The Killers

“One moment with her... and he gambled his luck... love... and his life!”

Después de La Segunda Guerra Mundial, la sociedad estadounidense aún mostraba cierta debilidad por la figura del gánster que desafiaba a la ley, para huir de la pobreza.
Ser un “forajido”, podía interpretarse como un gesto de rebeldía, mientras se mantuviera cierto código ético, que respetara la vida de los inocentes.
Casi nadie simpatizaba con los bancos, a los que se responsabilizaba de la crisis del 29; y vaciar una caja fuerte a punta de pistola, no era un acto criminal, sino una forma de alterar un destino que se había encarnizado con los más vulnerables.
De eso habló Ernest Hemingway, escritor y periodista estadounidense; uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo XX, cuyo estilo sobrio y minimalista, tuvo una gran influencia sobre la ficción de ese siglo, mientras que su vida de aventuras y su imagen pública dejó huellas en las generaciones posteriores.
Hemingway escribió la mayor parte de su obra, entre mediados de la década de 1920, y mediados de la década de 1950; ganando El Premio Pulitzer en 1953 por “The Old Man and The Sea”; y al año siguiente, El Premio Nobel de Literatura por su obra completa, de la que publicó 7 novelas, 6 recopilaciones de cuentos y 2 ensayos; aunque póstumamente se publicaron 3 novelas, 4 libros de cuentos y 3 ensayos; muchos de estos, son considerados clásicos de la literatura de Estados Unidos.
“The Killers” es un cuento corto de Hemingway, publicado en 1927.
La cantidad de dinero que Hemingway recibió por esta pieza literaria, fue desconocida, pero algunas fuentes afirman que era $200; y algunos historiadores tienen algunos documentos que demuestran que el título del trabajo fue “The Matadors”
El cuento es la descripción del escritor de la experiencia humana, su uso de la sátira y los temas eternos de la muerte, la amistad, y el propósito de la vida.
Todo ello hace de “The Killers”, uno de los cuentos más famosos y frecuentemente antologizados de Hemingway.
La historia cuenta con Nick Adams, un famoso personaje de Hemingway de sus cuentos.
En esta historia, Hemingway muestra a Adams, pasando de adolescente a adulto.
La trama básica de la historia, involucra a un par de criminales que entran en un restaurante buscando matar a un boxeador, un “Swede” o “Sueco” llamado Ole Andreson, que se esconde por razones desconocidas, posiblemente por ganar una pelea…
La historia tiene lugar en Summit, Illinois, durante la década de 1920, Época de La Prohibición; allí, 2 asesinos a sueldo, Max y Al, llegan al restaurante de Henry, que es administrado por George; y pide algo fuera del menú, que no está disponible, y tienen que conformarse con tocino y huevos.
Al entra en la cocina, y ata a Nick Adams y Sam, el cocinero negro.
Max y George, pronto tienen una conversación, que revela que los 2 hombres están allí, para matar a Ole Andreson, un boxeador sueco, para un “amigo”
Andreson nunca aparece, así que los 2 hombres se van…
Después, George envía a Nick a la casa de huéspedes de Hirsch, regentada por la señora Bell, para avisar a Andreson de los 2 hombres.
Nick encuentra a Andreson acostado en su cama con toda su ropa puesta; y le cuenta lo que ha pasado.
Andreson no reacciona, excepto para decirle a Nick que no haga nada, ya que no hay nada que se pueda hacer…
Nick se va, regresa al comedor, e informa a George de la reacción de Ole Andreson.
Cuando George ya no parece preocupado, Nick decide salir de la ciudad…
“The Killers”, fue escrito en la década de 1920, cuando el crimen organizado estaba en su apogeo durante La Prohibición.
Chicago era el hogar de Al Capone, y Hemingway mismo pasó el tiempo en Chicago cuando él era joven; pero cuando las cosas se volvieron demasiado peligrosas para la turba, se retiraron al suburbio de Summit, donde “The Killers” tiene lugar.
No mucho antes de que la historia fuera escrita, la mafia de Chicago había matado a un boxeador popular de la época, Andre Anderson, que una vez había golpeado a Jack Dempsey en los pies; siendo muy probablemente, la fuente de Hemingway para el Swede.
A pesar del conocimiento de Hemingway del crimen organizado, él omitió mucho de ese fondo de la historia.
El mismo Hemingway dijo:
“Esa historia, probablemente había quedado fuera, más que cualquier cosa que escribí, dejé fuera todo Chicago, lo cual es difícil de hacer en 2951 palabras”
“The Killers” es un relato simple, construido a través del diálogo, directo; y con final abierto.
¿Quiénes son los asesinos?
¿Por qué van a matar al Swede?
¿Quién es el Swede?
¿Fue boxeador?
¿Por qué no huye ante una muerte inminente?
¿Qué error cometió?
“What'll it be, gentlemen?”
The Killers es un drama de suspense, del año 1946, dirigido por Robert Siodmak.
Protagonizado por Burt Lancaster, Ava Gardner, Edmond O'Brien, Albert Dekker, Sam Levene, Vince Barnett, Virginia Christine, Charles D. Brown, Jack Lambert, Donald MacBride, Charles McGraw, William Conrad, Phil Brown, Queenie Smith, Jeff Corey, Harry Hayden, Bill Walker, entre otros.
El guión es de Anthony Veiller, basado en el cuento “The Killers” (1927) de Ernest Hemingway.
John Huston y Richard Brooks, colaboraron en la escritura del guión, pese a no aparecer acreditados.
Además, la película supuso el descubrimiento de una jovencísima Ava Gardner, que hasta ese momento, sólo había participado de manera testimonial en unas pocas producciones de irrisorio presupuesto; y el debut protagónico del gran Burt Lancaster.
Mark Hellinger, el productor, fue uno de los creadores independientes de mayor talento; cuyas películas tienen un sello especial, que lo hacen tan autor como el propio realizador; y compró los derechos del cuento de Ernest Hemingway, por $36.700, aunque los lanzamientos publicitarios anunciaron la cifra en $50.000.
De la misma obra de Hemingway, se haría más tarde otra adaptación homónima, en 1964, dirigida por Don Siegel, y con Lee Marvin, John Cassavetes, Angie Dickinson y Ronald Reagan como actores principales.
El autor del cuento original, Ernest Hemingway, le gustó la película de Siodmak; y antes de su estreno, el productor Mark Hellinger envió al hombre de publicidad, Al Horwits, a Sun Valley, Idaho, para dar a Hemingway una proyección privada.
Se dice que Hemingway tenía una pinta de ginebra en un bolsillo de su abrigo, y una pinta de agua en la otra, para que pudiera sorber de ellos si la película se ponía mala…
Después de la proyección, Hemingway levantó las botellas llenas, sonrió y dijo:
“No las necesité”
Según el biógrafo de Ernest Hemingway, Charles Baker, The Killers “fue la primera película, de cualquiera de sus obras, que Ernest pudo admirar genuinamente”; y fue tan exitosa cuando se estrenó en New York, que los cines estaban abiertos las 24 horas para satisfacer la demanda, ayudándoles a romper récords de taquilla anteriores; tanto que obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Mejor director, guión, banda sonora, y montaje.
Pero fue maltratada por la crítica, considerada como una película de Serie B; no obstante, ha ido ganando con el paso del tiempo, hasta convertirse en uno de los pilares del cine negro, y filme de culto por excelencia; porque The Killers es un film sobre las pasiones insensatas, la ambición, el fracaso, la amistad, la desesperanza, saturado de pesimismo, y violencia; y representa la madurez creativa de Siodmak.
La acción tiene lugar en Brentwood, pequeña localidad aislada, Atlantic City, y otras localizaciones, entre 1945 o 1946, durante 3 o 4 días.
En Brentwood, 2 asesinos a sueldo:
Max (William Conrad) y Al (Charles McGraw), llegan y matan al empleado de una gasolinera:
Pete Lund/Ole “Swede” Andreson (Burt Lancaster), que los estaba esperando.
El detective, Jim Reardon (Edmond O'Brien), investiga el caso para la compañía de seguros de la que es empleado, a pesar de que su jefe le dice que no lo haga, por tratarse de un asunto de poca importancia económica.
Reardon comienza a atar cabos, y descubre que la vida del Swede estuvo llena de engaños y de crímenes, y que en todo ello tenía algo que ver la misteriosa Kitty Collins (Ava Gardner)
De esta forma, Reardon va componiendo las piezas de un complejo puzle que revela que Ole Anderson tomó parte en un robo de $250.000, y después estafó a la banda, huyendo con el botín y con la chica del jefe, Kitty Collins.
El Swede, es víctima del mundo que le rodea, de un destino que él, finalmente, se niega a modificar:
“Una vez hice algo malo y debo de pagar por ello”
The Killers es una obra maestra del cine negro; gracias al aspecto tenebroso de sus personajes, a una fotografía forzada, al convulso orden de su trama, a una narración que practica la supresión como medio de manejar a la perfección la sorpresa y el suspense, y también al excelente trabajo de un reparto irrepetible; y logra un perfecto equilibrio, entre el estilo clásico de Hollywood y las innovaciones formales del expresionismo alemán.
La influencia neorrealista, se aprecia en el retrato de los pequeños rateros, hombres corrientes que litigan con la penuria, el desarraigo y la exclusión.
Son la otra cara del “Sueño Americano” que nadie desea mostrar.
“If there's one thing in this world I hate, it's a double-crossing dame”
El director alemán, Robert Siodmak, huido de su país con la llegada del nazismo, así mismo, posteriormente perseguido por los anticomunistas estadounidenses durante La Caza de Brujas, momento en el que regresó temporalmente a Alemania, adaptó, prolongó y enriqueció el relato de Ernest Hemingway:
The Killers, para crear una obra maestra del cine negro, y también de todos los tiempos, un prodigio narrativo y visual, al que hoy en día, todavía se sigue “homenajeando”; y lo hizo con una estructura narrativa muy ambiciosa y alambicada.
El argumento se nos presenta entretejiendo una secuencia temporal con otra; superponiendo 2 secuencias dramatizadas:
El pasado de Ole, y la investigación de Reardon.
El resultado, es un argumento dividido que contiene hasta 11 “flashbacks”
Y es que el atractivo se deriva de romper la estructura narrativa tradicional, utilizando una serie de “flashbacks”, similares a “Double Indemnity” (1944) y “Mildred Pierce” (1945); por lo que posee una estructura narrativa similar a la obra maestra de Orson Welles, “Citizen Kane” (1941), al articularse en varios “flashbacks”, que provienen de los testimonios aportados por diversos personajes a lo largo del metraje.
Aquí, en lugar de un periodista anónimo, es Jim Reardon, inspector de seguros, el que se encarga de armar las piezas del puzle, en torno a la trágica figura del Swede.
Las distintas revelaciones, irán sacando a la luz una compleja historia de engaño y ambición, que casi siempre culmina con la muerte.
La presencia de esos “flashbacks”, sumada a la de otros elementos como la voz “en off”, el marco urbano, la iluminación expresionista, o la mujer fatal, y convierten a The Killers, en un ejemplo canónico del “noir” clásico.
Los primeros 20 minutos del metraje, que muestran la llegada de los 2 asesinos por contrato, y el asesinato de Swede Andreson, es una adaptación cercana del cuento de Hemingway.
El resto de la película, mostrando la investigación de Reardon sobre el asesinato, es totalmente original; por lo que los guionistas tuvieron que poner un pasado al protagonista, escarbar en la punta del iceberg, y para ello se ayudan del detective de seguros, para a través de sus indagaciones, hacer una introspección del personaje, ahondando con tino en el género, utilizando con prodigio los elementos inherentes, protagonista perdedor con un futuro fatalista, crímenes, atracos, villanos, tiroteos, y por supuesto, una femme fatale impresionante.
A esto se le añade el peculiar estilo narrativo que nos presenta el final, para jugar con el espectador que se comienza a hacer preguntas sobre Ole:
¿Por qué su resignación?
¿Quién lo ha matado, y por qué?
¿Quién es realmente Ole?
Estas cuestiones irán resolviéndose en este rompecabezas no cronológico, que toma al espectador como materia inteligente; siendo testigos de 11 magnos “flashbacks”, todos menos el del espectacular atraco subjetivo, distribuidos de forma ingeniosa para generar intriga, y enganchar al espectador, ello con un ritmo trepidante, que hace sentirnos presa de saber lo que sucedió.
Así, Siodmak narra con virtuosismo y un estilo visual de luces y sombras, que aprendió del oficio en La UFA y eso se nota; un extraordinario guión lleno de giros y sorpresas, pero nunca tramposo.
Además, aporta toda una serie de secuencias para los anales de la historia del cine, ya que a la secuencia inicial, con su tensión en tiempo real, y que marca el punto de partida de la historia, hay que continuar con una secuencia tras un combate de boxeo, donde su masca el fracaso, y el principio del fin, continuando con un atraco y huida, donde una sola cámara recoge el antes, durante y después del mismo, con una brillantez y simplicidad inigualables; un tiroteo en un bar, donde segundos antes se masca la tragedia, y la tensión de lo que va a pasar, y un final con un primer plano de una desesperada Ava Gardner, que resulta grandioso.
Inclusive Siodmak mezcla “film noir” y cine de terror, para introducir una nota fantástica que evoca los cuentos infantiles habitados por ogros y brujas:
Desde la misma aparición de los 2 asesinos del título; en apenas 2 minutos, Siodmak nos ha impartido una lección de cine, situando al espectador en una perspectiva de miedo e incertidumbre, que se acentúa en el interior de la cafetería, con leves contrapicados que recogen el techo para crear la sensación de un espacio absurdamente deformado.
Un excompañero de celda, alerta al Swede:
“Deja de escuchar esa arpa dorada.
Te traerá muchos problemas”
Pero el Swede desatiende el oráculo, y como un Ulises derrotado en las batallas del ring, vuelve al extrarradio del extrarradio de Ítaca, un islote llamado Brentwood, a una cita que tiene con la muerte, la más paciente de las amantes.
Allí, en un café del olvido, el joven Nick Adams, es testigo de un diálogo sin mucha lógica, pero que contiene el muy preciso mensaje de la violencia.
Nick, cuya alma está escrita por Hemingway y, en consecuencia, compuesta de inocencia, valor y lealtad, corre a avisar a Swede, llamado en realidad Ole Anderson:
“2 tipos dijeron que iban a matarte”; y el Swede oye llover…
Entonces, joven y duro, Burt Lancaster era un galán llamado a ser Rey de Piratas y trapecista sin red y, sin embargo, en The Killers rechaza toda la compasión que las divinidades muestran con el héroe cinematográfico, al que suelen salvar en el último momento, para entregarlo a los labios de la más bella.
Lo que más impresiona, es que Ole Anderson acepte la muerte casi con gusto:
“No puedo hacer nada.
Estoy cansado de escapar”
Él sabe que las 2 sombras que van a dispararle, no son los sicarios de un hampón, sino los de su pasado.
Como muchos hombres de nuestro siglo, Ole muere porque tiene memoria...
La memoria, desde Kafka y Sartre y, sobre todo, desde Hiroshima, es el recipiente de la culpa:
“Hice algo malo en cierta ocasión”, dice Swede, contundente y ambiguo.
En un mundo sin dioses, sólo tenemos nuestra libertad para dar significado a la existencia.
Estamos solos ante la responsabilidad de nuestros actos, y la angustia de esa carga, se transmite sin fisuras en la imagen de este antihéroe.
Sólo esto bastaría para considerar The Killers, una obra inequívocamente moderna.
La tragedia del Swede, es el infortunio de todos los que se enamoran de la persona equivocada; siendo la obra un espejo de la muerte observada, estudiada, diseccionada, entendida como un proceso natural e inevitable, pero cuya llegada con antelación y de forma violenta, está sujeta a condicionantes de tiempo y lugar que nosotros mismos podemos mutar, incluso provocar, a menudo sin saberlo, entrando en una espiral de acontecimientos sucesivos y consecuentes que, incluso hasta de la mano de la criatura más dulce, nos conducen engañados, ilusos, felices, embriagados por el deseo o la ambición, al final que alguien ha escrito previamente para nosotros, conforme a un plan en el que la felicidad de la víctima, nunca estuvo contemplada, salvo como instrumento egoísta de avaricia, odio y crueldad.
Como en las mejores historias, aquí hay una perfecta “femme fatale” de por medio:
Kitty Collins, no sólo está al medio de la desgracia del malogrado Ole Andreson, sino que está por sobre, y por debajo de ella.
Gran titiritera, sólo al final podremos entender cuál es la verdadera historia de amor que dice vivir el ingenuo Ole, y cuál es el fin último que Collins estableció siempre para él.
En su época, buena parte del público no llegó a entender la complejidad de la trama, aunque en la actualidad The Killers está considerada una pieza clave dentro del llamado “film noir”
El efecto que consigue esta potente división estructural, es el de crear un ritmo rápido, en una película que cuenta con planos de larga duración; incluso la recreación del momento del robo por parte de la banda, el único de los “flashbacks” objetivos, pues todos los demás son subjetivos, ya que están introducidos a partir de los recuerdos de distintos personajes; se resuelve con un solo plano secuencia de 2 minutos de duración, en un alarde de virtuosismo de la puesta en escena, poco habitual en aquella época.
¿Por qué mataron al Swede?
¿Quién huyó con el dinero?
¿Quién ordenó la muerte de Ole?
The Killers no deja hipótesis vacías en su narración.
Los “flashbacks” están dispuestos de tal forma que conducen al espectador a reconstruir todas las causas del detonante de la trama:
La muerte de Ole Anderson.
Los “flashbacks” se presentan con una precisión absoluta, y se ajustan por completo a lo que el personaje/testigo presenció en su momento, y no muestra más que lo que ese individuo vivió en un pasado.
La narración se restringe, inusualmente, a la visión del narrador/testigo.
Una serie de “flashback” que no respetan un orden cronológico, reconstruyen la historia del Swede:
El fin de su carrera deportiva, su manager se deshará de él al comprobar que su mano está rota sin remedio; la vieja amistad con un policía, que se casará con su primera novia, y le enviará a la cárcel por azar; el romance con Kitty Collins, una bella e inmoral buscavidas; la condena de 3 años de cárcel, la preparación del atraco, la doble traición que le hundirá en una profunda desesperación, y la tranquila aceptación de la muerte, cuando 2 asesinos cumplen el encargo de liquidarle.
El formato confiere a la obra, un aire realista de tono documentalista, que eleva el dramatismo; y presenta una de las mujeres fatales, Katty Collins, más malvadas, de extraordinaria belleza, gran sensualidad y fuerte atractivo, capaz de arrastrar a hombres de buen corazón a su perdición.
La estética visual es marcadamente expresionista, con sombras exageradas, contraluces siniestros, zonas intensamente oscuras, ambientes sombríos, como la sala de autopsias; escenas nocturnas inquietantes y personajes desalmados.
Se crea una atmósfera densa, de inusitada tensión y expectación.
Elwood Bredell, director de fotografía, ya había trabajado en otras 2 ocasiones con Siodmak, pero seguramente su trabajo más recordado será The Killers, destacando por encima del resto, escenas como la del inicio en el bar, la presentación de tanto de Burt Lancaster como de Ava Gardner, o la del atraco, esta última filmada en un plano secuencia de gran factura.
Los claroscuros, famosos del “film noir”, nos adentran en un mundo desesperanzador y peligroso, de mafiosos y “femme fatales”, donde nadie es de fiar, y las alegrías brillan por su ausencia.
Violencia, muerte y corrupción, son las máximas de este micro cosmos que forman las películas del género.
Cualquier detalle es importante, una mirada, un broche, un pañuelo...
Tanto la fotografía, como la puesta en escena son ejemplares respecto a lo que significan ambos aspectos en el cine negro clásico, de la carga simbólica con que acompañan la trama principal, de la recreación de ambientes sórdidos, oscuros, en los que se desenvuelven los personajes, con una amenaza en cada esquina, con la sombra del fracaso siempre pendiendo sobre sus cabezas.
Sin duda, el pasado de Siodmak en el cine alemán, le ayuda a explotar adecuadamente toda aquella riqueza visual del expresionismo en esta historia.
Igualmente, la histriónica, estridente música de Miklós Rózsa acompaña adecuadamente cada aspecto diferente de la trama, subrayando el tono cada momento o telegrafiando cambios o interpretaciones diversas a la aparente:
Disipa la sombra de tranquilidad que domina el pueblo a la llegada de los forasteros, como advirtiéndonos de que algo terrible va a ocurrir, sirve de marco a los momentos más íntimos y románticos de la pareja fatal, aunque al mismo tiempo mantiene cierto halo de inquietud, que hace que no nos llevemos del todo a engaño sobre lo que vemos, eclosiona apoteósicamente con cada zarpazo de violencia, en el momento del clímax final…
Atención a la escena del atraco, es de una perfección formal asombrosa:
El robo de la nómina de $250.000, se rodó con un plano secuencia de 2 minutos, que deja de lado la estética expresionista, para adoptar la perspectiva del neorrealismo.
La cámara comienza con un plano picado que muestra a una hilera de trabajadores donde se aprecia el tedio y el desánimo de las primeras horas de la mañana.
La identidad de los atracadores se disuelve en la alienación de una fábrica, donde cualquier empleado parece intercambiable por otro.
Los sombreros que ocultan los rostros, contribuyen a esa sensación de impersonalidad.
La cámara sigue a los atracadores, y se sitúa detrás del cristal de la oficina donde se halla la caja fuerte.
La acción discurre con rapidez y precisión.
La oficina, es un cubículo ubicado en un primer piso, que mantiene aislados a los contables.
La huida se recoge desde un plano picado, que muestra el caos de los últimos segundos, cuando una camioneta de reparto obstaculiza la fuga, y se intercambian unos disparos.
La escena en la que el Swede arrebata el botín a sus compinches, o la secuencia de Reardon hablando con Kitty Collins en una cafetería, mientras los asesinos les observan desde la barra, revelan una vez más, la influencia del expresionismo y el elegante uso de la perspectiva.
La acción se articula con planos aberrantes, que juegan con la duplicación de las imágenes en un espejo, o con encuadres sin pretensiones naturalistas, donde se explotan ángulos inesperados.
Siodmak, no se conforma con ilustrar una historia; su propósito es construir un relato que mezcla cine y literatura, con un estilo que, sin caer en lo barroco, trasciende la mirada clásica del narrador impersonal.
Es evidente que hay un punto de vista que no moraliza, pero que tampoco esquiva un planteamiento estético que asume el riesgo y la introspección.
No se aprecia la denuncia política del neorrealismo, pero tampoco se advierte ninguna complacencia hacia una sociedad que explota a los seres humanos, sin reparar en sus miedos, anhelos o inseguridades.
La cámara, no se limita a rodar, su intención es penetrar en el interior de los personajes, y explorar sus motivaciones.
Pero Siodmak no se muestra despiadado con sus personajes:
Hay ternura, indulgencia, comprensión, pero su forma de acercarse a sus conflictos, no elude un feroz pesimismo.
Las notas de comedia, apenas logran aportar un poco de claridad en un paisaje humano, dominado por la desolación.
No hay esperanza para unos seres que no se conforman con sobrevivir, pues esperan una dicha irrealizable en un mundo que siempre se encarga de podar los sueños.
Un primer plano de Kitty, suplicando a un muerto para que hable de su inocencia a la policía, nos revela su profundo vacío interior, su hueca amoralidad.
Los rasgos de Ava Gardner, se afilan por el contraste entre la luz que ilumina su rostro, y la oscuridad de la mansión donde se representa el último acto de una tragedia que ha malogrado varias vidas, atrapadas en una espiral de celos, sexo y codicia.
Quizás, pocas películas como The Killers, contengan el germen del cine negro de una manera tan destacable, haciendo suyas algunas de sus características más visibles:
Un crimen, robo o delito, que actúa como detonante de la historia; una traslación de la corrupción política o social a la acción; la sustitución del protagonista masculino, referente con el que se identifica el público, antes policía o gánster, ahora detective privado, y aquí un agente de seguros; una misoginia que asocia a la mujer, fascinante Ava Gardner, con el engaño o la muerte, o un animal, el gato, Kitty; una ética personal llevada hasta las últimas consecuencias.
En cuanto a interpretaciones, es sobresaliente:
Edmond O’Brien es la apoteosis del sabueso, del investigador que combina talento, inteligencia, olfato profesional, y mucha psicología para analizar los asuntos en que se ocupa, que atesora un gran instinto, y que, más importante todavía, consigue empatizar con la parte débil del caso que se trae entre manos, quizá porque no le cuesta nada identificarse con él.
Sus pesquisas, ordenadas, precisas, tenaces y apasionadas, casi más producto de su propio orgullo profesional, que de su condición de asalariado de una compañía de seguros, articulan el magnífico guión, dirigen la narración a la que asistimos.
O’Brien, vecino de Houdini en su infancia, que le ayudó en sus primeros escarceos interpretativos; revela una vez más, su sólida formación como actor de teatro, encarnando a un personaje tenaz e inteligente, pero sin madera de hombre duro.
De hecho, saldrá malparado en varias ocasiones, demostrando que su perspicacia no está respaldada por los puños.
Siodmak nos presenta a James Reardon, examinando las pertenencias del Swede en la comisaría de Brentwood.
Se aprecia en seguida su carácter minucioso, y su resistencia a dejar las cosas a medias.
Es evidente que no descansará hasta llegar al final del asunto.
Un pañuelo con un arpa irlandesa, le pondrá sobre la pista de un importante atraco, que Siodmak filmará con un famoso plano secuencia de estética neorrealista.
Burt Lancaster, está perfecto como el Swede, en su combinación de hombre duro y sensible, de víctima y verdugo, de enamorado atormentado y de hombre común, con un pasado que prefiere olvidar, de ser devorado por el deseo que se deja arrastrar a una dinámica autodestructiva que es capaz de prever, pero a la que no logra resistirse.
Se cuenta que el ex productor de Warner Bros., Mark Hellinger, quien había iniciado su propia unidad de producción independiente en Universal-International, inicialmente quería que Wayne Morris, o Sonny Tufts como protagonista de ésta, su primera película.
Tufts, fue finalmente considerado como demasiado inexperto; y Warner Bros., no prestaría a Morris, así que Hellinger lanzó al desconocido Burt Lancaster en su primera película, y lo hizo una estrella; con casi 33 años, hizo su debut protagónico.
El combate de boxeo, que es el tercer “flashback”, fue filmado en un escenario de boxeo, para una audiencia de 2000 espectadores.
Burt Lancaster, que era acróbata, entrenó durante 2 meses con un campeón de boxeo, y jugó el papel del Swede con realismo, contra un verdadero boxeador, hasta su segundo “knock out”
Como dato, aunque el nombre del personaje interpretado por Burt Lancaster, se pronuncia “Anderson”, se deletrea correctamente, como en la historia original de Ernest Hemingway, como “Andreson”, de hecho, en el cuento de Hemingway, el apellido es Andreson; y otras veces, se escribe Anderson.
Virginia Christine, que interpreta a la novia de Swede, antes de conocer a Kitty, también apareció en el “remake” de 1964, en un papel diferente, como secretaria ciega.
Y este fue el primer largometraje de Ava Gardner, como protagonista.
“El animal cinematográfico más bello del mundo”, hace uso de sus encantos para seducir a Burt Lancaster, que no sabe que está siendo objeto de un engaño muy elaborado, en el que el Swede se convertirá en la cabeza de turco de toda la trama.
¿Pero cómo no rendirse ante la belleza carnal de una inmensa Ava Gardner?
Son muchos los que apuntaron, que lo que uno ve en otras mujeres en sueños, lo contempla en Ava con los ojos abiertos.
Al igual que Hitchcock, Siodmak utiliza un fetiche para imprimir fluidez al relato:
El pañuelo de Kitty Collins, circula por diferentes escenarios, evocando la belleza Ava Gardner, una mujer que según John Huston, poseía “una belleza áspera, primaria, elemental”
Su presencia se imponía por su estricta materialidad, desbordando cualquier consideración racional.
No hace falta esforzarse mucho para comprender la pasión del Swede, que no se resigna a una vida sencilla, con una novia que acude a todos sus combates, y que no le exige nada, salvo un futuro apacible en un hogar de clase media.
El Swede, se enamora de Kitty apenas la conoce…
En su primera aparición, Ava Gardner se encuentra de espaldas, sentada frente a un piano, y con un traje de noche que se ciñe a su cuerpo como una segunda piel.
Sabe que el Swede es boxeador, pero reconoce que no le gusta un deporte basado en la violencia:
“No soportaría ver cómo pegan a un hombre que aprecio”, afirma con un candor poco convincente.
Se aleja un momento, pues Siodmak busca un pretexto para mostrarnos un plano completo de un cuerpo, que no admite ninguna objeción; y regresa al instante con una copa y un cigarrillo, apoyándose sensualmente en el piano, para iniciar una canción con una voz susurrante, que hechiza al Swede.
Gardner, no necesita actuar.
Su físico escenifica la fuerza del destino, que minimiza la libertad del ser humano para escoger su futuro.
Y Siodmak acentúa su belleza en cada plano, escogiendo encuadres que muestran todo su poder de seducción:
Tendida en una cama, con el pelo suelto, un jersey ajustado, y una revista entre las manos, su encanto resulta irresistible; y recurre a los contrapicados para subrayar la corpulencia del Swede, pero también para evidenciar su fragilidad frente a las artimañas de Kitty, que juega con él fingiendo dulzura, pasión o inocencia.
Hay algunas referencias de gato, al nombre de Kitty en la película, como el bar llamado “The Green Cat”, y Kitty pidiendo un vaso de leche.
Y sólo hay una aparición sobrevenida tan brillante, tan impresionante a Rita Hayworth en “Gilda” (1946), sacudiéndose el cabello, y sonriendo al papanatas de Glenn Ford.
Como errores, o reclamos, ninguno de los hechos dados en la lección de astronomía en la celda de la prisión, son precisos.
La constelación de La Osa Mayor, Ursa Major, no se encuentra cerca de Orión, mientras que la estrella Betelgeuse es incorrectamente identificada como la estrella más brillante del cielo.
Sin embargo, Sirius, que es la estrella más brillante en el cielo, está cerca de Orión…
Y que Swede robe $250.000 a unos ladrones, y los deje vivos… no espera que lo busquen, y lo intenten matar…
Cosas del cine, supongo, de lo contrario, no habría película.
Por último, la privilegiada banda sonora de Miklós Rózsa, está dominada por instrumentos de viento y percusión, que crean una atmósfera tensa y apasionada.
El tema musical oído cada vez que aparecen los asesinos, fue utilizado más tarde en forma expandida como tema musical para la serie de televisión “Dragnet” (1951) y su resurgimiento “Dragnet” (1967)
“Don’t ask a dying man to lie his soul into Hell”
Una de las mayores virtudes del cine negro, es su propia autoconciencia, su capacidad para vislumbrar sus propias limitaciones argumentales a través de la constante repetición de códigos.
Todo ello desembocó en una serie de repeticiones esquemáticas, que podrían llegar a cansar hasta al más ávido seguidor del género.
Por esta misma razón, se buscaron alternativas tanto estilísticas como estructurales, para explicar unas tramas que empezaban a mostrar síntomas de agotamiento.
Esto supuso la aparición de una serie de “films noir” que, aun manteniendo su espíritu y concepción original, conseguían sorprender por su audacia y riesgo.
Richard Siodmak, no ha sido un director que haya alcanzado gran fama, pero gracias a The Killers, empezó a hacerse cierto renombre, y se le encargaron grandes películas que marcaron, sobre todo a los franceses de la Nouvelle Vage, y se le considera uno de los precursores del cine negro.
Alemán exiliado durante La Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, Siodmak fue junto a otros compatriotas suyos, como Fritz Lang o Michael Curtiz, los que aportaron nuevas técnicas de iluminación para reformar el estado psicológico de los personajes y la puesta en escena.
Por tanto, no es de extrañar que The Killers destaque, aparte de otras virtudes, por su excelente fotografía; y como un muestrario de temas característicos del cine negro:
Boxeo, cárcel, atraco y un grupo heterogéneo de delincuentes.
Con esta ambientación, los actores se ponen al servicio de la historia, y no al revés, quedando relegados a meros roles, donde lo único importante es el aura, lo que se cuenta, y cómo se cuenta.
El género negro que tiene en The Killers un ejemplo irreprochable, utilizaba las directrices de un cine que utilizaba ciertos aspectos del expresionismo alemán con sus sombrías maneras, una pizca de cine de terror en su aspecto, alguna misteriosa muerte acompañada de rocambolesca historia recompuesta mediante recuerdos, la inclusión del espectador que descubría poco a poco junto con el/los protagonistas, todo el entramado del film, y por supuesto, la esencial:
“Femme Fatale”, gloriosa.
La Mujer Fatal, o “femme fatale” es, sobre todo, una misteriosa y seductora dama, cuyos encantos son proporcionales al deseo que despierta en los hombres.
Es peligrosa, hipnótica, quizás porque en un pasado remoto, era representada como una hechicera, o al menos como un súcubo, una vampiresa, una bruja con extraños poderes de seducción.
Hoy, los tiempos han cambiado, así como sus hechicerías, que pasaron de la magia práctica, al encanto y al deseo, aunque con resultados análogos:
Todos los hombres que caen bajo el influjo de la “Mujer Fatal”, son hechizados.
Estructuralmente la “Mujer Fatal” aparece siempre opacada por su propia belleza.
Pocas veces opera a través del deseo sincero, sino más bien mediante una especie de coerción que inmoviliza intelectualmente a sus objetivos; dejándolos perfectamente obnubilados por ella.
Otro rasgo particular de la “Mujer Fatal” es que su encanto oscuro, no es una cualidad innata; no nace con ella, sino que se desarrolla a partir de algún tipo de trauma en el pasado, que la conduce a mantener una relación ambigua con los hombres.
En este sentido la “Mujer Fatal” es ante todo, una víctima.
Si bien nunca se la retrata positivamente, la “Mujer Fatal” nunca encarna al villano estructural.
Su moral es ambigua, su ética es dudosa, pero nunca completamente malévola.
Tampoco es una heroína, no se pone a sí misma frente a los demás, sino más bien lo contrario.
Podemos pensar en ella, como un ente neutral, que solo piensa en sí misma, y en su bien inmediato, algo que de ningún modo sería reprochable si no fuese contrastado por la actitud altruista de los héroes clásicos.
En líneas generales, podemos trazar otro rasgo peculiar de la “Mujer Fatal”:
Nunca es una mujer autóctona; siempre viene de otro lugar, a menudo exótico o simplemente desconocido; donde sus costumbres polémicas, acaso sean mejor vistas.
En este sentido, la “Mujer Fatal” busca derribar los paradigmas, se planta frente a la sociedad para mostrarle que no hay una sola mujer, sino muchas, y que sus decisiones no siempre se ajustan a lo que los hombres esperan de ellas.
Dentro del mito y la literatura, la “Mujer Fatal” encarna el horror visceral de los misóginos, y un terror ancestral por la brujería.
Carl Jung, pensaba que este horror pertenece a un orden arquetípico que revela algo acerca de las debilidades masculinas, expresando en términos concretos, que la sexualidad es un universo gobernado por la mujer.
Pero el propio Jung, luego enuncia opiniones divergentes, por ejemplo, haciendo de la “Mujer Fatal”, una representación negativa del “anima”
Este horror, acaso esté conectado a oscuros temores pandémicos...
En definitiva, la “Mujer Fatal” no atemoriza por sí misma, sino por su capacidad de despertar en otras mujeres, un llamado tan antiguo como los bosques; reclamando para ellas, una herencia de gloria e independencia que solo se atisba oscuramente en un puñado de mitos que se resisten a desaparecer.
Aquí, Ava Gardner haría historia por su belleza y su buen hacer, que la convirtieron en una de las actrices más famosas del cine, toda una revelación como “Mujer Fatal”
Robert Siodmak la dirigió con mano maestra, y ella, posteriormente, dijo que fue el mejor director que tuvo, y que él le enseñó todas las maneras de expresar los sentimientos que han de mostrar los actores.
Ava Gardner, constituye una de las cimas del ciclo negro de Hollywood, célebre por su retorcida construcción a base de un constante encadenado de “flashbacks”, así como por constituirse en epítome de la “Mujer Fatal” del “film noir”

“Why don't you take a good rest.
I must say you've earned it”



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