Die Fälscher

“Ich bin ich.
Die anderen sind die anderen”
(Yo soy yo.
Los otros son los demás)

La barbarie nazi, ha sido un tema recurrente en El Séptimo Arte.
Los infrahumanos Campos de Concentración, han sido el escenario de muchas películas que han querido reflejar el horror vivido por millones de personas.
Se conoce como Operación Bernhard, a una de las más grandes y exitosas operaciones de falsificación amparadas por el régimen nazi, cuya duración va desde 1942 hasta 1945; y fue ideada por Reinhard Heydrich, aprobada por Heinrich Himmler, y ejecutada por el Sturmbannführer de las SS, Bernhard Krüger, miembro del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei, o Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP)
El Sicherheitsdienst o Servicio de Seguridad, cuyo nombre completo era Sicherheitsdienst des Reichsführers-SS (SD), era el servicio de inteligencia de las SS, y esta fue la primera organización de inteligencia que se creó en el partido nazi, y fue considerada como una “organización hermana” de La Gestapo.
Esta unidad SD, fue responsable de, entre otras cosas, falsificar pasaportes y documentos, la cual fabricó cientos de millones de libras esterlinas, financiando a la Alemania Nazi con ₤600 millones de billetes falsificados de alta calidad, valor aproximado a $6 mil millones en 2009.
En septiembre de 1939, Heydrich propuso a Himmler un plan destinado a financiar las operaciones de las SS, y la Gestapo; y consistía en falsificar moneda inglesa.
El segundo objetivo, era dañar gravemente la economía inglesa, provocando una inflación.
La idea quedó lanzada, pero Heydrich, con sus múltiples obligaciones y dado que la implementación era complicada, tuvo que buscar a quien delegar el tema.
En 1941, Heydrich encargó a un mayor o Sturmbannführer de Las SS, Bernhard Krüger, la ejecución de este plan, para lo que se creó en El Cuartel de Las SS en Berlín, una oficina llamada Oficina 6-F-4.
Bernhard Krüger, era un joven nazi muy inteligente; primero encaró el plan por el lado más fácil, y se dirigió a la oficina de numismática del Reichsbank, pero encontró dificultades para reclutar expertos alemanes para desarrollar el plan, ya que eran muy escasos, o estaban enrolados.
Los objetivos del plan eran vastos, e incluían:
Financiar el espionaje en el extranjero; financiar compras en países neutrales; financiar la compra de información; pagar a los colaboracionistas; introducir las falsificaciones en porciones en el comercio inglés con el objetivo de provocar inflación; dañar lo máximo posible la economía inglesa, y por último, financiar a las unidades de La Gestapo y SS en los países ocupados.
Dada la escasa probabilidad de obtener técnicos alemanes, Himmler le propuso que empleara, tras una rigurosa selección, a los prisioneros judíos que tuvieran especialidades en el tema; que fueran expertos numismáticos, calígrafos, dibujantes y técnicos en impresión de tintas.
Krüger, al final, seleccionó 140 judíos con experiencia en imprentas, coloristas, caligrafistas, dibujantes y contadores, incluyendo a convictos por falsificación.
A cada una de estas personas, Las SS las clasificó como “trabajador altamente esencial”, y se les concedieron ciertos privilegios como la salvaguarda de sus vidas, mejores condiciones de vida, y alimentación a cambio de su trabajo.
Krüger llevó a dichos técnicos al Campo de Concentración especial de Sachsenhausen, cerca de Berlín, y los aisló en el bloque 19, con vigilancia especial de gente escogida de Las SS.
El Campo de Concentración de Sachsenhausen, ubicado en la población de Oranienburg, en Brandeburgo, Alemania, fue construido por los nazis en 1936, para confinar o liquidar masivamente a opositores políticos, judíos, gitanos, homosexuales, posteriormente también prisioneros de guerra y finalmente, Testigos de Jehová.
Aproximadamente, unos 30.000 prisioneros de todo tipo, fueron asesinados dentro del campo.
Allí se llevó a cabo, con mano de obra judía, una de las falsificaciones monetarias más complicadas de la historia, sorprendentemente fructuosa, llamada “Operación Bernhard”
Con los medios tecnológicos de la época, era difícil crear réplicas idénticas de un billete; sin embargo, los conocimientos de estos prisioneros consiguieron desafiar hasta el más mínimo detalle de los billetes de libras esterlinas, como minúsculas zonas en blanco en la tinta de una letra que sólo se puede apreciar mediante un microscopio, que son muestra de la veracidad del billete en cuestión.
Todo el mundo consideraba auténticos estos billetes, y por tanto, circularon como si fueran dinero real.
Esta operación se llamó “Operación Krüger”
Ahí es donde entra Adolf Burger, que nació en una familia judía en Kakaslomnic, luego una aldea mayormente étnica alemana en la región de los Altos Tatras, Condado de Spiš.
Entró en el aprendizaje con un impresor local y tipógrafo a la edad de 14 años.
A la muerte del padre, la madre volvió a casarse con un cristiano, que le dio el estatus de un “no judío” en Eslovaquia, después de la introducción de las leyes antijudías al comienzo de La Segunda Guerra Mundial.
La organización Hashomer Hatzair, ayudó a los hermanos de Burger a emigrar al Mandato Británico de Palestina, antes de que se materializara el plan de Adolf Hitler, para exterminar a los judíos.
Burger, no se unió a ellos, y tomó un trabajo en una imprenta en Bratislava en 1938; y durante La Segunda Guerra Mundial, antes que Eslovaquia comenzara a deportar a sus ciudadanos judíos a Los Campos de Concentración alemanes en 1942, se convirtió en uno de los que recibieron “el perdón”, patrocinado por el gobierno, como alguien con “habilidades indispensables para la economía del país”
Su historia comienza, cuando se suscribe la alianza entre Monseñor Josef Tiso, sacerdote católico, y en ese momento, Presidente de La República Independiente Eslovaca, y Adolf Hitler, mediante la cual se acordó que los nazis, que ya habían tomado los Sudetes en Checoeslovaquia, detendrían la anexión de Bohemia y Moravia, y que los judíos que se habían convertido al catolicismo, antes de 1938, podrían ser considerados arios.
Burger, eslovaco de nacimiento y judío de 22 años, vivía en Bratislava y trabajaba de impresor.
“Debido a la escasez de médicos e impresores en Eslovaquia, se me permitía trabajar, y no estaba obligado a utilizar la estrella amarilla”, dijo.
Tiso había eliminado los partidos políticos, por lo que muchos pasaron a la clandestinidad, Burger, que pertenecía a una célula comunista, se dedicó a falsificar certificados de nacimiento y documentos para judíos en los que constaba que, o bien habían nacido católicos, o se habían convertido al catolicismo, antes de 1938.
Burger y sus 6 colaboradores, llegaron a falsificar miles de documentos durante más de 3 años, salvando muchas vidas.
Pero en agosto de 1942, son descubiertos por la Gestapo:
Burger y su esposa Gizela, son interrogados y enviados a Auschwitz.
Su mujer fue asesinada inmediatamente, mientras que Burger fue destinado a trabajos forzados, torturado, e incluso llego a ser víctima de los experimentos de Josef Mengele.
En 1943, Bernhard Krüger lo recluta para trabajar en La Operación Bernhard…
Por otro lado, Salomon Smolianoff, había nacido en el seno de una familia judía en 1899, en Kremenchuk, Ucrania; y realizó sus estudios en la academia de arte de Petrogrado, San Petersburgo.
Su familia abandona Rusia en 1922, ya que estaban en el bando opuesto a los revolucionarios, y después de recorrer varios países de Europa, se asienta en Alemania, donde se reencuentra con su profesor de arte, Eugene Zotow, quien ya se dedicaba a la falsificación de moneda, y decide seguir sus pasos.
Antes de comenzar La Segunda Guerra Mundial, Smolianoff ya era un falsificador de fama internacional, y buscado por la policía de varios países.
En 1939, es detenido por sus actividades delictivas por El SS, Bernhard Krüger, y enviado al Campo de Concentración de Mauthausen.
Allí consigue cierto trato de favor, al convertirse en retratista y muralista de los oficiales nazis.
La maquinaria de imprenta instalada para la operación, era de última generación, y el papel moneda, que era muy difícil de reproducir en cuanto a textura y calidad, se encargó a una empresa alemana de renombre del sector.
Una vez producidos los billetes, eran clasificados según su nivel de calidad en la falsificación:
Los de primera calidad, eran destinados a compras en países neutrales, y a financiar el espionaje en el extranjero.
Los de segunda calidad, eran destinados a las unidades de La Gestapo en países ocupados, para pagar información, y subsidiar a los colaboracionistas.
Los billetes falsificados, alcanzaron un grado de réplica muy cercana a la perfección, y solo un ojo muy experto podría sospechar de su falsedad.
Para verificar la fidelidad del billete falso, la inteligencia alemana hizo que un agente encubierto en Londres, depositara en un banco en Inglaterra, un maletín lleno de estas falsificaciones, y solicitó al agente bancario, que comprobara su autenticidad.
Las falsificaciones pasaron la prueba de fuego…
La fábrica de Krüger, producía a razón de 400.000 libras esterlinas por mes, y pronto debió aumentar la tasa, pues el plan debería concretarse en tan solo 3 años, hasta que la operación de falsificación finalizó en 1944.
Krüger sabía que, al terminar la cuota, sus trabajadores serían pasados a La Solución Final, y él sería enviado al frente del este, por lo que ralentizó la producción, y además exigió a los prisioneros que reprodujeran un dólar estadounidense.
El permiso para efectuar esta operación, les fue concedido, con lo que pudieron alargar su vida.
Siguieron fabricando billetes, solo que esta vez eran dólares.
Los primeros paquetes fueron repartidos entre las embajadas y consulados alemanes en Turquía, España, Suecia y Suiza, donde fueron introducidos con amplio éxito en las economías locales.
Más adelante se usó la maquinaria para falsificar billetes de $50 y $100.
El billete de $100, anverso de la serie de 1934, fue considerado el más difícil de falsificar, debido a la compleja obra de arte involucrada; y la reproducción del dólar en general, resultó más compleja de realizar, debido a que los geles de impresión fallaban.
Finalmente, hacia comienzos de 1945 se logró la réplica perfecta.
La fábrica de Krüger también confeccionó documentación falsa, como pasaportes, tarjetas de identificación, certificados de nacionalidad, etc.
Dio instrucciones a sus trabajadores, en trabajar lo más despacio posible, él administró para que la operación diera largas al asunto, hasta que la guerra terminara, permitiendo a los prisioneros ser liberados después de ser transferidos a los campos de Austria, en mayo de 1945.
En esta ocasión, no se llegó a poner en circulación estos billetes, a causa del evidente hundimiento de la Alemania nacionalsocialista.
Dada la dedicación a su trabajo, los prisioneros del llamado “Block 19”, fueron los mejor tratados en comparación a otros prisioneros judíos internados en Los Campos de Concentración.
No obstante, aquellos prisioneros especialistas que habían contraído enfermedades contagiosas, fueron separados y ejecutados para garantizar la continuidad del trabajo.
Y es que los castigos en el campo llegaban a ser muy duros.
Algunos tenían que hacer “el saludo de Sachsenhausen”, donde un prisionero en cuclillas, tenía que mantener los brazos extendidos al frente.
Había una pista de marcha, en todo el perímetro del patio, donde un grupo de prisioneros, el llamado “Batallón de Los Patinadores”, tenían que marchar sobre una variedad de superficies, para probar el calzado militar, entre 25 y 40 kilómetros diarios por persona.
Los presos asignados a la Schuhläuferkommando, tenían que marchar hacia atrás y adelante en esta pista durante varios días, muchos de ellos hasta su muerte.
Los prisioneros homosexuales, fueron asignados a esta unidad en particular, en gran número.
Lo corriente era marchar hasta 40 kilómetros, equivalente de la distancia de un maratón.
Algunos presos del batallón, que llegó a tener 170 hombres, a veces, cargaban también pesadas mochilas.
Todo esto se llevaba con la supervisión de un funcionario civil del Ministerio de Economía…
Se podía mantener a prisioneros en aislamiento estricto con raciones mínimas, y algunos podían ser suspendidos de sus muñecas atadas a la espalda, “La Garrucha”, y en casos como el intento de fuga, se ahorcaba al prisionero en frente de todos los internos reunidos.
Evidentemente, el lanzamiento de libras esterlinas sobre Londres no pudo llegarse a efectuar, ya que para cuando estuvieron listas, la Luftwaffe era solo una sombra de lo que había sido, y no era capaz de realizar un bombardeo de esa envergadura; es más, el desastre en todos los frentes, sobre todo a partir de 1944, aconsejaba a los nazis manchados por crímenes contra la humanidad, tener trazado un camino de huida.
Al tener noticias del suicidio de Hitler, y de la rendición de Berlín, Krüger fue detenido por los ingleses, pero liberado sin cargos a los 2 años; y para que no quedaran testigos de las falsificaciones, los prisioneros fueron enviados a Ebensee para ser gaseados; pero fueron detectados por los soldados estadounidenses, y la intervención de éstos les libró de una muerte segura.
En la huida, una serie de camiones alemanes, vaciaron su contenido en billetes en los lagos Taupitzsee, Ebensee, y en el río Enns.
Las tropas soviéticas, liberaron a los supervivientes del Campo de Concentración de Sachsenhausen, el 2 de mayo de 1945, cerca de la ciudad de Schwerin.
En este campo se falsificaron en total, 9 millones de billetes, valorados en $650 millones.
Los billetes, fueron encontrados años más tarde por estos lagos y, debido a que los pobladores de las aldeas los encontraban y los consideraban auténticos, se pusieron a circular en toda Europa, con lo que se hizo necesario un cambio de formato de los billetes de libras esterlinas.
Esto pronto daría lugar a “la leyenda del oro hundido”, y el lago se convirtió en un punto de referencia para buscadores de tesoros procedentes de todo el mundo.
En 2000, se utilizó el sumergible que se utilizó para buscar el naufragio de RMS Titanic, para inspeccionar el suelo del lago, y varias cajas fueron recuperadas, y presentadas ante Adolf Burger.
La pericia de este colectivo de prisioneros en el campo de la imagen y la fotografía, redundó en la mayor falsificación jamás llevada a cabo en la historia de la humanidad, y en la salvación de sus propias vidas.
Varias memorias han sido publicadas por ex prisioneros, que incluyen la historia noruega de 1949, “Falskmynter i blokk 19” de Moritz Nachtstern, y “Des Teufels Werkstatt”, en alemán, de 1983, por Adolf Burger.
Ambas obras, han sido traducidas al inglés; y también se han publicado varias historias sobre la operación.
“Nur durch Überleben können wir sie besiegen”
(Sólo sobreviviendo, podemos derrotarlos)
Die Fälscher es un drama bélico austriaco, del año 2007, escrito y dirigido por Stefan Ruzowitzky.
Protagonizado por Karl Markovics, August Diehl, Devid Striesow, Martin Brambach, August Zirner, Veit Stübner, Sebastian Urzendowsky, Andreas Schmidt, entre otros.
El guión está basado en una memoria en checo:
“Komando padělatelů” o “The Devil's Workshop: A Memoir of The Nazi Counterfeiting Operation” (1983) escrita por Adolfo Burger, un tipógrafo judío eslovaco, que fue encarcelado por falsificar certificados bautismales para salvar a judíos de la deportación, y más tarde, internado en Sachsenhausen para trabajar en La Operación Bernhard.
El director Stefan Ruzowitzky, consultó estrechamente con Burger en casi cada etapa de la escritura y producción; tanto que Burger revisó todos los borradores del guión; por lo que Die Fälscher se basa en un hecho real, y trata de la fabricación de dinero falso en la Alemania Nazi durante La Segunda Guerra Mundial, lo que se llamó “Operación Bernhard”, un plan secreto ideado por los nazis, para desestabilizar la economía del Reino Unido, inundando el país con moneda falsificada del Banco de Inglaterra.
Los manuscritos de Burger, fueron escritos en una mezcla de checo y eslovaco, y ajustados por editores para su publicación en checo estándar.
Las versiones de sus memorias, fueron reeditadas y republicadas varias veces en una variedad de idiomas, incluyendo alemán, húngaro, persa y eslovaco; y bajo títulos modificados.
Primeramente, sus experiencias como falsificador de moneda trabajando en un proyecto secreto nazi, en un Campo de Concentración alemán, se hicieron públicas por primera vez en 1945, bajo el título “Número 64401 Habla” o “Číslo 64401 mluví” escrito por Sylva y Oskar Krejčí, que basó su libro en Burger, al narrar recuerdos, e incluyó las fotografías de los ex prisioneros que pudo tomar inmediatamente después de la liberación.
Burger comenzó a reescribir sus propias memorias en los años 70, y explicó su motivación así:
“Cuando fui liberado por los EEUU, me fui a casa muy calmadamente, nunca tuve un mal sueño.
Durante años permanecí en silencio, no quería hablar de esto más.
Fue sólo cuando los neonazis comenzaron con sus mentiras acerca de Auschwitz que comencé a escribir”
La edición en inglés del libro, fue publicada en febrero de 2009.
De hecho, Adolf Burger visitó Londres para su lanzamiento, con eventos en el Cine Fénix de East Finchley, y en la Semana del Libro Judío, y visitó el Banco de Inglaterra, el martes 24 de febrero, reuniéndose con el Jefe Cajero, Andrew Bailey.
Le dieron un recorrido por el banco y el museo, y le presentaron uno de los billetes que había forjado en El Campo de Concentración, hace más de 60 años.
En Die Fälscher, Adolf Burger es interpretado por el actor alemán August Diehl; y es uno de los 2 únicos personajes prisioneros de la película, que tiene un nombre histórico auténtico, y no es sintetizado de varios prisioneros de la vida real involucrados en La Operación Bernhard; el otro, es el cantante de ópera, Isaak Plappler, que vivía todavía cuando la película fue producida.
El guionista y director Stefan Ruzowitzky, adaptó el libro en coproducción austriaca-alemana, siendo la primera película austríaca que obtuvo un Premio Oscar en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera.
Sin embargo, la película fue muy criticada, como convencional y artísticamente inferior a la aclamada película rumana, ganadora de La Palme d'Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, “4 luni, 3 săptămâni și 2 zile” (4 Meses, 3 Semanas y 2 Días) de Cristian Mungiu, que ni siquiera fue nominada.
Este espectacular desaire, provocó un intenso escrutinio de la prensa internacional, y el ridículo de los premios de La Academia por parte de la comunidad cinematográfica.
Eventualmente, esto inspiró reformas en el proceso de selección a La Mejor Película en Lengua Extranjera.
Tal vez, una temática tan favorita de los estadounidenses, como es la de Los Campos de Concentración en los que se ve a un montón de judíos pasarlo mal, pues ha logrado ganarse el favor de los académicos.
La concesión del premio, es sin duda discutible, pero el director austríaco, Stefan Ruzowitzky, consigue aportar con esta película, una visión necesaria más, a las ya numerosas películas que han tratado el tema del Holocausto.
Recordemos que en Austria, partidos de extrema derecha cercanos a la ideología nazi, continúan obteniendo un número inaceptable de votos, y formando parte del gobierno.
Así pues, en una introducción al borde del mar, con sonidos de bandoneón, Ruzowitzky nos presenta a un protagonista lacónico y solitario, que disfruta de un hotel de lujo de Montecarlo.
Esta aparición en soledad, y la primera parquedad en palabras del personaje, contrasta con su actitud dicharachera tras un “flashback” que le conecta con el Berlín de 1936.
Salomon “Sally” Sorowitsch (Karl Markovics), el rey de los falsificadores de moneda, es un judío sin escrúpulos que cree que “la manera más rápida de ganar dinero, es fabricar dinero”, y no le preocupa en absoluto lo que está sucediendo a su alrededor, ni siquiera la situación de los judíos; hasta que es detenido e internado por el comisario de la SS, Friedrich Herzog (Devid Striesow) en un Campo de Concentración de Sachsenhausen.
Tras unos meses en los que Sorowitsch se las ingenia para sobrevivir realizando trabajos para los guardianes alemanes, será reclutado junto con otros expertos en la falsificación de documentos, para una misión secreta:
Fabricar libras esterlinas y dólares estadounidenses.
A cambio, sus condiciones de vida son mejores que las de los demás prisioneros.
Sin embargo, esta situación les plantea a algunos, un grave dilema moral:
Cooperar con sus verdugos, equivale prolongar la guerra, y facilitar la victoria de la Alemania nazi.
Bajo la atenta supervisión de Herzog, Sorowitsch y sus compañeros, tendrán el objetivo de lograr falsificaciones perfectas de las libras esterlinas británicas, que los nazis planean usar para colapsar la economía británica.
Los éxitos de Sorowitsch, con la falsificación de la libra, toparán, no obstante, con la oposición de uno de los miembros del equipo de falsificadores judíos:
Adolf Burger (August Diehl), quien se opone a colaborar con los nazis, e intenta sabotear la fabricación de moneda falsa por todos los medios.
El relato asume la forma de un “thriller”, por cuanto los prisioneros sabían que estaban permanentemente amenazados de muerte si no cumplían satisfactoriamente con su cometido.
Eso hace crisis, cuando en un momento dado se produce una disensión dentro del grupo:
Adolf Burger, uno de sus miembros que se ocupa de la tipografía, y había perdido a su esposa en Auschwitz, decide no seguir adelante con esta operación para no ser un lacayo de los nazis, al servicio de una causa que los beneficia.
La tensión adquiere mayor relevancia, cuando Sorowitsch recibe la orden de falsificar dólares estadounidenses, y Burger se opone.
¿Cómo es posible sabotear la operación, cuando eso significará una muerte segura?
Esos son los 2 ámbitos en los que se mueve Die Fälscher:
Por un lado, la intriga sobre si la operación, en la mejor tradición del cine de atracos, robos y estafas, será un éxito; y por otro, las connotaciones que ello tiene en unos personajes sumidos en la contradicción por disfrutar de un conjunto de comodidades inimaginables para el resto de los presos, y estar ayudando a que sus verdugos ganen la guerra, lo que inevitablemente, y de todos modos, significará su fin.
En ambos terrenos, se va desarrollando una narración que consigue transmitir la impresión de estar viviendo al borde de la pesadilla, una pesadilla que termina irrumpiendo en la parte final del metraje, en un plano verdaderamente sobresaliente, en el que la distancia entre esos 2 ámbitos desaparece, más o menos de la misma manera en que se disuelve la ficción de la jaula de oro en la que han vivido sus protagonistas.
En Die Fälscher hay escenas violentas y duras, pero bien tratadas, no cae en la provocación del espectador con violencia gratuita, ni con abundantes escenas que degraden a los personajes, si bien alguna hay, pero la mayor dureza recae en la lectura que podemos hacer de esta película, y que es aplicable a cualquier guerra, y a cualquier situación espacio-temporal, que no es otra sino la búsqueda de la satisfacción personal, la supervivencia y el éxito de uno mismo, sin mirar a quién podemos perjudicar, y a quién podemos estar pisando el cuello.
Una película que hace plantear a nuestro protagonista, si su bien personal está por encima del bien de los demás, o si su conciencia social debería salir a flote.
Más que centrarse en la tragedia del Holocausto, Die Fälscher tiene como eje central, el gran conflicto moral expuesto, al contraponer la actitud pragmática de Sorowitsch, con el idealismo de Burger, sabiendo que con su conducta está alentando una causa innoble.
Tácitamente plantea a su público, sobre qué es lo que haría en un caso semejante.
Obviamente, no existe una fácil respuesta para esta situación, por cuanto solo puede saberlo aquél que haya atravesado por una experiencia similar.
En todo caso, no es difícil comprender, que el instinto natural de supervivencia pueda ser más fuerte que asumir el carácter de mártir para bien de la humanidad.
Die Fälscher narra un hecho histórico bastante curioso, como fue la falsificación de moneda aliada, bajo la supervisión de Las SS, y con mano de obra esclava.
No es la típica película que narra los hechos que les ocurrieron a millones de personas, es una película que narra los hechos que les ocurrieron a unos pocos, pero que al fin y al cabo, supuso su Holocausto.
¿Qué estaría dispuesto a hacer uno por sobrevivir, aunque sólo fuese un día más?
¿Hasta qué punto se puede congeniar el instinto del “sálvese quien pueda” con la lealtad a un grupo, a una comunidad?
¿Qué vigencia tienen las distinciones entre la “gente de bien” y los criminales, cuando el entorno degrada a todos?
“Es braucht einen klugen Mann, um Geld zu verdienen, und es braucht ein Genie, um am Leben zu bleiben”
(Se necesita un hombre listo para ganar dinero, y se necesita un genio para mantenerse con vida)
Die Fälscher es mucho más interesante de lo que aparenta a primera vista, pese a que no es tan original, ni hace un gran despliegue de producción, como podría suponerse, tratándose de una obra ubicada dentro del ultra competitivo espacio del cine sobre El Holocausto.
Por otra parte, siendo una producción austro-alemana, representa un nuevo ejemplo de exploración de los horrores que ambas naciones produjeron durante el periodo del nazismo; en este caso, desde un ángulo más matizado de este fenómeno histórico.
Y narra una historia basada en hechos reales, la de un grupo de judíos que salvaron sus vidas en Los Campos de Concentración alemanes, trabajando para los nazis en una importante operación de falsificación de varias monedas, con la que se trató de hundir la economía de varios países.
Con este dinero falso, pretendían inundar las economías de los países enemigos, y llenar sus propias arcas, exhaustas por la guerra.
La operación estuvo a cargo del Coronel de Las SS, Bernhard Krüger; y el cuartel general de La Operación Bernhard, estaba ubicado en 2 barracones completamente aislados del resto dentro del Campo de Concentración de Sachsenhausen, en las afueras de Berlín.
Estos barracones, se transformaron en perfectos talleres de falsificación, gracias a imprentas que contaban con la tecnología más moderna de la época, se realizaron falsificaciones casi perfectas de billetes de 5, 10, 20 y 50 libras esterlinas.
Los 142 trabajadores, todos judíos, eran prisioneros reclutados en diferentes Campos de Concentración; a los que se les permitieron ciertos privilegios:
Comidas regulares, sábanas, ropa nueva, zapatos de piel, libros y juegos, cigarrillos, descansos dominicales…
Sabían que serían asesinados al acabar la operación:
“Éramos hombres muertos de vacaciones”, por lo que ralentizaban el ritmo de trabajo todo lo que podían, y llegaron a simular fallos técnicos.
Con el tiempo fue cada vez más evidente que era necesario contar con un falsificador profesional en el equipo, por lo que Krüger recluta en 1944, a su viejo conocido, Salomon Sorowitsch, quien acaba dirigiendo al grupo de artistas, copistas, impresores y falsificadores.
En febrero de 1945, por orden del Alto Mando del Reich, la imprenta fue desmantelada, y trasladada a un subcampo de Mauthausen, donde el equipo de falsificadores sería asesinado, sin embargo, lograron sobrevivir, gracias a la sublevación del campo.
Lo que quedaba del dinero falsificado y las planchas, acabaron en las profundidades el lago Toplitz, pero muchos billetes continuaron en circulación después de la guerra, lo que obligó al banco de Inglaterra, a retirar de la circulación todos los billetes de más de 5 libras durante varios años.
La situación de los personajes en Die Fälscher, les plantea un dilema moral enorme:
Traicionarse a sí mismos como personas ayudando al enemigo, o ser consecuentes y enfrentarse a una muerte segura.
La galería de personajes que aparecen en la historia, ofrece un amplio abanico de comportamientos frente al problema, y la película los muestra con sensibilidad y sutileza, donde pequeños matices los que diferencian unas actitudes de otras.
Y aunque la historia gira alrededor de un personaje, al final todos acaban teniendo una gran importancia, llegando a una última parte, la mejor, donde se viven los momentos más duros, y a la vez emotivos.
Precisamente, el personaje central, es probablemente el más fascinante de todos:
Salomon, cuyo comportamiento se basa siempre en el más puro egoísmo, incluso cuando se trata de salvar la vida a algún compañero, no lo hace por motivos altruistas, siempre esconde un motivo, sea éste justificado o no.
Sirva como ejemplo, el final del film, en el que se dedica a gastar todo el dinero jugando, movido por los remordimientos de haber conseguido ese dinero a costa de vidas.
Y sin embargo, inmediatamente después, mientras baila con una mujer que está con él, exclusivamente por su dinero, y afirma que hará más dinero, ya que es lo único que sabe hacer perfectamente.
Dicho personaje, choca en la película con otros más típicos, como el de cierto compañero que se niega a falsificar dólares, porque no quiere trabajar para los nazis:
Burger, es mucho más tópico, y también un poco inútil, ya que lo que parece ser un interesante conflicto en el desarrollo de la trama, se convierte en nada cuando nuestro protagonista mete mano, y lo realiza todo él.
Así pues, la película no versa sobre las penurias de los judíos sometidos a la maldad de los malvados, valga la redundancia, nazis.
Aquí no hay buenos ni malos, en la típica tradición del género.
Aquí ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos.
Al igual que la vida, no todo es blanco o negro, sino que hay una clara gama de grises con sus matices.
O sea, Die Fälscher hace una defensa del pragmatismo político, centrado en este caso, en la defensa y protección de la vida, por oposición al idealismo y a su frecuente contraparte, el dogmatismo político; siempre en el marco histórico concreto del Holocausto.
El conflicto principal opuso a Sorowitsch, quien defendía la supervivencia a toda costa, y protegía la vida de los prisioneros; contra el operario comunista, Burger, quien planteaba un irreal sabotaje y, en la práctica, la autoinmolación del grupo.
En el contexto de la guerra, se preferiría la posición principista de Burger; pero desde el punto de vista de quienes estaban internados en el campo de exterminio, más eficaz resultaba la estrategia de Sorowitsch, quien gozaba del apoyo mayoritario, y de Herzog, por lo que se negaba a delatar a su opositor.
De otro lado, la tensión entre estos 2 puntos de vista, retrasó la aplicación del plan nazi en su última etapa.
Lo interesante, sin embargo, es que al final, cuando son liberados tras la derrota nazi, aquella mayoría que se oponía a Burger, se voltea y lo presenta como el “héroe” que frenó el plan; Sorowitsch, en cambio, pasará al olvido, y sus esfuerzos y liderazgo, no exento de riesgos y con igual dosis de heroísmo, pasa desapercibido.
Este planteamiento ético, es sin duda la parte más polémica del filme.
El segundo gran punto, es que reúne un repertorio de percepciones y actitudes al interior del grupo de prisioneros judíos, con respecto al gobierno nazi.
Así, tenemos el ex funcionario bancario que repudia al falsificador, y se esfuerza por mostrarse ante sus guardianes, como una persona honesta, respetable y cumplidora de sus deberes ciudadanos.
Tenemos a los más débiles, como el joven artista ruso Karloff/Kolya (Sebastian Urzendowsky) que Sorowitsch auxilia, y con quien comparte aficiones artísticas.
A ellos deben sumarse la mentalidad pragmática de la mayoría, liderada por el protagonista, y el tipo idealista encarnado por Burger.
Todos estos temperamentos y tensiones internas, afloraban ante las humillaciones, abusos y crímenes que, pese a todo, cometían sus carceleros.
Entre estos, la cinta muestra 2 tipos:
El SS típico, sádico e indiferente al dolor humano, Holst (Martin Brambach), y el funcionario políticamente oportunista, que consciente del desastre que se aproxima a Alemania, utiliza y “protege” a medias e interesadamente a los judíos para que le fabriquen dinero, Herzog; quién también será “capaz de todo” para sobrevivir.
Mediante este personaje, el director ha querido incluir a aquellos que supuestamente “miraron al costado” y/o dijeron no participar en El Holocausto, al “meterlos” al interior, y encabezando de un Campo de Concentración.
La misma visión de los campos es compleja, ya que al inicio vemos cómo un prisionero es maltratado por un “Kapo”, es decir, un guardián judío; que muchas veces era más cruel que los propios nazis.
Recordemos también que Sally, antes de ser detenido, criticaba a los judíos por no “asimilarse”; y, ya en el campo, se adecuaba a las exigencias de sus carceleros, primero como pintor de escenas propagandísticas de los alemanes y, luego, aceptando el encargo de Herzog en Sachsenhausen, y ganándose el calificativo de “pequeña puta” por Burger.
Por otro lado, Herzog mismo confesó a Sorowitsch, que él había sido comunista, pero luego comprendió que debía “mirar por sí mismo”, antes que por otros, y estar siempre con los “de arriba”; magistral, en esta línea, es la breve escena con la esposa del jefe del campo.
Como vemos, el filme transcurre mayormente en la zona de grises, que podrían ser mucho más oscuros que el polo correspondiente al blanco y negro.
No es difícil entender su éxito para el gran público.
La exposición del totalitarismo nazi, siempre provoca simpatía con los personajes víctimas, y antipatía con las actitudes despóticas, y más con trazos de caricatura.
Técnicamente, la historia cuenta con un personaje principal sin demasiada profundización, pero con suficiente carisma; algunas escenas poseen cierto efecto emocional, sea con actos repugnantes, como la ducha urinaria por parte del cafre nazi, o con básicos y banales contrastes de situación vital con algún montaje a saltos; los seguimientos cercanos a los personajes en planos cortos, con cámara al hombro, busca la involucración de lleno en los sucesos, aunque en ocasiones bordee alguna perspectiva gratuita; y algún pasaje que otro contiene pretensiones líricas en planos generales, que eso de la poética siempre viste bastante.
Y sobre todo, buen ritmo, a lo que contribuye la ajustada duración de la película, poco más de hora y media, un milagro en los tiempos que corremos.
Gran parte de la película, está rodada cámara en mano, y con colores difuminados, la intención del director al utilizar estas técnicas, es “presentar la historia como una historia moderna, o una historia que podría afectar nuestras vidas, la idea principal era darle una estética contemporánea”
Con el fin de acentuar el problema moral, Ruzowitzky juega con la historia, exagerando las posibilidades reales de sabotear la operación; conflicto que existió realmente,
Burger y otros, estaban de acuerdo en realizar algún tipo de sabotaje, pero eran plenamente conscientes de que no podían confiar en Salomon, ya que su perfeccionismo y su orgullo, no le permitirían realizar un trabajo que no fuera perfecto.
A pesar de ciertas “licencias”, la película es contundente, y está marcada por la extraordinaria actuación de Karl Markovics en el papel de Sorowitsch, quien realiza un personaje ciertamente incómodo, y nada complaciente con el espectador.
Markovics en el rol central, ha logrado una acertada composición, al caracterizar a un hombre con un rostro banal, nada carismático, ni físicamente atractivo, y que a pesar de no ganar en principio la simpatía del espectador, demuestra a la postre, poseer ciertos valores que otorgan integridad a su persona.
Sorowitsch, es un tipo que no destaca precisamente por ser una buena persona, pero que se verá arrastrado a llevar a cabo una heroicidad.
Esto es lo que la película quiere contar, y es algo que podría ser muy interesante psicológicamente.
Sin embargo, no se puede decir que lo logre del todo.
El retrato del personaje vividor que, a pesar de todo, se preocupa por los demás, más que hallar el equilibrio entre virtudes y defectos que se aleje del maniqueísmo, lo que hace es presentar a una persona indefinida, que actúa de maneras diferentes, según lo que el guión requiera en cada momento.
Tan pronto es indiferente a todo, como de repente planta cara por los más jóvenes para no parecer un cobarde, y se vuelve paternalista.
Incluso dentro de un personaje polifacético, tiene que haber una cohesión.
Cuando llega ese final heroico, parece que todo le viene hecho, y que le hubiese salido así por casualidad.
Tan poco claras han quedado sus acciones, que la heroica intervención de los protagonistas tiene que transmitirse a los espectadores a través de un letrero final.
Estos carteles se suelen utilizar para añadir más información de la ya mostrada, no para aclarar lo que no se ha contado bien.
Otro personaje que gustó, fue el del SS Sturmbannführer, Herzog, como el típico trepa que se aprovecha de las circunstancias, la pena es que no le hicieran terminar como ocurrió con el personaje histórico en el que está basado:
Bernhard Krüger.
Por otro lado, ese mensaje individualista que hace creer que uno se puede salvar a sí mismo, gracias a sus habilidades, se llama “teoría de la evolución”
Este hombre se salvó gracias a sus habilidades, es la realidad.
Los más aptos sobreviven, o al menos tienen más posibilidades, y lo suyo fue una mezcla de aptitudes y buena suerte.
En cualquier caso, no creo que eso implique que la película transmita el mensaje de que, los demás murieron por no ser tan listos.
Sería como pasarle la culpa del Genocidio a ellos, y creo que queda bien claro, quiénes son los únicos culpables.
¿Que él sobrevivió gracias a una combinación de buena suerte y astucia?
Perfecto, si no fuera así, estaríamos viendo otra película, o peor aún, una que ya ha sido rodaba docenas de veces, la del Holocausto Judío.
Por otra parte, la realidad de Los Campos de Concentración, demuestra que los prisioneros de los que los nazis podían extraer beneficios, tenían muchas más probabilidades de sobrevivir que los demás.
Su supervivencia no dependía de su actitud o de su falta de principios...
Lo único que molestó, es que el final, se da a entender que fueron liberados en Sachsenhausen, y no incluye los sucesos posteriores de Ebensee; además de otros errores de hecho:
Mientras Sally y Kolya son transportados en un tren en movimiento, un guardia alemán les está trayendo comida.
En la jerarquía del campamento, los guardias alemanes, rara vez interactuaban con los prisioneros, en su lugar, otros prisioneros realizaban las tareas domésticas de servir alimentos.
Los presos, rara vez se alimentaban durante el transporte, ya que estos vagones de ganado, no estaban interconectados, y lo más probable es que eran bloqueados desde el exterior.
Cada vez más, películas, pinturas y otros medios de comunicación, han utilizado el brazo tatuado como un “símbolo” de los campos o incluso el propio Holocausto, a pesar del error histórico.
Hubo 2 series:
A hasta 20.000, desde el 30 de julio de 1944; y la serie B, comenzando poco después.
Los seleccionados para las cámaras de gas, después de llegar, no estaban incluidos.
Estos números estaban destinados a ser utilizados como un marcador de identificación en el momento de la muerte del preso.
Por otra parte, desde el comienzo hasta el final, se ven los prisioneros de Sachsenhausen por doquier.
Pero hay algo extraño, todos son judíos.
Me parece desde siempre una aberración que se le denomine Holocausto judío y ello se refleje en esta película.
En Sachsenhausen, había multitud de gitanos y homosexuales de diversas partes del mundo, pero no se ven.
Además, en Sachsenhausen no había cámaras de gas ni crematorios.
Y en la película hay una escena en la que sus protagonistas observan el humo de uno.
Die Fälscher no es maniquea, ni abusa de sentimentalismos baratos con un tema en el que sería fácil caer en la blandenguería.
Ruzowitzky cuenta con la cultura del espectador, no tratándolo como tonto, y le bastan un par de secuencias para remover conciencias, resultando emotivo, como la escena en la que el resto de los presos comprueban lo bien tratados que han sido sus compañeros, y se paralizan al tocar unas simples sábanas.
Pero incluso en este sentido, el mensaje que se da, es muy cuestionable, pues, presenta a los nazis como personas capaces de apreciar el arte, probablemente lo serían algunos de ellos, ¿por qué no?
Entre las secuencias notables están:
Los prisioneros escuchando tiros al otro lado del muro.
La esposa de Herzog, diciendo una serie de tonterías, creyéndose muy informada de todo.
La escena en que el grupo de falsificadores es descubierto por los otros prisioneros del campo...
Por último, excepto por la adaptación musical, obra de Marius Ruhland, la banda sonora consiste en tangos clásicos, grabados décadas antes por el intérprete de armónica argentino, Víctor Hugo Díaz, dotado de sensibilidad y talento excepcional, fue notable su capacidad de improvisación y de incorporar efectos percusivos en la ejecución de su instrumento, que aumentaron sus posibilidades expresivas en los tangos:
“Volver”, “Mano a mano”, “Amores de estudiante”… y la maravillosa voz de Erna Berger en “Mein Herr Marquis” o de Felicie Hüni-Mihacsek en “Frühlingsstimmen”, así como otras grabaciones de ópera de los años 30 y 40.
Sin embargo, rescatar que el tango posee algo de tristeza, de alegría, de melancolía muy apropiada para Die Fälscher.
“Ein Genie-Künstler, der von den Nazis zur Arbeit gebracht wird”
(Un genio artista de la estafa puesto a trabajar por los nazis)
El traslado de la maquinaria de falsificación y el dinero remanente, desde Sachsenhausen, fue laborioso y duró deliberadamente varios meses.
Las instalaciones fueron ubicadas en unas cuevas convenientemente preparadas, y en abril de 1945, ya estaban en condiciones de continuar la operación.
Sin embargo, el avance aliado cercó la región, y Krüger tuvo que tomar la triste decisión de destruir las instalaciones por orden de Himmler.
Las prensas, troqueles y planchas, fueron lanzados a lo más hondo del lago de Toplitz, se quemó el papel no impreso, junto a los archivos, pero el dinero impreso y listo, fue embalado y cargado en unos camiones.
Los 140 especialistas, fueron llevados al campo de Ebensee, en Austria.
Krüger prometió, que no serían exterminados y serían liberados; pero aclaró que eso al final no dependía de él.
Krüger tomó la mayor cantidad de dinero y documentos falsos, y se fugó a Suiza con una dama con la que tenía relaciones amorosas.
Solo se supo de su paradero, cuando fue detenido por los ingleses.
Los billetes empacados y puestos en camiones, despertaron la codicia de los pelotones SS, y resolvieron apoderarse de ellos, y enterrarlos para su posterior recuperación.
Muchos de esos camiones, desaparecieron, otros al ser cercados por fuerzas aliadas, fueron arrojados a un río donde las cajas abiertas provocaron que la corriente esparciera su contenido por todas las localidades por las que pasaba el río, para gozo de entusiastas pescadores.
Otros camiones fueron entregados directamente a los estadounidenses.
Al regresar al lugar de residencia de su madre en Poprad, Adolf Burger descubrió que, aunque estaba exenta de deportación por la ley eslovaca, ella y su padrastro cristiano, sólo habían sido deportados y asesinados meses antes.
La aplicación de la ley, cambió cuando el ejército alemán tomó el control de su país, después del levantamiento fallido de 1944.
Luego, Burger se instaló en Praga, donde reconfirmó su pertenencia al Partido Comunista, al que se unió en 1933, fue nombrado director de un consorcio de imprentas, volvió a casarse, y tuvo 3 hijos.
Fue acosado por la policía secreta durante las purgas comunistas de principios de los años 1950; y más tarde trabajó en un astillero, dirigió un departamento en los servicios municipales de Praga, y se convirtió en director de los taxis patrocinados por la ciudad.
Recogió sus recuerdos en “Komando padělatelů” o “The Devil's Workshop: A Memoir of The Nazi Counterfeiting Operation” (1983), e hizo suya la misión de divulgar los recuerdos de sus experiencias, y de esa época en concreto.
Posteriormente, continuó viajando incansable, dando conferencias y charlas en escuelas, para contar su vida a los más jóvenes, y relatar lo que ocurrió realmente en esa época.
Todas las pistas del experto falsificador, Smolianoff, se perdieron tras su liberación.
Se dice que se desplazó hasta Montecarlo, poco después del final de la guerra, y que perdió una gran cantidad de dinero en El Casino.
Pronto estaría en las listas internacionales de los más buscados como falsificador, pero también se cree que falsificó documentos de emigración para judíos que intentaban ir a Palestina.
Smolianoff murió en Argentina, en la década de 1960; y se cree que pasó sus últimos años viviendo del “redescubrimiento” de obras de los Viejos Maestros...
Si finalmente los nazis hubieran conseguido inundar Gran Bretaña con el dinero falso, podrían haber socavado la confianza en la moneda, y paralizado la economía británica.
Gran parte del botín, había sido saqueado por oficiales nazis para su propio enriquecimiento, e irónicamente, una parte del dinero acabo en manos de la resistencia judía, que lo utilizó para trasladar en secreto, refugiados judíos a Palestina.
Algunos expertos creen, que las libras falsas “reales”, fueron frustradas por nada más que, por cortesía común.
Los británicos honestos, tomaron los billetes arrojados al aire que encontraron de la calle, y los entregaron a la policía, evitando un desastre financiero.
Como dato, Burger conservó en su casa, un retrato dibujado al carboncillo.
Es un retrato realizado por Smolianoff, en 1944; en su momento, Burger le preguntó:
“¿Por qué?”, a lo que Smolianoff le respondió:
“Nunca se sabe”
Burger falleció en el año 2016, a la edad de 99 años.
Después de la guerra, El Mayor Krüger fue detenido por los británicos; y luego entregado a los franceses, alegando siempre:
“Ellos me pidieron que falsificara documentos, pero me negué”
Fue liberado en 1948, sin cargo alguno, y retornó a Alemania.
A principio de la década de los 50, se presentó ante una corte de desnazificación, donde ex prisioneros que estuvieron bajo su mando en Sachsenhausen, proporcionaron declaraciones a su favor, indicando que sus acciones, mientras dirigía el campo, les evitaron ser llevados a las cámaras de gas.
Y muy curiosamente, Krüger trabajó para la compañía que había producido el papel especial para las falsificaciones de La Operación Bernhard.
Murió en 1989, a los 85 años.
Un espía alemán, fue además capturado en Edimburgo, portando una impresionante cantidad de billetes falsos.
Sólo entonces, El Banco de Inglaterra pudo dimensionar el alcance que había logrado el plan de falsificación alemán, y tuvo que cambiar todo el circulante por una nueva serie de billetes con nuevos diseños, para así impedir el descrédito del circulante inglés.
Los 140 especialistas conducidos a Ebensee, se salvaron de ser asesinados en cámaras de gas; en parte porque el comandante de dicho campo, no acató la orden de hacer volar el campo, y por una petición especial de Krüger, luego fueron liberados, tal como se les había prometido, y se dispersaron.
Los aliados dieron con Oscar Skala, un polaco que era contador de Krüger, y éste proporcionó información a los investigadores acerca de La Operación.
Con la ocupación soviética de Alemania Oriental, entre agosto de 1945 y la primavera de 1950, El Campo de Concentración de Sachsenhausen, fue transformado en un campo especial del NKVD, donde se recluyó a unos 60.000 presos políticos, así como militares y funcionarios del Tercer Reich; 12.500 de ellos murieron, en su mayoría de malnutrición y enfermedad.
El lago Toplitz, que tiene una longitud aproximada de 2 kilómetros y 103 metros de profundidad, y sus aguas no contienen oxígeno a partir de los 20 metros de profundidad; cantidad de troncos de árboles que fueron arrojados al lago y que no se pudren dificultan el trabajo de los buceadores, haciéndolo muy peligroso; muchos caza-tesoros han probado suerte…
Pero en 1963, tras varios misteriosos accidentes, y la muerte de un joven buceador durante una búsqueda no autorizada, las autoridades austriacas decidieron prohibir el buceo en el lago Toplitz.
Para acabar con las peligrosas expediciones de buceo, y “el mito del oro Nazi” de una vez y para siempre, El Ministerio del Interior austriaco, inició una amplia búsqueda.
Hasta la década de 1980, los buceadores de las fuerzas armadas austriacas, y el equipo de desactivación de minas, recuperaron no sólo más cajas llenas de dinero falso, y planchas de impresión, sino también una cantidad considerable de material bélico de los Nazis.
Debido a las bombas, cohetes, minas, explosivos, y demás armas encontradas en él, el lago pasó a ser conocido como el “Vertedero del Tercer Reich”
Además del contexto histórico en que se ubica, Die Fälscher se relaciona con el dinero y sus múltiples usos, las calificaciones monetarias, la emisión legal, regulaciones, y efectos de la inflación, así como los delitos financieros.
Ejemplos/muestras de las falsificaciones de La Operación Bernhard, han aparecido en subastas, y han sido vendidas a través de distribuidores, por un valor nominal más alto que el £5 original.
También, hay muestras de los billetes en El Museo del Banco Nacional de Bélgica, y El Museo del Banco de Inglaterra.

“Die Geschichte eines Überlebenden, die du noch nie gesehen hast”
(Un cuento de superviviente que nunca has visto antes)



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