Guys and Dolls

“Suddenly I'll know when my love comes along… I'll know then and there…”

El “American Way Of Life”, puede resumirse en 2 metas básicas:
Hacer dinero, y divertir al máximo para hacer dinero al máximo.
Y uno de los recursos más útiles para los estadounidenses, es el pasado.
Aquella máxima que invita a mirar siempre hacia adelante, se la pasan por la faja, y ellos miran y miran hacia atrás, para indagar cómo fue que hicieron unos para forrarse de dinero.
Y claro, de ahí se cuelga todo lo que pueda volver a aplicarse al querido presente.
“Guys and Dolls”, es un musical con música y letras de Frank Loesser, y un libro de Jo Swerling y Abe Burrows; concebido por los productores, Cy Feuer y Ernest Martin, como una adaptación de los relatos cortos de Damon Runyon:
“The Idyll Of Miss Sarah Brown” y “Blood Pressure”; y también toma prestados personajes y elementos de la trama de otras historias de Runyon, sobre todo “Pick The Winner”
En especial, “The Idyll Of Miss Sarah Brown”, cuenta el amor improbable, pero al final triunfal, entre un jugador inveterado y una misionera.
Esta fue la base para el musical “Guys and Dolls”; con una línea de trama similar, pero con muchos giros adicionales añadidos, antes de que los amantes finalmente se reúnan, y vivan felices para siempre.
Por otra parte, la escena del “Gran Juego de Dados” se adapta de la historia “Blood Pressure”
Alfred Damon Runyon, fue un periodista y escritor estadounidense, conocido por sus cuentos en homenaje del mundo teatral del circuito de Broadway, en New York, durante la época de La Ley Seca en los Estados Unidos.
Para los neoyorquinos de su generación, un personaje como Damon Runyon, evocaba un característico tipo social procedente del “demi monde” de Brooklyn o Midtown Manhattan.
El adjetivo “Runyonesque”, se refiere a este tipo de personaje, así como a las situaciones y diálogos descritos por Runyon; el cual escribió cuentos humorísticos sobre jugadores, donde el juego era un tema común; y él mismo fue un notorio jugador; así como de timadores, actores y gánsteres, utilizando para ellos apodos como:
Nathan Detroit, Benny Southstreet, Big Jule, Harry The Horse, Good Time Charley, Dave The Dude, o The Seldom Seen Kid.
Runyon, escribió esas historias en un estilo vernáculo, una mezcla de lenguaje formal y argot colorista, casi siempre en tiempo presente, y siempre desprovisto de contracciones.
Por su parte, Frank Loesser, que había pasado la mayor parte de su carrera, como letrista de musicales de cine, fue contratado como compositor y letrista; y George S. Kaufman fue contratado como director.
Pero cuando la primera lectura del diálogo escrito por Jo Swerling, se consideró inutilizable, Feuer y Martin, pidieron a la escritora de comedia de radio, Abe Burrows, para reescribirla.
La producción original de Broadway de “Guys and Dolls”, se estrenó en el 26th Street Theatre, el 24 de noviembre de 1950, protagonizada por:
Robert Alda como Sky Masterson, Vivian Blaine como Miss Adelaide, Sam Levene como Nathan Detroit, Isabel Bigley como Sarah Brown; junto a Pat Rooney, Sr., B.S. Pully, Stubby Kaye, Johnny Silver, y Tom Pedi.
La obra tuvo una duración de 1.200 actuaciones, y ganó 5 premios Tony:
Mejor Musical, Mejor Actor en un Musical (Robert Alda), Mejor Actriz en un Musical (Isabel Bigley), Mejor Coreografía (Michael Kidd), y Mejor Director (George S. Kaufman)
“Guys and Dolls”, fue seleccionado como el ganador del Premio Pulitzer 1951 por Drama; sin embargo, debido a los problemas del escritor, Abe Burrows, con El Comité de Actividades Antiamericanas de La Cámara (HUAC), los Fideicomisarios de la Universidad de Columbia vetaron la selección, y ningún Pulitzer para Drama, fue otorgado ese año.
Por otra parte, se rumorea que el personaje de Sky Masterson, está basado en el escritor deportivo de New York, y el ex mariscal, William Barclay “Bat” Masterson.
En otro rumor, de acuerdo con el libro de David Blaine, “Mysterious Stranger”, Sky Masterson fue uno de los pocos hombres con éxito, del gánster Al Capone.
El musical “Guys and Dolls”, ha tenido varios avivamientos de Broadway y Londres, así como una adaptación cinematográfica de 1955.
“Your eyes are the eyes of a woman in love...”
Guys and Dolls es un musical del año 1955, escrito y dirigido por Joseph L. Mankiewicz.
Protagonizado por Marlon Brando, Jean Simmons, Frank Sinatra, Vivian Blaine, Robert Keith, Stubby Kaye, Johnny Silver, entre otros.
El guión se basa en el musical de Broadway de 1950, del compositor y letrista Frank Loesser, con un libro de Jo Swerling y Abe Burrows, basados en “The Idyll Of Miss Sarah Brown” y “Blood Pressure”, 2 cuentos de Damon Runyon.
Los bailes, fueron coreografiados por Michael Kidd, que también había escenificado los bailes para la producción de Broadway.
El título original del filme, se podría traducir literalmente como “Chicos y Muñecas”
En 1955, Samuel Goldwyn llevaba 3 años sin producir una película, y quería garantizarse un gran éxito con su retorno.
Era la época de la primera gran competencia con la televisión; pues los presupuestos de las películas crecían de manera exponencial, y era necesario garantizar un gran espectáculo.
El musical cinematográfico, vivía un nuevo auge:
En 1951, “An American in Paris” era el primer musical en más de 15 años que ganaba El Oscar a La Mejor Película.
Con esta idea, y viendo que el nuevo niño prodigio de Hollywood, Mike Todd, usaba en ese momento su Cinerama para llevar a la gran pantalla el musical “Oklahoma!”, Goldwyn decidió adaptar un musical de éxito garantizado, que había cerrado en 1953, tras 1200 representaciones.
Se trataba de Guys and Dolls, y pagó la escalofriante cifra de $1 millón por el musical de Broadway, además de un porcentaje sobre los beneficios; y el productor contrató al ganador de 2 Oscar al Mejor Director, Joseph L. Mankiewicz; siendo esta, la única producción de Samuel Goldwyn, lanzada a través de Metro Goldwyn Mayer.
Antes de que Samuel Goldwyn sobrepasara a Paramount, por los derechos de producción, el estudio estaba esperando ensamblar su molde ideal:
Clark Gable como Sky Masterson; Bob Hope como Nathan Detroit; Jane Russell como La Sargento Sarah Brown; y Betty Grable como Adelaide; pero no cuajó.
Aquí, el director Joseph L. Mankiewicz, se opuso a la insistencia de Samuel Goldwyn, de que la película se rodara en Cinemascope, debido a lo que Mankiewicz llamó “las proporciones de billetes en dólares” de ese formato, y no estaba contento con el resultado:
“Cuando hay que llenar la pantalla de Cinemascope, todo se extiende.
En esa pantalla, se tendrían 2 veces más gánsteres, 2 veces más giros, y 2 veces más complejidades”, dijo.
Por lo que Mankiewicz decidió luchar por el realismo, sólo en las caracterizaciones, pero no en los ajustes.
Así no hubo lugar de rodaje, ninguna proyección trasera, todo en estudios, y sólo actores en escenarios de sonido muy estilizado para cumplir con la sensación de la obra, que fue subtitulada:
“Una fábula musical de Broadway”
En la petición de Samuel Goldwyn y Joseph L. Mankiewicz, Frank Loesser escribió 3 nuevas canciones para la película:
“Pet Me Poppa”, “(Your Eyes Are the Eyes of) A Woman in Love”, y “Adelaide”, la última escrita específicamente para Sinatra; y 5 canciones del musical teatral, fueron omitidas para la película:
“A Bushel and a Peck”, “My Time of Day”, “I've Never Been In Love Before”, aunque las porciones de estas 3 canciones se oyen instrumentalmente, como música de fondo; “More I Cannot Wish You” y “Marry the Man Today”
Con todo ello, Guys and Dolls obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Mejor dirección artística, fotografía, vestuario, y banda sonora para película musical.
Joseph L. Mankiewicz, ligó el mundo de los gánsteres y las apuestas, con el puritanismo, en una mezcla entre musical, comedia y romance con atracción progresiva de opuestos, y mensajes de carácter moral.
Ambientado en el New York de los años 20, Guys and Dolls relata la historia de 2 empedernidos jugadores, que se verán, cada uno a su manera, en la tesitura de elegir entre lo que es su gran pasión:
El juego y el amor.
Un gánster llamado Nathan Detroit (Frank Sinatra), le plantea una apuesta a Sky Masterson (Marlon Brando), con el objetivo de conseguir los $1000 que le permitan alquilar un local para organizar una noche de apuestas.
La apuesta consiste en que Sky, tendrá que conseguir viajar a Cuba con Sarah Brown (Jean Simmons), miembro del Ejército de Salvación para Las Almas Pecadoras.
En ese entorno, aparece Sarah Brown de uniforme rojo, encabezando la banda de música de La Misión, y lanzando su llamada de vuelta al redil a los pecadores.
Su mirada bondadosa y dulce, ingenua y sin doblez, fascina y encandila a un Sky Masterson que se acerca a ella de manera interesada y escéptica en su particular negocio para acabar siendo domesticado:
Ella, es un ángel; y él un diablo; ella virtuosa y él pecador; ella tierna, y él de duro corazón… aunque sus iniciales posturas distantes acabarán siendo derretidas por la fuerza del amor, y el espectador lo sabe… porque se necesitan y ambos apuestan en juegos no tan diferentes, hacen de Guys and Dolls un musical brillante por su concepción y por su desarrollo, en el que se dan cita un variopinto grupo de hampones, corredores de apuestas, primos, jugadores de ventaja, y equilibristas del azar; farsantes e indeseables que, a su pesar, convierten la pantalla en un rincón ocurrente, divertido y amable.
Y por si fuera poco, incorpora una extraordinaria exhibición de danza vanguardista, cuyo diseño figurativo encandila con un magnífico ritmo sin pausa, que ornamenta esta obra musical que lo tiene todo:
Una escenografía perfecta, cuidada en los más mínimos detalles da el marco preciso para el lucimiento mayúsculo de una gran cantidad de intérpretes. “Because it's the greatest reward that woman or man can have on this earth?
To love and to be loved?”
Guys and Dolls es la película más rara de la gran y prolífica obra de Mankiewicz, pues se trata de un musical; y no se sabe la razón que lo impulsaría a dirigir un musical...
Quizás se considerase ya capacitado para ello, al haber dirigido 3 años antes una ópera, “La Bohème” de Puccini, en el Metropolitan de New York.
Sólo sabemos que la dirigió, ignoramos por tanto, la calidad de aquel montaje estrenado en plenas navidades.
No debía quedar muy contento del resultado de la dirección de la ópera, y de su debut como director teatral, ya que no lo volvió a repetir, aunque no sabremos si sería porque no quiso, o porque no le volvieron a contratar para ello…
En su filmografía, entre los algo más de 20 títulos que dirigió, encontramos al menos 7, si incluimos “Cleopatra” con varios aportes de obras shakesperianas, que partían de obras de teatro.
Guys and Dolls, se supo que fue un encargo que Mankiewicz recibió del productor Samuel Goldwyn, que a su vez le sugirió también la presencia de Marlon Brando, con la intención de romper un poco con el estereotipo clásico de los musicales que desde la propia MGM se hacían en aquella época.
Para no patinar demasiado, el autor no se adaptó al género, sino que inteligentemente adaptó el género a sí mismo.
El resultado, bien considerable, ofrece un argumento más elaborado que en el clásico musical, guarda el mismo tono que aquel, hay ecos hasta de Frank Capra, pero pone más agudeza e interés en el guión, el diálogo y los personajes; en un film espacioso, divertido y sugestivo, que tiene muchas más rarezas dentro de sí, como ver a Brando bailar y cantar, al igual que Simmons, y a Sinatra componer el personaje de un gánster sin malicia...
Es de suponer, que Mankiewicz no se sintió especialmente cómodo dentro del género, tal vez demasiado controlado por la productora, y por ello se limitó a hacer las labores de un buen artesano.
Pero aunque Guys and Dolls tal vez sea de las más impersonales de su carrera, también hay que decir que resolvió el reto con mucha profesionalidad:
Estamos en el barrio de Broadway, en New York.
Nathan Detroit, es un organizador de partidas de dados clandestinas, que se encuentra en serias dificultades para organizar la siguiente…
El problema es encontrar lugar, y es que tiene tras suyo, al Teniente Brannigan (Robert Keith)
Nathan encuentra un local que le pide $1000 para dejárselo, no tiene la plata, y tras encontrarse con el empedernido jugador, Sky Masterson, decide proponerle una apuesta por esos $1000.
El reto es que debe llevar a cenar a una chica a La Habana, Cuba.
La elegida por Nathan, es la remilgada Sarah Brown, una Sargento de una Misión del Ejército de Salvación, que luchan contra los juegos de azar, intentando reconducir a los pecadores, en charlas en su local en la zona.
Sky, traza un plan para que Sarah acepte salir con él, empezando por presentarse ante ella, como un jugador con ansias de reformarse.
Sarah está presionada por La General Cartwright Matilda (Kathryn Givney), que amenaza con cerrar la sede, si no obtiene resultados satisfactorios.
Entre tanto, Nathan debe lidiar con su novia de 14 años, una cantante de cabaret, Adelaide (Vivian Blaine), que intenta hacer que su pareja siente la cabeza, deje el mundo del juego, y se case con ella.
A las 2 cosas, Nathan es bastante reticente...
Todo ese enredo hace de Guys and Dolls, un musical de carácter optimista, como se estilaba entonces; y el realizador construye un mundo idealizado, con personajes que rebosan gran inocencia, bondad, y los que se suponen peores, se quedan en traviesos.  
Con esta premisa, adecuadamente aderezada por personajes y tramas secundarias, Joseph L. Mankiewicz, construye un artificio que combina con gracia el enredo ingenioso e inofensivo, con canciones clásicas y vistosos números de baile, todo ello resuelto con ritmo, que mejora según va avanzando el metraje; y eso sí, sin sorpresas que la hagan destacar sobre otras producciones del mismo corte.
La fotografía en color, es lumínica y vistosa, para dar alegría al film, gracias a unas imágenes evocadores, y repleta de detalles que transportan en una labor inspiradora que llama la atención, y da atractivo a la película.
La música es rítmica y estimulante, con canciones enardecedoras que llenan la película de espléndidas melodías que arrollan, y en ciertas escenas, añaden emotividad al film.
Los planos y movimientos de cámara, consuman una gran labor técnica a través del seguimiento, grúas, generales, circulares, tercera persona, cámara en mano, avanti, retroceso, y planos medios que dan dinamismo a la acción.
Cabe destacar también, el montaje seguido y acompasado, que es rápido en la acción, y lento en la exposición de la historia, aunque sea algo largo de metraje, casi las 2 horas 30 minutos…
La dirección artística, emplea unos vestuarios y caracterizaciones variados según el personaje, pasando de elegantes mafiosos, barberos, civiles, policías y muchos más, en una deslumbrante labor que junto con los elaborados decorados, transportan “in situ”; y es apreciable su puesta en escena, propia de un musical de Broadway, rodada toda en interiores, con decorados que cantan cartón piedra, con un buen diseño de producción de Oliver Smith; con dirección de arte de Joseph C. Wright; y decorador de sets, Howard Bristol, recreando un mundo idealizado, con la cromática y dinámica fotografía de Harry Stradling Sr., beneficiándose del formato de pantalla ancha, para desplegar a las decenas de bailarines, haciendo de los escenarios, amplios fotogramas.
Destaca sobre todo, el exótico tramo en La Habana, especie de Paraíso de catarsis de los protagonistas, lo latino como alegoría del libertinaje, también reseñable el número de baile de los tahúres de dados en las cloacas, este sobre todo gracias al brillante coreógrafo del film, Michael Kidd, o el número final, oda a la alegría de vivir, y a la redención personal.
De sus 4 protagonistas, solo la estupenda Vivian Blane se mantenía del reparto original que el musical tuvo en Broadway.
Para los otros 3 papeles principales, se contó con 3 grandes estrellas, de las cuales, la elección de Marlon Brando resultó la más discutida.
Marlon Brando había sido elegido en el papel de Sky Masterson, un papel codiciado por Frank Sinatra, mientras que Sinatra fue relegado al papel de reparto, de Nathan Detroit.
Poco después de firmar para hacer el papel de Nathan Detroit, Sinatra se dio cuenta de que el papel de Marlon Brando era el más sustancial y romántico, y rápidamente dejó que sus celos se mostraran.
Según se dijo, Sinatra era mocoso y muy difícil, ya que realmente no quería hacer el papel.
Él puede ser muy cruel y desagradable, por lo que Mankiewicz tuvo un tiempo terriblemente difícil en la producción, con él.
Y las relaciones entre los 2 actores se tensaron durante la producción.
Brando se acercó a Sinatra, pidiendo ayuda con números musicales, y sugiriendo que se reunieran a menudo para trabajar en ello; a lo que Sinatra le dijo, que no iba con “esa mierda del método”, y se negó.
Muchos años más tarde, Brando dijo de Sinatra:
“Frank es el tipo de hombre que, cuando llegue al Cielo, va a darle a Dios un tiempo para hacerlo calvo”, en alusión que lo dejaría sin pelo de los colerones.
Por lo que Frank dio a Brando el apodo de “mumbles” o “balbuceado”
Aunque trabajó muy duro en los aspectos musicales, trabajando constantemente con los entrenadores de voz, y el coreógrafo Michael Kidd, Marlon Brando pensó que su voz sonaba como “la llamada de apareamiento de un yak”, y tuvo que pasar muchas horas en el estudio de sonido, grabando sus números una y otra vez.
Al final, sus canciones fueron remendadas de innumerables repeticiones para su reproducción durante el rodaje.
Años después, escribió en su autobiografía:
“Cosían mis palabras juntas en una canción con tanta fuerza, que cuando articulé en frente de la cámara, casi me asfixiado porque no podía respirar mientras intentaba sincronizar los labios”
Mientras Sinatra, lo que ha quedado registrado, es su gran capacidad melódica en unas versiones elegantes de sus temas, y su buen hacer como actor.
No obstante, Frank Sinatra se negó a realizar su balada, “Adelaide”, del modo cómico original, a cambio de todo su encanto crooner romántico en su lugar.
Cuando Marlon Brando se enteró, le señaló al director Joseph L. Mankiewicz, que debería decirle a Sinatra, cómo cantar sus canciones:
“No podemos tener 2 líderes romántico”, dijo Brando; a lo que Mankiewicz se negó; y Brando juró no volver a trabajar con él, y nunca lo hizo.
Así las cosas, el elenco y el equipo de producción, se dividieron rápidamente entre los partidarios de Brando, entre ellos, el director Joseph L. Mankiewicz y la actriz principal Jean Simmons; y Sinatra y su séquito.
Finalmente, Brando y Sinatra hablaron entre sí, sólo a través de intermediarios.
En 1959, Frank Sinatra dijo que su papel en este filme fue el único que le decepcionó.
Del mismo modo, Sinatra había deseado anteriormente la parte de Terry Malloy en “On The Waterfront” (1954) y más tarde, Don Vito Corleone en “The Godfather” (1972), y Brando fue finalmente contratado para ambos papeles; incluso ganó 2 Premios de La Academia al Mejor Actor por ellos.
Por su parte, Samuel Goldwyn estaba tan complacido con el comportamiento de Marlon Brando en pantalla, y fuera de pantalla, que le recompensó con un nuevo Thunderbird blanco, que Brando inmediatamente comenzó a correr por las calles.
A cambio, Brando se opuso a su práctica habitual, y accedió a hacer una gran publicidad para el filme; sin embargo, sus buenas intenciones fueron de corta duración, y después de algunas apariciones iniciales en nombre de la película, finalmente se negó a hacer cualquier promoción adicional, afirmando:
“He hecho lo suficiente por el Thunderbird blanco”
Como dato, el verdadero nombre de Sky Masterson, es Obadiah.
Por otra parte, los números musicales interpretados por Jean Simmons y Marlon Brando, fueron cantados por ellos mismos, sin doblaje de cantantes profesionales; pero se destaca el esfuerzo de Marlon Brando, por cantar y bailar en un género poco usual en su carrera.
Aquí, Jean Simmons es toda dulzura y encanto, y que en las escenas que transcurren en La Habana, se desmelena con un registro cómico que enamora.
Además canta y baila perfectamente.
Son precisamente esas escenas en una Habana de cartón piedra, lo más brillante de la película, y que culminan con un contagioso número de baile.
Goldwyn, se sorprendió por la dulce voz de Simmons, y su actuación fuerte; y en última instancia creyó, que la historia de amor funcionó mejor en la película que en el escenario.
Jean Simmons y el director Joseph L. Mankiewicz, se llevaron espléndidamente.
Años más tarde, ella dijo:
“Sí, era consciente de que él estaba enamorado de mí, y creo que yo lo estaba con él, realmente, nunca lo he admitido a nadie”
El director, más tarde llamó a Simmons “el sueño... una niña fantásticamente talentosa, y enormemente subestimada en términos de talento.
Jean Simmons está por encima de la mayoría de sus contemporáneas, uno se pregunta, por qué ella no se convirtió en la gran estrella que bien pudo ser”
El director, junto a Irene Sharaff, trabajaron para usar el vestuario como señal de carácter, como en el hábito nervioso de Sarah, de abrir el segundo botón de sus chaquetas firmemente ceñidas, señalando su deseo de liberarse sexualmente.
Del resto del reparto, Vivian Blaine como Adelaide; Stubby Kaye como Nicely-Nicely Johnson; B.S. Pully como Big Jule; y Johnny Silver como Benny Southstreet, aparecieron en sus papeles originales de Broadway para la película.
Como dato, Michael Kidd realizó los bailes y números musicales; y el director tuvo el más alto elogio por la coreografía; aunque se mostró escéptico al principio, cuando Kidd quería organizar el juego de dados como un gran ballet, pero la concepción única del coreógrafo, y la ejecución del número, impresionó a todo el mundo cuando finalmente se proyectó; siendo al tiempo, la última aparición cinematográfica con el grupo final de The Goldwyn Girls, sin acreditar.
Si en algo le podemos achacar, es su larguísima duración, sintiéndose que deberían haber metido tijera.
Su trama naif, es el contrastar la licenciosa vida de unos vividores jugadores, con la recatada de una agrupación puritana, y de aquí, hacer brotar el humor, a esto se suma una subtrama algo rancia, como es la de Adelaide, frita por casarse con su novio de toda la vida, visión algo arcaica de la mujer.
Es un argumento trivial, nunca se siente riesgo alguno para los personajes, la trama posee un aire cuasi-infantil, con un agente de policía que parece el director de un colegio queriendo pillar a los gamberros de la escuela; no hay alma en la historia, apenas hay vodevil o giros en la narración, con un ritmo desigual por su pronunciada duración, derivando en un producto inofensivo.
Por tanto, la historia apuesta al doble, de ida y vuelta, de Sinatra a Brando, de Brando a Simmons, que viene trufada por la candidez y la moralina sobre la conversión, por amor, del señor jugador, triunfador en todo, ante la simplicidad de la hermana Sarah, predicadora de la palabra divina en su trajinar de miembro del Ejército de Salvación.
Sin duda, este personaje de Sarah, es lo más interesante del filme, y desde el que se asume un doblez enmarcado en la lucha entre el puritanismo, frente a la sexualidad.
Sarah se encierra en un uniforme que la ahoga.
El detalle clarificador del juego, con uno de los botones de la chaqueta que tiende a desabrocharse, y ser abrochado nuevamente cuando se da cuenta de ello, es lo que certifica la lucha de un ser tratando de ocultar sus instintos naturales.
El momento de la cena en La Habana, es uno de los mejores, en cuanto muestra el verdadero sentido y ser de la mujer, al desabrochar los botones de la chaqueta que lleva.
Sí, claro, ha bebido demasiado, pero eso no es óbice para dejar aflorar el ser que oculta tras su estirada vestimenta redentorista.
La hermana Sarah, terminará, faltaría más, consiguiendo redimir, con apuesta o sin apuesta, a los jugadores sin Dios, y casarse con el elegante jugador que apostó conquistarla, sin saber que será ella quien gana el juego.
Y también de una tacada, el otro jugador-apostador, se casará con su eterna novia, que clama y llora porque llegue tal momento.
Si Sarah es un personaje cuidado, tratado bien desde el guión, los demás son muy elementales, claros tópicos de un filme en el que todo se cierra y concreta en alguien que es algo más que una muñeca
En realidad, no hay tanta diferencia entre polos opuestos en este musical amable y romántico, porque en ningún momento los delincuentes dan miedo, ni provocan rechazo, porque la frialdad de La Sargento, es solo aparente.
De ahí, la suave pero drástica transformación que opera el “dulce de leche”, con su dosis de ron, claro está, en esa mojigata con escrúpulos de conciencia por haber dejado La Misión, para irse a La Habana, y la prueba es el modo en que sucumbe al ritmo del baile caribeño para liberar su feminidad, y terminar en brazos del pecador… y en una pelea a puñetazos.
Sin duda, ésa es la mejor escena de Jean Simmons, y donde se aprecia el sarcasmo de un ateo como Mankiewicz; bien tratada por una cámara que durante la cena recoge su más delicada belleza, gracias a claroscuros y a un halo de romanticismo seductor, que cae sobre el rostro.
La fierecilla domada, aún tendrá sus piedras en el camino hasta llegar a la vicaría, aunque ya entonces habrá paladeado la dulzura de un “Cielo” por el que, a su modo, había ya apostado en su “misión”
Pero Mankiewicz es un maestro del dardo de la palabra, y sus ingeniosos diálogos no dan puntada sin hilo, aunque parezca que respiren inocencia o simplicidad, y estén insertos en una trama sencilla y algo blanda.
Por eso, este musical con aires de cine negro, adquiere todo el tono crítico cuando el director apunta, cómo el amor quiebra el vicio más obsesivo del juego o la moral más firme, se agrieta con la química de un beso; o cuando opone el goce de la luna y de la música en La Habana, al folleto de una iglesia como modelos de vida incompatibles, después una desinhibida Sarah, le pedirá que le hable “de la vida”, para seguir una bella declaración de amor.
No faltan los toques de fina comicidad al traer a colación a Hitler, al hablar del ron que impide que la leche de convierta en yogurt, o al insinuar las bondades del leer un libro, según el consejo médico...
También es interesante el retrato que hace de la mujer, una Adelaide con el matrimonio y la familia en su horizonte vital, mientras disfruta de su trabajo en el espectáculo de variedades, y otra Sarah, también con el amor como impulso, aunque sometido y orientado hacia la salvación del alma.
En esa dualidad, Mankiewicz habla de la moral como instrumento represivo que impide la felicidad al constreñir los impulsos afectivos, aunque es cierto que dibuja un panorama en que el bien está nítidamente diferenciado del mal, y la ambigüedad no tiene aún cabida en Hollywood, recordar que estamos en la época clásica:
Juegos de apariencias, y la vida como representación, donde los nuevos sargentos del ejército son dulces y afectuosos, y donde los delincuentes se confiesan y dan su valiente testimonio con el corazón en una mano, y la pistola en la otra… mientras se dejan llevar en la barca de los sueños hasta el “Cielo” para encontrar el amor, y la pura y noble Sarah, aprende a decir su primera mentira para salvarles a ellos de la cárcel, y a sí misma de la infelicidad e hipocresía.
Como curiosidad, cabe decir que si nunca se publicó la banda sonora de la película de forma oficial, no fue por ser una producción independiente, ni siquiera por una negativa ante el posible enfado de Sinatra.
Todo se debió al contrato que Frank Sinatra tenía con Capitol, que no permitía al cantante, publicar grabaciones en otros sellos.
Así que Decca, la casa discográfica que tenía los derechos sobre la grabación de la banda sonora, sólo pudo publicar en un EP, las 4 canciones que Marlon Brando y/o Jean Simmons interpretaban en la película.
Años después, en 1964, Sinatra, junto con Crosby y otros, se sacaría la espina, y grabaría una sesión de estudio de Guys and Dolls, una rareza en donde por fin, Frank pude grabar “Luck Be a Lady” y la suprimida “I’ve Never Been in Love Before”
“I have been running the crap game since I was a juvenile delinquent”
Guys and Dolls, que se tradujo en otras latitudes como “Ellos y Ellas”, es un canto feminista, pues no es una redundancia que podría simplificarse con un solo término; por lo que es una forma de referirse a los hombres y las mujeres, evitando un concepto que delata una interpretación excluyente del ser humano; en una película que ofrece la perspectiva de una época donde persistían infinidad de discriminaciones y estereotipos.
Sería absurdo descalificar una comedia por estas razones, atribuyendo a sus creadores, la capacidad de anticiparse varias décadas a un cambio social que aún no se ha producido.
Sin embargo, ya no hay excusas para no adoptar una posición beligerante en la defensa de una igualdad total, real, entre hombres y mujeres.
La humanidad está compuesta por hombres y mujeres, y el lenguaje debe reflejar esa diversidad… pero para ser justos, Dolls no serían “ellas”, sino “muñecas” como objetos sin alma ni autonomía…
Vista hoy, Guys and Dolls es una amable sátira, como eran las historias de Runyon, una fábula musical brillante, simpática, y muy bien concebida e interpretada.
Ha aguantado muy bien el paso del tiempo, y resulta tan fresca como cuando se estrenó.
Su puesta en escena, potente y colorista, que críticos actuales tacharían de no arriesgada, sí fue un punto novedosa en su momento, abriendo campos estéticos, estilísticos y coreográficos, pues ahí están, si no, las coreografías masculinas de “West Side Story” (1961), hasta tal punto que directores como Baz Luhrmann, en su “Moulin Rouge!” (2001), reconocen abiertamente su influencia al rodar.

“One of these days in your travels, a guy is going to show you a brand-new deck of cards on which the seal is not yet broken.
Then this guy is going to offer to bet you that he can make the jack of spades jump out of this brand-new deck of cards and squirt cider in your ear.
But, son, do not accept this bet, because as sure as you stand there, you're going to wind up with an ear full of cider”



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