The Revenant

“All I had was my boy... but he took him from me, you understand?”

Sin lugar a dudas, la historia de Hugh Glass, es uno de los relatos más espectaculares de la supervivencia en la historia del oeste de EEUU, tanto, que el hombre se convirtió en toda una leyenda en su propio tiempo.
Pese a que la historia es bastante conocida, poco se sabe sobre la vida y obra del protagonista.
Hugh Glass, habría sido un antiguo pirata, que dejó la vida en el mar, y viajó por el oeste de EEUU, como explorador y peletero, convirtiéndose en todo un “frontiersman”; pero poco se sabe sobre las primeras etapas de su vida.
De su nacimiento también se desconoce, pero se cree que nació en Filadelfia, en torno al año 1780, y murió alrededor de 1833…
La aventura más famosa de Glass, comenzó en 1822, cuando respondió a un anuncio del Missouri Gazette and Public Adviser, publicado por El General William Ashley, que solicitaba a un grupo de 100 hombres, para “subir por el río Missouri” como parte de una campaña para el comercio de pieles.
Estos hombres, más tarde pasarían a ser conocidos como “The Ashley Hundred”
Además de Glass, otros hombres dignos de mención, que se enlistaron al emprendimiento fueron:
Thomas Fitzpatrick, un cazador conocido como “Broken Hand”; David Jackson, Jim Beckwourth, William Sublette, John Fitzgerald, Jim Bridger, y Jedediah Smith.
En aquel entonces, los exploradores como Glass, solían viajar por Estados Unidos en busca de pieles que intercambiar con los nativos amigables; sin embargo, esta empresa estaba llena de peligros, como el clima, las bestias, bandidos, y las tribus hostiles.
En el comienzo de la jornada, Hugh Glass se consolidó como un experimentado cazador de pieles.
Aparentemente, fue herido en este periodo, en una batalla contra indios arikaras, y más tarde viajó con un grupo de 13 hombres, para verse con los comerciantes en Fort Henry, situado en la desembocadura del río Yellowstone.
Esta expedición, comandada por Andrew Henry, tenía el objetivo de seguir por el Missouri, hasta el valle de Río Grand, actual Dakota del Sur; y entonces cruzar al otro lado del valle del río Yellowstone.
El mes de agosto de 1823, en las proximidades de la bifurcación de Río Grand, afluente del río Missouri, donde actualmente se sitúa la región de Perkins County, Hugh Glass fue sorprendido por un oso y sus 2 cachorros, mientras caminaba solo delante del grupo.
El oso se arrojó sobre Glass, y lo tiró al suelo, antes de que pudiera disparar su rifle.
Valiéndose apenas de un cuchillo, Glass luchó contra el oso en el suelo, y lo mató, pero durante la pelea, fue herido de gravedad.
Sus compañeros, escucharon los gritos, y al llegar al lugar, encontraron a un Hugh Glass seriamente herido y ensangrentado, pero todavía con vida, con el cuerpo del oso muerto sobre él.
Dispararon a la cabeza del oso, y solo entonces, removieron el cuerpo mutilado de Glass.
Le vendaron las heridas, y lo mejor que podían esperar de aquella situación, era la muerte.
El grupo tenía prisa por llegar a Yellowstone, por lo que Andrew Henry, designó a 2 voluntarios:
John Fitzgerald y Jim Bridger, para que se quedaran con Hugh hasta que muriera, y después lo sepultaran.
Inmediatamente, el par comenzó a cavar una tumba… pero transcurridos 3 días, Glass aún estaba con vida, por lo que Fitzgerald y Bridger, entraron en desesperación, pues habían divisado a una banda de indios hostiles, aproximándose al lugar.
Los hombres se llevaron el rifle, el cuchillo, y otros objetos de Glass; y lo arrojaron a la tumba que habían cavado con anterioridad.
Tendieron la piel del oso encima de él, algunas hojas, y un poco de basura, para después, abandonarlo para morir.
Sin embargo, pese a las circunstancias, Glass se mantuvo con vida.
Después de un tiempo, recobró la conciencia, y se vio en una situación crítica:
Estaba solo, desarmando, y en tierra de indios hostiles.
En uno de los más notables viajes que se han conocido, Glass curó su propia pierna, envuelta por una mortaja que le habían puesto sus amigos encima de la herida que le ocasionó el oso, y comenzó a arrastrarse.
Para evitar la gangrena, Glass puso sobre sus heridas, una podredumbre de restos, y dejó que los gusanos comieran la carne muerta.
Su cuero cabelludo, casi fue arrancado por completo, y la piel y carne de su espalda, habían sido arrancadas de tal forma, que podían verse las costillas expuestas.
La ayuda más próxima, se encontraba a 320 kilómetros de distancia, en El Fuerte Kiowa; y su única protección, era la tumba y la piel del oso.
Según la versión del propio Glass, lo único que lo impulsaba, era la venganza.
La única cosa que lo hacía seguir adelante, era el deseo de matar a los hombres que lo habían abandonado para morir.
Decidió que seguir El Río Grand, sería demasiado peligroso a causa de la hostilidad de los indios, y siguió por tierra hacia el sur, hacia el río Cheyenne, llevándole 6 semanas alcanzarlo.
Glass sobrevivió, comiendo mayormente bayas silvestres y raíces.
La fiebre y las infecciones, lo afligían frecuentemente, a veces dejándolo inconsciente.
Cierta ocasión, cuando despertó de un desmayo, se encontró con un enorme oso sobre él.
Según la leyenda, el animal lamió sus heridas ya infectadas de larvas, y se fue.
Estas lamidas, ciertamente le evitaron a Glass, nuevas infecciones.
En una ocasión, fue capaz de espantar 2 lobos que comían un joven bisonte, y se dio un festín de carne.
Al llegar al río Cheyenne, hizo una rudimentaria balsa, y descendió por el río, usando como referencia, el prominente hito paisajístico de “Thunder Butte”
Ayudado por unos nativos amistosos, que le cosieron las heridas de la espalda que le había hecho la osa, Glass llegó finalmente a la seguridad del Fuerte Kiowa.
Una vez que recuperó la salud, tras varios meses, Glass salió a buscar venganza con los hombres que lo habían dejado a su suerte:
Bridger y Fitzgerald.
Cuando encontró a Bridger, en el actual Parque de Yellowstone, cerca de la desembocadura del río Bighorn; Glass no le hizo nada, supuestamente a causa de su juventud.
Cuando encontró a Fitzgerald, y descubrió que se había incorporado al Ejército de los Estados Unidos, Glass supuestamente se refrenó, porque matar a un soldado de los EEUU, estaba condenado a la muerte.
Sin embargo, le hizo devolver su fusil perdido.
Tal y como apareció por allí, donde no se le esperaba al darlo por muerto, empezó la leyenda de Hugh Glass, a quien las viejas creencias de la época, hicieron pensar a todos, que había regresado de entre los muertos.
Glass, murió años más tarde, a manos de un grupo de indios durante una emboscada, pero su historia no quedó congelada en la nieve, sino que sobrevivió varias generaciones.
La odisea de supervivencia de Glass, ha sido contada en numerosos libros, como “The Revenant” (2002) de Michael Punke, en donde muchas de las aventuras al aire libre que aparecen en la novela, están basadas en los intereses y pasatiempos al aire libre del escritor, como la pesca y la exploración a campo traviesa, que disfrutó mientras Punke crecía en Wyoming.
Este escritor, tenía la intención de escribir una novela política; y comenzó la investigación y escritura de archivos y notas, en 1997; tardando 4 años para completar la novela, con las largas horas que le aquejaron su salud.
La novela fue un éxito de ventas, que como dato, está dedicada a su profesor de inglés de la escuela secundaria, Roger Clark.
También, se le erigió un monumento cerca del lugar donde Glass fue atacado por la osa, en la orilla sur del embalse Shadehill, en las fuentes del Río Grand.
Una película de 1971, titulada “Man in The Wilderness”, protagonizada por Richard Harris y John Huston, se inspira en esta historia.
“I ain't afraid to die anymore.
I'd done it already”
The Revenant es un western de aventura, del año 2015, dirigida por Alejandro González Iñárritu.
Protagonizado por Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Lukas Haas, Paul Anderson, Kristoffer Joner, Brendan Fletcher, Brad Carter, Christopher Rosamond, Timothy Lyle, Robert Moloney, McCaleb Burnett, Mark Krysko, entre otros.
El guión es de González Iñárritu y Mark L. Smith; adaptado de la novela homónima de Michael Punke; y a su vez, basado en un personaje histórico, Hugh Glass, trampero y explorador de finales del siglo XIX.
Nominada a 12 Premios Oscar, gana 3:
Mejor Director, Mejor Actor (Leonardo DiCaprio) y Mejor Cinematografía.
Y 9 nominaciones:
Mejor película, actor de reparto (Tom Hardy), edición, vestuario, edición de sonido, mezcla de sonido, efectos visuales, maquillaje y peluquería, y diseño de producción.
El desarrollo de The Revenant, empezó en agosto de 2001, cuando Akiva Goldsman compró los derechos para la adaptación de la novela de Punke, con la intención de producir la película.
El rodaje tuvo lugar Canadá; y en Argentina, en la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, y La Patagonia.
La acción nos lleva a principios del siglo XIX.
Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), es un hombre que vive en las montañas; pero es atacado por un oso mientras cazaba con su hijo mestizo, y otros exploradores.
Sus compañeros:
John Fitzgerald (Tom Hardy) y Jim Bridger (Will Poulter); viendo que nada pueden hacer por él, asesinan a su hijo Hawk (Forrest Goodluck), y dejan a Hugh en el bosque para que muera…
Pero él sobrevive, se repone de sus heridas, tras superar un brutal invierno, y evitar enfrentamientos con las tribus de indios hostiles que pueblan la zona del oeste estadounidense; y prepara una venganza contra los hombres que lo traicionaron, y lo dejaron abandonado a su suerte.
Así pues, en el corazón de la historia, aparece el trato de Glass con su hijo, fruto de una relación con una india de la tribu de los Pawnee, que se convertirá en la clave para la supervivencia del personaje, en condiciones extremas.
En definitiva, The Revenant es una revisión del western, con todos los elementos que lo caracterizan:
La venganza, la suciedad, la violencia, la supervivencia...
Todo ello, con la estupenda narración de Iñárritu.
“He's afraid.
He knows how far I came to find him”
Mientras que su oscarizada “Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance” (2014), era frenética, ácida, tragicómica, y estaba cargada de diálogos; en The Revenant, el guión pasa a tener un papel secundario, siendo un trabajo mucho más pausado, y muy contemplativo; pero de un brutal realismo, y una extravagante poesía visual.
Así, Iñárritu, Lubezki, y un gran equipo de magos en los efectos visuales, han creado un retrato extraordinariamente, vívido y visceral, de la resistencia humana en condiciones casi insoportables.
Si bien, The Revenant es larga, el diálogo es mínimo, y la violencia es fuerte; en muchos momentos, es bellísima, y discretamente espiritual; lo cual recompensa su metraje pausado.
La historia seca, cruda, realista, y real; versa sobre 2 temas ancestrales:
La supervivencia, y la venganza.
Aquí, al contrario que en los western clásicos, no hay blancos buenos, ni indios malos; aquí, al contrario que en los western “modernos”, no hay indios buenos, ni blancos malos.
Aquí solo hay gente tratando de sobrevivir en un mundo áspero, que los humanos hacen más cruel, con unos actos que acarrean consecuencias.
No hay justicia, solo acción/reacción.
No hay honor, solo sed de sangre.
Sin embargo, en este infierno que el propio hombre crea, la venganza y la supervivencia, son lo único que puede hermanar a unos hombres heridos, como demuestra la magnífica secuencia del bisonte derribado, y devorado a 4 manos, por quienes unos segundos antes, no veían nada más en su existencia.
Desde lo técnico, The Revenant se rodó únicamente con luz natural, un maravilloso trabajo del director de fotografía mexicano, Emmanuel “El Chivo” Lubezki, y hubo que desplazar el equipo desde Canadá hasta La Patagonia argentina, en busca de la nieve necesaria para rodar el tramo final.
Para filmar esos 151 minutos que dura The Revenant, se tuvo que aprovechar la hora y media de luz adecuada, que ofrecen los días de la Columbia Británica, donde el equipo de filmación se sometió a temperaturas de hasta 30 grados bajo cero.
Este fue el ambiente donde Leo DiCaprio tuvo que mostrar temple, y las tablas.
DiCaprio indicó, que González Iñárritu posee un “vasto conocimiento” de la historia del cine, y que trata de pintar “un cuadro”, con cada una de sus películas:
“Tiene pinturas muy específicas, tiene clara la pátina que quiere emplear, y el lienzo que va a usar.
Y es implacable e inflexible, a la hora de lograr lo que busca”, dijo el actor.
Por su parte, el mago Lubezki, vuelve a demostrar que es un puto genio de la fotografía, porque cada fotograma de The Revenant, destila belleza, una belleza extraña, violenta, la visión cínica de un mundo salvaje de humanos errantes y desalmados.
La primera media hora, nos regala las que sin duda son 2 de las mejores escenas del año, 2 maravillas técnicas pobladas de planos secuencias, y elegantes movimientos de cámara, y elevadas por su realismo y crudeza.
De las que voy a tardar mucho en sacarme a ese oso de la cabeza…
Y es inevitable pensar en Terrence Malick cuando ves The Revenant…
Esas panorámicas, esos planos tan exquisitos, tan místicos o poéticos, de ríos, de árboles, de vientos susurrantes, y miradas perdidas... e Iñárritu ha conseguido apropiarse de la belleza del cine de Malick, pero no de su excelencia.
Por lo que The Revenant es otra cosa.
El guión, no es tampoco ninguna obra de arte, pues se centra más en cómo se cuenta, que en lo que se cuenta, pero qué más da, cuando se cuenta de una manera tan maravillosa.
Y es que el rodaje no fue fácil:
En los meses previos al estreno, hubo varios los testimonios, que han calificado la producción, como “un infierno” y “una pesadilla”, por la dureza de las condiciones climatológicas, en las que se llevó a cabo la filmación, que provocaron despidos, y renuncias varias, porque el realismo era el objetivo.
The Revenant es una buena historia basada en hechos reales, un juego de venganzas de la vieja escuela, que tiene poco de innovador, o de imprevisible.
Hay momentos en los que cuesta creer, que nuestro protagonista siga vivo, después de todas las perrerías que le pasan…
Pero ahí entra la capacidad del director/guionista en contar la historia de manera cinematográfica, con licencias que no perjudican lo que se narra, sino que la eleva.
Tómese como ejemplo, el cambiado destino de Fitzgerald y Bridger…
Del reparto, Leonardo DiCaprio, no puede disimular el orgullo que le produce hablar de The Revenant, que considera “una obra de arte”, y con la que parte como favorito para alzarse con El Premio Oscar como Mejor Actor:
“No voy a ocultar, que fue el rodaje más difícil de mi vida, pero al final, ha tenido su recompensa, porque González Iñárritu ha traducido ese esfuerzo, en una obra de arte”, dijo DiCaprio.
“Nos embarcamos en un viaje existencial, en plena naturaleza, y nos exigimos hasta el límite de nuestras fuerzas.
Estábamos allí por una razón, y creo que el espectador se va a emocionar increíblemente con esta historia.
Es algo realmente original.
Ya no se hacen películas así”, manifestó el intérprete de 41 años.
“Es una persona a la que le han sustraído absolutamente todo, y que necesita encontrar cierto deseo espiritual y existencial para seguir luchando.
Contar eso, sin apenas diálogo, fue muy interesante para mí”, sostuvo el actor refiriéndose a su personaje.
Tras el espeluznante ataque que sufre, en los primeros 30 minutos de metraje, DiCaprio se encierra en sí mismo, y ofrece una interpretación en la que transmite todo, a través de sus ojos y su expresividad, en el polo opuesto de la palabrería y el histrionismo de su Jordan Belfort en “The Wolf Of Wall Street” (2013) para compararlo con sus trabajos anteriores.
Hugh Glass, su personaje, le proporciona escenas hechas para su propio lucimiento, y que le obliga, además de sacar a flote su estupenda faceta actoral, a tener una potencia física impresionante, al alcance de muy pocos actores.
Refleja de una manera brutal, los sentimientos de su personaje, las ansias de venganza por encima de cualquier circunstancia, y todo ello sin apenar soltar palabras de su boca.
La mugre, los trozos de carne desgarrada, la sangre, todo le sienta bien a DiCaprio.
Y aquí, en un rol que es mucho más de poderío físico, que de introspección psicológica.
Previamente, el actor listó a los medios, algunas de las dificultades que tuvo que enfrentar durante el set:
“Entrar o salir de ríos congelados, dormir en cadáveres de animales, soportar el frío, y la posibilidad constantemente de una hipotermia”; o la escena en la que Iñárritu lo hizo comer hígado de bisonte, causándole una “reacción instintiva” que el mexicano decidió dejar en el filme.
Igualmente impresionante, es el trabajo de Tom Hardy, un actor que es capaz de decir con una mirada, más que muchos otros con una página de diálogos, a la hora de dar vida a Fitzgerald, un personaje traicionero, manipulador, y con marcados tintes shakespearianos.
Especial mención a su acento sureño, cerrado, y a ratos casi ininteligible.
Las escenas de The Revenant son prodigiosas, solo empezar, en algún lugar en la calma entre las Dakotas y Montana, se encuentra Rocky Mountain Fur Co., guiada por Glass, en su expedición en un territorio hostil, en busca de pieles de castor.
La primera vez que aparecen los cazadores, están acampando entre unos pinos a la orilla del río, cuando surge el suspenso…
Primero les llegan flechas de todos lados, y luego los atacan integrantes de la tribu arikara, en busca de una hija robada…
El leitmotiv de otra historia de venganza paralela…
Y en medio el caos, la cámara danzante de González Iñárritu, atraviesa la carnicería, y eventualmente flota por el río, con un pequeño grupo de supervivientes.
Entre ellos está Glass, Hawk, su hijo indígena pawnee; el líder de la compañía, Andrew Henry (Domhnall Gleeson), Jim Bridger, un joven imberbe, y el deslamado e inestable psicológicamente, John Fitzgerald.
Y ni hablar de la escena de la cascada y el uso de la cámara; el ataque de los indios y posterior caída al barranco con todo y caballo, y su posterior uso…
De la fotografía…
¡Boca abierta!
Y todo ello, en un ambiente de punzante intensidad, de la lucha por la supervivencia, en medio de un agreste terreno invernal, en una serie de combates entre hombres, nativos o no, tratando de cobrar venganza.
Ocasionalmente, hay algunos “flashbacks” y secuencias oníricas surreales, propias de Iñárritu, y una caída de un meteorito y ciertas secuencias que recuerdan a “Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance” (2014), inclusive con el acompañamiento similar de la banda sonora; que intentan darle a The Revenant, un apoyo más espiritual, pero no pueden darle batalla, la realidad visceral que muestra.
En otro largo plano secuencia, Glass es atacado por un oso, y queda tan herido, que parece que morirá inevitablemente.
Tras intentar transportarlo por las montañas, Henry le ofrece dinero, para que algunos voluntarios se queden con él, y le den un entierro digno, “cuando llegue el momento”
Fitzgerald, se interesa por el dinero, y acepta, por su egoísmo y astucia, es el villano obvio.
Tom Hardy espera pacientemente, la oportunidad de revelar un salvajismo más profundo, y balbucea en una fogata que “Dios es una ardilla que se comió”; y cando se interna en la naturaleza, Hardy no decepciona.
The Revenant es desoladora y hermosa, que resulta demasiado elaborada en lo técnico, pero también llena de la brutalidad de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, a comienzos del siglo XIX, y la tragedia de los indígenas nativos de EEUU, que enfrentan en The Revenant, los peores horrores de La Tierra; y aquí se levantan como reclamo de toda una vida de persecución y Holocausto.
Entre medias, queda un delicado retrato de la lucha del hombre contra la naturaleza primero, y contra sí mismo después, para conseguir acallar los demonios que lo acosan, que en el caso de Glass, son muchos.
La necesidad de alcanzar la paz, es lo que lo motiva a seguir adelante, pues para él, la venganza está en las manos de Dios.
“My son.
I'm right here.
You hear me?”
¿Qué más sabemos de esta maravillosa historia?
Según las crónicas, una vez que recuperó la salud, lo que le llevaría varios meses, Hugh Glass salió a buscar venganza con los hombres que lo habían dejado a su suerte.
Glass encontró al joven Jim Bridger, la noche del 31 de diciembre de 1823, cuando el grupo del Mayor Henry, celebraba la llegada del año nuevo, al interior de Fort Henry.
Glass entró con pasos firmes al salón, donde los hombres se divertían.
Se hizo un silencio mortal, y entonces encaró al hombre que había perseguido por casi 1,500 km:
“Soy Glass, Bridger… el hombre que abandonaste para morir… y a quien le robaste las cosas que pudieron ayudarlo a sobrevivir, solo, y herido, en las planicies.
Volví, porqué juré que te mataría”
Bridger tenía el aspecto de un hombre listo para morir, y penar en el infierno por su pecado mortal.
No tenía nada que decir.
Adquirió una apariencia patética, y parecía extrañamente infantil.
Glass vaciló:
“Estás avergonzado y arrepentido”, dijo.
“Creo que te habrías quedado conmigo, si Fitzgerald no te hubiera convencido.
No tengas miedo de mí.
Te perdono.
No eres más que un niño”
Glass se sintió más aliviado, por haber despejado aquellas palabras.
Se sentó, alguien le pasó un vaso con whisky, y minutos después, Bridger se desmayó, se sintió enfermo de culpa, y vergüenza.
Lo habían perdonado, por qué no era más que un niño.
Hubiera preferido que lo mataran.
Posteriormente, Jim Bridger fue conocido durante su vida, y después, como un narrador de cuentos fantasiosos, “tall tales”
Algunas de las historias de Bridger, han demostrado ser ciertas; mientras otras estaban claramente destinadas a divertir.
Se cree que Bridger fue el primer hombre blanco en ver El Gran Lago Salado, y los caminos que abrió mientras buscaba pieles, serían de un inmenso valor para los colonos que llegaron después.
Pero con los años, Bridger quedó tan asociado con esas historias fantasiosas, que muchas historias similares inventadas por otros, le fueron atribuidas a él.
Finalmente murió en su granja, cerca de Kansas City, Missouri, a los 77 años.
Hay varios lugares nombrados en su honor, como varios fuertes, montañas en Wyoming y Montana, áreas de conservación, y bosques.
Después de su encuentro con Bridger, pasados otros 6 meses, y 1,500 km, Hugh Glass encontró a John Fitzgerald.
Lo localizó en Fort Atkinson, en Council Bluffs.
Desgraciadamente, Fitzgerald ahora pertenecía al Ejército de los Estados Unidos, y asesinarlo, significaba firmar su propia sentencia de muerte.
Glass llegó como un huracán a la oficina del Capitán Riley, exigía justicia.
El oficial llamó a Fitzgerald.
Finalmente allí, estaba el enemigo, arrepentido como deseaba Glass.
Pensó que era curioso, no poder odiarlo tanto como hubiera deseado:
“Escapaste, y me dejaste moribundo.
Tuviste miedo, y huiste; además robaste las cosas que me ayudarían a vivir.
Creó que hay algo en lo que tienes que pensar el resto de tu vida”
Riley ordenó a Fitzgerald, que saliera, y le hizo una propuesta a Glass.
Si se iba, Riley le regresaría su arma, y otras pertenencias; y le suministraría todo lo necesario para volver a empezar.
Glass aceptó.
Pasados los hechos, John Fitzpatrick, fue el responsable de conducir las 2 primeras caravanas de emigrantes a Oregón, incluida en 1841, la caravana de Bartleson-Bidwell; y negoció El Tratado del Fuerte Laramie (1851), en El Mayor Consejo, nunca celebrado con Los Jefes de Las Tribus Nativas de Las Grandes Llanuras.
Y es que Fitzpatrick, fue uno de los montañeses más pintorescos, también tomó parte en muchos de los acontecimientos más importantes en la apertura del Lejano Oeste.
Para el invierno de 1853-1854, fue a Washington DC, para ver aprobados Los Tratados; y contrajo neumonía, muriendo el 7 de febrero de 1854; siendo enterrado en el cementerio del Congreso.
Tenía 55 años.
Por último, Hugh Glass, una vez más, volvió a la frontera como cazador y comerciante de pieles.
Más tarde, fue empleado como cazador en La Guarnición del Fuerte Unión.
Siendo asesinado, junto con otros 2 compañeros cazadores, en el invierno de 1833, en el río Yellowstone, en un ataque de los arikara.
Según el libro “The Deaths Of The Bravos”, de John Myers Myers, los arikara en abril de 1833, más tarde intentaron hacerse pasar como amistosos indios Minitaris, a una partida de tramperos, al servicio del American Fur Company.
Sin embargo, Johnson Gardner, uno de los tramperos, reconoció un rifle que uno de los indios tenía, como el mismo rifle de Glass, que Fitzgerald le devolvió después de su épico viaje de venganza, siguiendo a Fitzgerald y Bridger, cuando lo dieron por muerto en 1823.
Alarmado por ello, Gardner pensó, que eran los mismos arikara, que habían matado y despellejado a Glass y sus compañeros.
Al final, los arikara fueron capturados, y posteriormente ejecutados, en venganza por la muerte de Hugh Glass, muerto a los 53 años.
Sin embargo, Glass ya se había convertido en un personaje legendario.
Rehusándose a morir, había demostrado capacidad, resistencia, y una valentía increíble.
Pues sobrevivió a su desgracia, y todavía hoy, vive como leyenda en los Estados Unidos.

“God giveth, God taketh away”



Comentarios

  1. Interesante relato, Álvaro.
    Voy a conseguir la película para verla, porque es el tipo de historias que me interesa ver en el cine.

    ResponderBorrar
  2. Gracias Milton por la nota.
    Ojala la pueda disfrutar en el cine, para poder apreciar toda su belleza y su grandeza como obra cinematográfica, por su fotografía espectacular.
    Es una propuesta obligatoria, siendo latinoamericanos quienes técnicamente produjeron este filme, que ha arrasado con todos los premios posibles.
    Más que recomendada.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares