Atonement

“I love you.
I'll wait for you.
Come back.
Come back to me.”

¿Puede una mentira destruir la vida de dos personas?
¿Puede la imaginación y la ira engañar a la mente?
Atonement significa literalmente expiación, o sea, es el concepto católico por el cual uno se purifica, limpia sus pecados.
Psicológicamente también es la liberación que uno siente al confesar algo que le atormenta, un estado catártico de penitencia que fluye tan natural más allá de la recriminación del otro afectado, y a la vez por eso mismo, y más allá del decálogo eclesiástico, aunque inconscientemente también influya, como si fuera inherente en el humano como individuo aunque adherido en un entorno coactivo un nativo amago de sentimientos encontrados entre el albedrío y la culpa, constante que no discrimina períodos por más variopintos que sean.
Todos debemos vivir con las consecuencias de lo que hacemos a lo largo de nuestra vida, y Atonement lo demuestra claramente
La historia gira en torno al concepto de la culpa, a las consecuencias que los errores producen en las vidas humanas, a veces irreparables, y en el fastuoso poder de la imaginación, y uno de sus eximios frutos, la literatura, con virtualidad mutadora de la realidad, como ocurre en este astuto, contenido y brillante film.
Esta es la historia de una penitencia autoimpuesta.
De memorias ancladas en un pasado cuyo curso natural se desvió hacia la destrucción.
La espeluznante sensación del remordimiento que jamás concede un instante de tregua.
A veces cometemos equivocaciones que pueden cobrarse el precio más terrible.
Aunque seamos niños inconscientes.
Incluso un acto de impulsiva venganza infantil puede saber a hiel y traer las más insospechadas desgracias.
Porque Atonement significa literalmente en español expiación, y tratar de librar esa gran culpa que la ha consumido por años es lo único que el personaje Briony ha hecho con su vida.
Primero sirviendo como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial a la que empujó a otros personajes, y luego llevando ese sentimiento a lo que mejor hace: escribiendo.
Su mayor talento es contar historias, y es ese uno de los temas que Ian McEwan explora en su novela, el poder inigualable de la ficción de corregir errores y sanar heridas pasadas.
Creo que siempre en mi caso, termino quedando sin palabras para hablar sobre las historias que han hecho que me olvide del mundo real por un momento, y hacen que mi mente se va inmersa en un mundo de fantasía donde el amor en realidad tiene un significado.
En el que el amor lleva dentro de sí honor, donde no solo es un sentimiento lujurioso que pretende concentrarse en lo exterior si no en el que su valor esta dado por el peso e importancia de 2 almas uniéndose en un voto secreto y eterno.
Cuando de amor se trata, las películas tienen harta tela de donde cortar, con el deseo idealista de que terminen en felicidad eterna; sin embargo, toda historia romántica lleva consigo obstáculos, y un rumor prejuicioso puede lograr que dicha relación no logre su cometido.
Atonement es el título de una película británica de2007, dirigida por Joe Wright y protagonizada por Keira Knightley, ENORME James McAvoy, Romola Garai, ENORME Saoirse Ronan, Vanessa Redgrave, Brenda Blethyn, Juno Temple, Harriet Walter, Patrick Kennedy, Benedict Cumberbatch, Daniel Mays, Jérémie Renier, Michelle Duncan, Gina McKee y Anthony Minghella.
Atonement estuvo nominada a 7 Oscar (mejor película, mejor actriz de reparto para Saoirse Ronan, Mejor guion adaptado, Mejor fotografía, Mejor diseño de vestuario y Mejor dirección artística) resultando ganadora como Mejor Banda Sonora para un ENORME Dario Marianelli.
Ignorar a Joe Wright como Mejor Director fue un crimen y uno esos hechos inexplicables del Oscar.
El traje verde de Keira Knightley es para rasgarse las vestiduras, y esos planos de la actriz fumando frente al espejo, como si de un anuncio de Chanel se tratara, son inolvidables.
“The pen is mightier than the sword”
Así es.
El poder de la palabra es enorme, y Atonement es un testamento fehaciente de ello.
Atonement está basada en la novela del mismo nombre escrita por el inglés Ian McEwan y publicada en el 2001.
Resultaría inútil resumir aquí trama o relaciones presentes en el argumento, pues éste se reduce a una mínima expresión que permite el estallido de niveles más complejos, implícitos y reflexivos.
Ese ambiente, que encuentra en la literatura su mejor aliado, plantea problemas de ritmo para el cine, de tal modo que en la película adquieren protagonismo los sucesos externos, los diálogos de apariencia anodina y las frases de fácil anclaje en la memoria del espectador.
Las virguerías estructurales y narrativas, bien pensadas aunque a medida que avanza el metraje se vuelvan predecibles, el segundo cambio de perspectiva entre la pequeña Briony Tallis (Saoirse Ronan) y su hermana Cecilia (Keira Knightley) y Robbie (James McAvoy), sufren de un desapercibimiento debido a la intensidad del fatalismo que parece pesar sobre cada escena.
Una descompensación que Wright unifica mediante un elemento por lo general olvidado: la fuerza de un sonido, como la máquina de escribir (Concerto for Typewriter), para transmitir el estado febril en que se mueven unos personajes asfixiados por un día de calor.
Atonement trata de temas muy poderosos y conocidos por todos: la sexualidad incipiente en los jóvenes, destinos que se cruzan, la sensación de que mi vida habría sido diferente si hubiera ido a la izquierda en vez de a la derecha aquel día, etc.
La historia es relatada en Inglaterra, en 1935, en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial.
En la gran casa de campo de la familia Tallis todo parece fluir con apacible elegancia en el día más caluroso del verano, pero el oído atento percibirá sutiles notas disonantes, una creciente tensión que estallará después de que Cecilia, la hija mayor de los Tallis, salga empapada de una fuente, vestida solamente con su ropa interior, mientras Robbie, el brillante hijo de la criada y protegido de la familia Tallis, la contempla...
Atonement va abriéndose como un juego de cajas chinas y que contiene muchas escenas: una romántica historia de amor imposible, una durísima narración de guerra y la novela que dentro de la novela escribe uno de los personajes.
Finalmente descubrimos que en realidad no existe maldad en la niña, tratándose tan sólo de una jovencita que no sabe medir las consecuencias de sus acciones y a la que no se le puede pedir que se comporte como un adulto.
De hecho, a lo largo de su vida arrastra un sentimiento de culpabilidad que se visualiza a la perfección en la brillante conclusión del filme.
Atonement cuenta con una puesta en escena arrebatadora, encontrando en ella unos planos de un increíble preciosismo o de un virtuosismo técnico que sólo los más grandes realizadores saben ejecutar con naturalidad.
La conjunción de otros elementos, como la fotografía, la banda sonora de Dario Marianelli o el diseño de producción, ayudan a crear la magnífica ambientación.
Dario Marianelli escribe una banda sonora que se adapta a los momentos variables emocionales sin imponerse a la historia, mientras que Seamus McGarvey sabe dar hasta cuatro texturas fotográficas a cada uno de los tiempos de la acción y pasar de la luminosidad de tiempos de paz a la negrura de las ruinas de guerra, mientras que Sarah Greenwood hace un trabajo de diseño de producción encomiable que consigue recrear ambientes tan distintos con un atrezo muy cuidado en sus detalles.
Una combinación de buen hacer artístico que logra momentos de gran belleza como aquellos en los que el teclear rítmico de la máquina de escribir, en realidad de una Briony anciana, narradora y protagonista en su expiación, se confunde y entra en sintonía con la música extradiegética, o ese largo plano-secuencia que podría pasar a los manuales de cine y con el que acompañamos a Robbie por la playa abarrotada de soldados ingleses que esperan su evacuación.
Ciertamente, hay momentos, esa misma escena u otras del campo de batalla con cadáveres de escolares, o en el hospital con la cámara que se recrea en los heridos, que pecan de artificiosidad, ampulosidad, explicitud morbosa o denuncia pacifista poco sutil, pero son defectos menores para una puesta en escena al servicio de una historia de amor y también de arrepentimiento.
A modo de puzle, Hampton construye una trama compleja apoyándose en tres o cuatro hechos trascendentales en la vida del trío protagonista para a continuación ir “rellenando” lo que sucedió entre esos jalones, y descubrir al espectador la verdadera historia de un amor inconfeso, de una mentira infantil, de una felicidad esquiva, de una culpa redimida por la pluma.
La historia es en parte previsible, pero está muy bien contada y se va cargando de dramatismo a medida que avanza la trama hasta alcanzar un tenebrismo fatalista en la playa o el hospital, para finalmente permitirse una bocanada de aire fresco en forma de cariño que no de debilidad, según Briony anciana.
Por último, Wright apunta, aunque no lo desarrolla ni le da profundidad, una relación muy interesante entre el cine, la literatura y la propia realidad, inspiradora ésta de unas historias que necesitan salir a la luz para reparar el daño cometido con los errores del pasado.
Son imágenes documentales de guerra u otras sacadas del cine romántico que se proyectan a los soldados destacados en el frente, con la figura de un Robbie enfermo que se destaca en la gran pantalla.
Y también la figura de la propia Briony interpretada por Vanessa Redgrave, que habla de su primer y último libro como una necesidad vital de su alma herida desde los 13 años, como una manera de restituir a los amantes un tiempo de felicidad, aunque sea reinventando la realidad “sin rimas ni adornos”, que les quitó en su inconsciencia y que no les pudo devolver en vida.
El aspecto de las tres actrices que interpretan a Briony Tallis, el personaje central es impecable.
La diseñadora de vestuario Jacqueline Durran dice:
“Era muy importante mantener la continuidad entre las tres.
Como empezamos con Saoirse vestida de blanco marfil, y seguimos con el azul pálido y el blanco del uniforme de enfermera de Romola, era absolutamente esencial que Vanessa Redgrave siguiera en esos tonos”
Cabe decir que hasta se mantuvo el corte o peinado de las 3 actrices como símbolo de que hubo algo que nunca se superó.
Briony, que se deja invadir por la frustración y el rencor, en la ceguera de sentirse segundona y eclipsada, de creerse relegada al segundo plano de los hermanos menores que se encuentran en esa edad ingrata, en esa especie de tierra de nadie que es la pre adolescencia.
Frustración porque clama por su lugar en el orden de las cosas y nadie parece hacerle caso.
Frustración porque ya empieza a experimentar sentimientos que le vienen grandes a su vacilante cuerpo inconcluso, y el objeto de su amor primerizo no la ve más que como a una niña.
Rabia porque a su alrededor suceden acontecimientos que no comprende bien pero cuyas implicaciones sí intuye.
Impotencia porque se halla rodeada de adultos que se comportan de forma extraña, ignorándola en sus tribulaciones.
Y un día explota, y la furia de su erupción llega muchísimo más lejos de lo que realmente deseaba.
La explosión causa destrozos irreparables.
Tiempo después, cuando ella reflexiona sobre lo que hizo, la culpabilidad la aplasta y trata de buscar una manera de enmendar el daño.
¿Para calmar la culpa que la corroe, para buscar el perdón de los damnificados, entre los que se encuentra ella misma?
¿Para devolverles un futuro arrebatado?
Borrar las culpas, purificarse de ellas por medio de algún sacrificio.
Personalmente, la incidencia en dichos saltos temporales, unido a ese recurso del sonido de las máquinas de escribir, que se encuentran presente igualmente en los momentos iniciales descriptivos de la inquietud creadora de la pequeña Briony, inducen a cualquier espectador a pensar que por encima del recorrido pasional del film, se encuentra una relectura más o menos “ingeniosa”.
Será algo que se reserve en los minutos finales, representado en el personaje encarnado por una excelente Vanessa Redgrave, plantee un alcance más o menos transgresor de las incidencias previamente contempladas.
Sorprende por dos veces la duplicación de una secuencia, narrada desde una doble óptica y adelantada en un primer momento para el espectador de manera parcial, para más tarde desvelarle el suceso al completo.
La primera ocasión recoge el trascendental momento en que la niña Briony mira por la ventana y descubre “dos siluetas frente a una fuente”; la segunda, poco después, al sorprender a la pareja de enamorados en la biblioteca en un momento de intimidad.
Es la misma realidad equívoca, mostrada desde dos puntos de vista y que desencadenará toda la historia.
Sin duda, esta primera parte en la mansión victoriana es lo mejor de Atonement, porque traza con fuerza las líneas directrices en las relaciones entre Cecilia, Briony y Robbie, y cada uno de ellos logra transmitir al espectador la fuerza de sus sentimientos y de su actuación cuando el guionista le presta la mirada y la palabra.
Aunque Knightley y McAvoy hacen un trabajo interpretativo más que notable, destaca sobre todo Saoirse Ronan al dar vida a una Briony de 13 años, de asombroso parecido con Romola Garai, en edad adolescente, también en un buen papel, de sentimientos contradictorios, y sólo su modo de mirar desde la ventana o la fuerza con que acusa a su “príncipe azul” hacen presagiar una futura estrella del cine.
La primera parte, correspondiente a esa jornada en la mansión Tallis, merecería los mayores elogios por su contención estilística, la cohesión de un montaje elegante y la certeza de una puesta en escena que no se luce en vacuas panorámicas de descripción.
El hechizo que ejerce este arranque con personalidad propia, sobre todo en lo concerniente a la ya mencionada banda sonora, podría nublar la vista ante la afectación de la que a veces pecan esos efectos visuales, cuyo valor pretende imponerse por encima de lo que de verdad importa: los personajes por ejemplo, las evocaciones que Robbie hace de Cecilia, con una Keira entre espejos y filtros lumínicos que parece anunciar cierto perfume.
Permitiendo suspiros cómicos o patéticos entre el crescendo dramático, rematado sin un “gran momento”, el guión de Christopher Hampton introduce la segunda parte como una patada abrupta y ágil, dolor que siente el público a la par que destroza a los protagonistas.
A partir de aquí, lo que estaba cojo no puede ocultar por más tiempo su renqueo.
Por suerte, el periplo de Robbie por tierras francesas durante la Segunda Guerra Mundial se resume en breves apuntes con un afortunado paralelismo mudo entre el pasado y el presente del joven, como si la masa del presupuesto la hubiese absorbido ese aclamado plano secuencia que, desde luego, denota una preparada habilidad de realización, pero con la evidencia de su peor defecto.
Al igual que sucedía en la primera mitad de la película, la cámara se desvía de los personajes para mostrarnos estampas de horror, una noria que gira, un coro improvisado que canta, soldados enloquecidos y otras obvias metáforas de la división del mundo, del mundo de Robbie y Cecilia, en dos: la realidad y la ficción, la vida campestre y el descarnado colaboracionismo bélico.
La esperanza de Robbie diluyéndose frente a una pantalla de cine donde dos actores se besan, o las imágenes documentales de soldados que regresan a Inglaterra, hablan con dolorosa franqueza del cine que intenta justificar su inútil función a través de los referentes reales que imita.
Esa dicotomía entre la creación y la vivencia está marcada por la misma máquina de escribir: la responsabilidad moral de unos personajes que interactúan con la realidad, pero que tampoco pueden amoldarla a su antojo.
Ésta es la abstracción fundamental de la historia, a veces desaprovechada en pro de la simple acción, no se nos explican las dudas literarias de Briony ni el relevante papel del teatro doméstico en la representación de ese escenario mayor que es la vida cotidiana.
Cabe señalar que para la secuencia de Dunkerque, rodada en la playa de Redcar, Joe Wright decidió filmar sin cortes en una sola toma con steadicam.
Si tenemos en cuenta que esta secuencia incluye a 2.000 figurantes locales, más decorados realmente espectaculares, con un quiosco de música, una noria en movimiento, edificios bombardeados, un enorme barco varado, un coro cantando, soldados montados en purasangres cruzando la escena y un grupo de hombres jugando al fútbol, sólo puede decirse que era una decisión atrevida.
¿Por qué Atonement conmueve?
¿Por qué nos tiene ahí, involucrados con las escenas, los personajes y la banda sonora?
Todos los personajes muestran escenas valiosas, algunas filmadas desde diferentes ópticas, un ida y vuelta, creíbles, desveladoras.
Los protagonistas encerrados en una mansión fastuosa representan una familia aristocrática inglesa durante finales de los años treinta.
Un padre ausente, una madre siempre con migrañas y dos hijas; una mayor Keira-Cecilia, bonita, elegante, enamorada de un sirviente James-Robbie y una joven Saoirse-Briony, hermana de la protagonista principal, quién denuncia al amante Robbie -persona culta, respetuoso de su condición- como culpable frente a un episodio de violación que involucra a la prima de Cecilia. Todo el acontecer se desencadena y el drama se apodera de la narración.
El sirviente es acusado y enviado a prisión, donde opta por combatir en Francia (Segunda Guerra Mundial) como soldado raso contra los alemanes, con el deseo y la esperanza de volver a encontrarse con su amada Cecilia.
Una vista dantesca se apodera de la escena breve, una mega producción de la guerra; Dunkerque, una playa, un parque de “diversiones” usado como base, donde miles de soldados esperan ser embarcados, Robbie está entre ellos.
En fin, la culpa no está en el acto, sino en el arrepentimiento del mismo.
Y cuando se ve plasmado un sentimiento tan cruel como este, recordamos lo que hubiéramos deseado no haber hecho.
Expiamos los pecados de la percepción
Atonement significa una interesantísima reflexión sobre nuestras maneras de percibir y atestiguar la realidad, y sobre los cargos de conciencia que este complejísimo proceso puede causarnos.
Pongámonos por un momento en el lugar de Briony.
Imaginemos cuántas veces reviviríamos cada detalle de nuestras acciones, las que lo truncaron todo.
Imaginemos cuántas veces derramaríamos lágrimas de amargura, pena y arrepentimiento ante nuestros actos egoístas e infantiles.
Y ahora, imaginemos cuántas veces desearíamos dar marcha atrás al reloj, volver a aquel momento con el conocimiento presente y cambiar nuestras acciones.
Imaginemos cuántas y cuántas veces desearíamos hallarnos frente al niño que fuimos y hablar con él, hacerlo entrar en razón, reflexionar y cobrar conciencia sobre lo que nuestros actos podían ocasionar.
Pero, no podríamos cambiar el pasado, no podríamos hablar con el niño que un día fuimos… no podríamos hacer nada, salvo arrepentirnos.
Pero, el arrepentimiento solo, cuando nadie puede perdonarnos, ni siquiera nosotros mismos, no es suficiente.
Y es entonces cuando nos asalta la necesidad de buscar una expiación, un modo de compensar a aquellos que tanto nos importaban, y sin embargo les hicimos tanto daño.
John Lennon dijo una vez:
"La vida es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes"
La culpa y su imposibilidad de recompensación, ya no por algo hecho mal para sí mismo, eso quizás pudiera superarse, si no el error hacia el prójimo y sus terribles consecuencias.
Si eres medianamente sensible y humano, destrozar la vida de alguien te come por dentro, y si encima es una pareja, un amor fuerte e intenso, todavía más si cabe.
Y eso aquí se cuenta con un tacto inaudito, tanto que sales destrozado de la sala, destrozado por pensar que estas cosas suceden de verdad.
¿Cuántas veces no habremos influido en la vida de los demás?
¿Cuántas veces no habrá sido para mal?
¿Habremos cambiado radicalmente la vida de una persona de bien para mal? ¿Hasta qué punto podemos expiar nuestras culpas o reponer el daño hecho?
Esto ya sin nombrar los corazones que han matado las balas y las miserias de la guerra... eso ya aparte.

“So, my sister and Robbie were never able to have the time together they both so longed for... and deserved.
Which ever since I've... ever since I've always felt I prevented.
But what sense of hope or satisfaction could a reader derive from an ending like that?
So in the book, I wanted to give Robbie and Cecilia what they lost out on in life.
I'd like to think this isn't weakness or... evasion... but a final act of kindness.
I gave them their happiness”


Comentarios

Entradas populares