United 93

“Allahu Akbar”

Que puedo yo decir o agregar, que no se haya dicho sobre los acontecimientos del 9/11 llevados a la pantalla por la maquinaria de Hollywood, con 3 películas específicamente sobre los atentados y más del centenar de documentales.
Las diferencias radican en las perspectivas:
“Flight 93”, el telefilme, nos habla de las llamadas de los familiares y los pasajeros del vuelo United 93.
“World Trade Center” trata de los que murieron en las Torres Gemelas y los rescatistas, inclusive los perros salvavidas, y las familias de los héroes.
“9/11: The Falling Man”, el documental, por su parte nos habla de las personas que estaban en el WTC durante el impacto y su posterior colapso.
Todavía no he podido obtener una versión interesante sobre lo acontecido en El Pentágono, pero…
¿Podrá es más de lo mismo?
Pero más de lo mismo no es “United 93”, ya que nos relata las experiencias de los controladores aéreos, de los demás encargados de vigilancia aérea puestos en tierra y muy específicamente de los pasajeros, en este caso, no mencionando sus nombres, sino mencionándolos a todos unidos en ese vuelo 93, como una sola persona en su lucha por sobrevivir a una tragedia inevitable.
Curiosamente el film United 93, no tiene nada que ver con la compañía aérea en cuestión, es decir, está expreso que el film no es propaganda, ni mucho menos un comercial publicitario para cualquier producto.
La otra cara de la moneda, lo que hay detrás del 9/11, lo encontramos en “Fahrenheit 9/11”, pero ya habrá tiempo para escudriñarla.
Curiosamente, a las compañías aéreas les interesa propagar el rumor de que volar es menos peligroso que ir en coche, porque muere menos gente en accidentes aéreos que en las carreteras.
Pero aunque este argumento sirva para tranquilizar a los pasajeros de letras, en realidad hay que tener en cuenta que mucha gente nunca ha subido en un avión y que, en todo caso, los que suben en avión lo hacen mucho menos a menudo que montar en coche.
No sé si me explico…
Digamos que también muere poca gente troceada por psicópatas caníbales con máscaras de cuero, y eso no significa que no valga la pena mantenerse alejado de los psicópatas caníbales con máscaras de cuero.
La probabilidad de morir en un avión es una probabilidad condicionada al hecho de volar en avión... y aunque les pese a los responsables de relaciones públicas de las aerolíneas, la esperanza de vida de cualquier persona decrece de repente cuando decide elevarse por encima de las nubes.
Y luego también hay que tener en cuenta que la probabilidad de morir en una catástrofe aérea no es nada comparada con la probabilidad de que te «pierdan» las maletas o te vendan algo que no existe, ellos lo llaman «overbooking», que queda más fino.
Y luego encima tenemos el rollo de los terroristas, ¡hijos de la reverenda puta!
Mi enorme capacidad de empatía me permite darme cuenta de:
a) que en el fondo los terroristas son buenos y lo hacen con buena fe.
b) que morir y matar puede verse como algo heroico si ya desde pequeño te han educado para ser un autómata, y
c) que, si algo bueno se puede decir, en este caso, de los islamistas radicales, es que al menos son coherentes con sus creencias, sobre todo si los comparamos con la mayoría de romano católicos, que se supone que también creen en una vida mejor después de ésta pero generalmente se acojonan cuando se acerca la muerte.
¿Será entonces que Dios es el enemigo?
¿Las religiones son las enemigas?
¿La política y la economía son las enemigas?
¿Somos nosotros los enemigos?
Somos “seres humanos” viviendo en una pequeña aldea llamada Tierra, ¡por el amor de Dios!
Cuando una piensa en la cantidad de víctimas civiles que sin tener ninguna capacidad de acción o defensa fallecen cada año, se da cuenta del gran invento que suponen los ejércitos profesionales, si es que han de existir conflictos.
United 93 es la historia de unas cuantas decenas de esas víctimas, pasajeros que volaban hacia San Francisco cuando tan inopinadamente se vieron atrapados por el choque de civilizaciones formulado por Samuel Phillips Huntington en su teoría del “Choque De Civilizaciones”, en forma de terrorismo islámico.
El artículo y el libro, el primero publicado en la revista estadounidense Foreign Affairs en 1993 y transformado posteriormente en un libro en 1996, articulan su teoría de un mundo compuesto por múltiples civilizaciones en conflicto.
En sus escritos, critica tanto al comportamiento occidental como el "no-occidental", acusando a ambos de hipócritas ocasionales y de estar centrados en sí mismos.
"Occidente no conquistó al mundo por la superioridad de sus ideas, valores o religión, sino por la superioridad en aplicar la violencia organizada.
Los occidentales suelen olvidarse de este hecho, los no-occidentales nunca lo olvidan", dijo.
Huntington también advierte que las naciones occidentales podrían perder su predominancia si fallan en reconocer la naturaleza de esta tensión latente.
Los críticos opinan que este trabajo, es una manera encubierta de hacer legítima la agresión hacia los países del tercer mundo por parte del occidente liderado por los Estados Unidos, con el objeto de impedir que las regiones subdesarrolladas y en vías de desarrollo alcancen el nivel económico de los países ricos.
Sin embargo, Huntington también ha argumentado que este cambio en la estructura geopolítica requiere que Occidente se fortalezca internamente, abandonando el universalismo democrático y el incesante intervencionismo.
Es interesante comparar a Huntington, con su teoría acerca de las civilizaciones y su influencia sobre los creadores de políticas en el Pentágono y la Administración de los Estados Unidos, con Arnold J. Toynbee y su teoría, que se basa fuertemente en la religión y ha recibido críticas similares.
La discusión se centra en la identidad nacional americana y la posible amenaza que constituye la inmigración latinoamericana en gran escala, que según el autor podría "dividir los Estados Unidos en dos pueblos, dos culturas y dos lenguajes"
Al igual que El Choque de Civilizaciones, este libro ha agitado controversia, y algunos han acusado a Huntington de xenofobia por afirmar que Estados Unidos ha sido históricamente un país de cultura protestante anglosajona.
Se le ha acusado de presentar una actitud etnocentrista o racista hacia la inmigración, argumentando por ejemplo que los valores mexicanos, su “falta de ambición" y la "aceptación de la pobreza como virtud necesaria para entrar al Cielo", son incompatibles con los ideales anglo-protestantes, de los cuales menciona el Cristianismo, el compromiso religioso y la ética protestante del trabajo.
Más aún, Huntington asevera que esta introducción de nuevos valores atenta contra el sueño americano, que según sus palabras:
“Es el sueño creado por una sociedad anglo-protestante y que los mexicano-americanos pueden participar en este sueño y en esta sociedad sólo si sueñan en inglés"
Mi hipótesis es que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será en principio ideológica o económica.
Las grandes divisiones entre la humanidad y la fuente de conflicto dominante serán culturales.
Los estados nación seguirán siendo los actores más poderosos para los asuntos exteriores, pero los principales conflictos de política global ocurrirán entre naciones y grupos pertenecientes a diferentes civilizaciones.
El choque de civilizaciones dominará la política global.
Las líneas de falla entre las civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro.
Muchos han querido ver en los atentados del 11 de septiembre, del 2001 en Nueva York y en los ataques occidentales a Irak y Afganistán, la confirmación de las tesis de Huntington.
Es bastante difícil hacerse a la idea de cómo el país más potente y poderoso del mundo, sufrió un golpe tan fuerte en la que murieron miles de personas, se vieron atacados varios de sus símbolos más importantes y dieron esa imagen de debilidad que siempre quieren evitar.
Todo esto solo sacrificando la vida de unos pocos hombres del bando contrario al de los americanos, que fueron capaces de sumir a todo un país en una ola de violencia en el mayor atentado terrorista de todos los tiempos.
El Vuelo 93 de United Airlines, efectuado el 11 de septiembre de 2001 por un avión Boeing757, cubría el trayecto entre el Aeropuerto Internacional Liberty de Newark, en Nueva Jersey, y el Aeropuerto Internacional de San Francisco.
Fue uno de los cuatro aviones secuestrados por Al Qaeda durante los atentados del 9/11.
El avión fue asaltado por cuatro secuestradores y es el único que no llegó a su objetivo, supuestamente la Casa Blanca o el edificio del Capitolio en Washington D.C.
El vuelo con destino hacia San Francisco despegó a las 8:42 a.m., después de un retraso de 42 minutos.
Según datos oficiales, los terroristas viajaban en primera clase, presumiblemente para estar más cerca de la cabina.
Alrededor de las 9:28 a.m., los secuestradores se pusieron en marcha y sometieron a la tripulación, asesinando al menos a tres de los miembros, el Capitán Jason Dahl, el copiloto Leroy J. Homer y la azafata Deborah Welsh.
Minutos después de ser secuestrado, varios de los pasajeros y miembros de la tripulación lograron llamar a familiares para advertirles de la situación.
Tras enterarse de que otros aviones habían sido estrellados contra el World Trade Center y el Pentágono, enseguida se dieron cuenta de que los secuestradores pensaban realizar un atentado suicida.
La versión oficial supone que eso fue lo que les hizo tomar la decisión de intentar reducir a los secuestradores y recuperar el control del avión.
Dos de los secuestradores se habían encerrado en la cabina de pilotaje y los 40 pasajeros intentaron acceder, al parecer sin éxito.
El Boeing 757 se estrelló antes de llegar a su destino alrededor de las 10:03 a.m. de la mañana, 35 minutos después de que los secuestradores se hicieran con el control del aparato, en un campo abierto en Shanksville, Pensilvania.
Todos los que iban a bordo murieron.
Al caer en un descampado, no causó víctimas en tierra.
A pesar de que las primeras versiones oficiales, muy confusas, hablaban de que la aeronave había sido abatida, pronto se cambió esta información por la de la revuelta de pasajeros.
Sin embargo, algunos de los llamados “Teóricos de la Conspiración”, como David Ray Griffin, defienden que el United 93 fue derribado por cazas estadounidenses.
Justifican su versión en los testimonios recogidos en los que algunas personas afirman haber visto reactores persiguiendo el avión y oído explosiones antes del choque.
Además, según Griffin, una explosión en el aire es la única explicación a la gran dispersión de los restos de la aeronave.
Un motor de media tonelada fue hallado a unos 700 m del lugar donde se estrelló el United 93, mientras que otros restos de fuselaje fueron encontrados a más de 10 kilómetros.
"We're all going to die, but three of us are going to do something"
United 93 (no confundir con el telefilm "Flight 93", que cuenta la misma historia en una producción televisiva realizada por el canal A&E) es una película estadounidense del año 2006 escrita, coproducida y dirigida por Paul Greengrass.
Está protagonizada por J. J. Johnson, Gary Commock, Polly Adams, Opal Alladin, Nancy McDoniel, Starla Benford, Trish Gates, Simon Poland, Khalid Abdalla, David Alan Basche, Olivia Thirlby, controladores aéreos, personal de aeropuertos, militares y administrativos, que estuvieron en esos puestos durante los acontecimientos del 9/11.
United 93 es el primer largometraje basado en la masacre neoyorkina y al que le seguiría "World Trade Center" de Oliver Stone; ambos desencadenantes de un estudio sociológico en Estados Unidos, bajo el lema de:
“Si está o no preparada la población, para cinco años después, enfrentarse a la tragedia en una pantalla de cine”
Con partidarios y detractores de su estreno y sobre todo de la proyección del tráiler, alegando que ver una película es decisión personal, no así que te impongan el visionado de un tráiler; lo cierto es que estamos sin duda alguna ante el mejor trabajo del director Paul Greengrass.
Y es realmente escalofriante ser espectador y comprobar lo que ocurrió en los diferentes aeropuertos cuando el caos comenzó a adueñarse, ya no sólo del espacio aéreo, si no de los corazones de aquellos que sin entender, ¿qué estaba ocurriendo?, se estaban convirtiendo en protagonistas de una tragedia inconmensurable.
Otro aspecto notorio de United 93 es el hecho de que el director no ha contado con caras conocidas para ninguno de los papeles; lo cual contribuye notablemente al realismo de la misma, anonimizando al máximo las posibilidades de reconocimientos individuales en pro de la interpretación colectiva.
Es por esto que salvo Gasset Dubois, nadie más reconocerá a ningún actor de United 93, pues son todos desconocidos en el sentido amplio de la palabra, recurso con el que el director busca la mayor empatía emocional del espectador al no poder hacer razonamientos como "este actor no pega nada en este papel" o similares.
Ninguno de ellos requiere más atención que el resto, conformando todos, una masa uniforme que aparece colectivamente frente a la cámara.
Asimismo cabe destacar que muchos de los papeles están interpretados por familiares y amigos de las víctimas que originalmente iban en el avión; lo cual es todavía más impresionante si cabe.
A poco que el espectador sea mínimamente sagaz, reconocerá la emoción real que traspasa la pantalla y hace que, sin efectos de maquillaje, se vean ojos húmedos y ojeras brillantes, incluso en momentos previos al desastre, cuando aún no se vaticinaba la tragedia.
Sin embargo, al mismo tiempo, el director huye de la sensiblería evitando cualquier desarrollo dramático del guión.
Eso justifica que ninguno de los personajes es seguido por la cámara de manera que pueda evolucionar su historia, y desde luego, ninguno de ellos tiene lo que consideramos "desarrollo dramático", incluso un nombre.
Así que, olvídense de la presentación, el nudo y el desenlace en términos convencionales, y no esperen trágicos discursos sobre el patriotismo o la familia.
Después de un largo prolegómeno United 93 llega a la famosa parte en que los pasajeros llamaron por teléfono a sus familiares para despedirse, conscientes de que iban a morir, y sobre todo, United 93 recrea el posible motín que tuvo lugar a bordo contra los secuestradores, en un último intento de evitar la acción suicida.
Como todos sabemos, el avión, el cuarto del macabro plan de Al Qaeda acabó estrellándose, pero el comportamiento de sus pasajeros impidió que fuera contra un objetivo civil, evitando así otra masacre como las acontecidas minutos antes en el World Trade Center y en el Pentágono.
Son esos momentos, en los que se ve a seres humanos, sin más, conscientes de su propia muerte, aprovechar sus últimos minutos para expresar su amor a su gente, como personas no tanto como patriotas, o esos últimos estertores de resistencia para evitar el desastre, lo que nos hace emocionarnos y ver lo mejor que puede aparecer en el hombre en la peor de las circunstancias.
Según el director, y después de realizar más de cien entrevistas a parientes y amigos de las 40 víctimas, el momento es cuando las familias dicen: “sí”.
Greengrass, también autor del guión, se ha basado en todos los testimonios que han salido a la luz, de los controladores aéreos, los familiares de las víctimas que hablaron con ellas, las grabaciones de la caja negra, que fueron hechas públicas por el gobierno, etc.
También trata de rellenar algunos puntos, con las teorías más plausibles, por ejemplo, en el método utilizado por los terroristas para reducir a la tripulación, y apunta a la falta de reacción del gobierno de EEUU ante un ataque que les pilló completamente desprevenidos.
En cuanto al personal de tierra que fue testigo del trágico desenlace, Paul Greengrass pidió a Michael Bronner, guionista y productor de “60 Minutes II”, que entrevistara al personal civil y militar.
La imagen no empezó a ser más clara hasta que se juntaron las piezas geográficas del rompecabezas.
El director sabía de antemano que la narración incluiría secuencias en varios puntos clave: la torre de control del Aeropuerto Internacional de Newark, de donde despegó el vuelo 93 de United y que, debido a su ubicación, tiene una vista única sobre Manhattan; los centros de control de Boston, de donde procedían los otros dos vuelos secuestrados, el 11 y el 175 de American Airlines, y de Nueva York; el centro de operaciones de la Administración de Aviación Federal en Herndon, Virginia, al mando de Ben Sliney, Director Nacional de Operaciones, que se había incorporado a ese puesto la mañana del 11 de septiembre de 2001; y el Centro de Operaciones Militares en el Northeast Air Defense Sector (NEADS) en el estado de Nueva York.
El detallado relato que realizó Michael Bronner de los acontecimientos de aquella fatídica mañana fue de capital importancia para la escritura del guión.
También obtuvo información muy valiosa de la Comisión del 9/11.
Los miembros de la Comisión sirvieron de asesores antes y durante el rodaje.
Inclusive se cuenta con asesores de la religión islámica, lo que permitió acercarse con autenticidad a los acontecimientos.
Había varios controladores civiles y militares entre los actores en los decorados de la torre de control de Newark, y en los centros de Herndon, NEADS, Boston, Nueva York y Cleveland.
El controlador Thomas “Tommy” Roberts, del centro de Boston; el especialista militar Colin Scoggins; el comandante James Fox y el sargento Jeremy Powell, de NEADS, todos revivieron ante las cámaras los acontecimientos de los que habían sido testigos cinco años antes.
Inclusive, Ben Sliney de la FAA, aceptó trabajar como asesor.
Paul Greengrass y el equipo consideraron que sería de gran utilidad por sus treinta años de experiencia y, más aún, porque estaba al mando del centro Herndon aquel fatídico día.
Finalmente acabó interpretando a un personaje clave, a sí mismo.
Sliney dio la orden de vaciar el cielo de aviones, haciendo aterrizar aproximadamente a 4.500 aviones de todo tipo en cuestión de horas antes de que hubiera otro secuestro, en un momento dado, se llegó a pensar que once aviones habían sido secuestrados.
Por muy increíble que parezca, esto se llevó a cabo sin incidentes durante el primer día en que Ben Sliney ocupaba su puesto.
Bueno, el caso es que United 93 es lo más terrorífico que he visto en tiempo.
Incluso sabiendo el final (el avión se estrella) te pone de los nervios.
Si bien United 93 se centra en los acontecimientos sucedidos en el cuarto avión, el cual no habría llegado a destino porque sus ocupantes pudieron desbaratar las intenciones originales de los secuestradores; también constituye un dramático testimonio sobre cómo se vivió desde los distintos centros de control de tráfico aéreo norteamericanos los atentados suicidas del 11 de septiembre del 2001.
Paul Greengrass opta por mezclar el documental y el drama realista crudo.
Sin grandes aspectos técnicos, esta cinta de escaso presupuesto está muy alejada del cine comercial de catástrofe al que nos tiene acostumbrado la industria de Hollywood.
Sin grandes aspectos visuales ni efectos especiales logrados, United 93 sólo cuenta con una agitada cámara en mano y actores totalmente desconocidos, lo cual refrenda la concepción que esta cinta tiene por objetivo claro el documentar un día trágico, alejado completamente de cualquier muestra sensiblera o chauvinista.
De ritmo frenético y dinámico, con unos movimientos de cámaras ampulosos, los cuales dan la sensación de caos y de confusión, United 93 da más bien la sensación de ser un filme clase B que por allí llega a cansar por sus redundantes recursos.
United 93 intenta relatar lo más verazmente posible en tiempo real, desde el despegue, pasando por el secuestro, hasta el momento en que los pasajeros se dan cuenta de que forman parte de un plan de ataque perfectamente coordinado.
Es magistral porque a pesar de que todo el mundo sabe ya lo que va a ver, a pesar de que conoces el final de tan terribles sucesos, Greengrass consigue con sus imágenes hacer que te traslades una vez más a ese día, y revivas las mismas, amargas sensaciones que ya habías experimentado pero esta vez multiplicadas porque observas todo en riguroso directo.
United 93 intenta entender el miedo y las valientes decisiones de esas personas que, en 90 minutos, pasaron de ser meros pasajeros de un avión a convertirse en íntimos aliados enfrentados a una situación inimaginable que cambiaron el mundo para siempre en los Atentados del 11 de septiembre de 2001.
Como anécdota, en un momento Sliney ordena que los 4.500 aviones que estaban sobrevolando el espacio aéreo norteamericano desciendan y que se cierren las fronteras.
Me imagino qué para poder buscar entre esa cantidad de aviones, cuáles eran los secuestrados, sería una tarea casi que imposible, al menos en poco tiempo.
No obstante, Greengrass, a través de una dirección sobria, ágil y efectiva pero sin patrioterismo, sin opiniones políticas panfletarias, sin ni siquiera la condena explícita contra gente que es capaz de ponerse tres piezas de ropa interior para asesinar a tres mil personas.
Muestra los hechos desnudos, sin interpretación, sin juicios de valor.
Los hechos hablando por sí mismos y aún así, incomprensibles.
El equipo de producción empezó a buscar otro elemento clave para la recreación de aquel día, un avión.
Por suerte encontraron un Boeing 757 de 20 años destinado a la chatarra, lo compraron, desmantelaron y mandaron a los estudios Pinewood a las afueras de Londres, donde tendría lugar el rodaje de United 93.
Luego, siguiendo las instrucciones de un manual de 9.600 páginas, nada menos, volvieron a montar el fuselaje.
Sin embargo, en vez de reconstituirlo en una sola pieza, lo hicieron en varias que podían ensamblarse: cabina, primera clase y turista.
Eso permitía montar cada pieza en soportes para simular el movimiento en vuelo: ladear, ascender, descender, turbulencias, o montarlo en una pieza.
El departamento artístico se encargó de redecorar el interior, desde las tapicerías, pasando por las revistas, hasta la película que se vio ese día.
Por ello, United 93 fue candidata a dos Óscar como Mejor director y mejor montaje en el año 2006.
En los claustrofóbicos escenarios del interior del avión, por un lado, y las diversas salas de control de los aeropuertos, la agencia de seguridad en el aire y el Ejército, y durante las angustiosas horas de aquel 11 de septiembre en las que varios aviones fueron secuestrados por terroristas islamistas con el objetivo de estrellarlos contra objetivos civiles, políticos y militares, Greengrass traza las diversas secuencias de la lógica de la acción colectiva en diferentes contextos.
Si ante la ausencia de información, la multiplicidad de tomas de decisión y la rapidez de los acontecimientos, los principales responsables de tipo político y profesional permanecen poco menos que cruzados de brazos ante la tragedia, en el interior de uno de los aviones, el último en ser secuestrado, los pasajeros tienen los preciosos minutos y la información pertinente para comprender lo que está sucediendo.
Recordemos por ejemplo al pasajero alemán (no ruso) que salta en un ataque de histeria que está registrada también en las transcripciones, y que simboliza las teorías pacifistas de la vieja Europa que, según los norteamericanos, se entrega sin luchar.
Tengamos en cuenta que los acontecimientos vividos dentro del avión y que, realmente, se desconocen, se resumen en el enfrentamiento que tiene lugar entre fanáticos religiosos suicidas contra inocentes escogidos al azar, para explicar “la lucha actual por la supervivencia de nuestro mundo”, según las palabras del director; quien añade que el 9/11 “nos obligó a ver cómo es el mundo y a tomar decisiones muy duras”, justificando la respuesta americana.
Una postura con la que sabemos que discrepa Spielberg, quien, en Múnich, advierte sobre las medidas adoptadas por los diversos Estados contra el terrorismo.
Por último, se expresa con una claridad meridiana que el United 93 pierde el control y se estrella media hora antes de que el ejército dé las órdenes de disparar sobre los aviones secuestrados, de igual manera, se constata que asistimos al comienzo de una guerra.
Lo sucedido en el vuelo United 93 se ha convertido en un icono de heroísmo en la historia de los Estados Unidos.
Según los cineastas que realizaron la película, contaron con la completa colaboración de las familias de las víctimas.
Un 10% de los ingresos recaudados durante los 3 primeros días fueron donados para la creación de un monumento a las víctimas, que 10 años después no ha podido concluirse por su alto costo.
Como aspectos positivos se puede destacar que United 93 no es una cinta más del cine de catástrofe, que posee estricta rigurosidad sobre los acontecimientos reales, con una adecuada ambientación que da la sensación de estar inmerso en la angustiosa situación y de identificación con las víctimas.
Logra que el espectador se lleve de nuevo las manos a la boca al ver unas imágenes que ya hemos visto mil y una veces, y logra que te emociones con la agonía de los pasajeros.
Y es que Greengrass no solo consigue reflejar los hechos tal y como debieron ocurrir, sino que además consigue plasmarlos tal y como deben ser recordados.
Una vez escuché al que fuera un gran crítico de cine vendido hoy en día al servilismo de zafios espectáculos nocturnos, que una de las cosas maravillosas de los infinitos visionados de la película "Casablanca" radicaba en que por mucho que la vieras, siempre tenías la esperanza de que bajo la neblina que envuelve a los protagonistas en la escena final; Ilsa y Rick partirían juntos.
En United 93 se produce una gran analogía, ya que, a pesar de que el patio de butacas conoce sobradamente el trágico final, por unos segundos, cuando la acción está a punto de finalizar, se podía notar el aliento congelado y esperanzador que en forma de suspiro contenido presagiaba un buen final a esa trágica historia.
Un duro golpe el que supone United 93, un silencio sordo que inunda a los espectadores y deja sin aliento al personal, que sale del cine tambaleándose y un poco menos fuerte lo que entró en la sala.
Pero, como siempre, debo aclarar que es un gran error tomar como lección de historia cualquier cosa que veamos en el cine.
Estoy seguro de que la intención de Greengrass y su equipo es honorable, y que genuinamente desean honrar la memoria de las víctimas y sus familias con un recuento fiel, aunque especulativo, de la tragedia.
Sin embargo, sobra decir que el mismo proceso cinematográfico está basado en ilusión y engaño, por lo que convendrá tomar a United 93 como lo que es: un tributo sensible y emotivo cuya motivación podría ser mitad histórica y mitad mercantilista, después de todo, no se puede ignorar el hecho de que es un producto de una industria bien conocida por su codicia y ambición.
Pero, dejando a un lado su significado e intención, United 93 es, en su forma más básica, un tenso drama humano que pone en una nueva perspectiva tanto a los héroes como a los villanos de la historia.
La puedo recomendar con confianza como una buena muestra de arte cinematográfico que busca integrarnos a la historia sin tomar el fácil camino dramático o político.
Decir que es una película importante es quizás ir demasiado lejos; decir que es entretenida podría trivializar los eventos que retrata.
Digamos entonces que es una experiencia muy interesante, cuyo impacto final dependerá de la ideología de cada espectador y no necesariamente de sus gustos fílmicos.
Puestas las cosas así, la polémica se traslada a los espectadores que tenemos la inocente manía de cuestionar todo en esta vida.
¿Al hablar de “mundo”, la sociedad americana es capaz de ver más allá de Washington?
¿Entre la población civil árabe no hay inocentes escogidos al azar?
¿Existen muertos de segunda categoría?
¿La vida de una ejecutiva del Bajo Manhattan vale más que la de cualquier mujer afgana?, etc.
Los muertos duelen –por igual- en todos los rincones de este planeta.
El terrorismo no se combate ni se fomenta con terrorismo, es una conclusión para la que los Estados Unidos de América tampoco parecen estar preparados.
United 93es cine que te mueve el corazón, que te encoge el estomago y que colapsa tu cerebro, que perece, impotente, porque ve pasar ante sus ojos los acontecimientos más surrealistas en la historia del siglo XX.
Porque observa la incompetencia y la falta de coordinación de las autoridades norteamericanas incluidos el ejército y la Casablanca, en unas escenas tremendamente eficaces, que reflejan a la perfección la incomprensión y la total impotencia de las personas que intentaron sin remedio solucionar una situación a la que nunca se habían enfrentado.
Lo incomprensible es la clave, y, siguiendo ese principio con dudoso acierto argumental, Greengrass termina por abusar de los cortes a los centros de control y los burócratas que dirigen las operaciones frente al secuestro, los que observan las ya simbólicas y no del todo imprescindibles imágenes de las Torres Gemelas.
Un desconcierto de datos, latitudes, altitudes y llamadas telefónicas que aumentan la zozobra pero entorpecen el ritmo de una historia que con sus verdaderos protagonistas se hubiese bastado y aquí gana el telefilme Flight 93.
En primer y último término ésta es una historia a favor de la humanidad, no de los Estados Unidos o de un diálogo religioso cada vez más imposible; un tipo de film que sigue arrastrando los tics del cine contemplativo y repleto de la mirada indignada ante la tragedia, y por eso mismo menos implicado en la construcción de una línea sólida, en manos de la improvisación del grupo de actores.
El director cree que al profundizar en la historia del vuelo 93 de United es posible descubrir un microcosmos, y durante treinta minutos escasos ver los retos con los que se enfrenta el mundo actual.
Dice:
"Cuarenta personas tuvieron treinta minutos para comprender la realidad que vivimos actualmente, tomar una decisión y actuar.
Fueron los primeros en vivir la realidad posterior al 9/11, mientras nosotros mirábamos la televisión boquiabiertos, sin acabar de entender lo que pasaba.
En aquel momento, los pasajeros tuvieron que tomar una terrible decisión, quedarse sentados sin hacer nada y esperar que todo saliera bien, o hacer algo.
Y en ese caso…
¿Qué?
En mi opinión, es la decisión a la que estamos enfrentados desde aquel día.
Al estudiar los hechos, comprendimos que hubo un debate angustioso llevado a cabo en las peores circunstancias.
Esas personas sopesaron las consecuencias, tomaron una decisión y actuaron.
Viendo United 93 nos daremos cuenta de que eran personas muy valientes, y también muy sabias"
Pero me gustaría aprovechar la presente para recomendarles a todos los terroristas que leen este blog, reverendos hijos de perra, que desempolven los discos del John Lennon e imaginen un mundo de paz y amor, sin fronteras ni religiones, y que, por si acaso el Corán o la Biblia fuesen inexactos, intenten portarse bien y hacerse amigos en este mundo.
La última parte de United 93, dedicada enteramente a los pasajeros del avión, se mantiene fiel a esta línea narrativa: no hay una hipótesis fantasiosa y heroica sobre lo que ocurrió a bordo, los guionistas han utilizado todas las grabaciones conocidas y han presentado la actuación plausible de gente normal pero desesperada que es consciente de que hay que hacer algo.
Sin sentimentalismos, sin figuras estrella.
De hecho, el último plano, en negro, es el final perfecto, sin concesiones melodramáticas de ninguna clase, con el que sentimos, como pocas veces, la certeza de la muerte.
Para las víctimas, para sus familiares, para todos aquellos que sufren la violencia del terror por motivos ideológicos, religiosos, culturales, United 93 constituye un discreto a la vez que inmenso homenaje.
Para los aficionados al cine narrativo, un sobresaliente ejercicio de contundencia y rigor.
"Hay muchas cosas en la vida que son difíciles de hacer, pero las hacemos porque es lo correcto.
Esta es una de ellas.
Colaboré en este proyecto porque era lo correcto.
No sé si cambiará algo para mí dentro de un año, dentro de dos…
Pasó y hay que enfrentarse a ello.
Por eso prefiero contarlo todo, recordar cómo era y, en cierto modo, mantenerle vivo".
Palabras de Sandy Felt, quien perdió a su marido Edward P. Felt en el vuelo de United 93 el 11 de setiembre del año 2001.
Que importante es para todos decir unas cuantas palabras, todos los días, a las personas que realmente significan algo en nuestras vidas, por si no se les ocurre una, les dejo una idea con la cual empezar:

"I love you"


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