Утомлённые Солнцем (Burnt by The Sun)

“Для тех, кто был сожжен солнцем Революции”
(Para aquellos que fueron quemados por el sol de La Revolución)

Uno de los episodios más devastadores del siglo XX, tuvo lugar entre 1936 y 1938, cuando el régimen soviético ejecutó a 750.000 ciudadanos, y condenó a más de 1 millón a trabajos forzados en un gulag, sin ninguna clase de garantía legal; siendo quizás, la campaña de represión más sangrienta de la historia y, como ocurre con gran parte de la historia soviética, la opacidad del régimen, impide conocer con seguridad los entresijos de esta Gran Purga.
Y es que los pueblos del viejo Imperio ruso, llevaron a cabo una épica revolución que fue contestada con la guerra por parte de la aristocracia y la burguesía, con el apoyo de los países capitalistas, capitaneados por Francia, lo que devino en una sangría que duró varios años.
Los procesos revolucionarios, como bien nos enseña la historia, devoran a sus propios hijos, y crean pesadillas que, a pesar de todo y paradójicamente, hacen avanzar el mundo, aunque sea a trompicones.
En esa tormenta perfecta, se nos cuenta una historia en el que un perdedor de La Revolución de Octubre, se venga de un héroe de La Guerra Civil rusa, de un revolucionario, utilizando de nuevo, una paradoja, el aparato represor que la propia Revolución creó para destruir a sus enemigos, la cual, como un alacrán que se cree amenazado, acaba por atacarse a sí misma.
Большая Чистка o “La Gran Purga”, aunque más comúnmente conocida en la Rusia actual como Большой Террор, o “Gran Terror”, y más específicamente como Ежовщина o “Fenómeno/Era de Yezhov”, fue el nombre dado a la serie de campañas de represión y persecución política, llevadas a cabo en La Unión Soviética, en el final de la década de 1930; donde cientos de miles de miembros del Partido Comunista Soviético, socialistas, anarquistas y opositores, fueron perseguidos o vigilados por la policía; además, se llevaron a cabo juicios públicos, se enviaron a cientos de miles a Campos de Concentración/gulags, y otros fueron ejecutados.
Esa campaña de represión, fue crucial para consolidar en el poder a Iosif Stalin.
Si bien, los soviéticos justificaron posteriormente esta cruenta medida, argumentando que se limpió el camino de elementos “saboteadores” o disidentes para la futura guerra con la Alemania Nazi, una gran cantidad de las víctimas, eran miembros del Partido Comunista, y líderes de Las Fuerzas Armadas.
Otros sectores de la sociedad que sufrieron la persecución, fueron:
Los profesionales, los kulaks o “campesinos burgueses”, y las minorías, que fueron vistas como una potencial “quinta columna”
La gran mayoría de estas detenciones, fueron llevadas a cabo por El Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD)
En total, 3 de los 5 Mariscales, 13 de los 15 Comandantes de ejércitos, 8 de los 9 Almirantes, 50 de los 57 Generales de los cuerpos de ejército, 154 de los 186 Generales de División, todos Los Comisarios del Ejército, y 25 de los 28 Comisarios de Los Cuerpos del Ejército de La Unión Soviética, fueron juzgados y condenados.
Esta purga dentro del Ejército Rojo, eliminó a Comandantes con experiencia, siendo reemplazados por oficiales leales políticamente, pero de capacidad militar dudosa.
El ejército, quedó desorganizado completamente y, según los analistas, Hitler tomó nota de esta aparente debilidad organizativa soviética, a la hora de trazar sus planes para La Operación Barbarroja, la invasión alemana de Rusia, de 1941.
Sin embargo, las persecuciones a pequeña escala no se detuvieron hasta la muerte de Stalin en 1953.
Como ocurre a menudo con la historia soviética, no termina de quedar claro el número exacto de muertos, pero sea tirando por lo bajo, la cifra oficial de 681.692 caídos; o por lo alto, más de 2 millones de personas; por tanto, se trata de una de las grandes y más despiadadas depuraciones del siglo XX.
“Неожиданное пришествие старого пламени приводит к внезапному разрушению счастливой семьи”
(La llegada inesperada de una vieja llama, provoca la destrucción repentina de una familia feliz)
Утомлённые Солнцем (Burnt by The Sun) es un drama ruso, del año 1994, dirigido por Nikita Mikhalkov.
Protagonizado por Nikita Mikhalkov, Oleg Menshikov, Ingeborga Dapkūnaitė, Nadezhda Mikhalkova, Vyacheslav Tikhonov, Vladimir Ilin, Svetlana Kryuchkova, Nina Arkhipova, entre otros.
El guión es de Nikita Mikhalkov y Rustam Ibragimbekov, ambientada en la tensa atmósfera de la época de las purgas de Stalin.
El director Nikita Mikhalkov, declaró al hacer la película, que su creencia era que “el bolchevismo no trajo felicidad a nuestro país”
Sin embargo, dudaba que “generaciones enteras” pudieran ser juzgadas por acciones causadas por problemas sociales más amplios.
Mikhalkov, también tomó la inspiración de su hija, Nadezhda Mikhalkova, y recuerdos de su hogar.
El guionista azerbaiyano, Rustam Ibragimbekov, creó la historia con Mikhalkov, y colaboró con él en el diálogo.
Y es que Mikhalkov, además de dirigir sus películas, las protagoniza.
Su convincente labor tanto detrás como delante de la cámara, imprime confianza a un reparto muy bien seleccionado, que habla de la variedad y calidad del histrionismo ruso.
Como dato, la canción del título es “Утомлённое Солнце” o “Weary Sun”, escrito en 1935 por Jerzy Petersburski, con la letra polaca por Zenon Fredwald.
Traducida como “Quemado por El Sol” es una traducción inglesa floja del título de la canción, aludiendo a la dictadura soviética que levanta Stalin al Sol.
De acuerdo con Ibragimbekov, “El Sol” representado en la película, pretende simbolizar a Stalin, y enfatizó un punto en que los regímenes totalitarios “asumen una vida propia, destruyendo no sólo a aquellos a quienes estaban destinados originalmente a destruir, sino a sus creadores también”
Así tenemos represión política, sospecha y venganza, el doble rasero del régimen, forman el humus de una historia que, en su mayor parte, sólo nos muestra las flores que se asientan sobre ellos:
Calma y felicidad truncadas por el despecho personal, y la sospecha gubernamental; el miedo y la incompetencia.
Han de pasar muchos años para conocer, qué fue del pasado.
A un lado, la idolatría personalista, la cultura militar en todos los estamentos de la sociedad, la obediencia ciega, la uniformidad intelectual y nuevos deportes como el fútbol; al otro, el francés, la ópera, la filosofía, y el cricket.
Утомлённые Солнцем (Burnt by The Sun) fue filmada en Moscú, mientras Nikolina Gora fue utilizado para el pueblo, y las escenas ambientadas dentro de la dacha, fueron filmadas en Nizhny Novgorod.
Tuvo un presupuesto de $3.6 millones, con patrocinio importante de Goskino USSR, El Comité Estatal de Cinematografía de La URSS.
La película ganó El Gran Premio del Jurado y El Premio del Jurado Ecuménico en El Festival Internacional de Cine de Cannes, y El Premio Oscar a La Mejor Película Extranjera, siendo la última de las 4 películas rusas en ganar El Premio de La Academia en esa categoría.
Los otros filmes son:
“War and Peace” (1966), “Dersu Uzala” (1975) y “Moscow Does Not Believe in Tears” (1980); y se convertía en la película más rentable producida en la Europa del Este.
Aquí estamos en La Unión Soviética; corre el año de 1936, y Stalin domina con mano férrea La Confederación.
Una familia soviética, pasa un tranquilo e idílico verano en una dacha o “casita rural”, ellos son:
Sergei Petrovich Kotov (Nikita Mikhalkov), un legendario comdiv, o comandante de división, verdadero comunista, distinguido como héroe de La Guerra Civil, y favorito del mismísimo camarada Stalin.
Vive en una dacha junto con su esposa, Maroussia (Ingeborga Dapkūnaitė), y su hija pequeña, Nadia (Nadezhda Mikhalkova), además de la larga y ruidosa familia de su mujer, todo ellos, personajes pintorescos:
Un viejo manos largas, una chacha acosada, un borrachín, 2 abuelas que se soportan con sus manías; la esposa enamorada y la niña que adora a su padre, un comandante al que idolatran sus vecinos; pero con la aparición de un viejo conocido, Dimitri/Mitya (Oleg Menshikov), ex-novio de la esposa de Kotov, y protegido del difunto padre, que habla francés y toca el piano; el tono de la historia se va agriando, con pasajes que parecían olvidados, y que al regresar, amargan como la hiel.
Ya no hay complicidad, hay desconfianza, medias palabras que presagian una tragedia que, aunque se quiera disimular con el más inocente de los juegos y la sonrisa más amplia, se sabe inevitable.
Conforme transcurre el día, y se acerca la noche, El Coronel descubrirá el verdadero motivo de la visita...
El hombre misterioso, vuelve a la casa en una magnífica y estrafalaria secuencia de presentación.
Símbolo de la nostalgia por la vitalidad y la libertad perdidas, el joven lo es también de las nuevas generaciones que Stalin hace crecer a sus pies, para reemplazar a los viejos héroes que pueden hacerle sombra.
Recordar que estamos en los años 30, la hora de las purgas.
De hecho, el joven es miembro de la policía secreta de Stalin, y llega con la orden de detener a Kotov, acusado de traición a La Patria, pues supuestamente, ha espiado para Alemania, y viene para llevarse al héroe a una muerte segura.
Mikhalkov expone aquí su personalísima visión de la etapa de La Unión Soviética conocida como represión estalinista.
Así, el director no esconde sus fobias particulares, y muestra el enfrentamiento entre el educado y afable Mitya, que sirvió en El Ejército Blanco; y el inculto y desalmado comunista, Kotov, que es capaz de forzar a su esposa…
Para resaltar la vileza del sistema político, Mikhalkov muestra como éste ha transformado al sensible Mitya en un verdadero canalla sin escrúpulos.
¿Maniqueo?
Un poco, y pese a todo, Утомлённые Солнцем (Burnt by The Sun) merece verse, por ser una lúcida denuncia de las purgas estalinistas.
Una gran película cargada de realismo, intriga, dramatismo y humanidad; pero contada, además, con la magia especial de un cuento redondo y épico.
Este tono que moraliza una situación vital, oscura, y sin salida.
Y así como muestra aspectos buenos, como ser el amor entre padre e hija, el amor que puede existir en la pareja, la inocencia y candidez que suele tener un niño; también refleja aspectos malos, como los celos, el egoísmo, y la maldad misma.
De ella también surge que, incluso en grupos de personas donde prevalece la buena predisposición, la generosidad, la espontaneidad, la buena fe, lo que permite la creación de “pequeños mundos” donde todo funciona bien, puede aparecer un elemento discordante, que no quiere ello, y pone en seria amenaza la continuidad de ese equilibrio.
El papel de la niña es vital, natural, encantador, redunda decir que es una dulce niña, pero no es frecuente que se nos brinde tan convincentemente…
Ella y su pureza, son el principal contraste con las intrigas y bajezas humanas que aprenden a hacer los adultos, que se muestran al paroxismo en su inesperado final.
“У человека всегда есть два пути, Маруся.
Можно сказать можно промолчать.
Можно поехать можно остаться.
Всегда есть выбор.”
(En los seres humanos, siempre hay 2 maneras, Maroussia.
Podemos hablar, o se puede callar.
Usted puede irse o puede quedarse.
Siempre hay una elección.)
Nikita Mikhalkov dirige, coescribe y protagoniza esta imprescindible película del cine ruso, y una notable obra de valor universal.
Heredero de Tarkovski, que fue su profesor; de Kobayashi y de su hermano mayor Andreiv, Nikita Mikhalkov se ha abierto paso en el mundo del cine con voz y estilo propios.
Sus obras recrean planos magníficos, pensados con la magia de un pintor.
Su fotografía deslumbra y convence por esa manera tan suya de evitar los contrastes metafóricos, para meterse en el entramado del paisaje, ya bien estival, ya bien bélico, ya bien bajo la nieve, o en los campos de trigo.
También es relevante la música que elige, y la manera en que sigue la escuela actoral de Stanislavsky, basada en el expresionismo.
Sus películas, siempre tienen ese toque lírico, tanto dentro como fuera de la violencia y la muerte.
Suyo es un arte conmovedor, donde las imágenes respiran, y los fotogramas convencen por sus perfectos encuadres.
Mikhalkov, es uno de esos hombres que nació para hacer cine, de ese cine que no busca recompensas ni aplausos, sino tocar el corazón humano, aunque también se aplaude con delirio.
En Утомлённые Солнцем (Burnt by The Sun) estamos frente a una de sus mejores piezas, donde la tragedia es vista desde diversos ángulos, ya bien en la inocencia infantil, en la comedia, en la intriga amatoria, o en la diatriba de la contrainteligencia; y se puede descomponer en 3 partes:
La primera es, en realidad, un breve anticipo del final, en un gran “flashback”
La segunda y más extensa, narra la plácida vida de una familia burguesa rusa en una dacha, o casita rural, en un claro tono chejoviano.
Y la tercera, es la más dramática de las 3.
La historia transcurre en el año 1936, cuando El Coronel bolchevique, Kotov, héroe de La Revolución Rusa y de La Guerra Civil, pasa un idílico veraneo en la dacha con la culta, “aristocrática”, y algo peculiar familia de su mujer, y su hija.
Los días se desarrollan tranquilamente entre animadas charlas, fundamentalmente en torno a la mesa, y a una taza de té, con cierto tono “viscontiano” pausado, pero de forma mucho más naturales y llevaderos.
El director se recrea en los dorados paisajes de los campos de trigo, y en las sobremesas de los nostálgicos comensales, creando un ambiente bucólico rural en una hermosa cabaña, como una pintura en movimiento, pero imprimiendo cierto aire cómico, con una pizca de locura, que algunos momentos se revela como ironía pura.
Toda esta calmada atmósfera del fugaz verano ruso, se verá trastocada de manera progresiva y apenas perceptible, con la llegada de un familiar, al que todos llaman “Tío Mitya”, cuya presencia resulta amable, pero escondiendo antiguos rencores y traiciones.
Como buena obra chejoviana, bajo esa pátina de apacible tranquilidad sobreviene un elemento distorsionador, algo o alguien que irrumpe en el sosiego, e inocula su veneno.
En este caso, es un veneno político, fruto de la tiranía, de un sol cegador que, en lugar de calentar, quema, como queman las extrañas bolas de fuego que sobrevuelan los campos, y las ciudades en la película.
Con un “Rey Sol” hubo bastante...
Otros dinamitaron a millones de personas, y Mikhalkov nos lo cuenta perfectamente, sin que le tiemble el pulso en ningún momento, resumiendo todo en esa punzante y triste mirada de Kotov, entre los cánticos de loa a Stalin, y al Partido de los niños del “Komsomol”, La Unión Comunista de La Juventud; en una de las escenas más paradójicas e irónicas de los últimos tiempos.
Quién iba a imaginar lo que inmediatamente iba a suceder…
Mikhalkov, hace aquí una fuerte crítica a La Era de Stalin y su política; a un Estado que colma todos los espacios de la sociedad, bien sea a través de inofensivos símbolos, banderas y estrellas rojas del partido que ondean por doquier, o de forma más contundente, con sus tanques que no titubean en arrasar los sembrados de los campesinos, si es que se les antoja realizar maniobras allí, pero a los que Kotov logra detener, gracias a que es bien conocido en las altas esferas del poder, o a través de la policía secreta, que con aterradora frialdad se deshace de las personas, como ocurre con aquel hombre que recorría afanosamente los campos, en busca de una dirección que había extraviado, y que es asesinado a sangre fría por Dimitri, sin que lleguemos a comprender la razón de tan brutal acto.
Como símbolos, los personajes mantienen sin embargo una fuerte individualidad que nos empuja al afecto.
El héroe revolucionario, es humano y cercano; lleva su estatus de ídolo con campechanería, y quiere con locura a su mujer y su hija.
El joven no es un burócrata ambicioso, es un hombre torturado por sus fracasos, y sobre todo por la pérdida de su amor de infancia:
Ejecuta las órdenes, sólo porque en realidad se trata de una venganza personal.
El relato es un “flashback” del suicida Dimitri, arrepentido, pues quizás como mostrara El Coronel, siempre existe una elección ante la cobardía, ante el temor, ante cualquier situación.
Así, las bolas de fuego que anuncian los noticiarios, van a convertirse en alegoría del especial incendio y destrucción que acompaña a toda cultura, a toda composición social.
Amor y odio, ideas y fanatismo, se mueven por todo corpus social para acabar arremetiendo contra ellos mismos.
La dificultad de encauzar la fuerza de las pasiones, de las ideas, no suele acompañarse de buenos resultados, pues la fe ciega de muchos seres por tener, poseer, ya sean amores o ideas, no suele compatibilizarse con el ejercicio reflexivo que debiera acontecer en el pensamiento y en la emoción humana.
Las bolas de fuego, de venganza por el amor perdido, arrebatado, las de un cuerpo político y policial adocenado y servil, van a acabar con el pequeño sueño amoroso que observamos en esa dacha demencial, pero sana.
Y sin embargo, de nada servirá, pues la fuerza de estas ideas no muere, el amor ideológico, la idea del amor, continúan y continuarán moviendo el mundo con nuevas bolas de fuego transformadas en múltiples acontecimientos, pues la idea del amor, y el amor a una idea, son como las caras de una misma moneda que rueda de canto por esa superficie que llamamos tiempo.
En 2 breves escenas iniciales, introducen claves que serán desarrolladas:
En una, un hombre llega fatigado a un apartamento en Moscú…
Habla con un anciano de una habitación a otra, desde un lavabo, donde destaca una navaja barbera...
Saca de un revólver todas las balas menos una, juega a la ruleta, tiene una escueta conversación telefónica cargada de sobreentendidos…
La radio informa de bolas de fuego destructivas en la región, fenómeno que el relato vuelve símbolo de la fuerza aniquiladora del poder y la venganza.
La otra muestra un singular concierto:
Al inicio, en medio de la nieve y el hielo, una orquesta canta y toca el título del filme:
“Falso como el sol”, para una sola pareja.
Un lento “zoom” se acerca a una niña en un banco al fondo, y a su tarareo exacto de la canción.
¿Serán los personajes?
Pero este militar no es la única víctima; es cierto que el antiguo héroe, cuya imagen se exhibía en muchas sitios oficiales, ahora ha sido degradado a la categoría de traidor, y enfrenta una condena a muerte; pero también a Mitya le fue robado el sueño de llegar a ser un virtuoso pianista, y compartir su vida con la mujer que amaba, para convertirlo en espía de sus propios compatriotas, en busca de quienes pudieran representar un peligro real o imaginario para El Estado.
Al final, entendemos el sentido de aquellas primeras imágenes, en donde la cámara se detiene en la navaja de afeitar de un hombre que se prepara para emprender un viaje, y su posterior juego a la ruleta rusa.
Un ser atormentado por el pasado y agobiado por el presente.
El mismo que, cumplida la misión que le ha sido ordenada, decide acabar con su vida, presagiando quizás, que el futuro podría depararle la misma suerte del otrora héroe Kotov, o quizás buscando recuperar la paz de espíritu perdida hacía ya tantos años.
Y es que Kotov ha sido fiel al espíritu de La Revolución, ama a su patria; convencido del marxismo, ha trabajado en la construcción de lo que cree, un mejor país para sus compatriotas:
“Hemos construido buses, aviones, metro, todo eso para que tus pies se conserven suaves”, dice con orgullo a su hija.
Por eso está seguro que podrá defenderse ante Stalin, que ya le ha honrado en otras ocasiones.
¡Gran error!
Porque en aquel régimen que alimentaba la ambición, propiciadora de intrigas y asesinatos, de nada sirven los méritos acumulados en años de lealtad al Estado.
Eso seguramente lo entendió demasiado tarde, al enfrentar el pelotón de fusilamiento…
No sin antes haber reusado a firmar su falsa acusación, condenando de esa manera a su esposa…
Los protagonistas, al igual que en casi todas las de su autor, han llegado por alguna razón a donde menos se lo esperaban:
El Coronel Kotov parece un buen tipo; igual que Mitya.
Al principio de la historia, nos iríamos con ellos.
En Kotov se nos da la sensación de ser más arrojado que inteligente, pero simpatizamos enseguida con él, por la adoración que profesa a su mujer y a su hija, y la ayuda que presta a sus vecinos, cuando surgen problemas, por ejemplo, con el ejército al comienzo de la cinta.
Sus paisanos saben que pueden confiar en él, le respetan, pero no le temen.
Proveniente de familia humilde, lucho contra los burgueses por unos ideales que en su situación actual parecen muy lejanos, y acabó formando parte de una familia bien, de gente cultivada, perfectos representantes de aquellos contra los que se levantó.
Y se encuentra bien en esa situación.
En cambio Mitya tiene algo de encantador de serpientes.
Al principio aparece como un hombre misterioso, con poco apego por el lujo que le rodea, e incluso por su propia vida.
Pero al llegar a su vieja casa, al reencuentro de aquellos con los que compartió su infancia, y parte de su juventud, se muestra jovial, divertido, y afectuoso; sin embargo algo raro lleva consigo.
Lo vemos en su fría relación con Kotov; los encuentros que mantiene con él, echan chispas.
Hay momentos de brusquedad en su comportamiento, y sus rencores surgen a veces en la cándida forma de un cuento inventado, ¿o no? para la niña, un cuento que no desvelará todo su significado hasta el final.
Algo busca, sí; y por el regodeo que muestra a veces, parece que lo ha encontrado.
Sin embargo sabe, sabemos, que el placer que le reporta es sólo momentáneo, y en parte fingido; que le va a doler mucho más de lo que le va a satisfacer.
Algo nos dice, que no va a acabar bien.
La apariencia plácida de la historia, se va tornando entonces, cada vez más oscura a medida que vamos conociendo a Mitya, aunque la luz del verano siberiano es siempre resplandeciente en este día, como si acabara de nacer y quisiera conocer e inundar todos los rincones a los que puede llegar.
Un Sol que brilla y quema igual que el sol de La Revolución.
Corto pero intenso, es el verano en estas gélidas tierras, como la vida de las efímeras, y con maestría nos lo muestra el operador, Vilen Kalyuta, en un excelente trabajo.
Todo esto aparece hilvanado como con hilos de seda, gracias a ese guión que sabe recoger insinuaciones, miradas, parlamentos, y envolvernos en la magia de lo que aparenta una cinta convencional, pero que guarda sus mejores emociones para el final.
Un final electrizante, único, que desgarra y sobresalta.
Un final donde confluyen todos los rumbos de la historia.
Un final de denuncia contra una dictadura que todavía muchos aplauden y oran por su retorno en distintas latitudes, sin pensar que, como dictadura al fin, en nada se diferencia a otras.
La historia, cómo no, dura; y más después de disfrutar momentos con una familia tan bien avenida; donde hay escenas cargadas de sarcasmo, como ese inoportuno simulacro de ataque con gases que interrumpe el paseo al río de la familia, obligando a todos a unirse al operativo, y a usar las máscaras de protección que esconden por momentos la verdadera identidad, como lo ha hecho el tío Mitya.
El momento en que van a buscar a Kotov, con el coche, con su hija jugando y toda su familia saliendo a saludar a los forasteros, la despedida, todos los de fuera del auto felices, cantando; todos los de dentro, tensos, incómodos, violentos.
Esos 10 minutos, estremecen.
A destacar también la estética presente en toda la película; la belleza habita todos los espacios, está en el refinado y melancólico pero feliz ambiente de esa familia que allí, en el campo, trata de reconstruir el antiguo esplendor de su vida de burgueses, en los dorados campos de trigo que evocan las pinturas de Van Gogh; destacable la tierna relación del coronel con su hija, e inolvidable la actuación de la pequeña, cuya inteligencia y naturalidad nos atrapan.
Nostálgica pero hermosa, es también aquella escena en que una solitaria pareja baila, en medio de la nieve, al compás de una melodía con ritmo de tango, y que inspira el nombre de la película, título que es metáfora de ese sol arrasador de La Revolución, y su posterior gobierno, bajo el cual sucumbieron tantos hombres y mujeres; un sol como esa bola de fuego que en varias escenas se pasea reiteradamente entre el paisaje y los personajes.
Al final, leemos que El Coronel Kotov “confesó” sus delitos, y en consecuencia fue ejecutado, en tanto su esposa e hija, fueron enviadas a un gulag, donde la esposa fue fusilada, y recordamos las palabras que en un momento pronunció el tío profesor:
“La confesión es la base de la justicia, pero la presunción de inocencia, es la base del Derecho Romano”, aforismo que nos resulta irónico, al asistir a los posteriores acontecimientos.
También se nos relata que décadas después, otros dirigentes reconocieron los errores cometidos por sus antecesores, y rehabilitaron a muchos de aquellos desaparecidos en las llamadas purgas, incluido Kotov y su esposa.
Triste consuelo para los familiares que les sobrevivieron... como Nadia.
En definitiva, Mikhalkov se mueve a sus anchas en el mundo de los sentimientos, explora los resortes de sus personajes, positivos y negativos, y deja ver sus claridades y sombras, cuidando no advertir suspicacias, sino transformarlas.
Por lo que uno de los principales valores, reside en la naturalidad con la que se desenvuelven los actores.
La hija de Kotov, Nadia, es también en realidad la hija del director; quizás por eso se consiguen momentos tan hermosos de la relación entre un padre y su hija pequeña.
Maroussia tiene el rostro fresco, hermoso y sensible de Ingeborga Dapkūnaitė en una interpretación llena de matices y gestos.
Y Mitya es un estupendo Oleg Menshikov, que se transforma en cada fotograma, personaje complejo, un hombre roto por dentro y por fuera, capaz de transformarse en el terror absoluto, o en una encantadora persona del pasado.
Artista sensible pero con mucho odio y tristeza dentro, es un maremoto que estalla.
Tampoco hay que dejar atrás la cantidad de personajes secundarios que aparecen, cada uno con escena determinante, impresionante el hombre que durante todo el día anda perdido en su camión, o el anciano que gusta de apretar las nalgas de la sirvienta que adicta a los fármacos, se dijo que cuando le recetaron hierro, hirvió clavos y se tomó el agua…
Pero es destacable el trabajo de Menshikov, reconocido actor de teatro y cine ruso, que ha de lidiar con un personaje complejo, ambiguo, amargado, pero con una simpatía innata.
Pero si algo en la película trasciende la pantalla, es sin duda la relación entre Kotov y Nadia, padre e hija en la ficción y en la realidad, pues destilan una química tan tierna, franca y sencilla, que pocos espectadores podrán mantenerse impávidos ante ese raro y sincero milagro, atención al pasaje en la barca, bajo el tibio sol del atardecer, en una secuencia imperecedera.
Se cuenta que Mikhalkov “contrató” a su hija Nadezhda, que esperaba que su compensación fuera una bicicleta... siendo el mismo Mikhalkov que optó por interpretar a Kotov, porque creía que su hija estaría más cómoda, explicando que “ciertas escenas eran especialmente delicadas a nivel emocional”
Así pues, Mikhalkov decidió rodar en un calendario rápido, en consideración de Nadezhda, que tenía 6 años en ese momento, pues observó que “los niños crecen rápidamente, y pierden la ternura, la sencillez y el encanto que su juventud lleva”
Si bien Menshikov y Mikhalkov componen acertadamente sus personajes, hay que resaltar por encima de ellos, a la pequeña Nadezhda Mikhalkova, por su naturalidad y encanto.
La niña es una presencia luminosa y entrañable a lo largo de todo el metraje; simboliza el futuro y el constante tira y afloja entre los 2 hombres por ganarse su afecto, sin herir sus sentimiento ni su sensibilidad, es en realidad una lucha por el futuro, una lucha que ninguno de los 2 va a ganar.
Sólo Stalin gana, representado por un enorme cartel elevado por un globo que se alza grandioso al final; tras pasarse todo el metraje en preparación.
A tener en cuenta también la magnífica banda sonora a cargo de Edward Artemyev, que además de varios pasajes de música clásica, hace uso de una conocida canción, compuesta en forma de tango por el polaco Jerzy Petersburski, y que pronto se popularizó en la Rusia Soviética bajo el nombre de “Утомлённое Солнце” título del film, y que suena a lo largo de varios pasajes, como reflejo de nostalgia y anticipo de amargura.
La música usada, también la componen otras obras de otros compositores, como:
Chostakovich, Dounaevski, Tsfasman, Trofimov, Dechkine, Iou Khait, etc.
Y las canciones usadas, eran de las obras de los compositores siguientes:
Kornilov, Lebediev-Koumatch, Jarov, Schmidtof, Guerman, I. Alvek, etc.
“диверсант, и организатор покушения на товарища Сталина!
А если не подпишешь, сука, мы напомним тебе, что у тебя есть жена и дочь!”
(¡Eres saboteador, y organizador del asesinato del camarada Stalin!
¡Y si no firmas, le recordamos que dispone de una mujer y su hija!)
El amor y la ideología, mueven el mundo, para bien o para mal, pero su fuerza hace de catalizador de múltiples experiencias en la vida humana.
A ellos se les unen otros aspectos, sentimientos, emociones y un largo etcétera de consabidas prácticas humanas, por muy inhumanas que algunas puedan ser, para colorear y teñir la complejidad de la vida misma.
Y aquí, Nikita Mikhalkov, retrató esas 2 pasiones humanas fundamentales para hacer un bosquejo de la sociedad soviética sometida por un fanático como Stalin.
La Gran Purga no sólo fue considerada como uno de los episodios más oscuros del estalinismo, sino también porque La Unión Soviética fue depurada en todos los campos académicos, ya fuese el científico, industrial o militar, aniquilando gente valiosa, y muy capacitada con los conocimientos necesarios para el desarrollo de la nación.
Sin duda alguna, esta persecución con la que Iosif Stalin se perpetuó en el poder, supuso un absoluto retraso para el país, que muy pronto lo pagaría caro en La Segunda Guerra Mundial, especialmente tras la liquidación de la mayor parte de los cuadros cualificados del Ejército Rojo, como El Mariscal Mikhail Tujachevsky.
De hecho, las trágicas derrotas de La Operación Barbarroja, en 1941 contra la Alemania Nacionalsocialista, que a punto estuvieron de hacer colapsar al sistema comunista, fueron una de las nefastas consecuencias de La Gran Purga.
Y es que la imagen de Stalin estaba multipresente; muchas personas cambiaron y algunos que creían fervientemente en la idea comunista, acabaron en las garras del monstruo; mientras que otros intelectuales liberales y artistas, acabaron ejerciendo de comisarios políticos.
Si bien, la persecución de los altos líderes soviéticos encontró mucho eco en la propaganda soviética, La Purga en la población civil, fue escondida a la prensa nacional y extranjera.
En El Occidente se empezó a conocer la verdadera extensión de La Gran Purga, cuando ex-prisioneros de los gulags lograron escapar hacia otros países.
Sin embargo, en muchos casos, los movimientos comunistas de esas naciones, intentaron callar esos testimonios.
Si bien, dentro de los círculos socialistas y comunistas de los Estados Unidos, siempre existió la duda acerca de la existencia de La Gran Purga, tras la muerte de Stalin, la publicación del “Discurso Secreto” de Nikita Krushchov, y la llegada del Macartismo, también conocido como “La Caza de Brujas”, obligó a cientos de intelectuales europeos y estadounidenses, a desligarse del comunismo soviético, si bien continuaron apoyando esta ideología…
Como dato, Утомлённые Солнцем (Burnt by The Sun) tuvo una secuela llamada:
“Утомлённые Солнцем 2” (Burnt by The Sun 2 - 2010), que es todo lo contrario.
La Era de Stalin, ha sido objeto de un apasionado debate en Rusia en los últimos años.
Desde los comunistas hasta los liberales, han acusado la clase política afín al Kremlin, de querer apropiarse del dictador, ensalzando su figura.
Parte de la crítica, ha acusado a Mikhalkov de llevar a su película las ideas de los años de Putin, como el comentarista y escritor Dimitri Bykov, al decir:
“El estilo del último Mikhalkov, es una expresión extremadamente fiel de La Era Putin, en el que las polémicas no tienen tampoco sentido”
El diario francés Le Monde llegó a calificar a “la secuela”, como “un himno a Stalin”
Pero esta es la misma crítica que acusaba al Presidente Putin, de estar detrás del intento de ensalzar al líder soviético.
Y si una cosa no hace Mikhalkov, es ensalzar al dictador.
Al contrario, el Stalin de la secuela, es un viejo tirano y cínico, incluso cómico en los recuerdos de Kotov, que disfruta aterrorizando a los que le rodean.
Si eso no es antiestalinismo, al menos Mikhalkov se atreve a plantear el debate.
El director, se defiende diciendo que intentó presentar un cuadro equilibrado.
En una de las pesadillas de Kotov, cuando todavía está en el gulag, estampa la cabeza de Stalin contra una tarta de chocolate...
La guerra, siempre arrebata y destruye.
Hombres que se derriten por sus adoradas niñas, fueron monstruos alguna vez, cuando la revolución pasó por encima de ellos, y probablemente lo siguen siendo en su máscara de autómatas del ejército.
Y convierten en monstruos, a jóvenes cargados de ilusiones…
El horror sigue siendo generacional, y sigue quemando en los hermosos días de verano.

“Движущаяся и острая история о коррупционной политике сталинской эпохи”
(Una historia conmovedora contra la política corrupta de La Era Estalinista)



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