The Story Of Seabiscuit

“I saw a three-year-old of yours running in a selling race this afternoon, smallish sort of colt with big knees, Seabiscuit”

Las carreras de caballos, son uno de los deportes más antiguos, sus origines datan de aproximadamente, 4,500 años antes de Cristo, entre los nómadas del Tíbet del centro asiático, quienes fueros los que domesticaron el caballo, desde entonces, ha florecido como “El Rey de Los Deportes”
En el mundo moderno, las carreras de caballos, es uno de los deportes en los cuales, se puede apostar de manera legal, en la mayor parte del planeta, incluyendo los Estados Unidos.
Seabiscuit (1933 - 1947) fue un caballo de carreras purasangre de Estados Unidos, campeón de múltiples carreras en este país.
Tras unos inicios poco prometedores, se convirtió en un triunfador inesperado, y en un símbolo de esperanza para muchos estadounidenses, durante La Gran Depresión.
El nombre de Seabiscuit, se le impuso por su padre, Hardtack, también denominada “Sea biscuit”, que es como se conocen en inglés, a un tipo de galletas consumidas habitualmente por los marineros.
El potro creció en Claiborne Farm, Paris, estado de Kentucky, siendo entonces, propiedad de Gladys Mills Phipps, dueña de una poderosa cuadra de caballos de carreras.
El purasangre, era nieto de Man O’War, uno de los más famosos caballos de todos los tiempos, y fue educado por uno de los mejores entrenadores hípicos de la historia.
Con un currículo tan prometedor, Seabiscuit heredó sin embargo, la pereza y falta de garra de su padre, por lo que sus resultados en las carreras, fueron decepcionantes.
Sus cuidadores lo dejaron por imposible, y fue malvendido.
Finalmente, encontró al típico entrenador con métodos poco ortodoxos, pero que funcionaban con el caballo.
Poco a poco, Seabiscuit comenzó a ganar carreras importantes.
Cuando terminaba la temporada, en su 4º año de vida, era el caballo que más dinero había ganado en todos los Estados Unidos.
Aún así, ese año de 1937, el título al “Caballo del Año”, se lo llevó War Admiral, que a la sazón, era su tío.
Dos caballos increíblemente buenos en un mismo año.
Los aficionados a las carreras estaban ansiosos por verlos correr juntos.
Sin embargo, los Estados Unidos es un territorio muy grande, y había suficientes carreras a lo largo y ancho del país, como para que pudieran evitar encontrarse.
Eran muchos los que trataban de provocar que coincidieran en una gran carrera.
Al final, tuvo que suceder.
“The Hundred Grander” era la carrera, con el premio en metálico, más cuantioso: $100 mil; en plena Gran Depresión, era mucho dinero para que los caballos siguieran jugando a eludirse.
Esa carrera, celebrada en 1938, está considerada “La Mejor Carrera de Caballos de La Historia”, el desenlace de la misma, fue lo suficientemente dramático, así como el resto de la vida de Seabiscuit y su jockey, como para dar argumento a una película entretenida.
Por los excelentes resultado de sus carreras ese año, así como la victoria sobre War Admiral, Seabiscuit fue nombrado finalmente “Caballo del Año 1938”
El único premio que se le seguía escapando, era el Handicap de Santa Anita.
Sólo añadir que, tiempo después, Seabiscuit sufrió una grave lesión, y cuando ya lo querían dejar para carne de albóndigas, consiguió recuperarse.
Y no sólo eso, sino que volvió a la competición, algo realmente infrecuente.
En 1940, justo después de una espectacular victoria en Santa Anita, en el momento de su jubilación, el escritor especializado B.K. Beckwith, escribió sobre Seabiscuit, “La saga de Un Gran Campeón”, con un prólogo corto de Grantland Rice, que resume el impacto social de este caballo, en el momento histórico que vivían los Estados Unidos.
El 10 de abril de ese mismo año, se anunció oficialmente, la retirada de las carreras de Seabiscuit.
Cuando se le retiró al rancho de Ridgewood, cerca de Willits, California; Seabiscuit era el caballo de carreras, que más dinero había ganado de todos los tiempos.
Seabiscuit engendró 108 potros, entre ellos, 2 caballos de carrera de moderado éxito:
Sovereing Of The Sea y Mar Swallow.
Durante los 7 años que pasó allí, antes de su muerte, más de 50 mil personas visitaron Ridgewood Ranch para ver a Seabiscuit.
La ubicación exacta de su tumba, es todavía hoy un secreto, conocido tan sólo por la familia Howard.
En Santa Anita Park, hay expuesta una estatua de bronce de tamaño natural de Seabiscuit.
En 1958, el caballo fue votado para figurar en el Museo Nacional de Carreras, y el Salón de la Fama.
En el ranking de la revista Blood-Horse, de Los 100 Mejores Campeones Pura Sangre de Estados Unidos del siglo XX, Seabiscuit está clasificado en 25º lugar; War Admiral, 13º, y el abuelo de Seabiscuit, Man O'War, ocupa el primer lugar.
El 23 de junio de 2007, una estatua de Seabiscuit fue erigida en la morada y lugar de descanso final del excepcional pura sangre, en Ridgewood Ranch.
En 2009, gracias a los 8 años de insistencia y esfuerzos conjuntos de Maggie Van Östrand y Chuck Lustick, Seabiscuit fue honrado por El Servicio Postal de Estados Unidos, con un sello y sobre que lleva su semblanza.
Fueron recogidas miles de firmas por todo el país, y la aprobación final, fue dada por Joan Mondale, esposa del ex vicepresidente de Estados Unidos, Walter Mondale.
La historia de Seabiscuit fue adaptada al cine, en una primera película The Story Of Seabiscuit en 1949.
En 2001, Laura Hillenbrand, escribió un libro sobre Seabiscuit “Seabiscuit: An American Legend” que fue adaptado al cine en 2003 en el film llamado simplemente:
“Seabiscuit”
“It has to do with the little people:
Elves, gnomes, fairies”
The Story Of Seabiscuit es una película dramática estadounidense de 1949, dirigida por David Butler.
Protagonizada por Shirley Temple, Barry Fitzgerald, Lon McCallister, Rosemary DeCamp, Donald MacBride, entre otros.
El guión fue escrito por John Taintor Foote.
Aunque rodada en Tecnicolor, The Story Of Seabiscuit incorpora material negro y blanco, mejor dicho en sepia, real de Seabiscuit en las carreras, incluyendo el Santa Anita Handicap de 1940, y el match race de 1938, contra War Admiral, que sigue siendo considerado por muchos, como La Mayor Carrera de Caballos de Todos Los Tiempos.
Aunque algunos de los nombres reales fueron cambiados, la historia de las carreras de Seabiscuit se mantuvieron fieles.
The Story Of Seabiscuit es un relato de ficción, sobre el caballo de carreras Seabiscuit con un subtrama que implica el romance entre la sobrina, Margaret O'Hara (Shirley Temple), de un entrenador de caballos, Sean O'Hara (Barry Fitzgerald), y un jinete, Ted Knowles (Lon McCallister)
El problema es que Margaret está todavía conmocionada por la muerte de su hermano Danny, que también era jockey, y duda en comprometerse con el joven.
Shirley Temple, en una de sus últimas películas como actriz adulta, es una enfermera con sentimientos amargos de las carreras, debido a la muerte de un hermano en ese deporte.
Ella es bastante agradable, muy bien fotografiada en tecnicolor, y luciendo un acento irlandés.
Barry Fitzgerald ofrece algunos momentos divertidos, y Lon McCallister está muy bien como un jinete que se enamora de Shirley.
El papel de Seabiscuit fue interpretado por uno de sus primos.
Cabe señalar que la apertura de la escena en la estación de ferrocarril, es escandalosamente racista.
Los estereotipos africanos y asiáticos son grotescos.
Este torpe intento de humor, resulta ofensivo para día de hoy, por tanto es indispensable recordar que era el año de 1949.
Después de esto, The Story Of Seabiscuit muestra algunas escenas hermosas de la tierra de caballos Kentucky, sobre todo, el metraje real de las carreras de Seabiscuit, hace que The Story Of Seabiscuit sea un film histórico.
“Seabiscuit?
Why do you want him?”
Quiero terminar diciendo que el caballo, es un animal doméstico, que siempre ha estado al servicio del hombre, desde sus necesidades más básicas, como el transporte o el trabajo agrario, hasta las actividades profesionales o de recreo, como son todas las disciplinas hípicas.
Que todos los caballos que aparecen en el cine, están protegidos por La Ley de Protección de Animales, en la que se especifica que, ningún animal podrá sufrir daños, que deben tenerlos en lugares específicos, y debidamente acondicionados y bajo la supervisión de un profesional, y que todo el daño que se les cause, será de una manera ficticia, o figurada.
Por último, acabar como empezó este pequeño artículo, diciendo que muchas de las películas que hoy admiramos, y consideramos como grandes mitos del cine, no serían lo mismo sin la presencia de los caballos.

“Seabiscuit.
You'd be hearing the name someday”



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