Un Homme qui Dort
“Juste attendre qu'il n'y ait plus rien à attendre”
(Sólo esperar hasta que no quede nada por lo que esperar)
Hay determinados momentos en la vida, en los que uno debe detenerse...
Mirar hacia delante y hacia atrás.
Hacer balance, crear un punto de inflexión, y cambiar.
Todos hemos comenzado alguna vez una crisis existencial con las mismas reflexiones, sobre la importancia de lo que hacemos, o de lo que somos.
Hay crisis a pequeña escala, que nos atacan en los momentos más mundanos, que entran sin avisar por la puerta de lo cotidiano, y merman nuestras ganas de vivir.
Georges Perec, fue uno de los escritores más importantes de la literatura francesa del siglo XX; su obra escrita incluye novelas, obras de teatro, poemas, ensayos, obras misceláneas, guiones, recopilaciones de artículos, libros ilustrados en colaboración con algunos pintores, juegos verbales, y lingüísticos.
También incursionó en el cine, y en la música; siendo miembro del grupo Oulipo, desde 1967 hasta su muerte, y abanderado del “Nouveau roman”
Su obra, estuvo basada en la experimentación, en ciertas limitaciones formales como forma de creación, y en el explícito propósito de nunca repetir la misma idea en 2 libros.
Ha sido traducido a más de 15 idiomas, pero no es un escritor leído por multitudes.
Más bien, se le suele considerar un autor de culto.
En su escritura, Perec da prioridad al estilo por sobre la trama.
En ella abundan los momentos de diversión, juego y felicidad.
Sin embargo, los efectos de la guerra en su infancia, dejaron en él una huella indeleble, que se muestra de manera transversal en varios de sus trabajos, la mayoría de ellos, con un importante contenido autobiográfico.
El autor, prefería escribir sobre objetos urbanos y creados por el hombre, más que sobre objetos naturales.
En él, el detalle es siempre más que el conjunto, y “la fisicidad de lo real, se impone por sobre la significancia o el uso”
Un interés adicional del autor, transversal a toda su obra, es el de la distribución espacial de las personas, las cosas y los eventos, con respecto al espacio en que están insertos.
Todas estas relaciones espaciales, le permiten al autor, reflexionar tanto sobre la identidad individual de sus personajes, como sobre el recurso de la memoria.
El espacio, también suele utilizarlo como “prisión mental”, como ocurre en su novela “Un Homme qui Dort” (1967), y en algunos otros de sus textos.
“Un Homme qui Dort” (1967) es la 2ª novela editada del escritor francés, Georges Perec, la cual se encuentra en la colección “Les Lettres Nouvelles” de Éditions Denoël; siendo dedicada a Paulette, su esposa, y a la memoria de una persona bajo las iniciales J.P.; sobre la reclusión personal de un joven parisino.
La novela, inicia con un epígrafe del escritor Franz Kafka de su obra “Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero”, que invitan a la pasividad e inactividad, por las que se obtendrá una recompensa:
“El mundo llegará a ti, para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies”
La novela, se divide en 16 secciones breves, sin título ni enumeración; y está narrada por un sujeto anónimo, en tiempo presente, y en 2ª persona.
A lo largo de la descripción de las acciones, o inacción del protagonista, se intercalan algunos sueños del personaje:
Un joven de 25 años de edad, pierde un día el interés por sus estudios de sociología, su vida social, el mundo exterior, y permanece sin pensar ni hacer nada en su minúscula buhardilla en la rue Saint-Honoré de París, durmiendo durante el día, y sólo saliendo a vagar por la ciudad por las noches; y va de visita a casa de sus padres, en un campo cerca de Auxerre.
Casi no habla con ellos, no anhela nada, cree haber ya recorrido los repetidos caminos de la vida que todos esperan de uno…
De regreso en París, comienza a perder la noción del tiempo, y a sentirse cómodo en su equilibrada inacción.
Continúa vagando, aprende a volverse invisible, a dejar de juzgar los objetos y las comidas, descubre un placer en perder el tiempo, resolviendo solitarios.
Se siente libre, desprendido de todo, indiferente, neutral, antisocial, al margen de la sociedad.
No obstante, pese a su soledad, aún está expuesto a la ciudad misma y a la soledad de los demás.
Se propone entonces, ajustar su vida a un horario y actividades rigurosas, con el fin de olvidar lo demás, en cierto modo, como su anciano vecino, un hombre también de costumbres, pero fracasa:
Desea que todo desaparezca, su mirada en el espejo, se ha tornado inerte, y ha acabado siendo derrotado por el tiempo.
En su intención de aislarse del mundo, no ha aprendido nada, salvo que la soledad e indiferencia, no enseñan absolutamente nada.
Esta novela, fuertemente existencialista, es considerada una de las obras cumbres de la llamada “Literatura Bartleby”, iniciada por Herman Melville.
En este sentido, el crítico Alberto Ruiz de Samaniego, considera el ascetismo del personaje emparentado al de Bartleby, quien como Benjamin o Kafka, persigue el mesianismo de forma tal, que el poder surge de la debilidad y la inacción.
De acuerdo con el crítico Rubén J. Olivares, esta novela, que al utilizar una narración en 2ª persona, nos compromete a todos como protagonistas, oscila entre el absurdo y la tragedia, y dan cuenta del sentido que le da el autor a la vida.
El uso de pinturas e imágenes, también son recurrentes en la obra, donde son utilizadas como herramientas metatextuales.
El catálogo, la imagen y la écfrasis, los espacios, la réplica y lo falso en la obra de Perec, son para de Samaniego, formas de resguardar la memoria.
En cuanto a su obra cinematográfica, precedida de algunos proyectos radiofónicos, si bien Perec no alcanzó a desarrollar un montaje característico, sí le da una gran importancia al recurso del “travelling”
Si bien la primera película de Perec se estrenó en 1974, sus primeros proyectos cinematográficos, comenzaron al menos en 1962; además de trabajos como guiones para teatro y radioteatro.
La vida de Perec, fue corta e intensa.
En febrero de 1982, a Georges Perec le diagnosticaron un cáncer de pulmón, que ya había hecho metástasis, por lo que no era operable.
Perec falleció por esta causa al mes siguiente, unos días antes de cumplir los 46 años de edad.
Sus restos yacen en el cementerio del Père-Lachaise.
“Tu te promènes encore parfois.
Tu refais les mêmes chemins”
(Sé que a veces puede caminar de nuevo.
Rehacer los mismos caminos)
Un Homme qui Dort es un drama del año 1974, dirigida por Georges Perec y Bernard Queysanne.
Protagonizada por Jacques Spiesser, Ludmila Mikaël, entre otros.
El guión es de Georges Perec, basándose en su novela homónima, siendo planificada desde 1971, rodada en 1973, y estrenada en Francia, el 24 de abril de 1974.
Un Homme qui Dort, narra la peripecia de un estudiante (Jacques Spiesser), que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de sociología, abandonar sus estudios, romper toda relación con amigos y parientes, y recluirse en sí mismo.
Más tarde, se dedicará a deambular incansable por París, a ir al cine, a leer los titulares de los periódicos, pero como lo haría un sonámbulo…
Para el estudiante, todo forma parte de una vaga estrategia encaminada a alejarse de los deseos materiales, de la ambición, y de su dependencia de los objetos, los ambientes, los sonidos y aromas de París, la ciudad que lo ha acogido, y que lo acabará fagocitando.
Por lo que se vuelve indiferente al mundo que lo rodea.
Sin embargo, su decisión está condenada al fracaso, al no conseguir sacar ningún provecho de su indiferencia y su soledad.
¿Dejar de existir?
El tiempo, nunca mejor dicho, lo dirá.
Es la vida solitaria de este hombre, y la nada que lo rodea.
Esta decisión expresa un nihilismo radical, el intento del protagonista de desprenderse del mundo y de todas sus categorías para, inmerso en un flujo imparable de anonadamiento, llegar a devenir imperceptible.
Desprovista de diálogos, Un Homme qui Dort se despliega como una danza intensa de 3 bailarines:
Las imágenes, los sonidos y las palabras de la narradora (Ludmila Mikaël)
La forma en que el director, Bernard Queysanne, ha encadenado estos 3 elementos para que funcionen como vehículo expresivo de un estado de ánimo y de un modo de ser en el mundo particulares, es genial.
Y nos habla de la condición del hombre que ha dejado de creer, de aquel individuo para el cual, aún no existe un mañana frente al espectáculo de la muerte de Dios.
La narradora, va describiendo en 2ª persona la vida del joven, desde el momento en que ha tomado su decisión; aunque no sabemos las razones de su retiro del mundo, aprendemos muchas cosas de su estilo de vida:
Su dormitorio, su salario, sus hábitos alimenticios, su vagabundeo por todo Paris, etc.
Es interesante anotar la voz suave de la mujer, que poco a poco se preocupa y enoja.
De hecho, nuestro estudiante es al principio completamente silencioso e indiferente, pero luego, la ansiedad y el miedo, es superado aquí.
¿Es este un ensayo sobre la indiferencia individual, como algo inocuo versus la indiferencia social como agente destructor y desestabilizador humano?
¿Es realmente posible, permanecer indiferente así durante toda una vida?
¿Hay una salida posible?
Un Homme qui Dort es un tónico para cualquier adulto joven moderno en los lanzamientos de la angustia o de la duda, y del cuestionamiento severo sobre el mundo.
Pero recordar, que todos, absolutamente todos los seres humanos, somos seres irremediablemente sociales.
“Ici tu apprends à durer”
(Aquí se aprende a durar)
Un Homme qui Dort es un interesante experimento fílmico y existencial, basado en el libro del mismo título, y de misma estructura narrativa, en 2ª persona del singular.
Es además, la recreación de un pensamiento, y de un sentimiento.
Filmada en blanco y negro, Un Homme qui Dort se siente como una película de nueva ola, cruda, de bajo presupuesto, con un aspecto granulado y arenoso, que puntualiza el intenso y sombrío estado de ánimo.
Las escenas en áreas oscuras, son reminiscencias de películas “noir” en su uso de la sombra, y la edición es generalmente rápida, a veces con un flujo musical.
Además de las imágenes, la historia se transmite a través de una 2ª persona narradora, 2ª persona que significa que el narrador siempre se refiere a “usted”, Curiosamente, cada vez que la situación se vuelve más ansiosa y desesperada, el tono normal del narrador, comienza a ser más fuerte.
Así, mientras que la película puede parecer inicialmente como una mujer hablando de algo, que este hombre está haciendo, en realidad tiene un arco de carácter, aunque abstracto.
Sólo la voz, permite al público penetrar el alma vacía de este joven, y tratar de descifrar sus pensamientos, aunque sus motivaciones para abstenerse de la vida social, siguen siendo un misterio.
Un Homme qui Dort recrea el tedio, y una especie de dolor entumecido, la depravación, la desesperación y la trampa que lleva este intento de estilo de vida.
A través del protagonista, Perec quería expresar su opinión sobre la sociedad francesa, pero de una manera neutral; pues siempre le interesó y lo mostró en varios de sus libros, especialmente “La Vie: Mode d'Emploi” (1978)
Dado el tono angustiado adoptado por la voz en la 2ª mitad del metraje, el escritor probablemente siente miedo hacia la banalidad y el carácter mundano de la vida cotidiana que no ofrece salidas.
Tal vez eso es lo que nuestro héroe principal intenta hacer:
Permanecer en silencio, para tratar de descubrir otro mundo.
Pero está destinado a fracasar.
¿Entonces lo que hay que hacer?
Lo interesante de Un Homme qui Dort, es que no pasa mucho, prácticamente nada, y sin embargo, de esa escasez de acontecimientos, y la manera en que se representa, claro está, surge todo lo que la alimenta poderosamente, sobre todo en el plano conceptual:
El no‐argumento aprovechado al máximo, pues no importan las peripecias que adornen lo que suceda entre el punto A y el punto B, hablando en términos exclusivamente físicos y terrenales, así como encontrarse con un viejo enemigo, sino la experiencia interna, las reflexiones que surjan de ello:
Primordialmente, la percepción del mundo como motor narrativo exclusivo.
No hay desplazamientos físicos, más bien conceptuales:
El protagonista y la voz que nos narra todo su porvenir, van de una idea a otra, y a otra idea... con el respectivo e incisivo tratamiento de las mismas, y de ese entramado y deconstrucción de ideas, se va conformando el panorama general, la idea de fondo que sustenta todo, pero que, gran decisión, se desnuda hacia el final, y no al principio.
En un inicio, lo que importa es cómo el protagonista procesa su aislamiento, su voluntaria soledad, su proceso de deshumanización controlada:
Nada realmente importa, nada sobresale, todo es parte de la misma receta sin gracia, todo parte de la misma rutina.
Ya cerca del final, el retrato del protagonista pasa a ser el retrato de la ciudad y, más aún, de la sociedad.
A modo de metáfora, el espejo donde se refleja el protagonista, se divide en 3 pedazos; como 3 los elementos clave:
La narración en 2ª persona del singular, una voz femenina habla con el protagonista, cuya voz jamás se escucha; las imágenes; y los efectos de sonido, música incluida.
Los 3 hilos o elementos, dialogan entre sí, convergen o divergen, a veces, la narración “en off” coincide con lo que se ve y/o lo que se escucha, a veces los efectos de sonido coinciden con la imagen, otras veces, cada uno de los hilos circula en paralelo, como al margen de los otros…
Los 3 elementos, al igual que los 3 trozos del espejo, conforman el retrato del protagonista; y aunque la imagen quede a veces dislocada, el cuadro es unitario.
La vida del protagonista, por lo demás, no está articulada y filmada de manera convencional:
Todo está hilado bajo la narración de una voz femenina, quien nos dice lo que hace el protagonista, pero también lo que vive por dentro, con toda clase de punzantes, profundas y notables disquisiciones; además, todo montado bajo lo que la narración sugiere, y no la acción misma:
Una serie de imágenes unidas por obra y gracia de las ideas, y no de lo lineal/causal, aunque se siga un orden coherentemente cronológico.
Un Homme qui Dort, no es una película de acciones, de movimientos o problemas a resolver; es precisamente, lo contrario a ello, la abstracción de los elementos narrativos convencionales, no hay ningún diálogo, apenas hay banda sonora o sonidos, se dijo que la trama es mínima...
La experiencia de la nada misma, la ausencia de vida, el no‐argumento, la quietud que descoloca, el silencio que te susurra al oído, la reflexión hablada como principal elemento de construcción cinematográfica.
Para que quede más claro, Un Homme qui Dort, más parece un diario/ensayo filmado, que un drama existencial, pues está estructurado acorde a reflexiones puestas en imágenes según el devenir, exclusivamente introspectivo, de la vida de un sujeto que decide, así como si nada, dejar de ser parte del mundo, y de esa jungla llena de, quizás, otros sujetos tan abstraídos como él... aunque no lo noten, lo cual resulta incluso más aterrador:
Ser indiferente del resto, despreocuparse de los embates y las responsabilidades de la vida.
¿Te hace diferente del resto?
¿Realmente te separa de la vida misma?
¿O todo, la cotidianidad de un gerente o la de un estudiante “liberado” es, al fin y al cabo, lo mismo, una prisión?
La combinación milimetrada de texto, imagen y efectos de sonido, proporciona múltiples momentos especiales:
El contrapicado extremo del edificio circular, mientras oímos:
“Tu habitación es el centro del mundo”
La ventana diminuta, rodeada por la oscuridad.
El póster del cuadro “La Réproduction Interdite” de René Magritte, en el que un hombre se mira de espaldas a sí mismo, y la voz “en off” que alude a un doble que ha salido ya a la calle.
La cámara, sin embargo, permanece fija en el protagonista, que no se mueve de la habitación; el cristal roto, la buhardilla vista desde fuera…
El juego de consonancias y disonancias entre los 3 hilos, ofrece hallazgos incontables:
Abre y cierra grietas o fisuras en el espacio-tiempo; y crea distancias fascinantes:
Caleidoscopio, alquimia, voces, en un sentido musical, polifonía; sonidos depurados.
El contrapunto del silencio:
“Dejas de hablar, y sólo el silencio te responde”
Zumbidos, un piano, La Torre Eiffel sumida por la luz…
El hecho de que sea una voz femenina la que hable, es un acierto pleno, se subraya así el contraste entre la mudez del protagonista masculino, y la locuacidad de su conciencia.
Al final, el urbanita occidental, no alcanza el desapego.
“Parece que, cuanto más aumenta lo preciso de tu percepción, más disminuye la certeza de tus interpretaciones”, se dice en la novela.
Acaba la película, recogemos los trozos de cristal, y componemos el espejo.
Sus 3 fragmentos, reflejan entonces, la imagen fiel del joven.
El mundo sigue ahí.
La indiferencia no lo ha hecho diferente.
Si bien tiene miedo, la soledad e la indiferencia, nada enseña; y jamás podrás borrar ni reparar las cicatrices del espejo.
Un Homme qui Dort, relata lo que el protagonista hace siempre, sus divagaciones y conflictos son de mucho atrás.
Este chico, tiene ansias de infinito, de trascender; por eso, la voz “en off” que relata su pensamiento, no para de hablar, es una voz que relata la soledad, pero que por lo general, es dulce, en el sentido de la melancolía.
Pero no todo es una soledad hermosa…
Aparece la rabia, la música que rasga, y la voz “en off” se enciende cuando habla de los “otros” como monstruos.
El protagonista sufre, y lo quiere ver todo derruido, que todo se purifique.
Y así acaba la película, en medio de una ciudad devastada.
El episodio a destacar, es cuando se sienta en frente de un señor mayor:
Cómo batallan en sus bancos.
Se da por vencido, y se da cuenta que no puede estar tan inmóvil como el señor ahí al frente.
El joven, al fin y al cabo, es un chiquillo ante la experiencia; pero el estatismo, quietud y mansedumbre de su oponente es tal, que cualquiera que experimente la desazón del paso del tiempo, o la irreversibilidad, sabrá empatizar con este cuadro.
Así, Georges Perec, recurre significativamente al “travelling”, recurso utilizado en sus demás proyectos cinematográficos; que le permite traspasar la sensación que se experimenta con la lectura hacia la pantalla grande, e incluir al inicio y al final de la película, secuencias germinales y, para el mismo Perec, apocalípticas.
La escena final de Un Homme qui Dort, es una toma de la rue Vilin de París, vista desde las alturas del boulevard de Belville.
Dicha calle, es el lugar donde pasó su primera infancia con sus padres, y aparece en varios de sus trabajos literarios.
Y según constata el propio Georges Perec, en su libro “W ou le souvenir d'enfance” (1975), en la elección de Jacques Spiesser como protagonista, fue “secretamente determinante” la presencia de su cicatriz en el labio superior, un rasgo que compartía con el escritor, desde que éste recibiera un golpe en su infancia.
Esta cicatriz es tan significativa para el autor, que también fue determinante para incluir el cuadro de “Le Condottière” (1475) de Antonello da Messina dentro de la película, el cual también es mencionado en la novela “Un Homme qui Dort”, y de hecho, es el objeto protagónico de su novela póstuma, “Le Condottière” (2012); como el desafío de la proeza imposible; y comparten una poética cercana a la de Andy Warhol, donde están presentes el voyerismo y la contemplación pasiva de la existencia”
Jacques Spiesser, está perfectamente dirigido, y su rostro inexpresivo, capta la nada que voluntariamente crea a su alrededor.
Él está en el centro de una película artística, que intenta y tiene éxito para representar la vida común monótona que puede bordear hacia el absurdo.
Muy sin embargo, en la película, no vemos el episodio cuando el protagonista se va al campo, y vive unos días en casa de sus padres.
Ahí, en el campo, hace largas caminatas…
En esta película, el tema existencial se convierte entonces en una realidad completamente revelada a través de escenas visuales, música y monólogo narrativo en 2ª persona; cuyo mensaje principal es la inutilidad de la indiferencia.
El hacer o no hacer algo, no cambia nada.
La existencia en Un Homme qui Dort, es así, tal cual, la de durar.
Y se le puede achacar que el monólogo narrativo en 2ª persona, puede ser poco seco, repetitivo, y ocasionalmente aburrido, pero también está lleno de metáforas, símiles y términos existenciales:
Existencia, vacío, etc., que transmiten la inmensa profundidad vacía del alma moderna.
Esto no sólo se expresa a través de la monotonía y el habla de la narración en 2ª persona, sino también en escenas visuales como una amplia calle vacía, un pasillo vacío, o un metro vacío.
En Un Homme qui Dort, el existencialismo está en tu cara, porque cautiva el movimiento indiferente de la realidad mundana en varias facetas:
Transmite significado para cautivar la falta de sentido.
La transición de la vida artificial no auténtica, hacia la autorrealización de que la existencia de uno es vulnerable, oscura, y contingente, se hace evidente.
De todos los miles de ejemplos que se dan para demostrar “el sin sentido de la vida”, podemos señalar al periódico/diario.
Ese periódico que de tantas palabras, termina en nada.
Un museo, es la alegoría más perfecta; aunque no es lo mismo.
El diario, logra captar todas un día, y quizá pase al olvido, quizá no.
Logra retener toda la información por corto tiempo, y luego desaparece de nuestras vistas, y tal vez de nuestras vidas.
Así, no hacer nada, no significa nada, es morir en vida, y quizás sea la única muerte inútil.
Por último, la banda sonora fue registrada con el título “186.260.374.010”, y emitida en la radio France Culture, el 26 de marzo de 1974, con objeto del Taller de creación radiofónica Nº 186, en el que participó Perec.
Y además de la voz, los sonidos de las cosas, están hábilmente seleccionadas y amplificadas, como el tic-tac de un reloj, un grifo que gotea, el tintineo de unas monedas... más la música, bien colocada, contribuyen de manera decisiva a crear una textura auditiva homogénea e inquietante.
“Vous êtes juste une ombre trouble, un noyau dur d'indifférence, un regard neutre évitant le regard des autres”
(Eres sólo una sombra oscura, un duro núcleo de indiferencia, una mirada neutral que evita la mirada de los demás)
Todos, en algún momento hemos pensado en hacer algo similar al protagonista, aunque fuese durante un segundo.
De hecho, en lo personal, yo llevo esa senda desde que inicié la construcción de este blog.
Nuestras vidas, están marcadas de antemano por ciertos procesos y factores sociales.
Pisamos un camino que antes han pisado otros, pero no todo el mundo tiene metas, y para qué sirve un camino, si no hay meta.
Es entonces cuando descubres esa indiferencia de la que habla la voz “en off” de Un Homme qui Dort, la que te permitiría actuar como el protagonista, salvo porque a ti te lo impide tu sentido común y la realidad, y el dinero seguramente.
Esta obra, puede leerse como una reflexión basada en un ejercicio práctico de oposición pasiva a las imposiciones de la vida, tal como se supone debe ser entendida:
Una serie obligaciones impuestas por la sociedad de que somos parte.
En este sentido, el letargo en el que cae el protagonista, no se debe a una metamorfosis, sino a la aparición de lo esencial del personaje.
Sin embargo, esa vida neutra e indiferente, puede culminar en la locura, y en el miedo, que el joven previene decidiendo esperar, pese a que el esperar sea precisamente recuperar el deseo de avanzar.
La soledad e la indiferencia, al final nada enseñan.
Nadie puede detener el paso de las horas...
Se tiene miedo; y la indiferencia no te ha hecho diferente, pues el mundo sigue ahí.
La información pasa tan rápido, y nuestro cerebro solo logra escuchar el ruido del reactor que mueve el mundo.
Este es el estrés que nos invade, que no nos deja disfrutar de las pequeñas cosas.
Por lo que hay que descubrir, en dónde reside la felicidad.
“C'est un jour comme celui-ci, un peu plus tard, un peu plus tôt, que vous découvrez sans surprise que quelque chose ne va pas, que vous ne savez pas vivre et que vous ne le voudrez jamais.
Quelque chose a brisé.
Vous ne sentez plus quelque chose qui vous fortifiait jusque-là.
Le sentiment de votre existence, l'impression d'appartenir ou d'être dans le monde, commence à vous échapper.
Votre passé, votre présent et votre avenir fusionnent en un seul”
(Es en un día como este, un poco más tarde, un poco antes, que descubres, sin sorpresas, que algo está mal, que no sabes cómo vivir, y que nunca lo harás.
Algo se ha roto.
Ya no sientes algo que hasta entonces te fortaleció.
El sentimiento de tu existencia, la impresión de pertenecer, o estar en el mundo, está empezando a escapar de ti.
Tu pasado, tu presente y tu futuro, se funden en uno)
(Sólo esperar hasta que no quede nada por lo que esperar)
Hay determinados momentos en la vida, en los que uno debe detenerse...
Mirar hacia delante y hacia atrás.
Hacer balance, crear un punto de inflexión, y cambiar.
Todos hemos comenzado alguna vez una crisis existencial con las mismas reflexiones, sobre la importancia de lo que hacemos, o de lo que somos.
Hay crisis a pequeña escala, que nos atacan en los momentos más mundanos, que entran sin avisar por la puerta de lo cotidiano, y merman nuestras ganas de vivir.
Georges Perec, fue uno de los escritores más importantes de la literatura francesa del siglo XX; su obra escrita incluye novelas, obras de teatro, poemas, ensayos, obras misceláneas, guiones, recopilaciones de artículos, libros ilustrados en colaboración con algunos pintores, juegos verbales, y lingüísticos.
También incursionó en el cine, y en la música; siendo miembro del grupo Oulipo, desde 1967 hasta su muerte, y abanderado del “Nouveau roman”
Su obra, estuvo basada en la experimentación, en ciertas limitaciones formales como forma de creación, y en el explícito propósito de nunca repetir la misma idea en 2 libros.
Ha sido traducido a más de 15 idiomas, pero no es un escritor leído por multitudes.
Más bien, se le suele considerar un autor de culto.
En su escritura, Perec da prioridad al estilo por sobre la trama.
En ella abundan los momentos de diversión, juego y felicidad.
Sin embargo, los efectos de la guerra en su infancia, dejaron en él una huella indeleble, que se muestra de manera transversal en varios de sus trabajos, la mayoría de ellos, con un importante contenido autobiográfico.
El autor, prefería escribir sobre objetos urbanos y creados por el hombre, más que sobre objetos naturales.
En él, el detalle es siempre más que el conjunto, y “la fisicidad de lo real, se impone por sobre la significancia o el uso”
Un interés adicional del autor, transversal a toda su obra, es el de la distribución espacial de las personas, las cosas y los eventos, con respecto al espacio en que están insertos.
Todas estas relaciones espaciales, le permiten al autor, reflexionar tanto sobre la identidad individual de sus personajes, como sobre el recurso de la memoria.
El espacio, también suele utilizarlo como “prisión mental”, como ocurre en su novela “Un Homme qui Dort” (1967), y en algunos otros de sus textos.
“Un Homme qui Dort” (1967) es la 2ª novela editada del escritor francés, Georges Perec, la cual se encuentra en la colección “Les Lettres Nouvelles” de Éditions Denoël; siendo dedicada a Paulette, su esposa, y a la memoria de una persona bajo las iniciales J.P.; sobre la reclusión personal de un joven parisino.
La novela, inicia con un epígrafe del escritor Franz Kafka de su obra “Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero”, que invitan a la pasividad e inactividad, por las que se obtendrá una recompensa:
“El mundo llegará a ti, para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies”
La novela, se divide en 16 secciones breves, sin título ni enumeración; y está narrada por un sujeto anónimo, en tiempo presente, y en 2ª persona.
A lo largo de la descripción de las acciones, o inacción del protagonista, se intercalan algunos sueños del personaje:
Un joven de 25 años de edad, pierde un día el interés por sus estudios de sociología, su vida social, el mundo exterior, y permanece sin pensar ni hacer nada en su minúscula buhardilla en la rue Saint-Honoré de París, durmiendo durante el día, y sólo saliendo a vagar por la ciudad por las noches; y va de visita a casa de sus padres, en un campo cerca de Auxerre.
Casi no habla con ellos, no anhela nada, cree haber ya recorrido los repetidos caminos de la vida que todos esperan de uno…
De regreso en París, comienza a perder la noción del tiempo, y a sentirse cómodo en su equilibrada inacción.
Continúa vagando, aprende a volverse invisible, a dejar de juzgar los objetos y las comidas, descubre un placer en perder el tiempo, resolviendo solitarios.
Se siente libre, desprendido de todo, indiferente, neutral, antisocial, al margen de la sociedad.
No obstante, pese a su soledad, aún está expuesto a la ciudad misma y a la soledad de los demás.
Se propone entonces, ajustar su vida a un horario y actividades rigurosas, con el fin de olvidar lo demás, en cierto modo, como su anciano vecino, un hombre también de costumbres, pero fracasa:
Desea que todo desaparezca, su mirada en el espejo, se ha tornado inerte, y ha acabado siendo derrotado por el tiempo.
En su intención de aislarse del mundo, no ha aprendido nada, salvo que la soledad e indiferencia, no enseñan absolutamente nada.
Esta novela, fuertemente existencialista, es considerada una de las obras cumbres de la llamada “Literatura Bartleby”, iniciada por Herman Melville.
En este sentido, el crítico Alberto Ruiz de Samaniego, considera el ascetismo del personaje emparentado al de Bartleby, quien como Benjamin o Kafka, persigue el mesianismo de forma tal, que el poder surge de la debilidad y la inacción.
De acuerdo con el crítico Rubén J. Olivares, esta novela, que al utilizar una narración en 2ª persona, nos compromete a todos como protagonistas, oscila entre el absurdo y la tragedia, y dan cuenta del sentido que le da el autor a la vida.
El uso de pinturas e imágenes, también son recurrentes en la obra, donde son utilizadas como herramientas metatextuales.
El catálogo, la imagen y la écfrasis, los espacios, la réplica y lo falso en la obra de Perec, son para de Samaniego, formas de resguardar la memoria.
En cuanto a su obra cinematográfica, precedida de algunos proyectos radiofónicos, si bien Perec no alcanzó a desarrollar un montaje característico, sí le da una gran importancia al recurso del “travelling”
Si bien la primera película de Perec se estrenó en 1974, sus primeros proyectos cinematográficos, comenzaron al menos en 1962; además de trabajos como guiones para teatro y radioteatro.
La vida de Perec, fue corta e intensa.
En febrero de 1982, a Georges Perec le diagnosticaron un cáncer de pulmón, que ya había hecho metástasis, por lo que no era operable.
Perec falleció por esta causa al mes siguiente, unos días antes de cumplir los 46 años de edad.
Sus restos yacen en el cementerio del Père-Lachaise.
“Tu te promènes encore parfois.
Tu refais les mêmes chemins”
(Sé que a veces puede caminar de nuevo.
Rehacer los mismos caminos)
Un Homme qui Dort es un drama del año 1974, dirigida por Georges Perec y Bernard Queysanne.
Protagonizada por Jacques Spiesser, Ludmila Mikaël, entre otros.
El guión es de Georges Perec, basándose en su novela homónima, siendo planificada desde 1971, rodada en 1973, y estrenada en Francia, el 24 de abril de 1974.
Un Homme qui Dort, narra la peripecia de un estudiante (Jacques Spiesser), que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de sociología, abandonar sus estudios, romper toda relación con amigos y parientes, y recluirse en sí mismo.
Más tarde, se dedicará a deambular incansable por París, a ir al cine, a leer los titulares de los periódicos, pero como lo haría un sonámbulo…
Para el estudiante, todo forma parte de una vaga estrategia encaminada a alejarse de los deseos materiales, de la ambición, y de su dependencia de los objetos, los ambientes, los sonidos y aromas de París, la ciudad que lo ha acogido, y que lo acabará fagocitando.
Por lo que se vuelve indiferente al mundo que lo rodea.
Sin embargo, su decisión está condenada al fracaso, al no conseguir sacar ningún provecho de su indiferencia y su soledad.
¿Dejar de existir?
El tiempo, nunca mejor dicho, lo dirá.
Es la vida solitaria de este hombre, y la nada que lo rodea.
Esta decisión expresa un nihilismo radical, el intento del protagonista de desprenderse del mundo y de todas sus categorías para, inmerso en un flujo imparable de anonadamiento, llegar a devenir imperceptible.
Desprovista de diálogos, Un Homme qui Dort se despliega como una danza intensa de 3 bailarines:
Las imágenes, los sonidos y las palabras de la narradora (Ludmila Mikaël)
La forma en que el director, Bernard Queysanne, ha encadenado estos 3 elementos para que funcionen como vehículo expresivo de un estado de ánimo y de un modo de ser en el mundo particulares, es genial.
Y nos habla de la condición del hombre que ha dejado de creer, de aquel individuo para el cual, aún no existe un mañana frente al espectáculo de la muerte de Dios.
La narradora, va describiendo en 2ª persona la vida del joven, desde el momento en que ha tomado su decisión; aunque no sabemos las razones de su retiro del mundo, aprendemos muchas cosas de su estilo de vida:
Su dormitorio, su salario, sus hábitos alimenticios, su vagabundeo por todo Paris, etc.
Es interesante anotar la voz suave de la mujer, que poco a poco se preocupa y enoja.
De hecho, nuestro estudiante es al principio completamente silencioso e indiferente, pero luego, la ansiedad y el miedo, es superado aquí.
¿Es este un ensayo sobre la indiferencia individual, como algo inocuo versus la indiferencia social como agente destructor y desestabilizador humano?
¿Es realmente posible, permanecer indiferente así durante toda una vida?
¿Hay una salida posible?
Un Homme qui Dort es un tónico para cualquier adulto joven moderno en los lanzamientos de la angustia o de la duda, y del cuestionamiento severo sobre el mundo.
Pero recordar, que todos, absolutamente todos los seres humanos, somos seres irremediablemente sociales.
“Ici tu apprends à durer”
(Aquí se aprende a durar)
Un Homme qui Dort es un interesante experimento fílmico y existencial, basado en el libro del mismo título, y de misma estructura narrativa, en 2ª persona del singular.
Es además, la recreación de un pensamiento, y de un sentimiento.
Filmada en blanco y negro, Un Homme qui Dort se siente como una película de nueva ola, cruda, de bajo presupuesto, con un aspecto granulado y arenoso, que puntualiza el intenso y sombrío estado de ánimo.
Las escenas en áreas oscuras, son reminiscencias de películas “noir” en su uso de la sombra, y la edición es generalmente rápida, a veces con un flujo musical.
Además de las imágenes, la historia se transmite a través de una 2ª persona narradora, 2ª persona que significa que el narrador siempre se refiere a “usted”, Curiosamente, cada vez que la situación se vuelve más ansiosa y desesperada, el tono normal del narrador, comienza a ser más fuerte.
Así, mientras que la película puede parecer inicialmente como una mujer hablando de algo, que este hombre está haciendo, en realidad tiene un arco de carácter, aunque abstracto.
Sólo la voz, permite al público penetrar el alma vacía de este joven, y tratar de descifrar sus pensamientos, aunque sus motivaciones para abstenerse de la vida social, siguen siendo un misterio.
Un Homme qui Dort recrea el tedio, y una especie de dolor entumecido, la depravación, la desesperación y la trampa que lleva este intento de estilo de vida.
A través del protagonista, Perec quería expresar su opinión sobre la sociedad francesa, pero de una manera neutral; pues siempre le interesó y lo mostró en varios de sus libros, especialmente “La Vie: Mode d'Emploi” (1978)
Dado el tono angustiado adoptado por la voz en la 2ª mitad del metraje, el escritor probablemente siente miedo hacia la banalidad y el carácter mundano de la vida cotidiana que no ofrece salidas.
Tal vez eso es lo que nuestro héroe principal intenta hacer:
Permanecer en silencio, para tratar de descubrir otro mundo.
Pero está destinado a fracasar.
¿Entonces lo que hay que hacer?
Lo interesante de Un Homme qui Dort, es que no pasa mucho, prácticamente nada, y sin embargo, de esa escasez de acontecimientos, y la manera en que se representa, claro está, surge todo lo que la alimenta poderosamente, sobre todo en el plano conceptual:
El no‐argumento aprovechado al máximo, pues no importan las peripecias que adornen lo que suceda entre el punto A y el punto B, hablando en términos exclusivamente físicos y terrenales, así como encontrarse con un viejo enemigo, sino la experiencia interna, las reflexiones que surjan de ello:
Primordialmente, la percepción del mundo como motor narrativo exclusivo.
No hay desplazamientos físicos, más bien conceptuales:
El protagonista y la voz que nos narra todo su porvenir, van de una idea a otra, y a otra idea... con el respectivo e incisivo tratamiento de las mismas, y de ese entramado y deconstrucción de ideas, se va conformando el panorama general, la idea de fondo que sustenta todo, pero que, gran decisión, se desnuda hacia el final, y no al principio.
En un inicio, lo que importa es cómo el protagonista procesa su aislamiento, su voluntaria soledad, su proceso de deshumanización controlada:
Nada realmente importa, nada sobresale, todo es parte de la misma receta sin gracia, todo parte de la misma rutina.
Ya cerca del final, el retrato del protagonista pasa a ser el retrato de la ciudad y, más aún, de la sociedad.
A modo de metáfora, el espejo donde se refleja el protagonista, se divide en 3 pedazos; como 3 los elementos clave:
La narración en 2ª persona del singular, una voz femenina habla con el protagonista, cuya voz jamás se escucha; las imágenes; y los efectos de sonido, música incluida.
Los 3 hilos o elementos, dialogan entre sí, convergen o divergen, a veces, la narración “en off” coincide con lo que se ve y/o lo que se escucha, a veces los efectos de sonido coinciden con la imagen, otras veces, cada uno de los hilos circula en paralelo, como al margen de los otros…
Los 3 elementos, al igual que los 3 trozos del espejo, conforman el retrato del protagonista; y aunque la imagen quede a veces dislocada, el cuadro es unitario.
La vida del protagonista, por lo demás, no está articulada y filmada de manera convencional:
Todo está hilado bajo la narración de una voz femenina, quien nos dice lo que hace el protagonista, pero también lo que vive por dentro, con toda clase de punzantes, profundas y notables disquisiciones; además, todo montado bajo lo que la narración sugiere, y no la acción misma:
Una serie de imágenes unidas por obra y gracia de las ideas, y no de lo lineal/causal, aunque se siga un orden coherentemente cronológico.
Un Homme qui Dort, no es una película de acciones, de movimientos o problemas a resolver; es precisamente, lo contrario a ello, la abstracción de los elementos narrativos convencionales, no hay ningún diálogo, apenas hay banda sonora o sonidos, se dijo que la trama es mínima...
La experiencia de la nada misma, la ausencia de vida, el no‐argumento, la quietud que descoloca, el silencio que te susurra al oído, la reflexión hablada como principal elemento de construcción cinematográfica.
Para que quede más claro, Un Homme qui Dort, más parece un diario/ensayo filmado, que un drama existencial, pues está estructurado acorde a reflexiones puestas en imágenes según el devenir, exclusivamente introspectivo, de la vida de un sujeto que decide, así como si nada, dejar de ser parte del mundo, y de esa jungla llena de, quizás, otros sujetos tan abstraídos como él... aunque no lo noten, lo cual resulta incluso más aterrador:
Ser indiferente del resto, despreocuparse de los embates y las responsabilidades de la vida.
¿Te hace diferente del resto?
¿Realmente te separa de la vida misma?
¿O todo, la cotidianidad de un gerente o la de un estudiante “liberado” es, al fin y al cabo, lo mismo, una prisión?
La combinación milimetrada de texto, imagen y efectos de sonido, proporciona múltiples momentos especiales:
El contrapicado extremo del edificio circular, mientras oímos:
“Tu habitación es el centro del mundo”
La ventana diminuta, rodeada por la oscuridad.
El póster del cuadro “La Réproduction Interdite” de René Magritte, en el que un hombre se mira de espaldas a sí mismo, y la voz “en off” que alude a un doble que ha salido ya a la calle.
La cámara, sin embargo, permanece fija en el protagonista, que no se mueve de la habitación; el cristal roto, la buhardilla vista desde fuera…
El juego de consonancias y disonancias entre los 3 hilos, ofrece hallazgos incontables:
Abre y cierra grietas o fisuras en el espacio-tiempo; y crea distancias fascinantes:
Caleidoscopio, alquimia, voces, en un sentido musical, polifonía; sonidos depurados.
El contrapunto del silencio:
“Dejas de hablar, y sólo el silencio te responde”
Zumbidos, un piano, La Torre Eiffel sumida por la luz…
El hecho de que sea una voz femenina la que hable, es un acierto pleno, se subraya así el contraste entre la mudez del protagonista masculino, y la locuacidad de su conciencia.
Al final, el urbanita occidental, no alcanza el desapego.
“Parece que, cuanto más aumenta lo preciso de tu percepción, más disminuye la certeza de tus interpretaciones”, se dice en la novela.
Acaba la película, recogemos los trozos de cristal, y componemos el espejo.
Sus 3 fragmentos, reflejan entonces, la imagen fiel del joven.
El mundo sigue ahí.
La indiferencia no lo ha hecho diferente.
Si bien tiene miedo, la soledad e la indiferencia, nada enseña; y jamás podrás borrar ni reparar las cicatrices del espejo.
Un Homme qui Dort, relata lo que el protagonista hace siempre, sus divagaciones y conflictos son de mucho atrás.
Este chico, tiene ansias de infinito, de trascender; por eso, la voz “en off” que relata su pensamiento, no para de hablar, es una voz que relata la soledad, pero que por lo general, es dulce, en el sentido de la melancolía.
Pero no todo es una soledad hermosa…
Aparece la rabia, la música que rasga, y la voz “en off” se enciende cuando habla de los “otros” como monstruos.
El protagonista sufre, y lo quiere ver todo derruido, que todo se purifique.
Y así acaba la película, en medio de una ciudad devastada.
El episodio a destacar, es cuando se sienta en frente de un señor mayor:
Cómo batallan en sus bancos.
Se da por vencido, y se da cuenta que no puede estar tan inmóvil como el señor ahí al frente.
El joven, al fin y al cabo, es un chiquillo ante la experiencia; pero el estatismo, quietud y mansedumbre de su oponente es tal, que cualquiera que experimente la desazón del paso del tiempo, o la irreversibilidad, sabrá empatizar con este cuadro.
Así, Georges Perec, recurre significativamente al “travelling”, recurso utilizado en sus demás proyectos cinematográficos; que le permite traspasar la sensación que se experimenta con la lectura hacia la pantalla grande, e incluir al inicio y al final de la película, secuencias germinales y, para el mismo Perec, apocalípticas.
La escena final de Un Homme qui Dort, es una toma de la rue Vilin de París, vista desde las alturas del boulevard de Belville.
Dicha calle, es el lugar donde pasó su primera infancia con sus padres, y aparece en varios de sus trabajos literarios.
Y según constata el propio Georges Perec, en su libro “W ou le souvenir d'enfance” (1975), en la elección de Jacques Spiesser como protagonista, fue “secretamente determinante” la presencia de su cicatriz en el labio superior, un rasgo que compartía con el escritor, desde que éste recibiera un golpe en su infancia.
Esta cicatriz es tan significativa para el autor, que también fue determinante para incluir el cuadro de “Le Condottière” (1475) de Antonello da Messina dentro de la película, el cual también es mencionado en la novela “Un Homme qui Dort”, y de hecho, es el objeto protagónico de su novela póstuma, “Le Condottière” (2012); como el desafío de la proeza imposible; y comparten una poética cercana a la de Andy Warhol, donde están presentes el voyerismo y la contemplación pasiva de la existencia”
Jacques Spiesser, está perfectamente dirigido, y su rostro inexpresivo, capta la nada que voluntariamente crea a su alrededor.
Él está en el centro de una película artística, que intenta y tiene éxito para representar la vida común monótona que puede bordear hacia el absurdo.
Muy sin embargo, en la película, no vemos el episodio cuando el protagonista se va al campo, y vive unos días en casa de sus padres.
Ahí, en el campo, hace largas caminatas…
En esta película, el tema existencial se convierte entonces en una realidad completamente revelada a través de escenas visuales, música y monólogo narrativo en 2ª persona; cuyo mensaje principal es la inutilidad de la indiferencia.
El hacer o no hacer algo, no cambia nada.
La existencia en Un Homme qui Dort, es así, tal cual, la de durar.
Y se le puede achacar que el monólogo narrativo en 2ª persona, puede ser poco seco, repetitivo, y ocasionalmente aburrido, pero también está lleno de metáforas, símiles y términos existenciales:
Existencia, vacío, etc., que transmiten la inmensa profundidad vacía del alma moderna.
Esto no sólo se expresa a través de la monotonía y el habla de la narración en 2ª persona, sino también en escenas visuales como una amplia calle vacía, un pasillo vacío, o un metro vacío.
En Un Homme qui Dort, el existencialismo está en tu cara, porque cautiva el movimiento indiferente de la realidad mundana en varias facetas:
Transmite significado para cautivar la falta de sentido.
La transición de la vida artificial no auténtica, hacia la autorrealización de que la existencia de uno es vulnerable, oscura, y contingente, se hace evidente.
De todos los miles de ejemplos que se dan para demostrar “el sin sentido de la vida”, podemos señalar al periódico/diario.
Ese periódico que de tantas palabras, termina en nada.
Un museo, es la alegoría más perfecta; aunque no es lo mismo.
El diario, logra captar todas un día, y quizá pase al olvido, quizá no.
Logra retener toda la información por corto tiempo, y luego desaparece de nuestras vistas, y tal vez de nuestras vidas.
Así, no hacer nada, no significa nada, es morir en vida, y quizás sea la única muerte inútil.
Por último, la banda sonora fue registrada con el título “186.260.374.010”, y emitida en la radio France Culture, el 26 de marzo de 1974, con objeto del Taller de creación radiofónica Nº 186, en el que participó Perec.
Y además de la voz, los sonidos de las cosas, están hábilmente seleccionadas y amplificadas, como el tic-tac de un reloj, un grifo que gotea, el tintineo de unas monedas... más la música, bien colocada, contribuyen de manera decisiva a crear una textura auditiva homogénea e inquietante.
“Vous êtes juste une ombre trouble, un noyau dur d'indifférence, un regard neutre évitant le regard des autres”
(Eres sólo una sombra oscura, un duro núcleo de indiferencia, una mirada neutral que evita la mirada de los demás)
Todos, en algún momento hemos pensado en hacer algo similar al protagonista, aunque fuese durante un segundo.
De hecho, en lo personal, yo llevo esa senda desde que inicié la construcción de este blog.
Nuestras vidas, están marcadas de antemano por ciertos procesos y factores sociales.
Pisamos un camino que antes han pisado otros, pero no todo el mundo tiene metas, y para qué sirve un camino, si no hay meta.
Es entonces cuando descubres esa indiferencia de la que habla la voz “en off” de Un Homme qui Dort, la que te permitiría actuar como el protagonista, salvo porque a ti te lo impide tu sentido común y la realidad, y el dinero seguramente.
Esta obra, puede leerse como una reflexión basada en un ejercicio práctico de oposición pasiva a las imposiciones de la vida, tal como se supone debe ser entendida:
Una serie obligaciones impuestas por la sociedad de que somos parte.
En este sentido, el letargo en el que cae el protagonista, no se debe a una metamorfosis, sino a la aparición de lo esencial del personaje.
Sin embargo, esa vida neutra e indiferente, puede culminar en la locura, y en el miedo, que el joven previene decidiendo esperar, pese a que el esperar sea precisamente recuperar el deseo de avanzar.
La soledad e la indiferencia, al final nada enseñan.
Nadie puede detener el paso de las horas...
Se tiene miedo; y la indiferencia no te ha hecho diferente, pues el mundo sigue ahí.
La información pasa tan rápido, y nuestro cerebro solo logra escuchar el ruido del reactor que mueve el mundo.
Este es el estrés que nos invade, que no nos deja disfrutar de las pequeñas cosas.
Por lo que hay que descubrir, en dónde reside la felicidad.
“C'est un jour comme celui-ci, un peu plus tard, un peu plus tôt, que vous découvrez sans surprise que quelque chose ne va pas, que vous ne savez pas vivre et que vous ne le voudrez jamais.
Quelque chose a brisé.
Vous ne sentez plus quelque chose qui vous fortifiait jusque-là.
Le sentiment de votre existence, l'impression d'appartenir ou d'être dans le monde, commence à vous échapper.
Votre passé, votre présent et votre avenir fusionnent en un seul”
(Es en un día como este, un poco más tarde, un poco antes, que descubres, sin sorpresas, que algo está mal, que no sabes cómo vivir, y que nunca lo harás.
Algo se ha roto.
Ya no sientes algo que hasta entonces te fortaleció.
El sentimiento de tu existencia, la impresión de pertenecer, o estar en el mundo, está empezando a escapar de ti.
Tu pasado, tu presente y tu futuro, se funden en uno)
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