The Thomas Crown Affair

“What do you get for the man who has everything?”

Aceptemos la realidad, los iconos de moda de verdad, son aquellos que se distinguen por su estilo, elegancia, personalidad, y altas cuotas de sencillez.
A fines de los años 60, una figura masculina, sobresalía dentro y fuera de la pantalla; gracias a una estampa que combinaba lo rebelde y versátil, a lo Marlon Brando, y la popularidad con el género femenino:
Steve McQueen, apodado “The King of Cool”
Está claro que cualquier cosa que se pusiera, le quedaba bien; pues tenía un marcado estilo muy masculino, y lo conseguía.
De una infancia y adolescencia “dickensiana”, a mega estrella de Hollywood, Steve McQueen, siempre con aspecto de tipo duro altamente vulnerable, se convirtió en un icono de estilo único y atemporal.
Una actitud de tipo indomable, pero con un look sencillo a base de básicos confortables, que se han convertido en clásicos.
Su estilo sigue totalmente vigente, así que poco hay que actualizar:
Cazadoras Harrington, cardiganes de cachemira, chinos y vaqueros, “desert boots”, o zapatillas blancas y gafas Persol.
Y con The Thomas Crown Affair, McQueen confirmó además que podía pasar de ser un policía rudo en “Bullitt” (1968), a un seductor millonario con diferentes hobbies, que además vestía bien.
Thomas Crown y Vicki Anderson, en la figura de Faye Dunaway, formaron una de las parejas más recordadas por la sensualidad y elegancia que mostraron, y por la química que surgió entre los actores.
Con el paso de los años, tras la muerte de McQueen en la década de los 80, ha surgido una especie de culto en torno a su figura.
Pues tras su muerte, dejó una profunda huella en el imaginario colectivo del hombre contemporáneo, elevando a un lugar de culto, prendas clásicas de la indumentaria masculina.
“Do you play?”
The Thomas Crown Affair es una película de acción y suspense, del año 1968, dirigida por Norman Jewison.
Protagonizada por Steve McQueen, Faye Dunaway, Paul Burke, Jack Weston, Yaphet Kotto, Todd Martin, Biff McGuire, entre otros.
El guión es de Alan R. Trustman, el cual tuvo la idea para la película, cuando él trabajaba en un banco, y pasó sus momentos más ociosos, imaginando cómo robarlo.
The Thomas Crown Affair obtuvo 2 nominaciones al Premio Oscar:
Mejor banda sonora original de Michel Legrand, ganando el de Mejor Canción Original por “The Windmills of Your Mind”, también de Legrand, y cantada por el actor Noel Harrison, hijo de Rex Harrison; que también fue grabada por Legrand en francés, como “Les Moulins de Mon Coeur”
En 1999, The Thomas Crown Affair tuvo un remake.
El rodaje se hizo principalmente en exteriores en Boston, y zonas alrededor de Massachusetts y New Hampshire.
La acción sigue a Thomas Crown (Steve McQueen), un millonario de Boston, un hombre que se ha hecho a sí mismo, pero que se aburre de la vida que lleva.
Para huir de la rutina, prepara un golpe perfecto:
Robar un banco, y marcharse después a Brasil.
Por lo que reúne a un grupo de delincuentes, y deposita $3 millones en un banco suizo, dando el golpe sin dejar pistas.
De esclarecer el caso, se ocupará una investigadora de una compañía de seguros, Vicky Anderson (Faye Dunaway), quien con la ayuda del policía, Eddy Malone (Paul Burke), se pondrá a la búsqueda del inteligente saqueador.
Pero The Thomas Crown Affair va mucho más allá, y pese a su discreto éxito en su lanzamiento, con el tiempo, se ha convertido en un film de culto, y símbolo de la época y la moda.
“He was young, handsome, a millionaire, and he'd just pulled off the perfect crime!
She was young, beautiful, a super sleuth, sent to investigate it!”
En los 60, surgieron una serie de directores como:
Arthur Penn, Sidney Lumet, Sam Peckinpah, Richard Fleischer, o Franklin J. Schaffner, que muchos se formaron en la televisión.
Esto supuso una tendencia visual en las películas bastante representativa de la época, con técnicas propias de la ficción televisiva, o los videoclips.
En The Thomas Crown Affair, es bastante latente todo esto, con el uso agresivo del zoom, la fusión rítmica entre música e imágenes y, sobretodo, la fragmentación de la pantalla, bien en varios planos que muestran distintas acciones, como el mismo plano repetido múltiples veces.
La trama, seguramente ya archiconocida, consiste en las veleidades éticas que producen placer y riqueza a Thomas Crown, a quien veremos organizar telefónicamente, uno de esos atracos perfectos a un banco, sin que ninguno de los autores materiales haya llegado a verlo, procedentes todos de diferentes estados, y sujetos al plan ideado por el cerebro de la operación, que se hará cargo del botín limpiamente.
Los más de $2 millones, en la época, una verdadera fortuna; provocan que la compañía aseguradora, envíe a su más fiel cancerbero salvaguardia de sus intereses, que resulta ser una mujer:
Vicki Anderson, acostumbrada a lidiar con casos irresolubles por la policía.
Inmediatamente, las sospechas recaen en Thomas y, súbitamente, se inicia una especie de juego del “gato y el ratón”, con el aderezo de una tensión sexual entre ambos jugadores, que entre escarceos amorosos, se tenderán trampas de las que Thomas irá saliendo airoso.
Ese juego de voluntades, constituye el centro de interés de The Thomas Crown Affair, ya que “el gato detective”, anuncia claramente al “ratón ladrón”, su intención de meterlo entre rejas, mientras éste intenta seducirla, y ella se deja, en unos lances en los que se entremezclan amoríos con acciones detectivescas.
La idea es muy buena, y en ella reside buena parte del atractivo, porque ese juego peligroso, lo es para ambos:
Él puede acabar entre rejas, y ella, que se auto propone como una mujer fuerte, puede acabar rendida de amor, por quien sabe es un delincuente de guante blanco.
The Thomas Crown Affair se puede dividir en 2 partes:
La primera es una “caper movie” o “película de robo”, dotada de un notable sentido de la intriga y tensión.
La segunda, la más extensa, es una especie de juego del “gato y el ratón” empapado de romanticismo y sensualidad, significado en la excelente y erótica secuencia de la partida de ajedrez, culminada con un dilatado beso lisérgico.
Por lo que se mueve entre el romance y el cine “de espías”, en cuanto al tono adquirido, y juega al despiste a través de un protagonista misterioso, tanto para los demás personajes, como para los espectadores.
Thomas Crown, es un tipo cuya motivación parece ser el desafío del sistema, una sensación individual, frente a la rigidez de las normas de la sociedad, como si necesitara reducirlas a una estructura desprovista de sentido, cuya superación no entraña más lógica que la de demostrar que no es infalible.
Evidentemente, no porta una carga ideológica o revolucionaria como la que se puede esperar en otros movimientos que encara al sistema, y que se muestra a la perfección en la obra de los cantautores políticos; puesto que Crown no articula ningún posicionamiento político, ni la presencia del sistema le perjudica en sus intereses en modo alguno.
Se trata de un desafío interno, una lógica privada que Crown sostiene contra la estructura del sistema, y de cuya burla obtiene una satisfacción personal, que además, tiene una contrapartida económica.
Mientras Vicki Anderson como investigadora de una compañía de seguros, que es quien realmente descubre la doble moral de Thomas Crown, con su gran intuición pero cometiendo el error de sentirse atraída hacia él.
Curiosamente, ella es el personaje más sorprendente, dada la ambigüedad que plantea.
Si en un primer momento, da la sensación de ser un personaje plano y vulgar, no hay más que esperar hasta que se junta con McQueen...
El erotismo está en Faye Dunaway, que además, se permite jugar con sus dedos acariciando un alfil de una manera algo más que sugerente…
Sus manos convierten la pieza, en una metáfora fálica de interpretación evidente, y complementan la invitación con unas sugerentes caricias de sus labios con las yemas de los dedos.
El rostro de Dunaway, es lo más explícito que alcanza la escena, aunque lo sugerido articula recursos eróticos que van mucho más allá de lo que estamos acostumbrados a ver en imagen en el cine de los 60.
Posiblemente, sea el mejor momento de The Thomas Crown Affair, resuelto con maestría por Norman Jewison, con profusión de planos variados:
Primerísimos, cenitales, picados, o planos detalle de las piezas de ajedrez y las manos de los personajes, donde la gran banda sonora de Michael Legrand, juega un papel clave con una envolvente y elegante música de jazz.
Quizás, ésta fuera una de las cosas que la propia Dunaway anduvo pensando cuando rodaba su personaje secundario en el remake de 1999, a modo de homenaje a la original.
El guión de The Thomas Crown Affair, también fuerza al personaje de Vicki, quizás más allá de donde debe.
Seguramente, se trata de algo impropio en un personaje elegante e ingenioso como el suyo.
Las escenas en donde la moda del 68 luce, dibujan a una sofisticadísima Faye Dunaway vestida con brillantes ideas, y esmerados atuendos que van adaptándose maravillosamente a las escenas en las que aparece.
Podría confeccionarse un “book” fotográfico fantástico con las instantáneas de los “outfit” elegidos para La Dunaway, que seguro haría las delicias de quiénes buscaban ese “look” moderno y chic en los años 60.
Técnicamente, uno de los aspectos más notables de The Thomas Crown Affair, es su secuencia de apertura de pantalla dividida.
Mientras que algunos afirman que este es un ejemplo de estilo sobre el contenido, la verdadera razón por la que se adoptó la pantalla dividida, fue porque el editor, Hal Ashby, se encargó de reducir el tiempo de ejecución de la apertura.
El uso de separación de pantallas, para mostrar varias acciones simultáneas, se inspiró de hecho en las películas rompedoras de La Expo 67:
“Dans Le Labyrinthe” (1967) y “A Place to Stand” (1967), que después fueron pioneras en el uso de la técnica de imagen multi-dinámica de Christopher Chapman, imágenes desplazándose en paneles móviles.
Por su parte, Steve McQueen estaba disponible para asistir a un preestreno de “A Place to Stand” (1967) en Hollywood, y le dijo personalmente a Chapman, que “estaba muy impresionado”
Al año siguiente, Norman Jewison había incorporado la técnica en The Thomas Crown Affair, insertando las escenas en el producto ya terminado.
La fotografía, es poco común para una película del Hollywood “mainstream”, al usar ese modo de pantalla partida.
La fotografía a todo color, realizada por un hombre considerado uno de los 10 cineastas más influyentes en una encuesta de los miembros de La Asociación Internacional de Cinematografía, ni más ni menos que Haskell Wexler, que llegó a tocar la cima del olimpo cinematográfico, y como es de esperar, mostrándonos aquí, unas magníficas imágenes tanto de interiores como de exteriores, y recreándose sobre todo, en las escenas del espectacular y audaz robo, llevadas como digo, con un excelente manejo de cámara.
Del reparto, a destacar que McQueen hizo sus propias escenas jugando polo, y conduciendo un “buggy” a toda velocidad en la playa de Massachusetts, de forma similar a cuando protagonizó la película “Bullitt” (1968) unos meses más tarde, y donde condujo un Ford Mustang por San Francisco, a más de 160 km/h.
En una entrevista, McQueen diría que The Thomas Crown Affair, era su película favorita.
Pero también vemos a un Rolls Royce de color celeste, que aún es exhibido en el Petersen Automotive Museum de Los Angeles, que fue conducido por McQueen.
O el coche que conduce La Dunaway, referido como “una de esas cosas rojas italianas”, es el primero de los únicos 10 Ferrari 275 GTB/4 NART Spyders que se fabricaron.
A día de hoy, este modelo es uno de los Ferraris más valiosos de todos los tiempos.
A McQueen le encantó tanto, que logró finalmente hacerse con uno.
Mientras el planeador, N9860E, que Steve McQueen vuela a principios de la película, es un Schweizer SGS 1-23H-15; que fue utilizado en New York durante muchos años, pero finalmente se estrelló, y fue destruido en Georgia en el año 2013.
The Thomas Crown Affair, es la única película donde el actor abandonó por unos momentos, su “look” más “sport”, para vestir un guardarropa acorde con el millonario y ambiguo protagonista.
Tanto que McQueen se encargó de revisar personalmente cada una de sus piezas del vestuario, donde se mezclaron refinados trajes al estilo y medida del Príncipe de Gales, y equipos para jugar al polo.
Theadora Van Runkle, la misma a cargo del vestuario de “Bonnie & Clyde” (1967) y “The Godfather: Part II” (1974), confeccionó los impecables trajes de 3 piezas de McQueen, que según los rumores, en todas las películas enamoraba a su contraparte femenina.
En este caso, los rumores de un romance con Faye Dunaway, no se hicieron esperar; mientras la famosa rubia se paseaba en vestidos tipo “mod”, trajes de 2 piezas con faldas tableadas, y trajes de noche míticos, como aquel sin espalda que mostró en una de las escena más recordadas del cine; McQueen y Dunaway juegan ajedrez mientras la cámara no deja de mostrar primer planos insinuantes en plena partida.
Y es que es destacable la química amorosa extraída por Jewison de su pareja protagonista, con simplemente miradas, sonrisas, silencios, que aburrirán a unos, y fascinarán a otros.
Los momentos en que la pareja comparten la pantalla, llegan a ser muy interesantes, ya que el romance se trata con gran frescura, lo que le permite al espectador, disfrutarlo con gran divertimento, gracias a sus chispeantes y ácidos diálogos.
No cabe duda, de que este dúo se convirtió en una de las parejas más representativas del celuloide:
Faye Dunaway, confirmó su status de ícono del cine de Hollywood, además de establecer 2 de los roles más inspiradores del cine en la moda de manera consecutiva, junto al de Bonnie Parker.
Y para McQueen, The Thomas Crown Affair significó que también podía apartar la rudeza de su esencia, y demostrar que la elegancia acompaña a cualquier ladrón, sobre todo cuando es millonario.
Como curiosidad, Faye Dunaway también apareció en The Thomas Crown Affair (1999) con Pierce Brosnan y Rene Russo como los protagonistas.
Mientras que el director, Norman Jewison, se la llevó bastante mal con Steve McQueen, llegando a decir después del rodaje que, “solía hablar en jerga y la mitad del tiempo no sabía lo que estaba diciendo”
Se le puede achacar a McQueen, que estaba quizás en su mejor momento, atlético y capaz de todo, fue convertido en una especie de James Bond ligero, y da la sensación de que hubiera podido ser uno de los papeles de su vida.
Mientras Dunaway, que empieza también muy interesante en un papel de policía guapa/lista, acaba con lo mismo, difuminada por las escenas de amor como mujer objeto.
De las escenas, cuenta con algunas sumamente memorables, y contadas con un gran pulso narrativo, algunas sobre todo, formando ya, parte de la historia del cine de acción, como ese “somos una gran pareja”, esta frase lo dice todo, ya que los momentos que el dúo protagonista comparten pantalla, los diálogos son un disfrute para todos los espectadores.
Diálogos chispeantes, a la vez que ácidos y llenos de frescura.
Muy lograda también, la escena del robo al banco en pleno ajetreo diurno, con una ejecución impecable, y casi sin violencia, los ladrones consiguen burlar la férrea seguridad del recinto, poniendo muy difícil a la policía, seguir su pista, y donde el uso de la pantalla partida, ofrece gran dinamismo a la secuencia.
Y el final, en el que Steve se la cuela a la chica, y se escapa él solo.
Genio y figura.
Por último, después de ver un corte de 5 horas de la película, el compositor Michel Legrand, tomó unas vacaciones de 6 semanas, durante las cuales escribió 90 minutos de música.
La película fue entonces reeditada a la música, en lugar de ser al revés.
Si este experimento hubiera fracasado, Legrand habría escrito una segunda partitura de forma tradicional, y gratuita.
“The Windmills of Your Mind”, interpretada por Noel Harrison, se convirtió en todo un hit musical, siendo recordada como una de las más míticas canciones que han formado parte de una banda sonora original.
“It's a funny, dirty little job!
So shoot me in the leg!”
Estilo, mito y leyenda, son algunos de los términos que podrían definir perfectamente a Steve McQueen, un hombre que no sólo fue un gran actor, sino que también se convirtió en un auténtico icono de leyenda, con un estilo insuperable, que marcó una época.
Y han pasado 35 años de su desaparición, pero a diferencia de otras estrellas de Hollywood, también difuntas y traspasadas, la figura de Steve McQueen, no ha dejado de agrandarse en todo este tiempo.
Más allá de sus películas, el mito McQueen, ha acabado identificándose con un estilo, una forma de vida hecha a partes iguales del placer del riesgo, y la figura de la estrella rebelde, carismática y anticonvencional.
Un reconocimiento que le ha consagrado y concedido el título, sin rivales ni competencia, como “El Rey de Lo Cool”
Thom Browne, un diseñador conocido por su ropa extremadamente ajustada, cuenta que se inspiró en el “look” de McQueen en la cinta The Thomas Crown Affair.
“Imágenes del actor, adornan el tablón de anuncios que usa J.Crew internamente para informar sobre sus colecciones”, dice Frank Muytjens, director de diseño para hombres de la cadena estadounidense de ropa.
El minorista, vende pantalones de pana ajustados de tono blanquecino, y chaquetas Baracuta como las que usaba el actor; incluso diseña prendas para sus catálogos, en base a las fotografías de McQueen.
Gucci, por su parte, presentó diseños de pilotos de automóviles, inspirados en McQueen, en su desfile de moda de la temporada primavera 2008.
Y la lista sigue:
APC, vende una chaqueta de piloto similar a la Harrington que usaba McQueen.
Hermès y Michael Kors, hace poco se basaron en el actor, para crear prendas y bolsos.
Con tantas marcas que recurren a la imagen de McQueen, Tag Heuer y Persol, han resucitado un reloj y unas gafas de sol de piloto identificadas con el actor; quizás era sólo una cuestión de tiempo, antes que apareciera una línea de ropa de McQueen.
En Estados Unidos, dicha colección vio la luz a fines del año pasado, y estará en esta temporada de fin de año, disponible en tiendas como Saks Fifth Avenue, y Nordstrom.
La línea hecha en Estados Unidos, fue producida con el visto bueno del hijo del actor, por el fabricante de motocicletas Johnson Motors Inc., y la firma GreenLight, que controla los derechos de licencia de Steve McQueen; e incluye camisetas, sudaderas, chaquetas de cuero, y abrigos basados en la ropa que usaba McQueen.
Genio y figura, con un estilo que lo ha consagrado en El Olimpo de los iconos; por excelencia, y goleada.

“What else can we do on Sunday?”



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