Attila
“Sono passati gli unni, un mare irresistibile di barbari che, dai lontani deserti dell'Asia, spinti da un insaziabile desiderio di preda, dilagano verso la terra ricca dell'occidente.
Gli unni, un mare di sangue, di distruzione, di morte.
Li guida un capo fanatico e feroce dal nome mormorato come quello del demonio, minaccioso come una spada:
Attila”
Los hunos constituyeron una confederación de pueblos nómadas y seminómadas, a partir de varias ramas étnicas procedentes del área esteparia, junto con grupos conquistados o asimilados en el área balcánica; y su importancia estriba en la creación tardía de un auténtico aparato de poder, capaz de rivalizar en atribuciones e influencias con las 2 mitades escindidas del Imperio Romano, amenazando al mismo tiempo tanto a Constantinopla como a Roma.
Los hunos eran un pueblo nómada procedente de la zona de Mongolia, en el Asia Central, que empezó a emigrar hacia el oeste en el siglo III, probablemente a causa de cambios climáticos.
El caudillo de esta confederación en su máximo apogeo fue Atila, probablemente un guerrero ligado a la nobleza “Kan” de origen túrquico.
Cabe señalar que los caballos tenían una gran importancia para este pueblo, habituado a combatir montados, utilizando como armamento lanzas y arcos; y a esto contribuía el uso del estribo, que tomaron de los chinos, y que introdujeron más tarde en Persia y Europa; de esa manera emigraron con sus familias y grandes rebaños de caballos y otros animales domésticos en busca de nuevas tierras de pastos donde instalarse; y por su destreza y disciplina militar, nadie fue capaz de detenerlos, desplazando a todos los que encontraron a su paso; y provocaron así una oleada de migraciones, ya que los pueblos huían antes de que llegaran, para no enfrentarse con ellos.
Según las fuentes griegas y romanas, el gobierno de los hunos estaba a cargo de un Rey, aunque es discutible cuánto se aplica este término para el caso de los hunos, y cuánta autoridad tenía El Rey sobre el total de los hunos y demás poblaciones sometidas; ya que la autoridad estuvo compartida por 2 caudillos a la vez, como los casos de Octar y Rugila, Bleda y Atila, o Dengizik y Ernak.
Se ha estimado que en el año 425 eran 60.000 guerreros, totalizando un pueblo de 300.000 personas, entre los que seguramente deban contarse poblaciones subyugadas de origen germánico, eslavo e iranio.
De su religión, se sabe muy poco; aparentemente tenían un tipo de adoración al caballo, ya que estos animales eran una figura casi sagrada para ellos; y si se admite la teoría de que fueron un pueblo de origen altaico, posiblemente practicaran el Tengrianismo, que incorpora elementos de chamanismo, animismo, totemismo y culto a los antepasados.
Las fuentes romanas suelen referirse a ellos, como individuos subhumanos carentes de cualquier clase de dios y moral, sin creencia en otra vida aparte de la terrenal, aunque se sabe que tenían algo parecido a chamanes o brujos en su tribu, que creían en la existencia de abominaciones subterráneas infernales, especializados en la adivinación a partir del examen de restos y huesos de animales.
Se sabía que originalmente cremaban a sus muertos, aunque más adelante comenzaron a inhumarlos; y practicaban tanto la poliandria como la poliginia.
También se decía que los hunos eran seres imberbes, musculosos, salvajes, extraordinariamente resistentes al frío, al hambre y la sed, desfigurados por los ritos de deformación craneana y de circuncisión que practicaban, e ignorantes del fuego, de la cocina y de la vivienda.
Su máximo representante fue Atila, último y más poderoso de sus caudillos; y fue su gobernante desde el año 434 hasta su muerte en marzo del 453.
También fue el líder de un imperio tribal compuesto por hunos, Ostrogodos y alanos, entre otros, en el territorio de Europa Central y Oriental.
El origen del nombre “Atila” no está claro, y no hay consenso entre los estudiosos; y podría significar “Padrecito”, con el sentido de “tierra paterna” o “madre patria”
Atila nació en torno al año 400; y en cuanto a su infancia, la suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable, pero no existe forma de constatarlo.
El padre de Atila, Mundzuk, era el hermano de los reyes Octar y Ruga, que reinaban conjuntamente sobre El Imperio Huno a principios del siglo V.
Esta forma de diarquía, fue recurrente con los hunos, pero los historiadores no están seguros de sí fue institucionalizada, meramente consuetudinaria o de ocurrencia ocasional.
A la muerte de su padre, Atila se encuentra con su tío, y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra.
Hacia 432, los hunos se unificaron bajo El Rey Rua o Rugila; y 2 años después murió, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas.
En el momento del acceso de los 2 hermanos, las tribus negociaban con los enviados del Emperador Romano Oriental, Flavius Theodosius para el regreso de varios renegados que se habían refugiado allí, posiblemente nobles hunos que no estaban de acuerdo con la asunción de liderazgo de los hermanos; y satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos abandonaron El Imperio Romano y regresaron a su hogar en La Gran Llanura Húngara, tal vez para consolidar y fortalecer su imperio; y es que los romanos utilizaron a los hunos como mercenarios contra los alemanes, e incluso en sus guerras civiles.
Por ello, los hunos consideraban que los romanos les deberían pagar tributo, mientras que los romanos preferían ver esto como pago por los servicios prestados.
Los hunos se habían convertido en una gran potencia cuando Atila alcanzó la mayoría de edad durante el reinado de su tío Ruga, hasta el punto de que Nestorius, el patriarca de Constantinopla, deploró la situación con estas palabras:
“Se han convertido en maestros y esclavos de los romanos”; y según parece, en algún momento del periodo de calma que siguió a la retirada de los hunos desde Bizancio, probablemente en torno al año 445; Bleda murió, y Atila quedó como único Rey.
Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano, o si Bleda murió por otras causas.
En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos, y nuevamente se volvió hacia El Imperio Oriental.
La principal fuente de información sobre Atila, es del historiador Priscus Panoniensis; célebre por su relato de la embajada enviada ante Atila, que resulta especialmente interesante por su información sobre ellos; y gran parte de este texto ha llegado a nuestros días a través de “Los Excerpta” del Emperador Bizantino de La Dinastía macedónica, Kōnstantinos VII Porphyrogennētos.
En el año 448, Priscus acompañó a Maximino, Embajador de Flavius Theodosius a La Corte de Atila, que llegaría a ser Flavius Theodosius Junior Augustus, Emperador del Imperio Romano de Oriente, diciendo:
“Era un hombre nacido en el mundo para sacudir a las naciones, el azote de todas las tierras, que de alguna manera aterrorizaba a toda la humanidad con los horribles rumores que se difundían en el extranjero sobre él.
Era altanero en su caminar, girando los ojos de aquí para allá, de modo que el poder de su orgulloso espíritu apareció en el movimiento de su cuerpo.
De hecho, era un amante de la guerra, pero restringido en la acción, poderoso en el consejo, amable con los suplicantes e indulgente con los que alguna vez fueron recibidos bajo su protección.
De baja estatura, con un amplio cofre y una gran cabeza; sus ojos eran pequeños, su barba delgada y salpicada de gris; y tenía la nariz chata y la piel bronceada, mostrando evidencia de su origen”
Y se llegó a decir que “bajo las fuertes patas del temible caballo de Atila, no volvía a crecer la hierba ni vida alguna”
El historiador, Priscus Panoniensis, durante su estancia allí, registró una anécdota personal entre Atila y Ernak, uno de sus hijos.
Durante un banquete, Atila miró a Ernak con ojos serenos, mientras tomaba poco en cuenta a sus otros hijos; y le explicó a Priscus Panoniensis, que los chamanes le profetizaron a Atila, que este sería el más exitoso de sus hijos…
Pero Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales, como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie.
Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Gengis Kan y Tamerlán, ya que todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje; pero la realidad sobre sus caracteres respectivos puede ser más compleja.
Se ha calificado a Atila como un “bárbaro”, sin darse cuenta de que los romanos llamaban así a cualquier pueblo que no fuera romano o romanizado, sin importar su grado de cultura ni su estado de civilización.
Hay que tener en cuenta, a la hora de formarse una idea correcta del personaje, que los relatos que nos han llegado son todos de la pluma de sus enemigos, por lo que es imprescindible un adecuado expurgo de los mismos.
Si se supo que Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, que fue conocido como “El Azote de Dios”, que sus posesiones se extendían desde La Europa Central hasta El Mar Negro, y desde El Río Danubio hasta El Mar Báltico, y durante su reinado, fue uno de los más acérrimos enemigos del Imperio Romano, que en esta etapa final del mismo, estaba dividido en 2:
El Imperio Oriental, con capital en Constantinopla, hoy Estambul; y El Imperio Occidental, con capital en Rávena, puesto que Roma había dejado de ser el centro político del Imperio.
Atila invadió 2 veces Los Balcanes, estuvo a punto de tomar la ciudad de Roma, y llegó a sitiar Constantinopla.
Marchó a través de La Galia, y llegó incluso a Cenabum, la actual Orleans, hasta que El General romano, Flavius Aetius, le obligó a retroceder en La Batalla de Los Campos Cataláunicos, en el 451, Châlons-en-Champagne.
Atila logró hacer huir al Emperador de Occidente, Flavius Placidius Valentinianus Augustus de su capital, Rávena, en el 452; y tras saquear el norte de Italia, El Emperador murió al año siguiente.
Durante sus incursiones en El Imperio Romano de Oriente, los hunos mantuvieron buenas relaciones con El Imperio de Occidente, y en particular con Flavius Aetius, un poderoso General romano, a veces incluso llamado El Gobernante de Facto del Imperio de Occidente; que en su juventud había pasado tiempo como rehén de los hunos.
Sin embargo, todo esto cambió en 450, cuando Justa Grata Honoria, hermana del Emperador romano Occidental, Flavius Placidius Valentinianus Augustus, le envió un anillo a Atila, y solicitó su ayuda para escapar de su compromiso con un senador.
Atila la reclamó como su novia, y la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote.
De Honoria, el registro histórico de la mayor parte de su vida es poco más que breves menciones o alusiones a su presencia; y ganó una reputación entre los historiadores más antiguos de ser ambiciosa y promiscua, usar su sexualidad para promover sus intereses; y consideraba a su hermano débil e indolente, basándose en los acontecimientos de un breve período de su vida.
Y es seguro que su hermano decidió casarla con un senador romano llamado Bassus Herculanus, que se consideró “seguro” y que probablemente no usaría esta conexión para tomar el trono; y enfrentado con este matrimonio no deseado, fue cómo Honoria buscó la ayuda de Atila “El Huno”; pero no se registra nada de su vida después de esa intriga.
Mientras que sobre Aelia Galla Placidia, la madre del Emperador y de Honoria, murió en Roma en el año 450, y no se tienen más noticias sobre ella tras la entrada de Atila en Aquicum, Budapest, el 27 de noviembre de ese año.
Para el 452, Atila apareció de nuevo para exigir su matrimonio con Honoria, invadiendo y saqueando Italia a su paso; su ejército sometió a pillaje numerosas ciudades, y arrasó Aquilea hasta sus cimientos.
Fue cuando El Emperador huyó de Rávena a Roma; mientras Flavius Aetius permaneció en campaña, pero sin potencia militar suficiente para presentar batalla.
El año siguiente, Atila renovó sus reclamos a Honoria y su territorio en El Imperio Romano de Occidente; conduciendo a su horda a través de Los Alpes y hacia el norte de Italia, saqueando y arrasando las ciudades de Aquileia, Vicetia, Verona, Brixia, Bergamum y Milán; y con la esperanza de evitar el saqueo de Roma, El Emperador Flavius Placidius Valentinianus Augustus envió a 3 personajes:
Los altos oficiales civiles, Gennadius Avienus y Memmius Aemilius Trygetius; así como El Papa Leo I “El Magno” o “El Grande”, quien se reunió con Atila en Mincio, en las cercanías de Mantua, y obtuvo de él la promesa de que se retiraría de Italia, y negociaría la paz con El Emperador.
El Papa Leo, fue el primero de los 3 Papas apodados “El Grande”, y durante su pontificado, se celebró, en el año 451, El Concilio de Calcedonia que proclamó la divinidad y la humanidad de Cristo, “consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad”
Y tras el encuentro, Atila inició la retirada sin reclamar ya ni su matrimonio con Honoria, ni los territorios que deseaba.
Este encuentro con El Papa, tuvo una gran importancia simbólica ya que, aunque El Imperio Romano seguiría existiendo hasta 476, situaba como principal fuerza política de Europa a La Iglesia, y no al Imperio; y como Papa, Leo I asumió el título de “pontifex maximus”, que habían abandonado Los Emperadores Romanos desde el 382.
Se han ofrecido muchas explicaciones para ese encuentro; y puede que las epidemias y hambrunas que coincidieron con su invasión, debilitaran el ejército de Atila, o que las tropas que Marciano envió al Danubio le forzaran a regresar, o quizá ambas cosas.
Priscus Panoniensis cuenta que un temor supersticioso al destino de Allareiks, que murió poco después del saqueo de Roma en el 410, hizo detenerse a los hunos.
El cronista medieval de temas políticos, Prosper Tiro Aquitanus, afirma que “El Papa Leo, ayudado por San Pedro y San Pablo, lo convenció para que se retirara de la ciudad”; pero la intercesión del Papa Leo no pudo evitar el saqueo de la ciudad en el 455 por El Rey vándalo Gaisarīks, nombre que significa “Príncipe de La Jabalina”, del pueblo germano de Europa central; pero el asesinato y el incendio, fueron reprimidos por su influencia.
Se cuenta que entonces, El Papa y los miembros de su clero fueron a encontrarse con el invasor para implorarle que desistiera; mientras los vándalos saqueaban la ciudad, el gesto, sin embargo, impidió que se quemara a Roma, y aseguró que las Basílicas de San Pedro, San Pablo y San Juan, en las que parte de la población aterrorizada buscaba refugio, se salvaron.
Leo I, sin embargo, ayudó a reconstruir la ciudad de Roma; y restaurar lugares clave como San Pedro.
Así las cosas, cualesquiera que fuesen sus razones, Atila dejó Italia, y regresó a su Palacio más allá del Danubio; sin embargo, en 453 Atila se casó con una chica con el nombre germánico Ildico, y él murió de una hemorragia en su noche de bodas.
Aunque su Imperio murió con él, y no dejó ninguna herencia destacada, se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa; y ha tenido muchas representaciones en la cultura popular; muchas lo retratan como un gran gobernante o un conquistador despiadado, y también ha aparecido en numerosas epopeyas alemanas y nórdicas, con los nombres Etzel y Atli, ambas con personalidades completamente diferentes; mientras que su muerte repentina, sigue siendo un misterio fascinante sin resolver.
“¿Qué diablo o qué bruja fue tan grande como Atila, cuya sangre está en estas venas?” diría el famoso Conde Drácula, en la novela de “Dracula” (1897) de Bram Stoker.
“Sei un selvaggio! Hanno ragione di chiamarci barbari.
Non concepisci altro che la violenza, e non hai altro ideale che la tua ambizione.
Con la violenza credi di poter conquistare il mondo.
Distruggeresti interi popoli per poter soddisfare la tua sete di potenza”
Attila es un drama del año 1954, dirigido por Pietro Francisci.
Protagonizado por Anthony Quinn, Sophia Loren, Henri Vidal, Claude Laydu, Irene Papas, Colette Règis, Ettore Manni, Eduardo Ciannelli, Georges Bréhat, Christian Marquand, entre otros.
El guión es de Ennio De Concini, Richard C. Sarafian y Primo Zeglio; basados en la vida de Atila “El Huno”
Llamada originalmente en italiano, “Attila, Il Flagello di Dio”, es una coproducción ítalo-francesa, producida por Dino De Laurentiis y Carlo Ponti; filmada inmediatamente después de la gran coproducción italoamericana, “Ulysses” por las productoras:
Lux Films, Ponti-De Laurentiis y Paramount Pictures en 1954; y representó un intento independiente de los mismos productores italianos, de hacer una película con un actor principal estadounidense, con la esperanza de otorgarle licencias a un estudio de los EEUU, para su distribución en términos más lucrativos.
Pero no logró asegurar este objetivo por una variedad de razones imprevistas al principio; sin embargo, 3 años y medio después, retitulado simplemente como “Attila”, resultó ser el vehículo que lanzó la carrera de Joe Levine, como “Joseph E. Levine presents” como productor y presentador de películas internacionales, muchas de ellas de origen italiano.
Y aunque Attila nunca fue una película aclamada por la crítica o la taquilla, finalmente logró el estatus de un producto significativo en la evolución de los mercados mundiales de películas.
Para 1962, la Embassy Pictures la relanzó en los EEUU en una doble función con “Hercules” (1958), protagonizada por Steve Reeves con el lema:
“¡Los hombres más poderosos de todo el mundo!
El espectáculo más poderoso de todo el mundo”
De esa manera, Attila suma los géneros de drama, histórico y péplum.
La acción tiene lugar entre los años 445 y 452.
Rua, Rey de Los Hunos, al morir en el 434, deja el reino a sus sobrinos:
Bleda (Ettore Manni) y Attila (Anthony Quinn), hijos de Mundzuk, que comparten el gobierno hasta la muerte de Bleda en el 445.
Y es que Bleda quería la paz con los romanos, a diferencia de Attila, que solo cree en el poder de la espada; por lo que será famoso por su belicosidad y crueldad; y como Rey de Los Hunos, sus hordas de varias tribus y aliados, barrerán las estepas asiáticas y los 2 Imperios Romanos.
Por otra parte, El General romano, Aetius (Henri Vidal), que conoce bien a los hunos como resultado de los intercambios de rehenes anteriores, no consigue una paz verdadera, pero compra un tembloroso y prometedor doble tributo.
Y La Corte del débil Emperador, Flavius Placidius Valentinianus Augustus (Claude Laydu), se trasladó al norte de Roma, a Rávena, donde el verdadero gobernante es La Emperatriz madre y viuda, Aelia Galla Placidia (Colette Règis), que rechaza los términos, y encarcela a Aetius, que todavía se niega a tomar el poder con Honoria (Sophia Loren), hermana del Emperador.
Pero la ambiciosa Princesa ahora le ofrece su mano y El Imperio como dote a Attila, justo lo que Bleda esperaba...
Despreciando la paz, es que Attila asesina a su hermano durante una cacería, y persuade a las hordas para que marchen con él al Imperio de Roma.
Mientras que El Emperador no tiene ni idea, solo puede llorar a su guepardo favorito; al tiempo que Aetius es rehabilitada por Aelia Galla Placidia para liderar una defensa desesperada, pero las legiones descuidadas sin fortificaciones serias, no son rival para las hordas hunas, que no temen nada, excepto tal vez el misterioso dios cristiano y su representante terrenal:
El Papa Leo I “El Grande”
Attila y sus guerreros arrasan el norte de Europa, reduciendo a todo el que se atreva a oponerse a ellos; siendo así sólo la proverbial entereza del Papa Leo I, que convence a Attila de abandonar su devastador saqueo de La Península Italiana.
Attila se presenta aquí como un ser humano complejo, en el que caben los sentimientos de afecto, amor y ternura; y como Rey, cree que la estrategia militar de su Imperio ha de basarse en la guerra, y no en el diálogo y el pacto.
Como jefe militar, cree que la guerra no admite componendas con la piedad y la compasión; por lo demás, la película atribuye a Attila la responsabilidad de sus estrategias, excluyendo de la misma a Bleda y al pueblo huno.
La cultura del pacto con Roma, había proporcionado a los hunos tratados muy favorables con ambos Imperios tributarios de los hunos.
De esa manera se monta una semblanza sobre la personalidad del Huno más famoso, dejando de lado algunos aspectos para darle más profundidad al personaje, donde la batallas, los decorados y el vestuario logran destacarse sobremanera.
“Attila!
Fratello, ascoltami!
Uccidendomi, tu credi di far tacere l'ultima voce che si leva contro la tua sete di dominio.
Ma tu non puoi conquistare il mondo a prezzo del sangue degli innocenti, perché il sangue degli innocenti non si cancella.
Ricadrà su di te”
Esta producción Ítalo-francesa recrea con gran acierto las andanzas de Atila, Rey de Los Hunos, una de las figuras más legendarias de la historia, y que la tradición occidental recuerda como “paradigma de la crueldad”; y ciertamente juega con esa tradición, pero al mismo tiempo también lo humaniza, presentándolo como un personaje mucho más complejo, con sentimientos de amor y ternura, enfrentados a un carácter despótico y violento; y como monarca, ve el futuro de su reino más en la guerra que en los pactos, y ésta se lleva a cabo con afán de exterminio y destrucción completa del enemigo.
El director, Pietro Francisci, mantiene un tono cercano al drama histórico religioso de los péplum de Hollywood; y desarrolla el tema de la confrontación entre 2 maneras de entender el mundo:
La de los hunos, y más concretamente la de Attila, que se basa en la guerra y en la supremacía de una raza por encima de las otras; mientras que la del General cristiano, Flavius Aetius, en la fraternidad de los hombres.
Todo ello nos es narrado de forma muy plausible, y a diferencia de otros títulos similares, las referencias religiosas no se hacen nada empalagosas.
Dentro de una estructura visual de cartón piedra, fotografías como fondos y movimientos de masas elementales, muy a tono con aquellos tiempos, tiene el mérito de optar por una narración realista, donde se evitan las tentaciones de la magia, la fantasía y las fuerzas ocultas o del más allá.
Por el contrario, se rebaja ese realismo con una torpe solemnidad grandilocuente que deviene mal menor, dados los medios de que se disponía en la primera mitad del siglo pasado; y el resultado final es un estupendo y subestimado título, en el que destaca un plantel de grandes actores internacionales.
También destacar que Attila es una de las películas que anticipa el subgénero del péplum, de hecho, el director sería el encargado precisamente de inaugurar el género con “Le Fatiche di Ercole” retitulada “Hercules” en 1958; tan sólo 4 años más tarde.
Attila se estrenó curiosamente el mismo año que lo hacía otra película sobre la misma figura histórica, pensamos que por estrategias comerciales, como lo fue la película de Douglas Sirk, “The Sign of The Pagan” (1954); pero aquí se internacionaliza con el mexicano Anthony Quinn; la idealmente elegida Sophia Loren; la actriz griega Irene Papas; y 3 actores franceses:
Henri Vidal, como el héroe-leal noble; Claude Laydu que da un rendimiento aceptable de un Emperador temeroso y afeminado; y Colette Régis, una oscura actriz que interpreta a La Emperatriz posesiva.
Pero lo que destaca de Attila fue su estreno, ocurrido en un momento clave en la distribución de películas italianas en Estados Unidos; pues estableció un patrón de exposición que llegó a conocerse como “reserva de saturación”
Joseph E. Levine, anteriormente distribuidor y expositor de los derechos en los EEUU, con sede en Boston, movió rápidamente unas 90 impresiones a través de centros de distribución regionales, logrando ensamblar conjuntos “ad hoc” de teatros, en su mayoría de gama baja, donde podía reservar proyecciones de corto período con términos de taquilla.
Esta densa concentración de lugares, permitió el uso rentable de los anuncios locales de radio y televisión, y gastó mucho más de lo que la mayoría consideraría prudente.
Siguiendo este patrón, Levine pudo generar más de $2 millones en alquileres de taquilla en los Estados Unidos, con solo un promedio de exposición de 10 días por filme.
El éxito de Attila, demostró que un filme explotable con una gran publicidad televisiva, y una densa concentración de teatros, podría romper los tradicionales “bloqueos” para lograr el éxito para un lanzamiento independiente.
Los resultados que Levine logró, se intensificaron utilizando la red nacional de intercambios impresos de Warner Bros., al darse cuenta de la toma mucho mayor, unos $4,7 millones en alquileres en Norteamérica, para su éxito publicitario, “Hercules”, estrenada el siguiente verano con más de 600 copias, 175 de estos se proyectaron simultáneamente en el área metropolitana de la ciudad de New York, en un momento en que los lanzamientos de estudios a menudo se abrían, a nivel nacional, con tal número.
Así, Warner Bros., quedó tan impresionado con la exhibición teatral y la perspicacia comercial que Joe Levine le había traído a Attila, que le pagaron $300,000, y avanzaron para asegurar los derechos de distribución a “Hercules”
De esa manera, Levine otorgó los derechos de exhibición teatral, no teatral y televisiva de Estados Unidos de Attila, por un período de 10 años, hasta marzo de 1968, por un monto de $90,000, más el costo de los elementos suministrados para filmación y sonido de Lux Films y Ponti-De Laurentiis.
También re-hizo el título principal, y los créditos del filme en inglés, formándolos sobre un simple fondo de tela tejida.
En total, alrededor de $110,000 se gastó para preparar la película para la re-impresión; y en el transcurso de su estreno inicial, Levine también gastó $590,000 en publicidad impresa y en periódicos, y $350,000 en anuncios de radio y televisión; lo que le permitió ganar más de $2 millones en alquileres en los Estados Unidos.
Finalmente Attila fue reestrenada en 1962, en una doble factura con “Hercules” de Steve Reeves, y luego se vendió a la sindicación de televisión.
Por contrato, todas las impresiones y masters estadounidenses de 35mm y 16mm se recogieron y se eliminaron en 1968; y Attila quedó fuera de la distribución en EEUU durante décadas.
El “copyright” de 1958 en los Estados Unidos, fue renovado en 1986, por un bufete de abogados parisino, que se creía que actuaba en nombre de Carlo Ponti y la biblioteca de cine francesa StudioCanal; mientras que una versión en idioma italiano, con subtítulos en inglés, finalmente se emitió al video casero de los EEUU; y en 2008, como parte de una colección de 4 películas de Lionsgate que contenía algunas de las primeras obras de Sophia Loren.
Desde el estreno inicial de Attila, las versiones en inglés presentan una canción cantada por Anthony Quinn; que también se usó en las copias de distribución estadounidenses de Joe Levine, y contiene muchas líneas en inglés que no coinciden con el diálogo hablado en italiano.
Así las cosas, esta historia está ambientada en el año 450 d.C.
Los hunos, una horda de bárbaros de las lejanas llanuras de Asia, se dirigen hacia las ricas tierras occidentales de Germania, dirigidas por un salvaje jefe, Attila.
Flavius Aetius, un General romano, es la única persona que lo conoce, ya que estuvo en una continua legación con los hunos durante años; por lo que él y su compañero, Priscus Panoniensis (Georges Bréhat) llevan un mensaje del Emperador Flavius Placidius Valentinianus Augustus, al Rey Huno, Rua.
Después de llegar a su Palacio, Flavius Aetius descubre que El Rey murió, y que 2 hermanos, Bleda y Attila, están gobernando El Reino.
Pero Bleda favorece la paz y la tolerancia; mientras Attila está en desacuerdo; y las tensiones se desarrollan.
Sin embargo, Flavius Aetius sabe hacer una alianza entre El Imperio Romano de Occidente y Los Hunos; y regresa a La Corte Imperial en Ravena, donde El Emperador, de manera infantil y poco madura, está ocupado con fiestas romanas en su Palacio y se divierte, mientras ignora el hecho de que El Imperio está comenzando a desmoronarse.
Debido a esto, su madre Aelia Galla Placidia está gobernando El Imperio.
Mientras que Honoria, hija de Aelia Galla Placidia y hermana del Emperador, espera deshacerse de ellos, pero necesita ayuda para hacerlo; y le pide a Flavius Aetius que se una a ella en un Golpe de Estado, pero este ha jurado prestar servicio al Imperio y se niega, incluso si El Emperador y su madre lo arrestan, y le quitan su rango militar debido a su alianza con Los Hunos.
Pero los 2 hermanos batallan entre sí, por sus distintos puntos de vista, y es como Attila ordena a sus guardaespaldas, disparar flechas contra Bleda y su grupo de guardaespaldas durante una cacería, y al morir su hermano, Attila se declara el único líder de Los Hunos, irritándolos para apoyar sus aspiraciones de conquistar El Imperio Romano.
Mientras que Flavius Aetius regresa a Rávena, y encuentra al Emperador enfurecido por los intentos imaginarios contra su gobierno; a lo que su madre se da cuenta de que El Imperio está ahora al borde de la destrucción, y le da a Flavius Aetius todo el poder militar en un esfuerzo por proteger a su hijo; y con un ejército de campo romano, marcha para bloquear el camino de Attila, pero Honoria se escapa de La Corte Imperial, y visita al Huno en su campamento.
La batalla finalmente toma lugar con un ataque frontal al campamento romano por parte de la caballería huna; y este primer movimiento es un engaño, diseñado para sacar a las legiones de su posición fortificada; y Flavius Aetius decide perseguir a Los Hunos en retirada, de todos modos.
Sus cargas de caballería y sus soldados de infantería los siguen a la refriega; y después de un enfrentamiento de armas en las llanuras abiertas, la lucha se traslada al campamento Huno.
Aquí se encuentra a Honoria, escondida en un carro nómada donde es asesinada... y Flavius Aetius es asesinado rápidamente por una flecha en el cuello, y los romanos pierden su voluntad de luchar; por lo que huyen del campo, y los hunos los siguen para quemar su campamento.
Cuando cae la noche, Attila lleva a su hijo, Bleda, llamado como su hermano asesinado, para ver el campo de batalla esparcido por la carnicería.
Allí, un arquero romano mal herido logra disparar un último tiro; y la flecha echa mata a Bleda.
Esto traumatiza emocionalmente a Los Hunos, y parece que Attila pierde su pasión por la conquista y el saqueo; y es en el camino hacia Roma, que un triste Attila y su horda se topan con una procesión de cristianos encabezada por El Papa Leo I.
Attila, confundido por la asamblea a la que se enfrenta, habla solo con El Papa en medio de una corriente que separa su ejército de los religiosos; donde El Papa calmadamente le dice a Atila:
“Puedes matar a todos... ancianos, mujeres, niños...”, y Atila repentinamente escucha las palabras incorpóreas de su hermano asesinado, Bleda:
“La sangre inocente no será arrastrada.
Volverá a perseguirte”
Y con esa advertencia en mente, Attila de repente decide regresar a Los Alpes, dejando a salvo a Roma.
Sobre el metraje de Attila, circulan diversas versiones con diferentes minutaje:
Una extendida y la otra de apenas 1 hora y 10 minutos, donde la acción se recorta hasta el mínimo; pero las 2 películas cuentan exactamente lo mismo:
La ruptura de la tregua entre hunos y romanos, la batalla de los campos cataláunicos, que el filme nos la tergiversa y lo presenta como una derrota romana; y la escena final, donde El Papa Leo aconseja a Attila que no tome Roma.
La producción de nacionalidad italiana, tiene un peso determinante en la concepción ideológica del filme; y a diferencia de los filme épicos de Hollywood, donde Roma aparece muchas veces descrita como un hervidero de corrupción, de paganismo, y descrito como algo negativo; en esta ocasión, a pesar de que también hay escenas que pretenden recrear la frivolidad del ambiente cortesano, pues El Emperador se entretiene en los asuntos más banales antes que ejercer su función de soberano; nos encontramos con una defensa del Imperio Romano, que en realidad se transcribe como del estado Italiano; sobre la injerencia de La Iglesia Católica y la defensa de sus intereses ideológicos.
La narración de Attila se ajusta a las referencias históricas disponibles, las complementa con hipótesis razonables, y opta claramente por un tratamiento realista, en ocasiones hiperrealista, que acentúa el verismo aún a costa de mostrar la textura de cartón piedra en la que se apoya, y como se dijo, no hay lugar para el surrealismo, la magia, la fantasía y las fuerzas ocultas o del más allá.
El relato no está exento de solemnidad y de cierta grandilocuencia, posiblemente como consecuencia de la tajante seriedad, tal vez excesiva que impone el director; y se recrea con atmósferas oscuras y casi maléficas, de magia negra… pues cada vez que vemos a Los Hunos reunirse en torno a su líder en asambleas, se da como si fuera algo místico.
El vestuario, hermoso, no es arqueológico, pero si lo comparamos con otros péplums posteriores, lo cierto es que tampoco se pueden sacar muchas quejas.
El desarrollo del filme es bastante convencional, y parece que el metraje está muy limitado por un guión esquemático, que no se sale ni una coma de la idea original; y es bastante destacable a nivel técnico, aunque también se observa claramente que la película contaba con un presupuesto ajustado, siendo el ejemplo más claro, la batalla que nos deja una imagen antológica:
Catapultas que derriban hombres invisibles, entre cargas de decenas, que no centenares de hombres.
La fotografía de Riccardo Pallottini y otros, ofrece elegantes movimientos de cámara, “travellings” impresionantes, como el inicial sobre el poblado destruido por Los Hunos, y lances de acción bien filmados y montados con habilidad.
Los movimientos de masas sin ser espectaculares son correctos y creíbles para el presupuesto movido en la producción, y su ambientación y vestuario es destacable dentro de la cantidad de producciones menores del genero péplum de la época.
Del reparto, Anthony Quinn es El Rey Attila, el gran enemigo de Roma; y se lo describe como la gran amenaza de la civilización, un militar despiadado que quiere acabar con Roma y todo lo que supone esta; y eso sigue claramente lo dicho por los historiadores romanos, quienes trataron de dejar la reputación de Attila por los suelos, principalmente porque fueron sus enemigos mortales.
Con rasgos orientales, ciertamente el actor Anthony Quinn era el mejor para el papel en el sentido de sus rasgos físicos y fisonómicos; el pueblo huno es casi como una extensión de este líder bárbaro.
Como curiosidad, Quinn trabajó en “La Strada” de Fellini de 1954, simultáneamente con esta película; y comentó que tenía un presupuesto mucho más pequeño que la épica de Attila, pero la consideró una película mucho mejor.
Siendo además Attila, la primera de las 6 películas que Quinn e Irene Papas harían juntos.
Por otra parte, tenemos al Emperador en el afeminado y poco líder en Claude Laydu; y a Flavius Aetius en Henri Vidal, que representa la grandeza y la dignidad de Roma en todo su esplendor.
El filme nos lo presenta como el representante de la civilización, dispuesto siempre a pactar y a llevar “La Pax Romana” a donde haga falta.
Por su contra, El Emperador es un personaje histriónico y mimado; y su madre, Aelia Galla Placidia, es la representación los vicios más enconados y arquetípicos del cine ambientado en la antigüedad, en una gran actuación de Colette Règis.
Y finalmente, junto con el filme “The Pride” y “Passion and Houseboat”, Attila fue uno de los mayores éxitos de taquilla de Sophia Loren durante la década de 1950; y es todo un deleite observarla en esos años juveniles, de cómo derramaba “sex-appeal” por todos sus poros.
Y en general, sólo en algunas secuencias puntuales se hace presente la maldad de Attila, como la muerte en cruz de un religioso, el asesinato de Bleda...
Otras escenas, también puntuales, evocan el sentido trágico, como el paseo de Attila a caballo con el hijo en brazos por el campo de batalla convertido en campo de desolación; y la muerte de Aelia Galla Placidia en plena soledad.
Es memorable el encuentro de Attila y El Papa Leo I, y su ejército de simpatizantes con empuñadura cruzada en las afueras de Roma; en una última escena que raya en la propaganda cristiana.
Pero también hay algunos errores históricos:
Aelia Galla Placidia ya había muerto en el momento de la invasión de Attila.
Flavius Aetius no cayó en la batalla, sino que fue asesinado por El Emperador Flavius Placidius Valentinianus Augustus, después de una acalorada discusión.
El cuerpo de los pretorianos ya no existía porque había sido suprimido por Constantino en el año 312 d.C.
No hay contactos directos entre Flavius Aetius y Attila; y la única batalla entre ellos tuvo lugar en La Galia, y no en Italia.
Pero todo lo que concierne a los personajes principales es exacto:
El hermano fue asesinado por Attila y sus vasallos alemanes; Honoria intentó forjar una alianza, pero fue encerrada en un convento; y El Papa encontró las palabras correctas para detener al Conquistador.
De la banda sonora, obra de Raoul Kraushaar y Enzo Masetti, acompaña la narración visual con apuntes descriptivos que refuerzan y amplían el sentido de la acción; y destaca el canto del aleluya que acompaña al encuentro de Attila y Leo I.
“Lo so.
Sei impaziente d'arrivare a Roma.
Non c'è più nessuno a difenderla ora.
Puoi ridurlo a un cumulo di rovine, puoi uccidere tutti, vecchi, donne, bambini.
Ma ricorda, Attila:
“Il sangue degli innocenti non si cancella”
El período de las grandes migraciones, que en la historiografía tradicional europea también se han denominado como “invasiones bárbaras” o “migraciones germánicas”; fue un período situado entre el siglo III y el siglo VII d.C., que afectó a extensas regiones de la zona templada de Eurasia, y que acabó provocando la caída o desestabilización de grandes imperios consolidados como El Imperio Romano, El Imperio Sasánida, El Imperio Gupta o El Imperio Han; y en sentido más restringido, las denominaciones “invasiones bárbaras” o “migraciones germánicas” son distintas denominaciones historiográficas para el periodo histórico caracterizado por las migraciones masivas de pueblos denominados “bárbaros” o “extranjeros”, que no hablaban una lengua “civilizada” como el latín o el griego hacia El Imperio Romano, que llegaron a invadir grandes extensiones de este, ocupándolas violentamente, o llegando a acuerdos políticos, y que fueron la causa directa de La Caída del Imperio Romano de Occidente, y la deposición del último Emperador de Occidente se produjo en el 476, aunque su poder ya no era más que una ficción jurídica; y que tuvieron lugar a lo largo de un ciclo histórico de larga duración, que afectaron a la práctica totalidad de Europa y la cuenca del Mediterráneo, marcando la transición entre La Edad Antigua y La Edad Media que se conoce con el nombre de “Antigüedad Tardía”
Los Hunos, artífices de esas migraciones debido a sus conquistas, fueron el verdadero punto desde el cual se habría producido ese período; pero El Imperio de Los Hunos se desmembró y se extinguió tras la muerte de Atila a los 58 años de edad, después de una derrota en La Batalla de Nedao, y su imperio se desintegró en los siguientes 15 años.
El relato de Priscus Panoniensis dice que cierta noche, tras los festejos de celebración de su última boda con una goda llamada Ildico, Atila sufrió una grave hemorragia nasal que le ocasionó la muerte.
Una teoría alternativa, es que sucumbió a una hemorragia interna después del consumo excesivo de alcohol, posiblemente una afección llamada varices esofágicas, donde las venas dilatadas en la parte inferior del esófago se rompen produciendo la muerte por hemorragia; y sus soldados, al descubrir su fallecimiento, le lloraron cortándose el pelo e hiriéndose con las espadas, pues como señala Jordanes, funcionario e historiador del Imperio Romano de Oriente durante el siglo VI d.C.:
“El más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres”
Y lo enterraron en un triple sarcófago; de oro, plata y hierro, mostrando de tal modo que estas 3 cosas se adaptaban al más poderoso de los reyes:
El hierro porque sometió a las naciones, el oro y plata porque recibió los honores de ambos Imperios; junto con el botín de sus conquistas, también agregaron las armas de los enemigos ganados en la lucha, atavíos de poco valor, brillando con diversas gemas y adornos de todo tipo, por los cuales se mantiene el estado principesco; y los que participaron en el funeral, fueron ejecutados para mantener secreto el lugar de enterramiento.
Tras su muerte, Atila siguió viviendo como figura legendaria, tanto que los personajes de Etzel en el “Nibelungenlied” y de Atli en “La Saga de Los Volsungos” y “La Edda Poética” se inspiran vagamente en su figura.
Éste fue el fin de los 8 años que duraron las invasiones de Los Hunos, los bárbaros que hicieron retroceder y extinguirse a Roma; y El Imperio Romano de Occidente, del que prácticamente no quedaba más que la propia Roma, fue terminado y destruido por los vándalos, otro pueblo bárbaro.
Por su parte, los hijos de Atila, Elak el hijo mayor de Atila y su sucesor como Rey de Los Hunos, al que había designado heredero; junto a Dengizik y Ernak gobernaron El Imperio; pero los 2 último gobernaron 2 hordas separadas, aunque relacionadas entre sí:
Dengizik las ramas occidentales, y Ernak las orientales; y ambos lucharon por la sucesión y, divididos, fueron vencidos y desperdigados el año siguiente en La Batalla de Nedao por una coalición de pueblos diversos, ostrogodos, hérulos, gépidos, etc.; y de esa manera El Imperio no sobrevivió a Atila; porque de los 3 hijos, 2 fueron asesinados por sus propios Generales; y el destino posterior de Ernak se desconoce...
Sus descendientes, o sucesores con nombres similares, son registrados por las poblaciones vecinas al sur, este y oeste como ocupando partes de Europa Oriental y Asia Central desde aproximadamente el siglo IV al VI; y las variantes del nombre de Hun, se registran en El Cáucaso hasta principios del siglo VIII.
Y es que Los Hunos fueron un pueblo nómada de cazadores y ganaderos de los que no se conservan registros escritos propios, por lo que los datos que conocemos, provienen sobre todo de fuentes romanas.
A pesar de todo, Atila se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa, y en gran parte de La Europa Occidental se le recuerda como el paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña.
Algunos historiadores, en cambio, lo han retratado como un rey grande y noble, y 3 sagas escandinavas lo incluyen entre sus personajes principales.
Para el año 1900, durante La Rebelión de Los Boxer en China, El Káiser Friedrich Wilhelm Viktor Albrecht von Preußen de Alemania, dio la orden de actuar despiadadamente contra los rebeldes diciendo:
“No se mostrará la misericordia, no se tomarán prisioneros.
Al igual que hace mil años, Los Hunos bajo Atila ganaron una reputación de fuerza poderosa que perdura en las leyendas, por lo que puede ser el nombre de Alemania en China, de modo que ningún chino volverá a atreverse siquiera a mirar con recelo a un alemán”
De esa manera, el término “Hun” de este discurso fue utilizado más tarde por la propaganda británica durante La Primera Guerra Mundial para los alemanes.
La comparación fue ayudada por el casco Pickelhaube pinchado usado por las fuerzas alemanas hasta 1916, que sería una reminiscencia de imágenes que representa los antiguos cascos Hun.
Este uso, enfatizando la idea de que los alemanes eran bárbaros, fue reforzado por la propaganda aliada durante toda la guerra.
El compositor francés, Théodore Botrel describió al Káiser como “un Atila, sin remordimiento, lanzando hordas de caníbales”, al tiempo que el término “Hun” se usó para describir a los alemanes, surgió durante La Segunda Guerra Mundial, aunque con menos frecuencia que en la guerra anterior; por ejemplo, Winston Churchill en 1941 dijo en un discurso transmitido:
“Hay menos de 70,000.000 de hunos malignos, algunos de los cuales son curables y otros son asesinables, la mayoría de los cuales ya se dedican a retener a austríacos, checos, polacos y muchas otras razas antiguas; y ahora intimidan y saquean”
Más tarde ese año, Churchill se refirió a la invasión de La Unión Soviética como “las masas aburridas y dóciles de los soldados de Hun, caminando como un enjambre de langostas”
Durante este tiempo, El Presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, también se refirió al pueblo alemán de esta manera, diciendo que una invasión aliada en el sur de Francia, seguramente “sería exitosa y de gran ayuda para Eisenhower para expulsar a Los Hunos de Francia”
Por su parte, Der Spiegel comentó el 6 de noviembre de 1948, que “La Espada de Atila colgaba amenazadoramente sobre Austria”
En definitiva, muchos hijos y parientes de Atila son conocidos por su nombre y algunos incluso por sus obras, pero pronto, las fuentes genealógicas válidas casi se secan, y parece que no hay una forma verificable de rastrear a los descendientes de Atila; y esto no ha impedido que muchos genealogistas intenten reconstruir una línea de descenso válida para varios gobernantes medievales.
Una de las afirmaciones más verosímiles, ha sido la de los Nominalia de los khans búlgaros para el Avitohol mitológico, e Irnik del clan Dulo de los búlgaros.
Y a fines del siglo XII, La Corte Real de Hungría proclamó su descendencia de Atila; y durante más de medio milenio se ha creído que los húngaros son descendientes directos de Los Hunos; de hecho, los nombres Atila, Csaba y Réka, la esposa de Atila, son muy populares entre los húngaros, y en particular en la actualidad.
Por otra parte, en las crónicas húngaras, Bleda, el hermano de Atila, es llamado Buda; siendo esta la explicación que se le intentará dar desde el medioevo al origen del nombre de la ciudad de Buda, que posteriormente, unida con Pest, formará la ciudad de Budapest.
“La storia si scrive col sangue, non col vino”
Gli unni, un mare di sangue, di distruzione, di morte.
Li guida un capo fanatico e feroce dal nome mormorato come quello del demonio, minaccioso come una spada:
Attila”
Los hunos constituyeron una confederación de pueblos nómadas y seminómadas, a partir de varias ramas étnicas procedentes del área esteparia, junto con grupos conquistados o asimilados en el área balcánica; y su importancia estriba en la creación tardía de un auténtico aparato de poder, capaz de rivalizar en atribuciones e influencias con las 2 mitades escindidas del Imperio Romano, amenazando al mismo tiempo tanto a Constantinopla como a Roma.
Los hunos eran un pueblo nómada procedente de la zona de Mongolia, en el Asia Central, que empezó a emigrar hacia el oeste en el siglo III, probablemente a causa de cambios climáticos.
El caudillo de esta confederación en su máximo apogeo fue Atila, probablemente un guerrero ligado a la nobleza “Kan” de origen túrquico.
Cabe señalar que los caballos tenían una gran importancia para este pueblo, habituado a combatir montados, utilizando como armamento lanzas y arcos; y a esto contribuía el uso del estribo, que tomaron de los chinos, y que introdujeron más tarde en Persia y Europa; de esa manera emigraron con sus familias y grandes rebaños de caballos y otros animales domésticos en busca de nuevas tierras de pastos donde instalarse; y por su destreza y disciplina militar, nadie fue capaz de detenerlos, desplazando a todos los que encontraron a su paso; y provocaron así una oleada de migraciones, ya que los pueblos huían antes de que llegaran, para no enfrentarse con ellos.
Según las fuentes griegas y romanas, el gobierno de los hunos estaba a cargo de un Rey, aunque es discutible cuánto se aplica este término para el caso de los hunos, y cuánta autoridad tenía El Rey sobre el total de los hunos y demás poblaciones sometidas; ya que la autoridad estuvo compartida por 2 caudillos a la vez, como los casos de Octar y Rugila, Bleda y Atila, o Dengizik y Ernak.
Se ha estimado que en el año 425 eran 60.000 guerreros, totalizando un pueblo de 300.000 personas, entre los que seguramente deban contarse poblaciones subyugadas de origen germánico, eslavo e iranio.
De su religión, se sabe muy poco; aparentemente tenían un tipo de adoración al caballo, ya que estos animales eran una figura casi sagrada para ellos; y si se admite la teoría de que fueron un pueblo de origen altaico, posiblemente practicaran el Tengrianismo, que incorpora elementos de chamanismo, animismo, totemismo y culto a los antepasados.
Las fuentes romanas suelen referirse a ellos, como individuos subhumanos carentes de cualquier clase de dios y moral, sin creencia en otra vida aparte de la terrenal, aunque se sabe que tenían algo parecido a chamanes o brujos en su tribu, que creían en la existencia de abominaciones subterráneas infernales, especializados en la adivinación a partir del examen de restos y huesos de animales.
Se sabía que originalmente cremaban a sus muertos, aunque más adelante comenzaron a inhumarlos; y practicaban tanto la poliandria como la poliginia.
También se decía que los hunos eran seres imberbes, musculosos, salvajes, extraordinariamente resistentes al frío, al hambre y la sed, desfigurados por los ritos de deformación craneana y de circuncisión que practicaban, e ignorantes del fuego, de la cocina y de la vivienda.
Su máximo representante fue Atila, último y más poderoso de sus caudillos; y fue su gobernante desde el año 434 hasta su muerte en marzo del 453.
También fue el líder de un imperio tribal compuesto por hunos, Ostrogodos y alanos, entre otros, en el territorio de Europa Central y Oriental.
El origen del nombre “Atila” no está claro, y no hay consenso entre los estudiosos; y podría significar “Padrecito”, con el sentido de “tierra paterna” o “madre patria”
Atila nació en torno al año 400; y en cuanto a su infancia, la suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable, pero no existe forma de constatarlo.
El padre de Atila, Mundzuk, era el hermano de los reyes Octar y Ruga, que reinaban conjuntamente sobre El Imperio Huno a principios del siglo V.
Esta forma de diarquía, fue recurrente con los hunos, pero los historiadores no están seguros de sí fue institucionalizada, meramente consuetudinaria o de ocurrencia ocasional.
A la muerte de su padre, Atila se encuentra con su tío, y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra.
Hacia 432, los hunos se unificaron bajo El Rey Rua o Rugila; y 2 años después murió, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas.
En el momento del acceso de los 2 hermanos, las tribus negociaban con los enviados del Emperador Romano Oriental, Flavius Theodosius para el regreso de varios renegados que se habían refugiado allí, posiblemente nobles hunos que no estaban de acuerdo con la asunción de liderazgo de los hermanos; y satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos abandonaron El Imperio Romano y regresaron a su hogar en La Gran Llanura Húngara, tal vez para consolidar y fortalecer su imperio; y es que los romanos utilizaron a los hunos como mercenarios contra los alemanes, e incluso en sus guerras civiles.
Por ello, los hunos consideraban que los romanos les deberían pagar tributo, mientras que los romanos preferían ver esto como pago por los servicios prestados.
Los hunos se habían convertido en una gran potencia cuando Atila alcanzó la mayoría de edad durante el reinado de su tío Ruga, hasta el punto de que Nestorius, el patriarca de Constantinopla, deploró la situación con estas palabras:
“Se han convertido en maestros y esclavos de los romanos”; y según parece, en algún momento del periodo de calma que siguió a la retirada de los hunos desde Bizancio, probablemente en torno al año 445; Bleda murió, y Atila quedó como único Rey.
Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano, o si Bleda murió por otras causas.
En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos, y nuevamente se volvió hacia El Imperio Oriental.
La principal fuente de información sobre Atila, es del historiador Priscus Panoniensis; célebre por su relato de la embajada enviada ante Atila, que resulta especialmente interesante por su información sobre ellos; y gran parte de este texto ha llegado a nuestros días a través de “Los Excerpta” del Emperador Bizantino de La Dinastía macedónica, Kōnstantinos VII Porphyrogennētos.
En el año 448, Priscus acompañó a Maximino, Embajador de Flavius Theodosius a La Corte de Atila, que llegaría a ser Flavius Theodosius Junior Augustus, Emperador del Imperio Romano de Oriente, diciendo:
“Era un hombre nacido en el mundo para sacudir a las naciones, el azote de todas las tierras, que de alguna manera aterrorizaba a toda la humanidad con los horribles rumores que se difundían en el extranjero sobre él.
Era altanero en su caminar, girando los ojos de aquí para allá, de modo que el poder de su orgulloso espíritu apareció en el movimiento de su cuerpo.
De hecho, era un amante de la guerra, pero restringido en la acción, poderoso en el consejo, amable con los suplicantes e indulgente con los que alguna vez fueron recibidos bajo su protección.
De baja estatura, con un amplio cofre y una gran cabeza; sus ojos eran pequeños, su barba delgada y salpicada de gris; y tenía la nariz chata y la piel bronceada, mostrando evidencia de su origen”
Y se llegó a decir que “bajo las fuertes patas del temible caballo de Atila, no volvía a crecer la hierba ni vida alguna”
El historiador, Priscus Panoniensis, durante su estancia allí, registró una anécdota personal entre Atila y Ernak, uno de sus hijos.
Durante un banquete, Atila miró a Ernak con ojos serenos, mientras tomaba poco en cuenta a sus otros hijos; y le explicó a Priscus Panoniensis, que los chamanes le profetizaron a Atila, que este sería el más exitoso de sus hijos…
Pero Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales, como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie.
Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Gengis Kan y Tamerlán, ya que todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje; pero la realidad sobre sus caracteres respectivos puede ser más compleja.
Se ha calificado a Atila como un “bárbaro”, sin darse cuenta de que los romanos llamaban así a cualquier pueblo que no fuera romano o romanizado, sin importar su grado de cultura ni su estado de civilización.
Hay que tener en cuenta, a la hora de formarse una idea correcta del personaje, que los relatos que nos han llegado son todos de la pluma de sus enemigos, por lo que es imprescindible un adecuado expurgo de los mismos.
Si se supo que Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, que fue conocido como “El Azote de Dios”, que sus posesiones se extendían desde La Europa Central hasta El Mar Negro, y desde El Río Danubio hasta El Mar Báltico, y durante su reinado, fue uno de los más acérrimos enemigos del Imperio Romano, que en esta etapa final del mismo, estaba dividido en 2:
El Imperio Oriental, con capital en Constantinopla, hoy Estambul; y El Imperio Occidental, con capital en Rávena, puesto que Roma había dejado de ser el centro político del Imperio.
Atila invadió 2 veces Los Balcanes, estuvo a punto de tomar la ciudad de Roma, y llegó a sitiar Constantinopla.
Marchó a través de La Galia, y llegó incluso a Cenabum, la actual Orleans, hasta que El General romano, Flavius Aetius, le obligó a retroceder en La Batalla de Los Campos Cataláunicos, en el 451, Châlons-en-Champagne.
Atila logró hacer huir al Emperador de Occidente, Flavius Placidius Valentinianus Augustus de su capital, Rávena, en el 452; y tras saquear el norte de Italia, El Emperador murió al año siguiente.
Durante sus incursiones en El Imperio Romano de Oriente, los hunos mantuvieron buenas relaciones con El Imperio de Occidente, y en particular con Flavius Aetius, un poderoso General romano, a veces incluso llamado El Gobernante de Facto del Imperio de Occidente; que en su juventud había pasado tiempo como rehén de los hunos.
Sin embargo, todo esto cambió en 450, cuando Justa Grata Honoria, hermana del Emperador romano Occidental, Flavius Placidius Valentinianus Augustus, le envió un anillo a Atila, y solicitó su ayuda para escapar de su compromiso con un senador.
Atila la reclamó como su novia, y la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote.
De Honoria, el registro histórico de la mayor parte de su vida es poco más que breves menciones o alusiones a su presencia; y ganó una reputación entre los historiadores más antiguos de ser ambiciosa y promiscua, usar su sexualidad para promover sus intereses; y consideraba a su hermano débil e indolente, basándose en los acontecimientos de un breve período de su vida.
Y es seguro que su hermano decidió casarla con un senador romano llamado Bassus Herculanus, que se consideró “seguro” y que probablemente no usaría esta conexión para tomar el trono; y enfrentado con este matrimonio no deseado, fue cómo Honoria buscó la ayuda de Atila “El Huno”; pero no se registra nada de su vida después de esa intriga.
Mientras que sobre Aelia Galla Placidia, la madre del Emperador y de Honoria, murió en Roma en el año 450, y no se tienen más noticias sobre ella tras la entrada de Atila en Aquicum, Budapest, el 27 de noviembre de ese año.
Para el 452, Atila apareció de nuevo para exigir su matrimonio con Honoria, invadiendo y saqueando Italia a su paso; su ejército sometió a pillaje numerosas ciudades, y arrasó Aquilea hasta sus cimientos.
Fue cuando El Emperador huyó de Rávena a Roma; mientras Flavius Aetius permaneció en campaña, pero sin potencia militar suficiente para presentar batalla.
El año siguiente, Atila renovó sus reclamos a Honoria y su territorio en El Imperio Romano de Occidente; conduciendo a su horda a través de Los Alpes y hacia el norte de Italia, saqueando y arrasando las ciudades de Aquileia, Vicetia, Verona, Brixia, Bergamum y Milán; y con la esperanza de evitar el saqueo de Roma, El Emperador Flavius Placidius Valentinianus Augustus envió a 3 personajes:
Los altos oficiales civiles, Gennadius Avienus y Memmius Aemilius Trygetius; así como El Papa Leo I “El Magno” o “El Grande”, quien se reunió con Atila en Mincio, en las cercanías de Mantua, y obtuvo de él la promesa de que se retiraría de Italia, y negociaría la paz con El Emperador.
El Papa Leo, fue el primero de los 3 Papas apodados “El Grande”, y durante su pontificado, se celebró, en el año 451, El Concilio de Calcedonia que proclamó la divinidad y la humanidad de Cristo, “consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad”
Y tras el encuentro, Atila inició la retirada sin reclamar ya ni su matrimonio con Honoria, ni los territorios que deseaba.
Este encuentro con El Papa, tuvo una gran importancia simbólica ya que, aunque El Imperio Romano seguiría existiendo hasta 476, situaba como principal fuerza política de Europa a La Iglesia, y no al Imperio; y como Papa, Leo I asumió el título de “pontifex maximus”, que habían abandonado Los Emperadores Romanos desde el 382.
Se han ofrecido muchas explicaciones para ese encuentro; y puede que las epidemias y hambrunas que coincidieron con su invasión, debilitaran el ejército de Atila, o que las tropas que Marciano envió al Danubio le forzaran a regresar, o quizá ambas cosas.
Priscus Panoniensis cuenta que un temor supersticioso al destino de Allareiks, que murió poco después del saqueo de Roma en el 410, hizo detenerse a los hunos.
El cronista medieval de temas políticos, Prosper Tiro Aquitanus, afirma que “El Papa Leo, ayudado por San Pedro y San Pablo, lo convenció para que se retirara de la ciudad”; pero la intercesión del Papa Leo no pudo evitar el saqueo de la ciudad en el 455 por El Rey vándalo Gaisarīks, nombre que significa “Príncipe de La Jabalina”, del pueblo germano de Europa central; pero el asesinato y el incendio, fueron reprimidos por su influencia.
Se cuenta que entonces, El Papa y los miembros de su clero fueron a encontrarse con el invasor para implorarle que desistiera; mientras los vándalos saqueaban la ciudad, el gesto, sin embargo, impidió que se quemara a Roma, y aseguró que las Basílicas de San Pedro, San Pablo y San Juan, en las que parte de la población aterrorizada buscaba refugio, se salvaron.
Leo I, sin embargo, ayudó a reconstruir la ciudad de Roma; y restaurar lugares clave como San Pedro.
Así las cosas, cualesquiera que fuesen sus razones, Atila dejó Italia, y regresó a su Palacio más allá del Danubio; sin embargo, en 453 Atila se casó con una chica con el nombre germánico Ildico, y él murió de una hemorragia en su noche de bodas.
Aunque su Imperio murió con él, y no dejó ninguna herencia destacada, se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa; y ha tenido muchas representaciones en la cultura popular; muchas lo retratan como un gran gobernante o un conquistador despiadado, y también ha aparecido en numerosas epopeyas alemanas y nórdicas, con los nombres Etzel y Atli, ambas con personalidades completamente diferentes; mientras que su muerte repentina, sigue siendo un misterio fascinante sin resolver.
“¿Qué diablo o qué bruja fue tan grande como Atila, cuya sangre está en estas venas?” diría el famoso Conde Drácula, en la novela de “Dracula” (1897) de Bram Stoker.
“Sei un selvaggio! Hanno ragione di chiamarci barbari.
Non concepisci altro che la violenza, e non hai altro ideale che la tua ambizione.
Con la violenza credi di poter conquistare il mondo.
Distruggeresti interi popoli per poter soddisfare la tua sete di potenza”
Attila es un drama del año 1954, dirigido por Pietro Francisci.
Protagonizado por Anthony Quinn, Sophia Loren, Henri Vidal, Claude Laydu, Irene Papas, Colette Règis, Ettore Manni, Eduardo Ciannelli, Georges Bréhat, Christian Marquand, entre otros.
El guión es de Ennio De Concini, Richard C. Sarafian y Primo Zeglio; basados en la vida de Atila “El Huno”
Llamada originalmente en italiano, “Attila, Il Flagello di Dio”, es una coproducción ítalo-francesa, producida por Dino De Laurentiis y Carlo Ponti; filmada inmediatamente después de la gran coproducción italoamericana, “Ulysses” por las productoras:
Lux Films, Ponti-De Laurentiis y Paramount Pictures en 1954; y representó un intento independiente de los mismos productores italianos, de hacer una película con un actor principal estadounidense, con la esperanza de otorgarle licencias a un estudio de los EEUU, para su distribución en términos más lucrativos.
Pero no logró asegurar este objetivo por una variedad de razones imprevistas al principio; sin embargo, 3 años y medio después, retitulado simplemente como “Attila”, resultó ser el vehículo que lanzó la carrera de Joe Levine, como “Joseph E. Levine presents” como productor y presentador de películas internacionales, muchas de ellas de origen italiano.
Y aunque Attila nunca fue una película aclamada por la crítica o la taquilla, finalmente logró el estatus de un producto significativo en la evolución de los mercados mundiales de películas.
Para 1962, la Embassy Pictures la relanzó en los EEUU en una doble función con “Hercules” (1958), protagonizada por Steve Reeves con el lema:
“¡Los hombres más poderosos de todo el mundo!
El espectáculo más poderoso de todo el mundo”
De esa manera, Attila suma los géneros de drama, histórico y péplum.
La acción tiene lugar entre los años 445 y 452.
Rua, Rey de Los Hunos, al morir en el 434, deja el reino a sus sobrinos:
Bleda (Ettore Manni) y Attila (Anthony Quinn), hijos de Mundzuk, que comparten el gobierno hasta la muerte de Bleda en el 445.
Y es que Bleda quería la paz con los romanos, a diferencia de Attila, que solo cree en el poder de la espada; por lo que será famoso por su belicosidad y crueldad; y como Rey de Los Hunos, sus hordas de varias tribus y aliados, barrerán las estepas asiáticas y los 2 Imperios Romanos.
Por otra parte, El General romano, Aetius (Henri Vidal), que conoce bien a los hunos como resultado de los intercambios de rehenes anteriores, no consigue una paz verdadera, pero compra un tembloroso y prometedor doble tributo.
Y La Corte del débil Emperador, Flavius Placidius Valentinianus Augustus (Claude Laydu), se trasladó al norte de Roma, a Rávena, donde el verdadero gobernante es La Emperatriz madre y viuda, Aelia Galla Placidia (Colette Règis), que rechaza los términos, y encarcela a Aetius, que todavía se niega a tomar el poder con Honoria (Sophia Loren), hermana del Emperador.
Pero la ambiciosa Princesa ahora le ofrece su mano y El Imperio como dote a Attila, justo lo que Bleda esperaba...
Despreciando la paz, es que Attila asesina a su hermano durante una cacería, y persuade a las hordas para que marchen con él al Imperio de Roma.
Mientras que El Emperador no tiene ni idea, solo puede llorar a su guepardo favorito; al tiempo que Aetius es rehabilitada por Aelia Galla Placidia para liderar una defensa desesperada, pero las legiones descuidadas sin fortificaciones serias, no son rival para las hordas hunas, que no temen nada, excepto tal vez el misterioso dios cristiano y su representante terrenal:
El Papa Leo I “El Grande”
Attila y sus guerreros arrasan el norte de Europa, reduciendo a todo el que se atreva a oponerse a ellos; siendo así sólo la proverbial entereza del Papa Leo I, que convence a Attila de abandonar su devastador saqueo de La Península Italiana.
Attila se presenta aquí como un ser humano complejo, en el que caben los sentimientos de afecto, amor y ternura; y como Rey, cree que la estrategia militar de su Imperio ha de basarse en la guerra, y no en el diálogo y el pacto.
Como jefe militar, cree que la guerra no admite componendas con la piedad y la compasión; por lo demás, la película atribuye a Attila la responsabilidad de sus estrategias, excluyendo de la misma a Bleda y al pueblo huno.
La cultura del pacto con Roma, había proporcionado a los hunos tratados muy favorables con ambos Imperios tributarios de los hunos.
De esa manera se monta una semblanza sobre la personalidad del Huno más famoso, dejando de lado algunos aspectos para darle más profundidad al personaje, donde la batallas, los decorados y el vestuario logran destacarse sobremanera.
“Attila!
Fratello, ascoltami!
Uccidendomi, tu credi di far tacere l'ultima voce che si leva contro la tua sete di dominio.
Ma tu non puoi conquistare il mondo a prezzo del sangue degli innocenti, perché il sangue degli innocenti non si cancella.
Ricadrà su di te”
Esta producción Ítalo-francesa recrea con gran acierto las andanzas de Atila, Rey de Los Hunos, una de las figuras más legendarias de la historia, y que la tradición occidental recuerda como “paradigma de la crueldad”; y ciertamente juega con esa tradición, pero al mismo tiempo también lo humaniza, presentándolo como un personaje mucho más complejo, con sentimientos de amor y ternura, enfrentados a un carácter despótico y violento; y como monarca, ve el futuro de su reino más en la guerra que en los pactos, y ésta se lleva a cabo con afán de exterminio y destrucción completa del enemigo.
El director, Pietro Francisci, mantiene un tono cercano al drama histórico religioso de los péplum de Hollywood; y desarrolla el tema de la confrontación entre 2 maneras de entender el mundo:
La de los hunos, y más concretamente la de Attila, que se basa en la guerra y en la supremacía de una raza por encima de las otras; mientras que la del General cristiano, Flavius Aetius, en la fraternidad de los hombres.
Todo ello nos es narrado de forma muy plausible, y a diferencia de otros títulos similares, las referencias religiosas no se hacen nada empalagosas.
Dentro de una estructura visual de cartón piedra, fotografías como fondos y movimientos de masas elementales, muy a tono con aquellos tiempos, tiene el mérito de optar por una narración realista, donde se evitan las tentaciones de la magia, la fantasía y las fuerzas ocultas o del más allá.
Por el contrario, se rebaja ese realismo con una torpe solemnidad grandilocuente que deviene mal menor, dados los medios de que se disponía en la primera mitad del siglo pasado; y el resultado final es un estupendo y subestimado título, en el que destaca un plantel de grandes actores internacionales.
También destacar que Attila es una de las películas que anticipa el subgénero del péplum, de hecho, el director sería el encargado precisamente de inaugurar el género con “Le Fatiche di Ercole” retitulada “Hercules” en 1958; tan sólo 4 años más tarde.
Attila se estrenó curiosamente el mismo año que lo hacía otra película sobre la misma figura histórica, pensamos que por estrategias comerciales, como lo fue la película de Douglas Sirk, “The Sign of The Pagan” (1954); pero aquí se internacionaliza con el mexicano Anthony Quinn; la idealmente elegida Sophia Loren; la actriz griega Irene Papas; y 3 actores franceses:
Henri Vidal, como el héroe-leal noble; Claude Laydu que da un rendimiento aceptable de un Emperador temeroso y afeminado; y Colette Régis, una oscura actriz que interpreta a La Emperatriz posesiva.
Pero lo que destaca de Attila fue su estreno, ocurrido en un momento clave en la distribución de películas italianas en Estados Unidos; pues estableció un patrón de exposición que llegó a conocerse como “reserva de saturación”
Joseph E. Levine, anteriormente distribuidor y expositor de los derechos en los EEUU, con sede en Boston, movió rápidamente unas 90 impresiones a través de centros de distribución regionales, logrando ensamblar conjuntos “ad hoc” de teatros, en su mayoría de gama baja, donde podía reservar proyecciones de corto período con términos de taquilla.
Esta densa concentración de lugares, permitió el uso rentable de los anuncios locales de radio y televisión, y gastó mucho más de lo que la mayoría consideraría prudente.
Siguiendo este patrón, Levine pudo generar más de $2 millones en alquileres de taquilla en los Estados Unidos, con solo un promedio de exposición de 10 días por filme.
El éxito de Attila, demostró que un filme explotable con una gran publicidad televisiva, y una densa concentración de teatros, podría romper los tradicionales “bloqueos” para lograr el éxito para un lanzamiento independiente.
Los resultados que Levine logró, se intensificaron utilizando la red nacional de intercambios impresos de Warner Bros., al darse cuenta de la toma mucho mayor, unos $4,7 millones en alquileres en Norteamérica, para su éxito publicitario, “Hercules”, estrenada el siguiente verano con más de 600 copias, 175 de estos se proyectaron simultáneamente en el área metropolitana de la ciudad de New York, en un momento en que los lanzamientos de estudios a menudo se abrían, a nivel nacional, con tal número.
Así, Warner Bros., quedó tan impresionado con la exhibición teatral y la perspicacia comercial que Joe Levine le había traído a Attila, que le pagaron $300,000, y avanzaron para asegurar los derechos de distribución a “Hercules”
De esa manera, Levine otorgó los derechos de exhibición teatral, no teatral y televisiva de Estados Unidos de Attila, por un período de 10 años, hasta marzo de 1968, por un monto de $90,000, más el costo de los elementos suministrados para filmación y sonido de Lux Films y Ponti-De Laurentiis.
También re-hizo el título principal, y los créditos del filme en inglés, formándolos sobre un simple fondo de tela tejida.
En total, alrededor de $110,000 se gastó para preparar la película para la re-impresión; y en el transcurso de su estreno inicial, Levine también gastó $590,000 en publicidad impresa y en periódicos, y $350,000 en anuncios de radio y televisión; lo que le permitió ganar más de $2 millones en alquileres en los Estados Unidos.
Finalmente Attila fue reestrenada en 1962, en una doble factura con “Hercules” de Steve Reeves, y luego se vendió a la sindicación de televisión.
Por contrato, todas las impresiones y masters estadounidenses de 35mm y 16mm se recogieron y se eliminaron en 1968; y Attila quedó fuera de la distribución en EEUU durante décadas.
El “copyright” de 1958 en los Estados Unidos, fue renovado en 1986, por un bufete de abogados parisino, que se creía que actuaba en nombre de Carlo Ponti y la biblioteca de cine francesa StudioCanal; mientras que una versión en idioma italiano, con subtítulos en inglés, finalmente se emitió al video casero de los EEUU; y en 2008, como parte de una colección de 4 películas de Lionsgate que contenía algunas de las primeras obras de Sophia Loren.
Desde el estreno inicial de Attila, las versiones en inglés presentan una canción cantada por Anthony Quinn; que también se usó en las copias de distribución estadounidenses de Joe Levine, y contiene muchas líneas en inglés que no coinciden con el diálogo hablado en italiano.
Así las cosas, esta historia está ambientada en el año 450 d.C.
Los hunos, una horda de bárbaros de las lejanas llanuras de Asia, se dirigen hacia las ricas tierras occidentales de Germania, dirigidas por un salvaje jefe, Attila.
Flavius Aetius, un General romano, es la única persona que lo conoce, ya que estuvo en una continua legación con los hunos durante años; por lo que él y su compañero, Priscus Panoniensis (Georges Bréhat) llevan un mensaje del Emperador Flavius Placidius Valentinianus Augustus, al Rey Huno, Rua.
Después de llegar a su Palacio, Flavius Aetius descubre que El Rey murió, y que 2 hermanos, Bleda y Attila, están gobernando El Reino.
Pero Bleda favorece la paz y la tolerancia; mientras Attila está en desacuerdo; y las tensiones se desarrollan.
Sin embargo, Flavius Aetius sabe hacer una alianza entre El Imperio Romano de Occidente y Los Hunos; y regresa a La Corte Imperial en Ravena, donde El Emperador, de manera infantil y poco madura, está ocupado con fiestas romanas en su Palacio y se divierte, mientras ignora el hecho de que El Imperio está comenzando a desmoronarse.
Debido a esto, su madre Aelia Galla Placidia está gobernando El Imperio.
Mientras que Honoria, hija de Aelia Galla Placidia y hermana del Emperador, espera deshacerse de ellos, pero necesita ayuda para hacerlo; y le pide a Flavius Aetius que se una a ella en un Golpe de Estado, pero este ha jurado prestar servicio al Imperio y se niega, incluso si El Emperador y su madre lo arrestan, y le quitan su rango militar debido a su alianza con Los Hunos.
Pero los 2 hermanos batallan entre sí, por sus distintos puntos de vista, y es como Attila ordena a sus guardaespaldas, disparar flechas contra Bleda y su grupo de guardaespaldas durante una cacería, y al morir su hermano, Attila se declara el único líder de Los Hunos, irritándolos para apoyar sus aspiraciones de conquistar El Imperio Romano.
Mientras que Flavius Aetius regresa a Rávena, y encuentra al Emperador enfurecido por los intentos imaginarios contra su gobierno; a lo que su madre se da cuenta de que El Imperio está ahora al borde de la destrucción, y le da a Flavius Aetius todo el poder militar en un esfuerzo por proteger a su hijo; y con un ejército de campo romano, marcha para bloquear el camino de Attila, pero Honoria se escapa de La Corte Imperial, y visita al Huno en su campamento.
La batalla finalmente toma lugar con un ataque frontal al campamento romano por parte de la caballería huna; y este primer movimiento es un engaño, diseñado para sacar a las legiones de su posición fortificada; y Flavius Aetius decide perseguir a Los Hunos en retirada, de todos modos.
Sus cargas de caballería y sus soldados de infantería los siguen a la refriega; y después de un enfrentamiento de armas en las llanuras abiertas, la lucha se traslada al campamento Huno.
Aquí se encuentra a Honoria, escondida en un carro nómada donde es asesinada... y Flavius Aetius es asesinado rápidamente por una flecha en el cuello, y los romanos pierden su voluntad de luchar; por lo que huyen del campo, y los hunos los siguen para quemar su campamento.
Cuando cae la noche, Attila lleva a su hijo, Bleda, llamado como su hermano asesinado, para ver el campo de batalla esparcido por la carnicería.
Allí, un arquero romano mal herido logra disparar un último tiro; y la flecha echa mata a Bleda.
Esto traumatiza emocionalmente a Los Hunos, y parece que Attila pierde su pasión por la conquista y el saqueo; y es en el camino hacia Roma, que un triste Attila y su horda se topan con una procesión de cristianos encabezada por El Papa Leo I.
Attila, confundido por la asamblea a la que se enfrenta, habla solo con El Papa en medio de una corriente que separa su ejército de los religiosos; donde El Papa calmadamente le dice a Atila:
“Puedes matar a todos... ancianos, mujeres, niños...”, y Atila repentinamente escucha las palabras incorpóreas de su hermano asesinado, Bleda:
“La sangre inocente no será arrastrada.
Volverá a perseguirte”
Y con esa advertencia en mente, Attila de repente decide regresar a Los Alpes, dejando a salvo a Roma.
Sobre el metraje de Attila, circulan diversas versiones con diferentes minutaje:
Una extendida y la otra de apenas 1 hora y 10 minutos, donde la acción se recorta hasta el mínimo; pero las 2 películas cuentan exactamente lo mismo:
La ruptura de la tregua entre hunos y romanos, la batalla de los campos cataláunicos, que el filme nos la tergiversa y lo presenta como una derrota romana; y la escena final, donde El Papa Leo aconseja a Attila que no tome Roma.
La producción de nacionalidad italiana, tiene un peso determinante en la concepción ideológica del filme; y a diferencia de los filme épicos de Hollywood, donde Roma aparece muchas veces descrita como un hervidero de corrupción, de paganismo, y descrito como algo negativo; en esta ocasión, a pesar de que también hay escenas que pretenden recrear la frivolidad del ambiente cortesano, pues El Emperador se entretiene en los asuntos más banales antes que ejercer su función de soberano; nos encontramos con una defensa del Imperio Romano, que en realidad se transcribe como del estado Italiano; sobre la injerencia de La Iglesia Católica y la defensa de sus intereses ideológicos.
La narración de Attila se ajusta a las referencias históricas disponibles, las complementa con hipótesis razonables, y opta claramente por un tratamiento realista, en ocasiones hiperrealista, que acentúa el verismo aún a costa de mostrar la textura de cartón piedra en la que se apoya, y como se dijo, no hay lugar para el surrealismo, la magia, la fantasía y las fuerzas ocultas o del más allá.
El relato no está exento de solemnidad y de cierta grandilocuencia, posiblemente como consecuencia de la tajante seriedad, tal vez excesiva que impone el director; y se recrea con atmósferas oscuras y casi maléficas, de magia negra… pues cada vez que vemos a Los Hunos reunirse en torno a su líder en asambleas, se da como si fuera algo místico.
El vestuario, hermoso, no es arqueológico, pero si lo comparamos con otros péplums posteriores, lo cierto es que tampoco se pueden sacar muchas quejas.
El desarrollo del filme es bastante convencional, y parece que el metraje está muy limitado por un guión esquemático, que no se sale ni una coma de la idea original; y es bastante destacable a nivel técnico, aunque también se observa claramente que la película contaba con un presupuesto ajustado, siendo el ejemplo más claro, la batalla que nos deja una imagen antológica:
Catapultas que derriban hombres invisibles, entre cargas de decenas, que no centenares de hombres.
La fotografía de Riccardo Pallottini y otros, ofrece elegantes movimientos de cámara, “travellings” impresionantes, como el inicial sobre el poblado destruido por Los Hunos, y lances de acción bien filmados y montados con habilidad.
Los movimientos de masas sin ser espectaculares son correctos y creíbles para el presupuesto movido en la producción, y su ambientación y vestuario es destacable dentro de la cantidad de producciones menores del genero péplum de la época.
Del reparto, Anthony Quinn es El Rey Attila, el gran enemigo de Roma; y se lo describe como la gran amenaza de la civilización, un militar despiadado que quiere acabar con Roma y todo lo que supone esta; y eso sigue claramente lo dicho por los historiadores romanos, quienes trataron de dejar la reputación de Attila por los suelos, principalmente porque fueron sus enemigos mortales.
Con rasgos orientales, ciertamente el actor Anthony Quinn era el mejor para el papel en el sentido de sus rasgos físicos y fisonómicos; el pueblo huno es casi como una extensión de este líder bárbaro.
Como curiosidad, Quinn trabajó en “La Strada” de Fellini de 1954, simultáneamente con esta película; y comentó que tenía un presupuesto mucho más pequeño que la épica de Attila, pero la consideró una película mucho mejor.
Siendo además Attila, la primera de las 6 películas que Quinn e Irene Papas harían juntos.
Por otra parte, tenemos al Emperador en el afeminado y poco líder en Claude Laydu; y a Flavius Aetius en Henri Vidal, que representa la grandeza y la dignidad de Roma en todo su esplendor.
El filme nos lo presenta como el representante de la civilización, dispuesto siempre a pactar y a llevar “La Pax Romana” a donde haga falta.
Por su contra, El Emperador es un personaje histriónico y mimado; y su madre, Aelia Galla Placidia, es la representación los vicios más enconados y arquetípicos del cine ambientado en la antigüedad, en una gran actuación de Colette Règis.
Y finalmente, junto con el filme “The Pride” y “Passion and Houseboat”, Attila fue uno de los mayores éxitos de taquilla de Sophia Loren durante la década de 1950; y es todo un deleite observarla en esos años juveniles, de cómo derramaba “sex-appeal” por todos sus poros.
Y en general, sólo en algunas secuencias puntuales se hace presente la maldad de Attila, como la muerte en cruz de un religioso, el asesinato de Bleda...
Otras escenas, también puntuales, evocan el sentido trágico, como el paseo de Attila a caballo con el hijo en brazos por el campo de batalla convertido en campo de desolación; y la muerte de Aelia Galla Placidia en plena soledad.
Es memorable el encuentro de Attila y El Papa Leo I, y su ejército de simpatizantes con empuñadura cruzada en las afueras de Roma; en una última escena que raya en la propaganda cristiana.
Pero también hay algunos errores históricos:
Aelia Galla Placidia ya había muerto en el momento de la invasión de Attila.
Flavius Aetius no cayó en la batalla, sino que fue asesinado por El Emperador Flavius Placidius Valentinianus Augustus, después de una acalorada discusión.
El cuerpo de los pretorianos ya no existía porque había sido suprimido por Constantino en el año 312 d.C.
No hay contactos directos entre Flavius Aetius y Attila; y la única batalla entre ellos tuvo lugar en La Galia, y no en Italia.
Pero todo lo que concierne a los personajes principales es exacto:
El hermano fue asesinado por Attila y sus vasallos alemanes; Honoria intentó forjar una alianza, pero fue encerrada en un convento; y El Papa encontró las palabras correctas para detener al Conquistador.
De la banda sonora, obra de Raoul Kraushaar y Enzo Masetti, acompaña la narración visual con apuntes descriptivos que refuerzan y amplían el sentido de la acción; y destaca el canto del aleluya que acompaña al encuentro de Attila y Leo I.
“Lo so.
Sei impaziente d'arrivare a Roma.
Non c'è più nessuno a difenderla ora.
Puoi ridurlo a un cumulo di rovine, puoi uccidere tutti, vecchi, donne, bambini.
Ma ricorda, Attila:
“Il sangue degli innocenti non si cancella”
El período de las grandes migraciones, que en la historiografía tradicional europea también se han denominado como “invasiones bárbaras” o “migraciones germánicas”; fue un período situado entre el siglo III y el siglo VII d.C., que afectó a extensas regiones de la zona templada de Eurasia, y que acabó provocando la caída o desestabilización de grandes imperios consolidados como El Imperio Romano, El Imperio Sasánida, El Imperio Gupta o El Imperio Han; y en sentido más restringido, las denominaciones “invasiones bárbaras” o “migraciones germánicas” son distintas denominaciones historiográficas para el periodo histórico caracterizado por las migraciones masivas de pueblos denominados “bárbaros” o “extranjeros”, que no hablaban una lengua “civilizada” como el latín o el griego hacia El Imperio Romano, que llegaron a invadir grandes extensiones de este, ocupándolas violentamente, o llegando a acuerdos políticos, y que fueron la causa directa de La Caída del Imperio Romano de Occidente, y la deposición del último Emperador de Occidente se produjo en el 476, aunque su poder ya no era más que una ficción jurídica; y que tuvieron lugar a lo largo de un ciclo histórico de larga duración, que afectaron a la práctica totalidad de Europa y la cuenca del Mediterráneo, marcando la transición entre La Edad Antigua y La Edad Media que se conoce con el nombre de “Antigüedad Tardía”
Los Hunos, artífices de esas migraciones debido a sus conquistas, fueron el verdadero punto desde el cual se habría producido ese período; pero El Imperio de Los Hunos se desmembró y se extinguió tras la muerte de Atila a los 58 años de edad, después de una derrota en La Batalla de Nedao, y su imperio se desintegró en los siguientes 15 años.
El relato de Priscus Panoniensis dice que cierta noche, tras los festejos de celebración de su última boda con una goda llamada Ildico, Atila sufrió una grave hemorragia nasal que le ocasionó la muerte.
Una teoría alternativa, es que sucumbió a una hemorragia interna después del consumo excesivo de alcohol, posiblemente una afección llamada varices esofágicas, donde las venas dilatadas en la parte inferior del esófago se rompen produciendo la muerte por hemorragia; y sus soldados, al descubrir su fallecimiento, le lloraron cortándose el pelo e hiriéndose con las espadas, pues como señala Jordanes, funcionario e historiador del Imperio Romano de Oriente durante el siglo VI d.C.:
“El más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres”
Y lo enterraron en un triple sarcófago; de oro, plata y hierro, mostrando de tal modo que estas 3 cosas se adaptaban al más poderoso de los reyes:
El hierro porque sometió a las naciones, el oro y plata porque recibió los honores de ambos Imperios; junto con el botín de sus conquistas, también agregaron las armas de los enemigos ganados en la lucha, atavíos de poco valor, brillando con diversas gemas y adornos de todo tipo, por los cuales se mantiene el estado principesco; y los que participaron en el funeral, fueron ejecutados para mantener secreto el lugar de enterramiento.
Tras su muerte, Atila siguió viviendo como figura legendaria, tanto que los personajes de Etzel en el “Nibelungenlied” y de Atli en “La Saga de Los Volsungos” y “La Edda Poética” se inspiran vagamente en su figura.
Éste fue el fin de los 8 años que duraron las invasiones de Los Hunos, los bárbaros que hicieron retroceder y extinguirse a Roma; y El Imperio Romano de Occidente, del que prácticamente no quedaba más que la propia Roma, fue terminado y destruido por los vándalos, otro pueblo bárbaro.
Por su parte, los hijos de Atila, Elak el hijo mayor de Atila y su sucesor como Rey de Los Hunos, al que había designado heredero; junto a Dengizik y Ernak gobernaron El Imperio; pero los 2 último gobernaron 2 hordas separadas, aunque relacionadas entre sí:
Dengizik las ramas occidentales, y Ernak las orientales; y ambos lucharon por la sucesión y, divididos, fueron vencidos y desperdigados el año siguiente en La Batalla de Nedao por una coalición de pueblos diversos, ostrogodos, hérulos, gépidos, etc.; y de esa manera El Imperio no sobrevivió a Atila; porque de los 3 hijos, 2 fueron asesinados por sus propios Generales; y el destino posterior de Ernak se desconoce...
Sus descendientes, o sucesores con nombres similares, son registrados por las poblaciones vecinas al sur, este y oeste como ocupando partes de Europa Oriental y Asia Central desde aproximadamente el siglo IV al VI; y las variantes del nombre de Hun, se registran en El Cáucaso hasta principios del siglo VIII.
Y es que Los Hunos fueron un pueblo nómada de cazadores y ganaderos de los que no se conservan registros escritos propios, por lo que los datos que conocemos, provienen sobre todo de fuentes romanas.
A pesar de todo, Atila se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa, y en gran parte de La Europa Occidental se le recuerda como el paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña.
Algunos historiadores, en cambio, lo han retratado como un rey grande y noble, y 3 sagas escandinavas lo incluyen entre sus personajes principales.
Para el año 1900, durante La Rebelión de Los Boxer en China, El Káiser Friedrich Wilhelm Viktor Albrecht von Preußen de Alemania, dio la orden de actuar despiadadamente contra los rebeldes diciendo:
“No se mostrará la misericordia, no se tomarán prisioneros.
Al igual que hace mil años, Los Hunos bajo Atila ganaron una reputación de fuerza poderosa que perdura en las leyendas, por lo que puede ser el nombre de Alemania en China, de modo que ningún chino volverá a atreverse siquiera a mirar con recelo a un alemán”
De esa manera, el término “Hun” de este discurso fue utilizado más tarde por la propaganda británica durante La Primera Guerra Mundial para los alemanes.
La comparación fue ayudada por el casco Pickelhaube pinchado usado por las fuerzas alemanas hasta 1916, que sería una reminiscencia de imágenes que representa los antiguos cascos Hun.
Este uso, enfatizando la idea de que los alemanes eran bárbaros, fue reforzado por la propaganda aliada durante toda la guerra.
El compositor francés, Théodore Botrel describió al Káiser como “un Atila, sin remordimiento, lanzando hordas de caníbales”, al tiempo que el término “Hun” se usó para describir a los alemanes, surgió durante La Segunda Guerra Mundial, aunque con menos frecuencia que en la guerra anterior; por ejemplo, Winston Churchill en 1941 dijo en un discurso transmitido:
“Hay menos de 70,000.000 de hunos malignos, algunos de los cuales son curables y otros son asesinables, la mayoría de los cuales ya se dedican a retener a austríacos, checos, polacos y muchas otras razas antiguas; y ahora intimidan y saquean”
Más tarde ese año, Churchill se refirió a la invasión de La Unión Soviética como “las masas aburridas y dóciles de los soldados de Hun, caminando como un enjambre de langostas”
Durante este tiempo, El Presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, también se refirió al pueblo alemán de esta manera, diciendo que una invasión aliada en el sur de Francia, seguramente “sería exitosa y de gran ayuda para Eisenhower para expulsar a Los Hunos de Francia”
Por su parte, Der Spiegel comentó el 6 de noviembre de 1948, que “La Espada de Atila colgaba amenazadoramente sobre Austria”
En definitiva, muchos hijos y parientes de Atila son conocidos por su nombre y algunos incluso por sus obras, pero pronto, las fuentes genealógicas válidas casi se secan, y parece que no hay una forma verificable de rastrear a los descendientes de Atila; y esto no ha impedido que muchos genealogistas intenten reconstruir una línea de descenso válida para varios gobernantes medievales.
Una de las afirmaciones más verosímiles, ha sido la de los Nominalia de los khans búlgaros para el Avitohol mitológico, e Irnik del clan Dulo de los búlgaros.
Y a fines del siglo XII, La Corte Real de Hungría proclamó su descendencia de Atila; y durante más de medio milenio se ha creído que los húngaros son descendientes directos de Los Hunos; de hecho, los nombres Atila, Csaba y Réka, la esposa de Atila, son muy populares entre los húngaros, y en particular en la actualidad.
Por otra parte, en las crónicas húngaras, Bleda, el hermano de Atila, es llamado Buda; siendo esta la explicación que se le intentará dar desde el medioevo al origen del nombre de la ciudad de Buda, que posteriormente, unida con Pest, formará la ciudad de Budapest.
“La storia si scrive col sangue, non col vino”
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