The Razor's Edge

“Hunger no love... woman... or wealth could satisfy!”

Uno de los escritores míticos de la posguerra, el británico William Somerset Maugham, era un homosexual cuyas inclinaciones de ese carácter fueron reprimidas por él, incluso literariamente.
Sólo en una de sus novelas, se advierte la personalidad de Maugham, cuyo secretario y compañero fiel, fue en muchas ocasiones, el inspirador de sus historias.
Maugham fue un escritor británico, autor de novelas, ensayos, cuentos y obras de teatro; y durante la década de 1930, fue considerado el escritor más popular y mejor pagado del mundo.
A lo largo de 60 años, escribió más de 100 relatos y 21 novelas, además de gran número de piezas teatrales, biografías, libros de viajes y ensayos.
Él pertenece a ese grupo de escritores anglosajones, desde Oscar Wilde y Noel Coward, a Scott Fitzgerald y Truman Capote, en los que los placeres de la vida, la fascinación por la belleza y la elegancia, y la predilección por lo exquisito, tenían en sus textos, una coherente correspondencia.
Frecuentar los ambientes sofisticados estimulaba su ingenio, su ya acerada lengua y su gran capacidad de observación.
Si a ello se añade el placer de la lectura, y una cultura cosmopolita y refinada, el resultado es una obra impecable, “The Razor's Edge” (1944), que gozó de una gran popularidad, que fue adaptada al cine en varias ocasiones, y que le permitió ganar el reconocimiento de los escritores que le leyeron y admiraron, desde Graham Greene a John Le Carré, pues no en vano, se le ha considerado un pionero de las novelas de intriga y espionaje.
Su ficción, se sustenta en un agudo poder de observación, y en el interés de las tramas cosmopolitas, lo que le valió tantos halagos como críticas feroces:
Unos lo calificaron como el más grande cuentista inglés del siglo XX, mientras otros lo acusaron de escribir por dinero.
Cuando se leen sus narraciones, da la impresión de que no tenía prisa, y el lector puede intuir que el ambiente creado por el autor, es casi sobrenatural, o al menos extraño, pese a que su prosa es la de un cronista objetivo.
Somerset Maugham, era capaz de los mayores odios, pero disfrutaba junto a las personas que odiaba, a las que hacía víctimas de su ironía cruel y de su defensa impertinente; y no se planteó si era supersticioso, hasta que tal y como cuenta Jeffrey Meyers en “Somerset Maugham: A Life”; en un viaje a China, una mendiga a la que le negó una limosna, le lanzó una maldición…
Y desde ese día, colgó en su escritorio, un símbolo contra el mal de ojo, lo cosió en la ropa, y lo dibujó en todos sus manuscritos.
Su inclinación homosexual, también impregna su obra.
Dado que en la vida real tendía a considerar a las mujeres atractivas como rivales sexuales, a menudo presenta las necesidades y tendencias sexuales de sus personajes femeninos, de una manera bien diferente a los autores de su época.
Como por ejemplo, en “The Razor's Edge” (1944) presenta una mujer dispuesta a no renunciar a sus intensos deseos sexuales, sin preocuparse de las consecuencias.
También, el hecho de que la tendencia sexual de Maugham se desaprobase o incluso se criminalizase en los países que visitó, hizo que el escritor fuera particularmente tolerante con los vicios ajenos, lo que le confirió una cierta aura de escritor decadente; por lo que los lectores y los críticos, lamentaban que Maugham no condenara clara ni suficientemente a los malvados de sus obras.
Maugham replicó en 1938:
“Puede ser un defecto mío, que no me preocupan mucho los pecados de otros, a excepción de los que me afectan a mí en persona”
Maugham, como Hermann Hesse, anticipó un nuevo abrazo de la cultura oriental por los estadounidenses y los europeos, casi una década antes de que los Beats fueran a popularizarla.
Cabe señalar, que los norteamericanos habían explorado la filosofía oriental, antes de estos autores, en particular en la primera mitad del siglo XIX, por los trascendentalistas, y luego de la visita de Vivekananda en 1893, y luego de la mudanza de Yogananda a los Estados Unidos en 1920.
Por tanto, Maugham visitó Sri Ramana Ashram, donde tuvo una interacción directa con Ramana Maharshi en Tamil Nadu, India, en 1938.
La sugerencia de Maugham de que él “no inventó nada”, fue una fuente de molestia para Christopher Isherwood, quien le ayudó a traducir un verso de los Katha Upanishad, para el epígrafe de la novela:
“उत्तिष्ठ जाग्रत प्राप्य वरान्निबोधत | क्षुरस्य धारा निशिता दुरत्यया दुर्गं पथस्तत्कवयो वदन्ति” que significa:
“Levántate, despierta, busca a los sabios y realízate.
El camino es difícil de cruzar, como el borde afilado de la navaja.
Así dicen los sabios”
De ello nace la novela más importante de Maugham, “The Razor's Edge”, publicada en 1944, que fue un caso atípico dentro de su producción.
Aunque la mayor parte de la novela se desarrolla en Europa, sus principales personajes son americanos y no británicos.
El protagonista, es un decepcionado veterano de La Primera Guerra Mundial, que abandona a sus amigos ricos y su estilo de vida, y viaja a la India en busca de la iluminación.
El elemento autobiográfico, está de nuevo presente, ya que el protagonista se había enrolado como voluntario en una unidad de aviación, y Maugham hizo lo propio en una unidad de ambulancias de La Cruz Roja.
El título de la novela, viene de aquella traducción del Katha Upanishad, dado en el epígrafe del libro como:
“El borde afilado de una maquinilla de afeitar es difícil pasar, así que el sabio dice que el camino a la iluminación es duro”
El escritor británico, Christopher William Bradshaw-Isherwood, conocido como Christopher Isherwood; y el político conservador británico, nacido en Estados Unidos, autor y diarista, Sir Henry Channon, son considerados por muchos biógrafos de Maugham, como la inspiración para los personajes de Larry Darrell y Elliott Templeton, respectivamente.
Así las cosas, los temas del misticismo oriental, y el asco provocado por la guerra, chocaron a los lectores en unos momentos en que estaba acabando La Segunda Guerra Mundial, y enseguida se hizo una adaptación cinematográfica de The Razor's Edge, de hecho se adaptó 2 veces a la película:
Primero en 1946, con Tyrone Power y Gene Tierney, y Herbert Marshall como Maugham y Anne Baxter como Sophie; y luego una adaptación de 1984, con Bill Murray.
“You see, my dear; goodness is, after all, the greatest force in the world”
The Razor's Edge es un drama del año 1946, dirigido por Edmund Goulding.
Protagonizado por Tyrone Power, Gene Tierney, John Payne, Anne Baxter, Clifton Webb, Herbert Marshall, Lucile Watson, Frank Latimore, Elsa Lanchester, Fritz Kortner, John Wengraf, Cecil Humphreys, entre otros.
El guión es de Lamar Trotti, basado en la novela homónima de W. Somerset Maugham, publicada en 1944.
Encontramos aquí, por otra parte, numerosos temas del autor:
El traumatismo causado por La Primera Guerra Mundial, la crítica de una sociedad basada en las apariencias, las vueltas del corazón, y la imposibilidad de formar una pareja armoniosa, así como una búsqueda espiritual que lleva al protagonista al Oriente.
Como dato del escritor, cuando se muestran los créditos del guión, aparece un símbolo curioso cerca del nombre de W. Somerset Maugham.
Ese es un símbolo destinado a evitar “el mal de ojo”, y más a menudo apareció en todas las portadas de sus novelas.
De inicio, 20th Century Fox compró a Maugham los derechos de adaptación de la novela, en marzo de 1945, y le pagó $50.000, más un 20% de las ganancias a que el film diera lugar.
El contrato estipulaba, que Maugham recibiría otros $50.000 adicionales, si el rodaje no comenzaba antes del 2 de febrero de 1946.
Puestos en claro, en agosto de 1945, el productor Darryl F. Zanuck, ya tenía a su segunda unidad de rodaje trabajando en las montañas cercanas a Denver, Colorado, que habían de hacer las veces del Himalaya.
Aún no se sabía quiénes serían los protagonistas; por lo que Larry Darrell, era interpretado por un extra tomado en planos muy largos.
Zanuck quería a Tyrone Power, y retrasó el “casting” hasta que Power terminó su servicio con los Marines, en enero del 46.
Mientras tanto, Darryl F. Zanuck escribió 37 escenas adicionales...
Inicialmente, Zanuck contrató a George Cukor, pero diferencias creativas llevaron a su remoción.
Aunque Maugham quería a Gene Tierney en el papel de Isabel, la había tenido incluso en mente, cuando creaba el personaje de la novela; Zanuck se había decidido por Maureen O'Hara, pero le pidió a ésta, que no se lo revelara a nadie.
La O'Hara relata en su autobiografía, que compartió el secreto con Linda Darnell, pero que Zanuck lo supo, y por ello la descartó en favor de Tierney.
Para el papel de Sophie, fueron consideradas en un principio:
Betty Grable y Judy Garland, hasta que apareció Anne Baxter.
Maugham escribió un borrador preliminar para el guión, pero no se sabe cuánto de su versión, si es que se utilizó, pasó al texto definitivo.
Después de la filmación, Darryl F. Zanuck asumió el control, instruyendo al editor J. Watson Webb Jr., sobre qué cortar, y cómo cortarlo.
El magnate de la Fox, tomó también el control de la postproducción, como pocos productores de hoy, y los directores que trabajan con él entendieron, implícitamente, que una vez que la película fuera hecha, estaba fuera de sus manos.
No era un mal reto, ya que Zanuck tenía una buena sensación para el ritmo, y el resultado final, que llega casi a las 2 horas y 30 minutos, se mueve a un ritmo fácil por momentos, y pesados por otros...
Zanuck, también experimentó conflictos con la Oficina de Calificaciones, sobre la representación del alcoholismo en la película.
En los materiales contenidos en los archivos, se dice que Zanuck argumentó en una carta del 1 de abril de 1946, a Joseph I. Breen, que no podía cumplir con ninguna de las solicitudes para eliminar el consumo de alcohol, porque el “alcoholismo es el fundamento básico de nuestra trama”
Por su parte, Maugham declinó la petición de Zanuck, para escribir una secuela, y nunca trabajó en Hollywood otra vez.
No obstante, The Razor's Edge rompió todos los récords anteriores de la taquilla de Fox, y obtuvo un Premio Oscar a La Mejor Actriz de Reparto (Anne Baxter) y 3 nominaciones:
Mejor película, actor de reparto (Clifton Webb), y dirección artística B/N
La acción tiene lugar en Chicago y París, entre 1919 y 1931, y es narrada por W. Somerset Maugham (Herbert Marshall)
Los horrores de La Primera Guerra Mundial, hacen que Larry Darrell (Tyrone Power) lo abandone todo, incluso a los que han formado parte de su vida.
Rechazando el confortable mundo material de su prometida Isabel Bradley (Gene Tierney),
Larry tiene 2 oponentes:
El gélido maquiavelismo de su bellísima novia, y el esnobismo de Elliott Templeton (Clifton Webb), el tío de Isabel, rico y presumido, de escasas luces, que ambiciona relacionarse con la gente más distinguida, como La Princesa Edna Novemali (Cobina Wright), cuyos modos imita con afectación.
Elliott desprecia a Larry, y siente gran afecto por Isabel.
Y The Razor's Edge muestra los efectos desastrosos del egoísmo y el esnobismo sobre personas inocentes, como Sophie MacDonald (Anne Baxter)
Así pues, tras la guerra, Larry regresa a su patria, y las dificultades para adaptarse de nuevo a la sociedad, lo empujan a emprender un largo viaje en busca de la verdad y la paz espiritual, que lo llevará desde los sórdidos barrios de París, hasta las nevadas cumbres del Himalaya.
La historia comienza a través de los ojos de los amigos y conocidos de Larry, ya que son testigos de su cambio de personalidad después de la guerra.
Su rechazo a la vida convencional, y la búsqueda de experiencias significativas, le permiten prosperar, mientras que los personajes más materialistas sufren inversiones de fortuna.
A su regreso, después de una década, su antigua novia ya se ha casado con Gray Maturin (John Payne), y muchas de las cosas que tenía, las ha perdido.
¿Habrá valido la pena su viaje en busca de su yo interior?
En definitiva, The Razor's Edge es un muy buen film, nominado en la categoría de mejor película, el año que triunfaba “The Best Years Of Our Lives” de William Wyler; prolífico en medios y en  talento, técnico y artístico; al servicio de la historia más repetida, por esencial, en el individuo:
Intentar ser feliz.
“As long as man sets his ideals on the wrong objects there can be no real happiness.
Until men learn it comes from within themselves”
El año cero de la posguerra, fue pródigo en películas excepcionales; y avivó el ingenio y las esperanzas.
The Razor's Edge, está planteado como eso que se suele llamar “un film de prestigio”, un drama serio e importante, acometido con la gravedad necesaria y una solidez profesional inmaculada, encargado a un director con credenciales en la industria; un realizador muy identificado con el melodrama, que representa muy bien el estilo Maugham, de una sencillez refinada, combinación lógica pero difícil de concretar; cosmopolita con Londres, París, Chicago, la India, la Riviera; y con una acusada tendencia hacia el sentido común.
Somerset Maugham es, claro está, el autor de la novela en que se basa el filme y, de hecho, el hilo conductor del mismo.
Aquí, el autor se enfrenta de manera muy evidente con el materialismo galopante que reina por entonces en unos EEUU totalmente devorados por la ilusión de bienestar, derivada del consumo de todo tipo.
Aun en su ingenuidad, este idealismo nos emociona gracias a la convicción de los actores, todos notables, pero también gracias al excepcional trabajo del director.
La realización de Edmund Goulding, despliega una grata fluidez, amplificada por elegantes movimientos de cámara, que envuelven a los personajes y dejan mejor entrever sus conflictos internos.
Enteramente rodada en estudios, The Razor's Edge se ve enriquecida por los suntuosos decorados de Thomas Little.
De hecho, había 89 decorados diferentes construidos para la película, que tenía el horario de rodaje más largo para cualquier película en el estudio hasta esa fecha; y por la contrastada fotografía de Arthur Miller.
Aun si el conjunto adoleciera de una duración excesiva, así como de una tendencia a caer en ciertos clichés, como la mujer vengativa y calculadora, y el Oriente salvador, esta oda a la bondad y a la espiritualidad que no deja de constituir uno de los grandes momentos del cine; y uno de los mejores films de su autor.
Los otros aspectos, de esta muy bien facturada película, son también destacables:
El montaje de J. Watson Webb, Jr., quien sabe dar síntesis a una historia, demasiado profusa en detalles, en el libro, que pudieran derivar en un “callejón sin salida”
Su montaje nos ciñe a lo estrictamente importante:
La búsqueda de la felicidad, por los muy diversos, y algunos, tortuosos y enrevesados, parajes.
Esta es la historia de Larry Darrell, un joven excombatiente de La Primera Guerra Mundial, que está a un paso de lograr lo que muchos podrían considerar como felicidad plena:
Un trabajo seguro y bien remunerado, una joven esposa hermosa a la par que rica, un gran y seguro futuro por delante, que sin embargo rechaza; y por ello se le reconoce como una persona perezosa, “bohemia”, y sin conocimientos sobre la vida.
Atormentado por los horrores de la guerra y del sacrificio que realizó un compañero para salvarle la vida, decide abandonar temporalmente a su prometida, para embarcar a Europa en busca de respuestas y conocimientos.
Ella, profundamente enamorada de él, decide esperarle, a pesar de que otro joven millonario y apuesto, trata de ocupar el puesto de Larry.
Ya ubicado en París, y aprovechando la pensión del ejército, comienza a leer, estudiar, conocer otras culturas, y buscar respuestas.
Al cabo de un año, su prometida va a visitarle, pensando que ha pasado tiempo suficiente, y con la esperanza de que vuelvan juntos a Estados Unidos.
Él la rechaza de la manera más amable posible, sabiendo que su búsqueda merece la pena, lo que supone la ruptura del compromiso.
Larry llega hasta la India, donde descubre quien es realmente, y su misión en la vida.
Esto es algo que el espectador irá descubriendo poco a poco, cuando vemos la transformación de Larry y su trato con los demás personajes; cuya evolución es completamente opuesta a la de Larry, ya que mientras que él tomó la atrevida decisión de encontrarse a sí mismo, rompiendo el compromiso con la mujer que amaba, y con todo lo que conocía, y encontró lo que buscaba; los demás personajes, decididos a seguir su estipulado plan, fracasan en mayor o menor medida.
Isabel, la novia de Larry, decide casarse con un joven millonario al que no ama, y que acaba arruinado y enfermo.
Elliott Templeton, el tío de Isabel, siempre criticando, y en contra del espíritu de Larry, acaba reconociendo en su lecho de muerte, que su vida no ha tenido sentido alguno.
Y especialmente Sophie, que se casa por amor, y acaba perdiéndolo todo.
Absolutamente todos los personajes cambian en el transcurso de la película por:
Amor, desamor, enfermedad, cura, muerte, ruina, felicidad…
Larry es el discípulo espiritual de todos.
Ya no se siente atraído por las cosas del mundo, e inicia un camino en busca de respuestas, y como es un discípulo preparado, aparece El Maestro.
Esta aspiración de bondad y entendimiento, no resulta en ningún momento cursi, ni empalagosa en sus momentos más discutibles desde el presente, como la estancia en la India, y su aislamiento espiritual en busca de un cierta noción de lo místico.
Y resulta extraordinariamente curioso, cómo toda la película responde, si la reducimos a su esquema, a un patrón idéntico al del superhéroe del comic, como Batman.
El Gurú (Cecil Humphreys), cuyo título significa “aquel que disipa la oscuridad”, y es el maestro espiritual o instructor.
Larry llega a él, porque está preparado, y las palabras del instructor le calman y le indican la vía a seguir para su propio desenvolvimiento.
En la película es anciano, porque representa la experiencia y la sabiduría.
Su porte es sereno, y la convicción de sus palabras denota la realización de las mismas en su propia vida.
Isabel es una persona normal y corriente, sin aspiraciones elevadas, y más bien egoísta y egocéntrica; quizás inmadura.
Representa la personalidad, siempre reclamando para sí, y sujeta a los convencionalismos.
Sin embargo, Isabel no es feliz, y además ve algo mágico en Larry, y por eso lo quiere retener bajo sus condiciones.
Puede simbolizar el mundo emocional, el poder de la pasión sin freno como la perra más insoportable y maldita.
Somerset es el autor del libro en el que se basa la película, y es también un personaje de la misma, el narrador.
Él representa a cada uno de nosotros, como estudiantes observadores de la trama que cuenta el despertar espiritual del iniciado.
Por tanto, él, como nosotros, somos aspirantes, porque más tarde o más temprano, viviremos nuestra particular decepción del mundo, búsqueda y realización espiritual.
Elliott representa al hombre común, totalmente dominado por los convencionalismos.
Es buena persona, pero su ceguera le hace ser desconsiderado.
Puede simbolizar también la mente concreta, o inferior; es orgulloso y vanidoso hasta el ridículo.
Un breve apunte de la escena inicial, indica con elegancia y sutileza, la homosexualidad de Elliott, justo cuando pasa por detrás de un hombre que se inclina en una mesa durante la fiesta.
El Minero (Fritz Kortner), se trata de un antiguo sacerdote que huye de Dios...
Es el estudiante que ha conocido, pero que ha traicionado lo que sabe.
“Quiero olvidar pero no puede”
Es el discípulo caído, sin embargo, su experiencia resulta válida para Larry, pues lo alienta a buscar el camino en el Himalaya.
Sophie representa el objetivo de servicio del iniciado; ella sufre, como muchos, así que podría simbolizar el dolor del mundo, el sufrimiento por cuyo motivo del amado señor Gautama partió en busca de respuestas, que luego transmitiría para la liberación de todos los que sufren.
A decir verdad, la vida no trata bien a nadie, y menos allá por aquel año 1929, en que las fortunas vivieron peligrosamente, y donde solo personajes un tanto snobs, pirandellianos, y probablemente con información muy privilegiada lograron sobrevivir de manera poco honrada.
La dualidad entre trascendentalidad, el viaje “iniciático” de Larry a la India y su aprendizaje de un gurú; y materialidad con la vida “cómoda” de Isabel a la que no renuncia ni por un amor real, son las líneas maestras de una película donde coexisten la búsqueda del bien y la verdad, con una cruda y dura realidad que no duda en descender a los escalones más bajos de la dignidad, con tal de satisfacer sus propósitos.
Es de justicia decir, que la adaptación resulta altamente complicada, pues la búsqueda existencial del protagonista, explora muchos senderos y recovecos.
Además, no se hace hincapié en que un compañero le salvó la vida a costa de la suya; y este hecho es el que le hace cambiar a Larry.
Larry, es acosado por los demás, que le indican lo que debería hacer e incluso pensar y sentir.
Pero por encima de las voces de todos, grita aún más alto la voz de su alma, y en busca de ella, parte hacia París, La Ciudad de Luz.
Tras su desilusión del mundo, entonces aparece la siguiente etapa del camino espiritual, la búsqueda.
Aprende de varios lugares, recibe algunas respuestas, pero sigue “perdido”
Sin embargo, su perseverancia y tenacidad, tienen el premio que merecen, y la vida le conduce, curiosamente a través de un sacerdote frustrado, hacia donde “hallará consuelo”
El encuentro con el gurú, en la India, es la escena más bonita de la película.
Él representa para Larry, un paso muy importante, y queda muy bien reflejado, cuando el gurú le explica la razón de sus sentimientos, ya que significa el comienzo del autoconocimiento para Larry, en el sentido de que, por fin, se comprende a sí mismo.
Las palabras del gurú, son una maravillosa síntesis del Saber Divino:
“Dios es la única guía, pero si hablamos, Él quizás me enseñe un medio de ayudarte...
El simple hecho de que vengas de tan lejos en busca de saber, demuestra que no te asustan las responsabilidades.
El admitir ignorancia, ya demuestra valor...
Tu inquietud y tu confusión, no son las únicas.
El mundo entero está inquieto y confuso.
Siempre será así, mientras los hombres basen sus ideales en conceptos falsos.
No habrá verdadera felicidad, hasta que los hombres aprendan a buscarla dentro de ellos mismos.
Está escrito que el hombre sabio se alimenta de su Luz interior.
Proviene de Dios, y está en su corazón.
Así se consigue la calma, la paciencia, la compasión, la abnegación y la Paz eterna...
El camino de la salvación es difícil de recorrer; tan difícil como andar en el filo de una navaja.
Pero no es un secreto.
Todas las religiones lo enseñan.
Hay en cada uno de nosotros, una chispa de la infinita bondad del Creador, y al dejar este mundo, nos reunimos con ella, como una gota de lluvia que cae del cielo, se reúne por fin con el mar del que nació...
Nosotros, los hindúes, creemos que a Dios se llega por 3 caminos:
Uno de ellos es el camino de la fe y la oración; otro el de las buenas obras inspiradas por el amor a Dios; y el tercero que a través del conocimiento conduce a la sabiduría...
Pero al final descubrirás que los 3 no son sino uno”
La ternura y el amor que se refleja en esta escena, es tan intensa, que posiblemente sea algo parecido al del encuentro de un Maestro y su discípulo.
Aquel lugar, que puede simbolizar al Cristo Interno, o también al Maestro, se convierte para él en un refugio, en el que se siente protegido y guiado, y que le aporta las condiciones facilitadoras de la paz interior que tanto ansiaba, llegando así a vislumbrar la gloria de la unión con Dios.
Este lugar y tiempo, simbolizan una etapa necesaria en el sendero espiritual, no en el sentido externo, de viajar y aislarse; sino interno.
Entonces llega el momento en que debe usar y compartir todo lo adquirido…
Todo discípulo espiritual, debe compaginar equilibradamente su vida interna con su paso por el mundo.
Incluso antes de encontrar lo que buscaba, Larry sabía que era algo que podría compartir; tal y como se lo dijo el gurú:
“No es necesario que abandones el mundo.
Debes vivir en él para amar las cosas del mundo, no por sí mismas, sino por lo que hay de Dios en ellas.
Tu lugar está entre los tuyos.
Hijo mío, eres uno de los afortunados.
Por La Gracia Divina te ha sido dado ver la infinita belleza del mundo, que no es otra cosa que la imagen, como en un espejo, de la belleza de Dios.
Esa sensación de júbilo, esa visión de su belleza, permanecerá contigo, fresca y viva, hasta el día de tu muerte”
Son muy significativas las diferencias entre el Larry del comienzo, y el que ahora regresa.
A pesar de que para los demás, todo sigue igual, Larry expresa e irradia algo distinto.
Ya no es el muchacho ansioso y perdido del comienzo.
Es curioso que ya no despierta reproches, sino como mínimo asombro; y algunos hablan de que la felicidad se refleja en su rostro.
Es el semblante del que ha descubierto, cuál es el camino, aunque aún no lo haya recorrido.
Es significativo el comentario del amigo que lo describe como “feliz pero extrañamente distante”, y es que Larry ha pasado a ser de los que andan en el mundo, sin pertenecer a él.
El amor ha crecido poderosamente en él, y ahora, por este amor, brinda sus servicios a los que le piden ayuda.
Cuando Sophie entra en escena, destrozada por las desgracias de su vida, es enternecedora la actitud de Larry hacia ella.
La forma en que la ve, ejemplifica la manera en que debemos contemplar a todo ser.
Larry ve lo divino en ella, y su amor le mueve a tratar de traerlo fuera.
Cuando Larry planea casarse con Sophie, queda reflejado que él se ha “casado”, o sea, dedicado al servicio.
Sin embargo, el estudiante espiritual, incluso en el servicio, ha de seguir lidiando con el mundo, y quizás quede esto reflejado en la interferencia que Isabel provoca en su tarea de “ayudar” a Sophie.
Sin embargo, Isabel es también la receptora de la luz que Larry emana:
Aunque de forma dolorosa, las palabras de él provocan en ella, al final, cierto despertar reflejado por el sufrimiento que Isabel experimenta al escucharlas.
El final es precioso; simplemente y a pesar de todo, seguir navegando por el mar de la vida, pero ahora consciente de su rumbo, y seguro de su meta.
The Razor's Edge es un claro golpe en la mesa contra la anclada aristocracia de los años 20 y 30, en los que predominaban las inquietudes y libertades sobre el mundo y el sentido de la vida misma.
Tratando de hallar la manera de sentirnos realizados como individuos, no es de extrañar que el personaje de Tyrone Power, posiblemente el mejor papel de su carrera, sufra el rechazo de algunos de los miembros de la historia, como su prometida, la definición de belleza, o del tío de esta, en un papel hecho a su medida; o el apoyo en pequeñas dosis de otros como Herbert Marshall, cuyo personaje está basado en el autor de la obra.
En esa combinación de glamour y sequedad, donde la sordidez es más moral que ambiental, es donde el film guarda lo mejor de sí mismo, la superficie blanda de cinismo monstruoso de las buenas maneras, y la posición social es doblemente expresada:
Mediante la exuberancia formal intermitente de un film de separaciones y reencuentros, de tonos distintos y soluciones apropiadas para expresar plásticamente cada momento, la íntima sobriedad de la vida aventurera de Larry Darrell; la gracia y sentido de la observación de las minucias sociales de Elliott Templeton, diplomático snob obsesionado con la realeza europea al que da vida un memorable Clifton Webb en un, más complejo de lo que pueda parecer, papel a medida, la visión entre romántica y siniestra de los bajos fondos, la vibración grandilocuente del melodrama puro… combinando el movimiento y la calma, lo ligero y lo profundo.
Como dato, Goulding y Maugham, no permitieron que los rasgos más potencialmente exagerados, canibalizaran el conjunto, y lo mantuvieron a raya, observándolo desde fuera, mediante el propio personaje del escritor/cronista que contempla con curiosidad y cariño la peripecia vital de los que serán sus personajes.
Este observador, pero también actante capital, sobre quien pivota en cierto modo la estructura de la ficción, al estar simultáneamente dentro y fuera del cuadro, maravilloso ese momento durante el cual describe la fascinación que provoca el físico de Isabel, idéntica, claro está, a la que provoca el de su actriz, la alabastrina Gene Tierney; recae en un actor de personal y descomunal talento/presencia como es Herbert Marshall.
Gravemente herido en La Gran Guerra, adaptó sus impedimentos físicos, pues le faltaba una pierna, y acusaba no poca rigidez, a un estilo sutilísimo, una gestualidad reducida al mínimo, un gesto irónico y relajado, que revelaba inteligencia aguda y comprensión.
Insuperable por tanto, como el propio Maugham.
El conjunto termina por ser tan sutil y compacto, que incluso ciertas inconsecuencias derivadas de su misma estructura de encuentros y desencuentros a través de los años, problemas puramente de guión, obra del sobresaliente Lamar Trotti, necesidades dramáticas que estiran un poco más de la cuenta el hilo de la casualidad, y de la credulidad, logran se solventadas, o al menos hábilmente regateadas.
Esto afecta primordialmente al personaje más trágico del relato, la desdichada Sophie, incorporada por la gran Anne Baxter, actriz de enorme ductilidad y registros, que aquí tiene un personaje intermitente y peligroso, que pasa desapercibido en la primera mitad, pues es la amiga “pobre” de los muchachos ricos; y refulge quebrada en la segunda, cuando reaparece en París años después de perder a su marido e hija en un accidente automovilístico, en caer en “desgracia social”, escalofriante el momento en el cual Isabel cuenta como la dejaron de lado, como si fuera lo que había que hacer…
Esta reentra por ensalmo, en un tugurio parisino alcoholizada, drogadicta y prostituida, es salvada por completo en virtud exclusiva de la manera en la cual Goulding la planifica:
Una mezcla de elegancia, pudor y aliento trágico.
La severidad del plano fijo, y la elegancia poetizante del movimiento.
En ella ya late el futuro tanto de Sophie como de Larry:
Ella está destinada a la brutalidad, y él al fracaso redentorista, la última vez que la veamos, será en un fumadero de opio, ya totalmente entregada a la causa de morir sin dignidad.
Si este primer encuentro se mueve entre la misericordia y la incomodidad; el segundo en los salones del Ritz, y una vez revelado el deseo de Larry de salvarla casándose con ella, rebosa dolor y crueldad, con Gene Tierney rastreando los límites de su resistencia, dispuesta a hundirla al próximo embate.
Y así será…
La precipitará a la catástrofe según una lógica perversamente clasista, de niña rica incapaz de entender el sacrificio real, y no las fantasías románticas.
Todo ello sugerido por la puesta en escena nuevamente:
Isabel ordena retirar los licores, pero al pasar por detrás de Sophie, se da cuenta de que queda una botella sobre una mesita...
Se detiene brevemente de espaldas a la cámara, muestra el perfil impertérrito, y se marcha…
Sophie bebe la copa que queda, y luego agarra la botella y se dirige, siempre dando la espalda a la ventana, donde sigue bebiendo... como alegoría que su vida será tirada por la ventana… fundido.
Durante el último tercio del film, su muerte, degollada, servirá de nuevo reencuentro para los personajes, un enfrentamiento terminal, no en vano producto de una muerte, y entorno al también moribundo Elliott, en claro símbolo del fin de un tiempo.
The Razor's Edge concluye con estas palabras del escritor hacia Isabel, que queda muda:
“Larry ha encontrado lo que todos deseamos, y muy pocos hemos conseguido…
La bondad, es la fuerza más poderosa del mundo, y él la posee”
La obra, es también un tratado de la soledad en todas sus variantes:
La de Larry es buscada con afán y se prevé corta; la de Gray es ignorada por él mismo, afanado, con valía y tesón, en la búsqueda de un futuro mejor; la de Elliott, sólo percibida a última hora; la de Isabel, en cambio, es amarga y es para siempre.
Del reparto, Tyrone Power aparece como su apellido, poderoso en el papel del joven desubicado Larry.
Es el personaje indiscutible de la historia, pese a que ésta contempla múltiples sujetos; y logra que nos pongamos en su piel durante toda la película.
Sus palabras, pero sobre todo, su mirada, transmite perfectamente, toda su transformación.
En una primera parte, no sabe lo que quiere, aunque sí sabe lo que no desea en su vida.
Posteriormente, tras su paso por Oriente, todo cobrará sentido ante sus ojos, pese a ser consciente, y esa es su gran virtud, de que debe seguir buscando.
Después de su paso en los marines durante La Segunda Guerra Mundial, Tyrone Power quería hacer frente a los papeles más duros.
Este fue uno de los primeros en su regreso a Hollywood.
El papel de Larry, solo podía hacerlo Tyrone Power.
Alguien lo suficientemente guapo, para no parecer un colgado, con ojos atormentados y toneladas de carisma.
Entonces es cuando te lo crees; de otra manera, es un personaje muy delicado para hacerlo creíble y agradable.
Después de hacer esta maravilla, Tyrone Power creció a los ojos del público, e hizo otros papeles con mucho tormento interno, hasta entonces, sólo había hecho espadachines, piratas y cosas así.
En el set, Power se llevaba bien con el director Edmund Goulding; y se llevó bien con Gene Tierney.
En la película, su personaje la deja, pero en el set, fue Power quien se enganchó por Tierney.
Tan pronto como esto fue notado, los rumores comenzaron a volar, que los 2 estaban románticamente involucrados en la vida real.
Después del estreno, Power le trajo una bufanda con la palabra “Love” bordada como un regalo, y Gene tuvo que decirle que estaba viendo a John F. Kennedy, uno de los hijos de Joseph Kennedy, a años de sus victorias políticas en El Senado de los Estados Unidos, y La Presidencia del país.
Power, entendido, no hizo más avances.
El propio marido de Tierney, Oleg Cassini, también estaba trabajando en la película, diseñando sus vestidos, pero los 2 ya habían decidido divorciarse, y no había tensión entre ellos en ningún punto durante el rodaje.
El vestido de novia de Oleg Cassini, diseñado para Gene Tierney, y usado por ella, en realidad fue diseñado para su boda en 1941.
Boda que nunca se hizo, pues se escapó con su amante...
Después de la filmación, la actriz doble de Gene Tierney, Kay Adell, lo usó en su propia boda.
Clifton Webb, como el tío Elliott, es el “roba-planos” de la película.
Su distinguida y locuaz verborrea, además, haciendo de organizador y maestro de ceremonias de muchas fiestas de la alta sociedad, le vienen como anillo al dedo, y logra una portentosa interpretación, por la dificultad de hacer sentir al espectador multitud de sentimientos, algunos, totalmente contradictorios:
Nos reímos con él, nos asquean algunos de sus comportamientos, otros sin embargo, nos hace admirarle, y finalmente, sentimos bondad e incluso compasión.
Clifton Webb está insuperable en la escena de su muerte, cuando rompe en sollozos su escenificada compostura habitual.
Sientes con él, la absoluta soledad de Elliott que, paradójicamente, recibe su último consuelo temporal, de quien menos tenía que agradecerle.
Su trabajo fue muy considerado, por impactante.
Son destacables sus planos con Larry, por un lado, y con Isabel, por otro, radicalmente distintos; de hecho con Larry, parece que está locamente enamorado.
Por otro lado, Anne Baxter tuvo que dejar el set por varias semanas, y cuando regresó, encontró que se sentía como una extraña, pues todos los demás habían desarrollado relaciones de trabajo en su ausencia.
A ella le gustaba esto, y lo usaba, ya que su personaje, Sophie, también está fuera de control, al no poder hacer frente a la pérdida de su marido y su hijo.
Al filmar la escena del hospital, Anne Baxter se basó en una experiencia de su infancia, cuando perdió a su hermano de 3 años de edad.
Hablando de ello años más tarde, ella dijo que la escena era la mejor en su carrera, y todavía le daba escalofríos.
John Payne, como Gray, es un personaje “menor”, amigo de Larry, y pareja de Isabel.
Pertenece a esa alta sociedad, aunque su corazón no sea tan ruin como los de algunos que le rodean.
Está perfecto en un papel de los que no permiten “lucimiento”; y Herbert Marshall, aquí le fue reservado un papel curioso.
Hace del propio escritor de la novela en que se basa esta historia, Somerset Maugham, a la par, amigo del tío Elliott.
Es quien, entre viaje y viaje, nos va narrando las vicisitudes de todos los personajes, y especialmente de Larry, por quien siente cierta fascinación.
Buen conocedor del pensamiento humano, de sus grandezas y miserias, actuará de “voz de la conciencia” de nuestra protagonista.
Otros personajes, muy de segunda e, incluso, tercera línea, redondean un reparto excepcional:
El joven Frank Latimore, como el enamorado de Sophie; y la tía de Isabel, Louisa Bradley, interpretada fantásticamente por la canadiense Lucile Watson.
Por último, la banda sonora del maestro musical de la Fox, Alfred Newman, que sobresale con un hermoso tema romántico, en los momentos “felices”, aunque también da la talla, en los momentos más oscuros.
Como dato, el tema tradicional de la fanfarria de la abertura de Twentieth Century-Fox, hecho por el mismo Newman, no fue utilizado en esta película.
La Oficina de Censura, solicitó una traducción de las letras rusas cantadas durante la escena del club nocturno, en caso de que contenían un mensaje subversivo o salaz; mientras la canción agridulce, “Mam'selle”, presentada en esta película, se convirtió en uno de los éxitos más grandes de 1947.
“I call a person bad who lies and cheats and is unkind”
¿Por qué estamos aquí?
¿Cuál es el sentido de la vida?
¿Cómo podemos alcanzar la felicidad plena?
El ser humano se ha hecho las mismas preguntas desde sus orígenes, y ha encontrado como posibles respuestas:
La familia, el deber, la religión, el éxito, la bondad... para cada uno es distinto.
Se trata de un viaje único y personal, en cuya meta no encontraremos a nadie más que a nosotros mismos.
Somos tan diferentes, que resulta absurdo tratar de vender una posible solución.
La condición humana, es un término que abarca la totalidad de la experiencia de ser humanos y de vivir vidas humanas.
Como entidades mortales, hay una serie de acontecimientos biológicamente determinados, que son comunes a la mayoría de las vidas humanas, y la manera en que reaccionan los seres humanos, o hacen frente a estos acontecimientos, constituye la condición humana.
Filosóficamente, una parte importante de la condición humana, está en intentar determinar simplemente, qué es la condición humana.
Martin Heidegger, André Malraux, Hannah Arendt, Jean-Paul Sartre, y José Ortega y Gasset, han hablado de ella.
El término se utiliza a veces en literatura, para describir la alegría y el terror de ser y de la existencia.
La filosofía que centra The Razor's Edge no es nueva, otros ya han tratado también el tema:
Platón en “La Caverna”, Albert Camus en “El Mito de Sísifo”, H. Hesse en “Siddhartha”, Richard Bach en “Juan Salvador Gaviota”, Michael Ende en “La historia Interminable”…
Muchas religiones y filosofías, procuran dar un significado a la condición humana; y es el tema central de gran cantidad de literatura, teatro y arte.
La tensión entre totalidad y fragmentación, entre cuerpo y alma, ha sido identificada por poetas, filósofos y místicos, a través de los tiempos como la esencia de la condición humana.
Si The Razor's Edge ha llegado hasta nuestros días, siendo casi tan actual como entonces, que fue un boom entre la generación, que andaba algo perdida, tras La Segunda Guerra Mundial, es porque plantea algunas de las cuestiones más sencillas pero vitales de la humanidad:
La búsqueda del sentido de la vida y de uno mismo, las diferentes expectativas y anhelos de cada cual, el egoísmo y la generosidad, la bondad, etc.
No hay nada más difícil, que querer ver espíritu donde sólo hay materialismo.
No hay nada más complicado, que conseguir que te entiendan, quienes sólo ven dinero, bombillas y motores.
Y no hay nada más triste, que ver repetirse una y un millón de veces, la misma historia... y los seres humanos de esto no aprendemos nada.

“If I ever acquire wisdom, I suppose I'll be wise enough to know what to do with it”



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