Wilde

“In this world there are only two tragedies:
One is not getting what one wants.
The other is getting it”

Pocas vidas, y pocos finales, son tan novelescos como el de Oscar Wilde.
La Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo XIX, era la potencia económica y militar del mundo, un imperio que abarcaba casi una cuarta parte del territorio del planeta.
La Reina Victoria, gobierna una nación que representaba el desarrollo industrial y la prosperidad comercial, décadas después de Las Guerras Napoleónicas, y algunas antes de La Primera Guerra Mundial.
Ésta es la época de Oscar Wilde, figura icónica de la sociedad victoriana, y especialmente de la literatura inglesa.
Su impresionante legado, ha perdurado por más de un siglo, y hoy goza de una fama universal y de buena salud.
De tal forma que, hablar, pensar, sentir a Oscar Wilde desde este siglo brutal, sangriento y opresivo, no es baladí, es una necesidad.
Puesto que su frescura, su alegría, su capacidad de sufrimiento, y su ciclópeo coraje, son una lección descomunal para todo aquél que crea en la más simple de las virtudes humanas:
La honradez.
Nacido como Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde, Oscar Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época, debido a su gran y aguzado ingenio.
Hoy en día, es recordado por sus epigramas, obras de teatro y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su temprana muerte.
Hijo de exitosos intelectuales de Dublín, Oscar Wilde mostró su inteligencia desde edad temprana, al adquirir fluidez en el francés y el alemán.
Después de graduarse en el Magdalen College, Oscar regresó a Dublín, donde conoció y se enamoró de Florence Balcombe.
Ella, por su parte, inició una relación con Bram Stoker, con quien se casó en 1878…
Percatándose del enlace, Wilde le anunció su intención de abandonar Irlanda de forma permanente; y lo hizo en 1878; solo regresaría en 2 ocasiones, y por motivos de trabajo.
Oscar Wilde, se dio a conocer por su implicación en la creciente filosofía del esteticismo.
También exploró profundamente el catolicismo, religión a la que se convirtió en su lecho de muerte.
Tras su paso por la universidad, se trasladó a Londres, donde se movió en los círculos culturales y sociales de moda.
Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante, y su brillante conversación, Wilde se convirtió en una de las mayores personalidades de su tiempo.
Aunque sus iguales, en ocasiones lo tildaban de ridículo, sus paradojas y sus dichos ingeniosos y agudos, eran citados por todas partes.
Ya desde su período en el Magdalen College, Wilde comenzó a llevar el pelo largo, y a desdeñar abiertamente los deportes llamados “masculinos”
Asimismo, comenzó a decorar sus cuartos con plumas de pavo real, lilas, girasoles, porcelana erótica, y otros objetos de arte.
Su comportamiento excéntrico frente a la norma masculina, le costó que lo zambulleran en el río Cherwell, además de que le destrozaran sus cuartos, que todavía sobreviven como salas de alojamiento de estudiantes en el Magdalen College; sin embargo, este culto se propagó entre ciertos segmentos de la sociedad, hasta un punto tal, que las actitudes lánguidas, las vestimentas exageradas, y el esteticismo en general, se convirtieron en una pose reconocida.
En 1882, emprendió Oscar Wilde un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que defendía la idea del “arte por el arte”, y en la cual, sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse “dandismo”
De nuevo en Londres, Oscar Wilde conoció a Constance Lloyd, hija de Horace Lloyd, consejero de La Reina Victoria.
Durante una visita de Constance a Dublín, en la que ambos coincidieron, pues Oscar ofrecía una conferencia en el Teatro Gaiety, Wilde aprovechó la ocasión para pedirle matrimonio.
Finalmente, se casaron el 29 de mayo de 1884, en Paddington, Londres.
Las 250 libras de dote de Constance, permitieron que la pareja viviera en un lujo relativo; y tuvieron 2 hijos:
Cyril, que nació en junio de 1885, y Vyvyan, nacido en noviembre de 1886.
Sin embargo, la pareja se separó a consecuencia de un escándalo homosexual...
Tras el encarcelamiento de Wilde, Constance cambió su apellido y el de sus hijos, a Holland, para desvincularse del escándalo, aunque nunca se divorció de Wilde, quien también fue obligado a renunciar a la patria potestad de sus hijos.
En la década de 1890, Oscar Wilde refinó sus ideas sobre la supremacía del arte en una serie de diálogos y ensayos; e incorporó temas de decadencia, duplicidad y belleza en su única novela, “El Retrato de Dorian Gray”
Y luego, “El Crimen de Lord Arthur Saville y Otras Historias” (1891), donde destaca: “El Fantasma de Canterville”
El éxito de Wilde, se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos.
Así mismo, se reeditó en libro, una novela publicada anteriormente en forma de fascículos:
“El Retrato de Dorian Gray”, la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores, debido a su tergiversación del tema de “Fausto”
La oportunidad para desarrollar con precisión detalles estéticos y combinarlos con temas sociales, le indujo a escribir teatro.
Imperturbable, Oscar Wilde produjo 4 comedias de sociedad, a principios de la década de 1890, convirtiéndose en uno de los más exitosos dramaturgos del Londres victoriano tardío.
En el apogeo de su fama y éxito, mientras su obra maestra “La Importancia de Llamarse Ernesto”, seguía representándose en el escenario; en 1895, cuando se encontraba en la cima de su carrera, el poeta escandalizó a la clase media británica del momento.
Oscar Wilde, era amigo de Lord Alfred Douglas, hijo del Marqués de Queensberry, cuyo padre sospechaba de que ambos mantenían un affaire...
Por ello decidió enviarle una carta a Wilde; y Oscar demandó al padre de su amante por difamación, por calumnias, y esgrimiendo la amoralidad del arte como defensa.
Después de una serie de juicios, Oscar Wilde fue declarado culpable de indecencia grave, y encarcelado por 2 años, obligado a realizar trabajos forzados.
Esta sentencia “ejemplificante” tuvo mucha repercusión, y propició un recrudecimiento de la intolerancia sexual, no sólo en Gran Bretaña, sino también en Europa:
Muchos artistas homosexuales sufrieron represalias, y algunos como en Alemania, el pintor alemán Paul Höcker y otros más, debieron emigrar de su país.
En prisión, Oscar Wilde escribió “De Profundis”, una larga carta que describe el viaje espiritual que experimentó luego de sus juicios, un contrapunto oscuro a su anterior filosofía hedonista.
Desengañado con la sociedad inglesa, y arruinado material y espiritualmente, Oscar Wilde abandonó definitivamente la prisión, en mayo de 1897.
Tras su liberación, partió inmediatamente a Francia, donde escribió su última obra “La Balada de La Cárcel de Reading” un poema en conmemoración a los duros ritmos de la vida carcelaria.
No obstante, Oscar Wilde retomó la amistad con Douglas, y se reunieron en agosto de 1897 en Ruan.
Y, cómo no, la reunión fue desaprobada por los amigos y familiares de ambos.
Es más, la mujer de Wilde, Constance, rehusó volver a encontrarse con él, y le prohibió ver a sus hijos, aunque le siguió mandando dinero, y nunca se divorciaron.
Wilde y Douglas, vivieron juntos unos meses al final de 1897, cerca de Nápoles, hasta que la amenaza de sus respectivas familias de cortarles los fondos, terminó por separarles.
Wilde, pasó el resto de su vida en París, en donde vivió bajo el nombre falso de Sebastián Melmoth.
Allí, y de la mano de un sacerdote irlandés de La Iglesia de San José, se habría convertido al catolicismo, fe en la que supuestamente murió.
Oscar Wilde, murió indigente, el 30 de noviembre de 1900, a la edad de 46 años, víctima de meningitis.
La sombra de Wilde, es alargada, y llega hasta nuestros días; su conducta puede ser tachada de inmoral, pero su encanto y su magnética presencia, nos restituyen frente a cualquier veleidad achacable a su persona.
Él es un dandi, un esteta, y antepone siempre la belleza al bien moral; pues el dandi puede perdonar un error siempre que éste no sea vulgar.
Su vida, es un ejemplo claro de cómo nuestra sociedad a veces castiga a las personas por su talento; por lo que Wilde se atrevió a ser diferente, y lo pagó caro.
Su vida, es parecida a la de un mártir religioso, y de ella podemos extraer alguna valiosa lección.
Las nuevas generaciones, sabrán sacarle partido.
“People have never understood the courage he needed to be himself”
Wilde es un drama del año de 1997, dirigido por Brian Gilbert.
Protagonizado por Stephen Fry, Jude Law, Vanessa Redgrave, Jennifer Ehle, Gemma Jones, Judy Parfitt, Michael Sheen, Zöe Wanamaker, Tom Wilkinson, Orlando Bloom, entre otros.
El guión es por Julian Mitchell, basado en la biografía de Oscar Wilde, publicada en 1987, por Richard Ellmann, un prominente crítico de literatura estadounidense, conocido principalmente por sus biografías de 3 autores irlandeses:
W.B. Yeats, Oscar Wilde, y James Joyce.
Por su biografía de Wilde, Ellmann ganó El Premio Pulitzer de 1989, a título póstumo.
La historia inicia en 1883, cuando el irlandés Oscar Wilde (Stephen Fry), vuelve a Londres eufórico, tras haber pasado un año dando conferencias en Estados Unidos y Canadá.
Transcurren los años, y todo parece ir estupendamente para Oscar...
Su ingenio, su extravagancia y su carrera literaria, gozan de una gran celebridad; y en cuanto a su vida personal, Oscar se ha casado con Constance Lloyd (Jennifer Ehle), y tiene 2 hijos a los que adora.
Pero una noche, tras el estreno de una de sus obras, un amigo le presenta a un atractivo estudiante de Oxford, Lord Alfred Douglas (Jude Law) apodado “Bosie”
Es el principio del fin para el dramaturgo que, absolutamente fascinado por ese joven arrogante, inteligente y cruel, lo abandona todo.
El amor, mezcla de pasión y obsesión que siente por Bosie, va consumiendo poco a poco a Wilde, hasta destruirlo por completo, cumpliéndose así, en él mismo, su propia máxima:
“En este mundo, sólo existen 2 tragedias:
Una es no conseguir lo que uno desea, y la otra, conseguirlo”
El escritor irlandés, Oscar Wilde, fue un genio, un hombre que tuvo la osadía de enfrentarse a los tabúes, a la hipocresía y a la estupidez de la sociedad británica y, precisamente por ello, acabó siendo procesado y encarcelado.
La suya, fue una vida llena de escándalos y de éxitos, en una época en la que ser diferente, se consideraba un delito.
La historia de Wilde está muy bien trazada, cronológica y sentimentalmente porque, en el fondo, es una historia de amor.
Un amor desbordante, que Wilde sentía por la vida sin más, por el amor, por la naturaleza, por su familia e hijos, y por su amante, Alfred Douglas, en el que cree descubrir la belleza pura y auténtica, un ser al que jamás dejó de querer a pesar de su alejamiento de 2 años en la cárcel.
Vemos durante el metraje, a un Oscar Wilde desbordante:
Ocurrente, inteligente en casi todo lo que decía y hacía.
Incluso, en su peculiar relación con el padre de su amante, El Marqués de Queensberry (Tom Wilkinson), que lo denunciará por sodomía.
Sin embargo, él no perderá nunca la calma, será un auténtico gentleman inglés, intentando dialogar con él, y evitar el escándalo por evitar sufrimiento a su mujer y su familia.
El guión, se centra en ese problema, que era ser homosexual en la sociedad inglesa que le tocó vivir, y deja de lado otros aspectos interesantes o, al menos, los toca de pasada, sobre todo su carrera literaria e intelectual.
Sin embargo, Wilde consigue mantener al espectador a la espera de un destino que ya conoce de antemano.
El ocaso del brillante Oscar Wilde, es llevado a escena de forma comedida, acaso demasiado generosa con quienes vejaron y ultrajaron a una de las glorias de la literatura inglesa, por lo que se disimulan la sevicia y el odio con los que fue realmente perseguido, y también se atenúa la crisis espiritual y la quiebra económica que terminaron llevándolo a la tumba.
“What a wonderfully wicked life you lead, you boys”
Oscar Wilde, es un personaje mundano, que actúa siempre de cara a la galería, le gusta ser el centro de atención, y no rehúye la polémica; esto, y su estrafalaria manera de vestir, le convierten en un dandi de la más alta escuela.
Es seductor pero polémico, y destaca por su ingenio y por su asombrosa y deslumbrante personalidad; conocerle, es un reto para cualquier mortal.
Wilde, lanza un desafío a la sociedad victoriana, que consiste en vestir bien y hablar con mordacidad; en una bien lograda ambientación de la época, la película recrea la vida del genial escritor irlandés, sin omitir en su trama, las innumerables y brillantes ironías de las que hacía gala.
Por otra parte, el guión, más centrado en el aspecto homosexual de Oscar Wilde, que en su capacidad literaria, del cual el director consigue conducir la historia de forma que el espectador no pierda interés; si a todo ello lo incluimos dentro de una ambientación muy detallada, conseguiremos un conjunto visual cautivante.
Wilde inicia con Oscar Wilde visitando EEUU, por aquel entonces, “tierra prometida de libertad”, espejismo de un mundo moderno y prometedor, alejado de la gris y fría vida británica.
Pero solo va a ser el principio de una debacle moral, porque a su regreso, y comprometido con Constance Lloyd, Oscar va a empezar una plácida, aunque algo aburrida y académica vida, que solo verá recompensada con sus citas con amantes, como el diplomático Robbie Ross (Michael Sheen), John Gray (Ioan Gruffudd), y el joven estudiante, Lord Alfred Douglas, hijo del influyente y poderoso Marqués de Queensberry.
Precisamente será su tempestuosa amistad con El Lord, lo que lentamente, el juicio general a Wilde va a crecer en contra de su persona, y que lo llevará incluso a tener problemas con la justicia, que lo llevaría a cumplir 2 años de cárcel, y a un exilio voluntario en Francia, país en que moriría en el año 1900.
Por lo que no se soslayan sus vivencias homosexuales, sus amoríos, sus incontables devaneos eróticos, y desde luego, su relación con Alfred Douglas, el voluntarioso y destacado amante, que tantos sobresaltos y angustias generaron en el escritor.
Es también, una trama que evidencia la hipocresía e intolerancia de esa sociedad victoriana, que al final, lleva al genio hacia el presidio y a su ocaso; sin embargo, no deja de ser una alegoría al singular talento del irlandés, que sale victorioso hacia la inmortalidad de la historia.
El film, a su vez es un retrato de La Gran Bretaña de finales del siglo XIX, donde recoge toda la hipocresía y miseria social.
Una sociedad que repudia las conductas sexuales, pero cuando le conviene y puede sacar algún beneficio de ello, se hace de la vista larga.
La misma sociedad que coloca a la mujer en una posición inferior, y la hace ver como culpable de las infidelidades y los problemas maritales.
Aspectos que considero, no han cambiado mucho, y se notan en la actualidad.
Wilde, presenta otros aspectos sociales del escritor, como su postura y visión política, en escenas con sus hijos habla de un nuevo genio para Irlanda, y no para El Reino Unido; puesto que en 1854, el año que nació Oscar Wilde, Irlanda pertenecía al Reino Unido.
Mediante sus diálogos y conversaciones con amigos y distinguidos, Wilde utiliza el cinismo y un sarcasmo sutil, para burlarse de los sistemas e instituciones gubernamentales.
Y aquí, utilizar el cuento “El Gigante Egoísta” del propio Wilde, es un recurso cinematográfico muy bueno, que sirve de nexo entre las distintas partes de la historia, pues aunque no hay imágenes reales del gigante y los niños en el jardín, las palabras son descriptivas de la imagen de una situación, como en todo cuento.
El cuento que Oscar les cuenta a sus hijos, “El Gigante Egoísta”, nos sirve entonces para seguir el hilo de ciertos aspectos de la película, por ejemplo:
El abrazo que Cyril le da a su padre, algunas de las escenas de la cárcel, o las noches de Óscar con Bosie.
La ambientación de Wilde, está muy cuidada, y la música resalta bien los pasajes más bellos.
La dirección es correcta y elegante; pero como ya hemos dicho, se profundiza poco en la faceta literaria de Wilde, y eso es un lastre clarísimo.
Donde mejor se conjugan vida y obra, y para mí son los mejores minutos de la película, es en su estancia en la cárcel, durante la cual escribió “De Profundis”
Y aun así, tampoco se le dedica mucho tiempo.
El ritmo de la historia es pausado, pero no lento, las imágenes del sufrimiento en prisión, y de los trabajos forzados, son las justas para no forzar las lágrimas.
Lágrimas que de forma, ahora sí, justa, salen de los ojos de Wilde en su diálogo con su esposa en la cárcel.
Del reparto, el productor, Marc Samuelson, a pesar de reconocer que Stephen Fry fue la elección perfecta para interpretar a Oscar Wilde, tuvo dificultades para obtener financiamiento, debido a la falta de estrellato de Fry.
Un monumental actor que encarna a Wilde con asombrosa intensidad; contando con un físico bastante parecido al del real Oscar Wilde, da vida al genial autor irlandés, con enorme dedicación y maestría; y se convierte en él, no sólo en el aspecto, sino también en la manera de andar, hablar, caminar, y en esa mirada entre curiosidad y sentido del humor que él tenía.
Por otro lado, Jude Law en uno de sus primeros papeles en un filme, con un magnetismo impresionante, en un rol arriesgado, que el actor defiende al hacer de su personaje, un ser complejo, que puede resultar odioso o increíblemente atractivo, en una misma secuencia.
Como curiosidad, en el comentario del DVD, Stephen Fry, que es gay, admite que estaba nervioso por las escenas de amor con sus coestrellas heterosexuales, y comentó que Jude Law, Michael Sheen y Ioan Gruffudd, se apresuraron a ponerlo a gusto.
Por otra parte, Wilde significó el debut cinematográfico de Orlando Bloom y James D'Arcy.
Y del reparto femenino, Jennifer Ehle, en particular, representa ese papel de sufrimiento por una situación que le desborda, junto a sus 2 hijos, abandonará a su marido, y cambiará su apellido.
Todos los personajes secundarios, y especialmente los femeninos, están tan bien interpretados o mejor, lo cual hace de Wilde algo muy interesante de ver.
Sin embargo, algunos secundarios carecen de peso, y nos son bien desarrollados, así como que obvia las partes más desagradables de la vida de Wilde, ignorándolas o tal vez pasando sólo por encima de ellas.
Pero tal vez sea únicamente porque, al tratarse de una película independiente, no hubo presupuesto para hacer de esta recomendable obra, un gran proyecto.
Pienso que a la hora de profundizar en la psicología del personaje, Wilde se queda corta; por lo que se echa mucho en falta la faceta literaria, y pierde mucho de su atractivo.
De hecho, podría decirse que la figura de Wilde, ofrece mucho más interés que lo que muestra esta película:
Su vida personal fue muy agitada, es cierto, pero debería haber alcanzado un mayor equilibrio con su vida literaria, con el proceso creativo de sus obras.
Hablar sólo de sus líos amorosos, apenas haciendo mención a su obra, acaba pareciendo un vano ejercicio de cotilleo.
En definitiva, no sabemos nada del Oscar Wilde escritor, del genio creativo.
“The story of the first modern man”
Wilde, es una interesante aproximación a una figura tan compleja de la literatura inglesa como fue Oscar Wilde.
Escritor de agudos diálogos, y afilados juicios morales, ha pasado a la historia por sus textos teatrales, poéticos y de prosa; que en su tiempo, escandalizó a la enclaustrada sociedad victoriana, pese a que sus sutiles críticas a la misma, provenían de la comedia; algo sorprendente si se tiene en cuanta su trágica biografía, que se plasma en esta película, más que su labor artística, siempre lastrada por tener que sobrellevar su homosexualidad, y por su búsqueda de la belleza, anotando que él, desde luego, no lo era…
Y es que l homosexualidad, siempre sedujo al escritor irlandés, pero lo persiguió a la vez, como los extremos opuestos de la sociedad conservadora británica.
Wilde, criado y fundamentado bajo las severa y estricta Inglaterra victoriana, se vio marcado por su condición de homosexual, aunque supo para ello enfrentarse gracias a su capacidad de transmitir unas historias que nadie se imaginaba que nadie así las hubiera escrito.
Convertido en uno de sus propios personajes, Oscar Wilde prefiriendo siempre lo más trágico.
En 1906, Richard Strauss puso música a su drama “Salomé”, y con el paso de los años, sus obras se tradujeron a varias lenguas.
En el plano personal, su hijo mayor Cyril, murió en mayo de 1915, en plena Primera Guerra Mundial, y como miembro de los británicos que lucharon en Francia.
Su segundo hijo, Vyvyan, continuó los pasos de su padre, y se dedicó a la escritura y la traducción.
Llegó a publicar sus memorias en 1954, y el hijo de éste, Merlin Holland, ha editado y publicado varios trabajos sobre su abuelo, Oscar Wilde.
En 1950, 50 años después de morir, las cenizas de su amigo, Robert Baldwin Ross, fueron añadidas a su tumba, en el cementerio Père Lachaise; pues este crítico de arte, dijo ser el primer amante masculino de Oscar Wilde.
No hay duda que Oscar Wilde fue un genio literario, ciertamente, gran parte de su vida, estuvo marcada por el drama y la tragedia, pero así era él:
Nunca satisfecho con lo común y corriente, Oscar Wilde buscaba continuamente más allá.
Amo del humor y la sagacidad, logró dejar un legado que hoy leen millones.
Alguna vez dijo:
“Estoy convencido de que en un principio, Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir”
Tal vez sea esa invitación a encontrar aquel mundo interior, el mayor tesoro que Wilde nos dejó.
Miramos hoy al cielo, y sabemos de “lunas de plata” y de “soles fluctuantes”, que al alba sigue otra alba, y envejecen las noches, porque el poeta así nos lo ha contado…
El gran artista inventa, y la vida y la naturaleza, trata de copiarlo.
Adelantado a su época.
¡GRACIAS WILDE!

“Well, of course, there must be censorship or people would say what they meant, and then where should we be?”



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