Edipo Re

“Tu stesso sei il criminale che cerchi”

La Tragedia Griega es un género teatral originario de La Antigua Grecia, inspirado en los ritos y representaciones sagradas que se hacían en Grecia y Anatolia, y alcanza su apogeo en Atenas del siglo V a.C.; y llega sin grandes modificaciones hasta El Romanticismo, época en la que se abre la discusión sobre los géneros literarios, mucho más de lo que lo hizo durante El Renacimiento.
Debido a la larga evolución de La Tragedia Griega a través de más de 2 mil años, resulta difícil dar una definición unívoca al término “tragedia”, ya que el mismo varía según la época histórica o el autor del que se trate.
El argumento de la tragedia, es la caída de un personaje importante; y el motivo es el mismo que el de la épica, es decir el mito, pero desde el punto de vista de la comunicación, la tragedia desarrolla significados totalmente nuevos:
El “mythos” se funde con la acción, es decir, con la representación directa del drama; en donde el público ve con sus propios ojos, personajes que aparecen como entidades distintas que actúan en forma independiente, en la “escena”, provisto cada uno, de su propia dimensión psicológica.
Los más importantes y reconocidos autores de la tragedia, fueron:
Esquilo, Eurípides y Sófocles que, en diversos momentos históricos, afrontaron los temas más sensibles de su época.
En particular, Sófocles fue un poeta trágico griego, autor de obras como “Antigone” y “Oedipus Rex”, pero Sófocles escribió más de 120 obras de teatro durante el curso de su vida, y solo 7 han sobrevivido en forma completa:
“Ajax”, “Antigone”, “Traquis”, “Oedipus Rex”, “Elektra”, “Philoctetes” y “Oedipus Coloneus”, que son de importancia capital para el género.
Destacar también que durante casi 50 años, Sófocles fue el dramaturgo más famoso en las competiciones dramáticas de la ciudad-estado de Atenas, que tuvo lugar durante las festividades religiosas de Lenae y Dionisia; compitió en 30 competencias, ganó 24, y nunca fue juzgado más bajo que el 2º lugar.
Al tiempo, Sófocles influyó en el desarrollo del drama, lo que es más importante al agregar un tercer actor, lo que reduce la importancia del coro en la presentación de la trama; y a él pertenece la introducción del monólogo, cuya duración permitía al actor demostrar su capacidad, y al personaje expresar completamente su pensamiento.
La psicología del personaje se profundiza, y emerge un análisis desconocido de la verdad y del hombre; así, Sófocles intentó quitar el énfasis en ese estilo ampuloso, recargado y espectacular de sus personajes y de la propia acción, para restituirlos totalmente a su función dramática.
Su obra “Oedipus Rex” también conocida como “Oedipus Tyrannus”, es una tragedia griega de fecha desconocida.
Originalmente, para los antiguos griegos, el título era simplemente “Oedipus”, como lo menciona Aristóteles en “La Poética”; y se cree que pasó a llamarse “Oedipus Tyrannus” para distinguirlo de otra obra de Sófocles, “Oedipus Coloneus”
Como dato, en la antigüedad, el término “tirano” se refería a una regla, pero no necesariamente tenía una connotación negativa.
“Oedipus” significa “pies hinchados”; y fue un rey mítico de Tebas, hijo de Laios y Iocasta que, sin saberlo, mató a su propio padre y desposó a su madre.
Oedipus representa así 2 temas duraderos del mito y el drama griegos:
La naturaleza defectuosa de la humanidad, y el papel de un individuo en el curso del destino en un universo hostil.
Algunos indicios dicen que la obra pudo ser escrita en los años posteriores a 430 a.C.; y la referencia más antigua del mito, se encuentra en “La Odisea”, en el capítulo “Evocación de los muertos”, donde Epicaste, su madre, marcha a la morada de Hades a purgar el incesto, mientras Oedipus, aunque con contratiempos, sigue reinando sobre los cadmeos de Tebas.
Homero resume brevemente su historia, incluido el incesto, el parricidio y el posterior suicidio de Iocasta; sin embargo, en la versión homérica, él sigue siendo El Rey de Tebas después de la revelación, y no se ciega ni es enviado al exilio.
Aunque la obra “forma” parte de una tetralogía, de la que se han perdido las demás obras, solo logró el 2º puesto en el agón dramático, y muchos la consideran la obra maestra de Sófocles; que trató el tema de él y sus descendientes en:
“Antigone”, “Oedipus Rex”, “Oedipus Coloneus” y estrenadas en los años 442 a.C., hacia 430 y 425; y su última obra, en el 406 respectivamente; y de sus 3 obras tebanas que han sobrevivido, y que se refieren a la historia de Oedipus, en términos de la cronología de los eventos que se describen, “Oedipus Rex” es el primero, seguido por “Oedipus Coloneus” y luego “Antigone”
“Oedipus Rex” es pues una obra dramática en un solo acto, ya que toda la obra se desarrolla en una unidad de tiempo; es una tragedia, y como tal presenta a personajes eminentes, de elevada condición social, utiliza un lenguaje solemne y elevado, y concluye con el sacrificio de varios personajes, en este caso, 2:
Iocasta y Oedipus, que pagan con la muerte, Iocasta; o la ceguera y el exilio en Oedipus, por sus acciones.
Consta de un prólogo, seguido de 8 episodios escritos en trímetros yámbicos; entre los cuales se intercalan las intervenciones solistas del coro, párodos, 4 estásimos; y el diálogo lírico del coro con los demás personajes.
Las partes del coro, incluido el diálogo lírico con los demás personajes, se cantaban; el resto se recitaba.
En el recitado, además de trímetros yámbicos, hay también algunos pasajes en anapestos y tetrámetro trocaico cataléctico.
La obra nos presenta a Oedipus en su momento de mayor esplendor, como Rey de Tebas y esposo de Iocasta.
Para salvar a la ciudad, comienza a investigar la muerte del Rey anterior:
Laios; y poco a poco se descubre la verdad…
Oedipus es el asesino que busca, Laios era su padre, y su esposa Iocasta, es al mismo tiempo, su madre.
Al saberlo, Iocasta se suicida y Edipo, tras cegarse a sí mismo, pide a su cuñado Creon que le deje partir al destierro, y se quede con sus 2 hijas, ya que sus 2 hijos son hombres y sabrán cómo actuar.
En la obra, el pueblo tebano, representado como el coro, cobrará un papel muy importante, opinando sobre todas las decisiones que toman los gobernantes de la ciudad, y teniendo mucha influencia sobre esas decisiones.
Sófocles hace insistente uso de la ironía trágica, y aparece la idea de que el personaje acaba por reconocerse a sí mismo, por saber quién es él en realidad, anagnórisis; y se alcanzan momentos de máxima tensión:
El conflicto entre Tiresias y Oedipus, la discusión entre Creon y Oedipus, y finalmente la conversación entre Oedipus e Iocasta, que trata de distraerlo a toda costa para que abandone la investigación sobre su destino trágico.
Prácticamente el último año de su vida, Sófocles escribió “Oedipus Coloneus”, libro en el cual, el protagonista, convertido en ese mendigo que vaga sin rumbo, ciego, y de la mano de Antigone, acabará muriendo en un bosque cercano a Atenas, donde será enterrado, y se le rendirán grandes honores.
Se presenta también en esta obra, el trágico conflicto entre los 2 hijos de Oedipus:
Eteocles y Polynices.
No obstante hay muchas otras versiones sobre el personaje de Oedipus de distintos escritores clásicos en distintos periodos de La Antigüedad; y en La Edad Media, versiones del mito sobreviven en las leyendas cristianas de San Albano, San Gregorio y San Julián.
En el fondo, la obra plantea varios temas, y se ha interpretado de formas variadas a lo largo de los siglos.
Uno es la fuerza del destino:
Los personajes reciben malos presagios, y cuando actúan con el fin de evitar su desgracia, no hacen sino cumplir con la profecía.
Se trata de un tema común a la tragedia y a la mitología griega en general.
En esta obra de Sófocles, por ejemplo, el personaje Laios recibe el aviso de que su hijo Oedipus lo asesinará, y decide abandonar al niño en el campo a su suerte, pero el niño sobrevive, y se da una precondición para que se produzca el asesinato:
Oedipus crece sin saber que Laios es su padre.
Años más tarde, El Oráculo le dice a Oedipus que matará a su padre, y creyendo huir de su destino, huye de Corinto para no matar al que cree su padre, sin saber que precisamente esa acción lo cruzará con su verdadero progenitor en el camino.
Otro tema es el tabú en las relaciones familiares:
Oedipus mata a quien bajo ninguna circunstancia debería matar, a quien le diera la vida, y tiene relaciones incestuosas con quien lo engendró, su propia madre.
Sin embargo, Oedipus realiza estas acciones éticamente reprobables sin ser consciente de ello.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, retomó esta idea para elaborar el concepto de “Complejo de Edipo”; donde argumenta que el primer despertar sexual ocurre durante la niñez, y se manifiesta en el deseo sexual hacia el progenitor de sexo opuesto, y la hostilidad contra el progenitor del propio sexo.
Freud se vale de esta obra para ilustrar que los deseos incestuosos son una primitiva herencia humana, y que su vigencia se debe a la permanencia de tales pulsiones.
El rechazo del incesto y el parricidio que ha cometido, lleva a Oedipus a agredirse a sí mismo, dejándose ciego, lo que algunos discípulos de Freud han interpretado como una metáfora de la castración.
La obra plantea también el problema de la búsqueda de la verdad, los riesgos y perjuicios que entraña alcanzar el conocimiento:
Nietzsche habla de este drama en el capítulo 9 de “Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik” o “Nacimiento de La Tragedia” (1871); y presenta a Oedipus como un transgresor, un héroe condenado a caer por haber intentado llegar demasiado lejos.
Al transgredir la naturaleza y las normas sociales, y querer averiguar aquello que está prohibido, Oedipus descubre un mundo cuya visión está vedada al resto de los mortales; y comete una versión masculina, heroica, del pecado original, al elegir comer del árbol del conocimiento que condena a la humanidad a abandonar la inocencia.
En este caso, es su curiosidad y su entereza lo que le estimula a investigar.
Ese abandono de la inocencia, de la cómoda ignorancia, es el destino cruel y heroico de Oedipus, y su gesta consiste en su sacrificio.
Como Prometeus, él paga por un bien que la humanidad recogerá tras su acción.
Oedipus Rex, es también una afirmación del poder de los dioses:
A través de toda la obra, queda clara la influencia decisiva que tiene Apolo en los acontecimientos, dando forma al destino de los personajes; y se descubre que la palabra divina es exacta, que debe obedecerse sin titubeos, y que hay que respetar a quienes la profieren.
En “Œdipe Philosophe” (1990), Jean-Joseph Goux sostiene que Oedipus representa el poder de la razón, capaz de develar los acertijos con el ejercicio de la inteligencia, sin tener que apelar a los dioses ni a ningún saber ancestral, siendo quien inicia el camino del pensar filosófico “que llega a la cima con Descartes”
La leyenda de Oedipus, ha inspirado numerosos autores clásicos y contemporáneos; y su mito sigue estando vivo en nuestra cultura:
En la pintura, en la ópera y también en el cine, donde se percibe su huella en títulos tan dispares como:
“Spellbound” (1945) de Alfred Hitchcock; “Jeder für sich und Gott gegen alle” (1974) de Werner Herzog; “Blade Runner” (1982) de Ridley Scott; incluso en “Total Recall” (1990) de Paul Verhoeven.
En su trasposición, el director italiano, Pier Paolo Pasolini, ha logrado una aproximación muy personal, sin renunciar por ello al mito.
“L'oracolo gli disse che era il suo destino che avrebbe dovuto morire vittima per mano di suo figlio, un figlio nato da Laio e da me”
Edipo Re es un drama italiano del año 1967, escrito y dirigido por Pier Paolo Pasolini.
Protagonizado por Silvana Mangano, Franco Citti, Alida Valli, Carmelo Bene, Julian Beck, Luciano Bartoli, Ahmed Belhachmi, Pier Paolo Pasolini, Giandomenico Davoli, Ninetto Davoli, entre otros.
El guión se basa en la obra homónima escrita por Sófocles; sin embargo, el autor de la tragedia griega original en la que se basa esta película, no recibe ningún crédito en la pantalla.
Edipo Re es la primera parte del “Ciclo Mítico” de Pasolini, que incluye:
“Teorema” (1968), “Porcile” (1969) y “Medea” (1969)
Aquí tenemos a un Pasolini obsesionado con el mito clásico, pues logra desentrañar el sentido de la obra y simbolizar su entendimiento.
Entendía el autor, que de la sacralidad arcaica, entendiéndose como una forma de vida y pensamiento, podría sacar y deducir estructuras simbólicas del conocer, junto a normas y paradigmas que aportarían ideas para la comprensión del comportamiento humano, en este punto en particular, tenemos que aclarar que Pasolini conocía de las teorías y estudios de Freud y Jung, entre otros; y pone énfasis en lo que el mito tiene de irracional, de misterioso, y subraya el aspecto del incesto en el Eros, para finalmente despertar conciencias.
No podemos hablar de Edipo Re como una obra política, pero el autor siempre que podía hacía crítica de la burguesía, y aquí interesa cómo pinta Pasolini la “realeza”, tan solo un peldaño por encima de la miseria más absoluta; y sobre todo interesa el tratamiento de fondo, que no es tanto el amor innatural por la madre, sino la predeterminación y la inexorabilidad del destino; así, en Edipo Re tenemos una película psicológica, con un fuerte vínculo en el Eros del protagonista, prohibido, incestuoso e irracional.
Concebida en un marco de belleza encarnizada, Edipo Re es una atinada reinterpretación que retrotrae sin desfigurar ni descontextualizar; es una obra imponente, dura y contundente, hipnótica, inteligentemente forjada; es un lúcido ensayo sobre el dolor, sobre el azar y la imposibilidad; es un viaje que transgrede el tiempo; es un grito terrible, y en resumidas cuentas, una gran lección cinematográfica que demuestra que Pasolini era un artista que habita y crea en su propio límite.
Edipo Re se rueda en Bolonia, Marruecos; la Toscana y en los estudios Dino de Laurentiis en Roma.
Al rodar en Marruecos, el director logró distanciarse del mundo griego clásico, recreando una Tebas mucho más próxima a Micenas de Agamenón, que a la Atenas de Pericles.
La acción comienza el año 20 en Tebas, Grecia; y termina en las afueras de Tebas, en torno al año 65. 
En la Italia anterior a la guerra, una joven pareja tiene un bebé...
El padre, sin embargo, está celoso de su hijo, y la escena se traslada a la antigüedad, donde el bebé es llevado al desierto para ser asesinado.
Él es rescatado, recibe el nombre de Edipo, y es criado por Los Reyes de Corinto como su hijo; pero un día, un oráculo le informa a Edipo que está destinado a matar a su padre, y casarse con su madre.
Horrorizado, huye de Corinto y sus supuestos padres, solo para pelear y matar a un hombre mayor en el camino...
Finalmente acabamos donde empezamos, sólo que habiendo cometido infinidad de errores, con un recuerdo de lo ocurrido, y con un sentimiento de acabamiento de lo hecho, que produce cierta melancolía sin rencores y sin juicios morales.
Y es que para Pasolini, Edipo nace en el seno de una familia acomodada en pleno auge del fascismo; pero es abandonado en una época antigua… solo al final, ya exiliado, regresará al mismo lugar que le vio nacer, aunque él ya no pueda contemplar con sus ojos ese regreso al origen, al vientre materno.
La película contiene elementos de análisis autobiográfico, muy de Pasolini, que se concentran en la primera mitad del film.
Temeroso de padecer El Síndrome de Edipo de Freud, Pasolini decide enfrentarse a ello con la realización de la obra.
Por eso la película sitúa al espectador ante una realidad inquietante para provocar reacciones de rechazo:
La vida es una experiencia dramática y trágica, en la que la frustración y el dolor proliferan y se imponen; la vida es caprichosa y azarosa con los seres humanos, a los que trata como si fueran juguetes del destino; la vida se presenta revestida de una tupida apariencia de fatalismo, engañosa y falsa, que mueve a las personas a renunciar a la gestión de su futuro.
El Oráculo de Apolo no dice la verdad, el destino no está predeterminado, la fatalidad no es imperativa.
A Edipo le falta información sobre sus orígenes, y por ello se equivoca.
No conoce su pasado y no lo investiga; y ante indicaciones inciertas, huye atemorizado y sin pensar.
La parábola del joven Edipo, sugiere la necesidad de buscar la verdad y abandonar los mitos fatalistas; pues los seres humanos pueden y deben gobernar su destino; mientras la parábola del anciano Edipo ciego, sugiere que la ceguera de espíritu del joven Edipo era más terrible.
De esa manera, la narración mezcla ficción y recuerdos personales, en una hilación de secuencias que traslada los hechos de los años 20 en Tebas, a los últimos de La Segunda Guerra Mundial en Bolonia, donde nace el director en 1922; y hace evidente la distorsión cronológica con indicaciones ostentosas, como la bandera italiana monárquica colgada en un balcón.
Los sucesos de los años 20 a 40, los sitúa en Grecia, en Corinto y Tebas; y los de los años 60, los traslada a 1965 en Bolonia.
La manipulación temporal es un recurso que el autor utiliza en otras obras; y en este caso, le permiten reforzar el sentido autobiográfico, recordar al espectador que asiste a un relato de ficción, y despierta en él sospechas de ser objeto de manipulación, al moverle a no aceptar el mito, e incentivarle a buscar la verdad.
“Tu sei qui per prendere il mio posto nel mondo, e mandami a nulla e rubare tutto ciò che ho; sarà la prima cosa che prenderai da me, la donna che amo.
In effetti, stai già rubando il tuo amore”
Pier Paolo Pasolini es uno de los directores más atípicos, no solo del cine italiano, sino de toda la historia del Séptimo Arte; y cuando rodó su primera película, de corte neorrealista “Accattone” (1961), ya era un intelectual muy conocido en su país, donde había destacado fundamentalmente como poeta, pero enseguida se ganó un lugar de privilegio en la cinematografía, a merced a sus trasposiciones literarias.
Pero Edipo Re está influenciado principalmente por 2 marcadas corrientes:
La tragedia homónima de Sófocles, y la teoría sexual de Sigmund Freud; y si bien el guión está enteramente tomado de la tragedia de Sófocles, el solo hecho de pensarla de otra manera, la convierte en una obra muy diferente.
Pasolini, al reescribir la tragedia de Sófocles, introduce su biografía y la historia que la precede; y la historia de Edipo le vino muy bien a Pasolini para filmar una película directa y desnuda, donde planteaba algunas de las cuestiones fundamentales para el ser humano; y no se ha limitado a trasponer la tragedia, sino que ha contado en la pantalla toda la vida de Edipo, desde su nacimiento en Tebas, hasta su exilio al descubrir que, en realidad, él era la auténtica mancha humana que había provocado la ira de los dioses.
Así  la acción inicia en los años 20, en una familia burguesa de Lombardía, nace un niño, Edipo (Franco Citti), que sería el trasunto biográfico del propio Pasolini.
Trasladada la acción repentinamente a La Grecia antigua, Laio (Luciano Bartoli) y Giocasta (Silvana Mangano), Reyes de Tebas, descubren por un oráculo, que su hijo Edipo matará a su padre y se casará con su madre.
Por eso encargan a un esclavo que mate al recién nacido sobre el monte Citerón; pero enternecido, el sirviente abandona al niño, que es recogido por un pastor de Corinto, y entregado al Rey de esta ciudad, que lo educa como si fuese su hijo.
Un día, Edipo descubre por El Oráculo de Apolo el horrible vaticinio, y se va de Corinto; y durante su viaje, encuentra a Laio acompañado por algunos guardias.
Entre los 2 surge una pelea, y Edipo mata al Rey Laio y a su escolta.
Llegado a Tebas, libera a la ciudad de La Esfinge, y obtiene así la mano de Giocasta.
Tiempo después, para poner fin a una pestilencia que se abate sobre la ciudad, Edipo interroga al ciego adivino, Tiresia (Julian Beck), que le confirma la trágica verdad; a lo que Giocasta se quita la vida colgándose en El Palacio, y Edipo se pincha los ojos hasta quedarse ciego, huyendo de la ciudad, y vagando por campos y ciudades…
La obra está dividida en 3 claras partes; y la historia se cuenta con muy poco diálogo, con subtítulos; y esto mejora la sensación interna y primaria de la obra original:
La primera parte constituye El Prólogo, donde vemos la casa natal de Edipo, lo que parece ser un pueblo italiano del norte del país.
La segunda parte, está desarrollada en el pasado, en la época del Edipo de Sófocles, filmada una antigua ciudad marroquí; esta parte es la central en la película, y vemos recreadas las míticas ciudades de Tebas y Corinto.
La tercera y última parte, está ambientada en la sociedad moderna contemporánea de Pasolini, la Italia de los ’60; donde vemos a un ya mayor Edipo ciego, tocando la flauta en las calles de la ciudad, hasta volver a donde lo vimos cuando comienza el filme.
Aquí, como en otros de sus filmes, Pasolini utiliza la composición anular o “ringkomposition”, lo que significa que narra los hechos linealmente, pero puede saltarse el tiempo y espacio las veces que quiera sin salirse de la linealidad narrativa; de manera que vemos que las 3 partes están conectadas, aunque no compartan el tiempo-espacio entre ellas; y a modo de conexión entre las 3 partes, tenemos no solo la historia lineal, sino también la música de la flauta que ahora en la tercera parte ambientada en la modernidad, toca Edipo, quien tiene como lazarillo a Angelo (Ninetto Davoli), y es llamativo que el guía sea un personaje masculino, ya que en la historia original es Antigone, la hija de Edipo, quien lo lleva, por lo que algunos críticos afirman que esto simboliza la confesa homosexualidad de Pasolini, quien decidió con ese propósito, que sea Angelo el guía de Edipo.
Como dato, en la versión sofoclea del mito, se presentaba la primera investigación policial de la literatura occidental, con el atractivo de que el detective que pretendía resolver el crimen, Edipo, Rey de Tebas, acababa descubriendo que el asesino de Laios, el anterior Rey, era él mismo.
Al cabo, lo que plantea Pasolini es lo mismo que planteaba Sófocles:
La búsqueda de la verdad, la fragilidad de todo lo humano, y la inexorabilidad de un destino cruel; y resulta curioso que se haya dicho de Edipo Re, que es la película más autobiográfica de Pasolini, pero lo cierto es que podemos descubrir en ella, muchas de sus obsesiones, aun siendo una fiel trasposición de la tragedia de Sófocles; ya que la película es una recreación del fuerte Complejo de Edipo que sufría el propio cineasta, y nos sitúa en el centro mismo de la inocencia y la culpabilidad del saber, de las acciones humanas para escribir su propio destino, y cómo nuestro pecados vuelven a cruzarse en nuestras vidas, quizás no de forma idéntica, pero sí con la misma intensidad, una fuerza que no nos abandona incluso cuando se quiera ignorar la realidad, como el propio Edipo intenta cuando se auto mutila al sacarse los ojos.
La película, por tanto, nos ofrece una visión personal de los sentimientos y emociones del autor, pero al mismo tiempo, una representación de las relaciones sexuales, y concretamente de las incestuosas, que llegan hasta nuestros días.
El texto presentado por Pasolini, se puede dividir perfectamente en 3 partes claramente diferenciadas, pero conectadas entre sí:
La primera parte es la manifestación de las teorías freudianas y El Complejo de Edipo, con Pasolini niño.
Una segunda parte que recrea la adaptación de la tragedia de Sófocles, donde al igual que el escritor clásico, deja un tanto de lado las apariciones divinas propias del mito.
Y una última parte que nos devuelve a la época actual, en la que se produce y rueda el film, para mostrarnos el final de Edipo, que es el Pasolini adulto.
La representación del Complejo Freudiano, da comienzo cuando nace la conciencia del joven niño, y a partir de ahí se nos presenta a los 3 agentes que intervienen en el proceso, es decir:
Niño, madre y padre.
La conciencia del joven Edipo tiene lugar en un prado de sauces, a través del amamantamiento que refleja el estrecho lazo que lo une con su madre.
La utilización de planos subjetivos desde la posición del niño, permiten apreciar un poco mejor el proceso de toma de conciencia, así la cámara se mueve incesantemente siguiendo las figuras femeninas de su madre y sus amigas que corren por el césped, o de los inmensos sauces que rodean el prado.
Es una toma de conciencia de la realidad, y posteriormente se pasa a tomar conciencia de la madre, como ya decimos, a través del alimento proporcionado por esta; y es en ese mismo acto donde comienzan a representarse los 3 agentes de las teorías freudianas, pues podemos contemplar al niño por primera vez unido a su madre, en el que puede ser quizás el acto más directo de sexualidad, alimentarse del otro, en este caso de la madre.
Y es la madre, otro personaje, al igual que el padre militar que aparecerá más adelante, sin nombre, la primera que nos devuelve la mirada y su expresión refleja claramente la dulzura, pero también el daño que los lazos de amor entre ella y su hijo pueden llegar a ocasionar.
Así pues, Pasolini nos ofrece en imágenes, el momento del acto o escena primordial primaria, es decir, el acto sexual de los padres, presenciado por el hijo, y que no es necesario que asista a él, bastaría con oírlo o incluso imaginárselo para poner en marcha todo el proceso freudiano de represión.
La representación del acto sexual entre los padres, que no se muestra de forma explícita, como no lo serán ninguno de los encuentros sexuales entre Giocasta y Edipo, posee ya unas características que se repetirán en los posteriores encuentros entre madre e hijo; pero se nos presenta ya, en estos primeros minutos del film, que las relaciones sexuales a las que tendremos ocasión de asistir, estarán mediadas por la madre y por el hijo, dejando la figura paterna de lado, en el caso de Laio, asesinándolo.
Es entonces cuando el padre freudiano decide separar al hijo de la madre, y entramos así en la recreación de la Grecia prehistórica, en la que tendrá resolución la relación incestuosa que de momento solo se ha manifestado en nivel psicológico, una dimensión que en las 2 partes siguientes del film, el propio autor dejará de lado, para manifestar sus verdadero deseo en la representación de la tragedia.
El incesto, en el film de Pasolini, es una práctica que hace felices a sus protagonistas mientras desconocen su existencia, pero que les condena eternamente, solo a ellos, a un destino trágico señalado de antemano; unos designios divinos que no se deben contradecir, contra los que no se deben luchar, pues la idea que subyace en los 2 textos edípicos, es que la felicidad humana siempre es caduca.
Después de Freud, la historia de Edipo no se puede experimentar sin leer los matices incestuosos y patricidales; pero estos temas son menos explorados por Pasolini, incidiendo que la idea que Edipo sea finalmente responsable de su propia caída; así, en lugar de la inevitabilidad del destino, Edipo crea su propio camino, cometiendo asesinatos por capricho, y casándose mientras está cegado por la ambición.
Para la mayor parte de la película, Pasolini mantiene al público alejado, favoreciendo sus propios pinceles del surrealismo sobre una narrativa tradicional; y la convierte en un desfile loco y brutal de primitivismo y psicosis; pero este es uno de los pasatiempos favoritos de Pasolini, la puesta en escena de viejas obras literarias como desfiles mentales, con un sentimiento genuino por la locura aleatoria del ritual, la sensación de que las personas se adornan a sí mismas de acuerdo con imperativos supersticiosos impenetrablemente extraños.
Nótese la variedad de extravagantes sombreros en esta película, sería suficiente para un museo, con coronas cilíndricas de oro de un metro de altura; cascos compuestos de segmentos de hierro curvados que cuelgan del ala de un sombrero en forma de platillo; guirnaldas de paja tejida que se usan no horizontalmente alrededor del cráneo, pero que suenan verticalmente en la cara.
Incluso El Oráculo se deja llevar por el acto, luciendo una cerámica alta en forma de máscara de hombre de nieve, con un ramillete de vegetación que sobresale de la parte superior.
Es como si la vida antigua no fuera más que un gran acto de tocado; pero Pasolini, manteniéndose fiel a su estilo reconocible, cuenta la historia de Edipo no con una narrativa radical, sino a través de una colección de viñetas cómicas, violentas y a menudo surrealistas; y con idea de innovar, enriquece el texto de Sófocles con un Prólogo y un Epílogo.
De este modo, el director interpreta, de un modo más desesperanzador si cabe, el relato de los últimos días de “Oedipus Coloneus”, para retratar la tragedia de su propio destierro ideológico, rechazado por los comunistas a causa de su homosexualidad, e insistir en la idea sofóclea del conocimiento a través del dolor; y revela su modernidad al trasladar los problemas del hombre actual, a un mito clásico:
La ceguera final de Edipo, un “inocente” perseguido por un destino adverso y cruel, simboliza la incapacidad del hombre contemporáneo para “ver” o al menos intentar comprender las situaciones en las que se encuentra, a veces dramáticas y terribles; un hombre que vive las mismas contradicciones y al que la verdad, si bien es clara a sus ojos, le parece de tal modo absurda e incomprensible, que se vuelve ciego como si fuera más fácil no verla.
Ése es el verdadero “complejo" de Edipo, aunque el director enfatiza las implicaciones psicológicas y morales.
El intento autobiográfico que el director nos desvela sutilmente en El Prólogo y El Epílogo, es evidente en su planteamiento y resolución.
De hecho, con Edipo Re, Pasolini comenzará una labor de denuncia cada vez más manifiesta, que tendrá su máxima expresión en “Salò o le 120 giornate di Sodoma” (1975)
En definitiva, Pasolini hace las veces de Sófocles, hasta el punto que ya no se sabe cuál es el “clásico”, si la tragedia griega o la película; pues un clásico no termina de decir aquello que quiere decir, y es lo que no te puede ser indiferente y te sirve para definirte a ti mismo en relación a ello, y en contraste con ello mismo.
Como dato, el fragmento de La Esfinge de la película, no está en la tragedia, y podemos afirmar concluyentemente, que la película de Pasolini no es el “Oedipus Rex” de Sófocles.
No solo Pasolini introdujo esta escena, sino que cambió el orden estructural de la trama; pues la tragedia de Sófocles comienza en un momento bien avanzado de la trama; por el contrario, la película de Pasolini aparece en una sucesión cronológica perfecta, desde el abandono del infante hasta su marcha de Tebas.
Esto se debe, por un lado, a las sujeciones estilísticas de la narrativa de la época de Sófocles y, por el otro, al enfoque que cada uno le quiere dar a la trama.
Mientras Sófocles prefiere centrarse en el drama de la búsqueda de la verdad de Edipo; Pasolini se concentra en las relaciones incestuosas del personaje, sus determinaciones y su redención.
Sin embargo, podemos afirmar que Pasolini es muy fiel a Sófocles.
El director italiano, en efecto, no hace cambios drásticos en la tragedia griega, a lo sumo agregó la escena de La Esfinge, y cortó la parte de la trama al final de la tragedia, en donde aparecen las hijas de Edipo, Ismene y Antigone.
También resulta interesante examinar el lugar en donde estos hechos ocurren:
La cima de una montaña.
A lo largo de la literatura occidental, las montañas se han identificado como un lugar de meditación, de penitencia, pero también se han asociado con la sabiduría y la sanación.
Desde la entrega de Los 10 Mandamientos, pasando por el descenso de Zarathustra, hasta la subida al sanatorio de Hans Castorp de Thomas Mann, los montes han sido asociados con el conocimiento y la recuperación.
Y no es coincidencia que Pasolini ubique la lucha de Edipo con La Esfinge en este lugar.
Muy atento a los detalles, Pasolini decidió la ubicación de esta escena; así, el vencimiento de La Esfinge no solo representa el inconsciente del protagonista, sino también el sufrimiento que el saber conlleva.
Como narrativa, Pasolini trata de subrayar el primitivismo de la obra mediante el empleo de intertítulos que recuerdan al cine silente, y logra crear una atmósfera inquietante con el empleo de música diversa, de Bach y Mozart, El Himno Soviético y melodías populares de Japón, Rumanía y Marruecos.
Y ya en estos primeros planos, podemos observar varias características que se repetirán a lo largo del film, especialmente cuando los personajes involucrados en la relación incestuosas se miren entre ellos; por un lado la mirada a cámara, apelando al espectador pero al mismo tiempo al propio Pasolini, sabedor de estar, junto al espectador, detrás en todo momento.
Es muy frecuente que durante todo el film los personajes miren directamente a la cámara, que no hace otra cosa que subrayar esa vinculación directa entre los propios personajes y nosotros mismos.
Y en el fondo, el tema de Edipo Re, más allá de la interpretación freudiana y de la identificación entre Pasolini y Edipo, es el de la culpabilidad.
Pasolini nos muestra, cómo se puede ser inocente y al mismo tiempo culpable sin saberlo, cómo somos víctimas de un mundo que nos hunde en el fango, y cómo colaboramos con la barbarie sin que lo sepamos; y cómo al descubrir la verdad que se oculta en nuestra vida aparentemente apacible, nos vemos arrastrados a la locura; y es una película con un mensaje político contundente, aunque no sea evidente, y es una crítica al Capitalismo y al “nuevo orden híper-industrial”, a esta sociedad en la que unos se mueren de hambre y otros de aburrimiento, una sociedad en la que todos somos culpables de la destrucción del mundo y de la vida, pero al mismo tiempo, somos inocentes, pues también somos víctimas de esa hidra que nos arrastra y nos empuja hacia el abismo sin que sepamos qué hacer, cómo reaccionar, cómo evitar la catástrofe que nos acecha.
Sólo nos quedaría enloquecer, huir y llorar… o sacarnos los ojos.
Pasolini nos presenta una realidad atroz, y nos obliga a enfrentarnos a ella:
¿Qué podemos hacer y qué debemos hacer?
Desde luego, no hacer caso omiso a la profecía, sino enfrentarnos a ella, comprenderla, y buscar la manera de evitar su cumplimiento.
La ignorancia no nos salva, el mirar para otro lado es complicidad con la barbarie.
Puede que la profecía, el triunfo definitivo del Capitalismo sea inevitable, pero la única forma de afrontar la vida con dignidad, es ser consciente de esa profecía que nos amenaza, y de todo lo que conlleva, seguir la vida como si nada fuese con nosotros en una huida ignorante y aparentemente inocente, es un suicidio retardado, pues al final, la profecía nos alcanza y acabará explotando en nuestras manos, destruyendo nuestras vidas y las de todos los seres que amamos.
Técnicamente, la fotografía hace uso de una cámara inquieta y observadora, que realiza barridos del paisaje, encuadra perspectivas amplias y profundas, y usa con preferencia colores terrosos.
El guión, de diálogos escasos, pone en boca de Tiresias afirmaciones sobre la fuerza y la eficacia del saber.
La estética de la que dota Pasolini, es casi onírica, y muy en consonancia con el origen teatral y mitológico de la historia.
Los trajes, los objetos, los escenarios, son reducidos a su mínima expresión, casi como si fueran objetos simbólicos más que reales; y es esta una de esas obras que describen magistralmente la condición humana como un constante infortunio.
Resulta irónico que a Edipo lo nombren “hijo de La Fortuna”, la diosa más caprichosa y voluble, que a veces es representada como la justicia, con una venda tapándole los ojos…
Hay que recordar las palabras que un Edipo ya anciano, que ha estado años vagando como vagabundo ciego, en “Oedipus Coloneus” de Sófocles, y que sigue lamentándose de su suerte:
“Cargué con una infamia, forasteros, cargué con ella, sin querer, testigo de ello sea dios.
Nada hay en todo ello que eligiera mi propia voluntad”
Del reparto, nada queda al azar; Pasolini eligió a Franco Citti para el papel de Edipo, y aunque recibió duras críticas en el momento de su estreno, su interpretación, algo afectada, se ajusta bien a un personaje que eventualmente tiene accesos de ira, es “hijo de La Fortuna”, buena y mala; y se convierte en un juguete en manos del destino.
Citti otorga sus mejores momentos interpretativos en los momentos clave, cuando su voz tiene el sonido de la absoluta desesperación; y su actitud no es la de un Rey, sin embargo le da a la película un nivel de autenticidad, dado el motivo principal de esta secuencia, que era demostrar un adolescente dolido, con furia y negación, que era ignorante en su base.
Resultó genial la elección de Silvana Mangano, un auténtico icono sexual, para el papel de Giocasta; de hecho, una de las grandes secuencias de Edipo Re es cuando al dar de mamar a Edipo, ella, en un largo primer plano, ve pasar por delante su siniestro futuro… con mirada estática como estatua.
La Mangano está muy correcta en su papel, como esposa y madre, dotando de sensualidad a su personaje, con su belleza, su piel de alabastro y sus finas cejas, sus trenzas perfectamente enredadas, son dominantes.
Ella tiene una habilidad artística que eclipsa totalmente a la de Citti, y al mismo Ninetto Davoli.
El reparto lo completan Alida Valli como Merope, Reina de Corinto y madre adoptiva de Edipo; Julian Beck como Tiresias, y Carmelo Bene como Creon.
La escena en la que el protagonista se arranca los ojos es memorable, como si toda la tensión acumulada estallara en un acto de suprema desesperación y de rabia contra sí mismo, como si a la ceguera física hubiera precedido una moral. 
En definitiva, hay una frase que resume muy bien la película, pero también la propia existencia de Pasolini; y la dice La Esfinge, justo antes de morir, a Edipo:
“Es inútil, el abismo al que tratas de arrojarme está dentro de ti”
Por último, la música incorpora fanfarrias, un fragmento del Cuarteto de Disonancias de Mozart, y canciones del folklore de Rumanía, Japón y Marruecos.
“Perché sei così inorridito dall'idea di essere l'amante di tua madre?
Molti hanno fatto l'amore con la madre nei sogni e vivono inorriditi da quel sogno?”
El mito de Edipo, como se ha citado, inspiró a Sigmund Freud para su teoría del Complejo de Edipo, el agregado complejo infantil de sentimientos amorosos con el progenitor del sexo opuesto, y hostiles con el del mismo sexo.
En psicoanálisis, El Complejo de Edipo, a veces también denominado Conflicto Edípico, se refiere al agregado complejo de emociones y sentimientos infantiles caracterizados por la presencia simultánea y ambivalente de deseos amorosos y hostiles hacia los progenitores.
Se trata de un concepto central de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, expuesto por primera vez dentro de los marcos de su primera tópica.
En términos generales, Freud define El Complejo de Edipo como el deseo inconsciente de mantener una relación sexual “incestuosa” con el progenitor del sexo opuesto, y de eliminar al padre del mismo sexo, por medio del parricidio; por lo que es la representación inconsciente a través de la que se expresa el deseo sexual o amoroso del niño.
Freud describe 2 constelaciones distintas, en las que se puede presentar El Conflicto Edípico:
El Complejo de Edipo positivo:
Que es el odio o rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo, y atracción sexual hacia el progenitor del sexo opuesto.
Y El Complejo de Edipo negativo:
Que es el amor hacia el progenitor del mismo sexo, así como rivalidad y rechazo hacia el progenitor del sexo opuesto.
Freud consideró, que la identificación del niño con el padre del mismo sexo, es la resolución exitosa del Complejo, y que la resolución sin éxito del Complejo, podría llevar a neurosis, pedofilia y homosexualidad.
Y la teoría de Freud distingue en el desarrollo psicosexual de los niños, 3 etapas principales:
La oral, la anal y la fálica.
El período de manifestación del Complejo de Edipo coincide con la llamada fase fálica, o pregenital del desarrollo de la libido, es decir aproximadamente entre los 3 y los 6 años de edad, y se acaba con la entrada en el período de latencia.
De acuerdo con la teoría freudiana, El Complejo se revive en la pubertad, y esta reaparición declinaría a su vez con la elección de objeto, que abre paso a la sexualidad adulta.
El Complejo de Edipo es por ello considerado la piedra angular de la teoría de Freud, un concepto clave del psicoanálisis y sus derivados actuales, tanto como fundamento de la teoría, como construcción explicativa en la clínica:
Para la teoría, porque constituye el eje central de la teoría pulsional y de la metapsicología con la que Freud pretende explicar el funcionamiento psíquico y la estructuración de la personalidad; y para la clínica, debido a que del desarrollo, evolución y forma de resolución de La Conflictiva Edípica, derivará la estructura y la forma en que se presentarán los síntomas en las distintas modalidades patológicas.
Por eso, El Complejo de Edipo es una idea tan central para el psicoanálisis como lo es la universalidad de la prohibición del incesto, y constituye un correlato del Complejo de Castración.
Freud, en “Tres Ensayos sobre La Teoría de La Sexualidad”, asegura que en los niños es recurrente la fantasía incestuosa de expulsar y sustituir al progenitor rival, es decir, el padre para el niño, y la madre para la niña, pero esas ideas suscitan intensa culpa y temor al castigo.
No obstante, el uso del término se le atribuye a Carl Gustav Jung… que desarrolló de forma análoga “El Complejo de Electra”, describiéndolo como la atracción sexual inconsciente que siente una niña hacia su padre.
Freud nunca aceptó esta idea de Jung, y propuso además, que El Complejo de Edipo, que originalmente se refiere al deseo sexual de un hijo para su madre, es un deseo del padre tanto en hombres como en mujeres, y que los niños y niñas experimentan El Complejo de manera diferente:
Niños en una forma de castración ansiedad; y chicas en una forma de envidia del pene.
La Conflictiva Edípica debe ser cancelada, no necesariamente por el mecanismo psíquico de la represión, para posibilitar el desarrollo de la sexualidad del niño.
En el inconsciente, se pone en funcionamiento el llamado Complejo de Castración, que aporta al niño una respuesta rudimentaria al enigma que le plantea la diferencia anatómica de los 2 sexos, posesión o privación del pene, que el niño atribuye al cercenamiento del pene en la niña.
El niño teme el cercenamiento del pene como castigo por sus deseos incestuosos y actividades sexuales, lo cual le provocará una intensa angustia de castración.
En la niña, la ausencia de pene es percibida como un daño que, según el psicoanálisis, ella misma intentará negar, compensar o reparar durante su desarrollo.
Según Freud, mientras El Complejo de Castración posibilita la salida del Complejo de Edipo en el niño, el niño descubre que la madre está castrada y depone sus deseos incestuosos por temor a la castración; representa para la niña la entrada al Complejo de Edipo, es decir, la niña se dirigiría hacia el padre en busca del falo faltante en la madre.
El interés del niño por los genitales, desaparece durante el período de latencia, y reaparece con la pubertad; y cuando ve la falta en una niña, advierte la posibilidad de la castración pero la amenaza adquiere su efecto con posterioridad.
Para la solución del conflicto, se sustituye la investidura de objeto por la identificación, se introyecta a la autoridad del padre, y se forma el núcleo del Superyó, que severamente prohíbe el incesto, y el retorno de las investiduras de objeto.
Las aspiraciones libidinales son desexualizadas y sublimadas por una parte, e inhibidas en sus metas y mudadas en mociones tiernas, por otra parte.
Con esto se da inicio al periodo de latencia.
En rigor, El Complejo de Edipo no es objeto de la represión, sino que más bien opera una cancelación y destrucción del Complejo.
La niña percibe inicialmente que su clítoris es un pene pequeño que ya crecerá pero, al advertir que las mujeres adultas no poseen pene, intuye que ha sido castrada.
El Superyó se instituye como resultado de la educación y el amedrentamiento externo.
La niña se acerca al padre en busca de lo que la madre no tiene.
Simbólicamente, el falo pasa del pene al hijo, su complejo culmina en el deseo de recibir de regalo un hijo de su padre, el cual permanece en lo inconsciente como el del pene, y constituye la base para su futura función sexual.
En la generalidad de los casos, el niño trata, en su deseo de superarlo, de parecerse a su rival; y acaba entonces por identificarse con él, en una especie de solidaria convivencia, en la que el padre se vuelve un modelo para el niño.
Lo mismo ocurre, aunque no de manera simétrica, entre la niña y su madre.
En “La Interpretación de Los Sueños”, Freud aclara la relación que él encuentra entre El Mito de Edipo y El Complejo:
“Si “Oedipus Rex” es capaz de conmover al lector moderno, como a sus contemporáneos los griegos, es porque el efecto de la tragedia… no depende del conflicto entre el destino y la voluntad humana, sino de la naturaleza peculiar del material que se revela…”
Durante los años 1980, cuando comenzaron a ampliarse los estudios sobre abuso sexual infantil, se comenzó a cuestionar la idea de “Las Fantasías de Seducción” durante El Complejo de Edipo con el argumento de que escondían casos reales de abuso.
Algunos psicoterapeutas acusaron a La Teoría Psicoanalítica del Edipo y La Fantasía de Seducción de la histeria de invisibilizar el abuso sexual realmente cometido, desresponsabilizando a los perpetradores al cargar la responsabilidad sobre los niños y sus fantasías edípicas.
Algunos psicoanalistas llegaron a cuestionar, que Freud realmente haya abandonado su teoría de la seducción parental a la que llamó “Fuente del Nilo” cuyo nombre es habitual en Freud, pues utilizaba la geografía como metáfora de los enigmas por descubrir…
Hasta hoy, la discusión continúa, y el problema no ha podido ser zanjado de manera definitiva, ni por parte del psicoanálisis, ni por parte de la antropología; más aún cuando muchos pensadores psicoanalíticos están trabajando para cambiar El Complejo de Edipo para eliminar “asociaciones automáticas entre el sexo, el género y las funciones psicológicas estereotipadas derivadas”, y hacerlo aplicable a la sociedad moderna de hoy, tomando en cuenta que ya no existe la heteronormatividad como regla general.
El mito universal de Edipo, sigue conmoviéndonos por la especial naturaleza del material psíquico que en él se nos revela.
Sea como fuere, Edipo es, y lo ha sido siempre, un contemporáneo de todos los que, en cada época, se dejan seducir por el relato de su empeño detectivesco en averiguar la verdad:
¿Quién soy yo realmente?
Para ser, a la postre, despiadadamente aplastados por ella:
Ese “más vale no saber” implícito que, sintomáticamente, ya está en las primeras páginas del Génesis, formando parte esencial del ADN de nuestra cultura.
Aquello de “la curiosidad mató al gato”, en otras palabras.

“Oh luce che non ho visto più, che prima eri mio e ora mi illumini per l'ultima volta.
Sono arrivato.
La vita finisce dove inizia”


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