The Last Time I Saw Paris

“Love is never of course”

La Generación Perdida, es el nombre que recibió un grupo de notables escritores estadounidenses que vivieron en París, y en otras ciudades europeas, en el periodo que va desde el final de La Primera Guerra Mundial en 1918, hasta La Gran Depresión el año 1929.
Esta generación de autores, aparece en la literatura estadounidense durante la llamada “Época Airada”, o “de los excesos”, una época sin duda, difícil económicamente para los Estados Unidos, donde los grandes bancos estaban quebrando a causa de la falta de apoyo de La Reserva Federal, que redujo la oferta monetaria, y subió los tipos de interés.
En Europa, se suele emplear la denominación de “Generación de 1914”, es decir, el año en que comenzó La Guerra.
Específicamente en Francia, país en el que se asentaron muchos de estos expatriados, también se les conoce como “La Génération du Feu”, o “La Generación del Fuego”
Además, la expresión “Generación Perdida”, también se usa en ocasiones para designar a todos los jóvenes escritores modernistas; y en este grupo se incluyen figuras como:
John Dos Passos, Ezra Pound, Erskine Caldwell, William Faulkner, Ernest Hemingway, John Steinbeck, Sherwood Anderson y Francis Scott Fitzgerald.
F. Scott Fitzgerald, fue un novelista y escritor estadounidense de historias cortas, ampliamente conocido como uno de los mejores autores estadounidenses del siglo XX, cuyos trabajos son paradigmáticos de La Era del Jazz; cuyos temas que pueblan sus historias, son fuertemente autobiográficos:
El alcoholismo, las enfermedades mentales, el dinero y el despilfarro, las relaciones tormentosas... y por supuesto, la decadencia, el brillo y la locura de una época inolvidable.
El autor de “The Great Gatsby” (1925), le daba a la bebida, y le fascinaba el lujo y la gente podrida de millones; y una novela en particular, justamente va de eso:
Un reflejo de su propia vida.
“Babylon Revisited” (1930), contenida en “Babylon Revisited and Other Stories” (1960) es una colección de 10 cuentos escritos entre 1920 y 1937; que incluyen lecciones de ambición y decepción, idealismo y desencanto, éxito, fracaso y redención, que son fundamentales para la experiencia americana.
Su disposición romántica para la vida, y su don para la esperanza, han venido a incorporar aspectos importantes de esa experiencia americana; y en “Babylon Revisited” casi todos los personajes están basados en personas de su círculo íntimo, por ejemplo, su cuñada, casada con un coronel del ejército; e incluso refleja la relación que mantuvo con su hija.
La historia tiene una duración cronológica de apenas 2 o 3 días, desde que él llega a París, hasta el rechazo de su cuñada.
Pero la historia en sí, viene de varios años atrás, poco antes de la caída de la bolsa en 1929; y se podría dividir en 5 partes, en una secuencia lógica bien trabada.
Su contenido, marcadamente autobiográfico, muestra al protagonista, Charlie, su alter ego; su mujer, Helen, que representa a Zelda, la mujer del escritor con quien mantuvo una relación tormentosa e intensa.
La cuñada, que tiene la custodia de la hija, es un hecho en la vida del autor, padre de una hija.
El marido de la cuñada trabaja, en la ficción y en realidad, en un banco.
Los lugares que visita, el París que el protagonista rememora, nacen de la memoria del autor.
Asimismo, sus problemas con el alcohol y el dinero, son los de Fitzgerald mismo.
La historia en concreto se basa en un verdadero incidente con respecto a Fitzgerald:
Su hija “Scottie”, su cuñada Rosalind, y su esposo Newman Smith, un banquero con sede en Bélgica, que como Coronel en El Ejército de los EEUU en La Segunda Guerra Mundial, sería el encargado estratégico para El Jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos; en quien se basan Marion y Lincoln Peters.
Rosalind y Newman, no habían podido vivir financieramente tan bien como Scott, y Zelda habían vivido durante la década de 1920, y siempre habían considerado a Scott, como un borracho irresponsable, cuya obsesión por “la alta vida” era responsable de los problemas mentales de Zelda.
Cuando Zelda sufrió un colapso, y fue confiada a un sanatorio en Suiza, Rosalind sintió que Scott era incapaz de criar a su hija, y que Rosalind y Newman, debían adoptarla.
La historia se fija pues, en el año después del desplome de la bolsa de 1929, justo después de lo que Fitzgerald llamó “La Edad del Jazz”
Los “flashbacks” breves ocurren en esa época.
También muestra varias referencias a La Gran Depresión, y cómo el personaje tuvo que adaptar su vida a ello.
Un tema importante es el tiempo y la inevitabilidad de los errores pasados que resurgen.
Debido a la incapacidad de Charlie para hacer frente después de la caída del mercado de valores, que trata de compensar todos los años que se perdió durante la infancia de Honoria, demostrando su sobriedad a su cuñada, Marion.
Charlie reconoce sus errores que cometió en el pasado, que le hicieron perder a su hija en primer lugar, y su constante anhelo de un futuro con sus resultados en su pasado, volviendo a perseguirlo.
Como dato, durante el movimiento literario modernista, durante el cual esta historia fue escrita, un tema común era el de la dislocación y la alienación.
Después de perder a su esposa, y finalmente a su hija, Charlie siente una abrumadora sensación de soledad.
Tras La Gran Depresión y la caída de la bolsa, se enfrenta a las consecuencias de su pasado tonto e incauto, lo que le hace encontrar la motivación para recuperar la custodia de su hija, para aliviar el dolor de su miserable soledad.
Especialmente presente en esta historia, es el tema del absurdo y la incongruencia, así como la culpa inmensa.
Charlie hizo su vida mejor para sí mismo, y luego tuvo sus metas y sueños quitados de él, por el fracaso de tomar a su hija de nuevo bajo su propia ala.
Las experiencias pasadas de Charlie, le hicieron fracasar en la consecución de la custodia de Honoria, a pesar de su trabajo duro y dedicación a rehacerse a sí mismo, para convertirse en una mejor persona y, lo que es más importante, un mejor padre.
Él está cargado de culpa por sus errores pasados que le causaron perder a su hija, a pesar de que hizo un valiente esfuerzo para reconstruir su moral.
A lo largo de la historia, Charlie construye una enorme cantidad de esperanza para la recuperación de su hija.
La euforia de Charlie, continúa creciendo a medida que se vuelve más y más esperanzado de este resultado preferido.
Al final de la historia, se enfrenta a la decepción de perder esta oportunidad de reavivar la relación entre él y su hija…
Finalmente, hay 2 cosas más en este cuento que vale la pena mencionar.
El primero de ellos, es el título:
“Babylon Revisited” que tiene un sentido metafórico, que al final nos hace relacionar a París con los pecados de Babilonia.
Ver como referencia la cita bíblica de Jeremías 51, en Isaías 48-2 Yaveh dice:
“No hay paz para los inicuos”
Lo segundo importante de mencionar en este cuento, es lo referente a la apertura.
Fitzgerald empieza con una escena objetiva, en la que un hombre llamado Charlie, conversa con otro que parece ser alguien sin importancia, pero conforme avanza el diálogo, se va creando la atmósfera de un París pre 1929, y otra post 1929, y nos vamos enterando de quién es el tal Charlie…
Una vez establecida la atmósfera, y enterarnos un poco más sobre Charlie, el autor va entrando muy sutilmente al punto de vista de Charlie, quien resulta ser el protagonista.
Este cambio lo apreciamos a partir de:
“En realidad no lo desilusionó encontrar a París tan desierto”
Así, el autor empieza a introducirse en la mente del protagonista.
En esta historia, Fitzgerald nos dice que la resaca de La Era del Jazz es opaca, y está cargada de dolor; describe su residuo, incluyendo a Josephine Baker, como carente de fuerza y de magnetismo.
Su personaje, no obstante, muestra cierta ambivalencia:
“Sin embargo fue bueno mientras duró.
Éramos una especie de realeza, casi infalibles, rodeados de una suerte de magia”
Este cuento es un gran ejemplo para ver, cómo se resuelve la retrospección empleando la técnica de los diálogos.
Fitzgerald era un gran dialoguista, tan bueno que trabajó en Hollywood por 2 años, y si no tuvo gran éxito, fue más por su adicción al licor, que por su incompetencia, pero eso es otra historia.
Sus lectores se inclinan por la nostalgia.
“You're a girl after my own heart”
The Last Time I Saw Paris es un drama del año 1954, dirigido por Richard Brooks.
Protagonizado por Elizabeth Taylor, Van Johnson, Walter Pidgeon, Donna Reed, Eva Gabor, Kurt Kasznar, George Dolenz, Roger Moore, Sandy Descher, Celia Lovsky, Peter Leeds, John Doucette, Odette Myrtil, Jacqueline Allen, Max Barwyn, Peter Bourne, Tim Cagney, entre otros.
El guión es de Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Richard Brooks; basados en el cuento de 1930, “Babylon Revisited” de F. Scott Fitzgerald; un argumento muy propio de la literatura de La Generación Perdida; cuya ambientación fue trasladada de los años 20 a la postguerra, para adecuarla a los gustos de la época.
Aquí se cuenta la historia de amor de un escritor sin éxito y su bella mujer, amiga de las fiestas.
Una relación que poco a poco se va haciendo difícil de llevar.
Se amaban de verdad, pero se amaban mal…
Las cosas no cambian gran cosa cuando tienen un hijo; y todo ello en la llamada “Ciudad del Amor”, París.
Es verdad eso de que todas las historias de amor siempre surgen en una ciudad concreta, y que siempre recuerda a aquella historia de amor...
La de ellos era París.
Se supo que el productor independiente, Lester Cowan, compró la adaptación cinematográfica de F. Scott Fitzgerald de su cuento “Babylon Revisited”, que el autor había retitulado “Cosmopolitan” para la pantalla, a un precio de ganga, y contrató los servicios de Fitzgerald como guionista.
Pero Cowan se frustró en sus intentos de hacer la película, y finalmente la vendió a MGM, que la actualizó a partir de los años 20.
De hecho, Cowan tenía como reparto a Cary Grant y Shirley Temple como padre e hija; y originalmente planeó coproducir con su compañera, Mary Pickford; llegando a nada; siendo finalmente producida en 1954.
Sin embargo, hubo un error con los números romanos en el aviso de “copyright”, mostrando “MCMXLIV”, es decir, 1944; lo que significa que el término de derechos de autor, comenzó 10 años antes del estreno.
Por tanto, el término normal de derechos de autor de 28 años, fue aplicable sólo 18 años después del estreno de The Last Time I Saw Paris.
MGM descuidó renovarla, presumiblemente porque creían que todavía quedaban 10 años en el término... y la película entró en el dominio público en los Estados Unidos, en 1972; siendo uno de un puñado de producciones de Metro Goldwyn Mayer de los años 50, cuyos “copyrights” originales nunca fueron renovados, y están ahora, aparentemente, en dominio público.
The Last Time I Saw Paris fue una de las más taquilleras de 1954, y de nuevo, puso a Elizabeth Taylor en las posiciones más altas de La Metro; siendo filmado en lugares de París, y en el estudio de MGM.
La acción toma lugar en París, tras su liberación de la Alemania Nazi.
Charles Wills (Van Johnson), conoce a una joven llamada Helen Ellswirth (Elizabeth Taylor)
Él es un escritor; mientras ella vive con su padre James Ellswirth (Walter Pidgeon) y hermana, Marion (Donna Reed)
Se casan, y tienen una hija, Vickie (Sandy Descher), pero el trabajo de Charles no les da para comer...
Un golpe de suerte, cambiará sus vidas:
El juego y al alcohol.
El melodrama nos priva lamentablemente de la alegría y el deslumbramiento que nos produce la bella Helen, porque Charles es un escritor fracasado, depresivo, y borracho, que además de su pasión fanática por el dinero y el lujo, se interesa por otras mujeres…
Pese a preservar intacto el espíritu del original literario de Fitzgerald, las imposiciones de producción hicieron que se rebajara en exceso su tono.
Pese a esta convención impuesta, The Last Time I Saw Paris constituye un impecable ejercicio de estilo, y una convincente ilustración del texto.
“I tell you frankly, these were not the qualities I'd hoped for in a son-in-law”
Donde Fitzgerald lo hizo en pocas palabras, en algunas frases sutiles que evocaron una época temeraria de disipación dorada hacia el final del boom de los años 20; Richard Brooks, que dirigió este filme después de pulir un guión de hermanos Epstein, ha hecho en una obra de 2 horas de montaje exuberante, lleno de escenas románticas.
The Last Time I Saw Paris, es un melodrama que se sitúa entre aquellas “películas para mujeres” que se realizaban a finales de los 40, y aquellas otras dirigidas por el verdadero especialista:
Douglas Sirk.
Y digo que se sitúa entre ellas, porque no se puede incluir en ninguno de esos 2 grupos, gracias a la forma de rodar de Brooks, y a su cuidado guión.
La trama se desarrolla en los años posteriores a La Segunda Guerra Mundial, en París; una aceptable película romántica, que empieza como una comedia y termina decantándose por el lado del melodrama; tanto que en la segunda parte, la historia de amor se vuelve más difícil, y por momentos dramática, sin resultar por ello especialmente emocionante.
Charles Wills regresa a París, tras 2 años de ausencia, y recuerda cómo conoció a su mujer, Helen Ellswirth, en la capital francesa, poco después de haber sido liberada de la ocupación nazi durante La Segunda Guerra Mundial.
Él era entonces un Teniente que escribía para el periódico del ejército estadounidense, el “Barras y Estrellas”, y ambicionaba convertirse en un novelista de prestigio; mientras que Helen era una joven acostumbrada a la vida acomodada, que vivía con su padre y hermana.
Tras contraer matrimonio, tuvieron una hija, pero las dificultades de Charles para ganarse la vida con sus sueños, empañaban la felicidad conyugal.
Todo cambió, cuando un aparente golpe de suerte, se acabó convirtiendo en el origen de problemas mayores.
Por otro lado, la forma de vida algo alocada de la familia, sus ansias por conseguir dinero, más el carácter depresivo de Van Johnson, cuya “insustancial” forma de actuar, provocan una situación que evoluciona de forma dramática.
Aunado al hecho que Helen posee una delicada salud, afectada de los pulmones, pues una vez recayó con una fuerte gripe, que pronto le pasará factura de manera más trágica.
En un momento crucial del film, el padre de las hermanas sentencia la esencia misma de la historia:
“Es más barato vivir como un rico, que serlo en realidad”
La obsesión por el dinero, surge desde la primera secuencia, nada más conocerse la pareja, cuando ella le pregunta si es millonario…
La trama es de gran calidad, porque consigue plasmar estupendamente lo que es un matrimonio liberal, sin ligaduras del uno con el otro, basado en la fuerte confianza que da el amor... aunque el entonces opositor a 007, Roger Moore en el papel del tenista llamado Paul anduviera por medio.
Llegamos a conocerlos profundamente, tanto que sus comportamientos los podemos prever, como si fueran los nuestros, lo que ocasiona que erróneamente creamos que el film va perdiendo interés.
Con un buen colchón, como lo es el dinero, se trata únicamente de disfrutar de la vida, cuando llega el momento:
Coches deportivos, fiestas una tras otra...
Estas secuencias están relatadas con una veracidad y una soltura total, la compenetración de la pareja es verdaderamente envidiable cuando las cosas van bien, y Brooks nos muestra el alma de ambos en la alegría y ya, luego, en las frustraciones, inclusive cuando aparece la “Femme Fatale” Lorraine Quarl (Eva Gabor); y llegamos a una situación crítica, que nos hace pensar en los excesos, en que los límites de lo razonable pueden saltar en cualquier momento.
Y de ahí hasta el final, la historia alcanza fuertes emociones, con viejos resentimientos expuestos con suma elegancia, y un reconocimiento por la cuñada de un viejo amor no correspondido, que vale para que la película tenga suficiente categoría.
Si bien la historia parece más adecuada a los años 20, tal como la ideó Scott Fitzgerald; Brooks consigue adaptarla a la década de los 50, y le da un original toque de modernidad.
Y lo logra gracias a unos diálogos, los suyos, que no tienen desperdicio; a una puesta en escena espectacular; y a una actriz que acababa de dar el salto de ídolo juvenil, del que muchas otras no se habían recuperado, a mujer adulta:
Elizabeth Taylor.
Y es que el realizador utiliza eficazmente todo lo que rodea a una estrella de esa categoría, para obtener los fines dramáticos deseados.
Liz Taylor acude a cada escena con un vestido distinto, y hasta con diferente corte de pelo, según el momento de la historia, o el efecto que se pretende conseguir.
Así, en el arranque, en un ambiente decadente, donde suena la famosa canción que da nombre al título, el rostro de La Taylor brilla de una forma especial entre su melena y su ropa, ambas del mismo color negro.
En otra secuencia, crucial de la película, para dar mayor fuerza al drama que estamos viviendo, ella aparece con un vestido rojo intenso, y con el pelo muy corto, como una medieval Juana de Arco camino del cadalso.
The Last Time I Saw Paris, por las razones aportadas, transciende más allá del típico producto comercial, para entretenimiento de las amas de casa, en los años de la posguerra, digámoslo todo.
Richard Brooks, aprovechó la oportunidad que se le brindaba de plasmar en la gran pantalla, uno de sus brillantes guiones; ya nunca más permitiría que otros dirigieran sus películas.
Del reparto, el papel de Elizabeth Taylor fue uno de los más difíciles, complejos e interesantes de toda su carrera; cosa que la crítica valoró; ella misma dijo en el programa “What's My Line?”, episodio del 14 de noviembre de 1954, cuando se le preguntó por qué a esta película se le cambió el nombre original de Fitzgerald; ella respondió que “el estudio tenía miedo de que el público asumiera que una película titulada “Babylon Revisited” trataba de asuntos bíblicos”
Otro dato, es que Helen parafrasea a Thomas Wolfe, diciendo:
“Nunca puedes volver a casa”, una referencia a una de sus novelas:
“You Can't Go Home Again” (1940)
Destacar la colección de vestidos, creación de la diseñadora Helen Rose, ganadora en 4 oportunidades del Premio de La Academia.
Al igual que un corte de cabello, de acuerdo a la manera de cómo avanza la historia…
La actuación de Van Johnson, es bastante deslucida, le falta fuerza, como meterse más en la historia, pero es poco creíble, demasiado melodramático, y creo que no fue a todas luces la mejor elección.
Impacta un poco ver por primera vez a una fría y hasta por momentos cruel Donna Reed, actriz de comedias ligeras de la Metro; y Walter Pidgeon que realiza una estupenda interpretación; y como cereza del pastel, este fue el primer filme estadounidense de Roger Moore; y uno de los más reconocidos filmes de Eva Gabor.
Y es que en la trama, se acaba La Segunda Guerra Mundial, y:
¿Qué es lo más importante, pensar en reconstruir un país, llorar a los muertos?
Pues no, la bonita imagen del pueblo de París celebrando la liberación de su ciudad, se prolonga con tal frivolidad, que se hace imposible imaginarse a alguien como Charlie en las playas de Normandía…
Lo que toca es entregarse a una vida loca, y que eso de la posguerra lo sufran otros.
El ensalzamiento que se hace aquí del dinero, es exagerado, tanto que da para llegar a la conclusión que es un error.
La actitud de la pareja, es la base de todo, la película va de sus vidas, y es su intrascendencia exactamente lo que más me ha impresionado.
En negativo, claro...
Por último, la canción del título de la película, del compositor Jerome Kern y el letrista Oscar Hammerstein II, ya era un clásico cuando la película se hizo, e inspiró el título de la película.
Aunque la canción ya había ganado un Oscar después de su debut cinematográfico en “Lady Be Good” (1941), se presenta mucho más prominentemente en The Last Time I Saw Paris; tanto que se puede escuchar en muchas escenas, ya sea cantada por Odette, o interpretada como instrumental.
La canción, satisface la nostalgia en varias canciones de localidades europeas por las que se producía la batalla de Francia, junto con la canción “A Nightingale Sang in Berkeley Square”
Como no podía ser de otra manera, The Last Time I Saw Paris inspiró a toda una generación.
“I've been having a bad day for a year now, maybe it's time to grow up”
Según Raymond Chandler, “Fitzgerald tenía una de las más raras cualidades que pueden darse en cualquier tipo de literatura:
Encanto.
Una especie de magia tenue, controlada y exquisita; algo así como lo que te ofrece un buen cuarteto de cuerdas”
“Babylon Revisited” es a la vez intemporal, y sorprendentemente moderna en su evocación de un solo padre, luchando con el alcoholismo, y tratando de cuidar a su hija, y llegar a un acuerdo con los costos de la extravagancia...
Y 9 años después de la publicación, menos de un año antes de morir a los 44 años, Fitzgerald escribió a su hija Scottie, una carta sobre la historia:
“Has ganado algo de dinero esta semana, porque vendí “Babylon Revisited”, en el que eres un personaje”
Como el héroe de la historia, Fitzgerald aprendió la dura manera que la pérdida es irremediable, absoluta, lo que se ha perdido es irrecuperable, pero como también lo muestra “Babylon Revisited”, incluso de los restos, algunas cosas pueden ser rescatadas, si no todo:
Lo que Fitzgerald recuperó, nos lo legó, las lecciones de su vida, tan difícilmente ganadas, se transformaron en un arte desgarrador.
Curiosamente, Anita Loss, la autora de “Gentlemen Prefer Blondes: The Intimate Diary of a Professional Lady” (1925), dijo que, ya en su madurez, Fitzgerald tenía la insana humildad del alcohólico regenerado, y que andaba siempre incómodo entre sus antiguos compañeros, e incomodándolos a todos, pidiendo perdón por nada, titubeante y embarazoso, como si en realidad deseara disculparse por su pasado.
“Babylon Revisited” fue publicado cuando Fitzgerald tenía 35 años; muriendo a los 44, de un ataque al corazón.
Así las cosas, The Last Time I Saw Paris, también tiene paralelismos históricos, más allá que ambos, autor y protagonista tuvieran vidas intensas que le pasaron factura en la relación con sus hijas; pues Elizabeth Taylor, en 1983, ingresó en el centro de rehabilitación Betty Ford, para tratar sus problemas con la bebida; mientras Zelda Sayre, esposa de Fitzgerald, murió a  los 47 años en el centro de atención psiquiátrica en el que vivía, y por un incendio.
“Algún día volvería; no podían condenarlo a estar pagando sus deudas eternamente.
Pero quería a su hija, y al margen de eso, ninguna otra cosa le importaba.
No volvería a ser joven, lleno de las mejores ideas y los mejores sueños, sólo suyos.
Estaba absolutamente seguro de que Helen no hubiera querido que estuviese tan solo”, diría el final de la novela…
Y es que en “Babylon Revisited” y en The Last Time I Saw Paris, se revela en su máxima expresión, el carácter y las inquietudes personales y literarias de uno de los más conocidos prosistas del siglo XX:
La corrupción y el fracaso del “Sueño Americano”, la desesperanza de la juventud, la frustración, la incesante búsqueda de belleza, y refleja el malestar de toda una generación marcada por la guerra y la desilusión.

“Don't ever leave if you can stay”



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