Carol

“Some people change your life forever”

La sexualidad de las mujeres a lo largo de la historia, ha sido en su mayor parte construida por varones, los cuales, han limitado el reconocimiento del lesbianismo, como posibilidad o expresión válida de sexualidad, debido a la ausencia de varones en una relación lésbica.
Los primeros sexólogos, basaron sus caracterizaciones de las lesbianas, en sus creencias de que las mujeres que desafiaban sus estrictamente definidos roles de género, estaban mentalmente enfermas.
Desde entonces, muchas lesbianas han reaccionado a su designación, como marginadas inmorales, mediante la construcción de una subcultura basada en la rebelión de los roles de género.
Y es que el lesbianismo, ha estado en ocasiones de moda, a lo largo de la historia, lo que afecta a cómo las lesbianas son percibidas por los demás, y cómo se perciben a sí mismas.
Algunas mujeres que realizan conductas homosexuales, pueden rechazar la identidad lésbica por completo, y rechazar definirse a sí mismas como lesbianas, o bisexuales.
Las escritoras de mediada la primera década del siglo XX, utilizaban frecuentemente mensajes cifrados, como una forma de enmascarar la temática lesbiana; personajes que cambian de sexo como en el “Orlando” de Virginia Woolf, muchas novelas con historias entre varones gais, como Marguerite Yourcenar; historias abiertamente lésbicas, pero algunas de ellas, escritas bajo un seudónimo, como el caso de Patricia Highsmith y su libro “The Price Of Salt” de 1952, firmado como Claire Morgan, dan cuenta de esta situación.
Patricia Highsmith, esa escritora adictiva, maestra del desasosiego y del suspense, fatalista, poseedora de un conocimiento profundo del anverso y reverso de la condición humana, inventora de un personaje tan retorcido, complejo, y legendario como Tom Ripley, escribió con un seudónimo, esta novela lésbica.
Su génesis comenzó, cuando Patricia se graduó en 1942, en el Barnard College, donde estudió literatura inglesa, latín, y griego.
En 1943, empezó a trabajar para la editorial Fawcett, haciendo sinopsis de comics, y en esa época, descubre su homosexualidad, tema que tratará más adelante, cuando narra el amor entre 2 mujeres.
La obra “The Price Of Salt” era insólita para su tiempo, porque la relación lésbica no termina mal, sino bien; y eso presuponía, que no se condenaba moralmente el lesbianismo.
Su género no es de corte policíaco, habitual de esta escritora, más bien se adentra en la psique de una joven, que está descubriendo su homosexualidad.
Y la novela fue concebida, cuando Highsmith tenía 27 años, y recién había terminado su primera novela:
“Strangers on a Train” (1950), la misma que años más tarde fue llevada al cine por Alfred Hitchcock, y la dio a conocer al gran público.
Mientras tanto, se encontraba sin dinero, y se empleó durante una temporada, en la sección de juguetes de unos grandes almacenes.
Un día, una elegante mujer rubia, envuelta en visones, entró a comprar una muñeca, dio un nombre, y una dirección para que se la enviaran, y se marchó…
Patricia Highsmith se fue a casa, y escribió “de un tirón” el argumento completo de la novela, que comienza justamente, con el encuentro de Therese, una joven escenógrafa, que trabaja accidentalmente como vendedora; y Carol, la elegante y sofisticada mujer, recién divorciada, que entra a comprar una muñeca para su hija, y cambia para siempre el curso de la vida de aquella joven, con aspiraciones artísticas.
“The Price Of Salt” era una novela de su época, y su autora utilizaba a los mismos recursos que aparecían en las novelas amorosas, protagonizadas por heterosexuales.
Sin embargo, lo que en ellos era aceptado como “algo natural”, para estas 2 mujeres, suponía vencer múltiples obstáculos:
Su amor debía permanecer oculto ante la sociedad.
“Nunca me mires así en público”, le dice Carol a Therese.
Sus protagonistas, Therese y Carol, son 2 mujeres diametralmente opuestas, que tienen la suerte de encontrarse de la manera más casual, durante unas navidades:
Therese, es una chica de 19 años, con muy poca experiencia de vida.
Y Carol, todo lo contrario, es una mujer mayor, con una hija, y en trámites de divorcio.
Desde el primer momento en que se miran, Therese se siente inmensamente fascinada por Carol, algo que prevalece durante toda la historia.
Carol, por su parte, es una mujer que, siguiendo las costumbres de su época, se casa muy joven, y sin haber explorado lo suficiente su sexualidad, sin haberse descubierto a sí misma.
Aunque actualmente, la manera de pensar de Therese, que durante toda la historia intenta conocerse a sí misma, o de Richard, su supuesto novio, estarían completamente anticuadas actualmente, sí que es cierto que enmarcan perfectamente la mentalidad de su época.
Por su parte, Richard es conservador, y tiene una paciencia infinita con Therese:
“es algo pasajero”, “ya se te pasará”, son algunas de las frases que le dedica, cuando se da cuenta de que Carol le va ganando terreno.
Como dato, en la novela, las 2 mujeres eran atractivas e inteligentes, y no respondían al estereotipo de “mujer hombruna”, con el que la sociedad identificaba a una lesbiana.
Si la homosexualidad era consideraba como una enfermedad, y una desviación; el lesbianismo despertaba la sonrisa irónica, y la malicia.
¿Qué hacían 2 mujeres entre ellas, habiendo hombres en el mundo?
“En el fondo, tienen una especie de resentimiento, por el hecho de que una mujer atractiva, sea presumiblemente inaccesible para los hombres”, escribe Carol en una carta.
En cuanto a la historia, se supone que es de amor, y sí por supuesto que trata de un relato romántico, pero creo que resalta más el hecho de la aceptación de sí mismos, que sufren los personajes.
Therese, después de ir dando tumbos, termina conociéndose, y convirtiéndose en adulta; mientras que la orgullosa Carol nos enseña a ser siempre fiel a nuestras creencias.
Y las 2 juntas, nos enseñan que merece la pena luchar por amor, incluso en esos años difíciles, para los que eran como ellas.
Además, nos encontramos con ciertos tintes de “road trip”, gracias a un viaje a través de EEUU que hacen, pero sobre todo, tiene un aire policíaco durante toda la narración, y no me extraña, pues la escritora se hizo famosa con novelas de este género.
Otro dato importante, es que “The Price Of Salt”, es la primera novela de temática homosexual, cuyo final no es trágico, como se acostumbra en las novelas de Highsmith; más bien, termina en un clima de frágil felicidad, unida al peligro.
Hasta entonces, los amores lésbicos fracasaban, las protagonistas pagaban por su pecado, su vida acababa siendo un desastre, y todas las relaciones entre personas del mismo sexo, estaban abocadas a la tragedia, a la infelicidad, y al castigo.
Todo un panorama creado para “disuadir” a cualquiera, de llevar una vida tan miserable.
Y hasta entonces, suicidarse o abandonar la homosexualidad, eran sus únicos destinos, el justo pago por su inmoralidad, y su depravación.
Quizás por la época en que se escribe, o tal vez, por la natural sobriedad del estilo de la autora, el sexo está cuidadosamente perfilado, pero no es explícito ni abundante.
Las relaciones sexuales, sirven sólo para denotar que la relación entre las 2 mujeres es plena, no una simple amistad platónica estilo bostoniano.
No obstante, la sexualidad que se describe, contiene suficiente carga de lirismo, como para expresar el placer carnal/amoroso de un modo brillante.
Y Highsmith enfoca el tema, de una forma diferente, más diferente en el momento que la escribió, pero que sigue dándole un enfoque especial:
No hay melodrama, ni tragedia, ni desdichas, porque las 2 mujeres se encuentren amándose la una a la otra.
El enfoque es ingenuo, y sobre todo, muy natural; se desgranan emociones y estados de ánimo con mucha precisión, y sobre todo, con mucha delicadeza.
No hay escenas de sexo escabrosas, no hay remordimientos, ni flagelaciones.
Hay, como he dicho, naturalidad, e incluso cierta candidez.
Pero al término, fue rechazada por sus editores, a causa de su temática lésbica, y apareció en 1951, con el título original de “The Price Of Salt”, y bajo el pseudónimo de Claire Morgan.
Fue hasta 1989, que se reimprimió con el título de “Carol”, y con el verdadero nombre de su autora.
En el cual añadió un prólogo, donde explicaba las razones, que entonces la obligaron a ocultarse, y su satisfacción porque hubiera ayudado a otras lesbianas.
Y finalizaba con estas palabras:
“Me alegra pensar, que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas, algo en que apoyarse”
El resultado fue que vendió cerca de un millón de ejemplares; y aportó un aire de esperanza, a todas esas personas obligadas a ocultar su naturaleza.
El éxito de “The Price Of Salt”, se debió a que el lesbianismo se reflejaba de una manera distinta.
Carol y Therese, eran 2 personajes que tenían derecho a ser felices, con una puerta abierta para un futuro en común.
Nadie sabía lo que podía venir después… lo mismo que sucede en una pareja heterosexual.
Pero en las novelas estadounidenses, por primera vez, los hombres y las mujeres homosexuales, no tenían que pagar por su desviación cortándose las venas, ahogándose en una piscina, abandonando su homosexualidad, al menos, así lo afirmaban, o cayendo en una depresión infernal.
En las cartas que Highsmith recibía, los lectores le daban las gracias, por haber escrito la novela.
Eran hombres y mujeres, que se veían reflejados en la historia de las protagonistas; personas que llevaban una vida normal con sus parejas, o jóvenes que, gracias a la lectura del libro, se sentían menos solos.
Mientras que los críticos la consideran una novela conmovedora, y estremecedora; y es considerada hoy, un clásico de la literatura homosexual femenina.
Sin embargo, aún faltaba mucho, para que relaciones como la de Carol y Therese, se normalizasen.
“It's easy to live… when you are in love…”
Carol es un drama británico-estadounidense, del año 2015, dirigido por Todd Haynes.
Protagonizado por Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson, Kyle Chandler, Jake Lacy, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, John Magard, Kevin Crowley, Gielreath, Ryan Wesley Gilreath, Trent Rowland, Jim Dougherty, Douglas Scott Sorenson, Nik Pajic, entre otros.
El guión es de Phyllis Nagy, basada en la novela “The Price Of Salt”, de Patricia Highsmith.
Nominada a 6 Premios Oscar:
Mejor actriz (Cate Blanchett), actriz de reparto (Rooney Mara), fotografía, guión adaptado, banda sonora, y vestuario.
La magnitud que alcanzó la novela de Highsmith, se entiende mejor en el contexto de la época en la que se publicó, donde la homosexualidad se vivía de manera clandestina, de igual manera como en algunos países de hoy en día, y la mayoría de las veces, tenía una perspectiva tan oscura, como las puertas de sus clubes privados, igualito que en ciertos países, no tan lejanos.
El rodaje, tuvo lugar en Ohio, y está ambientada en la ciudad de New York, en 1952.
Una joven mujer en sus 20s, Therese Belivet (Rooney Mara), es un empleada en una tienda departamental en Manhattan, aspirante a fotógrafa, que sueña con una vida mejor, cuando conoce a Carol Aird (Cate Blanchett), una seductora mujer, atrapada en un conveniente matrimonio sin amor.
Tan pronto como una conexión inmediata nace entre ellas, la inocencia de su primer encuentro se atenúa, y su conexión se profundiza.
Mientras Carol se libera de los confinamientos de su matrimonio, su marido, Harge Aird (Kyle Chandler), comienza a cuestionar sus aptitudes como madre, conforme sus intenciones con Therese, y su anterior infidelidad con su mejor amiga, Abby Gerhard (Sarah Paulson), salen a la luz.
Así pues, Carol resulta una historia de amor, fuera de lo habitual, delicada y pasional, que conseguirá enamorar a buena parte del público.
Una pequeña joya, brillante, que despertará corazones, elevará espíritus, y abrirá mentes, de una forma magistral.
Con un director abiertamente homosexual, se ha destacado por darle una sensibilidad, humanidad, y carácter a sus personajes; y ha causado mucho revuelo entre la crítica, quien la ha catalogado, como una de las mejores películas del año 2015.
“I don't know what I want.
How could I know what I want if I say yes to everything?”
Todd Haynes, es experto en sensibles dramas de fondo homosexual, y se nota que tiene mucha mano para ese tipo de cine elegante, de gran acabado formal y, sobre todo, de muchas emociones.
Basada en el relato homónimo de Patricia Highsmith, Carol cuenta el encuentro de 2 mujeres en el New York de los años 50.
Se trata, sencillamente, de una historia de amor; y no hay más.
Como en el texto original, la idea es describir, el lento proceso que va, desde el descubrimiento a la aceptación; desde la sorpresa, al tacto de la piel dulce.
Y todo ello, con la sensación de un animal acosado; en permanente estado de peligro.
Haynes demuestra elegancia, poder de sugerencia, capacidad para crear matices, un romanticismo nada exhibicionista, y una ambientación primorosa.
Logra engancharte de principio a fin, transmitiéndote las incertidumbres, los miedos, el incontenible deseo, la seguridad de que has encontrado a la persona que durante toda tu existencia andabas buscando a ciegas, y la temible factura social, familiar, y sentimental, que tendrá que pagar esta pareja, si sigue adelante con ese amor que la sociedad condena.
El director nos acerca a una historia de amor prohibido que ambienta en los años 50, y lleva como protagonista, a una mujer de clase alta.
En Carol, son 2 mujeres las que se arriesgan a romper las reglas de una sociedad cerrada, mostrando su amor.
Cate Blanchett y Rooney Mara, son las actrices que dan vida a Carol y Therese:
La primera, divorciada y con un hijo; la segunda, algo más joven, intenta emprender su viaje como fotógrafa.
Una mirada furtiva, un tren de juguete que se detiene, unos guantes olvidados, y la historia comienza su curso.
Carol y Therese, son 2 mujeres pertenecientes a generaciones diferentes, pero eso no les va a impedir, sentir ese flechazo a primera vista, durante un encuentro que marca claramente, el cambio de roles de identidad sexual desde temprana edad, y lo que marca, aunque de forma muy tópica, la sexualidad de Therese.
Obviando diálogos imprescindibles, la palabra pierde el interés en la historia entre estas 2 mujeres, y las sutiles insinuaciones, dan paso al arte de la seducción, a la entrada de un amor que trasciende a todo obstáculo.
Es decir, se trata de un suspiro que el viento arrastra hasta esas miradas cómplices, que se otorgan la una a la otra, y hasta unos expresivos gestos que lo dicen todo, sin necesidad de mediar palabra alguna.
Ese es el don de la delicadeza que Haynes, otorga a Carol y Therese, consiguiendo que la primera mirada, la primera caricia, el primer beso, todo, consiga apasionar, alcanzando hasta el último poro de la piel del espectador, que a estas alturas, ya ha perdido el control de sus emociones.
Su relación, es narrada de tal forma, que no necesita caer en reiteraciones banales, ni caer en recursos manidos de su género, con ese ritmo calmado y delicado, pero directo.
Sólo le quedaba rematar el último problema:
¿Cómo terminar la historia?
La solución sólo podría encontrarse en la mirada del espectador, al que Haynes regala 2 planos que, sin utilizar palabra alguna, lo dicen todo.
Se diría que la arquitectura de Carol, conserva el rastro de un relato de suspense.
En la conservadora sociedad de la época, el amor lésbico es una amenaza.
Y esa evidencia permanece al lado del espectador, todo lo que dura el metraje.
Cada plano, siempre de una exactitud abrumadora, transmite la sensación del fin de los días.
Cada secuencia, sencillamente, vibra; cada plano, siempre de una exactitud abrumadora.
Carol es una película inmensa en su perfección; deslumbrante hasta el agotamiento; y afortunadamente, con muchísima más elegancia, fineza, y talento.
Desde lo técnico, el mítico director de fotografía, Ed Lachmann, contribuye muchísimo, con sus preciosistas juegos de reflejos, tanto a la construcción de esa atmósfera casi onírica, de romántica ensoñación, como al diálogo ejemplar entre el cine de ayer y de hoy, que evoca a los clásicos, con un barniz de irreprochable modernidad.
La cámara se mueve entre los cuerpos acechante, más pendiente de lo que oculta, que de lo que se muestra.
Y es ahí, en la pulsión de lo incierto, donde Haynes levanta un extraño artefacto en vibración permanente.
Como el gesto sorprendido, y aún cálido por el tacto, Carol es una película que se ve por dentro.
Haynes reconstruye la New York de principio de los 50, con la precisión y la estética de un fotógrafo superdotado; también su atmósfera.
Hasta el mínimo detalle, desprende realidad; nada suena a decorado, o a impostura.
Y el juego de miradas, el retrato de lo que va sintiendo progresivamente esa pareja, lo que expresan, y sus silencios, su necesidad de huir, y de quedarse, está descrito con belleza, sentimiento, y profundidad psicológica.
Y así, hasta romperse en 2; sin duda, el principal motivo para acercarse a Carol, es aquello que sí funciona desde el minuto uno de metraje, que no es otra cosa que sus 2 soberbias actrices protagonistas.
Blanchett y Mara, crean una pareja muy creíble.
Entre ellas surge algo más que lo escrito en el guión, el primero para cine de Phyllis Nagy, basado en la novela de Patricia Highsmith, en una química que combustiona con el mínimo roce.
Son 2 roles muy diferentes, pero tan paralelos, que casi se tocan:
Carol es determinante, segura, un poco autoritaria, una mujer de los pies a la cabeza.
De Cate Blanchett ya queda muy poco que decir, pero nunca está de más, recordar la elegancia y la versatilidad que destila siempre la australiana, una de esas intérpretes que resultan creíbles en cualquier circunstancia, y cuyas miradas y gestos, jamás recuerdan a los de ningún personaje que haya interpretado previamente.
Por su parte, Therese representa la dulzura, la inocencia, una mirada perdida, y un rostro de una felicidad que no había sentido nunca.
Rooney Mara, remite en cada plano a Audrey Hepburn, se muda en la piel de la tímida y retraída, aunque no menos apasionada, Therese.
Su mirada, es la mirada del espectador, fascinada ante el atractivo de Carol, dispuesta a caer en la tentación, y dolida cuando la realidad coarta el amor.
Quizás por eso, a veces, Therese nos parece tan inocente, e inmadura en ocasiones, y en otras tan sólida, consecuente, y con criterio.
Al fin y al cabo, Therese carece prácticamente de experiencia amorosa, y se enfrenta, de forma tan valiente como inocente, a una relación que le exige una madurez de la que, al principio, anda bastante escasa.
Por separadas, resultan una delicia; pero juntas, es cuando nos ofrecen esa simbiosis perfecta, que conforma una relación ideal.
Cuando Blanchett y Mara están juntas en la pantalla, se crea una magia ciertamente especial, tanta es su química interpretativa, sobre todo a la hora de mostrar los sentimientos de las 2 secretas amantes.
La comparación con el lesbianismo cinematográfico reciente, de por ejemplo, Natalie Portman y Mila Kunis en “Black Swan” (2010), es clara:
Mientras las 2 bailarinas de ballet, eran el fuego sexual más arrebatador; el romance entre Carol y Therese, es casi poético, delicado, muy basado en miradas llenas de contenido.
Del resto del reparto, cabe mencionar a la siempre muy correcta Sara Paulson; y de los actores Kyle Chandler y Jake Lacy, están acertados y puntuales.
Por su parte, los personajes masculinos que rodean a Carol y Therese, no pueden aceptar que exista amor entre ellas.
Richard Semco (Jake Lacy), se empeña en convencer a Therese, de que está enferma, de que la relación en sí, es enfermiza, y que con el tiempo, acabará curándose.
Para Carol, su marido es un hipócrita, que maneja los hilos del divorcio, utilizando a Rindy (Kk & Sadie Heim), la hija de ambos, como chantaje emocional.
Como dato, el 9 de abril de 2014, Carrie Brownstein, también se unió al reparto, en donde interpretaría a Genevive Cantrell, una mujer que tiene un encuentro con Therese.
Pero a inicios de 2015, Brownstein declaró, que la mayoría de sus escenas fueron cortadas, debido a la duración de la película.
En definitiva, con Carol, por primera vez, toda la opresión social y los problemas terribles, están para vencerlos, no para sufrir infructuosamente.
No es que la felicidad sea “frágil”, es que hay que luchar mucho por ella, y enfrentarse a todo para lograrla.
Conseguirán lo que quieren, que sobreviva la relación, aunque deban pagar un precio muy alto.
Ese es el sentido del título inicial de la novela, “The Price Of Salt”
¿Por qué?
“La sal de la vida”, lo que le da valor a la existencia, aquello por lo que merece la pena vivir.
La idea es, si quieres ser feliz, debes pagar un precio, ser valiente, dar la cara, y arriesgar todo lo que tienes.
Sólo el futuro te dirá, si ha merecido la pena; si con el precio pagado, conseguiste “la sal de tu vida”
Sobre algunas escenas…
En la juguetería, a través de un diálogo, ya repleto de tanteo y dobles sentidos, en el que Therese se ve empujada a confesar una infancia sin muñecas, más versada en los juguetes para niños, como el tren eléctrico, que simboliza la impecable estructura circular de la obra, que acaba donde había empezado, con un desenlace demoledor.
O las escenas sexuales, muy cuidadas con delicadeza y mucho estilo, para no dejar caer la elegancia.
Por último, la banda sonora corre a cargo de Carter Burwell, con música adicional de:
The Clovers, Billie Holiday, Georgia Gibbs, Les Paul and Mary Ford, y Jo Stafford; y canciones como:
“Willow Weep for Me” de Vince Giordano & the Nighthawks Orchestra, “A Garden in the Rain” de The Four Aces, “Perdido” de Woody Herman, “That's the Chance You Take” de Eddie Fisher, “Slow Poke” de Pee Wee King, y “Why Don't You Believe Me” de Patti Page.
“Tell me you know what you're doing...”
Las diferentes maneras, en las que las lesbianas han sido representadas en los medios de comunicación, sugiere que la sociedad occidental en su conjunto, ha estado simultáneamente intrigada y amenazada por las mujeres que desafían los roles de género femeninos; y fascinada y asombrada, con las mujeres que se relacionaban románticamente con otras mujeres.
Desde los días de las películas silentes, las actrices lesbianas o bisexuales, han tenido un rol significativo en Hollywood, como imagen de la sociedad ejemplar y glamorosa, pero sus tendencias sexuales, raramente han sido reconocidas.
Las vidas privadas de las primeras grandes estrellas del cine, como:
Greta Garbo, Marlene Dietrich, Alla Nazimova, Tallulah Bankhead, Joan Crawford, Barbara Stanwyck, y Ava Gardner, han sido desde siempre “caldo de cultivo” de especulaciones, y rumores.
Todas ellas, y muchas actrices más, aunque menos conocidas, de las décadas del 1920 al 1950, fueron parte de lo que ellas mismas denominaban:
“Círculos de Costura” o “Sewing Circles”, un eufemismo atribuido originalmente a Alla Nazimova, y ciertamente popularizada por Marlene Dietrich.
La expresión “Círculos de Costura”, era usada por las mismas “participantes”, para referirse a las reuniones lésbicas que se realizaban en Hollywood.
Incapaces de expresar abiertamente su sexualidad, estas mujeres, con mayor o menor grado de secreto, fueron capaces de establecer relaciones románticas, o meramente sexuales entre ellas.
Las integrantes de los “Círculos de Costura”, eran básicamente bisexuales, directamente lesbianas, o aquellas simplemente “ansiosas por experimentar”
De hecho, muchas actrices lesbianas de la época, pasaron a “esconderse en el closet”, o a fraguar “casamientos lilas” o “lavender marriage”, una expresión usada desde los años 20, para describir los casamientos por conveniencia, entre actores gay y actrices lesbianas.
Términos como “lesbianismo” o “lesbianas”, que todavía en la década de 1960, estaban prohibidos por El Código de Producción de Hollywood, también eran rechazados en “El Círculo”
Mujeres que amaban a mujeres, usaban una terminología poco precisa, o se esforzaban en evitar nombres.
Para muchas, sus relaciones eran apariciones especiales y aisladas, a las que daban a menudo, un barniz de amistad platónica si era necesario.
Pocas de las mujeres pertenecientes al ambiente lésbico, eran invitadas a las fiestas que los “Círculos de Costura” realizaban en casas privadas.
Sin embargo, las mujeres que adoptan la identidad lésbica, comparten experiencias que conforman un panorama similar al de la identidad étnica:
Como homosexuales, están unidas por la discriminación y el rechazo potenciales que sufren por parte de sus familias, amistades, y otros.
Y como mujeres, tienen preocupaciones distintas a las de los varones.
Las lesbianas, tienen la posibilidad de encontrarse con problemas de salud específicos; las condiciones políticas, y las actitudes sociales, también continúan afectando la formación de relaciones, y familias lésbicas.
Así pues, la oculta red de mujeres lesbianas y bisexuales, en la industria cinematográfica, durante La Época Dorada de Hollywood, ilustra como muchas lesbianas de la alta sociedad, se adaptaron a las restricciones que les fueron impuestas.
Mientras las lesbianas de las clases trabajadoras, se reunían mayormente en bares; las lesbianas de Hollywood, socializaban entre ellas, en fiestas privadas, donde pudieron “salvaguardar” sus vidas secretas.
Esposos gay o ausentes, facilitaron los encuentros de estas mujeres, deseosas de dar rienda suelta a su identidad y a sus deseos.
Aunque la homosexualidad y la bisexualidad femenina, están siendo gradualmente más aceptadas en el mundo del cine, muchas actrices, todavía temen que una abierta declaración sobre su sexualidad, pueda dañar sus carreras.
Los “casamientos lila”, entre actores gay y actrices lesbianas, no son una reliquia del pasado, y aún hoy, son frecuentes en la industria del cine.
Y es cierto que en Carol, la relación de ambas mujeres no es fácil.
Es incluso peligrosa.
Naturalmente sucede ahora, cómo no iba a pasar en los años 50 del pasado siglo, se enfrentan a dificultades muy graves.
Ignorar que estos problemas estaban ínsitos, por pura lógica, porque así era la sociedad de esos años, en una relación entre mujeres, es desconocer la realidad homosexual en aquel momento histórico.
Por desgracia, esos condicionantes tan graves, subsistieron durante mucho tiempo y, para mayor desgracia aún, todavía persisten en ciertas partes del mundo.
De una forma muy sutil, pero muy intencionada, Patricia Highsmith y Carol, nos hablan, no tanto de una relación entre mujeres, sino de la fragilidad de las relaciones.
No es una obra sobre la homosexualidad, sino sobre la inseguridad, y el proceso de madurez, cuando amas a otra persona.
Porque en ese hermoso período del enamoramiento, toda la gama de emociones, se concentran en milésimas de segundo, pasando de la fortaleza del “para siempre”, a las dudas del “quién quiere más a quién”
Y ese es un período realmente frágil en cualquier relación, por muy eufórico que sea también.
El amor llega y hay que luchar por él.

“I miss you...”



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