Nueve Reinas

“Putos no faltan, lo que faltan son financistas”

“El cine de estafadores”, a diferencia del que ofrece simples robos con violencia, suele resultar atractivo, ya que el hecho de que sus protagonistas salgan airosos, depende de su ingenio, inventiva, o capacidad para fingir.
Este es un cine, que invita al público a entrar en su particular juego, y a montar el rompecabezas que constituye la red argumental del film.
Es un cine, además, en el que sus protagonistas acostumbran a contar con la simpatía, y hasta la complicidad del espectador, por más que al final nos enseñe, que no te puedes fiar absolutamente de nadie, ni siquiera de su autor, que siempre acaba deparándonos una última sorpresa.
Esto es así, porque si bien otras grandes obras de El Séptimo Arte han destacado, y lo seguirán haciendo, por su belleza estética, su gran montaje, o la calidad de su banda sonora.
Este tipo de películas, al no poseer gran nivel técnico, se apoyan en una sucesión de los hechos, original e inesperada.
“¿Qué decías vos, cuando te preguntaban qué querías ser?”
Nueve Reinas es una película argentina del género suspense, del año 2000, escrita y dirigida por Fabián Bielinsky.
Protagonizada por Ricardo Darín, Gastón Pauls, Leticia Brédice, Tomás Fonzi, Elsa Balaguer, Celia Juárez, Antonio Ugo, Alejandro Awada, Ignasi Abadal, Óscar Núñez, Leo Dyzen, entre otros.
En 2001, Nueve Reinas estuvo muy cerca, de ser nominada al Oscar a la mejor película extranjera, pero no fue candidata siquiera, por su país; pero curiosamente, es considerada una “Magnum Opus” de su director, y un clásico insoslayable de la cinematografía de la Argentina.
Cabe señalar que, Fabián Bielinsky, dirigió solamente 2 películas:
“Nueve Reinas” en el año 2000, y “El Aura” en el 2005, que le bastaron para granjearse fama como cineasta preciso, clásico, y muy efectivo.
Rechazó reiteradamente, la oferta de hacer una nueva versión de Nueve Reinas para el mercado estadounidense.
Lamentablemente, falleció a la edad de 47 años, de un infarto, mientras dormía en Sao Paulo, el 28 de junio de 2006, donde había viajado, para realizar una selección de reparto para un anuncio; lo que convirtió a Nueve Reinas, en un brillante ejercicio de manipulación cinematográfica.
Nueve Reinas es inteligente, ingeniosa, y con una buena dosis de humor; es un thriller de crimen, con un particular tono de ironía.
Todo esto, enmarcado en la etapa histórica del “Corralito”, la crisis económica que azotó a la Argentina y que, como buena película criolla que se precia, retrata fielmente, el momento presente de rodaje pero que, milagrosamente, es capaz de reflejar cualquier momento futuro en el que alguien, como ha sido mi caso, vea la película.
Como dato, en Argentina se denominó “Corralito” a la restricción de la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes, y cajas de ahorros, impuesta por el gobierno de Fernando de la Rúa, en el mes de diciembre de 2001, y se prolongó por casi un año, cuando se anunció oficialmente, el 2 de diciembre de 2002, la liberación de los depósitos retenidos.
Posteriormente, este término trascendió a todos los países de habla castellana.
El término “Corralito” fue acuñado por el periodista económico argentino, Antonio Laje en el año 2001, cuando tenía una columna económica en el programa de Daniel Hadad.
En la Argentina, se conoce como “Corralito” a una especie de pequeña jaula acolchada y cerrada con una red, cuya estructura puede ser de caños o de madera.
Dentro de ese espacio, se coloca al bebé para que descanse o juegue de manera segura, ya que no le es posible salir de allí sin ayuda.
El periodista buscó, destacar mediante una analogía, la forma en que el gobierno restringía una de las libertades esenciales de los usuarios de cualquier sistema bancario:
“La de poder sacar sus fondos del sistema en cualquier momento”
Así las cosas, la historia de Nueve Reinas, comienza una madrugada, y termina a la mañana del día siguiente.
En esas 24 horas, o un poco más, Juan/Sebastián (Gastón Pauls) y Marcos (Ricardo Darín), sus protagonistas, pasarán por la experiencia de sus vidas, por algo nunca antes vivido, por lo que Marcos insiste en llamar “una en un millón”
Ya que descubren un posible negocio, que les podría hacer multimillonarios:
“Las Nueve Reinas”, una colección de sellos de incalculable valor, pertenecientes a La República de Weimar.
Estos 2 minúsculos estafadores, que habitualmente trabajaban por unos pocos pesos, se conocerán fortuitamente una madrugada, e imprevistamente, se verán envueltos en un negocio de centenares de miles.
Un negocio urgente, inmediato, tanto, que no les permitirá dudar:
Tienen que seguir adelante, hacer lo necesario, tomar por el cuello a la única oportunidad que la vida les va a presentar.
Y lo harán, y comienzan a trabajar juntos, y crean una singular relación maestro-canalla (Marcos/Darín) y aprendiz-pudoroso (Juan/Pauls)
Al final:
El timador timado; y todos compinchados; y encima, se tira a su hermana.
Vaya, ¡un “boludo”!
Nueve Reinas juega con el subgénero del “heist” o del hurto, para brindar una entretenida historia de estafadores.
A medida que Nueve Reinas se desarrolla, Bielinsky incrementa las apuestas, poniendo a sus personajes en situaciones cada vez más complicadas, con cada giro de la trama.
Sin embargo, aunque ciertamente, la trama que Bielinsky desarrolla es emocionante, la estafa resulta ser meramente un “mcguffin”, al más puro estilo Hitchcock, pues la verdadera magia de Nueve Reinas, viene de la forma en que se han desarrollado los 2 personajes y su relación.
Pues dado que, como ambos son estafadores, la confianza entre ellos no será moneda de cambio, y la desconfianza estará a la orden del día.
Sin embargo, la necesidad y la casualidad, los obliga, al maestro experimentado y al joven talentoso, a arriesgarse para lograr esta estafa magnífica.
“Yo quería ser cómplice”
Nueve Reinas está dirigida por el entonces debutante Fabián Bielinsky, quien, aunque había escrito los guiones de varias películas, dirigido cortos basados en historias de Borges y Cortázar, y trabajado como asistente de dirección, por casi 20 años, en 400 comerciales y largometrajes, tuvo que sortear dificultades surgidas de su supuesta “falta de experiencia”
La victoria de su guion en el concurso “Nuevos Talentos” de 1998, fue lo que le aseguró el contrato de producción de su proyecto.
Nueve Reinas se filmó en La Ciudad de Buenos Aires, con un presupuesto de apenas $1.300 mil, por lo que Bielinsky, para evitar que se perdiera un sólo minuto de filmación, se aseguró de que los actores tuvieran el tiempo suficiente para ensayar.
Ricardo Darín indicó:
“Muchas de las escenas se filmaron en la calle, entre peatones, sin escenografía.
Íbamos a un lugar, nos subíamos a una camioneta, filmábamos la escena, y nos íbamos.
La verdad es, que fue muy bueno que estuviéramos tan bien preparados”
Bielinsky dijo que prefiere “Filmar todo en plano secuencia, o en un único decorado, o con 2 personajes solos, o todo en tiempo real” argumentando:
“En el caso de Nueve Reinas, la consigna era, contar todo a lo largo de un día, lo cual me permitía concentrarme, exclusivamente en las acciones concretas de los personajes”
En cuanto al punto de vista, éste indicó que mantuvo una cierta forma de “objetividad”, que a su vez determinaba necesariamente, una neutralidad en el tono, con respecto a lo que estaba contando, procurando no hacerlo en ningún momento, desde los ojos de alguno de los personajes, ya que de lo contrario “se hubiera desarmado la propia lógica de Nueve Reinas”
Si bien cuenta con un guion finalizado en 1997, lleno de inesperadas sorpresas, permite hacer lucir, tanto a los personajes principales, como a los secundarios.
Además Bielinsky dijo que:
“El guion está muy trabajado, para convertir al espectador en víctima.
A mí me gusta que, bajo determinadas reglas, y herramientas nobles, me engañen, me distraigan, y me den pistas falsas”
El guion se destaca por eso, por sus giros argumentales, y los conflictos surgidos entre los protagonistas, cuya gran actuación, sumada a la fluidez de los diálogos, permite mantener al público pendiente del más mínimo detalle.
El cine argentino por otra parte, es criticado frecuentemente, por la ausencia de buenos guionistas capaces de mantener la credibilidad de aquellos discursos reflejados en las imágenes.
Y Nueve Reinas cuenta con un guión, que hace posible una puesta en escena ágil, flexible, dinámica, y adecuada.
Impresionante, como Nueve Reinas indaga en la Argentina catastrófica del año 2000, y como nos muestra cosas simples, como la viveza criolla, y trucos simples de estafadores ineptos, que buscan desesperadamente dinero en la crisis económica más grande de la historia de la Argentina, y ese es el otro punto importante, el que se muestra desde adentro, el manejo de la jerga común argentina, en algunos pasajes hasta inentendible, y un poco confusa, pero a su vez, enriquece y enaltece la historia, y la hace mucho más real a nuestros ojos, en realidad, Nueve Reinas muestra un escenario de estafadores, de una manera recursiva, y evitando la demostración de violencia, y otras expresiones, que podría ser más común y más fácil de utilizar.
La mentira y el engaño excelentemente manejados, tanto, que hay un punto donde ya no crees nada de lo que está pasando, te engañan tantas, y tantas veces, que se siente una especie de resignación a que las cosas pasen, y no precisamente, como uno piense que pasarán.
Aunque ciertamente, el guión de Bielinsky es maravilloso, su talento como director bien vale reconocimiento también, pues realiza Nueve Reinas, con estilo simple pero muy pulido, que le va muy bien al tono casual.
Con una cierta gracia y elegancia, Bielinsky deja a la trama develarse suavemente, y envolver a la audiencia con su cautivante hechizo, no muy diferente a los trucos que sus personajes realizan, funcionando como una precisa maquinaria con una sincronía perfecta, con tono perfecto.
Aunque trabajando con un muy bajo presupuesto, Bielinsky logra dar a Nueve Reinas, un muy bien definido estilo visual, un poco tradicional, pero muy atractivo.
En lo técnico, el cinefotógrafo Marcelo Camorino, captura el escenario urbano con una belleza elegante, su cámara adentrándose a las calles, que forman el ambiente natural de los personajes.
Un efectivo uso de la cámara, por una parte, y una brillante ambientación, por otra, en la recreación de mundos y mundillos, tanto por los escenarios elegidos como por los giros coloquiales en el habla, son otros de los acertados recursos con los que cuenta este interesante film, que muestra, a fin de cuentas, como la corrupción no es sólo cosa de unos pocos aprovechados, sino que también, se encuentra a nivel nacional.
Nueve Reinas, obra que por su satisfactoria realización, se escapa de lo que habitualmente conocemos bajo la etiqueta de “Cine Argentino”, no deja de ser una muestra más de este tipo de cine, en el que la mentira, la trampa, el engaño, están presentes, no sólo en la historia que planean y envuelve a sus protagonistas, sino que convierten al propio espectador en su víctima.
Cuando Nueve Reinas termina, nos preguntamos por qué se siente como una experiencia diferente, si ya hemos visto antes esa historia.
Es difícil responder, si no pensamos un poco, en cómo Nueve Reinas está estructurado.
El director, de manera inteligente, nos desvía por el retrato de 2 personajes.
Si pensamos un poco, en que no puede ser tan obvia la cosa, podemos predecir el final.
Pero realmente, si decidimos creer en lo que está pasando en pantalla, la experiencia será genial.
Nueve Reinas es una película que depende mucho del espectador para que funcione.
Nunca trata de desviarnos, metiendo elementos para lo mismo.
Siempre confía en que estamos tan pendiente de los 2 personajes principales, que estamos olvidando que atrás de esta comedia negra, se puede esconder algo más siniestro.
Es por esto que es tan difícil inclusive, catalogarla bajo un género.
Darín y Pauls conforman una atractiva pareja de maestro-aprendiz, que desprende una significativa química.
Primero, Gastón Pauls muestra un carisma natural en su trabajo, interpretando al joven aprendiz con gran verosimilitud, y eso que como actor me parece bastante inexpresivo, pero aquí su inexpresividad es perfecta, para el halo de misterio del personaje que compone, y más para la revelación final.
Sin embargo, Nueve Reinas le pertenece a la soberbia interpretación de Ricardo Darín, quien es Marcos.
Darín, un actor de gran calibre en la Argentina, que es respetado por haber salido en un montón de películas, y siempre mantener un acercamiento casi filosófico a los personajes.
Cada uno de los roles que ha tenido es especial; y este podría ser el mejor rol de su carrera.
El criminal es metódico y frío, pero muy humano, y así lo demuestra a medida que Nueve Reinas avanza, cuando se va desenvolviendo lo imperfecto del crimen, y lo único que mantiene a este hombre en pie, es una relación que acaba de empezar con un hombre en el que no confía, pero por conveniencia y avaricia debe hacerlo.
El resto del elenco, aunque con menos tiempo en pantalla, hacen todos un trabajo eficiente, especialmente, Leticia Bréndice, como Valeria, la hermana de Marcos.
Nueve Reinas, no sirve solo para pasar el rato; nos sirve para evaluar bien, cómo una película puede cambiar de parecer, de manera tan repentina, y todavía mantener calidad en materia de historia.
Insisto, no nos sorprende con su twist; pero sí sorprende, que nos lleve con tanta calidad, a un final justo.
Nueve Reinas es un soberbio ejemplo, de cómo dar forma a una historia:
Al agregar la cantidad necesaria de detalles para hacerla interesante y única, Bielinsky construye su cinta de crimen, con el mismo cuidado que se orquestaría una estafa:
Con la perfecta sincronía, y el tono apropiado, el ritmo adecuado, y la cadencia exacta.
Hay pocas cosas malas en Nueve Reinas, pues cada elemento juega su papel en el rompecabezas con buenos resultados.
Quizás, hay momentos en que lo absurdo de las estafas se vuelva demasiado, pero el seco e impasible humor que Bielinsky emplea, mantiene todo en el humor adecuado.
Si bien es cierto, como ha quedado claro, que Nueve Reinas contiene ciertas “lagunas argumentativas” respecto a secuencias que quedan poco justificadas:
Al comienzo de la obra, vemos como, casualmente, en la gasolinera donde Juan finge ser un temerario estafador, condición indispensable para que Marcos “lo adopte”, hay un cambio de turno de cajeras.
Más adelante, cuando Juan intenta convencer a Marcos para seguir juntos, en la secuencia del ascensor, depende de que justo en ese momento, y no 5 minutos más tarde, en los que Marcos ya se habría ido, apareciera una señora confiada con un bolso, a punto de entrar en un ascensor con sistema de parada.
Otras situaciones de este tipo son, por ejemplo, que Marcos no investigue, para saber si el sello original, realmente existió, o que consigan quitarle el maletín los tipos de la moto en el momento exacto en que lo hacen, el maletín lo agarra Juan, pero:
¿En caso de que lo sujetara Marcos?
Por último, al final del relato, es casualidad, como poco, que para comprar los sellos verdaderos, han de reunir justo el dinero que ambos tienen, y coincidencia que cuando Juan manda al carajo a Marcos, fingidamente, y luego vuelve horas después, Marcos todavía no ha sido capaz de reunir todo el dinero.
Nueve Reinas, a pesar del obvio “toque argentino”, no dejaban de remitirle a uno, a las historias de listos, y más listos de David Mamet, que a su vez, bebían del imaginario clásico de Hollywood.
Las historias sobre pillos y estafas, alcanzaron su culmen popular, con “The Sting” (1973), e inevitablemente, Nueve Reinas tiene puntos en común con la mítica película de George Roy Hill.
También lo es, como la crítica ha puesto de manifiesto, que cuenta con todo lo bueno de este tipo de películas:
Guión trepidante, pese a lo ya comentado, puesta en escena, no espectacular pero si efectiva, e interpretación buena en general.
A modo de resumen, creo que es el carácter aleatorio de Marcos, y las experiencias que viven durante Nueve Reinas,  lo que hace tan improbable el éxito de este plan, por el hecho de que la complejidad del mismo, exige una actitud de credulidad total por parte del espectador.
En este tipo de relatos, el director tiene que demostrar, ser más astuto que el espectador.
Sería como una especie de pulso mental, en el que el director no puede utilizar sus privilegios:
Información, montaje, ser el guionista… para ganarnos, sino que ha de ser honesto, es decir, hacernos ver, y dejarnos claras todas las situaciones una vez que hayamos visto la película, y no conociéramos nada de antemano.
“Sos de los que piensan demasiado, eso es una desventaja, hay cosas que si las pensás no las hacés”
Dicho en “argentino”:
Nueve Reinas retrata a la perfección, la sensación de que todos estaban a punto de cagarse a trompadas, liarse a “mamporros”, incluso entre desconocidos.
Todo fuera para canalizar la frustración personal, suscitada por un estado ausente, y por la falta de oportunidades.
Sí, ésta ciudad, Buenos Aires, era puro descontento social, y estaba llena de buscavidas, que hacían lo que podían para “ganarse el mango”
Parecía que alguien, meramente debía encender un fósforo, para que todo estallara.
Y así fue un año y medio después del estreno de Nueve Reinas, en diciembre de 2001, cuando arribó la tristemente “célebre crisis”
Un gran visionario Bielinsky, al predecir lo que sucedería, por ejemplo, en la escena del quiebre bancario, al percibir el ánimo social de la época, y al plasmar esa tensión e irascibilidad callejera, que abunda en Nueve Reinas, la cual resultó el ejemplo ilustrativo, del cine posmoderno de resistencia, el cual se basa en estructuras narrativas clásicas, al tiempo que utiliza la alegoría, recurso característico de la estética posmoderna.
Sin embargo, se diferencia del modelo hegemónico norteamericano, pues sugiere, mediante un sistema de paradojas, una forma peculiar de resistencia cultural que cuestiona el paradigma ético y estético dominante.
En el contexto de la crisis argentina, Nueve Reinas puede ser considerada, una obra sintomática del universo posmoderno, pues no sólo recrea el universo diegético de la corrupción, sino que además, prefigura la crisis que detona en las jornadas de diciembre de 2001, que más que “una crisis de la representación”, del “sistema político”, es la crisis del “socius” en su conjunto.
La alegoría, en tanto esquema expresivo, le permite al narrador, denunciar la corrupción institucionalizada, pues si escenificara lo obsceno, aquello que no se puede poner en escena, no lograría la eficacia política de Nueve Reinas.
Mediante este recurso, Bielinsky construye un mundo ficcional, en el que aparecen y desaparecen cuestiones sobre el sistema y su control local.
La alegoría, le permite articular en una suerte de múltiples espejos, los límites entre mentira y verdad, entre legitimidad e ilegitimidad, entre justicia e injusticia, entre ser y parecer, entre lo representado y lo referencial.
Si bien retoma un viejo tema inherente al ejercicio del poder político, importa conocer cómo aborda la corrupción en clave posmoderna, vale decir, su programa narrativo.
Si bien, la historia de Nueve Reinas está basada en hechos reales, el recurso de las estampillas fue una invención de Bielinsky.
La vinculación entre la plancha de estampillas, llamadas “Las Nueve Reinas” y La República de Weimar, se presenta en el 2º bloque narrativo, en la secuencia en la que Sandler (Oscar Núñez) lo revela.
Este recurso narrativo, implica al espectador, en el juego de la intriga, a través de la información cifrada y diferida, convirtiéndolo también, en un investigador.
Investigador en un doble sentido:
Lo obliga a hacer asociaciones no sólo sobre la misma ficción, sino también, a activar su memoria sobre el pasado, construido por tantos olvidos, puntos finales, y obediencias debidas.
De tal suerte que, ficción cinematográfica y ficción histórica, se superponen para, en un nivel connotativo, aludir al significante de lo espectral.
Argentina y Alemania tienen un “aire de familia”; ambos Estados hicieron uso del poder político-militar, a partir de construir 2 mitos:
a) El de la conspiración judía, y
b) El comunista.
Ambos Estados, se caracterizaron por sus débiles democracias, padeciendo una ilegitimidad de origen, que desembocó en regímenes totalitarios.
No obstante sus diferencias, la crisis argentina y la alemana, ocurrida entre 1918, y 1933, también se parecen por la masiva desocupación, y el subempleo que desencadenaron.
Desde esta óptica, el narrador nos propone leer la siguiente cadena sintagmática:
Weimar/Alemania/Argentina, connotan: nazismo/dictaduras militares/genocidios.
Ahora:
¿Por qué la intriga se organiza en torno a estampillas, y no monedas?
¿Por qué papel, y no metal?
Planteamos una 2ª hipótesis de lectura.
La relación estampillas/papel/dinero, es un recurso metonímico que alude al capital financiero, y a la “virtualización” de lo económico.
¿Hay algo más espectral, fantasmal, que el capital financiero?
Es intangible, circula por las redes informáticas del nuevo comercio internacional, a través de las cuales, se ejecutan grandes transacciones de capital.
Importa entonces, indagar la relación entre presencias y ausencias.
Las estampillas, a través del desplazamiento metonímico, simbolizan al dinero, el equivalente abstracto, y al capital financiero.
Resumimos nuestro argumento:
La República de Weimar alude a lo espectral del pasado dictatorial, las estampillas a lo espectral del presente.
La asociación entre significantes, vincula el tiempo y el espacio, la representación y lo real, porque siempre los hechos están encadenados.
Marcos encarna la ideología del cinismo; él, como los ministros a los que representa, sabe muy bien, cómo son las cosas, pero aún así, hace como si no lo supiera.
En clave “frankfurtiana”, representa el itinerario del sí mismo, a través de la Modernidad que, como el mítico Odiseo, despliega su subjetividad a través de la astucia, el engaño, y el sacrificio.
Por ello, hace suya la lógica de la “razón instrumental” pues Marcos siempre está calculando la relación entre medios y fines, lógica que, en el capitalismo tardío, actúa como el fundamento mismo de la relación de dominación.
Juan es más joven y, en apariencia, menos experimentado en las astucias de la estafa.
Su motivación es conseguir 70 mil palos, 16 para sacar a su padre de la cárcel, y restituir la herencia que, a través de argucias legales, Marcos le ha robado a su hermano Federico.
De modo que usa su conocimiento clínicamente, pues lo ayuda a combatir lo que considera incorrecto para su sentido moral.
Juan y su banda, representan a la comunidad que quiere volver al ágora, para hacer de lo privado un asunto público, pues la justicia social, o para ser más exactos, su ausencia, deja al ciudadano sin mecanismos de participación.
Si el poder político carece de fundamentos éticos y jurídicos, si ya no cumple su función rectora:
El bienestar colectivo, a los ciudadanos de Nueve Reinas no les queda más opción que ejercer su propia ley, es decir, juzgar privadamente al corrupto, mientras los grandes corruptos, evaden el juicio público.
Complicidades entre ficción y realidad, para denunciar la ausencia de representación legítima, en un país en el que la fuerza social radicalizada y de masa, fue sistemáticamente socavada, además de empobrecida por las hiperinflaciones de 1989/1990, quebrando los lazos solidarios, y las identidades sociales.
Pero:
¿Qué más están diciendo Juan y su grupo, con esta inédita alianza solidaria?
Ellos son esos otros, que en otras posiciones subjetivas del mismo proceso, optan frente a la corrupción, incluirse en los irrepresentables; como ya que no pueden ser “clase”, “pueblo”, “nación” o “sociedad”, serán “grupo en fusión” o lo que puedan.
Y esto es lo que pueden los inconformes frente a la crisis ética, metaforizan, a escala micro-social, formas incipientes de resistencia del poder constituyente.
En la última escena, Juan recuerda la canción que durante todo el filme ha olvidado, dice:
“¡Ya me acordé!”
Al tiempo que en la banda sonora escuchamos “Il Ballo del Matone” de Rita Pavone, y aparecen los créditos.
Este recurso, de evocar la década de los 70 a través de la canción, recrea aquella atmósfera, hoy residual, cuando todavía podíamos imaginar un mundo mejor.
“Santos no hay, lo que hay son tarifas diferentes”
Nueve Reinas es una aclamadísima película del cine argentino, que se convirtió rápidamente en mito gracias al que, decían, era uno de los mejores finales que se habían visto en el cine, y estoy de acuerdo.
Me gusta cuando veo una película, y me sorprende sin que lo espere.
El abrupto fin de una vida, es siempre una tragedia, particularmente de alguien joven, pues deja siempre la pregunta de qué harían si estuvieran vivos.
En el caso de un artista, esto es especialmente significativo, aún más, si el fallecido estaba apenas comenzando a obtener reconocimiento.
Este es el desafortunado caso del cineasta argentino Fabián Bielinsky, quien tras haber hecho 2 filmes, aclamados por la crítica, falleció de un ataque al corazón, con apenas 47 años.
Testamento de su talento, es el hecho de que en tan sólo 2 cintas, Bielinsky había logrado ya desarrollar un sello propio, diferente a lo que podía verse en el cine argentino de su tiempo.
Mirar el triunfo que es Nueve Reinas, hace a uno darse cuenta de la gran pérdida para el cine, que fue la muerte temprana de Fabián Bielinsky.
En 2011, obtuvo el Premio Konex, Post Mortem, como uno de los 5 mejores directores de cine de la década en la Argentina.
Sin ningún género de dudas, estamos ante una película mágica, tramposa, fascinante, y embaucadora.
Tan mágica y tramposa, tan fascinante y embaucadora, como la propia vida.

“Están ahí, pero no los ves.
De eso se trata.
Están, pero no están.
Así que cuidá el maletín, la valija, la puerta, la ventana, el auto.
Cuidá los ahorros, cuidá el culo.
Porque están ahí, van a estar siempre ahí.
Chorros.
No, no, eso es para la gilada.
Son descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pesqueros, filos”



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