Jamón, Jamón

“Mis tetas saben a tortilla de patatas, y a jamón”

Corría el año 1956, eran tiempos del franquismo, del hambre, de la represión... pro también del folclore, de fiesta nacional, de reivindicación de la España cañí, gitana, de raza.
En ese contexto, nació “El Toro de Osborne”, uno de los grandes símbolos de la publicidad española.
El Toro de Osborne es una enorme silueta de un toro de lidia, de aproximadamente 14 metros de altura, concebida originalmente, como una gran valla publicitaria de carretera, para promocionar el brandy de Jerez Veterano, del Grupo Osborne.
Las vallas, se encuentran repartidas a lo largo de la geografía española, de forma general, junto a carreteras, y sobre cerros, para cortar el horizonte, y favorecer de ese modo su visión.
Aunque la función inicial era publicitaria, con el paso del tiempo, y el arraigo cultural, se ha convertido, traspasando los límites de la marca comercial de esta empresa, en un símbolo cultural de España.
En la actualidad, existen 91 Toros de Osborne, distribuidos de forma irregular por España.
Pero El Toro de Osborne es mucho más que un símbolo comercial.
En ocasiones, ha llegado a rozar el terreno político, como símbolo de la identidad de España, por lo que nacionalistas de Cataluña, Comunidad Valenciana, y Las Islas Baleares, han boicoteado, y derribado los expuestos en su territorio.
Los primeros toros eran de madera, medían 4 metros, y llevaban la marca “Veterano” pintada en blanco.
En 1961, su naturaleza mutó.
Sus constructores, La Familia Tejada, optaron por la chapa metálica, para evitar el deterioro, e hicieron que crecieran hasta los 7 metros.
La publicidad funcionaba, y justo entonces, ocurrió algo que la convertiría en leyenda del sector:
Empezaron a llegar las “amenazas” en forma de normativa.
La primera se aprobó en 1962:
Una nueva ley sobre publicidad en carreteras, fijó que todo anuncio, estuviese a 125 metros de distancia de las vías.
El Toro se alejaba de la vista de los conductores, y Osborne reaccionó duplicando el tamaño de sus logotipos.
En 1988, una nueva ley, prohibió cualquier tipo de anuncio en las autopistas públicas españolas.
Fue entonces, cuando desapareció la marca de la empresa de las vallas, aunque éstas se mantuvieron, envueltas en la polémica.
Entre 1990 y 1994, asociaciones y particulares, incluso, celebraron recogidas de firmas, para convertir al Toro en “símbolo cultural y artístico de los españoles” y salvarlo de la persecución a la publicidad exterior.
Entonces, este icono publicitario, dio un paso histórico para un elemento de su categoría.
En noviembre de 1994, tomó El Congreso, donde se aprobó una propuesta que le declaraba, como una “herencia cultural y artística del paisaje español”
En diciembre de 1997, El Tribunal Supremo se sumaba a la “amnistía” a los carteles, declarando las siluetas “parte del patrimonio cultural y artístico”
La sentencia dejaba claro, que “ha superado su inicial sentido publicitario, y se ha integrado en el paisaje, y debe prevalecer, como causa que justifica su conservación, el interés estético, o cultural, que la colectividad le ha atribuido”
¿Somos lo que comemos?
¿Emanamos el sabor del jamón, el ajo, el alioli, el cocido madrileño, las migas, las gachas, o el gazpacho manchego entonces?
“Me gustas tanto como el jamón”
Jamón, Jamón es una película dramática española, dirigida por Bigas Luna en el año 1992.
Protagonizada por Javier Bardem, Penélope Cruz, Stefania Sandrelli, Anna Galiena, Juan Diego, Jordi Mollà, Tomás Penco, Armando del Río, Diana Sassen, Chema Mazo, Nazaret Callao, Marianne Hermitte, Nadia Godoy, María Reniu, Susana Koska, Miguel García, Roberto Bermejo, entre otros.
El guión es de Cuca Canals y Bigas Luna; el cual decidió adaptar la tragedia griega, a “La España Profunda”:
En vez de reyes hay caciques, en vez de príncipes hay niñatos, en vez de pitonisas hay prostitutas, y en vez de héroes hay chulos.
Luna traslada los personajes de las obras clásicas y sus conflictos, a un pueblo aragonés de principios de los 90.
Y en esta historia de machismo, con adulterio de por medio, demostrando su buen hacer en el uso de la cámara, rodada la mayoría en exteriores, concretamente en la comarca aragonesa de los Monegros, y en un pueblecito llamado Monegrillo, son el escenario de esta tragedia ibérica.
Por cierto, viendo Jamón, Jamón, nadie podía pensar, que 20 años después, los 3 actores principales, harían carrera en Hollywood, y 2 de ellos, tengan un Oscar.
Así es la vida, nadie puede negarle a Bigas Luna, el buen ojo a la hora de elegir el reparto de Jamón, Jamón:
Una historia de amor y engaño, que se aleja del romanticismo sensiblero, y no se corta a la hora de mostrar escenas de sexo, que no son pocas.
En palabras del director:
“Amo a las putas y amo comer.
Amar y comer son cosas imprescindibles, y complementarias para nosotros, los españoles, y “Jamón, Jamón” es un himno a este gozo.
Amo a las mujeres mediterráneas, porque saben dar de comer, y sobre todo, porque mientras comemos, hablan de comida.
Esto es imposible que lo entienda un anglosajón:
El amor y la belleza, se disfrutan comiéndolos”
Así, el director pone en perspectiva, 2 elementos principales de Jamón, Jamón:
El sexo y la comida, que son protagonistas propios de la historia.
Se miran y se responden en una especie de juego de espejos, que recuerda el ritmo binario del título.
A lo largo de Jamón, Jamón, Bigas Luna desarrolla un sistema de símbolos, relacionados con esos 2 temas, para cumplir su objetivo:
Retratar a España, como un país de sensaciones, pulsiones, y pasiones.
La comida como metáfora sexual, no es el único recurso de Bigas Luna, la riqueza simbólica de su largometraje, parece infinita.
Los colores, los animales, los paisajes desérticos de los Monegros, que contrastan con la sexualidad exacerbada de los protagonistas…
Todos estos elementos, y la estructura del relato sobre el modelo clásico de la tragedia griega, contribuyen a hacer de Jamón, Jamón, una mitología moderna sobre la esencia ibérica.
En efecto, Jamón, Jamón se estreno en 1992, año intenso para España, ya que se organizaron Los Juegos Olímpicos en Barcelona, El 500 Aniversario del Descubrimiento de América, La Exposición Internacional en Sevilla, y Madrid era La Capital Europea de La Cultura.
Entonces, rodar Jamón, Jamón, a la hora de la construcción europea, fue una manera de exaltar, y reflexionar, sobre la esencia hispánica en sus peculiaridades, de promover el retrato de una sociedad contradictoria en sus deseos e instintos básicos.
La historia de Jamón, Jamón se centra en 4 personajes claves:
Silvia (Penélope Cruz), José Luis (Jordi Mollà), La madre de José (Stefania Sandrelli) y Raúl (Javier Bardem)
Estas historias se entremezclan, a partir de un hecho clave:
El embarazo de Silvia.
José Luis es el hijo de un acaudalado matrimonio, propietario de una fábrica de ropa interior masculina, donde trabaja Silvia, su novia.
Silvia es una joven de clase baja, y criada por una madre prostituta, de novia con José Luis, pero siempre en busca de su amor ideal.
Al quedar embarazada, José le propone casarse, pese a que los padres no estuvieran de acuerdo.
Aquí es, donde entra en juego el resto de los protagonistas.
La Madre, la cual nunca le dicen el nombre, empecinada en que su hijo no se case con una persona de ese estrato social, contrata a Raúl, un macho con todas las letras, que atiende un puesto de jamón crudo junto a la ruta, para que conquiste a Silvia.
Los enredos comienzan, y las relaciones también.
José con Silvia, Raúl con La Madre, José con la madre prostituta de Silvia, Raúl con Silvia…
Está claro, el tono de comedia que ronda la historia, pero el guión nunca deja de lado el drama y los conflictos sociales, por las diferencias entre la clase baja y la clase alta, uno de los ejes de Jamón, Jamón, junto con el amor y los engaños.
Así las cosas, Jamón, Jamón termina con un plano de 6 personajes, divididos en parejas, en silencio, mientras un pastor y su rebaño de ovejas se van acercando.
Juzguen ustedes si no es este final, digno de toda una tragedia; aunque confieso que el final debería haber sido una orgía sexual irrefrenable, de todos contra todos y entre todos.
Y es que Jamón, Jamón habla de, cómo factores tan primarios como la lujuria, el sexo, o el deseo femenino, un tema que se plantea sin tapujos, no entienden de clases sociales, lo que convierte a la ficción, en un insólito cuadro de personajes, en el que todos terminan manteniendo contacto carnal con todos.
Pero Luna, que es un tipo inteligente, no cae en la gratuidad:
Al margen de que se le pueda ir la mano con un par de escenas sexuales, y de que la maraña de relaciones entre los personajes, se torne al final, un tanto forzado, lo que le importa al cineasta, es reflejar los discutibles valores de “La España Profunda” donde toda mujer esconde una prostituta, y el nivel de hombría, se mide por el tamaño de sus cojones, a través de unos personajes que, más que seres humanos, son animales heridos, que perturban, y finalmente, conmueven.
“¿Quieres qué te haga el loro?”
La temática principal de Jamón, Jamón, ronda a través de los amoríos, el sexo, y los desnudos, y es por eso que Bigas Luna lo deja bien en claro desde el principio.
Al seguir su trayectoria, uno denota la tendencia por escenas con personas con poca ropa, y por las relaciones carnales.
Incluso, es un poco fanático de la teta…
Ningún personaje es realmente de fiar, todos se dejan llevar por sus pasiones y deseos.
Todos mienten, y se pierden en las redes de la lujuria.
Luna siempre mostraba a sus personajes comiendo, y haciendo el amor, o las 2 cosas a la vez; sin dudas, el sexo y la comida, eran sus 2 pasiones.
Pero Luna parece más interesado, en mostrar el lado más mundano del ser humano.
Más que enaltecer a los héroes, los coloca al mismo nivel que sus villanos, no hay grandes diferencias entre ellos.
Con Jamón, Jamón, Bigas Luna vuelve a la significación inicial del simbolismo, como movimiento artístico que querría establecer una analogía entre las ideas abstractas, y las imágenes.
Así, el director catalán, lleva a cabo una reflexión sobre la exaltación de los cuerpos, y de la sexualidad, a través de metáforas gastronómicas, y animalistas:
La cocina funciona como forma de congregación local, la gran paella de la empresa Sansón a sus empleados jubilados, la caracolada alrededor de la cual gira la conversación entre Manuel y su hijo, la gastronomía se revela constitutiva, de todo proceso de construcción identitaria:
El jamón, la tortilla de patatas, el ajo, las olivas…
Pero además de su dimensión social, la comida conlleva un aspecto erótico muy fuerte en Jamón, Jamón.
Al comer, los protagonistas satisfacen un placer primitivo, que les encierren en una situación de seres de instintos; el mismo placer que encuentran en sus relaciones sexuales.
Esto es particularmente relevante, en las escenas de Silvia con su novio José Luis, y su amante Raúl.
Ambos le comen los senos, como si fueran un alimento, pero se nota una diferencia en la forma de hacerlo:
Aunque para José Luis no saben a nada, Raúl con su sexualidad desbordante dice que saben “a tortilla de patatas, a guindilla, a jamón, a todo”
Aquí con los pechos, el director hace una correlación entre sexualidad y nutrición, y sugiere que los 2 hombres, se han quedado en lo que Freud describe como “La Fase Oral de La Sexualidad Infantil”
Bigas Luna asume completamente esa correspondencia, que establece entre comida y sexo, y confiesa:
“Cuando rodamos el plano, en el que Javier Bardem le come las tetas a Penélope Cruz, le dije a él, que no tenía que parecer sexual, que tenía que interpretar de manera que pareciese que se estaba comiendo un flan”
Las referencias comestibles a personas, son frecuentes en Jamón, Jamón, y Bigas Luna se divierte manipulando los instintos antropófagos de los personajes, como por ejemplo:
Cuando Raúl le dice a Silvia:
“Me gustas tanto como el jamón”
Por supuesto, el jamón es un elemento clave de los símbolos manejados por Bigas Luna.
Explora toda la riqueza de la lengua española para designarlo:
Cerdo, guarro, cochino, marrano…
El director confiesa:
“El origen de todo, es mi decisión de retratar el país, a través de la comida y del sexo.
Como desde mi punto de vista, el jamón es la mejor cosa de nuestra gastronomía nacional, pensé que sería un buen titular”
El jamón se convierte en el recurso de la tragedia final, cuando José Luis y Raúl luchan hasta la muerte con jamones de la fábrica de Raúl llamada “Los Conquistadores”
Esa última escena de duelo a jamonazos, recuerda el famoso cuadro de Goya “Duelo a Garrotazos”
El ajo, por otra parte, desempeña también un papel importante en Jamón, Jamón.
Tradicionalmente, se asocia con una imagen positiva de protección, pero Bigas Luna decide convertirlo, en un disparador de violencia y de sufrimiento.
Raúl pone un ajo en el culo de un cerdo que se pone a guarrear; la madre de José Luis empieza a llorar, cuando siente el olor del ajo que le recuerda su noche con Raúl…
El director catalán, sigue desarrollando su sistema simbólico, con una reflexión sobre el cuerpo humano, que a veces flirtea con la animalidad.
Es particularmente relevante en Jamón, Jamón, cuyos protagonistas se encuentran en posiciones bestiales.
Por ejemplo:
En el puticlub donde trabaja Carmen, la madre de Silvia, hay un loro que solo puede decir una palabra:
“Polla”
Esa apropiación del lenguaje humano, cuestiona otra vez los límites entre humanidad y animalidad.
Así, cuando José Luis viene al club para ver a Carmen, ella le propone:
“¿Quieres qué te haga el loro?” y empieza a decir “Guaca”, imitando al animal.
Siguiendo con su bestiario, Bigas Luna asimila Raúl a un lobo, en la escena donde Silvia, vestida con un corto vestido rojo, vuelve de las compras con una bolsa llena de alimentos.
El está haciendo vueltas en motocicleta, y parece a una versión moderna e hispánica, del cuento de La Caperucita Roja.
El Toro, icono de España, encarnado aquí por el famoso Toro de Osborne, es claramente un símbolo de la sexualidad desmesurada de los personajes de Jamón, Jamón, y forma parte de la identidad ibérica.
Así, cuando José Luis en un acto desesperado de furor, pega los testículos del toro hasta que se caen, es una pérdida de consubstancialidad, y Bigas Luna dice:
“Creo que hemos llegado todos, a un alto nivel de europeanización.
Hoy, El Toro de Osborne de Candasnos, donde fue rodado Jamón, Jamón; ya no tiene testículos, y eso representa una pérdida de parte de nuestra identidad.
No me gusta esto, pero estoy dispuesto a perder algunas cosas, si se crean otros signos identitarios”
El enorme miembro del toro, representa la seguridad y el resguardo viril, de los que la misma Silvia ha carecido, y que busca en su acomodado novio, cree hallar en Raúl, pero finalmente encuentra en Manuel, el padre de José Luis.
Su búsqueda, se plasma como metáfora en la secuencia donde, tras la discusión con José Luis, cae una tormenta y, para ampararse de la lluvia, se sirve del genital desprendido, lluvia que inicialmente le cae como si fuesen gotas de esperma del mismo toro.
Además, todos los animales puestos en escena por Bigas Luna, son ligados a la muerte:
Los animales de crianza como el cerdo y el toro, pero también las moscas, que aparecen en el sueño de Silvia, y prefiguran la tragedia final, donde José Luis muere bajo los golpes de Raúl, y se queda ensangrentado en la arena, igual que un toro después de la corrida.
Por lo demás, el conflicto, una vez más familiar, mantiene la constancia del director, en cuanto a la privación del padre:
Manuel, el de José Luis, está prácticamente ausente, anulado por el carácter dominante de la Conchita, como le dice Raúl en clara alusión a la vagina; mientras que el de Silvia y sus hermanas, apenas se presenta; de él sólo se sabe que es un alcohólico agresor, y la inconstancia amorosa de su hija mayor, no revela más, que una búsqueda en alguien que asuma el compromiso afectivo, del que ha carecido desde pequeña.
De ahí el fracaso de su relación con José Luis, un joven indeterminado, económica y afectivamente, dependiente de su posesiva madre, quien desde el principio, aparece controlándolo, telefoneándole bajo cualquier pretexto.
La dependencia de José Luis, se proyecta en su relación con Silvia, quien le reprocha su inmadurez:
“Eres muy crío para mí”
El desinterés y la falta de compromiso:
“¡Lo que pasa es que nunca te has preocupado de mí!
¡Ni de mi embarazo!”
Esta actitud vacilante, se plasma también en el aro de compromiso que se encuentra en el camino, y que le ofrece a su novia como alianza de pedida:
La anilla de una lata, presumiblemente de Coca-Cola, sobre la cual, si se enlaza con uno de los planos posteriores, más tarde orina, literalmente en “el símbolo más universal de la cultura americana”; y alegóricamente, Silvia ya está orinada por José Luis, su embarazo.
Como caracteriza a las obras de Luna, la asociación por contraste, se opera entre los personajes protagónicos, cuyo deseo nuevamente, se cierne en torno a un mismo objeto:
La mujer.
El otro personaje que adelanta el perfil del macho ibérico, es Raúl, poseedor de una sexualidad desbordante, como el toro, es más fornido que José Luis y sus prácticas cotidianas, están socialmente enlazadas con la virilidad:
Hacer La Luna, que según una leyenda, dice que “cuando los toreros lidian a la luz de la luna tienen erecciones”, así como otros pasatiempos de Raúl, como lo es conducir en motocicleta.
Hasta en la forma de vestir, mostrando siempre el bulto apretado, y comerse los senos de Silvia, se establece una diferencia.
La virilidad de José Luis, un hijo de papá, en cambio, se ha asentado en un estadio pre-viril, esencialmente bucal, de ahí que su actividad sexual preferente, sea besar los senos de su novia.
La historia misma está, por lo demás, invadida de referencias porcinas:
Raúl trabaja en un almacén que distribuye jamón, y más tarde, se vale de un cerdo del corral, para introducirse en la vida de Silvia.
La mascota de esta, es un lechón llamado Pablito, con el que se establece un claro paralelismo en el accidente; incluso los mismos insultos:
Silvia es una jamona según Raúl; o Raúl un guarro, según ésta, y un chorizo, es decir, un comestible derivado que en el habla coloquial significa ladrón, según los créditos finales.
Una vez conquistada la chica, ambos parten en busca de la intimidad que precede al desborde pasional, con cunnilingus incluido, lo que da pie a un diálogo en el que se repite el anterior intercambio de epítetos: Guarro y jamona.
Es decir, asimilación de los seres humanos a los animales.
La dicotomía que Luna emplea para caracterizar a los personajes masculinos, también se extiende a sus madres:
La Conchita, la empresaria, es manipuladora, caprichosa, dominante:
“Mamá, no empieces”, le dice José Luis.
“Estoy harto de que te metas conmigo.
Nada de lo que hago te parece bien.
Me tratas como a un niño”
Ejerce sobre él, un riguroso control:
Lo mima como si fuera pequeño, precisa cuál es la mujer que le conviene o, más bien, la que no le conviene.
Su dominio se dirige a conformar una relación que manifiesta rasgos incestuosos:
“Eres lo único que me importa en este mundo...
¿Es que ya no me quieres?”
Que La Conchita consuma con Raúl, al tiempo que tampoco se sugiere de ella, el menor contacto, sexual o afectivo con su esposo.
En contraste, la madre de Silvia que recupera, aunque sólo parcialmente, la herencia cultural de su nombre, obligada a trabajar como prostituta en su bar para mantener a las hijas por la ausencia del padre, sigue unos principios éticos que rechazan cualquier destino determinista para sus hijas:
“¡No quiero que pases por lo que he pasado yo!”, le recuerda a Silvia.
Además, mantiene cierta postura ética:
En el momento en que José Luis le anuncia que piensa casarse con su hija, decide evitar, a pesar de que se ha enamorado de él, todo contacto sexual.
Y aunque desconoce que su novio es cliente de su madre, mantiene comunicación abierta con ella, y valora su esfuerzo:
“Eres la mejor madre del mundo”
En otro momento, la misma Silvia le comenta a José Luis:
“Y es más buena...
Cuando yo tenía 13 años, ella tenía que hacer barras americanas y reservados, y la pobrecilla no sabía ni servir copas, pero tenía que alimentarnos a las 3”
Como si no fuera suficiente con el desarrollo de los personajes, la diferencia queda zanjada, en la calificación de los créditos finales, a partir de una divertida y popular forma de adjetivación, mediante una perspicaz estructura apositiva.
Se trata de la utilización de 2 sustantivos, uno de los cuales, modifica a otro, sin que medie ningún elemento, con lo que cumple la función de un adjetivo puro.
Sin embargo, el trastrueque entre ambos, da lugar a un cambio semántico, porque el sustantivo pospuesto corresponde a una función especificativa, o determinativa de la significación del primer sustantivo.
Así, en el caso de la madre puta, “puta” introduce un matiz que establece una diferenciación entre las mujeres que son madres, en este caso, descalificadora de
La Conchita, con un término que eclipsa la ocupación, y cuyas alusiones sociales son inequívocamente peyorativas.
En cambio, en la puta madre, la operación funciona a la inversa, puesto que se explica, o se insiste en el tipo de puta que es el personaje:
“Madre”
En ella queda entonces recalcada, la función maternal que ejerce, de clara connotación positiva, y que se refuerza en uno de los planos de la secuencia final, evocadora de “Pietà” (1498 - 1499) de Michelangelo, al tiempo que reactualiza las relaciones edípicas de los personajes.
Esta misma locución, constituye también una popular expresión local de carácter celebrativo, que matiza el tono peyorativo del adjetivo, en la que, al anteponerse el verbo estar, y en menor medida ser, más la preposición de, indica calidad o estado óptimo de cualquier hecho o situación.
Es decir:
La madre termina siendo una puta; la puta termina siendo una madre; el pijo lucha contra el macarra, y la embarazada gana un padre y amante.
“¡Lo que pasa es que nunca has tenido cojones para nada!”
Las actuaciones en general están bien, pero no pasan de ahí, a excepción de Stefania Sandrelli, que su papel es el mejor de Jamón, Jamón, interpretando a una mujer de clase alta aburrida, con un marido que le da poco importancia, y que busca alternativas amorosas, para poder salir un poco de su amargada y rutinaria vida.
Una joven Penélope Cruz, hace su debut en pantalla grande, y Javier Bardem, que si bien ya había tenido algunas apariciones en algunos proyectos sin importancia, aquí consigue su primer protagónico.
Penélope Cruz tiene un papel más físico que dramático, que irradia sensualidad con su agraciada anatomía; por lo que también vamos a poder ver, uno de los pocos, si no es el único, desnudo de Penélope Cruz en pantalla.
Javier Bardem, es la imagen del machismo, la virilidad, puro instinto, huevos y testosterona avasallante.
Jamón, Jamón es una entretenida película, en donde el director catalán nos da una versión muy consciente, mostrándonos todo un retrato de España, utilizando para ello, incluso con descaro, varios símbolos patrios españoles, aparte de su gastronomía más típica, como la paella, tortilla de patata, ajo, y como no, el jamón y, hasta incluso, El Toro de Osborne.
Luna hace un crisol con todos estos elementos, y nos devuelve su particular visión de La España de Las Olimpiadas de Barcelona, y La Expo de Sevilla.
Luna huye del tópico del torero, la folclórica, y el flamenco, para introducirnos de lleno, dentro de esa otra España castiza.
Luna no busca estilizar la realidad, todo lo contrario.
No descarta del montaje, la toma en la que a Juan Diego se le posa una mosca en la cara, en una escena romántica, y durante todo el metraje, inserta sonidos propios del campo:
Viento, rebaños, moscas, etc.
Lo que más me gustó de Jamón, Jamón, fue la acertada radiografía de cultura ibérica/mediterránea, no sólo el jamón es un elemento constante durante todo el metraje, sino que Luna introduce en la historia, muchos otros elementos representativos de este país.
Igualmente, las máquinas tragaperras, las gasolineras, y los puticlubs de carretera, están perfectamente introducidos en la historia, y son el hábitat natural de los personajes.
Quizás el símbolo más claro de Jamón, Jamón, esté en la escena en la que Jordi Mollà arranca de golpes, los testículos de un Toro de Osborne, no olvidemos que dichos toros que adornan las carreteras españolas, empezaron siendo anuncios, y actualmente son una seña de identidad más de ese país, y el único vestigio de publicidad permitido en esas carreteras.
Sencilla y discreta, la banda sonora posee una muy buena factura, llevada a cabo por el italiano Nicola Piovani; una música que, aunque omnipresente, no consigue hacerse pesada, y dota también, de un cierto halo trágico a la historia de Jamón, Jamón.
Y aquí, como bien he dicho, mostrándonos una sencilla banda sonora, pero con muy bellas y cálidas melodías, a base de muchas guitarras, que aportan un cariz romántico y evocador, y atención al tema “Házmelo Otra Vez”, interpretado por el cantante Moncho, resulta impagable.
“Me gustas tanto como el jamón”
Y la cuestión…
¿Es bueno tanto jamón?
¿Es malo?
¿Importa o será que en esta tierra cálida, de físicos prominentes, y sangre caliente, el jamón siempre tendrá el control sobre nosotros?
O más bien...
¿No será que aunque lo negamos, a la hora de la verdad, dejamos las finezas aparte, porque “el jamón nos pone calientes”, porque con toda su vulgaridad y olor rancio, el macho ibérico, y la jamona hispana, nos sacan como nadie, la marea de arena y fuego, de más abajo del corazón?
Porque el Jamón, dicho dos veces, es el elemento en cuestión, quien tiene el control sobre nosotros, y aunque somos nosotros los devoradores, el que nos asimila a su ardiente y pasional naturaleza, es él...

“En tu interior hay un Sansón”



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