Pelle Erobreren

“Det nya landet vi ska göra är väldigt annorlunda”
(Este nuevo país al que vamos es muy diferente)

En Dinamarca, el concepto de felicidad se reduce en una sola palabra:
“Hygge”
Y se refiere nada más y nada menos, que la actitud frente a la vida que toma la gente, la cual consiste en tomarse más tiempo para estar junto a la familia y las personas que se quiere.
En un lugar donde el sol brilla menos de 7 horas durante el apogeo del solsticio de invierno, un nivel de oscuridad que puede aumentar la depresión y los sentimientos tristes, el concepto hace referencia a un escenario acogedor, lleno de amor e indulgencia, lo que puede ayudar a mitigar algunos de los peores efectos psicológicos de la temporada.
Después de todo, las fuertes conexiones sociales y los muchos alimentos indulgentes asociados con “hygge”, como el chocolate, el café y el vino, son impulsores de un buen estado de ánimo.
Tanto que La Encuesta Valores Mundiales y World Database of Happiness, consideraron que los daneses son “la población más feliz y satisfecha del mundo” durante los años 2006 y 2008.
Esto se debe también, entre otras cosas, a su democracia, su igualdad social, su atmósfera pacífica, la solidaridad, y alta calidad de vida.
¿Pero siempre fue así?
El adaptarse a las costumbres de otro país, otro idioma, la explotación por parte de las clases poderosas, muchas veces el rechazo explícito de los habitantes del nuevo país, y la nostalgia por su país de origen, y lo que dejaron allí.
La felicidad, esa búsqueda abstracta que tanto nos quita el sueño…
En nombre de la felicidad, propia, se cometen también las más grandes tristezas.
Algunos creen tenerla, y temen perderla; otros la tienen pero no la ven, otros creen nunca haberla tenido, y hasta juran estar marcados por el destino, algunos quizá nunca la conozcan...
“De trodde att världen skulle bli deras”
(Ellos creían que el mundo sería suyo)
Pelle Erobreren es un drama danés, del año 1987, escrito y dirigido por Bille August.
Protagonizado por Max von Sydow, Pelle Hvenegaard, Astrid Villaume, Lars Simonsen, Erik Paaske, Kristina Tornqvist, Björn Granath, Troels Asmussen, Karen Wegener, Sofie Gråbøl, Buster Larsen, John Wittig, Troels Munk, Nis Bank-Mikkelsen, Lena-Pia Bernhardsson, Anna Lise Hirsch Bjerrum, Thure Lindhardt, entre otros.
El guión se inspira en la novela del mismo nombre de Martin Andersen Nexø, publicada en el año de 1910, en formato de 4 volúmenes, comenzando con:
“Infancia” (1906), “Aprendizaje” (1907), “La Gran Lucha” (1909), y concluyendo con “Día de Descanso” (1910)
La novela sigue al personaje llamado Pelle Karlsson, que emigra a Dinamarca desde Suecia, en 1877 a la edad de 8 años.
A los 18 años, se traslada de Bornholm a Copenhague, y se convierte en un líder en el movimiento obrero en Dinamarca, motivado por las malas condiciones de trabajo.
Martin Andersen Nexø, fue el primer escritor danés importante en representar a la clase obrera en sus escritos, y el primer escritor socialista danés, más tarde comunista; y aquí se basó en muchas de las experiencias en su propia vida.
Mientras se escribe como “una biografía de un personaje ficticio”, Pelle Erobreren informa sobre asuntos sociales económicos e históricos generalizados.
La novela, fue traducida al inglés por Jesse Muir y Bernard Miall, entre 1913 y 1916; y a pesar de esto, no es una novela popular en el mundo angloparlante.
Pelle Erobreren, que se ha traducido como “Pelle, El Conquistador”, se ha comparado a “Les Misérables”
Así las cosas, el guión adaptó sólo la primer parte “Infancia” de la obra de Nexø de 4 volúmenes; y decidió filmar la novela, porque es considerada lectura esencial en Dinamarca, y por deseo de hacer una película épica, donde el principal valor son las relaciones humanas en un entorno hostil, donde todo es pura injusticia.
Podemos ver claramente también, los conceptos de poder, la solidaridad, la mentalidad feudal, el inmovilismo social, la lucha contra la naturaleza, y la naturaleza humana.
Pelle Erobreren es una coproducción sueco-danesa, y la filmación tuvo lugar durante casi 6 meses, con un presupuesto de $4,5 millones, asegurado por los institutos de cine, daneses y suecos, y la convirtió en una de las películas más costosas que se hicieron en los países escandinavos, ganando La Palme d’Or del Festival Internacional de Cine de Cannes, y el Premio Oscar a La Mejor Película de Habla No Inglesa; siendo la 2ª película danesa en ganar el premio de La Academia de Hollywood, tras “Babette's Feast” (1987)
La acción de Pelle Erobreren inicia a finales del siglo XIX, cuando numerosos inmigrantes suecos llegan en barco a la isla danesa de Bornholm, buscando una vida mejor.
Entre ellos están el joven Pelle (Pelle Hvenegaard) y su padre, Lassefar “Lasse” Karlsson (Max von Sydow), que pronto consiguen trabajo en La Granja Stone, pero en condiciones similares a la esclavitud.
El padre, es un hombre avanzada edad, muy débil para proteger a un enérgico Pelle, sin embargo, es una persona humilde y digna, que profesa un gran amor hacia su hijo.
La granja, es un lugar muy duro, capaz de matar todos sus sueños... pero la situación permite que el joven pueda asistir a la escuela después de cumplir con su primordial obligación, que no es otra que cuidar unas vacas.
Las continuas fatigas, son superadas por la ilusión que tiene el niño por vivir, y por viajar a América, donde espera encontrar la solución a todos sus problemas.
El niño simboliza el inconformismo ante una vida infrahumana, y el padre se conforma en su pobreza y es vencido por la vida.
Pero Lasse le dice a su hijo:
“Si lo deseas, puedes conquistar el mundo”
Y Pelle crece, y va descubriendo poco a poco todas las facetas de la vida:
El sexo, el frío invierno, la muerte...
Y cuando contempla, cómo navegan los grandes veleros, entonces sueña con las tierras lejanas que algún día conquistará:
España, América, China...
Pelle Erobreren es un impresionante drama sobre la pobreza y la dignidad humana; sobre la dura historia de un viudo y su hijo, en busca de una vida mejor, resulta ser un relato magistral de principio a fin.
La supervivencia, es la clave de un relato que combina la dureza con la emotividad.
Es posible que le falte grandeza, pero sus resultados van mucho más allá de lo simplemente convencional.
“Ingen kommer att lura mig.
Jag får inte ta det första erbjudandet”
(Nadie me va a engañar.
No debo tomar la primera oferta)
El director, Bille August, elaboró el guión de Pelle Erobreren, a partir sólo del primer volumen, de los 4 con los que cuenta la novela de Martin Andersen; y lo hizo por problemas de presupuesto, y tan pronto como los derechos de adaptación fueron devueltos a Dinamarca desde La República Democrática Alemana.
La apasionante novela de Andersen, ya había hecho que otros directores fijaran en ella su deseo de llevarla a la pantalla:
Carl T. Dreyer, Roman Polanski, o Bo Winderberg, habían intentado adquirir los derechos antes, sin conseguirlo.
El rodaje de Pelle Erobreren se convirtió en un reto climatológico y personal.
En la película, aparecen las 4 estaciones del año, cuyos paisajes son fundamentales para narrar los acontecimientos, y enmarcar los estados de ánimo de los personajes.
Y por otra parte, el protagonista, Pelle, debía crecer físicamente y madurar como un niño que va asimilando poco a poco, el duro aprendizaje de la vida.
August tenía claro, que su esfuerzo debía dirigirse hacia una preparación minuciosa, y sobre todo, a rodearse de los mejores profesionales.
El excelente trabajo del director de fotografía, Roger Persson, hace posible que la naturaleza cobre ante los ojos del protagonista, la importancia que tiene durante su infancia, la de ofrecer un futuro que le invite a partir en busca de un poco de luz.
Es una historia sórdida, de miseria, humillación, injusticia y esclavitud.
Una historia triste, cabizbaja, y desoladora, que deja un sabor amargo.
Un sabor a desconsuelo.
Así es Pelle Erobreren, una película de frentón triste, dramática, que angustia y oprime a cada momento.
Pero sobre todo, August se luce con su equilibrada adaptación, donde logra entender a plenitud, los motivos de unos y otros, los matiza muy sabiamente… y así consigue que veamos una serie de hechos, sin que se nos anime a sentir odio por ningún ser en particular.
Su mayor alegato, apunta contra una sociedad plena, en la que aún hay lugar para toda suerte de agudas contradicciones, y donde se truncan hasta las más pequeñas esperanzas de los seres más modestos.
Estamos en Dinamarca, a finales del siglo XIX:
La que hoy está considerada como “la primera potencia en bienestar ciudadano del mundo”, era entonces una atrasada región agrícola, dejada de la mano del Dios del Antiguo Testamento.
A aquel paisaje lúgubre, llega un campesino de Suecia, donde tampoco ataban los perros con longaniza, precisamente... y su hijo, quienes habrán de atravesar toda clase de penalidades, antes de poder partir hacia la esperanza del Nuevo Mundo.
Son emigrantes, y creen que conseguirán una mejor vida estando lejos de la patria.
O al menos así lo pinta Lassefar:
“Los salarios son tan altos, que los niños pueden jugar todo el día”
Pero la realidad será otra:
No hay empleo para un hombre tan viejo, y un niño tan pequeño.
Ese es el problema:
Un testarudo, y por un poco de amor propio, Lassefar le dice a Pelle, mientras busca trabajo, que “no aceptará lo primero que le ofrezcan”
Pero termina por aceptar lo primero que le ofrecen...
Sin mucho saber, sin mucho pensar, acepta.
Conseguir trabajo en sus condiciones, era imposible.
¡Había que aceptar!
La vida en la granja, se define por la tierra, las estaciones y las personalidades de la gente que vive allí.
Pelle Erobreren, tiene un comienzo lleno de esperanzas y sueños, y estos están depositados en la emigración; tanto que la película comienza con una emigración, y termina con otra, describiendo un círculo vital que en realidad nunca tiene salida.
Una vez instalados, padre e hijo se enterarían de lo que el trayecto a la hacienda calló:
Serán mano de obra, obreros, o si se le quiere, trabajadores de la casona.
Se preocuparan, entre otras cosas, de cuidar al ganado.
Y siendo así, qué mejor que vivan con las vacas en el establo.
Qué mejor…
Todo el día, toda la noche, junto al mugir ocasional de una que otra mal portada:
Dormir entre paja, moscas, vacas y gallinas.
En esas condiciones se pasa a ser una bestia más.
Fuera del establo, la situación no es muy distinta:
Un capataz cabrón y despiadado, embrutecido por el poder, y un patrón inhumano que hace lo que quiere, harán de la vida de los trabajadores un infierno congelado por la nieve.
Harán que Lassefar se vuelva un viejo resignado y pusilánime.
Y de Pelle, un niño frustrado:
Se dio cuenta que en Dinamarca, los niños no juegan, y los salarios son casi simbólicos.
Empleados como criados en la granja de un despótico terrateniente, el tiempo transcurre, y el niño descubre poco a poco, a veces por sí mismo, y otras guiado por su progenitor, los valores, pasiones y conflictos morales que conforman la complejidad del ser humano.
Pelle, aún es niño, pero está muy consciente de lo que pasa; y ve el semblante cansado de su padre, ve su cuerpo fatigado, y lee en sus ojos, la más absoluta desesperanza.
Él ya perdió la batalla, sin embargo, le hará ver que, para Pelle, no todo está perdido:
“Tú eres muy joven Pelle.
Aún puedes conquistar el mundo”
Erik (Björn Granath), es un trabajador de la granja, y le cuenta al chico de sus sueños, de viajar por el mundo, y ser un hombre libre, por lo que lo invita a partir dentro de 2 años.
Al chico le agrada ese hombre que tiene sueños… y no le gusta la actitud sumisa y temerosa de su padre ante sus patrones, ante la vida.
Mientras tanto, Pelle observa las penurias de los otros seres humanos que viven en la granja:
Los engaños del dueño con su mujer, el amorío entre el hijo del capataz y una trabajadora, como arrojan al bebé al río, la culpa, la muerte, la religión atemorizadora y supersticiosa, la autoridad arbitraria y desmedida del pastor y del capataz.
También soporta los abusos en carne propia:
De sus compañeros de escuela, de su profesor, y casi muere ahogado en las gélidas aguas del océano, para ser aceptado entre sus pares.
Debe oír las burlas acerca de su padre, un mantenido de la señora Olsen (Karen Wegener), una supuesta viuda a la que merodea para tener mayores comodidades.
El sueño de escapar y cruzar el mar, se ha tatuado desde ese momento en Pelle, y para siempre en su corazón.
Sólo hace falta resistir, aguantar hasta que el hielo de las aguas congeladas que impide la fuga, se derrita.
Al padre, le interesa su bienestar, y solo cuando se emborracha, insinúa que lo protegerá.
Por lo que Pelle habla con Erik, ahora retardado luego de un golpe en la cabeza, y le dice que se irán de ese lugar horrible, donde sus compañeros de colegio han tratado de matarlo; pero Erik mira hacia afuera… con la mirada ya perdida.
Cuando la mujer del dueño le ofrece a Pelle un empleo con buena paga, el padre se alegra, porque ve que no tendrá que trabajar más, pero Pelle no quiere ser el “ayudante” de ese lugar, y deja a Lasse atrás, empequeñecido en medio del paisaje nevado, con un simple y frío:
“Adiós y gracias papá”
Le agradece su ayuda hasta ese momento, y se aleja con su morral al hombro, hasta llegar a la orilla del mar… para iniciar su propia “conquista del mundo”
¿Lo logrará?
Nunca lo sabremos… y eso es lo desolador.
Lo que logra Pelle Erobreren, es generar una empatía casi inmediata hacia Pelle y su padre; porque por breves instantes, uno cree que habrá atisbos de esperanza.
Atisbos de un porvenir justo y honorable para ellos; y logra transmitir un poderoso mensaje de denuncia universal.
La realidad que viven los emigrantes, debido en parte a la xenofobia, en parte al oportunismo de la gente; oportunismo de ver a un desamparado que no conoce bien el idioma, no tiene techo para quedarse, ni el suficiente dinero para sobrevivir.
Se piensa que, basta con darles un trabajo que les cubra lo mínimo necesario para mantenerlos vivos en las mínimas condiciones posibles de dignidad, será suficiente.
Sin ningún género de dudas, podemos afirmar que el largometraje de August, constituye una sólida recreación de las condiciones de vida de la mayor parte del campesinado europeo del siglo XIX.
Nos trasladamos a un período histórico, en el que los legisladores del continente, apenas habían establecido unas incipientes mejoras en las condiciones de trabajo de los obreros.
Era patente la pervivencia de algunos comportamientos derivados de la estratificación social, y heredados de los siglos anteriores, como los abusos que los grandes propietarios infringían a la mano de obra que cultivaba los campos y cuidaba del ganado ajeno.
El desarrollo industrial, que a la postre transformó profundamente el código de valores de las sociedades europeas, no había desterrado aún tales manifestaciones de exclusión social.
El director, parece beber de la historiografía marxista, y estar bajo el influjo de las narraciones de Charles Dickens, en la medida en que retrata los abusos de poder de los hacendados, así como los sueños y aspiraciones de los niños sumidos en la penuria; pues Pelle es víctima del hambre, de la crueldad y de los aires helados del invierno.
Técnicamente, desde su fotografía, su banda sonora, la interpretación del elenco de actores, su ambientación, hasta llegar al guión, todo emana una deliciosa poesía.
No por ello puede decirse que lo que vamos a ver sea un “cuento de hadas”
Muy al contrario, Pelle Erobreren es una historia cruda, que no esconde las miserias más pestilentes del alma humana, tales como:
Odio, envidia, violación, castigos corporales, extrema crueldad, y hasta el asesinato de un bebé…
Entre tanta miseria moral, centellean pequeños momentos de felicidad, regalos paupérrimos hechos con amor, débiles destellos de esperanza que se apagan al canto matutino de los gallos.
Y en rigor, este es el valor de la historia:
La fe en un futuro mejor, incluso en la peor de las circunstancias, sintiendo sobre el cuerpo desnutrido, las mil agujas que el hambre clava.
Precisamente, ese futuro mejor, deambula como un fantasma que va y viene, como un animal salvaje, de nombre oportunidad a la que sujetarse y no soltar, y al agarrarla, hay que mirar al océano y pronunciar:
“América, España, China, conquistaremos el mundo entero, Pelle, tú y yo juntos”
La nueva era se aproxima, los albores del siglo XX anuncian que los niños deben aprender a leer y a escribir, en tanto los adultos, la mayoría alcoholizados y con los dientes podridos, permanecerán para siempre, más en la grotesca vergüenza de la incultura y superstición más profundas.
Sólo podrán suspirar, viendo a sus hijos aprendiendo a leer en las pequeñas escuelas, vaticinando para ellos, un futuro más digno que el que pudo tener en un villorrio que se repliega crujiendo sobre sí mismo, como todavía hoy pasa en todos nuestros pueblos, donde siempre se burlan de lo que no conocen.
Una imagen envuelta en niebla, y un rumor lejano, bastan para hacernos un esquema del universo de August.
La absoluta sencillez, que es lo más difícil de conseguir en el cine; la lentitud de acontecimientos, tomada directamente de una intención realista, y la sensación de que el tiempo pasa inexorablemente, son los pilares sobre los que se asienta esta historia cruda y enternecedora.
Y es que “la conquista”, no es para ellos...
Lasse es demasiado viejo, y Pelle demasiado pequeño.
El padre guarda ilusiones sencillas; es tan pobre, que sólo aspira a tomar café en la cama los domingos por la mañana, como el máximo de los lujos.
Es tan básico, que su meta es buscar una mujer como pieza del engranaje de la supervivencia.
Con esto ilustra August, la aceptación del mundo tal y como es, la asunción de la realidad de un hombre pobre.
Y el niño, al principio, aún está muy atado al padre.
El retrato de Pelle es el de un niño auténtico, con su miedo, su dosis de crueldad que él reparte, porque antes la recibió.
Lo fantástico de este personaje, es su realismo, la ausencia del héroe-niño, la compensación de los momentos cándidos, con otros extraídos de la rabia, la miseria, la explotación, y la humillación.
Porque también existen momentos terribles en Pelle Erobreren, momentos casi primitivos:
El padre con el hacha alzada, y la mirada fija, encaminándose a defender a su hijo; el niño de nombre impronunciable, dejándose azotar por una moneda; o la viuda Olsen, contando la visión que tuvo de su marido subiendo al cielo, chorreando agua salada...
Son momentos que marcan el ritmo en una narración casi lineal, donde no ocurren acontecimientos trascendentes; donde los sucesos, ninguno que pueda ser digno, incluso las historias de amor se ven truncadas, son absorbidos inmediatamente por la vorágine de la mezquindad terrateniente.
August, presenta la historia como un cuadro de costumbres.
Realismo pictorialista, que le hace exhibir su gusto por las escenas grupales, y silenciosas.
Es su manera de premiar a los sometidos.
La fuerza de las imágenes, palia la necesidad de una música con demasiada presencia.
La fotografía acentúa los estados de ánimo, y marca la temperatura:
El frío traspasa la pantalla, mientras los personajes demuestran que ya se han acostumbrado a él, que a pesar del azul mortecino que se mezcla con la suciedad de su piel, son capaces de quitarse la ropa, y de meterse en el río.
La cámara es generosa con los pobres, y distante con los ricos, a quienes no se acerca demasiado.
En ocasiones, se pone en el lugar de los trabajadores, observando las escenas que se desarrollan en la fachada de la gran casa, de lejos, haciendo que el sonido de sus voces, resuene como algo inalcanzable y terrorífico.
En definitiva, August toma partido desde el principio.
No hace ninguna concesión a los pobres, porque la vida no las hace tampoco:
La felicidad nunca dura, y el único capaz de alzar su voz hacia los opresores, sufre un accidente y queda catatónico, un pelele al que el capataz que antes le odiaba, cuida ahora como a un perro.
Solo habrá una cosa que hermane a las distintas clases sociales, y es el sexo, algo que queda claro cuando la madre abandonada, se acerca a la sobrina de la señora Kongstrup, y al tocándole el vientre le dice:
“Todas somos iguales”
Al final, August se cree en el deber de impartir justicia y lo hace, mostrando la castración física del tirano, que había sometido a sus trabajadores a una castración psicológica.
Entristece especialmente el sentimiento de decepción que invade a Pelle durante toda la película, cuando ve que su padre no es capaz de “hacer justicia” con quien le ha hecho daño.
Y es que los padres siempre son los héroes para sus hijos, y Pelle pronto se da cuenta, de que el suyo no hace más que obedecer a un patrón que le grita y le trata como escoria.
Qué duro, y qué dura la frustración del padre, que no puede dar a su hijo una vida digna.
Que tiene que ser prudente, sumiso, humillado, para no perder la miseria que tienen.
Pero agradan los atisbos de esperanza, cuando uno de los trabajadores, harto y sin nada que perder, se lanza, arado en mano, por el patrón fascista, dispuesto a hacerle añicos.
Todos queremos ser un poco él, es como si viendo la escena, le empujáramos con todas nuestras ganas, a abrirle la cabeza al explotador, porque la rabia nos grita que se lo merece…
Al final, cuando parece que Pelle va a aceptar la vida fácil, la gota de “suerte” en su vida, pero demuestra que ya no es un niño, que ha crecido como persona, y decide seguir en busca de sus sueños, decide marcharse a conquistar el mundo que le espera en otro lugar.
Supongo que su padre, que queda cansado y solo, no puede estar más orgulloso...
Todos lo estamos.
Esperamos que Pelle sea un hombre mayor, que tomará sus propias decisiones:
En él recae el legado del padre sufridor, y la misión de conquistar el mundo, pese a sus limitaciones.
Del reparto, la actuación del gran Max Von Sydow, encarnando al padre de Pelle, para él, todo tipo de elogios.
Magistral de tomo y lomo, estremece nada más comenzar la película, cuando Max von Sydow lleva en brazos a un tierno niño que le abraza el cuello, un niño demasiado grande para ser llevado en brazos.
Desde ese inicio, hasta el final, hay verdadero arte, el que nos purifica el espíritu mediante esa catarsis de la que hablaba Aristóteles, y de la que los directores de hoy, nunca han oído hablar.
Pelle Erobreren fue el debut cinematográfico de Pelle Hvenegaard, como Pelle, igualmente soberbio, y cuando esto ocurre, cuando un niño lo borda de esta manera, hay que darle al director su mérito, porque por más que se trate de un talento puro, estas actuaciones responden más a determinadas condiciones que hay que provocar, aprovechar y optimizar.
Para el papel principal, Pelle Hvenegaard, quien tenía 11 años.
August, audicionó a 3.000 niños, y descartó a cientos por tener madres ambiciosas, y se decidió por Hvenegaard, quien dijo que demostró concentración, paciencia y autocontrol.
Él fue casualmente nombrado por el personaje del libro de Nexø; y es lo mejor de la película, como esa relación entre el padre y el hijo, que a pesar de no tener largas conversaciones, los sentimientos entre ambos personajes, prácticamente se pueden tocar y sentir.
Y hago reconocimiento de Björn Granath, muy efectivo en su papel de Erik, el acordeonista rebelde.
Por último, la notable banda sonora a cargo de Stefan Nilsson, eleva la propuesta a niveles de obra maestra.
“Du måste gå utan mig, Pelle.
Jag har inte styrka att resa längre.
Jag är för gammal.
För gammal.
Jag har ingen framtid.
Förstår du?”
(Tendrás que irte sin mí, Pelle.
Ya no tengo fuerzas para viajar.
Soy demasiado viejo.
Demasiado viejo.
No tengo futuro.
¿Lo entiendes?)
Qué triste es ver a un niño que sueña con imposibles…
Imposibles que no son otros que tener una casa o no tener que trabajar, y tener tiempo para jugar con otros niños…
Es muy triste, cuando se comprueba luego que, en los países ricos, la miseria es mucho más grande, porque hay dinero en abundancia, pero solo para unos pocos, y el calor humano parece perdido para siempre, porque la ley que rige, es la explotación infame del hombre por el hombre.
Pelle Erobreren demuestra, una y otra vez, en mitad de la miseria y de las opciones imperfectas, que “conquistar” no consiste en invadir países, en someter a pueblos, en descubrir continentes...
Conquistar, es dejarse invadir a uno mismo, redescubrirse, y lograr sobrevivir con dignidad a la pobreza más inmunda, sin necesidad de reprochar ni echar nada en cara.
Comparar la historia de Pelle Erobreren, con el sufrimiento y el drama de esperanzas fallidas, presentes en la inmigración actual, en la realidad de los refugiados, es tan fácil que da casi grima lo poco que pueden haber cambiado los seres humanos a lo largo de los siglos.
Quizás, la indignidad más terrible de la pobreza, es esperar milagros que los ricos pueden crear; y no suelen estar demasiado predispuestos a hacerlo.
Pelle Erobreren es una película necesaria, que apuesta por la imaginación como escapismo a una realidad apestosa e irracional, un elogio a la aventura como medio de transporte hacia la libertad, un elogio a la imaginación, y al imaginario mundo de los sueños.
Y consigue convencernos, de que todavía es posible albergar algún sueño que haga más llevadera la existencia.
Pelle Erobreren es en definitiva, el mejor de los ritos de paso, donde la adversidad dará la lucha y será vencida.

“När vi ses igen, kanske du får ett hem att återvända till”
(Cuando nos volvamos a ver, tal vez tendrás un hogar al que volver)



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