Fahrenheit 451

“A flame with the excitement and emotions of tomorrow!”

La quema de libros es la práctica, generalmente promovida por autoridades políticas, o religiosas, de destruir libros u otro material escrito; está vinculada al fanatismo ideológico, y suele acompañar a muchos conflictos bélicos.
La práctica generalmente es pública, y está motivada por objeciones morales, políticas, o religiosas, al material publicado.
En tiempos modernos, otras formas de almacenamiento de información, como grabaciones, discos de vinilo, CD, videocasetes, y páginas de internet, se han incluido dentro de esta práctica.
Mucha gente considera la práctica de quema de libros, como algo ofensivo por diferentes razones:
Para algunos, es una forma de censura, que los líderes políticos o religiosos, aplican contra aquéllos que se oponen a sus ideas.
Encontramos ejemplos en la historia:
En el año 367, Atanasio, el obispo rebelde de Alejandría, emitió una carta de pascua, en la cual exigía, que los monjes egipcios destruyeran todos aquellos escritos inaceptables, excepto aquellos que él particularmente etiquetó, como “aceptables y canónicos”
Esa lista es lo que actualmente constituye “El Nuevo Testamento”
Los textos heréticos no aparecieron como palimpsestos, borrados o sobrescritos como los textos paganos; de esta manera, muchos textos de principios de la era cristiana, se perdieron como si estos hubieran sido públicamente quemados.
El Evangelio de Judas, recientemente redescubierto en Egipto, fue un libro que se perdió mediante esta práctica de destrucción privada de información.
A finales del siglo XV, se produjo en Florencia, una importante quema de libros y obras artísticas de considerable valor, considerados todos ellos inmorales, en la llamada “Hoguera de Las Vanidades”, promovida por Girolamo Savonarola.
El “Index librorum prohibitorum et expurgatorum”, o “Índice de Libros Prohibidos”, también llamado “Index expurgatorius”, es una lista de aquellas publicaciones, que la Iglesia católica catalogó como “libros perniciosos para la fe”; además establecía, en su primera parte, las normas de la Iglesia, con respecto a la censura de los libros.
La última edición data de 1948, y aunque se siguieron incorporando títulos hasta 1961, una provisión de 1966, decretó que no se siguiera renovando.
La lista fue creada en 1559, por La Sagrada Congregación de La Inquisición de La Iglesia Católica Romana, posteriormente llamada La Congregación para La Doctrina de La Fe.
La lista incluyó a autores literarios como Rabelais, su obra completa; o La Fontaine con “Contes et nouvelles”, pensadores como Descartes o Montesquieu, y científicos o proto científicos, como Conrad Gessner o Copérnico.
La 32ª edición, de 1948, última oficialmente publicada, contenía aproximadamente, 4,000 títulos censurados por varias razones:
Herejía, deficiencia moral, sexo explícito, inexactitudes políticas, entre otras.
La lista incluía junto a una parte de la lista histórica, buena parte de los novelistas del siglo XIX; entre los pensadores se encuentran:
Erasmo de Rotterdam, François Rabelais, Giordano Bruno, René Descartes, Thomas Hobbes, David Hume, Denis Diderot, Honoré de Balzac, Émile Zola, Anatole France, Henri Bergson, Maurice Maeterlinck, André Gide, y Jean-Paul Sartre.
Los efectos de este índice, se sintieron por todos lados, más allá del mundo católico.
Durante muchos años, en lugares como Quebec, España, Italia, y Polonia, países católicos, fue muy difícil encontrar copias de estos libros, especialmente fuera de las grandes ciudades.
El ejemplo más famoso de estas “quemas” fue durante el régimen Nazi, en la Alemania de Hitler, acaecido en el Bebelplatz de Berlín, el 10 de mayo de 1933.
Como guía de selección de libros a quemar, sirvieron las denominadas “Listas Negras” escritas por el bibliotecario berlinés, el Dr. Wolfgang Herrmann.
Las listas estaban divididas en 6 categorías:
Bellas Letras: Inicialmente 71, luego 127 autores, y 4 antologías.
Historia: 51 autores y 4 antologías.
Artes: 8 obras y 5 monografías.
Política: 121 nombres y 5 obras sin autor.
Historia literaria: 9 nombres de autores.
Religión, filosofía, y pedagogía.
Se repite en Chile una anécdota no comprobable, acerca de militares pinochetistas, que buscando libros de carácter marxista, por error encontraron en la biblioteca de Pablo Neruda, en su casa de Santiago, libros sobre cubismo y creyendo que estaban relacionados con la Cuba castrista, los quemaron todos.
Para otros, la quema pública de libros, significa una publicidad gratuita, cuyo efecto es atraer la atención sobre libros, que de otra manera quizás, no habrían llegado a conocerse ampliamente.
Por eso, algunas autoridades prefieren la destrucción privada de los libros.
La actual tendencia de las comunicaciones y archivos digitales, ha dado como resultado, catálogos de trabajos escritos, que son almacenados en medios digitales.
Cuando estos trabajos son borrados a propósito para purgarlos, se puede pensar en una forma de quema de libros digital.
En la actualidad la expresión “quema de libros” se asocia con la censura masiva de una publicación, ante la imposibilidad de, sistemáticamente eliminar información en la era digital.
“Fahrenheit four-five-one is the temperature at which book paper catches fire and starts to burn”
Fahrenheit 451 es una película de ciencia ficción, dirigida por François Truffaut, en el año 1966.
Protagonizada por Julie Christie, Oskar Werner, Cyril Cusack, Anton Diffring, Jeremy Spenser, Alex Scott, Mark Lester, entre otros.
El guión es de François Truffaut y Jean-Louis Richard, basados en la novela homónima de Ray Bradbury.
“Fahrenheit 451” es una novela distópica, publicada en 1953, por el escritor estadounidense Ray Bradbury.
El título hace referencia, a la temperatura en la escala de Fahrenheit (°F), a la que el papel de los libros se inflama y arde, equivalente a 233º C.
Como curiosidad, años después, Michael Moore utilizó ese título, transformado, para uno de sus documentales, algo por lo que Bradbury protestó.
Moore, el autor de “Fahrenheit 9/11” (2004) ha dicho que el 9/11 sea “la temperatura en la que se quema la libertad”
Aunque Bradbury ha declarado en alguna ocasión, que no se considera un escritor de ciencia ficción, sino de fantasía, y que la única novela de ciencia ficción que ha escrito, ha sido “Fahrenheit 451”
El libro fue publicado para criticar la censura de libros en Estados Unidos, como resultado del “Macarthismo” del senador Joseph McCarthy, al igual que la quema de libros en la Alemania Nazi en 1933, y el lanzamiento de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki.
El libro fue publicado por primera vez, en episodios, en la recientemente iniciada revista Playboy.
Ray Bradbury dijo una vez:
“La sola sospecha, de que en el futuro, el arte resultará devorado por la ciencia, me angustia.
Todos los días topamos con personas que desean la destrucción de la sabiduría humanista, recogida por los hombres, para poder manejar a estos como máquinas.
Hitler, sin ir más lejos.
El tema de “Fahrenheit 451” surgió de esta obsesión, y del descubrimiento de un documento de 1790, que exigía a los bomberos norteamericanos, la quema de cualquier libro de influencia británica en las colonias.
El firmante de esa orden, era nada menos que Benjamín Franklin”
En 1967, se publicó una versión censurada, sin conocimiento de Bradbury, donde se omitían las palabras “Damn” y “Hell”
Poco después, se publicó otra versión, con todas sus palabras, y una explicación por parte de Bradbury, acerca de lo que pasó con el anterior libro.
Fahrenheit 451 es un planteamiento, en el que hay una nueva Inquisición moderna que destruye los libros, y sin embargo, apoya el advenedizo mundo audiovisual:
A veces, casi siempre, tan pobre, tan estúpido, tan soez, tan inculto.
En Fahrenheit 451 se nos presenta una sociedad, totalmente dominada por los medios masivos de difusión, los tranquilizantes, y el conformismo; en donde lo individual no existe, y todo el ocio se basa en actividades colectivas, evitando así, el recogimiento necesario para la reflexión propia del ser humano.
Recordar que la novela “Fahrenheit 451” fue escrita en 1953, en plena Guerra Fría, cuando el régimen soviético del otro lado del telón de acero, se podía describir en los mismos términos.
Truffaut logra transmitir su preocupación, y la nuestra:
Un futuro no muy lejano, en el que los libros estuviesen prohibidos, y se persiguiese a todo aquel que osara leerlos.
Pero la idea no es tan sencilla como eso, el director relaciona esa batalla, con la incapacidad de las personas para razonar, para pensar por sí mismas.
Nos presenta máquinas controladas por el estado, esta idea también está presente en la más reciente “1984” de Michael Radford:
Personas vigiladas y vigilantes, indiferentes, irracionales y débiles, y entre toda esa masa, la esperanza.
Fahrenheit 451 es la primera película de Truffaut en color, y la única en inglés, pues fue producida por la inglesa Vineyard Productions.
Las escenas del ferrocarril elevado, se rodaron en la pista de prueba de la SAFEGE, construida en 1959, en la localidad Châteneuf-sur-Loire, cerca de Orléans.
La línea, de 1,4 Km, fue demolida poco después del rodaje.
Fahrenheit 451 tiene un muy buen guión:
Ciencia ficción, surrealismo, situación llevada al extremo, diálogos evocadores, y un espacio muy “gracioso”, creado por Truffaut.
La combinación de ciencia, tecnología, y estado como forma de control.
La cuadriculación en su máximo exponente.
Todo está previsto, la monotonía es la reina, el control absoluto.
Hay paz, estabilidad, tranquilidad, pero se anula al ser humano.
Notable es también, otra prospectiva que Ray Bradbury tuvo al escribir esta novela:
“Fahrenheit 451” nos presenta una sociedad civilizada, donde la comodidad de “matar el tiempo” es lo máximo en logro existencial, algo nefasto, pues “matar el tiempo” no es lo mismo que “vivir”
Una sociedad vacía, manipulada por los medios de comunicación, dependiente de “medicamentos” estimulantes, y automatizada por la autoridad.
Así las cosas, nos situamos en una ciudad no determinada, en un futuro no determinado, algo insólito se ha vuelto la realidad cotidiana:
Los bomberos son entrenados para buscar libros, pues suelen estar escondidos en las televisiones, las calefacciones, y en cualquier rincón de las casas, y es que ya no se encargan de sofocar incendios, sino de incendiar libros, los apilan, y los queman con regocijo.
Fahrenheit 451 se sitúa en una sociedad, aproximadamente posterior al año 1990, en donde la tarea de los bomberos, ya no es la de apagar incendios, las casas de ese momento no son inflamables, sino la de quemar libros, ya que, según su gobierno:
“Leer impide ser felices, porque llena de angustia; al leer, los hombres comienzan a pensar, analizan, y cuestionan su vida, y la realidad que los rodea”
Las personas en esta sociedad, incluyendo la esposa del protagonista, son drogados en conformidad, y obtienen toda la información cotidiana, a través de unas pantallas de televisión, con grandes y altas antenas.
El objetivo del gobierno, es impedir que los ciudadanos tengan acceso a los libros, pues vela para que los ciudadanos sean felices, que no cuestionen sus acciones, y rindan en sus labores.
En este contexto se encuentra Guy Montag (Oskar Werner), un bombero que en principio, no cuestiona estas leyes, y está dispuesto a cumplirlas.
En el correr del tiempo, Montag conoce a una muchacha de 19 años, Clarisse McClellan (Julie Christie), quien le cuenta que a ella y a su familia, los tachan de “antisociales” porque piensan por sí mismos.
Al principio, Montag la tacha de loca, pero es esa joven, la que empieza a generar en él, la duda sobre si verdaderamente es feliz, además de despertar su curiosidad sobre los libros que quema.
Y Montag comienza a leer, y esto implica, no sólo ir contra las leyes que antes no ponía en tela de juicio, sino que comienza a darse cuenta de la realidad que lo rodea, de la infelicidad en la que está inmerso.
Montag, a partir de aquí, comienza a volverse en contra de lo que antes creía, desafiando a la ley en diversas ocasiones, y admirando la forma de vivir de Clarisse y su familia.
Pero la familia de Clarisse es arrestada, pudiendo ella escaparse; tras un furtivo encuentro con Montag, donde le cuenta que se irá a vivir con los “hombres-libro”
Ellos son un grupo de personas, que han logrado escaparse de la ley, o huir antes de ser atrapados, y que para conservar los libros, pero a su vez no cometer un delito por ello, se aprenden un libro de memoria.
Así, muy curiosamente, su identidad pasa a ser la del libro;  es decir, el nombre es sustituido por el título de la obra y su autor.
Tras esto, Montag tiene varios desacuerdos con su esposa Linda (Julie Christie), quien está completamente absorbida por esa sociedad enfermiza.
Tras pedirle a ésta que elija entre los libros y ella, ella decide denunciarle.
Aún trabajando en el cuerpo de bomberos, Montag sale a hacer su trabajo, y descubre que se dirige a su propia casa.
Tras quemar casi todos los libros, Montag esconde uno, y tras incendiar su propia casa, logra escapar.
Finalmente llega a donde están los “hombres-libro”, reencontrándose así con Clarisse.
La premisa de Fahrenheit 451 es interesante, y está bien llevada.
Esta sociedad futurista, ha abolido la lectura y la escritura; los medios de comunicación son la televisión y la radio, los periódicos vienen en forma de comics sin texto, y sólo los números están permitidos, de hecho, Fahrenheit 451 no tiene títulos escritos de presentación, sino que están narrados por un locutor.
Aquí, Truffaut perfila Fahrenheit 451, como una crítica hacia la clase media, estandarizada y carente de personalidad.
La gente es superflua, hedonista, y similar entre sí; incluso, varios personajes están interpretados por los mismos actores:
Hay 2 chicos idénticos en escenas diferentes; Julie Christie interpreta a la esposa, a la vecina de Montag, y a una extraña en una escena en un puente, precisamente con el chico antes mencionado.
Anton Diffring es el compañero de Montag, Fabian, y también la directora del colegio donde trabaja Clarisse, con lo cual el guión apunta, a que las personas, sintiendo y pensando de manera similar, termina por resultar clonada.
Y desde el momento en que los libros están prohibidos, todos van confluyendo para ser una masa de individuos idénticos.
Nadie se destaca, nadie piensa diferente; de ahí la escena en la que Montag olvida ponerse el casco y bajar por el tubo.
Uno puede leer el relato de varias maneras…
Pero sin duda, hay un paralelismo con los regímenes totalitarios, donde la libertad de pensamiento está vedada.
Pero aquí, los títulos de los libros, abarcan desde poesía hasta “Mein Kampf” de Adolf Hitler, filosofía, y relatos de horror; no hay ningún tipo de material escrito, que sobreviva a la persecución.
Es la cultura en general, la víctima de esta sociedad.
Al no tener profundidad de pensamiento ni individualidad, esta gente se porta de manera extraña.
Son autómatas sin sentimientos, inmersos en una rutina salvaje, y viviendo en colmenas.
Todos se ven, como si fueran una gran familia:
Los locutores de la TV son vistos como primos; e incluso, hay una excelente escena de teatro interactivo por televisión, donde se muestra la banalidad de la cultura de esta sociedad; pero a su vez, son indiferentes entre sí.
Cuando Montag comienza a descubrir la magia de la lectura, es cuando recién empieza a sentirse vivo y diferente.
Y es por ello, que el mundo se le comienza a rebelar, no puede subir por el tubo de los bomberos, por ejemplo, pasando a ser un individuo, y no parte de la masa.
Técnicamente, Fahrenheit 451, es una exquisitez, con una fotografía preciosa, y un simbolismo brutal en cada plano; los créditos son un ejemplo claro:
En una película que se desarrolla en una sociedad en la que está prohibido leer, los créditos están narrados, y toda palabra escrita que se ve a lo largo del metraje se encuentra en los libros que se queman.
“You don't like the books then?”
En Fahrenheit 451, Truffaut pudo aunar sus 2 pasiones.
A través del cine, el director consiguió homenajear a su segundo amor, la literatura.
En 1970, el director francés, afirmaba en la revista Télécine:
“Si he elegido los libros y el cine desde la edad de 11 o 12 años, está claro que es, porque prefiero ver la vida a través de los libros y del cine”
Aquí cabe señalar, que Lecturas Cinematográficas, toma como lema, y rinde homenaje en esta frase, transformándola en “Ópera y Cine”
Truffaut evidencia así, su interés por los libros, y siendo así, no es de extrañar que le atrajese la idea de llevar al cine la novela de Ray Bradbury.
François Truffaut dijo una vez:
“Los abogados hollywoodenses de la Universal, productora de Fahrenheit 451, querían que no se quemaran los libros de Faulkner, Sartre, Proust, Genet, Salinger, Audiberti...:
“Limítese a los libros que pertenezcan al dominio público”, dicen por temor a eventuales procesos.
Eso sería absurdo.
He consultado a un abogado de Londres que afirma:
“Ningún problema.
Tiene usted todo el derecho de citar todos los títulos y autores que quiera”
Habrá tantas citas en Fahrenheit 451, como en los 11 films de Godard juntos...
Sólo hoy me he dado cuenta, de que es imposible dejar caer los libros, fuera de cuadro en Fahrenheit 451.
Debo acompañar su caída hasta el suelo.
Los libros son aquí personajes, y cortar su trayecto equivale, a dejar fuera de cuadro, la cabeza de un actor.
Notaba que algunos planos de Fahrenheit 451, eran malos desde el principio, y ahora comprendo, que era a causa de esto”, concluye el cineasta.
La historia, por tanto, de claro manifiesto reivindicativo, que denuncia por encima de todo la barbarie, y la inconsciencia que supone destruir todo un legado de cultura e imaginación, como son el mundo de los libros, por personas como el jefe de bomberos (Cyril Cusack) que antepone sus absurdos ideales, por encima de lo que piensen y opinen los demás, en la secuencia donde le explica a Montag, el por qué le lleva a actuar de esta manera, siendo lo que es, una persona autoritaria y sin escrúpulos.
Pero Montag es un hombre feliz y satisfecho con su trabajo como bombero, pero no como la profesión verdadera, donde se identifican con el hecho de apagar incendios, sino que es completamente lo contrario:
Montag se encarga junto a sus colegas, de provocar incendios, con los cuales, planean quemar todo libro que encuentren.
Montag nunca cuestionaba su trabajo, reteniendo por completo su curiosidad, y reduciéndose a lo que él llamaba “una vida feliz”
Pero después de cierto tiempo, la mente de Montag empieza a funcionar de forma diferente, cuestionando el porqué de su trabajo, y de su forma de vida.
El bombero no puede retener su curiosidad, por lo que roba un libro, y empieza a comprender el mundo en el que se mueve.
Montag va aprendiendo más, va desarrollando su mente, y curiosidad, pero son los libros los que le arrebatan su vida, poniéndolo en encrucijadas respecto a su vida privada, social, y laboral, para dar ironía a lo anterior, finalmente serían estos hechos, los que le salvarían la vida.
El cambio de Montag es lo que le da el sentido a Fahrenheit 451, mostrando al espectador, un ideal de mundo utópico, cuando el verdadero es distópico, donde el pueblo ha puesto en manos de sus dirigentes, una de las decisiones sociales e incluso filosóficas, más grandes para el hombre, planteada incluso, desde El Génesis bíblico:
“¿He de pensar, o de ser feliz?”
Montag no puede contenerse, y desafía este régimen, mostrando su individualismo y curiosidad, por medio de los libros, por los cuales empezó a sentir una tremenda fascinación; pese a sus esfuerzos, por convencer a la gente que lo rodea, ve que no puede convencer a aquella gente atrapada en esa felicidad provisional, por lo que se convierte en fugitivo.
Su historia queda inconclusa, pero dando la esperanza de su futura victoria.
Oskar Werner representa al individuo libre, una defensa de los sentimientos propios, del “Yo” contra el “Nosotros”
Combinando las características de este personaje, con las peligrosas circunstancias en las que se halla, se consigue un filme a medio camino, entre la poesía y el terror psicológico.
Julie Christie interpreta a 2 personajes antagónicos:
Por un lado, la mujer de Montag, fiel seguidora del sistema; y por otro, la profesora, baluarte de la mujer fuerte y armoniosa, capaz de afrontar la situación antes, durante y después.
En contraposición a ellas, Oskar Werner representa al hombre débil y cobarde.
Si bien los actores conforman el carácter de Fahrenheit 451, los verdaderos protagonistas en la obra, son los libros.
Truffaut comentaba, cuando grababa un set de Fahrenheit 451, que los planos en los que se veía la caída de los libros hasta el suelo, eran imprescindibles, y lo son.
El acto de desechar los libros es realista, desde el momento en el que se nos muestra a personas consumidas por el miedo a saber, y por el odio a lo desconocido.
Si bien, las ideas y el argumento, apenas despegan, por lo general, del texto original de Bradbury, y el film de Truffaut, poseen varias diferencias de gran importancia.
El personaje de Clarisse, por ejemplo, está presente toda la película, en el libro no sucede así, y es mucho más cercano al protagonista, entre otros muchos cambios… en la película es profesora de colegio, mientras que en el libro, era estudiante; en la película vive sola con su tío, y en el libro vive con más familiares…
Por otra parte, la mujer de Montag, Linda, no está tan enfrentada a él, como en el libro, y el jefe de bomberos, es un personaje más plano que en el papel.
Por otra parte, el compañero de Montag en la novela, Faber, no aparece en la película, lo que resulta bastante curioso.
En el libro; 3 personajes simbólicos, guían y aconsejan a Montag, a tomar el camino que escogió.
Estos aparecen en momentos concretos, y le muestran sus opiniones, con respecto a la realidad que vivía la sociedad, ya sea esta positiva o negativa, y los sucesos se desempeñan así:
Montag se encuentra con un viejo en el parque, quien por temor, esconde el libro que tenía bajo su chaqueta.
Después de disuadirlo, Montag se sienta a hablar con el hombre, que más tarde se identifica como Faber.
Después de conversar con él, con respecto a la realidad, Montag comienza a esconder libros en su casa, debido a su recurrente curiosidad.
Cuando Montag se vuelve fugitivo, incita a Faber para que patrocine la impresión de libros.
Conoce a Clarisse McClellan, una chica de 17 años, que dice estar loca.
Siempre tropieza con ella cuando va de camino al trabajo.
Hablando con ella, queda impresionado de cuán diferente es del resto de la sociedad hedonista y materialista que vive en el país, pues tiene un espíritu enérgico, y un amor por la naturaleza.
Más tarde, Montag descubre que la chica fue atropellada por un automóvil en la carretera.
Beatty es el jefe de Guy Montag, un ferviente bombero que defiende los ideales de igualdad, por los cuales lucha el gobierno.
Los puntos de vista de Beatty, son muy válidos, pues dice que los libros asemejan una forma de pensar individualista, que siembra la discordia en los hombres, por lo que deben ser erradicados, para que todos sean felices.
Las opiniones de Beatty son tan fuertes, que Montag se siente confundido ante su posición, consciente de que Beatty, además de su compañero, es su amigo.
En el último capítulo de la historia, Montag se ve presionado, a acabar con la vida de Beatty, por parte de este mismo, con un lanzallamas, para que luego Montag descubriera, que su jefe de hecho, quería morir.
La novela de Ray Bradbury alertaba, ya en 1953, contra la más poderosa de las armas del totalitarismo:
La ignorancia.
El fuego de los bomberos purifica la angustia del conocimiento, la innecesaria inquietud que pueden proporcionar las letras.
La felicidad consiste en ignorar los rincones desagradables de la vida, no saber nos hace inmunes a la inquietud, y el dolor.
Sin sufrimiento, no hay preguntas.
Y sin preguntas:
¿Quién puede cuestionar el modo en que es gobernado?
Los bomberos de la brigada 451, persiguen los resquicios que quedan en la sociedad que posee libros; prohibidos por el gobierno, por sus supuestas palabras malintencionadas, y su pretenciosa retórica.
Debo decir que Fahrenheit 451, sin ser una obra perfecta, consigue lo que pretende, que es lo mismo que pretendía la novela de Bradbury:
Concienciar a la sociedad, del gran legado que tenemos en nuestras manos:
La cultura.
Esa cultura que se concreta en los libros, en la música, en el teatro, en el cine, en el lenguaje...
Esa cultura que es la fuerza y la esperanza de la humanidad ante el futuro.
Básicamente, se defiende la lectura contra un mundo despersonalizado, donde la cultura “borreguil” campa a sus anchas, y donde se persigue cualquier atisbo de independencia de criterio que pudiese desestabilizar esa sociedad de teórica máxima igualdad.
Desde luego, si hay algo que valga la pena recordar de Fahrenheit 451, es que gracias a ella, vamos descubriendo el valor de la lectura, como fuente de conocimiento, como fuente de reflexión, como instrumento para provocar emociones, y placer; y la convierte, en una película muy didáctica.
Fahrenheit 451 tiene un final ambiguo, pero esto no es de extrañar, pues es una constante en los filmes del director.
Escoge un desenlace abierto, o un principio después del fin.
El futuro es incierto, sí, pero contemplar a todos esos “hombres-libro” es halagador y, cuanto menos, esperanzador.
En resumen:
Fahrenheit 451 es una película distópica clásica, en la que la población está reprimida culturalmente, con la excusa de que los libros hacen infelices a la gente, y de que provoca diferenciación entre personas.
Ponen excusas del tipo:
“Robinson Crusoe....
Este libro no le gustó a los negros, por aquello de Viernes, su ayudante”
“Nietzsche... ese no les gusta a los judíos”
“La Ética de Aristóteles debe ser muy profunda...
Aquel que lo lea, se sentirá superior al que no lo ha leído, y eso no puede ser”
“El Libro sobre El Cáncer de Pulmón...
Cundiría el pánico entre los fumadores.
Por tranquilidad de todos, mejor los quemamos”
También es curiosa, la manera que se tenía de imaginar el futuro en Fahrenheit 451, rodada en el año 1966.
Según ésta, existirán pantallas de televisión murales, lo que hoy en día serían las televisiones de plasma, o LCD, donde los programas televisivos, pueden interactuar con el telespectador.
Sin embargo, los teléfonos siguen siendo de los antiguos, de los que hay que hacer girar la ruedita, y también, aún hay antenas televisivas, nunca hubieran imaginado la llegada de inalámbricos, teléfonos móviles, y parabólicas...
La pantalla mural, es el medio de idiotización de la gente, es la síntesis de ese futuro, interactiva fuente de sicodélica hipnotización que controla a las personas, les muestra lo que las autoridades quieren que se les muestre, es ciertamente, un reflejo muy estricto y simbólico de nuestra propia realidad.
Curioso el mono-tren de carril inverso, que en una sola toma, va y viene en 3 ocasiones:
¿Cómo sucede eso?
Es desconcertante.
Me encanta el coche de bomberos futurista, como si fuera un dragón, con sus lanzallamas buscando bibliotecas, y la erguidez de los bomberos al ir en él; un carro de bomberos de un color rojo intenso.
Este color, es utilizado en muchos planos, para resaltar los buzones de correos, puertas de garaje, verjas, etc., dando la sensación, de que Truffaut homenajea, de alguna manera, al fuego.
Y al revés que los bomberos convencionales, que bajan deslizándose por un tubo metálico, los de Fahrenheit 451 ascienden por el tubo…
O el montaje de la escena, en la que Montag quema los libros, en su primera intervención, vemos la escena correr al revés, y luego el montaje real, el correr normal de la película.
O la escena de la búsqueda de Montag, por pequeños “Jet Pack”, “Rocket Belt”, o “Rocket Pack”
Es cierto, de que Fahrenheit 451 no se explaya demasiado, sobre las causas de la prohibición, y si uno piensa en serio la premisa, verá que hay incongruencias:
¿Cómo Montag  sabe leer, si siempre estuvo prohibida la palabra escrita?
¿Cómo transmite la cultura, de generación en generación, esta sociedad?
Pero con su tono de alegoría, y siendo una obra de ciencia ficción intelectual, Fahrenheit 451, es un relato satisfactorio.
Mantiene al espectador, altamente intrigado, por el funcionamiento de esta sociedad utópica, y culmina con un clímax de gran lirismo.
Destacar que, el primer libro que Truffaut hace quemar en Fahrenheit 451, es “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”, una de las obras cumbre de la literatura universal, y también curioso, es ver, que el libro que muestra más tiempo, como va a ser consumido por las llamas, es “The World Of Salvador Dalí”, donde vamos viendo la obra del genial pintor, a medida que pasan las hojas, y nos preguntamos, si el director quiere plantearnos una reflexión, buscar un símil, que al igual que las obras de Dalí son surrealistas e irreales, igual de irreal y surrealista, es quemar libros.
A destacar, la magnífica e hipnótica banda sonora de Bernard Herrmann, que como curiosidad, se deja escuchar uno que otro acorde, de su obra maestra “Psycho” (1960) de Sir Alfred Hitchcock.
“Is it true that a long time ago, firemen used to put out fires and not burn books?”
El libro “Fahrenheit 451”, se escribió justo, cuando la televisión estaba en plena expansión, y por ello, Ray Bradbury se planteaba, si esa expansión iba a conllevar la desaparición progresiva de la lectura.
Afortunadamente, los libros no han desaparecido, y creo que nunca podrán desaparecer, sea en formato papel o electrónico, porque aparte de ser fuente de cultura, en detrimento de la televisión, que desafortunadamente se está convirtiendo en un espectáculo para adormecer, y dar carnaza, con algunas excepciones, es una ventana al pensamiento, y al ser de los demás.
Los libros son necesarios para aprender, para soñar, para pensar, para comparar, y contrastar las opiniones de otros, para avanzar, para emocionarse, o para comprobar que no estamos solos con nuestras ideas.
Por eso, una de las principales conquistas de las sociedades democráticas, es que puedes tener acceso a todo tipo de información y opiniones, sin que en principio, te coarten la libertad.
Los totalitarismos, por el contrario, han intentado basar su estabilidad en la censura, ya sea literaria, informativa, política, o ideológica.
Desde que nacemos, vamos aprendiendo inconscientemente, aprendiendo de nuestros mayores; pero nuestros padres, nuestros profesores, etc., y nosotros mismos, si no tuviéramos libros, nuestro conocimiento se limitaría a aprender cosas lógicas de supervivencia, y lo que los mayores y gobernantes nos quisieran enseñar, sin poder comprobar, si aquello es cierto, o si hay otras fuentes, a partir de las cuales, aprender de forma diferente, a partir de otras culturas, en otras sociedades más o menos adelantadas, y que se pueda aprender con libros, constatar, y comprobar su conocimiento.
Uno de los conocimientos que podríamos sacar sin libros, es el de la propia experiencia, como que el fuego quema, que el agua satisface la sed, lava, o refresca, pero posiblemente, no tendríamos posibilidad del conocimiento científico, ni psicológico, y si lo tuviéramos, sería primario, primitivo; todo por intuición, utilizando la inteligencia.
Rabiosa modernidad de un tema, que está cercándonos cada vez más, en una existencia diezmada por el desinterés por la lectura, por la comodidad mental, por la desidia de crecer moral, ética, y espiritualmente.
Fahrenheit 451 es una película aterradora, porque nuestra propia voluntad nos va a condenar al analfabetismo intelectual, convirtiendo en costumbre, la pereza de no leer... y cualquiera sabe, que lo primero que se lee en un libro de Derecho, es que la costumbre es una fuente fundamental de la ley, y de la regulación.
Fahrenheit 451 desconfía del género humano, porque es una crítica en toda regla, hacia un totalitarismo analfabetizador.
Los libros, creados por los humanos, son destruidos después por los mismos.
Sin sentido.

“What if you had no right to read?”



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