Annibale

“What my elephants can't conquer, I'll conquer alone!”

Muchos han sido los grandes estrategas que ha dado la historia:
Mégas Aléxandros, Gaius Iulius Caesar, Napoleón Bonaparte...
Todos ellos han generado opiniones que los ensalzan como los titanes de su tiempo, o bien los hunden en la miseria como crueles tiranos que oprimieron bajo el polvo de sus huestes a muchos pueblos.
Todo es discutible, y la realidad siempre compleja y con aristas, pero lo que es indudable es que en esa polémica lista, Aníbal Barca tiene el curioso mérito de ser uno de los pocos grandes caudillos que fue reconocido como un genio de la guerra, siendo la información que nos ha llegado sobre su persona, relatada por su acérrima enemiga, Roma.
Cuando el nace, tan solo hace 76 años que ha muerto Mégas Aléxandros que había conquistado todo el noroeste de África; y hay que tener en cuenta que toda la historia de Aníbal y de sus guerras con Roma, nos ha llegado gracias a historiadores romanos:
Titus Livius Patavinus, Marcus Tullius Cicero, Polýbios, Appianòs Alexandreús, etc., o sea, sus enemigos.
Aníbal Barca fue un General y estadista cartaginés, considerado como uno de los más grandes estrategas militares de la historia, y presumiblemente, el mayor enemigo de La República Romana; que ganó fama popular por atravesar Los Alpes con 60.000 soldados y 38 elefantes de guerra.
A mediados del siglo III a.C., la ciudad de Cartago, donde nació Aníbal, estaba fuertemente influida por la cultura helenística derivada de los vestigios del Imperio de Mégas Aléxandros; y Cartago ocupaba por entonces un lugar importante en los intercambios comerciales de la cuenca mediterránea, y en los emporios de Sicilia, Cerdeña y en las costas de Iberia y de África del Norte.
La ciudad disponía igualmente una importante flota de guerra que protegía sus rutas marítimas, que transportaban el oro procedente del Golfo de Guinea, y el estaño procedente de las costas británicas.
La otra potencia mediterránea de la época era Roma, con la que Cartago entró en guerra durante 20 años en un conflicto conocido como La Primera Guerra Púnica, la primera guerra de gran envergadura de la que Roma salió victoriosa.
Aníbal Barca nació probablemente en Cartago en el año 247 a.C.; siendo el hijo mayor del General Amílcar Barca, un General y estadista cartaginés; y de su mujer ibérica.
Aunque “Barca” no era un apellido, sino un apelativo traducido como “rayo” en lengua púnica, fue adoptado como tal por sus hijos; y los historiadores designan a la familia de Amílcar con el nombre de “Bárcidas”, a fin de evitar la confusión con otras familias cartaginesas con los mismos nombres:
Aníbal, Asdrúbal, Amílcar, Magon, etc.
Sobre la educación de Aníbal es poco lo recogido por los autores grecorromanos; y se sabe que aprendió de un preceptor espartano, llamado Sosilos, las letras griegas, la historia de Mégas Aléxandros y el arte de la guerra; así adquirió el modo de razonamiento y de acción que los griegos llamaban “métis”, fundado en la inteligencia y la astucia; y Aníbal revela muy pronto su resistencia, su sangre fría, y su capacidad para hacerse apreciar y admirar por sus soldados.
Su cuñado, Asdrúbal “El Bello” y gobernador de Iberia a la muerte de Amílcar, el padre de Aníbal, persiguió una política de consolidación de los intereses ibéricos de Cartago; y para ello casó a Aníbal con una princesa íbera de nombre Himilce, con la que tuvo un hijo, Áspar; sin embargo esta alianza matrimonial es considerada improbable, y no está atestiguada por todos.
Tras la muerte de Asdrúbal, Aníbal fue elegido por el ejército de Cartago estacionado en La Península Ibérica para que le sucediera en su condición de Comandante en Jefe; y posteriormente sería confirmado en el puesto por el gobierno cartaginés.
Para entonces tenía 25 años; y tras haber asumido el mando, Aníbal pasó 2 años consolidando el poder cartaginés sobre las tierras hispánicas y terminando la conquista de los territorios situados al sur del Ebro; y debido a la gran popularidad de Aníbal y al riesgo de perder prestigio en Hispania, el gobierno oligárquico de Cartago rechazó las peticiones romanas, y declaró la guerra que El General había soñado:
La Segunda Guerra Púnica, a finales del año 219 a.C.
De esa manera, la vida de Aníbal transcurrió en el conflictivo período en el que Roma estableció su supremacía en la cuenca mediterránea, en perjuicio de otras potencias como la propia República Cartaginesa, Macedonia, Siracusa y El Imperio Seléucida; siendo El General más activo de La Segunda Guerra Púnica, en la que llevó a cabo una de las hazañas militares más audaces de La Antigüedad:
Aníbal y su ejército, en el que se incluían 38 elefantes de guerra, partieron de Hispania y atravesaron Los Pirineos y Los Alpes con el objetivo de conquistar el norte de Italia.
Sobre la trascendencia del genio militar de Aníbal no pueden existir 2 opiniones; el hombre que fue capaz de mantener sus conquistas en un país hostil frente a varios ejércitos poderosos y una sucesión de comandantes capaces, debe necesariamente haber sido un táctico y estratega sin igual.
Ciertamente sobrepasó a todos Los Generales de La Antigüedad en la utilización de estratagemas y emboscadas; y tan increíbles como fueron sus logros, debemos admirarnos aún más si tenemos en cuenta el escaso apoyo que recibió desde Cartago.
A medida que caían sus veteranos, se veía obligado a organizar levas de refresco en el lugar donde se hallara; y nunca se menciona un solo motín en su ejército, compuesto como estaba de africanos, hispanos y galos.
Más aún, todo lo que sabemos de él nos ha llegado en su mayor parte de fuentes hostiles:
Los romanos le temían y odiaban tanto, que eran incapaces de hacerle justicia.
Titus Livius Patavinus habla de sus grandes cualidades, pero añade que sus vicios eran igualmente grandes, de entre los cuales destaca su “perfidia más que púnica y su inhumana crueldad”
Para unos no parece existir mayor justificación que su consumada habilidad en tender emboscadas; mientras otros creen que no es posible otra razón que en ciertas crisis actuara según el espíritu de la guerra antigua; y a veces contrasta de modo más favorable con su enemigo.
Pero ninguna brutalidad mancha su nombre tanto como la perpetrada por Caius Claudius Ti. f. Ti. n. Nero, sobre el derrotado Asdrúbal.
Polýbios, únicamente menciona que era acusado de crueldad por parte de los romanos, y de avaricia por parte de los cartagineses; tenía ciertamente enemigos implacables, y su vida representó una constante lucha contra el destino.
Por su firmeza de propósito, por su capacidad organizativa y maestría en la ciencia militar, es posible que jamás haya tenido igual
Por otra parte, destacaba por el uso de os elefantes de guerra, que fueron un arma importante, aunque no demasiado frecuente en la historia militar de La Antigüedad.
En batalla, solían ubicarse en el centro de las líneas, donde se usaban tanto para repeler una carga enemiga como para comenzar una propia.
Las cargas de los elefantes pueden llegar a alcanzar una velocidad de 30km/h y, al contrario que una carga de caballería, no podían ser repelidas fácilmente por la infantería mediante las lanzas; ya que su poder se basaba en la fuerza bruta:
Chocar contra las filas enemigas, aplastarlas y voltear a la gente en el aire con los colmillos.
Los hombres que no resultaban aplastados, como poco eran golpeados y tenían que retroceder; además, el terror que inspiraban los elefantes a un enemigo que no estuviese habituado a enfrentarse a ellos, incluso en los disciplinados legionarios romanos podía llevarles a una huida desesperada solo con la primera carga.
La caballería tampoco estaba a salvo de los elefantes, porque entre los caballos podía cundir el pánico fácilmente, y en mayor medida por la falta de costumbre del caballo al olor del elefante.
También la dura piel del elefante hacía que fuese muy difícil de matar o neutralizar, y su gran altura y masa servía de protección para quienes los montaban.
Además de para cargar, los elefantes hacían un papel importante dando protección estable y segura a los arqueros, que podían disparar flechas desde dentro del mismo campo de batalla, pudiendo alcanzar más objetivos.
Los soldados que iban subidos en el elefante, llevaban arcos y flechas para atacar a la caballería e infantería, así como largas lanzas para el combate cuerpo a cuerpo.
Los arqueros, por su parte, fueron evolucionando a otras armas de largo alcance más avanzadas; y durante Las Guerras Púnicas, los elefantes de guerra llevaban armaduras pesadas y transportaban encima una torre, llamada “howdah” con 3 tripulantes arqueros y/o hombres armados con “sarissas”, una pica de 6m de largo; y se podían emplear tanto elefantes machos como hembras.
Los machos son animales más grandes, pero a menudo por su agresividad y su nerviosismo, sobre todo en época de apareamiento, no eran fáciles de manejar.
Sin embargo, los elefantes también tenían tendencia a dejarse llevar por el pánico:
Tras aguantar una cantidad moderada de heridas o cuando moría su conductor, huían en estampida, causando bajas indiscriminadas por donde fuera que intentasen huir; y esa estampida podía causar grandes bajas en ambos bandos.
Los romanos, por ejemplo, intentaban cortarles las trompas, a sabiendas de que causarían el pánico instantáneo, y esperando que el elefante saliese huyendo hacia sus propias filas; también se usaban los hostigadores con jabalinas para hacerles huir, puesto que las jabalinas y armas similares podían volver loco al elefante.
En realidad, los 38 elefantes del ejército de Aníbal son una cifra insignificante comparada con los ejércitos de La Época Helenística.
De hecho, la mayoría de sus elefantes murieron durante el viaje a través de Los Alpes o víctimas de la humedad de las marismas etruscas; y la única bestia que sobrevivió, fue empleada como montura por el propio Aníbal.
Por ello y más, incluso los cronistas romanos consideran a Aníbal un maestro militar supremo, y escriben acerca de él que “no exigió jamás a otros algo que no hubiera hecho él mismo”
Según Polýbios, “como sabio gobernante, supo contentar y someter a su gente, dándole lo que necesitaba, y ésta jamás se rebeló contra él ni se planteó ningún intento de sedición.
Aunque su ejército estuviera compuesto por soldados de diversos países:
Africanos, españoles, ligures, galos, cartagineses, italianos y griegos, que no tenían en común entre ellos ni leyes, ni costumbres, ni idioma; Aníbal logró gracias a su capacidad, reunir a todas esas diferentes naciones, y someterlas a la subordinación de su liderazgo, imponiéndoles sus mismas opiniones”
Según las fuentes, Aníbal perdió, en esta travesía, entre 3.000 y 20.000 hombres; y los supervivientes que llegaron a Italia, estaban hambrientos y muertos de frío.
Otra razón que hace su travesía importante, es estratégica.
Roma era una potencia continental, y Cartago una potencia marítima.
Parecía obvio que la flota cartaginesa podría atacar y desembarcar hombres en cualquier punto del sur de La Península Itálica o Sicilia, teniendo recursos suficientes para evitar buscar un cruce por Los Alpes.
Sin embargo, Aníbal atacó por tierra en abierto desafío y sorpresa para las tropas romanas.
En Italia derrotó a los romanos en grandes batallas campales, como la del río Trebia, la del lago Trasimeno o la de Cannas, que aún se estudia en academias militares en la actualidad; por lo que sobresalió como táctico militar.
Y es que a lo largo de la historia, ninguna batalla ha ofrecido un ejemplo mejor de utilización de la táctica que La Batalla de Cannas; pero sobresalía aún más como logístico y como estratega.
Ningún capitán marchó, como él, alguna vez, con y contra tantos ejércitos que le excedieran en número y equipamiento.
Ningún hombre resistió nunca por sí mismo durante tanto tiempo, o tan hábilmente en condiciones tan adversas, de una forma tan ingeniosa y llena de coraje; enfrentado constantemente a los mejores soldados, mandados por respetados Generales; y a menudo de gran habilidad, desafió todos los esfuerzos que hicieron por expulsarle de Italia, durante media generación.
Exceptuando el caso de Mégas Aléxandros, y algunos conflictos bélicos aislados, todas las contiendas anteriores a La Segunda Guerra Púnica, se habían decidido en su mayor parte, si no por completo, gracias a las tácticas de batalla.
La habilidad estratégica influía solo hasta cierto punto; y los ejércitos marchaban uno contra otro, luchaban en orden paralelo, y el conquistador imponía los términos sobre su adversario.
Cualquier variación en esta regla, conducía a una emboscada u otras estratagemas.
Una guerra como aquélla, que se llevaba a cabo esquivando la necesidad de entrar en batalla, donde la victoria podía conseguirse mediante ataques contra las comunicaciones enemigas, maniobras de flanqueo, consecución de posiciones desde las que poder retirarse rápidamente en caso de ser atacados, no se comprendía...
Por primera vez en la historia de la guerra, vemos a 2 Generales esquivándose mutuamente, ocupando las tierras altas, marchando sobre los flancos de su rival para capturar ciudades o suministros en retaguardia, acosándose mutuamente con tácticas de guerrilla, y raramente aventurándose a presentar batalla; una que podría convertirse en un completo desastre; y todo ello con el propósito preconcebido de colocar al oponente en desventaja estratégica... que todo aquello se produjera fue debido a las enseñanzas de Aníbal.
Pero irónicamente, muy a pesar de su brillante movimiento, Aníbal no llegó a entrar en Roma.
Existen diversas opiniones entre los historiadores que van desde carencias materiales de Aníbal en máquinas de asedio, a consideraciones políticas que defienden que la intención de Aníbal no era tomar Roma, sino obligarla a rendirse.
No obstante, Aníbal logró mantener un ejército en Italia durante más de una década, recibiendo escasos refuerzos; y tras la invasión de África por parte de Publius Cornelius Scipio Africanus, El Senado Púnico lo llamó de vuelta a Cartago, donde fue finalmente derrotado este en La Batalla de Zama.
En efecto, Aníbal perdió su ojo derecho durante una batalla menor, y utilizó al elefante como medio de transporte para no entrar en contacto con el agua; y según otros historiadores, Aníbal sufrió una oftalmía que le dejó tuerto…
Así pues, acabada la guerra contra Roma, obligado a firmar un tratado de paz en 201 a.C., que privaba a Cartago de su antiguo Imperio, Aníbal, que entonces contaba con 46 años, decidió entrar a formar parte de la vida política cartaginesa dirigiendo el partido democrático.
Como tal se enfrentó a la oligarquía dirigente que lo acusó ante los romanos de estar en tratos con el seléucida Antiochos Megas III “El Grande”, por lo que hubo de exiliarse en el año 195 a.C.; y pasó al servicio de este último monarca, a cuyas órdenes se enfrentó de nuevo a La República Romana en La Batalla del Eurimedonte, donde fue derrotado.
Una vez más huido, se refugió en La Corte de Prusias I, Rey de Bitinia; y los romanos exigieron al bitinio, que entregara al cartaginés, a lo que El Rey accedió.
Sin embargo, antes de ser capturado, Aníbal prefirió suicidarse… pues sospechó que agentes romanos estaban cerca de capturarle en el invierno del 183 a.C., y lo hizo empleando un veneno que llevó durante mucho tiempo en un anillo.
Según el historiador clásico, Titus Livius Patavinus, Aníbal murió curiosamente el mismo año que su enemigo, Publius Cornelius Scipio Africanus, cuando ya contaba 63 años.
Sextus Aurelius Victor, un historiador y político del Imperio Romano escribe que su cuerpo reposa en un ataúd de piedra, sobre el que es visible la inscripción:
“Aquí se esconde Aníbal”
Desde La Antigüedad, a Aníbal se le han atribuido ciertas cualidades:
La audacia, el coraje y el espíritu combativo; y es probablemente el último gran hombre de estado cartaginés de su tiempo, el tuerto General que dirigió a ejércitos multiétnicos sin sufrir nunca un motín; por lo que su historia bien puede generar no solamente una, sino mil películas sobre su persona, pues su travesía de Los Alpes permanece como una de las más increíbles hazañas militares de La Antigüedad, y despierta la imaginación de la gente mediante múltiples producciones artísticas como novelas, series o películas.
“Jump on!
Hang on!
Here comes the avenging Aníbal and his crazed elephant army”
Annibale es un drama de aventura, del año 1959, dirigido por Carlo Ludovico Bragaglia y Edgar G. Ulmer.
Protagonizado por Victor Mature, Gabriele Ferzetti, Rita Gam, Milly Vitale, Rik Battaglia, Franco Silva, Terence Hill, Mirko Ellis, Andrea Aureli, Andrea Fantasia, Renzo Cesana, Bud Spencer, entre otros.
El guión es de Mortimer Braus, Sandro Continenza, Ottavio Poggi y Edgar G. Ulmer; basados en la vida de Aníbal, El General púnico cartaginés.
Notar que los cartagineses antiguos eran una civilización semítica de la ciudad estado fenicia de Cartago, situada en el norte de África en la actual Túnez.
Roma y Cartago, habían librado varias guerras brutales y terribles porque Roma veía a Cartago como un rival por sus ambiciones territoriales y comerciales.
De esa manera, originalmente la película pretendía ser una narración más personal de la vida de Aníbal, pero el estudio en cambio presionó a los realizadores cinematográficos para que desarrollaran una película histórica “más estándar”
La película fotografiada en Tecnicolor y SuperCinemascope, se estrenó en 2 versiones:
Una de 95 minutos para países europeos que no hablan inglés; y una de 103 minutos para los Estados Unidos y otros territorios de habla inglesa.
El director Edgar G. Ulmer, ha dicho que Warner Bros., que estrenó la película en los Estados Unidos, había cortado la película tan mal, que cuando la vio en un teatro apenas la reconoció…
Una de las curiosidades de Annibale, es que marca el primer emparejamiento cinematográfico de Terence Hill, acreditado bajo su nombre real Mario Girotti, y Bud Spencer acreditado como Carlo Pedersoli; y la única película en la que no son protagonistas; de hecho no comparten escenas, y no se conocieron hasta 8 años después.
Y muy a pesar de ser una producción italiana, Annibale fue financiada principalmente por el estudio estadounidense Warner Brothers, con un presupuesto reportado de $2,5 millones.
Rodada en Italia y Yugoslavia; la acción tiene lugar durante La Segunda Guerra Púnica.
El plan romano de realizar un doble ataque contra los cartagineses, en Hispania y en África, fracasa ante la sorprendente ofensiva de Annibale (Victor Mature), que cruza Los Pirineos y Los Alpes con 60.000 hombres, 9.000 caballos, y 38 elefantes; y en su avance hacia Italia conoce a Silvia (Rita Gam), una mujer que ha escapado de prisión, para unirse a las tropas romanas al mando de Quintus Fabius M. f. N. n. Maximus Rullianus (Gabriele Ferzetti); cuyo hijo Quintilius (Terence Hill) pretende a Silvia, por lo que la lucha entre los 3 hombres será notable.
De esa manera se libran 2 batallas importantes, entre muchas como:
La Batalla del Trebia, que fue la primera gran batalla de La Segunda Guerra Púnica, y representó el primer encuentro serio de Aníbal con un ejército romano; y La Batalla de Cannas, entre el ejército púnico comandado por Aníbal Barca, y las tropas romanas dirigidas por Los Cónsules:
Gaius Terentius Varro (Andrea Aureli) y Lucius Aemilius Paullus (Andrea Fantasia), también en el marco de La Segunda Guerra Púnica; y desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al sudeste de Italia.
La batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés, a pesar de la acusada inferioridad numérica de estos; y tras la misma, Capua y varias otras ciudades estado italianas abandonaron el bando de La República Romana.
Aunque la batalla no supuso la victoria final cartaginesa en La Segunda Guerra Púnica, se la recuerda como uno de los más grandes eventos de táctica militar en la historia, y la más grande derrota de la historia de Roma hasta ese momento, ya que en el futuro, otros desastres la superarían, como La Batalla de Arausio.
Así, tras recuperarse de las pérdidas de las anteriores batallas y, en concreto, de La Batalla del Trebia y La Batalla del Lago Trasimeno, los romanos decidieron enfrentarse a Aníbal en Cannas, con aproximadamente 87.000 soldados romanos y aliados.
Con su ala derecha desplegada cerca del río Aufidus, hoy llamado río Ofanto, los romanos colocaron a su caballería en los flancos, y agruparon su infantería pesada en el centro, en una formación con mayor profundidad de lo normal.
Para contrarrestar ese plan, Aníbal utilizó una táctica de tenaza:
Tras colocar a la infantería, en la que confiaba menos, en el centro, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los laterales.
En el momento álgido de la batalla, las tropas cartaginesas del centro de la formación se retiraron ante el avance de los romanos y, al avanzar éstos, se encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban.
Atacados desde todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido; y se estima que entre 60.000 y 70.000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al Cónsul Lucius Aemilius Paullus y a 80 senadores romanos.
Aunque la cifra exacta de bajas probablemente nunca llegue a conocerse; pero si se supo que entre los muertos se encontraba el propio Lucius Aemilius Paullus, así como Los Procónsules/ex cónsules:
Cnaeus Servilius Geminus y Marcus Atilius M. f. L. n. Regulus; 2 cuestores, 29 de los 48 tribunos militares, algunos con rango consular como el antiguo Magister Equitum, Marcus Minucius C. f. C. n. Rufus; y unos 80 Senadores u hombres con derecho a ser elegidos como tales por los cargos que antes habían desempeñado; pues en una época en la que El Senado romano estaba compuesto tan solo por unos 300 hombres, la cifra constituye entre un 25 y un 30% del total.
Otros 8.000 hombres de los 2 campamentos romanos y de los poblados vecinos se rindieron al día siguiente, después de que la resistencia se cobrara todavía más víctimas, aproximadamente 2.000; y finalmente se puede totalizar más del 85% del ejército; y de los que participaron en la batalla, puede que el 95% de los romanos y aliados muriesen o fueran capturados.
De esa manera se perdieron más vidas romanas en Cannas que en cualquier otra batalla posterior, además, Cannas es la 2ª batalla con mayor porcentaje de bajas de toda la historia de Roma, tan solo por detrás de La Batalla del Bosque de Teutoburgo.
Por su parte, los cartagineses sufrieron 16.700 bajas, la mayoría de ellas de celtíberos e íberos; y de éstas, 6.000 fueron mortales:
4.000 celtíberos, 1.500 íberos y africanos y el resto de caballería.
La cifra total de bajas en la batalla, por tanto, excede de 80.000 hombres.
En la época en que se produjo, Cannas posiblemente fue la 2ª batalla con más bajas de la historia conocida, por detrás de La Batalla de Platea.
Hasta las invasiones mongolas, 1.500 años después, La Batalla de Cannas estuvo entre las 10 batallas más costosas en término de vidas humanas de la historia, e incluso hoy en día, todavía permanece dentro de las 50 batallas más letales de la historia.
De esa manera, en la historia, a la larga Roma tendría su venganza.
Una flota romana transportó al ejército hasta el continente africano y, en La Batalla de Zama, El General Publius Cornelius Scipio Africanus lograría derrotar a Aníbal, marcando el final de La Segunda Guerra Púnica.
Aníbal, gran estratega y estadista, acabará comprendiendo cuál es su verdadero destino.
Este emocionante péplum en presupuesto promedio, combina eventos históricos, drama y batallas espectaculares; es una película épica y de ficción, totalmente imaginativa, traída a la vida en imágenes coloridas con importantes valores de producción a través de miles de extras y tomas espectaculares filmadas en SuperCinemascope; por lo que el guión contiene palabras cruzadas, drama y una historia de amor entre El General que se enamora de una virgen romana…
Es una adaptación que llega a ser conmovedora sobre la audaz existencia de Aníbal y del ejército más glorioso en la historia; pero irónica y tristemente de “historia” tiene poco o nada.
“I have come not to make war on the Italians, but to aid the Italians against Rome”
En Hollywood, el género del cine péplum dio lugar a verdaderas obras maestras; y como es lógico con este tipo de cine, ocurrió lo mismo que con el “western”; y es que le salió un poco agraciado “hermano italiano”; y pronto, en la década de los 50, la industria cinematográfica italiana se contagió de la obsesión hollywoodiense por este cine, principalmente en el estudio Cinecittà, dando lugar a una enorme cantidad de infumables películas realizadas con bajo presupuesto.
Annibale es una de varias producciones italianas épicas, “supervisadas” por directores de Hollywood que incluyen:
“The Giant Of Marathon” (1959) de Jacques Tourneur; “Joseph and His Brethren” (1960) de Irving Rapper; “The Mongols” (1961) de Andre 'De Toth; “The Thief Of Bagdad” (1961) de Arthur Lubin; “The Wonders Of Aladdin” (1961) de Henry Levin; “Sodom and Gomorrah” (1962) de Robert Aldrich; inclusive “L'Atlantide” (1961) de Edgar G. Ulmer.
Como en general, fue el caso lo que se obtuvo de estas producciones, muy a pesar de la participación de dichos cineastas notables, pues como espectáculo mostraron poco estilo de dirección; de hecho, este ejemplo en particular solo se distingue de los esfuerzos del género “de espada y sandalia” similares por su elenco superior a la media, aunque para ser justos, Ulmer declaró “que no tenía la última palabra sobre el película y, en consecuencia, su visión fue comprometida por los financieros que encontraron su enfoque demasiado filosófico”
En cualquier caso, mientras el paseo de los elefantes de Aníbal, con el que cruzó Los Alpes y las secuencias de las batallas, están lo suficientemente bien montadas, y el aspecto de la película es bastante de media calidad, ya que muestra evidencias de restricciones presupuestarias; pero con todo, esta es una de las mejores películas de péplum que fueron producidas en masa en los años 50, y su número tendía a mimarlas, darles una mala reputación como “superficialidades espectaculares”, lo que finalmente las hizo desaparecer, perdiendo su buena posición de taquilla, pero vale la pena redescubrirlas, reevaluarlas y exonerarlas si fuera posible.
Annibale comienza con una audiencia en El Senado Romano que hablan sobre él, cruzando Los Alpes con sus hombres y muchos elefantes que transportan provisiones y tropas.
Y se muestra que el cruce es difícil, con muchos hombres muriendo en el camino, pero logran pasar, en parte porque Aníbal forma una alianza con un cacique local…
Así él marcha hacia Roma en una guerra de venganza; y durante su avance, captura a Silvia, la sobrina del Senador romano Quintus Fabius M. f. N. n. Maximus Rullianus, pero en lugar de mantenerla prisionera, le muestra su poderoso ejército y manadas de elefantes, y luego la libera; pero ella y Annibale se enamoran.
Él está seguro de que ella informará lo que ha visto a sus enemigos romanos; y algunas de sus tropas se oponen al combate, y se hace un intento infructuoso en la vida sentimental de Silvia con su pretendiente, Quintilius.
Y entre batallas, Annibale pierde un ojo… y derrota a los romanos en La Batalla de Trebia, por lo que envía un mensaje a Silvia que está marchando hacia Roma.
Ella sucumbe a su amor por él y tienen una cita, pero son sorprendidos por una patrulla romana:
Annibale escapa, y Silvia es capturada en El Templo de la diosa Vesta; pero logra escapar y se encuentra con Annibale de nuevo; quien ordena a su hermano Asdrubale (Rik Battaglia) que asuma el mando de los refuerzos que se preparan para unirse a él.
Por otro lado, Fabius es llamado a liderar el ejército romano y dar el impulso de la campaña que Annibale comienza a menguar.
Por lo que la esposa de Annibale, Danila (Milly Vitale), llega con su hijo (Piero Tiberi) de Cartago para apoyarlo.
Pero Silvia observa que ella está de más, y regresa a Roma donde es procesada por alta traición, y la sentencian a muerte; ya para entonces, Quintilius había muerto en batalla, y nada se podía hacer para evitar que fuese enterrada viva.
A pesar de las advertencias de Fabius, que sugiere evitar la batalla y librar una campaña de agotamiento, se toma la decisión de luchar abiertamente contra Annibale; y la consecuencia es una gran derrota romana en Cannas.
Al final, no vemos toda la historia del histórico General, sino el inicio del final como Comandante y estratega cartaginés de Annibale.
De esa manera, Annibale se muestra como una obra meramente de ficción, pues después de cruzar la montaña, que es lo más logrado de la película, la historia se convierte en una historia de amor entre Annibale y Silvia; algo que no está bien visto entre los cartagineses, tanto que incluso los hombres de Annibale piensan que están en problemas porque está “boquiabierto con una chica romana”
Por ello, todo gira en sus encuentros amorosos entre batallas, por lo que al final, abruptamente se muestra una posdata que nos informa que Annibale luchó durante muchos años más en otras tierras…
Pero como producción, este es un péplum que apenas llega a funcionar como tal, notándose muchas carencias técnicas, un ritmo acelerado y un número de licencias curiosas que, no tienen el salvoconducto de estar hechas para mejorar la emoción de la trama precisamente; y es que no transmite en absoluto el verdadero significado del enfrentamiento contra la nación más poderosa del mundo antiguo en su propio suelo.
Por otro lado, La Batalla de Cannas queda bastante simplificada, aunque no pueda decirse que se haya filmado con total descuido.
Aparecen los 2 cónsules romanos:
Lucius Aemilius Paullus y Gaius Terentius Varro, y a grandes rasgos, la táctica de la batalla fue como se narra, haciendo retroceder a la propia infantería para atraer a la infantería romana y rodearla.
Lo que ocurre es que las secuencias de combate puro y duro, quedan un poco “light” cuando los contendientes se golpean con las espadas lo hacen despacito para no hacerse mucho daño… y eso se nota.
Y aunque Fabius fue una figura histórica cuyas “tácticas fabianas” demostraron ser correctas, la película concluye antes de que se mencione a Scipio Africanus que eventualmente derrotó a Aníbal en Zama.
Por una parte, sigue la serie de batallas del 218 al 216 a.C., que culminó con la victoriosa y pesada derrota de Aníbal del mayor ejército romano jamás ensamblado de 80,000, en La Batalla de Cannas; incluso menciona el asedio de Saguntum, el Aliado de Roma en España que provocó La Segunda Guerra Púnica cuando el senado cartaginés se negó a entregarles a Aníbal Barca.
Y después de mostrar brevemente los eventos de La Batalla de Trebia y La Batalla del Lago Trasimeno, hay escenas políticas, tal vez muchas que involucran tanto a los cartagineses como a los romanos, cuando Quintus Fabius M. f. N. n. Maximus Rullianus intenta convencer al Senado Romano de no comprometerse con Aníbal en batalla, más bien en la escaramuza y el hostigamiento; y la historia no está mal, con esos conflictos de lealtad de la sobrina de Fabius, uniendo sus manos con Aníbal como el enemigo #1 de Roma, y finalmente abandonándolo para regresar a Roma, lo que no le agradece, pero como tantas veces en las películas de Ulmer, el diálogo no cobra vida y no fluye; y técnicamente el editor corta imágenes de oficiales que gritan, “sigan moviéndose”, soldados que se deslizan por el camino hacia una muerte helada, y el mismo grupo de elefantes que rodean el mismo cartón piedra; y en varios puntos, los hombres deben subir una pendiente empinada con una cuerda.
No hay tomas de los elefantes, caballos o carretas que suben por esta línea, y esto se convierte en el primero de muchos momentos de suspensión de incredulidad; pues no es prudente detenerse sobre por qué los soldados se están sometiendo a esta peligrosa escalada, ya que debe haber una carretera romana cercana para todos los animales y el equipaje…
No se explica…
A pesar de todos estos defectos, la mayoría de las escenas me parecieron excelentes, muy bien rodadas e iluminadas, especialmente en las escenas de batalla y el cruce de Los Alpes; pero sobre todo ello, la razón para apreciar el filme es que hayan reunido al menos 130,000 extras para retratar los eventos en las batallas; al tiempo que destaca el atractivo vestuario y las brillantes escenas del Senado Romano.
El problema con Annibale está en el guión, en la obligatoria historia de amor y la falta de rigor y descripción histórica; pero como descargo queda que trata de contar la historia del gran líder cartaginés, que mantuvo a Roma en el terror durante casi una década, eso no es fácil.
Del reparto, los únicos actores de habla inglesa en la película fueron Victor Mature y Rita Gam, todos los demás actores eran italianos, y sus líneas fueron dobladas al inglés; pero la crítica de la época se cebó sobre Mature, quien “de gesto monocorde, es un Aníbal poco convincente, de reacciones demasiado contenidas para un bárbaro, tanto en el frente de batalla como en la alcoba”
Todo un especialista en el género, Victor Mature fue la gran baza para esta película italiana, pero no se intuye bajo su rostro la complejidad de aquel hombre a quien el futuro Imperio llegó a temer a lo largo de generaciones, incluso cuando hacía mucho de su muerte, cuando las matronas gritaban a los retoños más traviesos que “el demonio púnico estaba a las puertas”
Mature siempre fue un actor impresionante, pero lamentablemente estaba agobiado por guiones que lo mantuvieron confinado a héroes corpulentos para la exhibición de músculos y nudillos en puñetazos extensos, por lo que rara vez se le permitió ser realmente el gran actor que era; y aquí no infunde ese brío del que Aníbal fue legendario.
Gabriele Ferzetti, por su parte presta dignidad a los procedimientos como un Senador romano.
Una sorprendente presencia aquí, es la de “Spaghetti Western” e icono de la comedia de acción Terence Hill, anunciado bajo su nombre real de Mario Girotti, haciendo el papel clave del divino hijo de Ferzetti; y su siguiente compañero frecuente en la pantalla:
Bud Spencer irreconocible bajo grandes capas de maquillaje y peluquería como Ruterio, el aliado galo de los púnicos.
De las mujeres, todas florero, como “princesas” trágicas cada una de las 2 con sus flaquezas actorales y poco minutaje en pantalla, aunque la protagonista aparezca más, no aporta nada históricamente representativo… más bien estorba.
Eso sí, las batallas son tan realistas, y los elefantes que se usaron como tanques de hoy en día, ni siquiera parecen peligrosos, incluso si se pasa de largo que eran elefantes indios, en lugar de africanos, vean las orejas.
La vida de Aníbal es una gran historia, y si acaso, solo la mitad de ella se cuenta aquí, el resto de la carrera de Aníbal fue quizás más dramático que la primera parte hasta su mayor gloria en la victoria de Cannas, que es la única parte que se ha mostrado en la pantalla; por lo que estoy sorprendido de que esta historia no haya tenido un “remake” pues el tema clama urgentemente por una audiencia más sofisticada, tecnológicamente si cabe, interesada en la historia.
En definitiva, el hijo de Amílcar Barca y su época, siguen esperando esa adaptación digna del Séptimo Arte, que acerque su poderosa e inquietante figura a los espectadores.
Por último, destacar la pegadiza banda sonora compuesta por Carlo Rustichelli.
“I am contending for honour and empire.
My ancestors yielded to Roman valour.
I am endeavouring that others, in their turn, will be obliged to yield to my good fortune, and my valor”
Grandes imperios exigen grandes enemigos.
Pero ni Pyrrhos, el que diera nombre a “las victorias pírricas”; ni el exótico Mitrídates VI, víctima del Gran Gnaeus Pompeius Magnus; ningún rival de La Antigua Roma estuvo a la altura de la leyenda de Aníbal.
Ninguno estuvo verdaderamente cerca de hacer añicos La Ciudad Eterna, salvo en el caso de Aníbal Barca, el cartaginés que llevó la guerra al corazón de Italia.
Lo cierto es que a Roma le importaba un pito que fuera cierto o falso lo que se decía de Aníbal…
Su leyenda seguía presente en Italia, como sinónimo de alguien que gastaría hasta su último aliento por destruirla; y para mayor gloria, hoy Aníbal es un nombre bastante común en la actualidad, y las referencias al General son también abundantes en la cultura popular.
Como ocurre en el caso de otros grandes Generales de la historia, las victorias de Aníbal sobre un enemigo superior, y su constante lucha por una causa perdida, le confieren un renombre que sobrevive más allá de las fronteras de su país de origen.
Se cuenta que entre los sitios barajados para albergar su tumba, figura una pequeña colina cubierta de numerosos cipreses, y situada en unas ruinas ubicadas cerca de Diliskelesi, lo que hoy en día es una zona industrial cerca de la ciudad turca de Libisa, actual Gebze en Kocaeli.
Considerada la tumba del General, fue restaurada en el año 200 por El Emperador Lucius Septimius Severus Pius Pertinax Augustus, originario de Leptis Magna, actual Libia, que ordenó cubrir la tumba con una losa de mármol blanco.
El lugar está hoy en ruinas; y excavaciones efectuadas en 1906 por expertos arqueólogos, entre ellos Theodor Wiegand, han revelado pruebas que hacen que estos últimos sean escépticos en cuanto a la ubicación real de la tumba.
Y es que con los cartagineses desapareció sin duda el mayor enemigo al que La República Romana se había enfrentado; por tanto, el balance personal de Aníbal se traduce en un fracaso.
El Mediterráneo Occidental se convirtió en un lago romano del que Cartago quedaba apartada, mientras que Roma extendió sus dominios por el mundo griego y por Asia.
Pero al mismo tiempo, y ahí reside la paradoja de su balance, Aníbal trató de romper, a través de sus discursos acerca de la libertad de las ciudades, las alianzas de Roma con las ciudades griegas; y de este modo, El General forzó a La República, a legitimar sus acciones y a comportarse como una gran potencia imperialista.
Por ello, Aníbal ha permanecido en el corazón de la historia griega y romana; y sobresalió como táctico; pues ninguna batalla en la historia es una muestra más fina de tácticas que Cannas.
Pero aún era más grande en logística y estrategia; y ningún capitán marchó de un lado a otro entre tantos ejércitos de tropas superiores a sus propios números y material tan valiente y hábilmente como él.
Ningún hombre ha sostenido el suyo tanto o tan hábilmente contra tales probabilidades.
Constantemente superados por mejores soldados, liderados por Generales siempre respetables, a menudo de gran habilidad, aún desafió todos sus esfuerzos para expulsarlo de Italia, durante media generación.
Y como soldado, en el semblante que presentó al más valiente de los enemigos y en la constancia que exhibió bajo la más amarga adversidad, Aníbal se encuentra solo e inigualable.
Como hombre, ningún personaje en la historia exhibe una vida más pura o un patriotismo más noble.
El historiador militar, Theodore Ayrault Dodge, le llamó “Padre de La Estrategia”; siendo admirado incluso por sus enemigos, como Cornelius Nepos, que le bautizó como “el más grande de Los Generales”; de hecho, su mayor enemigo, Roma, adaptó ciertos elementos de sus tácticas militares a su propio acervo estratégico.
Su legado militar, le confirió una sólida reputación en el mundo moderno y ha sido considerado como un gran estratega por grandes militares, desde Napoleón a Arthur Wellesley, Duque de Wellington.
La mayor parte de las fuentes a disposición de los historiadores sobre la figura de Aníbal, son de origen romano; y mucho tiempo después de su muerte, el nombre de Aníbal continuó representando el fantasma de una amenaza perpetua sobre La República de Roma; y se ha escrito que enseñó a los romanos, que se proclamaban fieros descendientes de Marte, el significado del miedo; fue así que durante generaciones, las matronas romanas continuaron relatando a sus hijos cuentos terroríficos acerca del General cuando se portaban mal; como si fuera el “bogeyman” moderno.
Aníbal simbolizaba de tal manera el miedo que, fuera cual fuera el desastre al que se enfrentaran, era común ver a los senadores romanos gritando:
“Aníbal ad portas” o “¡Aníbal está a nuestras puertas!”, a fin de expresar su ansiedad.
“Ad Portas” como locución latina, evolucionó hasta transformarse en una conocida frase expresada en el momento en que un cliente cruzaba una puerta o cuando alguien tenía que enfrentarse a un desastre.
Tales expresiones proceden del impacto psicológico que tuvo la presencia de Aníbal sobre la cultura romana en Italia; considerado como el mayor enemigo al que jamás se enfrentó.
Y en su obra, el historiador Titus Livius Patavinus afirma que el cartaginés era extremadamente cruel.
Lo mismo opinaba Marcus Tullius Cicero, historiador que al hablar de los 2 mayores enemigos de Roma, escribe acerca del honorable Pyrrhos y del cruel Aníbal.
Sin embargo, han llegado hasta nosotros noticias que le dan otra imagen totalmente contraria:
Los romanos llegaron a erigir estatuas del General cartaginés en las calles de Roma, a fin de representar el rostro de tamaño adversario, al que sus ejércitos habían derrotado.
Recientemente, el gran General estadounidense, experto en tanques, George Smith Patton, Jr., pensaba que él mismo era la reencarnación de Aníbal, entre otras reencarnaciones; y Patton creía que era un legionario romano y un soldado de Napoleón I.
No es casual que en tiempos de Patton durante La Segunda Guerra Mundial, como en tiempos de La Segunda Guerra Púnica, los principios bélicos de Aníbal se sigan aplicando hoy en día.

“God has given to man no sharper spur to victory than contempt of death”



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