Pink Narcissus

“A unique experience in visual fantasy!”

El término “homoerotismo”, hace referencia a la tendencia social caracterizada por  la presencia de emociones eróticas, o deseos sexuales que se centran en una persona del mismo sexo.
Este concepto tiene una estrecha relación con el concepto homosexualidad, aunque puede diferir de éste, ya que homoerotismo hace referencia a una forma del deseo sexual que se enfoca hacia personas del mismo sexo; mientras que el concepto homosexualidad, hace referencia a una identidad sexual u orientación sexual, cuya naturaleza implica la atracción sexual por personas del mismo sexo, asimilándose como una identidad del homoerotismo.
El homoerotismo, se considera sobre todo, una expresión artística de las artes visuales, la literatura y las artes escénicas, caracterizado por la representación del deseo emocional de naturaleza homosexual, frecuentemente evocando escenas sensuales o eróticas, que involucran técnicas como el desnudo, la representación gráfica de la relación sexual, y la explotación del sexo.
Por otra parte, se le conoce como “camp”, a aquella noción estética, iniciada en la década de los 50's, que se caracteriza por un énfasis en la exageración, la artificialidad estética, y el afeminamiento.
El camp, es un elemento clave en la concepción de “la cultura closet” anterior a los disturbios de Stonewall en 1969, dedicada a incluir la homosexualidad, el transgénero, y el “queer” a la sociedad heteronormativa.
Por lo que el camp sirvió como método de transgresión para la cultura homosexual, que posteriormente se incorporó a formas de arte masiva que trataban la homosexualidad, y que a pesar de su intención original de querer dignificar El LGBT, terminaban ridiculizándolo.
En el cine, suelen identificarse distintos elementos que hacen referencia al argumento absurdo contenido en el filme homoerótico; normalmente con un enfoque alegórico, y en algunas ocasiones, acompañado de elementos del cine de explotación.
Radicando en la estética de la dignificación de lo socialmente inaceptable, la presencia de un ambiente excéntrico, como la estética “flamboyant” o afeminado, y en algunas ocasiones, la explotación del sexo, y el erotismo mismo.
James Bidgood, es un artista contemporáneo, que vive y trabaja en New York.
Su producción artística, se ha desarrollado en una gran variedad de medios y técnicas, que pasan por la música, el diseño de ventanas y escenografías, y las actuaciones como “drag”
En algún momento, sus intereses le llevaron a la fotografía y al cine.
De rasgos inconfundibles, sus fotografías se caracterizan por una estética entre camp y fantástica.
Entre sus influencias se cuentan:
Florent Ziegfield, Folies Bergeres, y George Quaintance, y ha influido a su vez sobre artistas como:
Pierre et Gilles o David LaChapelle.
La obra de Bidgood, se apoya en un fuerte valor fantástico:
Sus fotografías muestran elaborados escenarios relacionados con el propio mundo de la escenografía, el teatro, la moda, el diseño, y las bellas artes.
La necesidad, fue la madre de la invención para Bidgood, quien ha creado elaborados retablos fotográficos en su pequeño estudio de Manhattan.
Sus primeras series eróticas, se inspiraban en una épica subacuática titulada “Water Colors”, realizada a principios de los 60, en la que recurrió a Jay Garvin, un bailarín del Club 82, como inspiración.
La atmósfera subacuática, está completamente fabricada; el fondo del océano fue creado con tela plateada extendida sobre el suelo del apartamento de Bidgood; construyó el arco de una caverna con papel encolado, y con lamé rojo, elaboró una langosta.
Cubrió a Garvin con aceite mineral, y pegó purpurina y escamas a la piel para que el tejido plateado y las luces de la fotografía, se reflejasen en su cuerpo como agua.
Durante semanas, Bidgood comería y dormiría en los escenarios que había construido en su apartamento.
Por ello, muchos de sus temas contemporáneos, se encuentran en estado germinal en sus primeras obras.
La estética camp, la identidad, el erotismo, el deseo y la marginalidad; siempre los ha representado con retratos de hombres desnudos.
Las complejas referencias de Bidgood al teatro y la actuación, parecen presagiar las ramificaciones de la interpretación difundidas por el pensamiento “queer”
Sus técnicas, sus procesos de trabajo, y su magistral uso ilusionista del color, señalan una comprensión madura de sus influencias y objetivos, y ofrecen un interesante contraste con los movimientos artísticos dominantes en el momento en que comenzó su carrera artística.
Y como muchas veces se ha dicho, la esencia del Séptimo Arte, se basa en la imagen.
“Get’em while you’re hot!”
Pink Narcissus es una película de fantasía erótica, del año 1971, escrita y dirigida por James Bidgood.
Protagonizada por Don Brooks, Bobby Kendall, Charles Ludlam, Jay Garvin, entre otros.
La película no tenía guión, pero había un “storyboard” que el director destruyó cuando se le negó el último corte de la película, en 1971:
“No había arte, mal iluminado y sin interés.
Playboy tenía chicas con pieles, plumas y luces, con rostros como hermosos ángeles.
No comprendía, por qué las fotos de los chicos no eran así”
Pink Narcissus fue grabada en su mayor parte, en 8 milímetros, con una imaginativa y brillante iluminación.
Aparte, la escena final, que fue grabada en un desván de Manhattan, fue rodada íntegramente, incluyendo las escenas exteriores, en el pequeño apartamento de New York de Bidgood, durante un periodo de 7 años, a partir de 1963 hasta 1970; siendo ultimada y estrenada sin su consentimiento, por lo que se le incluyó en los créditos como “Anonymous”
Se estrenó en 1971, debido mayormente a la exasperación de aquellos que la financiaban, que estaban hartos del perfeccionismo del director.
Esto no fue lo único negativo, sino que además, su creador la encontraba inconclusa, debido que había escenas adicionales que él consideraba necesarias para completarlas, recordemos que el film dura poco más de 1 hora.
Posteriormente, como no se conocía con certeza el nombre del cineasta, había rumores que apuntaban a Andy Warhol…
A mediados de la década de 1990, el escritor Bruce Benderson, obsesionado con la película, comenzó una búsqueda para hallar al verdadero autor, basándose en varias pistas; y finalmente comprobó la autoría de James Bidgood, que todavía vivía en Manhattan, y trabajaba sobre un guión.
Pink Narcissus, fue exhibida durante casi 30 años, sin que se mencionara el nombre del autor; hasta que en el año 1999, el propio artista, tras un largo proceso legal, pudo recuperar los derechos sobre su obra.
La editorial Taschen, publicó un libro escrito, y supervisado por Benderson sobre el trabajo fotográfico y fílmico de Bidgood.
El estilo inequívoco e intencionadamente kitsch de Bidgood, ha sido imitado y revisado posteriormente por muchos artistas, como los fotógrafos franceses, Pierre et Gilles.
En 2003, Pink Narcissus fue relanzada por la distribuidora Strand Releasing, siendo un clásico filme homosexual, durante mucho tiempo perdido, que cuenta las visiones de un prostituto gay (Bobby Kendall) en diferentes lugares.
Entre las visitas de sus clientes, el prostituto fantasea sobre mundos donde él es el principal protagonista.
Así, se imagina como torero; esclavo romano con El Emperador que lo condena; o encargado de un harén masculino, al que otro muchacho realiza una danza del vientre.
El contraste entre esos mundos, provoca cierta tristeza en el espectador, que es la tristeza de su protagonista, que le lleva a crear estos mundos oníricos a modo de evasión.
La vivacidad de sus fantasías, nos revela como su narcisismo es su mayor trampa, ya que acaba por reinventarse como cliente de sí mismo, mediante la masturbación y la imaginación, y también logra hacernos ver el enorme contraste de la belleza de sus fantasías, con los tonos oscuros de su realidad.
Pero el verdadero valor de Pink Narcissus, que no tiene diálogos, y se asemeja más a una pieza de videoarte, que a un film convencional; es su estética colorista y muy kitsch, sorprendentemente barroca, que a veces logra imágenes muy poéticas, y otras decadentes.
Pink Narcissus es una película totalmente dirigida a un público homosexual, llena de fantasías y de estética acorde a sus sensibilidades, pero que puede ser disfrutada como pieza estética por cualquier curioso, como una película erótica alegre, maravillosamente imaginada de La Era Psicodélica, es una visión exitosa de un sueño gay, y una transmisión exitosa de esa experiencia, y el personaje del título, es un joven maravillosamente objetivado:
Es el perfecto ideal del gay de labios carnosos, cabello castaño desordenado, rasgos oscuros, un fantástico y bien explotado trasero, y un cuerpo esculpido.
Y está desnudo en la mayor parte del metraje, como buen muchacho de Caravaggio.
El título del film, “Pink Narcissus” recoge precisamente este comportamiento narcisista del joven enamorado de su cuerpo y de su belleza.
Mientras el “Pink”, se refiere a la sensibilidad gay.
Por hoy, la obra está convertida en cinta de culto, no solo en los lugares de ambiente.
Si bien no hay diálogo, y no hay historia, al menos no una que encaje perfectamente en nuestro paradigma cinematográfico; se trata de un arreglo caleidoscópico de sonidos, colores y formas en el fondo, y revelaciones de la belleza del cuerpo masculino en primer plano.
El arte, al imitar la vida, nos conduce al protagonista, mirándolo como narciso en un espejo.
“Dildos, artificial anuses”
La accidentada y problemática representación del homosexual en la historia del cine, viene pareja, aunque no lo parezca a primera vista, a la dificultosa plasmación del sexo en pantalla.
El cine actual, que viene a ser un reflejo de las conquistas de los años 70, en cuanto a transgresión de los límites impuestos por una moral unívoca y heterónoma, que dejaba poco espacio a la heterogeneidad, da constancia del gay como ser sexual, aunque en muchas ocasiones, ello suponga escorarse en la periferia.
Desde mediados de los años 60, y hasta los primeros 70, el fotógrafo James Bidgood, llevó a su departamento de Manhattan a varios chicos hermosos, algunos de ellos, forman parte de su vasta colección fotográfica; y otros fueron inmortalizados en una de las piezas del culto del cine “underground” estadounidense:
Pink Narcissus.
Con ello, Bidgood quería reivindicar la homosexualidad en medio de una sociedad poco tolerante con ella, pero quienes financiaban la obra, al final se cansaron, y montaron el film, que se estrenó como “obra anónima”
Y es que Pink Narcissus se empezó a rodar en una etapa negra del cine gay, donde la producción era muy escasa, y mostraba los ambientes más turbios o “underground” de la homosexualidad.
Al igual que ocurre con “Victim” (1961), o con el film de interés homosexual “Midnight Cowboy” (1973), los ambientes en los que se pensaba la homosexualidad, eran siniestros, extravagantes, apartados de la realidad cotidiana de la mayoría de las personas.
En un estilo kitsch, con decorados rococó, en Pink Narcissus seguimos los sueños de un dulce efebo, en la vida real, la pareja del director James Bidgood, y transitamos por una composición de escenas que se mueven entre un erotismo duro, y un porno suave; por lo que la estética de las fantasías, es sensacional.
De hecho, sólo 3 escenas fueron filmadas más tarde en un Loft alquilado, y son:
La habitación de los hombres, El Times Square, y las escenas de la tormenta.
En esta obra de cámara, voluntariosamente artificiosa, Bobby Kendall, el Antínoo particular de Bidgood, se revela como monopolístico objeto de deseo, y protagoniza un espectáculo de pathos, que flirtea con mucha elegancia y gracia con el juego intertextual del kitsch con razón de ser:
Suenan próximos los ecos de Pierre et Gilles, Jean Cocteau o Michael Powell, sí, aunque con la sed de liberación transgresora que caracterizó el “queer underground” estadounidense de los años 60 y 70, y que nada tiene que ver con la complacencia de la actual cultura gay, tristemente obsesionada por apuntarse a las filas de la corrección política…
Aquí el erotismo no es un mero vehículo para la explotación y el regocijo de la mirada pornográfica, sino una estrategia expresiva, que pretende hacer perceptible el tabú mismo, a fin de tensar los convenios tradicionalistas del dogma social, sin razonamientos intelectuales al uso.
Pink Narcissus, no es una película obsoleta, ni carente interés para las generaciones actuales, ni mucho menos, pero su misma existencia responde a las circunstancias de su tiempo, más que a un imaginario de autor con un discurso propio, por mucho que el cariñoso y humilde trabajo de Bidgood tras las cámaras, sea de una originalidad y talento más que considerables.
De ahí la dificultad inmanente, sino la imposibilidad manifiesta, de analizar el film como “obra cerrada”, significante en sí misma.
Provocadora, en su “viaje a través de lo imposible”, Pink Narcissus despliega una imaginería tan alucinante a la que queremos volver una y otra vez:
Ropajes de angora, empleo de espejos en la puesta en escena, atrezo de plástico y terciopelo, plumas de pavo real… como si Bidgood pareciese apresurado por materializar el amor que sentía por el mundo, y lo quisiera exponer de la forma más encantadora posible, como si temiera no dejar suficiente constancia de su propio arrebato, primordialmente sentimental, y secundariamente sicalíptico, pero totalmente masculino.
Un torbellino de saldos de lo prohibido, que se retroalimentan en un ciclo inagotable.
Un reinado de amor libre, al alcance de cualquiera.
Pero las cosas pronto cambiaron, y el ideal de un futuro integrador, pasó a considerarse una pretensión pueril.
Los niños perdidos, se convirtieron en los nuevos amos del mundo, y la fiesta terminó.
Luego llegaron los peligros del SIDA, la corruptela de la globalización, y la gran épica del hombre hecho a sí mismo, que se confundió con la del hombre fascinado por la mansedumbre del Bienestar, entendido como nuevo credo monoteísta.
Pero justo antes, en un hiato de apenas década y media, el sueño fue real.
La expresividad primaba por encima de cualquier otra consideración, y la libertad personal, jamás se abrazaba desde el individualismo, sino como santo Gilgamesh unificador de una panda creadores galvanizados de talento, ideas, y ganas de vivir en un mundo nuevo.
Puede que no lograsen cambiar las cosas, pero al menos lo intentaron, con inaudito ahínco, y por ello tenemos a Pink Narcissus como evidencia; porque la sociedad se volvió tan moralista, que hoy parece un film descaradísimo.
Hay otras cosas que hay que elogiar:
James Bidgood, hace un uso de la cámara, particularmente la iluminación, excepcional, para intensificar la belleza de Kendall, y esto lo podemos ver en particulares planos espectaculares.
También, hay que reconocer la osadía de Bidgood a la hora de crear un drama erótico en esa franja de tiempo, aunque quizás esto fuera lo que provocase lo limitado de su distribución.
Resulta impresionante pensar, que sus obras fueron creadas en su exiguo apartamento, producción caracterizada por la utilización de colores vibrantes, así como exagerados accesorios y disfraces; o imaginativos para la época, con apariencias de acuarelas en movimiento, algo muy adelantado técnicamente hablando.
La “amateur” Pink Narcissus, es un catálogo expreso y manifiesto de fantasías homoeróticas:
Bajo un paradigma plenamente estadounidense, donde lo exótico, para ellos, juega su lugar predominante en una ambientación totalmente kitsch, terreno de creatividad fructífero para los artistas franceses, mediante la apropiación erótica del torero español o del musulmán; todos ellos, por supuesto, exageradamente bien dotados, junto con una delectación fetichista por los ambientes “leather”, ámbito de otro artista, “Tom Of Finland”, casi monotemáticos en los 70, en su grafismo visual, en cuanto a materia plenamente propia y específica de la masculinidad clandestina.
Y desde lo técnico:
El color, los desenfoques, los claroscuros y el sonido.
Ahí es donde tiene el gran valor esta película; y por supuesto, atreverse a realizarla y exponerla en unos tiempos en que los armarios tenían las puertas bien cerradas, y para nada existía “el orgullo gay”, al menos en público, y eso si es de valorar.
El uso de los tonos lavanda y colores brillantes, mostrados durante las fantasías de Kendall, contrasta de una manera efectiva con los tonos grises y negros de su mundo real.
Esto crea el simbolismo más remarcado e importante en todo el metraje, como también destaca el uso del teléfono, como barrera tecnológica entre un mundo y el otro.
Hay otros ejemplos del mencionado simbolismo que son formidables, entre ellos:
Kendall aplastando su propia inocencia, en forma de mariposa; el sexo prostituido como urinarios, o la manera en la que el narcisismo acaba atrapando a aquel que sufre del mismo.
Y es que la secuencia de fantasías, siguen un ciclo concreto, desde la inocencia, hasta la caída del creador de las fantasías, que acaba convertido en aquello que más detesta, el cliente de chaperos.
El modelo y protagonista, Bobby Kendall, retrata a un prostituto masculino, atrapado en un infierno surrealista.
Un ambiente artificial, manufacturado y antinatural.
La ciudad afuera de su puerta, es aún más desprovista de la naturaleza, o la vida, con sus criaturas zombies, con las que tropieza alrededor, buscando comprar o vender favores sexuales.
Y es que el “hustler” vive en un mundo de fantasía surrealista, de color caramelo, donde sus clientes se convierten en hermosos héroes de cuentos, diferentes a los hombres que pululan su entorno:
Jeques árabes, matadores, emperadores romanos, y sus esclavos.
El buscador, siendo el narcisista supremo, utiliza su propia idea de belleza al imaginar cómo son estos personajes:
Él mismo.
Kendall, por tanto se presenta en la mayoría de las partes, como esclavo y maestro, príncipe y campesino, etc., pero siempre como doble.
Sus imaginaciones, se realizan en pantalla en el color ardiente, fantástico, acompañado por un arsenal ecléctico y una inquietante música evocadora de las emociones.
A medida que se desarrolla cada pieza de fantasía, una imagen familiar regresa repetidamente.
Las escenas en la naturaleza, con árboles y flores, seres vivos empapados en la luz del sol, empapados en la lluvia, muestra un ambiente que es el polo opuesto del agujero de hormigón y neón en el que este bello hombre parece estar encarcelado.
Sus fantasías de la naturaleza, que son las secciones más bellas, y verdaderamente eróticas; pues sugieren un deseo de volver a lo natural y real, es decir, un retorno a la inocencia.
Una escena en la que el personaje de Kendall está literalmente penetrando la tierra, yaciendo en el suelo, y pegando su pene contra el suelo, es un simbolismo que no es tan difícil de entender.
Y el clímax, oscuro y apocalíptico, donde el mismo suelo lo traga en sus profundidades subterráneas en un infierno de lluvia torrencial y trueno, y se encuentra de nuevo en su apartamento de color rosa y dorado, cuando un nuevo cliente se deja entrar para ser atendido.
¿Acaso el apartamento representa algún tipo de infierno?
Los elementos, la tormenta, el trueno, el relámpago, la lluvia, el día y la noche, se utilizan como representaciones del deseo y la satisfacción; del placer y el éxtasis.
Narciso, encuentre el sexo que quiere en la música coral barroca, y de ahí, en forma de penes.
Su satisfacción sexual, es puramente mental, dentro de su alma, sustituyendo el contacto físico explícito.
Narciso, finalmente lo convierte en una vista frontal, que se revela completamente, caminando a través del viento, de las hojas, de la litera, y de los múltiples colores siempre cambiantes a lo que aparece su meta:
El principio.
El ojo, puede fusionarse con la luz.
Está de vuelta en el área del burdel, en su cama, en sus pantalones, para poder dormir frente a su espejo, y soñar con un sombrero de copa, sobre cubierto, con paraguas, a modo del “gran papá de la banca de la ciudad” que puede entrar ya que tiene la llave, pero su rostro se revela entonces como el que es:
Narciso, soñando con encontrarse con su única aventura amorosa, y ser humano deseado:
Él mismo.
Por lo que se condena para renacer al soplar y romper el espejo.
La imagen desaparece, y se convierte de alguna manera en una tela de araña en la naturaleza, con una oruga arrastrándose a lo largo de una rama.
Y estamos de vuelta por donde empezamos, menos La Luna.
Lo bueno de Pink Narcissus, es que plantea preguntas, y obliga a la audiencia a pensar y reflexionar; y cuando una película puede lograr eso, trasciende el entretenimiento, y se convierte en arte.
Se podría suponer, que Pink Narcissus apela principalmente a un público gay, pero a lo largo de los años, tanto hombres, como mujeres, seas gays o heterosexuales; siempre la ha visto con fascinación; pues ejerce un encanto hipnótico que pocos pueden resistir; al mismo tiempo, sin embargo, hay varias cosas que algunos pueden no gustar:
Desde su definición misma, que no cuenta nada, como en el fondo, la manera en la que el egocentrismo nos hace iniciar un viaje, que culmina transformándonos en aquello que más detestamos.
Sin duda, Pink Narcissus es complicada de juzgar, así como se trata de una película inusual, que además ha sido tildada de incompleta por su creador.
Puede enganchar por su estética y simbolismo, incluso el uso de la música, pero a la media hora, puede perder interés, y se va volviendo monótona y aburrida.
Al mismo tiempo, sin embargo, hay suficiente comportamiento gráfico en la película, para darle una calificación X, aún hoy.
Y es que Pink Narcissus es también una película puramente visual, no hay diálogo de ningún tipo, y es a la vez, una película experimental “underground” de los años 70; y como tal, realmente requiere cierto grado de esfuerzo e interpretación intelectual.
Estos aspectos, pueden dejar a algunos espectadores desorientados, pero aquellos capaces de entrar en su mundo sensual, encontrarán un poderoso lienzo interpretativo y erotismo.
Otro problema puede ser el ritmo, y no la capacidad interpretativa del espectador; y al ser carente de dialogo, se requiere de la constante atención.
Aunque el uso del simbolismo es elogiable, su uso tiende a ser en ocasiones bastante repetitivo y carente de aportes adicionales; y la estética, juzgada por algunos como rococó, puede llegar a ser bastante cargante.
Rizando el rizo, hay muchas escenas que sobran, pues si fueran eliminadas, no dañarían de ninguna manera el hilo narrativo, que al contrario de lo que muchos piensen, está siempre presente.
Esto me parece peculiar, considerando que James Bidgood pretendía realizar escenas adicionales a los 71 minutos de metraje.
Al final, todo esto provoca que Pink Narcissus caiga en lo monotemático del propio narcisismo, y que lo que había empezado como una idea original e interesante, acabe por tornarse, nuevamente en algo aburrido y repetitivo.
Pero para gloria, como hija de su tiempo, nos quedan una serie de escenas, como:
Los desnudos, las chupadas de sus propios dedos, el pezón, las masturbaciones, los bailes, los penes erectos...
Es algo que nunca se ha mostrado de manera artística, sin caer en lo vulgar, y eso se agradece.
Uno de los momentos más memorables, por ejemplo, son las perlas en movimiento, que eventualmente se convierten en una danza erótica; y posteriormente toma forma fálica y termina en eyaculación gráfica.
La cámara, también explora la cara y el cuerpo excepcional de Kendall, de la misma manera táctil, y cualesquiera que sean sus virtudes reales como ejecutante legítimo, está perfectamente a gusto con la alegría voyerista de la cámara, y las imágenes resultantes, son poderosas, memorables, y virtualmente definen el término “arte erótico”
Lo mejor de todo, sin lugar a dudas, es la banda sonora, con lo dice y cierra todo, de los compositores:
Modest Mussorgsky con “Pictures at an Exhibition” y “Night on Bald Mountain; Sergei Prokofiev con “Alexander Nevsky”, y Kenneth Gaburo con “Lemon Drops”
La música, acompaña la evolución y desarrollo de la trama de una manera igualmente efectiva, por lo que resulta fácil de interpretar.
“We are always open”
En 2005, el director de cine, James Bidgood, se benefició de una beca concedida por Creative Capital, que le facilitó un regreso a la fotografía artística después de una parada de casi 40 años.
Sus proyectos actuales, incluyen trabajos para Christian Louboutin y el Out Magazine.
En 1999, Taschen publicó una monografía de su trabajo, que incluía imágenes de su biografía, y fotogramas de sus películas; y también incluyó una entrevista con Bidgood, en su publicación de 2008, The Big Penis Book.
Las obras de Bidgood más recientes, recibieron la atención de Out Magazine, que le dedicó un especial en su número de febrero de 2009; y sus exposiciones más recientes, han tenido lugar en PowerHouse, ClampArt, y Exit Art, en New York; en Fundació Foto Colectiania de Barcelona; y en Nikolai Fine Art.
También ha expuesto en Provincetown, Massachusetts; Mart Walker Gallery, en Dallas, Texas; la galería Espacio Mínimo de Madrid; Maraeini en Bolonia, Italia; y la Paul Morris Gallery de New York.
Por lo que James Bidgood está de regreso.

“Bet you can’t eat just one!”



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