The Song Of Bernadette

“To those who believe in God, no explanation is necessary.
To those who do not believe in God, no explanation is posible”

Según la Iglesia Católica, la iglesia ortodoxa y la Iglesia Copta, es posible que María y los santos puedan comunicarse privadamente con los hombres.
Los mensajes revelados a los videntes son considerados por la Iglesia como revelaciones privadas o mensajes que pueden ayudar a la salvación.
Sin embargo, aunque la Iglesia Católica llegue a aprobar una aparición como auténtica manifestación sobrenatural y diga que los mensajes están de acuerdo con la doctrina y tradición cristiana, estas revelaciones no son consideradas como una verdad de fe, lo que deja en libertad a los creyentes de aceptarlas o no.
Las apariciones de María son indicadas en la teología católica con el término Mariofanías.
La historia del catolicismo recuerda numerosas apariciones, de las cuales sólo algunas han sido aprobadas oficialmente.
Entre las más conocidas podemos citar:
Guadalupe (México, 1531), Lourdes (Francia, 1858), Fátima (Portugal, 1917); la que se refiere a Medjugorje (1981) todavía era objeto de estudio (en 2010) por parte de las autoridades católicas.
Prácticamente cada santuario mariano tiene como origen una revelación o un fenómeno extraordinario vinculado a la Virgen María.
La actitud de la Iglesia católica ante estos fenómenos ha variado según el caso, desde la aceptación, luego de un proceso de investigación y análisis intenso, hasta el rechazo.
Muchas apariciones, especialmente sucedidas en el siglo XX, no cuentan aún con un dictamen formal.
Benedicto XV fijó las normas a seguir para estudiar estos casos, en los que participa también la ciencia.
Ha habido ocasiones en las que las autoridades civiles, y hasta las eclesiásticas, fustigaron a los presuntos videntes tal es el caso de Bernadette Soubirous en Lourdes.
“The spring is not for me”
La advocación católica de Nuestra Señora de Lourdes hace referencia a las 18 apariciones de la Virgen María que, de acuerdo al testimonio de santa Bernadette Soubirous (1844-1879), sucedieron en la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave, en las afueras de la población de Lourdes, Francia, en las estribaciones de los Pirineos.
Ya en vida de Bernadette, multitud de católicos creyeron en las apariciones de la Virgen María como vehículo de la gracia de Dios, y el papa Pío IX autorizó al obispo local para que permitiera la veneración de la Virgen María en Lourdes en 1862, unos diecisiete años antes de la muerte de Bernadette.
Bernadette Soubirous fue declarada santa por Pío XI el 8 de diciembre de 1933.
Desde entonces, la advocación de la Virgen María como Nuestra Señora de Lourdes ha sido motivo de gran veneración, y su santuario es uno de los más visitados del mundo.
La Iglesia Católica invoca a Nuestra Señora de Lourdes como patrona de los enfermos.
Primeramente hay que decir que Bernadette Soubirous, una pobre y analfabeta adolescente de catorce años, aseguró haber visto en 18 ocasiones a la Virgen María en una gruta del paraje de Massabielle, al occidente de Lourdes entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858.
En la tercera aparición, la niña habló con la Señora en gascón, un dialecto occitano que se usa en la zona, la cual se dirigió a ella usando el "usted" (voi) de cortesía y pidiéndole:
“¿Me haría usted el favor de venir aquí durante quince días?”
(Boulet aoue era gracia de bié aci penden quinze dias?)
Bernadette le prometió que lo haría.
A su vez, la Señora le anunció que no le prometía hacerla feliz en este mundo, sino en el otro.
En sucesivas apariciones, el mensaje fue tomando cuerpo:
La invitación a la Penitencia y a la oración por los pecadores (21 de febrero), la invitación a vivir una pobreza más evangélica y la solicitud de que se hicieran procesiones a la gruta y le fuera erigida allí una capilla (2 de marzo)
La petición de la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Lourdes, a Bernadette de que se construyera una capilla en el sitio de las apariciones dio lugar a la edificación del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, que es hoy uno de los sitios principales de peregrinaje católico en el mundo.
Con una población de aproximadamente 15.000 habitantes, Lourdes recibe actualmente la visita de unos 6.000.000 de peregrinos por año.
En Francia, sólo la ciudad de París tiene más hoteles que la ciudad de Lourdes.
En atención a la primera aparición de la Virgen María a Bernadette Soubirous, la Iglesia católica celebra el 11 de febrero la festividad de Nuestra Señora de Lourdes.
En 1992, el Papa Juan Pablo II instituyó la celebración de la «Jornada Mundial del Enfermo» a realizarse el 11 de febrero de cada año.
El 25 de febrero de 1858, según testificó Bernadette, la Virgen le dijo que fuera a tomar agua de la fuente y que comiera de las plantas que crecían libremente allí.
Ella interpretó que debía ir a tomar agua del cercano río Gave y hacia allá se dirigió.
Pero la Señora le enseñó con el dedo que escarbara en el suelo.
Al excavar en el fango e intentar beber, Bernadette ensució su rostro, y sus gestos y apariencia fueron motivo de escepticismo por parte de muchas de las de las 350 personas presentes, ya que el manantial no se manifestó de inmediato.
Sin embargo, poco después surgió una fuente de agua que, hasta el día de hoy, es meta de peregrinaciones por parte de muchos católicos y que ha sido testigo de numerosos milagros.
El manantial que brotó aquel día produce cien mil litros de agua diarios, de forma continua desde aquella fecha hasta hoy.
Ante la reiterada petición de Bernadette de que revelara su nombre, el 25 de marzo de 1858, en su decimosexta aparición, la Señora le dijo:
“Que soy era Immaculada Councepciou”
("Yo soy la Inmaculada Concepción")
El dogma católico de la Inmaculada Concepción de la Virgen María había sido solemnemente proclamado el 8 de diciembre de 1854, tres años antes.
La expresión resultaba ajena al vocabulario de Bernadette y, en principio, fue motivo de desconcierto, tanto en el propio Padre Peyramale, párroco de Lourdes, como en otras autoridades eclesiásticas y civiles.
Sin embargo, Bernadette Soubirous mantuvo una consistente actitud de calma durante todos los incisivos interrogatorios que se le hicieron, sin cambiar su historia ni su actitud, ni pretender tener un conocimiento más allá de lo dicho respecto de las visiones descritas.
El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios.
La doctrina reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
La definición del dogma, contenida en la bula Ineffabilis Deus, la cual es una bula papal de Pío IX, que define “ex catedra” el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María la cual fue promulgada el 8 de diciembre de 1854, dice lo siguiente:
“...para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra:
Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.
Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho”
El último interrogatorio a Bernadette ante la comisión eclesiástica, presidida por el obispo de Tarbes, Laurence, fue el 1 de diciembre de 1860.
El anciano obispo terminó emocionado, al repetir Bernardita el gesto y las palabras que la Virgen hiciera el 25 de marzo de 1858:
“Yo soy la Inmaculada Concepción”
El 18 de enero de 1862, el anciano obispo de Tarbes publicó la carta pastoral con la cual declaró:
“La Inmaculada Madre de Dios se ha aparecido verdaderamente a Bernardita”
En ese mismo año, el papa Pío IX autorizó al obispo local para que permitiera la veneración de la Virgen María en Lourdes.
Desde entonces los diversos pontífices han apoyado de varias formas la devoción y la peregrinación al santuario.
El papa Pío X extendió la celebración de la memoria a toda la Iglesia.
El papa Pío XI ratificó definitivamente la celebración de Nuestra Señora de Lourdes al beatificar a Bernadette Soubirous el 6 de junio de 1925, y canonizarla en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción del Año Santo de la Redención, el 8 de diciembre de 1933.
En 1937, el mismo Pío XI nombró a Eugenio Pacelli como Delegado Papal para visitar y venerar personalmente a la Virgen en Lourdes.
El 8 de septiembre de 1953, en conmemoración del centenario del dogma de la Inmaculada Concepción, el papa Pío XII, decretó en su Carta Encíclica “Fulgens Corona” la celebración de un Año Mariano, el primero en la historia de la Iglesia Católica, en todo el mundo.
Curiosamente, el rostro de Bernadette fue fotografiado en octubre de 1863, gracias a la habilidad del fotógrafo ambulante Billart-Petrun de Pau, por consiguiente, Bernadette Soubirous es la primera santa fotografiada.
Con respecto a las apariciones, esas fueron revelaciones privadas y no públicas, por lo cual la Iglesia Católica no las considera artículos de fe, es decir, no incorporaron material nuevo como objeto de fe de la Iglesia Católica, ni se requiere de sus fieles que crean en ellas.
En la fe de la Iglesia Católica, Dios elige a quién curar y por qué medios, pues "vuestros pensamientos no son los míos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice el Señor" (Isaías 55, 8)
En el decir:
“Dios tiene sus razones que nuestra razón no conoce”
La imagen de la Virgen de Lourdes que los fieles católicos veneran sigue en general la descripción que Bernadette hiciera de la Señora:
Joven, vestida de color blanco, con una cinta de color azul a la cintura, con las manos juntas en actitud orante, con un rosario colgándole del brazo y con una rosa dorada en cada pie.
De los aproximadamente 7000 expedientes de curación registrados desde las apariciones, sólo 67 casos han sido reconocidos por la Iglesia como milagros en un siglo y medio.
La persona más joven que se considera recibió esa gracia fue un niño de 2 años: Justin Bouhort, de Lourdes (Francia), que padecía hipotrepsia crónica post infecciosa con retardo del desarrollo motor.
Y el más reciente reconocimiento de un milagro por parte de la Iglesia Católica sobrevino en el año 2005.
Asimismo, se reconoció que 6 milagros tuvieron lugar por intercesión de Nuestra Señora de Lourdes sin que los enfermos viajaran a Lourdes.
La mayoría de los milagros se produjeron por contacto con el agua de Lourdes (49 milagros de los 67)
Para que una curación se considere "milagrosa" se deben cumplimentar una serie de requisitos, entre los que se cuentan:
Que la dolencia sea incurable, desde un punto de vista científico.
Que se haya puesto de manifiesto la total ineficacia de los medicamentos o protocolos empleados en su tratamiento.
Que la curación haya sobrevenido de forma súbita y no gradual.
Que la curación haya sido absoluta, con efectos duraderos, y no solamente una remisión.
Que la curación no sea el resultado de una interpretación derivada del estado psíquico de la persona.
Para el pesar de muchos, el 16 de abril de 1879, con apenas 35 años, Bernadette Soubirous murió a las 15:15 horas.
El proceso diocesano sobre la heroicidad de sus virtudes se abrió el 20 de agosto de 1908.
El 2 de septiembre de 1909, su cadáver fue desenterrado y hallado en perfecto estado de conservación; no obstante, el crucifijo y rosario que llevaba en las manos se encontraron cubiertos de óxido.
El 25 de agosto de 1913, Pío X inició el proceso de beatificación en Roma que, retrasado por la Primera Guerra Mundial, se reanudó el 17 de septiembre de 1917.
El 14 de junio de 1925, Pío XI proclamó beata a Bernardita.
En el año de su beatificación se realizó una segunda exhumación del cuerpo, el cual seguía sin descomponerse es decir, incorrupto.
No obstante, con un molde del rostro y fotos de la religiosa, se le aplicó una máscara de cera en el rostro para cubrir su piel, que se había ennegrecido, y para rellenar los pómulos y las órbitas, que se veían hundidas.
Luego el cuerpo fue trasladado a la capilla, que lleva su nombre, del antiguo Convento de San Gildard de Nevers y depositado en un ataúd de cristal, donde es objeto de visitas y peregrinaciones hasta hoy.
“She sees this lady.
No one else does.
Who are you to say that she is wrong and you are right?
She may well be a heavenly creature...
You will go with her!
All the women of the family must stand by her side.
I'll come.
And when I walk with her... let anyone dare to laugh!”
The Song Of Bernadette es una ENORME película dramática de 1943 dirigida por Henry King.
Protagonizada por una ENORME Jennifer Jones, William Eythe, Charles Bickford, Vincent Price, Gladys Cooper, Anne Revere, Lee J. Cobb, Linda Darnell, Patricia Morison, Roman Bohnen, entre otros.
The Song Of Bernadette está basada en una novela homónima de Franz Werfel y con la adaptación a la pantalla del posterior realizador George Seaton.
En 1941, la vida de santa Bernadette Soubirous fue presentada como novela en la obra del poeta, novelista y dramaturgo austríaco Franz Werfel, «Das Lied von Bernadette»
De origen judío y manifiesto anti-nazi durante la Segunda Guerra Mundial, Franz Werfel huyó con su esposa Alma Mahler de Austria a Francia y luego, de forma ilegal a través de España y Portugal, a Estados Unidos de América.
Durante su estancia en Francia, sin visa ni pasaporte, encontró refugio en Lourdes, donde se sintió fascinado al conocer la historia de Bernadette, sus relatos de las apariciones y las curaciones milagrosas en el Santuario de Lourdes.
Sin ser hombre acostumbrado a manifestaciones piadosas, bebió agua del manantial y oró por su liberación.
Un día, realizó el voto de que, si lograban escapar él y su esposa de su situación desesperada, escribiría su vida en una novela, «Das Lied von Bernadette», voto que cumplió.
Esta novela fue extremadamente popular, manteniéndose más de un año en la lista del New York Times de los best sellers, y encabezando esa lista durante 13 semanas.
Por su parte, la película The Song Of Bernadette narra la historia de Bernadette Soubirous, pastora francesa a quien se apareció la Virgen María en Lourdes en 1858.
El escepticismo inicial con que fue recibida la noticia cambió no sólo por las curaciones inexplicables al beber del agua de un manantial que brotó al excavar la niña el suelo con sus propias manos, sino también porque el párroco preguntó cuál era el nombre de la dama que decía ver Bernadette, a lo cual su contestación fue que su nombre era la Inmaculada Concepción, cuestión teológica muy discutida en ese momento en Roma y fuera del conocimiento de una pastora analfabeta.
The Song Of Bernadette narra también su ingreso en las Hijas de la Caridad, donde sufrió la incomprensión de la Superiora que no creyó en sus visiones, y donde padeció mucho a causa de un tumor en la pierna que le impedía caminar.
La Superiora, desconociendo esto, pensó que se trataba de ganas de hacerse notar por parte de la Hermana Bernadette, llegando a castigarla con no salir de su celda.
The Song Of Bernadette al final narra el arrepentimiento de la Superiora por el sufrimiento causado a Bernadette, y el momento de su muerte en 1879, en el que dice:
“Es ella, qué hermosa es, yo la vi”
Bernadette fue proclamada santa en 1933 por el Papa Pío XI, diez años antes de rodarse este film hagiográfico.
The Song Of Bernadette mueve a la devoción, enseña, entretiene y es, quizás, una de las mejores películas católicas de la historia.
Ese lema inicial de alguna manera se podría aplicar a la hora de valorar The Song Of Bernadette una vez configurado.
Es evidente que para muchos espectadores y comentaristas escépticos o reacios al cine religioso, además auspiciado por una de las majors del Hollywood de su época dorada, les resultaría muy fácil rechazar o ignorar The Song Of Bernadette.
Es curioso como planteamientos de este tipo solo han sido apreciados, en este caso sin objeciones y con todo merecimiento, si eran firmados por nombres como los de Robert Bresson, Carl Theodore Dreyer o incluso Ingmar Bergman cuando en sus inicios su angustia existencial aún era menor.
¿Pero cómo iban a aceptarse las películas de “curas y monjas” firmadas por Leo McCarey o, en este caso, una apología del origen del fenómeno religioso de Lourdes?
En mi opinión para este último caso la respuesta sería muy simple:
The Song Of Bernadette se trata de una gran película.
Narra primeramente la historia del origen de la apariciones de Lourdes, aun que en realidad nos está contando una serie de conflictos, rivalidades e incluso intereses personales y psicológicos que se ponen sobre el tapete a partir de este suceso inicialmente pequeño pero que muy pronto capta la atención no solo de la aldea, sino de campesinos de otras poblaciones.
Por otra parte es indudable que la dirección de actores es realmente espléndida.
Filias y fobias al margen, la encarnación que de la joven Bernadette realiza Jennifer Jones es realmente admirable, quizá el mejor trabajo de su carrera, en una labor contenida, llena de la inocencia, ingenuidad y al mismo tiempo convicción que requería su personaje.
Por su parte no vamos a negar la excelencias que ofrecen en sus interpretaciones nombres como Charles Bickford, Vincent Price, Lee J. Cobb, Gladys Cooper, configurando un cast realmente creíble y lleno de autenticidad.
Y es que una de las mayores virtudes de The Song Of Bernadette estriba fundamentalmente en saber traspasar cinematográficamente ese conflicto que se produce en una pequeña localidad entre unos agricultores más proclives a las creencias sobrenaturales y las fuerzas vivas de la misma, ya herederas de la tradición enciclopédica que se muestran no solo escépticas si no reacias totalmente a que estas visiones, o lo que de ella se derivan, continúen perviviendo en su seno, por más que algunos de ellos se muestren dudosos y otros interesados en los beneficios que podría ofrecerles la situación.
En ese sentido la ambigüedad de sus personajes permiten que adquieran un perfil psicológico siempre vivo y jamás caigan en el estereotipo ni la caricatura.
Pero es evidente que las excelencias de The Song Of Bernadette vienen dadas de la mano de la herencia de la puesta en escena del cine mudo que se traducen en sus imágenes, la fuerza de sus intensísimos primeros planos, en el aprovechamiento de las profundidades de campo, el perfecto uso de fundidos en negro y encadenados de imagen que siempre guardan una impecable coherencia, el importante papel de las elipsis que eliminan con acierto tópicos que fácilmente se hubieran adueñado del resultado final, los claroscuros y sombras, el cuidado visual mostrado en las acciones ubicadas en segundos términos tras cristales, la ubicación de objetos e imaginería religiosa, son muy importantes las referencia directas e indirectas a crucifijos; en algunas ocasiones estos son simulados por ventanas y se plasman constreñidos cuando algunos de los personajes escépticos, especialmente el que encarna el gran Vincent Price, se ubican delante, simbolizando visualmente la opresión de la creencia.
Es importante la ubicación de los actores dentro del encuadre, y podríamos destacar un instante especialmente memorable al intentar por última vez el Dean a Bernadette que se retracte del la identidad que la aparición le dijo en su momento:
“Yo soy la Inmaculada Concepción”
Pese a su sincero y cómplice empeño, la desarmante sinceridad de esta hace que el sacerdote cambie de parecer, lo que tiene su equivalencia cinematográfica al ubicarse en el lugar del encuadre que la joven ha dejado al marcharse.
Como relato perfectamente construido y realizado, The Song Of Bernadette no deja nada al azar, como esa estampa religiosa que inicialmente le es negada a una Bernadette estudiante por su aparente negligencia en el estudio severo de la religión, que le entregará años después el Dean en un emotivo momento y que finalmente esta ya novicia y a punto de morir le mandará al mismo como llamada.
Como queda bien trazada esa historia latente de amor jamás consumada entre la visionaria y el granjero o la propia evolución del escéptico juez encarnado por Vincent Price que finalmente tiene una toma de conciencia, la única voz en off del film, realmente honda, y que una película que realmente subrayara su afán sermoneador hubiera incidido de forma más maniquea, pese a su sempiterna oposición, la mirada del personaje adquiere en todo momento una enorme dignidad y coherencia.
The Song Of Bernadette posee imágenes realmente magníficas.
Desde el primer plano de Bernadette besando los pies de la aparición con la imagen entre los rosales sin florecer, su intento desesperado de encontrar el manantial, la admirable planificación del momento en que el mismo empieza a brotar, o momentos visuales sorprendentes como el que nos muestra a Price encaramado en una enorme escalera y ante una no menos grandiosa biblioteca en el afán de encontrar la motivación legal que posibilite el cierre del manantial.
Pero por encima de todo ello, hay un elemento de construcción dramática que finalmente adquiere una enorme fuerza en The Song Of Bernadette.
Se trata de la relación de incredulidad que la hermana Vanzous, una sensacional Gladys Cooper, mantiene a lo largo del tiempo con Bernadette.
Jamás se resigna a creer en su historia y en la fase final se atreve a formularle el motivo de su resentimiento, y es el hecho de no haber sufrido lo suficiente, como ella misma piensa de sí misma, para haber sido elegida como portadora de las apariciones y del conjunto de milagros.
Finalmente, cuando descubre el verdadero sufrimiento resignado de la Soubirous, tiene un tumor cancerígeno en estado incurable, comprende su error, pide el perdón ante Dios en unas bellísimas imágenes en el templo y a partir de ese momento se erige en la fiel ayudante de una enferma Bernadette hasta el momento de su muerte.
Serán los últimos minutos una conjunción armoniosa de momentos que se pueden destacar por su intensidad, la rigurosidad de su planificación, la fuerza expresiva de sus primeros planos, la dureza que ejercen sobre la sensible y moribunda hasta que la aparición de la Virgen, se la lleva de este mundo en el que no le prometía felicidad, hasta la otra vida en la que sí se la brindaba.
Puede que descrito de esta forma el alcance de la historia pueda inclinarse a ese sermón moralizante, pero es tal la fuerza novelesca de la realización de King, la convicción dramática de su metraje, que permite que sus dos horas y media discurran con enorme fluidez.
The Song Of Bernadette fue la consagración como actriz de Jennifer Jones, quien consiguió un Oscar a la mejor actriz principal en la edición de 1943, además obtuvo otros tres Oscar:
Mejor Cinematografía, Decoración y Banda Sonora para Alfred Newman, y fue nominada a ocho más: mejor película, director, actor de reparto (Charles Bickford), actrices de reparto (Anne Revere y Gladys Cooper), mejor guión adaptado, sonido y montaje.
Lo más importante de todo es que la legendaria Jennifer Jones bordó totalmente el papel, porque a mí se me olvida completamente que es ella cuando veo esta preciosa película.
Es la auténtica Bernadette Soubirous cuando estás viendo The Song Of Bernadette.
¡Qué pedazo de actriz!
Se metió en el personaje hasta lo más profundo que pudo, y no hablemos ya de la escena en que ella ve por primera vez a "La Señora" en la gruta de Massabielle que yo lloro cada vez que contemplo esta escena.
Qué dulzura, qué maravilla, qué bonita música... y sus inolvidables palabras que le dice a su madre cuando vuelve de la gruta por tercera vez:
“La Señora me ha dicho:
No te puedo hacer dichosa en este mundo, solo lo puedo hacer en el mío.
(En el cielo)”
La partitura de Alfred Newman está enmarcada en la espiritualidad que caracterizó al compositor, pese a no ser especialmente creyente.
Refleja con escrupuloso respeto un sentimiento tan profundo e inexplicable como el religioso.
Newman humanizó su creación, haciendo hincapié en la incertidumbre y fragilidad ante lo divino, para lo que incidió en ciertos aspectos misteriosos y enigmáticos de una música que, fundida con lo lírico y exultante, resultaba ser la perfecta plasmación del encuentro entre la joven Bernadette y la Virgen María.
“There was something about her that precluded laughter.
Her exaltation was so genuine that the observer almost had the impression that he saw what the child saw”
Es muy significativo que María no eligiese a un teólogo, sino a una chica de escasa instrucción pero sencilla de corazón, para revelarle que era la Inmaculada Concepción, en un momento en el que se estaba debatiendo este dogma.
“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla”
(Lc 10,21)
“Para aquellos que creen en Dios, toda explicación es innecesaria.
Para los que no creen, no hay explicación posible”
Sobre la veracidad de las apariciones de Lourdes, de Fátima o de cualquier otro fenómeno milagroso, no bastan los testimonios o las pruebas cuando no hay fe:
“... no harán caso ni aunque resucite un muerto”
(Lc 16,31)
En nuestro escéptico mundo, muchos creen que es probable que un Ser Todopoderoso sea el autor de la magna obra de la vida, el cielo, la tierra... pero resulta paradójico que cueste más creer que puedan existir “pequeños milagros”, como el de Lourdes.
Cabe decir que el cuerpo de Bernadette Soubirous, monja de las Hijas de la Caridad de Nevers, muerta a los 35 años de edad, se encuentra incorrupto y puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal.
Su festividad se celebra el 16 de abril, aniversario de su muerte.
Si bien la Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de Lourdes es considerada por la Iglesia Católica la principal patrona de los enfermos, se asocia por extensión a Bernadette Soubirous con la protección de los mismos, como también de las personas ridiculizadas por su piedad, de los pobres y de las pastoras y pastores.
La espiritualidad de Bernardette Soubirous se basó en una santidad cotidiana, carente de estructuras complicadas, sin ideologías ni discursos, evangélicamente serena y basada en la verdad.
Siempre reconoció lo que de verdad decían sus detractores: ignorancia, falta de educación, etc., pero jamás lo sobrecargó de significado.
De ese modo logró, incluso en los momentos difíciles, mantener la serenidad interior.
Su negativa a ser considerada un objeto que mostrar fue decidida y su límpida franqueza dejó sin habla hasta al más culto.
Su repugnancia por el dinero era proverbial.
El periodista Balech de Lagarde, del Courrier français, le prometió llevarla a París y hacerla rica.
La respuesta de Bernadette fue un «no» rotundo.
En ella se conjugaron armoniosamente el realismo de una muchacha de campo y la conciencia de que, por encima de todo, vale la inteligencia de las acciones que se deben cumplir.
Los cristianos católicos y anglicanos consideran a Bernadette un canal limpio, para que por ella pasara una revelación de la gracia de Dios, manifestada en María:
«Yo soy la Inmaculada Concepción»
Los inesperados alcances teológicos de esa revelación excedían a Bernadette.
Ella, por su fe y su humildad, siguió a la «Señora» más de lo que la entendió, limitándose a cumplir la misión encomendada de transmitir el mensaje.
El rezo del rosario acompañó los irrepetibles momentos de su vida, los de las apariciones.
Pobreza, oración y penitencia, amor y Dios son las palabras que conforman el mensaje del que Bernardita fue portavoz.
“María se nos presenta aquí como la primera misionera, «el primer mensajero del Evangelio», como la llamó el obispo de Lourdes, Perrier:
El primer ser humano que llevó la buena nueva de Jesucristo a otra persona; cosa que hace simplemente llevando a Cristo dentro de sí.
Ella nos recuerda que la misión comienza no con la entrega de un mensaje hecho de palabras sino en el camino hacia otra persona con Jesús en el corazón.
Ella atestigua la primordial importancia de, sencillamente, llevar a Jesús, incluso antes de que existan las palabras o las acciones para mostrarle y explicarle.
Cuando María se le apareció a Bernadette, la primera vez lo hizo como una figura anónima, una hermosa mujer, una «cosa» misteriosa, no identificada aún como la Madre Inmaculada del Señor.
Y Bernadette, inculta, carente de instrucción doctrinal, saltó de gozo, reconociendo que allí había vida, que allí estaba la cura.
Recordad sus narraciones en las que habla de sus movimientos agraciados y ligeros a las órdenes de la Señora; como si ella, al igual que Juan en el vientre de Isabel, comenzara a bailar siguiendo la música del Verbo Encarnado que lleva su Madre.
Sólo poco a poco encontrará Bernadette las palabras para que el mundo sepa; sólo poco a poco, podríamos decir, descubre cómo escuchar a la Señora y referir lo que tiene que decirnos.
Los vecinos, los maestros y el clero de la parroquia de Bernadette sabían lo que pensaban que necesitaban saber sobre la Madre de Dios, pero tuvieron que quedar sorprendidos por esta adolescente incapaz de expresarse, inerme e insignificante que había saltado de gozo reconociendo haber encontrado a María como madre, hermana, portadora de su Señor y Redentor.
Hoy aquí, con Isabel y Bernadette, decimos con agradecido estupor:
«¿Qué he hecho para merecerme que la madre de mi Señor haya venido hasta mí?»
Y reconocemos que el deseo de nuestro corazón ha sido satisfecho y lo más profundo de nuestro ser ha sido llevado a una nueva vida.
En el sentir de la Iglesia, Nuestra Señora de Lourdes constituye un camino de superación de las divisiones entre los cristianos, en orden al cumplimiento del mandato de Jesús:
"Que todos sean uno"
(Juan 17, 21)”
Rowan Williams
Arzobispo de Canterbury y primado de la Comunión Anglicana.

“Last night when I came here, it was very dark.
It's much lighter now”


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