7 Vírgenes

“Para hacer el juego de las 7 vírgenes, hay que poner 2 velas enfrente del espejo, y mirarse fijamente en el espejo durante 60 segundos, como una cuenta atrás.
Dicen que en ese momento, tu reflejo te habla, y te dice tu futuro.
Hay que estar solo, sin más luz que la de las velas”

No sé qué tendrán las historias que retratan la vida de las clases más humildes y desfavorecidas, que me atraen sobremanera, y hacen que me emocionen enormemente.
Los “canis” es la mayor tribu urbana de Sevilla, a la que hay que ¿temer?
Bueno, al menos, no provocar.
El “cani” es el tipo de personaje urbano, que se da, o daba en España, especialmente en Andalucía, durante los años 1990 y 2000, y que generó toda una subcultura alternativa.
Se caracterizaba por su comportamiento antisocial, con una elevada agresividad, y con tendencia a cometer delitos, o provocar enfrentamientos, y su manera de vestir, casi siempre ataviado con pantalones de chándal, gorra, y adornos de oro.
Los “canis”, son considerados unas personas extremadamente agresivas, y se ofenden cuando le dicen lo que es, ya que no está bien visto.
Buscan estos tópicos, para aparentar ser alguien, debido a problemas, o a traumas infantiles.
“Canis” es también el término que se utiliza en España, para definir a jóvenes apolíticos, generalmente vinculados con la delincuencia, y la violencia hacia los demás estratos de la sociedad.
Muchos dicen que son los herederos de los barrios gitanos, los “canis”, los “quillos” o “killos”, los “burracos”, “majolillos”, “anganos”, tienen muchos nombres en toda España, dependiendo en la región donde vivan; y que está tomando fuerza en los barrios de clase media, y media-baja.
Su vestimenta, característica son las gorras, zapatillas de marca, generalmente “Nike”, ropa deportiva, anillos de oro, sellos, cadenas, etc.
Muchos españoles, están indignados por la impunidad con la que actúan, debido a la libertad que la policía les otorga.
Sus enemigos, claramente son los “pijos”, los cuales, todo lo que tienen, lo reciben sin ningún esfuerzo, creyéndose superiores por el poder adquisitivo, y la influencia que ejercen sus padres, por ese motivo, los desprecian.
Los “canis” al igual que en la mayor parte de las tribus urbanas, están compuestos por una mezcla de personas, niños que no tienen en claro lo que hacen, “canis” verdaderos, y otros que sólo se visten para integrarse en el grupo.
Ni todos son delincuentes, y por supuesto, ni todos unos santos.
Ser “cani”, y llevar la estética “cani” es muy distinto:
“Cani” propiamente dicho, son las personas sin ideales, con inclinación al crimen, a la delincuencia, y al delito como medio de subsistencia.
Llevar la estética, pasa por otro lado, por el hecho de pertenecer a alguna tribu, y de alguna manera, ser parte de algo.
Estos tipos de “canis”, generalmente son buenas personas, y no se relacionan con el mundo del crimen.
Es interesante, como se retrata el problema de la juventud en las clases más humildes de España, cuando lo único que le pueden ofrecer sus padres es un bofetón.
Lo único que le pueden ofrecer sus amigos, es una raya de coca.
Y lo único que le puede ofrecer la sociedad, es un reformatorio.
“Aparte de limpiar no hay ‘na más que hacer.
Bueno hay 2 pesas y un monitor que a veces se trae su playstation”
7 Vírgenes es una película dramática española, dirigida en el año 2005, por Alberto Rodríguez.
Protagonizada por Juan José Ballesta, Jesús Carroza, Vicente Romero, Alba Rodríguez, Julián Villagrán, Héctor Mora, Ana Wagener, Manolo Solo, Maite Sandoval, entre otros.
El guión es de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos.
“Me había planteado hacer una película sencilla.
Pocos personajes, pocas localizaciones.
Algo que me permitiese centrarme en la historia, por encima del trabajo mecánico, propio de un rodaje.
Rafael Cobos y yo, comenzamos a escribir el guión con otro punto de partida más:
La verosimilitud.
Pero la historia avanzaba, y la sencillez se hizo imposible.
2 días antes de comenzar el rodaje, me di cuenta de la realidad:
La película tenía más de 70 localizaciones, un montón de días de rodaje, y un buen puñado de actores que no eran tales.
Es decir, nada que ver con mis primeros planteamientos, o mejor dicho, todos mis planteamientos, parecían inconciliables.
Para darle verdad a la historia, actores y lugares, tenían que ser lo más reales posibles.
Los barrios donde rodamos son, literalmente, decorados naturales, y la mayoría de los actores, provenían de un “casting” a gran escala, realizado por los institutos de estos barrios.
Unas horas antes de comenzar el trabajo, sólo tenía clara una cosa:
Esta no iba a ser una película sencilla”, dijo Rodríguez.
7 Vírgenes fue rodada entre los barrios de Pino Montano y Polígono San Pablo de Sevilla, y en San Juan de Aznalfarache, en el barrio Alto, y en la barriada del monumento.
El equipo de producción, barajó la posibilidad de grabar algunas tomas en el célebre barrio de Las Tres Mil Viviendas, opción que quedó descartada por la peligrosidad del mismo.
Sin embargo, las zonas anteriormente citadas, ofrecieron el realismo y la crudeza que exigía el guion, aportando incluso, varios de los actores principales, y algunos extras, como el joven Jesús Carroza, que interpreta magistralmente al Richi, fue seleccionado entre miles de aspirantes en el I.E.S de San Jerónimo.
El reformatorio, es realmente La Escuela de Seguridad Pública de Andalucía (ESPA), en Aznalcazar, Sevilla, Academia de Formación, principalmente para policías locales de Andalucía.
7 Vírgenes, además de ser el título del segundo largometraje en solitario, de Alberto Rodríguez, es el nombre que se le da a un experimento de videncia, por medio del cual, quien lo realiza, puede desentrañar lo que el futuro puede depararle, o para conseguir saber cuál será la última imagen que una persona verá en los instantes inmediatamente previos a su muerte.
La acción de 7 Vírgenes, tiene lugar en una ciudad del Sur de España, en Sevilla, a lo largo de 48 horas, en el verano de 2004.
Un barrio marginal, en el que los adolescentes pasan su vida sin pena ni gloria, sobreviviendo mediante los trapicheos de objetos robados, y la mala relación con el mundo, y todo lo que le rodea; un barrio en el que los viejos, no son nada más que eso, viejos.
Tano (Juan José Ballesta) es un chico problemático, que está internado en un reformatorio.
Consigue un permiso especial de 48 horas, para ir a la boda de su hermano Santacana (Vicente Romero)
Allí, se encuentra con su amigo Richi (Jesús Carroza), y decide divertirse todo el tiempo que le queda, hacer todo lo que le estaba prohibido en el centro: Se emborracha, se droga, roba, ama y, fundamentalmente, vuelve a la vida.
Se siente libre, y ejerce esa libertad con toda la fuerza y el atrevimiento de la adolescencia.
Pero, a medida que transcurre su estancia fuera del centro, Tano también asiste al desmoronamiento de todos sus referentes:
El barrio, la familia, el amor, la amistad, todo ha cambiado.
Más allá de un permiso de 48 horas, la libertad de Tano se convierte en un viaje impuesto hacia la madurez.
Por fortuna, para el interés de 7 Vírgenes, ese señalado rechazo de la que fue novia de Tano, tras una noche de intimidad con ella, será el detonante para la demostración de esa rebeldía y violencia, hasta entonces interior del muchacho; y como un buen narrador, el interés y el mérito de Alberto Rodríguez, es captar la esencia de la miseria, que atrapa como una telaraña, a los jóvenes rebeldes.
“Si me ves como ese dentro de 20 años, coge una pistola, y me vuelas la nuca”
Con una historia tan simple, como el permiso carcelario de 48 horas del protagonista, se dibuja a la perfección, las vidas rotas de un barrio marginal.
Las decepciones, los miedos, la rabia, la evasión, la realidad…
Ya era hora de que alguien mostrara la realidad, sin disfraces inoportunos, ni diálogos fuera de lugar.
Todos nos hemos encontrado alguna vez con un “Tano” o un “Richi”
Imbuidos en circunstancias poco favorables, con carencias afectivas, sin motivaciones, y por tanto, con un futuro nada alentador.
Encuentran en la embriaguez de las drogas, y en el ejercicio de la violencia, un lugar que ocupar en el mundo, y una manera de posicionarse ante la vida, realidad hostil, convirtiéndose al mismo tiempo en víctimas y verdugos.
Y esto es algo que 7 Vírgenes transmite bastante bien.
“Las 7 vírgenes” es juego, es asomarse a una ventana donde los personajes encuentran un poco de luz; es saltar al otro lado, y estar más cerca de la posibilidad del deseo.
Este juego, corresponde al final de la adolescencia, el último juego como tal que trasciende a una realidad ya conocida, y de antemano, escrita y frustrada.
7 Vírgenes, no sólo es una historia bien contada de personajes marginales ficticios, sino el fiel reflejo de una parte integrante de nuestra sociedad, con la que estamos en continuo conflicto, y que no podemos seguir obviando.
Es un viaje a otro sistema de valores:
Tano y Richi, nos muestran otra clave de lo que está bien, y lo que está mal:
Robar no está mal.
Los 2 se roban el uno al otro, y siguen tan amigos.
Violar a una joven de 12, no está muy bien, pero Tano tampoco se escandaliza.
Las drogas duras, son igual que el alcohol…
Todo ello hace que 7 Vírgenes sea una obra dedica guiños de simpatía a “Peter Pan”, símbolo de la resistencia a abandonar la infancia, como las alas de la camiseta de Tano, sus prendas de vestir verdes, el nombre de “Wendy” de Iride Barroso, una chica de la discoteca, ese país del “Nunca Jamás”
El director, nos muestra esto, pero desde una perspectiva muy sensible, nos muestra como Juan José Ballesta, en su papel, se encuentra atrapado dentro de esta espiral, su barrio marca sus pautas de comportamiento, más allá de su propia frustración, por no poder salir, aparece la falta total de aspiraciones, las pocas que tiene él, y su compañero de reparto, Jesús Carroza, que se centran en salir de allí de la forma más rápida y eficaz posible; y esto se centra en dinero rápido.
Carroza, debuta en el cine con 7 Vírgenes, en un papel al que se adapta a la perfección, pero cabe destacar la adaptación de Juan José Ballesta, que consigue resaltar sobre manera, la sensibilidad del personaje, como paso a paso, se va derrumbando tras salir del reformatorio, un lugar donde su realidad se limitaba a las paredes que marcaban el recinto.
La vuelta al exterior, le traerá consigo la vuelta a la realidad más cruel, pero a la realidad, en ella, Ballesta tomará decisiones que cambiaran el rumbo de su existencia.
7 Vírgenes es muy realista, a lo que ayuda bastante todo el reparto juvenil, sacado de un “casting” entre adolescentes sevillanos, es tan real que, a veces, cuesta seguir los diálogos por la dicción de los chicos.
Otra de las virtudes de 7 Vírgenes, es que no juzga a nadie, no emite veredictos, sino que se limita a exponer unos hechos, sin dejar de mostrar, eso sí, elementos de juicio suficientes:
Familias desintegradas, más que desestructuradas; y ámbitos marginales dominados por la ley del más fuerte; para plantearse la posibilidad de que lo que uno está viendo, no sea fruto de la casualidad, ni responsabilidad única de sus protagonistas.
Dice Rodríguez, no sin razón, que los protagonistas de 7 Vírgenes, no existen para nosotros.
Están ahí, pero no los vemos, o los vemos únicamente cuando nos fastidian, en una especie de rechazo mutuo entre 2 mundos paralelos, que se estorban, y sólo tienen como punto de encuentro, las crónicas de sucesos.
Son “outsiders” que hacen funambulismo sobre el filo de la navaja, aferrándose a comportamientos infantiles e irresponsables, como si el vandalismo y la delincuencia fuera un juego, tal vez porque creen que la otra alternativa, la de afrontar la vida real y sus consecuencias, no les ofrece mucha más esperanza, tal y como encarna el hermano del protagonista, pero que acaban pagando el alto precio de su elección con la tragedia.
El mérito yace en la capacidad del director, de hacernos relevantes pequeños detalles, sea con el uso de frases aparentemente lanzadas al azar, sea con el recurso de una cámara que recoge con discreción los temores, las contrariedades de los personajes, las amenazas que desestabilizan su limitado mundo:
La mirada impotente de Tano, ante la caída de Richi; la desolación interior de Santacana, sentado en la taza del inodoro, a medio vestir, antes de su boda; la mirada perdida de su pareja, sola y callada en su propia boda; la duda de Patri en la soledad del baño, tomando conciencia de que no está, si no tratando de recrear un sueño, una vez Tano ha marchado de su lado; la silenciosa presencia de la mano ortopédica, que recuerda a Richi la ausencia del padre, y una realidad que él se niega a aceptar, y que finalmente le pasará factura…
Destacaría toda esa verosimilitud, realista hasta el extremo, y la profunda humanidad de sus personajes.
Los diálogos, auténticos fruto de una atenta observación del modo de hablar de los jóvenes.
Se llega a sentir cierta simpatía por los protagonistas, a pesar de que éstos vivan al margen de la ley, y causen daño a la comunidad.
El plano congelado final, es absolutamente evocador.
En definitiva, se puede observar7 Vírgenes, como una doble denuncia, o simpl
emente como una historia real, sensible, y cruel, todo en uno.
Solamente queda una cuestión:
¿Tienes el valor de saber cómo va a ser tu muerte?
“...57, 58, 59, 60...”
Con 7 Vírgenes, sale a colación, un problema que desde siempre se ha escondido en España.
Se ha centrado en problemas con bandas latinas, fáciles de atacar, debido a que se puede focalizar el problema en su procedencia, en su imitación de otros, etc.
Pero 7 Vírgenes nos muestra, de forma directa y sensible, una realidad que se está viviendo en muchos barrios del sur de España, jóvenes que, sin aspiraciones reales, centran sus vidas en el robo, la violencia, las drogas, etc.
En cada ciudad o pueblo, tienen un nombre:
“Burracos”, “canis”, “bajunos”, “Chapulines” en Costa Rica, etc.
Y son una de las principales causas de violencia, intranquilidad, y delincuencia de algunas ciudades.
Creo que para la mayor parte de la gente, los protagonistas de 7 Vírgenes, no existen.
Forman parte de una realidad localizada en la sección de sucesos; un accidente geográfico inexplorado y ajeno a la clase media de cualquier país.
Es probable que alguna vez, hayamos cruzado los límites transparentes de su territorio, pero no hemos sido capaces de descifrar su lenguaje de gorras y ciclomotores.
Es más fácil darle un significado al miedo, que nos hace bajar la mirada, cuando coincide con la suya, y seguir desconociendo ese pequeño mundo habitado por invisibles.

“¿Y luego qué?
Me pongo a vender marquitos con los hippies.
Si me escapo, ya no puedo volver”



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