The Emerald Forest

“They are tearing the skin off The World!”

¿Por qué hoy en día todavía hay sociedades prehistóricas, con modos de vida claramente "paleolíticos"?
A esto lo vamos a llamar "protohistoria", tal vez tenemos que modificar el punto de vista de que la Prehistoria fuera un momento muy duro para el ser humano y para su supervivencia.
Pasadas las primeras etapas del Paleolítico, sabemos que el ser humano se convirtió en un cazador experto, en productor del fuego, en un buen manipulador de instrumentos, en miembro de sociedades cada vez más complejas y, si además, vivía en un medio ambiente que le proporcionaba todo con gran abundancia...
¿Para qué trabajar más?
Con cazar o recolectar un poco, había alimento suficiente, y el resto del tiempo para no tener que hacer mucho más, dedicarlo a divertirse...
Ahora bien, si la vida en el Paleolítico era tan buena...
¿Por qué se modificó?
¿Por qué no somos todos "paleolíticos?
¿Por qué se pasó de una economía depredadora a otra productora?
Pues porque en la mayor parte del mundo cambiaron las reglas del juego, hubo cambios que obligaron a la mayor parte de los seres humanos a convertirse en productores de sus alimentos.
Eso se denomina “revolución neolítica” a la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasa de ser nómada a sedentaria y de economía recolectora (caza, pesca y recolección) a productora (agricultura y ganadería).
El término neolítico se utiliza como denominación de un periodo de la prehistoria definido en términos de cultura material.
Escolarmente se definía como el periodo en el que se encuentran útiles de piedra pulimentada, frente al paleolítico, en que los útiles eran de piedra tallada.
Lógicamente, la integración de esta perspectiva de la tecnología lítica con el proceso descrito por Gordon Childe, y la comparación de lo que a partir de entonces se denomina modo de vida paleolítico (depredador) y el modo de vida neolítico (productor) pasó a ser un tema cultural y una de las tareas más importantes de la prehistoria y la arqueología como ciencias.
El término “revolución” implica un cambio radical, a menudo súbito y hasta violento, y es una de las categorías más utilizadas para describir procesos importantes, y no sólo en las ciencias sociales.
La identificación de una revolución industrial casi simultánea a la revolución francesa es el precedente que permitió al historiador australiano extender el uso del término a un proceso ya no secular, sino milenario.
Se suele considerar que Revolución Neolítica y Revolución Industrial han sido los dos cambios más trascendentales de la historia de la humanidad, y a pesar de no ser acontecimientos de cambio en el tiempo histórico de corto plazo, merecen el uso del término.
Para evitar la palabra "revolución" y sus implicaciones, tanto en lo temporal como en su carácter violento, o incluso para evitar comparaciones con el término evolución, algunos autores prefieren utilizar otros términos.
Los cambios ligados a la Revolución Neolítica significaron un enorme progreso en el desarrollo de la Humanidad, la cual comenzó a crecer con mucha mayor rapidez al comenzar a cosechar alimentos que podían conservarse durante bastante tiempo.
La necesidad de conservar los alimentos generó el desarrollo de nuevas técnicas y artesanías como la cerámica, la cestería y muchas otras.
La aparición de excedentes permitió la especialización y división del trabajo, la aparición del comercio, la acentuación de las diferencias sociales, y con el tiempo, el origen de la Historia.
Pero eso sería un proceso posterior denominado “revolución urbana”, también según el término de Gordon Childe.
Tampoco hay que olvidar que, como revolución, la difusión de la agricultura supuso consecuencias violentas, incluso dramáticas:
Una alteración radical del paisaje, no la primera, puesto que los grupos cazadores-recolectores también impactaron sobre los ecosistemas de forma trascendental, acabando con muchos de ellos a medida que se expandieron por el planeta, que puede pasar a definirse como paisaje humanizado de tipo agrícola, ganadero y forestal (paisaje agrario).
Esa pérdida de diversidad biológica y simplificación de las cadenas tróficas, sometidas al gusto humano, tuvo a su vez una consecuencia muy interesante:
Para cada uno de los cultivos, la actividad de distintos grupos humanos a lo largo de todo el mundo durante milenios permitió una prolongada selección artificial de especies, que ha dado lugar a una enorme variabilidad genética en las semillas que en la actualidad se está perdiendo como consecuencia de la globalización, que impone procesos agrícolas y semillas estandarizadas, reducidas en número a las más demandadas por el mercado.
El peligro de desaparición de este patrimonio de la humanidad acumulado y conservado en las comunidades rurales dispersas por todo el mundo es objeto actualmente de la atención de programas internacionales de protección.
Una no menor alteración en los propios seres humanos, habiéndose llegado a estimar que probablemente condujo a un empeoramiento real de las condiciones de vida por reducción de la variación de la dieta, a pesar de garantizar un suministro más continuo de comida.
La vida se hace más segura, pero más monótona.
El sedentarismo y el aumento espectacular de la densidad de población también produjeron peores condiciones sanitarias y endemizó las enfermedades.
La presión de la selección natural sobre la especie humana, desde entonces y hasta hoy, ya no se efectúa en las mismas circunstancias que en los cientos de miles de años anteriores, al posibilitarse la supervivencia y reproducción de individuos que con un modo de vida paleolítico no las habrían alcanzado.
Es entonces que la dinámica de poblaciones se vuelve enteramente distinta.
Por ejemplo: los Mayoruna, Matís o Matsé es un pueblo indígena que habita en las riberas de los ríos Yaquerana, Yavarí, Gálvez y Blanco, en la provincia de Maynas, departamento de Loreto, Perú.
Son unas 1.200 personas.
La palabra Matsé, la misma con la que se designa a este grupo, significa "gente" en dicho idioma nativo; Mayoruna es un vocablo quechua que significa "gente del río", este es usado comúnmente para referirse a este grupo especialmente en el Brasil, mientras el primero es más usado en Perú.
Ellos consideran que hay unidad entre el mundo espiritual y el físico y así los espíritus de los animales se encuentran en todas las cosas.
Creen que todas las plantas contienen espíritus animales específicos.
Al usar las plantas medicinales, el chamán y su paciente hablan al espíritu animal que habita esa planta particular, solicitando la curación o protección.
Aplican las medicinas externamente al cuerpo, ingiriéndolas rara vez.
Un ritual común incluye el uso de una toxina derivada de una rana o del sapo Phyllomedusa bicolor.
Desgraciadamente, la historia del hombre es la historia de la tecnología, y ningún pueblo renuncia a ella, sino que simplemente la conoce o no la conoce.
¿Qué es el hombre?
¿Qué hace el hombre con su entorno?
La selva del Amazonas como salvaje contexto protagonista con su flora y fauna exótica ya es motivo suficiente para visionar The Emerald Forest.
The Emerald Forest desarrolla una historia de desarraigo familiar y de abrupta inserción en una cultura arcaica y atávica.
Nos adentra en las costumbres etnológicas de los aborígenes autóctonos del Amazonas donde la belleza de los paisajes que la naturaleza ofrece nos cautiva tanto o más que la aventura de rescate y de repatriación que protagoniza ese ingeniero estadounidense que quiere a toda costa recuperar a su perdido hijo.
De fondo tenemos una crítica ecologista hacia la invasiva y destructiva deforestación de selvas y hacia los abusos que muchos seres humanos "termitas" cometen bajo viles fines económicos contra un pueblo ingenuo al que sólo se le ocurre hacerse "invisible" ante el devastador avance de la tecnología.
Una película que nos deja reflexionando sobre que el salvajismo muchas veces no viene de la mano de las culturas más incivilizadas y subdesarrolladas, sino que convive ya implícitamente en el espíritu humano sea de la condición que sea.
The Emerald Forest es una película de 1985 dirigida por John Boorman con guion de Rospo Pallenberg.
Protagonizada por un ENORME Powers Boothe, Meg Foster, William Rodriguez, Yara Vaneau, Estee Chandler, ENORME Charley Boorman, Dira Paes, Eduardo Conde, Ariel Coelho, Peter Marinker, Mario Borges y Atila Iorio.
The Emerald Forest fue promocionada como «basada en una historia real», pero aparentemente no se han encontrado las referencias reales en las que se basa.
De acuerdo con el crítico de cine Harlan Ellison en su libro Harlan Ellison's Watching, los intentos de la compañía de búsqueda bibliográfica Southern California Answer Network (SCAN) para hallar las fuentes de la historia sólo dieron como resultado que el guion original de Rospo Pallenberg se basaba en bastantes historias entremezcladas y embellecidas, incluyendo un artículo en Los Angeles Times acerca de un trabajador peruano cuyo hijo fue secuestrado por una tribu local y localizado dieciséis años después plenamente asimilado a la vida en la selva.
De acuerdo con SCAN, Boorman no conocía la historia real y se basó sólo en el guion de Pallenberg.
En una entrevista posterior, el director afirmó que el niño aún vivía con la tribu, identificada como los Mayoruna en 1985, si bien ninguno de los estudios antropológicos realizados a la tribu mencionan la adopción de ningún extraño.
Ellison concluye que la pretensión de realidad se hizo sólo por intereses de promoción de la película, de la misma forma que los protagonistas provenían de una familia estadounidense de clase alta, más fácilmente identificable por la audiencia que una familia peruana.
The Emerald Forest , protagonizada por el otrora bello bellísimo Charley Boorman, hijo del director, es considerada un clásico del ecologismo y la defensa de la vida indígena, mostrando numerosas escenas de la vida de las tribus amazónicas, desde la caza hasta el rito de paso a la edad adulta y el matrimonio.
Esta perfectamente reflejado la vida que llevan los nativos en la selva, sus sistemas de cazar, su modo de transportarse a través de los ríos y de la propia espesura de esa inexplorada selva, sus ritos religiosos y creencias, sus miedos, sus costumbres.
The Emerald Forest refleja un mundo aparte, porque la acción transcurre en lugares recónditos de la selva, donde los indios todavía no han tenido contacto con el mundo exterior, y creen que fuera de la selva no hay nada.
The Emerald Forest nos transmite la fuerza de la naturaleza, la dureza de la vida en el Amazonas, e incluso nos hace sentir en nuestra propia piel el extenuante clima amazónico, las torrenciales lluvias, la humedad, el calor.
Boorman refleja excepcionalmente el vital choque que sufren las tribus que nunca han sabido de la existencia de otros hombres, que jamás han tenido contacto con el mundo exterior, cuando su mundo, tras ser talado por las madereras, comienza a llenarse de colonos que buscan riqueza a cualquier precio.
Vemos como el avance en la destrucción amazónica les afecta directa y letalmente, y como esa destrucción no para, sino que avanza a velocidades cada vez mayores y como tras esa destrucción, muchos indios se occidentalizan, pierden sus señas de identidad y fuera de su hábitat llevan vidas nulas, sin esperanzas, con la pobreza y marginación como denominadores comunes.
The Emerald Forest nos habla de las virtudes del “buen salvaje” y de lo pésimamente malos que somos el mundo industrializado.
The Emerald Forest se hace eco del problema de la deforestación en el Amazonas y de la pérdida del espacio natural de muchas tribus ancestrales, pero ha sido criticada como parcial, dejando como únicos culpables al «hombre blanco», si bien muestra también “la brutalidad” de algunas tribus, llegando a mostrar una escena de canibalismo.
Aun que esto puede aplicarse a la incomprensión civilizada de los “civilizados”.
The Emerald Forest maneja bien sus recursos emocionales: el apego a la tierra y a los valores naturales, o las relaciones paterno filiales están filmadas y transmitidas con suficiencia, y cuando la trama aborda cuestiones más físicas y aventureras lo hace sin estridencias y nunca pierde un tono cuasi místico, dotando a la entretenida acción de una misteriosa y espiritual atmósfera.
El director de fotografía fue el prestigioso Philippe Rousselot quien hizo un gran trabajo en los escenarios naturales de la selva amazónica brasileña, rodando en Panavisión bajo unas condiciones bastante difíciles.
The Emerald Forest nos ofrece un catálogo interesante de lo que es la comunión de la vida del hombre adaptada a los designios de la naturaleza en contraposición al “avance” que supone moldear la naturaleza a los caprichos del hombre, con su devastación, su deforestación, sus horribles construcciones de hormigón, artificiosas y postizas en un entorno grandioso y virgen, y sus nulos escrúpulos en función del beneficio económico, aún a costa del sacrificio de tesoros naturales imprescindibles.
En este sentido, la imagen de unos indígenas boquiabiertos al descubrir que el límite de la selva cada día se reduce más y que las amplias zonas taladas se acercan peligrosamente hacia sus chozas, es muy ilustrativa.
De este modo formula conjuntamente una alerta en tono ecologista junto a una propuesta de vida diferente a la actual, no ya la regresión al neolítico, sino a un aprovechamiento de las riquezas naturales que al mismo tiempo las preserve y no las esquilme o arrase.
Pero además, The Emerald Forest nos plantea un mensaje étnico, la aceptación de un niño occidental rubio y con ojos azules en una tribu de seres de piel morena, ojos oscuros y de cultura y desarrollo difícilmente más opuestos, cosa difícil de pensar en el caso contrario, como bien ilustra la película en las escenas en las que las mujeres de la tribu son secuestradas para su uso como esclavas sexuales.
The Emerald Forest nos invita a aprender de otros pueblos y formas de vida, quizá no lo suficientemente desarrollados económica, social, política y culturalmente para lo que las comodidades de la vida occidental exige, pero más adelantadas que el hombre blanco en lo que al desarrollo sostenible se refiere, con un respeto que puede calificarse de religioso, profundamente relacionado con el más allá y con la esencia misma del ser humano como parte de la naturaleza.
Un pueblo que convive con ella como algo vivo, que entiende que su supervivencia depende de la de ésta, que maximiza al ser humano y a su entorno por delante de la acumulación de bienes superfluos, es decir, seres humanos que no intentan gobernar la naturaleza, sino que coexisten con ella en pie de igualdad, incluso de sumisión.
El final de la trama principal, es el “castigo” al hombre blanco como causante de los males, y la tesis que parece sostener el director en cuanto a las bondades del hombre en estado natural y las perversiones y mutaciones que sufre cuando se ve inmerso en la sociedad competitiva y deshumanizada.
Sin embargo, el surrealista episodio de las ranas que tiene lugar hacia el final, recupera esa atmósfera mágica que está presente en todas las escenas que tienen lugar en la selva, que nos invita a reflexionar, a sobrecogernos con la inmensa riqueza natural que se nos regala, ante la cual no podemos sino postrarnos, y a la que, siendo fuente de nuestra existencia, estúpidamente maltratamos siendo que existen cada vez más medios técnicos que posibilitaran un desarrollo económico menos agresivo para el entorno.
Cabe destacar que el episodio de las ranas no es en absoluto surrealista; es consecuencia de las creencias ancestrales de los arawacs, etnia de buena parte de los habitantes de las selvas Orinoco-Amazónicas.
Las ranas cantan cuando llueve o llueve cuando cantan las ranas.
Las ranas de la selva no croan, cantan y lo hacen porque antes de ser animales fueron niños que, abandonados por sus madres a la orilla de un río, lloraban pidiendo comida.
Fue este llanto el que provocó que se convirtiesen en ranas, confundiendo sus lágrimas con la lluvia y su llorar con el canto de la rana.
Así lo contaban los chamanes y así debió ser en los tiempos que los gemelos divinos recorrían la selva, los pájaros hablaban y los hombres acababan de salir de la cueva donde moraban para poblar la tierra.
La gran anaconda, el río, se hincha con la lluvia y no será esta la única traba que el hombre coloca en los cauces fluviales de las selvas que es arrasada por la naturaleza.
La naturaleza siempre reclama su lugar cuando se lo arrebatan, sin prisa, pero sin pausa, recupera su espacio por encima de los hombres hormiga y de su obra.
The Emerald Forest invita por tanto a una reflexión global, a utilizar conceptos humanos que no estén desligados del entorno en el que la propia especie surgió, y por otro a concebir la naturaleza como algo profundamente humano, y que por tanto exige que nuestra forma de acercarnos a ella tenga como punto de partida los sentimientos y emociones de que nuestra propia naturaleza nos dotó, y lo hace sin maniqueísmos ni discursos fáciles, sino utilizando sobrecogedoras imágenes de lo que, si las cosas siguen en la misma línea, no dentro de mucho tiempo será un recuerdo.
The Emerald Forest cuenta con una de las mejores bandas sonoras que he escuchado.
Junior Homrich sobresale en la combinación de instrumentos autóctonos con la síntesis etérea que evoca imágenes de ensueño.
Las imágenes que él intenta representar con su música de una manera que el oyente se sentirá transportado a las selvas tropicales, a través de los ojos de un ave de presa que es el espíritu animal de Tomme, el personaje de Charlie Boorman.
Son composiciones surrealistas, abstractas que dan una experiencia de opiáceos, los sueños nublados de la selva virgen y chamanes místicos.
En fin, nos encontramos ante una gran película.
La trama se desarrolla a la perfección desvelando el gran conflicto que se produce cuando el niño secuestrado, ya adolescente se reencuentra con su padre biológico.
La lucha del padre por recuperar a su hijo perdido y el choque entre la cultura indígena y la gran ciudad están plasmados de manera sublime.
The Emerald Forest ofrece temas ecológicos y antropológicos y muestra un contraste entre la moderna civilización que destruye los recursos naturales y la vida armoniosa, solidaria y mágica de una comunidad tradicional, presuntamente menos evolucionada.
The Emerald Forest te hace comprender cuál es el verdadero motivo de vivir, y cuál es la verdadera forma de vivir, la más humana y razonable.
Una ENORME película que te hace pensar, reflexionar, que te llega a lo más hondo.
Con unos paisajes tan bellos como abruptos y peligrosos, con un marcado color verdoso de selva, que te envuelve y te atrapa.
Un sentido del honor y la amistad notabilísimos.
Una película de muchos contrastes, muy cortantes, que llegan a producir verdadero dramatismo en el espectador.
Una película que entra en la vida del espectador y que es absolutamente maravillosa.
Una increíble potencia de imágenes....
Es para verla y vivirla de cerca, es un film extraordinario.
The Emerald Forest me parece una crítica de lo más interesante y enriquecedora, y supone una llamada de atención para al menos preguntarnos a nosotros mismos qué demonios estamos haciendo no sólo con nuestro planeta, sino también con el resto de civilizaciones que no forman parte de nuestra sociedad.
¿Quién es el que decide que nuestra civilización tiene más derecho a existir que cualquier tribu perdida en el más recóndito lugar del mundo?
La respuesta creo es evidente: siempre se impone el más fuerte, pero en el caso que nos ocupa, no por su acción directa, sino más bien por su acción indirecta, traducida en la falta de valores de las mafias y en la ausencia del más mínimo sentido de la ética por parte de las grandes corporaciones occidentales, obsesionadas en multiplicar sus beneficios al precio que sea.
Gracias a The Emerald Forest muchos espectadores de todo el mundo empezaron a tomar conciencia de la destrucción sistemática a la que se estaba sometiendo a la Amazonía, de la pérdida irreparable e irreversible, no sólo de un gigantesco paraje natural, de cientos, quizá miles de especies naturales, sino también de una forma de vida, de una especial conjunción entre el hombre y la naturaleza que dos décadas después sigue en peligro constante de agravamiento y en una situación cada vez más precaria.
Por cierto, a la selva del Amazonas no sólo la destruyen las compañías madereras extranjeras, en su mayoría asiáticas, no norteamericanas.
Lula presentó un plan en 2004 del que nadie parece conocer para privatizar el 15% del territorio selvático y explotarlo a lo salvaje.
Muy mal!
En una de las escenas finales, el jefe de la tribu comentaba que el fin de la tierra, de su mundo, estaba más cerca, al observar como las excavadoras y la maquinaria pesada estaba allanando el terreno a costa de la destrucción de toda la vegetación.
Esto ocurría en 1985, pero casi veinticinco años después la situación ha empeorado.
En The Emerald Forest, la selva está filmada en toda su grandeza, con vistas aéreas de una gran belleza que nos invitan a reflexionar sobre la exultante vida animal y vegetal que bulle en su interior.
La “comunión” de los indígenas con el medio en que habitan, donde la acción antrópica es prácticamente inexistente, contrasta con el poder altamente destructivo del hombre occidental.
Desgraciadamente muchas de estas tribus han desaparecido al ser destruido su hábitat por la acción depredadora de la llamada civilización.

"Busca a tu animal interior"


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