The Queen

“Uneasy lies the head that wears a crown”

“1992 is not a year on which I shall look back with undiluted pleasure.
In the words of one of my more sympathetic correspondents, it has turned out to be an Annus Horribilis”
Ni idea tenía Su Graciosísima Real Majestad Elizabeth Segunda por la gracia de Dios para el pueblo del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y todos sus dominios de Ultramar, Reina, Jefa de la Mancomunidad de las Naciones Británicas, Defensora de la Fe, que los cimientos de mil años de reinado se moverían a causa de una plebeya, que se convirtió sin corona en La Reina del Pueblo, y que puso en la guillotina a la monarquía Mountbatten-Windsor (originalmente Saxe-Coburg-Gotha).
Recuerdo horas en la madrugada, rodeado de amigos en un club de la capital de mi país cuando se dio la noticia del accidente, momentos después, al salir rumbo hacia mi residencia, me enteré de la tragedia, ese día fue un 31 de agosto de 1997, en que la otrora Su Alteza Real la princesa Charles Philip Arturo Jorge, princesa de Wales, condesa de Chester, duquesa de Cornualles, duquesa de Rothesay, condesa de Carrick, baronesa de Renfrew, señora de las Islas, princesa de Escocia, después nombrada como honorable Lady Diana Frances Spencer Windsor Princesa de Wales, también conocida como Lady Di había falleció en un accidente automovilístico que tuvo lugar en el interior del Pont de l’Alma, un puente localizado en la ciudad de París, Francia.
Junto a ella fallecieron también su compañero sentimental Dodi Al-Fayed y el conductor del automóvil Henri Paul.
Aunque inicialmente la Familia Real era reacia a darle a Diana un funeral de Estado, las muestras de afecto y dolor por parte del pueblo británico obligaron a Buckingham a tomar una decisión al respecto.
Su protocolo es muy estricto y los funerales con exequias de Estado están reservados a miembros de la Casa Real con rangos de Alteza Real y a relevantes gobernantes del país, como Churchill, de modo que, como no existía en su protocolo referencia alguna de una Princesa del Reino Unido divorciada y madre del segundo y tercero al Trono, hubo que acuñar un nuevo término para las honras fúnebres de Diana:
"Un entierro único para una persona única".
Así lo definió un portavoz de la Familia Real más de 24 horas después del accidente.
Cabe destacar que el día que se dio la sentencia de divorcio de los Príncipes de Wales se estableció que la Princesa perdería el tratamiento de Alteza Real pero conservaría el título de Princesa de Wales, lo que significa que ella seguía siendo una Princesa Británica y un miembro de la familia real por ser la madre del segundo y tercero en línea al trono británico.
Es decir, después de su divorcio Diana, Princesa de Wales continuó siendo una princesa del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte sin el tratamiento de Alteza Real, lo que la convirtió en la primera y única princesa no real en toda la historia del Reino Unido.
El ataúd permaneció cerrado en todo momento pues todos los allegados a Lady Diana quisieron que se la recordara como la princesa glamurosa que fue.
Hasta el sábado 6 de septiembre, fecha oficial del Funeral, se decretó luto nacional y las banderas de todo el país ondearon a media asta.
Cuando la Princesa Diana murió, pocos podrían haber predicho el impacto que la tragedia tendría en el gobierno británico en la familia real.
Ciertamente, siguiendo a su separación del príncipe Charles, Diana había dado muestras de no estar dispuesta a permanecer en un discreto segundo plano y desaparecer de la vida pública.
Aunque fue la mujer más fotografiada y probablemente se puede afirmar que la más famosa del mundo, su muerte a destiempo produjo un cambio brutal en la opinión pública británica, en su actitud hacia las muestras públicas de dolor y en su actitud hacia la monarquía.
Diana había sido una gran causa de tensión mientras estaba viva, era inevitable que su muerte enfrentara a la monarquía con, quizás, el mayor desafío de los últimos 50 años.
Lo que fascina de la historia de Diana y la Reina era que una reina que envejecía cuyo reinado estaba enraizado en la época victoriana fuera desafiada por una joven princesa, quien, gracias a una serie de errores, se había visto mezclada con la familia real.
Diana tenía un aura extraordinario alrededor.
Recuerdo la semana que murió, fue muy extraña, en Inglaterra había una extraña calma, inclusive en los noticieros y periódicos, nadie sabía cómo reaccionar al principio.
Entonces se produjo una explosión de dolor.
¿Era una emoción real?
¿Era fingida?
Por Diana podemos sentir admiración a causa de su belleza, simpatía y pena por su destino trágico.
Fue más bien una víctima de la vida de desenfreno que viven los ricos y famosos, pero tenía el don de la simpatía y una bondad natural que le permitían captar el afecto de las multitudes.
Como queda documentado en The Queen, la gente no tenía modo de explicar la causa de su exacerbación sentimental por ella, en algunos casos devoción y hasta idolatría.
Un fenómeno que se repite con frecuencia en nuestros tiempos.
El principal mérito de The Queen es el retratar a modo de documento histórico el fatal accidente de la princesa Diana, visto tanto desde la óptica popular como dentro mismo de la intimidad de la realeza británica con un carácter aplomado y sobrio.
Por otra parte, surgen los cuestionamientos, como que es inaudito que en pleno siglo veintiuno haya rezagos de una institución que se basa en una premisa infame: unos seres son superiores al resto de los mortales, al haber sido elegidos por Dios para regir los destinos de sus pueblos.
Y aunque es evidente que en Occidente la monarquía ha perdido relevancia como régimen político, la realeza sigue intacta en muchos países.
La monarquía, por vaciada que esté de sus virtudes esenciales, sigue siendo un obstáculo para los designios modernos, porque conlleva un principio de autoridad divina y no puede dejar de ser mirada como referente.
La república, por dignamente gobernada que pueda estar, solo alcanza un atisbo de esta majestad cuando el gobernante se aproxima a la figura de un monarca.
Aun en la menudencia del asunto elegido, esta verdad aparece en The Queen y no viene mal recordar que las grandes desgracias recurrentes de la América Hispana comenzaron cuando se abandonó la forma monárquica de gobierno, cuyo primer efecto fue la disgregación y la anarquía, solo morigeradas durante algunos períodos por gobernantes que fueron, a su modo, monarcas sin corona.
The Queen demuestra que sólo un director como Stephen Frears podría lleva al cine una historia, a priori carente de interés alguno, y que sin embargo engancha al espectador ávido de contemplar cómo se desarrollan los peores días de la Reina Elizabeth II.
Los que gustan de rollos del corazón o cotilleos al más estilo amarillista deben tener claro que The Queen no busca el morbo de la muerte de Diana como objeto principal del film, no van a encontrar a una señora muerta en un túnel de París, lo que van a encontrar es a una Reina que durante una semana vio cómo el pueblo inglés pasaba de respetarla a pedir su cabeza.
Toda una monarquía, de las más antiguas de Europa, en jaque por una plebeya que se ganó a toda una nación y para colmo, un nuevo Primer Ministro que no rinde pleitesía.
Para todo esto, Frears ha dibujado un entorno en el que se mueven la Reina, Tony Blair, El consorte Philip de Edimburgo, Charles de Inglaterra, la Reina madre y unos cuantos más, todos con taras, defectos e inseguridades en una época en la que la mayoría sigue en pleno ejercicio, lo cual me deja atónito en la mayor parte del film.
En muchos casos The Queen se convirtió en una historia sobre la constitución, el liderazgo y el equilibrio de poder entre el primer ministro y la soberana.
¿Pero quién es la verdadera Reina?
¿Elizabeth?
¿Diana?
¿De qué Reina nos habla The Queen?
“You must show your strength.
Reassert your authority.
You sit on the most powerful throne in Europe, head of an unbroken line that goes back more than a thousand years.
Do you think any of your predecessors would have dropped everything and gone up to London because a bunch of hysterics carrying candles needed help with their grief?
Huh!
As for that silly Mr. Blair with his Cheshire Cat grin...”
The Queen es una película británica del año 2006 dirigida por Stephen Frears y protagonizada por una ENORME Helen Mirren, ENORME James Cromwell, Michael Sheen, Sylvia Syms, Paul Barrett, entre otros.
Con una correcta musica a cargo de Alexandre Desplat.
La narración se centra en cómo la monarquía y el gobierno británico gestionaron la trágica muerte de Lady Di, “La Princesa del Pueblo”, en unos momentos de especial dificultad, y muy sensibles para gran parte de la ciudadanía.
The Queen evita cuidadosamente la hagiografía de Diana mediante un prudente distanciamiento, lo que no podía ser de otra forma, lo que hace que el argumento gire en torno a su muerte y su repercusión sobre la familia real británica.
Como inspiración para The Queen, los hechos que rodearon la muerte de la princesa lo tenían todo, una muerte tras una terrorífica persecución por parte de paparazzis, una joven muerta cruelmente en la plenitud de su vida, una relación sentimental controvertida interrumpida antes de que pudiera florecer, un público devastado por la noticia de su muerte y la prensa acusada de causar la muerte, intentando desesperadamente desviar la atención de ésta, teorías de conspiración, etc.
El tono es íntimo, amable, respetuoso, pulido en el semblante de sus protagonistas, quizás excesivamente reverencial en su afán de intentar mostrar los fundamentos de las reacciones al hecho que detona las relaciones más importantes de The Queen.
The Queen se centraría en contraponer las anticuadas formalidades de la familia real, tanto en su retiro en el campo escocés de Balmoral, como en los aposentos privados de Buckingham Palace, con la modernidad del recién elegido primer ministro Tony Blair y su séquito de ayudantes y asesores de imagen.
Frears nos propone entrometernos y fisgonear los sentimientos y sensaciones de la familia real, así conocemos a fondo la antipatía y frialdad que expresa la Reina Elizabeth II hacia Lady Di, los consejos demagógicos de Tony Blair como primer ministro ante la presión de la prensa, el amor y conmoción popular ante la tragedia así como la indignación por la indiferencia de la familia real ante tan infortunado evento, y lo que mejor está retratado es cómo se doblega la altanería y el orgullo de la monarquía ante dicha presión republicana.
A ello se le suman las grandes interpretaciones de Helen Mirren y Michael Sheen que realzan mucho el nivel de intensidad del filme reflejando los aspectos más desconocidos de la reina y su primer ministro, una relación interesante y atrayente.
La actuación de Helen Mirren, quien en un alarde interpretativo que no se limita a la fidelidad exterior hacia el modelo sino que sorprende con mil sutilezas interiores para las cuales le basta con una mirada, dota de humanidad y proporciona con su magnífica interpretación diversos matices a la reina británica.
Su interpretación es fría y estoica... pero sublime; una interpretación de una mujer que cuando siente envidia, humillación, manipulación, tristeza o pesar no lo vemos... lo percibimos, así de bien está.
A esa frialdad que todos atribuimos a la soberana de Inglaterra, Frears aporta bastante ironía, una tozudez puramente monárquica y finalmente una rendición de auténticos reyes.
No se encuentra un ápice de duelo sentido hacia la muerte de Di, y así debió ser, pero al final de The Queen tampoco quedas con una sensación de que el personaje sea el monstruo de la historia, y es Helen Mirren quién, con actitud obsesiva o con gestos de puro abatimiento quien confiere a la Reina una dimensión que nunca habíamos visto.
Una de las frases del film lo explica muy bien, cuando el secretario de la reina le dice a Blair:
”Toda su vida gira en torno a que es la elegida por la voluntad de Dios”.
Esa es The Queen.
Elizabeth II es la primera víctima de una educación basada en la privacidad de los sentimientos y en la conciencia de representar a una institución multisecular.
Sus miradas trasmiten sentimientos encontrados de arrogancia y disciplina, celos y ternura, soledad y sentido del deber, en una mezcla contenida de lo personal y lo público.
La habitual tirantez y displicencia en el rostro de Mirren pierden la frialdad que su posición exige en escenas como la de la cacería del ciervo o cuando una niña le entrega un ramo de flores, instantes en que queda desarmada interiormente y no puede evitar que sus sentimientos se develen.
El contrapunto lo pone Michael Sheen en el papel de un Tony Blair recién nombrado primer ministro, personaje que evoluciona paulatinamente y con convicción desde su inexperiencia en las relaciones con la Corona hasta llegar a comprender la figura de la reina y ser consciente de la necesidad de fundir tradición y modernidad.
La pasable “imitación” de Tony Blair por parte de Sheen son puntos a favor de un film que tiene la virtud de su sencilla y serena exposición, y su debilidad en la excesiva asepsia y complacencia de la propuesta, en donde todo el mundo es bueno cuando no mejor.
El consorte de la reina, interpretado por James Cromwell, da las líneas más hilarantes en The Queen, es un auténtico hijo de perra que aleja bastante esa idea de quien lleva los pantalones que todos creíamos; es cínico, vago, mal hablado, amante del ocio y con una mala leche digna de privilegiados.
Por otra parte, las pocas escenas en las que sale la madre de la soberana (Sylvia Syms) son de lujo.
Y claro, Diana está siempre presente en The Queen, a pesar de que físicamente sólo aparecen unas pocas imágenes reales de ella.
Visualmente en The Queen, tenemos al pueblo que con imágenes de televisión o de películas periodísticas, nos muestra el tumulto de flores y lágrimas, el clamor de rezos y velas en la noche por el alma, por el recuerdo de la muerta Princesa Diana. Por otro lado -visualmente también- contrasta el silencio y la frialdad de la casa real, de la Reina Elizabeth II; los diálogos familiares ante el noticiero televisado son breves y escasos, y parecen mostrar su cerrazón afectiva; interiores y exteriores del palacio de Balmoral trazan una distancia enorme con la plaza, en Londres, abarrotada de fervorosos fanáticos de Diana, una princesa del pueblo hecha Reina por un día....
Una lectura sociológica bastante superficial deja al descubierto dos aspectos que para mí son lo más interesante de The Queen.
El primero es la nefasta educación emocional que comparten tanto la Reina Elizabeth II, obsesionada con no mostrar ningún tipo de emoción en público, como la sociedad inglesa en general, ávida de lágrimas y sensacionalismos varios.
Desde mi punto de vista, ni el estoicismo extremo de la vieja escuela ni la incontinencia emocional de la sociedad del espectáculo son maneras correctas de gestionar nuestras emociones.
El segundo aspecto a destacar sería el progresivo acercamiento del recién nombrado Primer Ministro Tony Blair a la institución de la Corona.
Dicho acercamiento refleja bien la hipocresía arribista de los últimos gobiernos y su famosa fórmula de la Tercera Vía, consistente en cambiarlo todo para no cambiar nada, presentándose continuamente como un camino modernizador del progresismo, que va más allá del binomio izquierda-derecha pero que a la hora de la verdad se traduce en hacer políticas públicas de derechas diciendo que son de izquierdas.
Ahora ya podemos empezar a saltarnos el protocolo llamándonos por nuestro nombre de pila, eso sí, sin cuestionar para nada la función de la monarquía.
La breve escena con el magnífico ciervo de catorce puntas en la campiña escocesa le bastan para pintar un cuadro completo de la honda soledad del poder y edificar una metáfora cuya obviedad de contenido se equilibra con la belleza y la emoción.
Sobre el significado del ciervo, pues yo creo que simplemente lo identifica como algo en peligro de extinción, al igual que ella (la Reina y Diana y lo que ella representó) y los miembros de la casa real que mantienen las antiguas normas de distanciamiento emocional respecto al pueblo.
Recomiendo, como es usual, verla en versión original, es una gozada escuchar el diálogo, la dicción y el tono educadísimo.
“Yes, well, you are my tenth Prime Minister, Mr Blair.
My first, of course, was Winston Churchill.
He sat in your chair in a frock coat and top hat.
And he was kind enough to give a shy young girl like me quite an education”
Ahora bien, el tema es incómodo: Lady Di.
No parece que hubiera pasado suficiente tiempo para que ya la estemos recordando, todavía está tan fresca en la memoria de la humanidad y las investigaciones continúan.
¿Fue culpa de Charles?
¿De los Paparazzi?
¿Un simple accidente?
¿Por qué se demoró tanto la reina en manifestarse?
Lo único claro es que Camila es la mujer más odiada del mundo.
Del resto… que cada uno decida.
A más de una década de la muerte de la princesa Diana, muchos se preguntan si realmente dejó un legado de importancia o si lo que se percibe como tal es parte de un mito fabricado que al paso de una o dos generaciones podría terminar en el olvido.
Las dudas se originan en la misma dicotomía con la que se percibe la vida de Diana.
Por un lado, su obra caritativa a favor de los desvalidos, en la que se destacan los enfermos de SIDA y las víctimas de las minas terrestres.
Por el otro, su presencia casi constante durante más de una década en los diarios de corte sensacionalista y las revistas "del corazón", que revelaban los más mínimos detalles de su vida personal.
Diana ha sido calificada por igual como ingenua o manipuladora, frívola o sensible al dolor ajeno.
En gran parte esas opiniones se formaron con la imagen que la prensa dio de la princesa o que, según se dice, ella misma cultivó en los medios.
Quizás una forma de medir la vigencia del interés por Diana son las visitas a los lugares asociados con ella.
Uno de ellos, el palacio de Kensington, residencia de la princesa en Londres, atrae anualmente a unas 300 mil personas.
Es indudable que una década después de su desaparición física, continúa la admiración por la mujer atractiva y elegante que fue Diana.
El peruano Mario Testino fue el autor de muchas de las fotos en las que se perpetúa esa imagen.
En una entrevista con la BBC en ocasión de una exposición de su trabajo con Diana, Testino afirmó que la princesa:
"…tenía el balance adecuado entre lo externo y lo interno, no era una fachada, era algo que venía de adentro".
Muchos de quienes admiran a Diana suscribirían esa misma apreciación.
Diana parece haberse ganado un lugar en la iconografía popular, para muchos está en la categoría de James Dean, Marilyn Monroe o Jim Morrison, etc.
Es el mito homérico de "aquellos a quienes aman los dioses mueren jóvenes" en versión del siglo XX.
El mito de la Princesa Diana se nutre sobre todo de su historia personal, desde una boda que recordaba el final feliz de un cuento de hadas a su final real y trágico, no sin antes pasar por los que bien podrían ser los capítulos de una telenovela: romance, traición, desdichas.
Catorce años es sin embargo un período corto para examinar el alcance de su legado.
Todavía vivimos quienes recordamos bien la saga que fue su vida y un funeral que terminó en una especie de catarsis colectiva, donde este servidor lloró por televisión al ver como se esfumó una vida que fue considerada “perfecta” y se dejó atrás su labor altruista y ejemplarizante.
No tenemos la sabia distancia del tiempo porque, como decía Cicerón con su proverbial elocuencia:
"La vida de los muertos está en la memoria de los vivos".
Pero una vez más queda claro que el pueblo no es sabio, que son unos borregos que viven de la vida de otros, no niego que Diana influyera de una forma bastante buena y grande, pero es que su muerte fue todo un acontecimiento, teniendo incluso que obviar el propio protocolo, por alguien que renunció a ello, aunque sin duda la idea mejor expresada de esto es que la prensa es odiosa, horrible y sucia, causantes de la muerte de "la princesa del eterno rostro triste" y de la represión del pueblo contra una gente que decidieron llevar su tristeza en privado, tachados de inhumanos, rancios , crueles y de propios asesinos... no justifico a la casa real pero es que sin duda los únicos asesinos fueron toda esa gente que daba de comer a los sucios periodistas de la prensa rosa y que después lloraban desconsolados; ya no tenían a nadie a quien seguir, a quien observar, a quien espiar, ellos fueron los únicos causantes de su muerte.
Debe ser muy difícil llevar a cabo un trabajo como es ser reina y mas siendo Elizabeth II, hay que tener emociones de hierro y parecer siempre muy fuerte aunque los sentimientos estén a flor de piel.
Quizás no quisiese a Lady Di como a su nuera pero si como inglesa, lo que la hace todavía más difícil comprender el por qué de ese malentendido general de pueblo.
Lo que distingue a la película The Queen es que se hizo casi en el momento de los hechos que se están narrando y aunque ahora pasa por ser un drama, en realidad estamos ante lo que dentro de veinte años se considerará cine cien por cien histórico.
The Queen merece la pena, algunos no recordarán aquella frase de Elizabeth sobre su “annus horribilis”, pero tras verla podrán comprobar que nunca nada fue tan horrible como la sensación de perder todo un reino, y no por batallas o guerras, sino por la propia lejanía con el pueblo, la insensibilidad hacia sus conciudadanos y el endiosamiento de alguien al que nunca se le llevó la contraria.
Frears ha conseguido exactamente eso, llevar la contraria al personaje más importante de su país, y sin embargo, lejos de la irreverencia, lo ha convertido en un film delicioso, con actuaciones excelentes y un gustillo a haber visto buen cine.
Aunque tampoco considero que The Queen sea sólo una ácida crítica a la realeza (que de eso también hay), sino que se ha tratado más bien de dar una versión de cómo fue o pudo haber sido esa semana fatídica para la realeza británica, vista desde dentro.
Y por más déspota que nos pueda parecer por momentos la reina, no se hace antipática, y el mérito es de Helen Mirren, y del director por supuesto.
Tal vez la gran conmoción que causó la muerte de Diana en el mundo, y en el Reino Unido en particular fue algo que Elizabeth II no esperaba.
Aunque la reacción del pueblo británico tampoco es de sorprender, no sólo porque Diana siempre dio una imagen más humana de la realeza, ganándose el cariño de la gente, sino porque todos tenemos la idea, desde niños, de que los cuentos de hadas siempre tienen finales felices...y las princesas de los cuentos nunca mueren.

“That woman has given her whole life in service to her people.
Fifty years doing a job she never wanted!
A job she watched kill her father.
She's executed it with honor, dignity and, as far as I can tell, without a single blemish, and now we're all baying for her blood!
All because she's struggling to lead the world in mourning for someone who... who threw everything she offered back in her face and who, for the last few years, seemed committed 24/7 to destroying everything she holds most dear!


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