Leaving Las Vegas

“You can never, never ask me to stop drinking”

¿Quién podría enamorarse de una mujer sin perder el juicio sabiendo qué su trabajo consiste en vender su cuerpo?
¿Qué mujer trabaría una relación amorosa con un borracho empedernido, que ni siquiera considera la posibilidad de rehabilitarse, y pone a la saciedad de su vicio en el primer lugar de su lista de prioridades?
El suicidio es una de las acciones más oscuras y extremas que puede llegar a cometer un ser humano, o por lo menos así piensa la mayoría de la sociedad basándose en un pensamiento moral y no tan crítico sobre tan delicado tema.
Bukowski, escritor maldito y borracho declarado, si lo hubo, escribió un pequeño poema también acerca del tema que se llama “Causa y Efecto” en el que dice:
“Los mejores a menudo mueren por su propia mano solo para huir, y aquellos que quedan atrás nunca pueden entender por qué alguien querría huir de ellos.”
Otra aproximación al suicidio la podemos encontrar en Emilio Durkheim (Francia 1858-I917), quien estudió a fondo el tema y lo dividió en cuatro niveles.
Suicidio Egoísta: sucede cuando el individuo no está totalmente integrado y se produce en él un gran sentimiento de vacío.
Suicidio Altruista: sucede cuando el individuo está integrado fuertemente y se ve obligado a suicidarse (Suicidio masivo, fundamentalismo, secta).
Suicidio Anómico: sucede cuando el individuo siente que las normas de la sociedad dejan de existir para él.
Esta es la principal causa y se presenta en sociedades en donde los negocios, el comercio y la industria son predominantes.
Y el Suicidio Fatalista: sucede cuando las normas son muy excesivas para el individuo y este ve su futuro implacablemente determinado, al encontrarse violentamente oprimido por una disciplina opresiva.
¿Pero puede el suicidio ser y convertirse en un hecho artístico?
Puede un personaje suicida, creado por un suicida, por ejemplo ganar un Oscar?
Rotundamente… Si!
Una de las acepciones de la palabra adicto es: sin palabras, cuando falta la palabra hay un puro cuerpo que goza.
La tramitación por la palabra se ve interferida, la única posibilidad de personificar el objeto es conmocionando el cuerpo.
Hay una suerte de sustitución en donde la alteración endógena, efecto de la intoxicación viene al lugar de la tramitación psíquica.
Hay un permanente coqueteo con la muerte, quedando desarticulada la palabra y el cuerpo, arrojado a la pura sensorialidad es solo un cuerpo ante la ausencia de palabra que diga sobre su deseo.
Otro significado posible de adicto es “devotus”, “consagrado a”, “afecto a”, y que en la antigua roma implicaba a aquel sujeto que para saldar su deuda entregaba sus pertenencias y pasaba a ser esclavo de su acreedor.
El personaje se despoja de sus pertenencias y se ofrece como esclavo del alcohol, la bebida lo llama, es un adicto al Otro.
Por su parte, Las Vegas posee en sus entrañas elementos perniciosos para todo ser humano.
Nació, dicen algunos, gracias a un pacto eterno entre el diablo, el hombre y el vicio.
Además en esa ciudad, el dinero, la prostitución, la soledad, el egoísmo y el alcohol son inmunes al aniquilamiento, a la extinción.
Sumados a la maldición constante de la apuesta y el color intenso que por las noches se recrea una y otra vez con sus figuras llamativas parpadeantes de neón, aparece en contraparte una celestial unión de fuerzas contrarias: la noche y la luz, abasteciendo de inmoralidad la mente de los asiduos y permeables visitantes.
¿Alguna vez hemos pensado como el mundo nos está dejando y que estamos muy cerca de perder la razón?
¿Cuánta amargura podríamos resistir antes de decidir matarnos poco a poco?
Antes de empezar, pregunta al aire lanzada:
¿Qué es lo que tienta a un hombre irse de su ciudad, dejar sus viejas amistades y romper con su pasado para entrar en una espiral de autodestrucción hasta desear de todo corazón reventar?
Respuesta: en este caso… el alcohol.
Posiblemente nunca el cine haya producido una fábula sobre la autodestrucción y el suicidio como Leaving Las Vegas.
Dramatismo y oscuridad ilustran cada imagen en este largometraje de elegante fotografía urbana, centrando el rodaje panorámico en Las Vegas y en su vida nocturna de casinos, luces y vicio, en los que tanto las escenas de dureza como las de puro excentrismo, son contrastados con una estilosa y suave banda sonora, a mano de artistas como Sting o Don Henley, y que moldean nuestra percepción suavizando el extremado y seco realismo de sus heladoras escenas.
Rodada en súper 16 mm., lo que confiere al aspecto visual un granulado especial de la imagen infrecuente en la producción cinematográfica de hoy, Leaving Las Vegas será con el tiempo, si no lo es ya, un incómodo retrato de una sociedad estadounidense atrapada en sus dudas y sus mentiras.
Una obra maestra en casi todos los sentidos.
Las historias de amor no tienen por qué ser cándidas, empalagosas y cursis.
Bien pueden ser tormentosas y trágicas, sin dejar de ser por ello auténticas.
Esto es lo que con mucha astucia advirtió el realizador Mike Figgis, quien plasmó con maestría dicho postulado en la película.
Leaving Las Vegas explora el mundo del alcoholismo en su fase más avanzada, y a diferencia de “The Lost Weekend” de Billy Wilder, Leaving Las Vegas no tiene un final feliz.
Muestra los niveles de autodestrucción y degradación a los que puede llegar una persona, arrastrada por la adicción al alcohol.
El retrato que compone, con delirios, desvaríos etílicos y alucinaciones, es impresionante y conmovedor.
La descripción es seca, cortante y despiadadamente realista.
No hay hipérboles, ni artificios.
Las escenas que se muestran hielan el alma.
Las elipsis y la suavización de las imágenes las acompañan son las justas para evitar irritación y rechazo.
Leaving Las Vegas también estudia de modo sucinto pero efectivo el mundo de la prostitución femenina.
Es de gran interés la descripción del universo que la rodea, hecho de perversiones, abusos, maltratos y agresiones.
La prostituta suele ser una mujer que ha tenido escasas oportunidades de educación y formación, y que se ha visto obligada a ejercer una profesión degradante por coacciones, violencia o tráfico de personas.
Resulta patético que haya usuarios de servicios de prostitución que pretendan justificar sus agresiones a mujeres indefensas bajo el delirante pretexto de castigar la mala conducta de éstas.
Es por esto admirable que en los confines de la vida, dos personas no especialmente cualificadas, sepan desarrollar una relación tan limpia, transparente, libre, cautivadora y auténtica.
Sorprende el estoicismo del protagonista Ben (Nicolas Cage) y la presencia de ánimo que exhibe.
No menos admirable es la serena aceptación de la voluntad de Ben por parte de Sera (Elisabeth Shue), su resignación ante lo inevitable, la firmeza de su afecto y la fortaleza de su ánimo.
Ella seguirá su camino, pero la vida ya no será igual, porque ha conocido el amor verdadero.
Es sorprendente la definición que se hace del amor: no pone condiciones, no busca ventajas, no es interesado, no impone restricciones, no coarta la libertad de la pareja, no crea dependencias.
Leaving Las Vegas explica que amor es entrega, aceptación, respeto y compañía pero también nos presenta: sexo, drogas, alcohol, prostitución, marginalidad social, humor negro... buenos ingredientes mezclados con buen director, buenos actores y buena banda sonora.
“You go back to your hotel and I'll go back to my glamorous life of being alone.
The only thing I have to come home to is a bottle of mouthwash to get the taste of cum out of my mouth.
I'm tired of being alone.
That's what I'm tired of”
Leaving Las Vegas es una película de 1995 dirigida por Mike Figgis, y protagonizada por un ENORME Nicolas Cage, una correcta Elisabeth Shue, Julian Sands, Richard Lewis, Steven Weber, Valeria Golino, Laurie Metcalf, Vincent Ward, Danny Huston, Bob Rafelson, Mark Coppola, Carey Lowell, Julian Lennon, Lou Rawls, Mariska Hargitay y R. Lee Ermey.
Obtuvo 4 nominaciones a los Oscar en 1995 como Mejor director (Mike Figgis), Mejor actriz (Elisabeth Shue), Mejor actor (GANADOR Nicolas Cage) y Mejor guion adaptado (Mike Figgis).
La fotografía de Declan Quinn presenta imágenes nocturnas efectistas, crea planos de gran fuerza y construye secuencias de notable dureza y realismo.
La filmación se hace "in situ", sin licencias y en 16 mm a causa de limitaciones presupuestarias.
La visualidad es atractiva, de fuertes contrastes y muy dinámica, pero no por ello videoclipera.
Leaving Las Vegas está basada en la autobiografía de John O'Brien, que se suicidó pocos meses antes del estreno de la película.
Primeramente Figgis y O’Brien firmaron un acuerdo para la adaptación cinematográfica con la condición de prohibir ponerle un final feliz.
Mike Figgis es un artista polifacético; además de director participó como compositor en la banda sonora de la película, y como músico, tocando la trompeta y los teclados.
Y también pudiéramos decir que posee cierto toque megalomaníaco ya que varios de los taxis que aparecen en pantalla portan publicidad de "Red Mullet", la productora de este director, con su propia fotografía, incluso hace un cameo como uno de los matones rusos.
Figgis siempre ha sido un director al que le han gustado los trabajos complicados, con cierto toque polémico, historias que marcan a fuego tanto al público como al artista.
El tema del alcoholismo, de la prostitución y de la soledad en el fondo, son tratados de forma estremecedoramente cruda por los O’Brien-Figgis, apoyados en la soberbia interpretación de Nicolas Cage (Ben) convincente, especialista en bordar personajes poco gratificantes.
Cage domina el gesto y cada uno de los movimientos de su cuerpo, transmite desazón con la mirada y actúa introduciéndose en los intestinos de su personaje.
Su mujer lo dejó pero él no sabe si fue antes o después que decidió matarse bebiendo alcohol.
Tuvo una familia y tuvo un hijo.
Tuvo un gran trabajo con mucho éxito.
Todo esto lo tuvo y ya no lo tiene.
Todo se le vino abajo y simplemente ya no quiere seguir luchando ni seguir recordando.
Su suerte se terminó y la clausuró al decidir no seguir viviendo.
Resulta muy ilustrativa aquella escena donde un angustiado Ben trata de cobrar un cheque en el banco, incapaz de firmarlo por el temblor de sus manos, hasta que regresa de nuevo tras haber cargado sus depósitos en un bar con la dosis de alcohol necesaria para volver a funcionar...
Es interesante saber que la anorexia es una característica de los pacientes alcohol dependientes.
Mediante un sencillo calambur trata de justificar su disoluta existencia:
"¿Beber es una forma de matarte?", le pregunta Sera, a lo que él responde:
"O matarme es una forma de beber".
Esto apunta brevemente a que el suicidio es frecuente entre los pacientes alcohólicos.
La visión de este personaje provoca sentimientos encontrados: por momentos resulta trágicamente cómico, mientras que otras veces provoca lástima, e incluso repugnancia.
Ben es un adicto, ya no puede vivir sin alcohol.
Mientras está despierto, permanece abrazado a una botella o a un vaso convenientemente llenado con alguna bebida rica en etanol.
Es extraño que el alcohol no sea otra cosa que una droga aceptada socialmente, como el café y el tabaco.
Puede conseguirse en cualquier parte y sin la menor dificultad, y eso es lo que lo hace tan peligroso, claro que toda sustancia consumida en exceso resulta perjudicial para la salud.
Por otro lado, Elisabeth Shue (Sera) evita vestir a su duro personaje con ropajes de compasión.
Sera le contará su historia a un psicólogo invisible y de ese modo Figgis logrará que el espectador se involucre como un escucha fantasma, que conozca sus experiencias, que sienta el asco y el rechazo, pero que también comparta el secreto de sus sentimientos hacia Ben.
En Leaving Las Vegas, Shue luce en todo momento sugerente, hermosa, convincente, incluso aún más en las escenas especialmente crudas, como cuando es violada por unos “preppies” o cuando asiste a Ben en sus últimos estertores.
Por cierto, esa precisa escena en la que Sera es salvajemente agredida y sodomizada por los tres bárbaros en la habitación de un hotel mientras grababan su hazaña con una cámara de video, con el paso del tiempo se ha convertido en precursora de actuaciones similares realizadas en la actualidad por algunos desalmados, que filman y cuelgan en Internet escenas aficionadas de una brutalidad inconcebible.
En resumen, la aceptación de la pareja es el punto más difícil de sobrellevar en Leaving Las Vegas, pero también tiene un punto en contra, mucha “aceptación” se puede mezclar con la irresponsabilidad y el egoísmo.
Sera es un ser solitario que odia la incomunicación.
Ben es un alcohólico sin cura ni remedio.
Ambos deciden juntar sus vidas, aún a sabiendas de que no tienen futuro.
Los días transcurren; ella desempeñando el oficio más viejo del mundo, él, con los labios pegados a una botella, saltando de borrachera en borrachera, de delirium en delirum, de resaca en resaca, atormentado por las pesadillas de su pasado.
Resulta curioso, pues los malos recuerdos parecen escapar de los frecuentes episodios de amnesia que sufre Ben, pero pronto hará presencia el amor, cargado de regalos: para ella, unos pendientes; para él, una llamativa camisa roja y una bruñida petaca.
¿Qué chica en su sano juicio le regalaría a su novio alcohólico una petaca?
Hay quien ha creído ver en esta parte de Leaving Las Vegas una crítica a la sociedad consumista en general, en este caso más concreto, a la norteamericana; Ben le dice a Sera que va a comprar 20 calzoncillos, para ir tirando uno cada día...; cada vez que se cambia de motel, deja abandonada allí toda su ropa...
Pudiera ser, aunque el equipaje de este dipsómano suicida siempre va repleto de botellas...
La crítica del alcoholismo en los acomodados Estados Unidos, que quedó representada en la magistral “The Lost Weekend”, aquí se aleja de la denuncia y se transforma en una opción de vida o muerte sin reproches, sin denuncias.
Una opción libre como solución personal a la existencia de frustración de Ben, un reconocido guionista de televisión, teóricamente, triunfador en la sociedad del consumo.
La réplica a la opción finalista de Ben, nos la ofrece la prostituta de lujo Sera.
Una vida de fracaso, sin ninguna perspectiva que no sea la humillación y la violencia, pero en la que no renuncia a encontrar un resquicio para el amor y la redención personal, al margen de su oficio.
El encuentro entre ambas opciones marginales, sin imposiciones ni reproches, con la plena asunción entre ambas situaciones, llevará a un corto y existencialista destello de luz en sus míseras soledades.
Uno de los puntos críticos de Leaving Las Vegas es cuando la pareja decide vivir juntos.
Todo empieza cuando Sera invita, de manera casi obligatoria a Ben para que se mude con ella y vivieran juntos.
Es aquí cuando Ben le pone la única condición que vale y sirve en su condición de suicida.
Le dice puntualmente:
“Nunca me pidas que deje de beber, ¿has entendido?”
A lo cual, ella le responde:
“Sí, he entendido”
Luego vendrá la de Ben cuando se refiere al trabajo de prostituta.
Le dice:
“No me disgusta, pero tampoco es indiferencia”
Tenemos dos afirmaciones que nos resultan, utilizando nuestra lógica “normal”, absolutamente desquiciadas, excéntricas y hasta imposibles.
Es aceptar que la persona que amas se autodestruya, moral (ella) y físicamente (él), mientras lo sigues amando noche tras noche.
Se trata de una exageración, pero…
¿El amor, acaso, no es aceptar a la otra persona con sus defectos y errores, con las exageraciones que esto implica?
¡Cuán posible será que nosotros aceptemos que la otra persona sea feliz, haciendo lo que quiera hacer, sin que nos afecte a nosotros también!
Pero existe un quiebre en esta promesa.
Llega un punto en que Ben simplemente se molesta y se incomoda.
Y Sera lo odia y él también a ella y ambos se molestan por unos segundos, pero dudan y se dan otra oportunidad.
Ben no es Dios como para aceptar que su mujer se vaya a trabajar con su cuerpo sin que le afecte.
No puede con su machismo ni con su ego.
Acaso en algún momento se nos cruzó por la cabeza reflejarnos en alguno de esos personajes.
Nos dan pena y sentimos remordimiento ajeno, pero a ver si nosotros podemos ser tan “valientes” como ellos.
Aceptar a la pareja, sea lo que sea, y además autodestruirnos a nosotros mismos.
Es una situación tan compleja que al mismo tiempo la convierte en ejemplar.
Un amor perfecto: aquel que deja ser feliz al otro, pase lo que pase.
De ahí que Leaving Las Vegas es un gigante drama de amor, alcohol, prostitución y sobre todo “Aceptación”.
Así como todo cambia en esta vida, este “Perfecto Amor” no pudo durar para siempre y es por eso que ella, en la última escena, pareciera continuar su vida, pero con la huella de Ben en su corazón, así como Ben murió a su lado, mirándola y sintiéndola hasta el final.
Sera es una mujer enamorada como nunca, sola viviendo del recuerdo que le dejó un hombre bueno sobre su corazón.
En lo que se refiere a lo estrictamente musical, Leaving Las Vegas no deja de sorprender lo que se logra cuando en la gran mayoría de las canciones Sting logra plasmar de manera increíble lo que es su gran voz en un estilo que le es muy familiar: el jazz y si bien muchos lo conocen más por rock, pop y hasta punk, Sting siempre se inclino por la improvisación exquisita del jazz, las canciones de Leaving Las Vegas están genialmente enmarcadas y de hecho lejos de la actuación de los protagonistas, Leaving Las Vegas resalta también por su música.
Para concluir, Leaving Las Vegas te hace reír, te hace llorar, te hace soñar, te hace creer que al amor existe pero no es capaz de salvar una vida y todo por qué?
Por miedo al fracaso, por miedo a luchar, por miedo al destino, pero en realidad por miedo a nosotros mismos, ese miedo que te dice:
Si no tienes a alguien a tu lado no serás feliz, no progresarás, ese miedo a no ser aceptados por esta "sUciedad" que solo nos ayuda a destruirnos y al final, que conseguimos con ella?
Ser unos títeres que vivimos nuestras vidas a su antojo, por simple apariencia, por compromiso y por el desespero de demostrar que somos alguien.
Pero en realidad quienes somos?
Nadie! y lo digo porque me pregunto al espejo: quien eres con más dinero? con más poder? con más estudios? con más posición?
NADIE, si no estoy feliz conmigo mismo, como puedo dar felicidad?
Eso demuestra Leaving Las Vegas, un hombre que jamás se encontró a sí mismo y decidió perderse, y se fue a Las Vegas en donde todos se buscan y nadie quiere encontrarse.
Vaya forma de morir, y lo peor es que a cualquiera de nosotros en una gran depresión nos puede pasar.
Todos formamos parte del mundo; cada uno con su humanidad y laberintos, relacionándonos inexorablemente por una necesidad natural y social.
Es un mundo donde las emociones y sentimientos no nos pertenecen a todos por igual; cada uno las vive de acuerdo a sus propias circunstancias, no pasa de ser un ejercicio ponerme en los zapatos de otra persona.
Desde mi punto de vista; desde mi conciencia y sentimientos, opino que Leaving Las Vegas es triste; cargada de una impenetrable soledad, que no se llena con nada ni nadie.
Leaving Las Vegas despierta la esperanza en mí como espectador; pero los intentos de bondad y de afecto no conducen al amor y se pierden, para mi desilusión y rabia, en la pura violencia e impotencia.
Al verla pensé que caía en un vacío, pero el dolor y la tragedia de los personajes me trastoca la razón; el verdadero protagonista es el corazón y los instintos; los mismos que me han arrastrado a mí, muchas veces en mi corta existencia en este mundo, a romper las fronteras de lo aceptable, de todas las normas impositivas y naturales de supervivencia, viviendo irracionalmente como buscando inconscientemente la muerte.
En Leaving Las Vegas es el suicidio… la locura.
Para los que creen que perder no es un fracaso, para los que encuentran la vida oscura y triste pero hermosa, para los que pasan sus días con la mirada perdida en el ayer, olvidándose del mañana, para aquellos que creen que el dinero sólo es papel y números, para todos los que jamás cambiaron una sonrisa por un grito, para los que creen que duermen duendes en los neones de una ciudad, para quién cree que la vida dura y vale lo que dura y vale amar a alguien, para el que dijo que el amor es un sentimiento terrible y desolador que destruye a la persona hasta hacerla de papel, a sólo un paso de volar en el viento o de caer sobre el suelo bajo la lluvia y que luego de decirlo no dejó de enamorarse, para todos los que valoran el tiempo y lo saben infinito pero corto, para aquellos que le dieron la vuelta a sus pasos cuando ya veían el abismo, para los que viven en él, incapaces de salir o, simplemente, convencidos de quedarse, para el que piensa que el arte es más que un momento de alegría o diversión y que, a veces, puede envolver la vida de un sentido desconocido, para los que sienten lástima por los que sufren y por si mismos pero siguen adelante, para todo aquel que se haya sentido alguna vez en paz después de tender su mano para ayudar a alguien, para el sabio que piensa y mira a sus ojos sin dejar las sombras a un lado, para él que sueña con una casa una pareja y un hijo y para él que no también.
Para todos ellos, para ti y para mí al menos tendremos Leaving Las Vegas.

“I'm gonna love you like nobody's loved you, come rain or come shine”


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