das Experiment, el ejemplo más claro de esa transformación, ocurre cuando elementos culturales y una estructura social afín confluyen, es el personaje al principio tímido, dócil, y tomando en cuenta solo su personalidad, jamás podríamos ubicarlo como un represor genuino, deviene gracias a los elementos mencionados en el más terrible de los carceleros represores.
El guión de Das Experiment, que fue adaptado para la versión cinematográfica por Mario Giordano, autor de la novela del verdadero experimento, es realmente excelente, y se adentra de manera fabulosa, en lo más profundo de la mente humana.
Perfectamente narrado, con diálogos potentes, y por sobre todo, haciendo avanzar la historia de forma contundente, escena por escena.
La fotografía es de gran calidad, no hay mucho que decir al respecto, salvo que es sumamente solvente, junto con el resto de apartados técnicos.
Y para mí, lo peor de Das Experiment, es la subtrama romántica que tiene.
Viendo la sinopsis, parece que no hay cabida para algo así, pero no, por lo visto, siempre hay espacio para el romanticismo, pero cuando no tiene sentido, es mejor ahorrárselo.
¿Motivo de esperanza, en el amor?
Quien sabe…
Y es que los continuos flashbacks no aportan nada, pero el cierre de Das Experiment con la pareja, la verdad, es que no lo entendí, y cuando digo esto, me refiero a las reacciones de los personajes.
Como curiosidad:
En los títulos de crédito, aparece el actor protagonista, Moritz Bleibtreu, como “operador de cámara”, ya que como su personaje, llevó una mini cámara en la montura de las gafas…
Escenas inolvidables:
Tarek diciendo a Berus que “huele” mal, y provocándole una crisis personal, y la venganza posterior de éste, humillándolo y obligándole a limpiar las letrinas con su bata.
Los carceleros, orinando sobre Tarek, para castigarlo por su comportamiento rebelde.
El momento en que los responsables del experimento, deciden seguir adelante, pese a lo que ocurre, porque no ha ocurrido nada “inesperado”
El enfrentamiento final, en el que Tarek agarra literalmente un cuchillo, con el que el carcelero Berus, trata de apuñalarle.
El momento en que cortan el pelo a Tarek.
Eckert, obligando a desnudarse, y encarcelando a la Doctora Jutta Grimm (Andrea Sawatzki)
Tarek se sale del “Black Box” con un destornillador que estaba dentro…
¿No entendí?
La verdad, es que una de las escenas finales, en la que se ven todos en una especie de parqueo, y la cámara pasando por en medio, y alejándose, me transmitió perfectamente esa sensación de “Dios mío, vaya desastre se montó al final”; y me hizo llevarme las manos a la cabeza.
Esos detalles son de agradecer.
Y dónde se refleja la importancia del plano adecuado en el momento adecuado, etc.
Total; Das Experiment me hizo sentir, que yo también estaba en el experimento.
“Eine der Testpersonen wurde verhaftet”
(Uno de los participantes de la prueba ha sido arrestado)
Nuestro sistema penitenciario, está regido por el respeto a los derechos de los reclusos, pero ello no obsta, para que se produzcan episodios individuales, en los que dichos derechos quedan anulados.
Las malas prácticas penitenciarias existen, como por ejemplo la práctica de cacheos con desnudo integral, aunque la mayor parte considera inútil, denunciar estos abusos, pues en la práctica, sólo resultan condenados una minoría, y perjudica a quien la formula.
Por tanto:
¿Está el derecho penitenciario, abocado a la dicotomía abuso-sumisión?
Aunque los abusos no están institucionalizados, porque estamos en un Estado de derecho, al contrario que la situación planteada en Das Experiment, cuyas reglas avalan un Estado autoritario, si que se dan intervenciones que confirman la hipótesis planteada por Das Experiment, una persona corriente, en una posición de autoridad, puede llegar a cometer los más viles abusos.
Riéndose de los filósofos, que piensan que “el ser humano es bueno por naturaleza”, Das Experiment hace una inmersión en la psiquis humana.
Y nos muestra, que algunos hombres pueden dejarse corromper por el poder fácilmente, mientras que otros, pueden hacer una regresión, a los más bajos instintos de supervivencia.
Nadie sabe realmente, quién ha desencadenado la reacción que desemboca en la peor de las catástrofes, y eso demuestra el equilibrio precario de cada ser.
De Das Experiment se desprende un cuadro particularmente pesimista de la humanidad, enfrentándonos a nuestros demonios particulares.
Va más allá de la simple visión de un mundo maniqueísta, nadie puede ser realmente condenable, ni inocente, ni siquiera los científicos, que se contentan con ser, como nosotros, simples espectadores.
El pensamiento de que “todos llevamos un dictador dentro” es sustituido finalmente, por el recurso al trastorno mental transitorio, o no, del malvado o malvados.
Esta afirmación, no hay más que corroborarla con las ideas que recorren la mente del espectador cuando, tras sufrir mil y una fechorías infundadas, el “bueno” logra atacar con éxito al “malo”
Allí está “el lobo para el hombre”
Curiosamente, el estudio de Stanford, acabó el 20 de agosto de 1971.
Al día siguiente, hubo un intento de huida en la prisión de San Quintín.
Los hechos transcurrieron así:
Los reclusos del Centro de Adaptación Máxima, fueron liberados de sus celdas, por el cura de Soledad, George Jackson, que había introducido una pistola en la cárcel de forma ilegal.
Varios guardas, y algunos reclusos confidentes, fueron torturados y asesinados durante el intento, pero la huida fracasó, después de que su líder fuera presuntamente abatido a tiros, cuando intentaba escalar los 9 metros del muro de la prisión.
No había pasado un mes, cuando las cárceles volvieron a ser noticia, al estallar un motín en la prisión de Attica, Nueva York.
Tras semanas de negociaciones con reclusos, que retenían a guardas como rehenes, mientras exigían los derechos humanos básicos, el gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, ordenó a La Guardia Nacional, recuperar el control de la cárcel por la fuerza.
Aquella desafortunada decisión, ocasionó numerosos muertos y heridos, entre guardas y reclusos.
Una de las peticiones fundamentales de los reclusos de Attica, era que se les tratase como a seres humanos.
Después de observar la cárcel simulada en el experimento de Zimbardo, durante sólo 6 días, pudimos comprender, cómo las cárceles deshumanizan a las personas, convirtiéndolas en objetos, e inculcándoles sentimientos de desesperación.
Y en cuanto a los guardas, nos dimos cuenta, de cómo “personas corrientes”, aparentemente, pueden transformarse fácilmente, de “Dr. Jekyll a Mr. Hyde”
Más recientemente, en marzo de 2003, tras la caída de Bagdad, los estadounidenses se hicieron cargo de la prisión, rebautizándola como “Bagdad
Central Confinement Facility” (BCCF)
Bob Baer, agente de la CIA, que la visitó 2 días después de que fuese “liberada”, la describía como lo más horrible que había visto jamás.
Paradójicamente, solo unas semanas después, los soldados de Estados Unidos y los agentes de la CIA, compañeros de Baer, iban a superar todas las perversiones y torturas practicadas, que salieron a la luz, en mayo de 2004, en el Washington Post.
“Manzanas podridas”, así definió el entonces presidente de EEUU, George W. Bush, a los soldados del turno de noche de la galería 1ª de Abu Ghraib, que en 2004, acapararon los informativos de todo el mundo, por sus fotos de torturas, a presos iraquíes.
7 soldados pertenecientes a la 372 compañía de la policía militar, fueron procesados, y condenados por las torturas de Abu Ghraib, pero todos los mandos salieron impunes.
En noviembre de 2003, llegaron a la prisión 5 equipos formados en Guantánamo para sacar información a los presos musulmanes, utilizando perros, un animal especialmente temido por su identificación con el diablo, según el Islam.
Estos equipos, tenían la misión de adiestrar a los militares de Abu Ghraib.
El cabo Graner, puso en práctica las enseñanzas recibidas, aunque también añadió humillaciones y vejaciones de su propia cosecha.
Así las cosas, los reclusos de la galería 1 A19, sufrieron abusos sexuales, torturas denigrantes, y todo tipo de violencia documentada, que convirtieron la reclusión para unas personas, en una auténtica pesadilla, de la que algunos no pudieron escapar.
Por parte de unos militares que hasta entonces, eran considerados soldados ejemplares, buenos ciudadanos, sin antecedentes…
¿Cómo pudo ocurrir?
He aquí las similitudes con el experimento de Stanford.
Esto es lo que Zimbardo denomina “El Efecto Lucifer”
De hecho, Zimbardo fue requerido como perito de la defensa del sargento Ivan Frederick, en el juicio por las torturas de Abu Ghraib; como resultado; Frederick fue condenado a 8 años de prisión.
“El Efecto Lucifer” implica que la persona más amable, solidaria, y caritativa, en unas condiciones psicosociales apropiadas, puede convertirse en el más sádico torturador.
Factores como la conciencia grupal, la desconexión moral, la imagen, y deshumanización del detenido, son determinantes para convertir a una buena persona en un sádico.
Abu Ghraib fue clausurada oficialmente, el 15 de agosto de 2006, y los presos que había en ella, fueron trasladados a Cam Croper en Bagdad.
La cuestión ahora, es cómo cambiar nuestras instituciones, para que fomenten los valores humanos, en lugar de destruirlos.
Desgraciadamente, desde que se llevó a cabo el experimento de Zimbardo, las condiciones de las cárceles, y las políticas penitenciarias en Estados Unidos, se han hecho más punitivas, y destructivas.
El empeoramiento de las condiciones, es consecuencia de la politización de las penas, con políticos que compiten, para ver quién es el más duro con la delincuencia, junto con el racismo en las detenciones, y sentencias, con una representación cada vez mayor, de afroamericanos e hispanos.
Los medios de comunicación, también han contribuido al problema, generando un temor exagerado a los delitos violentos, aunque las estadísticas muestren, que los crímenes violentos han disminuido.
La pregunta que hace que Das Experiment sea tan fascinante, es la siguiente:
¿Qué pasa cuando se le da un poco de poder, a una persona sobre otra?

“Die tragische Bilanz:
2 Tote, 3 Verletzte, darunter Projektleiter Professor Klaus Thon.
Offensichtlich ging das Experiment außer Kontrolle nach zwei Tagen”
(El desenlace trágico:
2 muertos, 3 heridos, entre ellos, el líder del proyecto, el profesor Klaus Thon.
Está claro, que el experimento se salió de control, después de 2 días)



Comentarios

Entradas populares