The Awful Truth

“Things are the way you made them”

Uno de los más importantes cambios que experimentó la industria del cine con la llegada del sonido, fue la transformación de la comedia.
En los años 30, los guionistas se liberaron del corsé de los intertítulos, y dieron rienda suelta a un ingenio que parecía desenfrenado; que provocó que actores y directores fueran progresivamente apoyándose en el diálogo, para conseguir que el género llegara a sus cotas más altas en la segunda mitad de la década, y principios de la siguiente.
Era la época del “Screwball Comedy”, nombre extraído de una famosa jugada de béisbol, o comedia alocada.
Aquella que se basaba en situaciones absurdas, repletas de verborrea rápida, con réplicas y contrarréplicas, cada vez más ingeniosas y divertidas.
Así, los años 30 supusieron la eclosión de “La Gran Comedia” en el cine de Hollywood, y se inundaron las grandes productoras del momento, para realizar excelentes películas de este género.
Este nuevo estilo, encumbró y consagró a nuevos directores, como Capra, Cuckor, McCarey, Hawks; y sobre todo a nuevos intérpretes, que ahora precisaban, además de expresividad gestual, buenas dotes en los diálogos, así como capacidad de improvisación.
El mejor ejemplo de todo ello, lo representó Cary Grant, como un personaje tipo, con el que repetirá fortuna en múltiples ocasiones, apoyándose en su magnífica presencia y sus grandes dotes interpretativas.
No hay que olvidar, que aquellos años eran muy duros para la sociedad, en plena Gran Depresión, por lo que las comedias tenderían al optimismo y a la evasión; pero esa terrible Depresión, daba sus últimas bocanadas, y una comedia sofisticada de situaciones y decorados imposibles, donde todos eran ricos, guapos con mascota divertida, y lucían carísimos y estrambóticos diseños de vestuario, era lo que el público necesitaba.
“I am a great teacher, not a great lover”
The Awful Truth es una comedia del año 1937, dirigida por Leo McCarey.
Protagonizada por Cary Grant, Irene Dunne, Ralph Bellamy, Alexander D'Arcy, Cecil Cunningham, entre otros.
El guión es de Viña Delmar, basada en la obra teatral de Broadway del mismo título, de Arthur Richman.
La producción original “The Awful Truth”, se estrenó el lunes 18 de septiembre de 1922, en el Henry Miller's Theater de New York, y se presentó en 144 actuaciones.
Y la película es un remake homónimo, del año 1929, que protagonizó Ina Claire como Lucy Warriner, y Henry Daniell como Jerry Warriner.
Gran parte de esta película, fue improvisada por el director Leo McCarey y el reparto durante la filmación cada día; que hizo que Cary Grant estuviera tan convencido, de que no funcionaría, por lo que rogó ser despedido durante la producción, incluso quería cambiar de papeles con el coestrella, Ralph Bellamy.
Aunque esto inicialmente fue un problema, no impidió otras colaboraciones futuras entre McCarey y Grant, como en:
“My Favorite Wife” (1940), “Once Upon a Honeymoon” (1942) y “An Affair to Remember” (1957)
Fue aquí que Cary Grant por fin descubrió cómo explotar eficazmente su vena cómica, aún a costa de un rodaje lleno de tensión, y de una película con la que nunca simpatizó del todo.
Además, en la carta de “renuncia”, adjuntaba un cheque de $5.000 por los problemas que su baja en el rodaje pudiera ocasionar…
Por supuesto, tanto el cheque como los alegatos no fueron aceptados por los Estudios y, contra todo pronóstico de Grant, The Awful Truth se convirtió en un gran éxito; y marcó la primera aparición de la comedia ligera e ingeniosa, única y efectiva utilizada por Cary Grant en casi todas sus películas posteriores, catapultando su carrera a la fama mundial.
McCarey, está en gran parte acreditado con la invención de esta persona, tanto que los 2 hombres, incluso compartieron un semejante físico misterioso, junto con una similitud en sus nombres…
The Awful Truth se rodó en 6 semanas, un récord para ese tipo de filmes, en:
Los lagos Arrowhead y Big Bear, y El Parque Nacional de San Bernardino, todo ello en California.
Y obtuvo 1 Premio Oscar al Mejor Director, y 4 nominaciones:
Mejor película, actriz (Irene Dunne), actor de reparto (Ralph Bellamy) y guión.
Cuando Leo McCarey recibió su Oscar de Mejor Director, él dijo que lo obtuvo por la película equivocada, una referencia clara a su próximo filme:
“Make Way for Tomorrow”, que hizo el mismo año, y que fue desapercibida en La Academia.
Así las cosas, The Awful Truth forma parte de una serie de comedias de “nuevo matrimonio”, donde las parejas que alguna vez estuvieron casadas, o están al borde del divorcio, etc., redescubren que están enamoradas, unas de otras, y vuelven a comprometerse con la idea del matrimonio.
La plantilla original para este tipo de comedia es la obra de William Shakespeare:
“Much Ado About Nothing”, de hecho, muchas comedias “screwball”, o de enredo matrimonial, se basan en el disfrute de la audiencia de la dinámica humorística de las personas que son claramente demasiado inteligentes para no afrontar sus propios deseos.
El filme se centra en uno de los temas recurrentes de la comedia:
La guerra de sexos.
Jerry (Cary Grant) y Lucy Warriner (Irene Dunne), están a punto de divorciarse, y luchan por la custodia de su perro, Mr. Smith (Skippy)
Antes de que el divorcio se haga oficial, Jerry decide volver con Lucy, pero se entera de que ella va a casarse con Dan Leeson (Ralph Bellamy), un hombre que se ha hecho rico gracias al petróleo; por lo que Jerry contraataca, anunciando su compromiso con la aristocrática, Barbara Vance (Molly Lamont)
Película de ritmo rápido, diálogos ágiles y escenas de chispeante humor que hoy se ve con agrado, aunque en algunos momentos el paso de tiempo le ha hecho algo de daño, al haber cambiado los roles femeninos y masculinos, es una comedia deliciosa, “inocente” y entretenida.
“You're all confused, aren't you?”
Sofisticada “screwball comedy”, condimentada con desternillantes situaciones y dulces travesuras; con un puñado de convincentes interpretaciones donde hasta el perro se merece Diploma de Honor; y una ejemplar lección de entendimiento y de perdón, para mantener en vilo lo que, con mucho esfuerzo, se construye en pareja a lo largo de los años.
El director, consigue su propósito de magnificar el enredo cuando encuadra lo que interesa gracias a una cámara nada estática.
El movimiento del objetivo, enmarca la puesta en escena que parece surgir de un detallado estudio anterior; preparación que ponemos en duda debido a la conocida capacidad de improvisar de Leo McCarey.
Lo que sí parece seguro, es el duro trabajo en la sala de montaje, donde la sucesión de miradas y gestos ayudan, y mucho, al éxito del proyecto.
La comedia inicia cuando Jerry Warriner va a un gimnasio, y trata de ponerse moreno a toda costa bajo una lámpara, porque le ha dicho a su mujer, Lucy, que iba a estar 2 semanas en la soleada Florida, pero en realidad no se ha movido de California.
Cuando regresa a casa junto con unos amigos, Lucy no está, y él da por hecho que estará con su tía Patsy (Cecil Cunningham), pero al poco llega ella acompañada de un francés, con el que da clases de canto, diciendo que habían ido a una fiesta, y al volver, el coche sufrió una avería, y han tenido que pasar la noche en un albergue “muy molesto”
Jerry se muestra desconfiado con esta historia, al tiempo que su mujer descubre que en realidad, él no ha estado en Florida...
Con la discusión que se produce por la desconfianza de cada uno de ellos hacia el otro, deciden que lo mejor es divorciarse.
En la vista de divorcio, al estar de mutuo acuerdo, todo va bien hasta el momento de decidir, quién se queda con Mr. Smith, el perro.
El juez sentencia entonces que, el divorcio solo será válido dentro de 90 días contados a partir de la fecha, y definida, con fina trampa, la custodia de Mr. Smith, el astuto perro que tanto los unía.
Así comienza para la separada pareja, el firme propósito de rehacer sus vidas por otro camino, mientras que cada tanto, Lucy debe “soportar” la presencia de su cónyuge… aunque sólo sea para compartir los cariñitos de su mascota, y darle la oportunidad de que estropee los progresos que viene alcanzando con su nuevo pretendiente, oriundo de Oklahoma.
Al saber esto, Jerry intenta darle celos a su aún esposa, empezando a salir con una rica heredera.
El espectador conoce las reglas del juego, sabe que Lucy y Jerry acabarán reconciliándose, puesto que así lo dictaminan las normas del Hollywood clásico, pero el interés está en la lucha entre ellos, en ese querer reconciliarse, pero no querer reconocerlo, que sea el otro el que acabe cediendo, fingir sentirse contento, porque la otra persona haya encontrado una nueva pareja, y al mismo tiempo, intentar fastidiársela.
La excusa del perro, es además bastante acertada, ya que ambos se conocieron por una disputa para llevárselo, casi podría decirse que se casaron para darle un hogar común, por lo que en el fondo, Mr. Smith es el símbolo de esa unión que nunca se rompe del todo.
The Awful Truth es una comedia clásica, dentro del estilo de “screwball comedy”, aunque con tonos notoriamente más románticos, e incluso un humor alejado del juego de palabras, y más apegado al “slapstick”, en primera medida y, principalmente, a la incomodidad.
La incomodidad, es un elemento nuevo, lo cierto es que los personajes construyen situaciones que, ya sea por sus propios errores, o por desatinos del azar, o bien deben esconderse, o hacer el ridículo.
Esto genera, siempre dentro del género cómico, una cierta tensión en el espectador, una suerte de vergüenza ajena por los personajes que se salvan como pueden del meollo ocasionado.
El matrimonio, cobra aquí un papel curioso, aunque muy manido en la época:
Imposible no dar cuenta de que nos encontramos ante una pareja especial, con códigos internos que se le escapan incluso al espectador.
Esto genera, junto con las miradas que los protagonistas se reparten, más las formas de tratarse, una química íntima que funciona a la perfección.
La cámara, no nos muestra todo, ni siquiera el pasado sospechoso de ellos en cuanto a la fidelidad, y esto juega muy a favor, puesto que The Awful Truth se maneja también desde esos secretos.
Rendirse a la opinión social, y a las convenciones culturales; o armar un mundo propio, y el resto que se cague... eso pretende transmitir The Awful Truth, con o sin Código Hays.
Quizás el perro sepa la verdad, “La Terrible Verdad”
Leo McCarey, ha merecido con creces su primer Oscar como director, pues ha dado a la comedia cinematográfica, otra gran joya con la que podrán reír, y aprender una que otra cosa, las restantes generaciones.
Apuntes como el diálogo del abogado con Lucy, donde le dice lo hermoso que es el matrimonio, mientras su esposa le demuestra su propia realidad...
La huida de Daniel Leeson, cuando descubre la trifulca que tiene lugar en casa de su prometida… o la preciosa alegoría que nos enseña el reloj, con lo que ocurre entre la reanimada pareja; son ejemplos de comedia pura, y dan cuenta de un realizador de primera clase.
A destacar los medios de Leo McCarey, de mantener el control sobre la película era disparar muy pocas tomas de cada escena, y básicamente hacer toda su edición en la cámara.
De esa manera, había muy poco margen de maniobra en, cómo las imágenes podían ser editadas, aparte de la forma en que se proponía.
El proceso de Leo McCarey, de grabar sin guión concreto, le permitió mantener el control sobre el tono de la película, echando a perder su equilibrio para que los actores no pudieran llegar al set con líneas memorizadas, caracterizaciones psicoanalíticas, y actuaciones ya congeladas en sus mentes.
Se cuenta que mientras Cary Grant estaba trabajando inicialmente con Leo McCarey, él no sabía que McCarey estaba deliberadamente creando tensión nerviosa en el actor, con el fin de mejorar su rendimiento.
Al mantener el elenco un poco fuera de balance, el director estaba construyendo escenas de momentos espontáneos entre sus actores.
Dando los más pequeños contornos de una escena, haría que sus actores probaran algo de sí mismos; por ejemplo, en un ensayo, le dijo a Irene Dunne que simplemente abriera la puerta de su apartamento, y dijera:
“Bueno, si no es mi ex”
Le dijo a Grant, que respondiera con lo que le viniera a la cabeza, y respondió:
“El juez dice que este es mi día para ver al perro”
McCarey, entonces construyó la escena alrededor de ese momento.
La línea, y la siguiente escena, permanecieron en la película.
Por su parte, Ralph Bellamy, consiguió un buen gusto del estilo de trabajo de Leo McCarey muy pronto.
Se le dijo simplemente que apareciera en el set el lunes siguiente para filmar, sin guión, sin diálogo, ni siquiera una pista sobre su próxima escena.
Así que fue a ver al director, pero no recibió ayuda alguna del perpetuamente optimista McCarey.
“Se limitó a dar una carcajada, y dijo que no me preocupara, nos divertiríamos mucho, pero no hubo ningún guión”, dijo Bellamy.
El actor, apareció en el set para el primer día de producción, para encontrar a Irene Dunne en un piano...
McCarey, casi siempre guardaba un piano en sus sets, y a menudo se sentaba a tocarlo, mientras pensaba en una nueva escena, o lo quería que sus actores probaran…
Dunne, estaba picoteando la melodía “Home on the Range”, y McCarey le preguntó a Bellamy si podía cantar.
“No se puede pasar de una nota a la otra”, respondió el actor.
“¡Estupendo!”, dijo McCarey, y ordenó que las cámaras rodaran, mientras Dunne tocaba, y Bellamy cantaba por todo lo que valía.
Cuando terminaron la canción, no escucharon “Cortar”
Mirando hacia arriba, encontraron a McCarey junto a la cámara, replegándose de risa.
Finalmente dijo:
“¡Se imprime!”
La escena terminó en el corte final. Esa era la forma en que trabajaba McCarey, y Bellamy tenía que acostumbrarse a ella rápidamente.
Con todo ello, Cary Grant se sentía miserable, desde el principio, y trató de convencer al estudio, de que debía tomar el papel “otro hombre”, que había sido escrito para Roland Young; y dejar que Ralph Bellamy tomara el liderazgo.
Aun así, y contra todo pronóstico, incluido el suyo propio, Cary Grant está espléndido, aunque ya llevaba 28 títulos en tan solo 5 años; de su elegancia y su aptitud para la comedia, ya se ha hablado mucho, pero en esta película está especialmente brillante en su ironía y cinismo; e hizo buena química con Irene Dunne; de hecho, The Awful Truth es una de 3 películas donde ambos son protagonistas, tras The Awful Truth, vino “My Favorite Wife” (1940) y “Penny Serenade” (1941)
La apreciable Irene Dunne, se faja una interpretación dulce y desenfadada, con felices improvisaciones, y capaz de asumir cualquier procedente improcedencia que le permita empantanar los afanes de nueva boda de su apreciado “ex-marido”
Dunne recordó más tarde, la escena en la que finge ser la hermana de Cary Grant, que fue escrita durante un fin de semana, y se la entregó en la mañana que estaba programada para filmarla.
“Se suponía que debía hacer un golpe burlesco en medio de su número musical en esa escena, un movimiento que nunca pudo hacer”
McCarey le dijo que sólo dijera:
“Nunca podría hacer eso”, cuando llegó a ese momento; lo hizo, y se quedó en la película; por lo que Dunne lo encontró “una elección poco cómica”
Como dato, en The Awful Truth, Irene Dunne pronunció el famoso nombre, “Jerry The Nipper”, lo que implica que el personaje de Grant, a menudo era aficionado a una bebida o 2.
Junto a ellos, un elenco de secundarios, donde destaca:
Cecil Cunningham, en el papel de la deslenguada Tía Patsy; personaje ideal para lucimiento de los guionistas, y para su desahogo cuando pueden huir de sutilezas al crear sus diálogos; con frases que se convierten en dardos envenenados y que, generalmente, cierran la escena con alguna suerte de sentencia demoledora, pero desternillante.
Y Ralph Bellamy, en su papel de millonario palurdo y bruto, pero enmadrado como un niño.
El perro que hace de Sr. Smith, llamado Skippy, y fue famoso y popular por su papel en la película “The Thin Man” (1934) y su secuela, como Asta; era famoso por tratar de morder a los actores…
Incluso en esta película, hay una escena donde Cary Grant está tratando de jugar con el perro, y el perro muy obviamente lo agarra y le gruñe.
No obstante, el único momento en que el ritmo disminuye levemente, es en la escena final, en que Lucy astutamente consigue recrear la misma situación en que meses atrás se vio envuelta con su profesor de canto:
Su coche se estropeó, y se vieron obligados a pasar la noche en un refugio.
Esa estrategia, le sirve para demostrar que no fue una excusa, sino que realmente podía haber sucedido esa situación, pero al mismo tiempo es la única escena aparentemente seria.
La pareja entonces dormirá en cuartos continuos, y comentan despreocupadamente, que en breve dejarán de ser marido y mujer.
No se dicen nada más, pero notamos que hay cierta desolación, cierta tristeza en ese hecho.
Ninguno de los 2 quiere ceder, pero intentan darse a entender, que les gustaría poder volver a estar en la situación anterior.
El problema no se resuelve, hasta que entra en juego “el azar”:
Una corriente de viento, que oportunamente abre la puerta que los separa, y un gato que luego se sitúa al lado de la puerta, impidiendo que vuelva a abrirse.
Jerry, que quiere volver a donde está Lucy, intenta que la puerta se abra, pero el gato se lo impide...
Cuando el animal abandona su sitio, y la puerta se abre sorpresivamente, sus intenciones serán instantáneamente descubiertas, pero pese a ser un momento embarazoso, es la chispa final que les faltaba para reconciliarse:
Ella ha visto, que él realmente está intentando volver.
Aunque por supuesto, Jerry da a entender una excusa cualquiera, ambos han comprendido finalmente; el marido regresa con su mujer, y todo vuelve a la normalidad.
Es una escena aparentemente muy sencilla, pero que tiene mucha maestría en sus diálogos, y su forma de enfocarla.
Lejos de ser una reconciliación forzosa e impostada, se basa en ese principio que regía toda la película, de querer volver con el otro, pero no reconocerlo.
Según Irene Dunne, Leo McCarey no estaba seguro de cómo terminar The Awful Truth, hasta que un miembro del equipo llegó con la idea de tener la figura masculina en el reloj, de seguir a la figura femenina, a través de su puerta, una perfecta escena de censura amigable, que sustituye en mostrar a Cary Grant, subiendo a la cama con Dunne…
En The Awful Truth hay muchas escenas antológicas, que merecen ser recordadas:
La cena en el club, en que se encuentran Lucy y Jerry con sus respectivas nuevas parejas:
Dan, y Dixie, una mujer que Jerry acaba de conocer…
Como si fuera un partido de tenis, cada uno de los 2 tiene que sufrir su momento de humillación, dejándoles empatados:
Primero, la chica con la que está Jerry, le deja en ridículo con el horroroso número musical que representa; luego, éste anima a Lucy y Dan, a que salgan a bailar y, al ver lo mal que lo hace su contrincante, paga a la orquesta para que repitan la misma canción...
La escena llena de tensión, en que el profesor de canto de Lucy, va a visitarla a su apartamento por motivos inocentes...
Repentinamente, Jerry llega a disculparse, ésta decide esconder al profesor en su habitación, para que Jerry no sospeche nada.
Se sucede una escena divertida y angustiosa, en que Lucy intenta esconder el sombrero del profesor, y el perro persiste en cogerlo y traerlo a sus amos, creyendo que es un juego.
Además de las “salidas” de la tía Patsy, que son magistrales; las perlas del rico pretendiente, a la vista del paño, exclama:
“He aprendido a conocer a las mujeres”
La tía Patsy le entrega la carta de despedida de Lucy que ya tenía preparada:
“Aquí tiene el diploma”
A destacar la escena de Dixie Belle Lee (Joyce Compton), que sorprende con una danza escandalosa, donde un chorro de aire hace que su falda se eleve por encima de la cabeza cada vez que dice la palabra “wind”
El vuelo del vestido, será inmortalizado posteriormente por la irrepetible Marilyn Monroe.
Y muchas escenas más, como las que incluyen el perro, o la asistencia de Cary Grant al concierto.
“I guess it was easier to her to change her name than for her whole family to change theirs”
The Awful Truth posee todas las cualidades que hacen de las “screwball comedy” de los años 30 y 40, un género cautivador e infalible:
Con un ritmo rápido que no deja sitio al aburrimiento, pero sin abrumar al espectador; diálogos rápidos con numerosas réplicas contundentes, 2 protagonistas que prácticamente luchan por eclipsarse, el uno al otro, y un director que pone orden en toda esta aparente locura, pero al mismo tiempo, procurando mantener la espontaneidad.
Es una de las más brillantes comedias de los años 30, que no necesita presentación; donde se intuye cuáles son las premisas generales para que se garantizaran el éxito:
Con un guión que recurre sin complejos a las situaciones absurdas, disparates varios, risa abierta, los personajes pasando por trances ridículos, diálogos ingeniosos, ironía a raudales, y picardía disfrazada.
La procacidad, no debía ser evidente, porque en este caso, The Awful Truth corría el riesgo de no pasar el tijeretazo del puritanismo censor, tan extendido por Hollywood con El Código Hays.
Ni escenas de alcoba, ni palabrotas, ni desnudos, ni siquiera un matrimonio durmiendo en la misma cama…
Como súmmum de lo explícito, besos más bien afectados y formalitos, vamos, que nada de morreos de tornillo con lengua…
El erotismo se incluía por otras vías, recurriendo a miradas, gestos, conversaciones veladas, y vestuario correcto, pero con su toque de sensualidad.
El cine, como todo arte, se influye por los tiempos que le tocan, y por eso refleja una concepción vital de su época, unos valores concretos concentrados en un rollo de celuloide.
El tema del divorcio, según la visión de Leo McCarey, hoy puede resultar de lo más anticuado e ingenuo, y Cary Grant e Irene Dunne, caer ante la audiencia actual como 2 pacatos tontines.
Mas no olvidemos que, si hoy día, la ruptura matrimonial es tan natural como respirar, en 1937, era un escándalo o poco menos.
Todo lo anterior hace de The Awful Truth, un ameno viaje al pasado, donde reír sin preocupaciones, y deleitarse con la vena payasa de Grant, que le iba como anillo al dedo.

“Are you sure you don't like that fella?”



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